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“ALGO HUELE MAL EN DINAMARCA…”

Maria Eugenia Alamos*

Fuente: DW. Jens Deslins/AP Photo/Picture Aliance

Esta frase es pronunciada por el personaje de “Marcelo” al propio Hamlet en la obra dramática de William Shakespeare que transcurre en el Castillo de Helsingør en el norte de Copenhague. En la famosa obra del año 1600, esta frase se utiliza para escenificar la decadencia moral del Reino de Dinamarca, y aunque este pasaje pertenece a la esfera de los clásicos de la literatura, en la actualidad estas palabras aparecen pintadas en algunos muros de la capital danesa como una señal de alarma.

Dinamarca ha sido tapa de noticias en los últimos tres meses debido a que su gobierno socialdemócrata ha aprobado con fecha 3 de junio de 2021 una polémica ley para endurecer, aún más, el asilo de refugiados en su territorio.

Esta nueva ley tiene como finalidad reubicar a los solicitantes de asilo en otros países fuera de la Unión Europea, donde deberán esperar hasta que sus casos sean resueltos, permitiendo según sea el caso, que se les conceda el asilo en ese tercer país. La norma fue aprobada con una amplia mayoría de 70 votos a favor y solamente 24 en contra, hecho festejado por el gobierno danés quién realizó declaraciones muy controversiales a través de su portavoz Rasmus Stoklund: “Si solicitas asilo en Dinamarca, sabes que te enviarán a un país fuera de Europa y, por tanto, esperamos que la gente deje de buscar asilo en Dinamarca” [1].

A su vez, el ministro de Integración y Extranjería danés, Mattias Tesfaye, ha asegurado que “la reforma es legal y que los acuerdos que Dinamarca establezca con terceros países respetarán «las obligaciones internacionales» de su país” [2].

No obstante, las autoridades danesas están en tratativas con varios estados que según expresan los periódicos daneses podrían ser Egipto, Eritrea y Etiopía como posibles países que quieran acoger a sus solicitantes de refugio. En abril, Dinamarca anunció un supuesto acuerdo con Ruanda que resultó ser un fracaso[3]. Tesfaye viajó a Kigali en abril y firmó un convenio que luego vendió al público como un acuerdo sobre campos para solicitantes de asilo. Pero Ruanda negó haberse prestado a ello, lo que supuso para el gobierno de Copenhague un gran traspié en la implementación de esta Ley.

Esta legislación danesa es criticada por la ONU, la Comisión Europea y distintas ONG de ayuda humanitaria que no comprenden cómo un Estado como Dinamarca, que fuera uno de los países del mundo que más apoyó la causa de los refugiados siendo la primera nación en firmar la Convención de la ONU que establece los mecanismos para protegerles en 1951, hoy se encuentre en una posición radicalmente opuesta.

Regionalmente, Dinamarca no forma parte de la política común de la Unión Europea (UE) en materia de justicia e inmigración, y pese a tener una alternancia política entre partidos de derecha e izquierda en el poder, ha impulsado una línea cada vez más dura respecto a la migración e integración desde las últimas dos décadas con una clara postura “euroescepticista[4].

Hay varios puntos importantes a la hora de analizar el caso danés que podrían generar un efecto dominó en la comunidad internacional. El primero, es el precedente. Podemos mencionar gran cantidad de ejemplos de políticas “desalentadoras”, “restrictivas”, “exclusivas”, pero pocas hasta ahora han ido tan lejos al punto de delegar la responsabilidad de su protección a un tercer país mediante un “tratado”.

Hasta ahora, existe sólo un precedente de un Estado soberano que establece un acuerdo con otro Estado para el tratamiento de la población que reside, o quiere residir, en su territorio: el caso de Australia con Papua Nueva Guinea y la Isla de Nauru.

El 19 de julio de 2013 el Parlamento australiano estableció un decreto[5] mediante el cual todos los solicitantes de asilo y refugiados que arribaran a territorio australiano serían trasladados a campos de retención denominados “centros de procesamiento” en la isla Manus (Papúa Nueva Guinea) o al pequeño Estado de Nauru en Micronesia, que ya recibía migrantes provenientes de Australia desde el año 2008.

Esta legislación prohibía expresamente la posibilidad de habitar suelo australiano para todos los que se encontraban en los centros, dejándoles como opción quedarse en las islas o migrar a otros territorios una vez finalizado el proceso de revisión de la solicitud de asilo. Esto creaba permanentes condiciones de vulnerabilidad a las personas solicitantes de asilo, permaneciendo detenidas hasta 8 años en completa ausencia de respuestas.

Luego de intensos reclamos de la comunidad internacional, que incluyeron la viralización de informes médicos con índices de depresión e intentos de suicidio nunca vistos en menores en condición de encierro[6] y un creciente sentimiento anticolonialista de movimientos sociales en Papúa Nueva Guinea, el Estado australiano aceptó normalizar la condición de los migrantes allí detenidos aduciendo razones económicas y no humanitarias en palabras del ministro del Interior Peter Dutton[7], quién declaró respecto a los solicitantes de asilo “que resultaba más barato dejarlos en libertad que mantenerlos detenidos en las Islas de Nauru y Papúa Nueva Guinea por tiempo indeterminado”.

No obstante, los números que reflejan estas políticas como resultado no son nada alentadores. Según datos del Consejo de Refugiados de Australia, desde su aprobación, esta ley ha afectado a 3.127 solicitantes de asilo. De ellos, 1.200 se encuentran en Australia. Para cerca de otros 1.000 se encontró una solución duradera, en la mayor parte de los casos reasentándolos en Estados Unidos. 750 fueron devueltos a sus países de origen, voluntariamente o a la fuerza. 233 se encuentran retenidos en las islas de Papúa Nueva Guinea, y 132 fueron evacuados a Australia por razones médicas, pero se encuentran en centros de detención. Finalmente 14 murieron. Entre ellos seis por suicidio y otro como consecuencia de la violencia ejercida por los guardias del centro de detención[8].

Este caso, emblemático si se quiere para el estudio de políticas migratorias modernas de tinte xenófobo, no representa un hecho aislado. En la actualidad se encuentran en pleno punto de ebullición posturas políticas, que antes parecían más cautelosas a la hora de manifestarse, enarbolando proyectos de abierto tinte anti migratorio.

Un ejemplo de ello es la postura del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, quién ha puesto como modelo de política migratoria a Australia declarando públicamente que “contempla ‘deslocalizar’ a los solicitantes de asilo planteando enviarlos lo más lejos posible”. Las opciones que maneja el gobierno británico empezaron por la isla de Ascensión (a 6.800 kilómetros de distancia) y la de Tristán da Cunha (casi 10.000 kilómetros) que forman parte del imperio británico en el medio del Atlántico; pero las complicaciones logísticas inclinaron la balanza por opciones más realistas como Gibraltar, las Hébridas y la isla de Man que es una dependencia de la corona pero no es parte del Reino Unido sino “posesión” de la reina Isabel y cuyos ciudadanos son británicos pero tienen su propio pasaporte[9].

Como consecuencia del Brexit, todas las embarcaciones que cruzan el Canal de la Mancha no pueden ser devueltas a Francia, tal como sucedía cuando formaba parte del bloque europeo, por lo que las solicitudes de asilo aumentaron exponencialmente en lo que va del año 2021 obligando a las autoridades a cumplir sus compromisos internacionales procesando tales solicitudes en su propio territorio.

Como respuesta, la administración británica aduce que solo serían enviados a la Isla de Man, Gibraltar o las Hébridas escocesas los demandantes de asilo que lleguen por “rutas ilegales” (es decir, el mar, o como polizontes en un barco, o escondidos entre las ruedas de un camión), y no los que lo hacen por “rutas convencionales”, es decir, a un aeropuerto[10].

Esto ha generado algunos roces diplomáticos, en primer lugar, con el primer ministro de Gibraltar quien aduce que luego de haber estabilizado las responsabilidades sobre el área en conflicto, y siendo que ahora el Reino Unido no forma parte de la UE, esta actitud de trasladar a los migrantes “a las puertas” de Europa podría ser tomada como una provocación por la región.

También, el primer ministro de la Isla de Man ha presentado su queja en público frente Boris Johnson, lo que nos muestra que la posibilidad de que los Estados Poderosos puedan utilizar directamente sus posesiones territoriales para la deslocalización migracional plantea un conflicto en puerta para las relaciones internacionales y el balance de poder, dejando como opción más factible el establecer tratados de compensación económica con estados en vías de desarrollo que se hagan responsable del problema en cuestión.

Esta situación, nos permite inferir cómo esta ley danesa de deslocalización migracional generará a cortísimo plazo un efecto político dominó en diversos estados con tinte más xenófobo. El hecho de garantizar bajo el paraguas de un “Tratado o Acuerdo” la asistencia de población no deseada, en este caso refugiados y migrantes, en un tercer territorio a cambio de transferencias económicas, tecnológicas, defensivas o de cooperación puede presentarse como la solución estratégica, por un lado, para los estados poderosos cuyo problema no es económico, y por otro, para muchos estados empobrecidos que verían en esta opción una posibilidad de mejorar su posición en la escena global.

Esta acción encubierta de derivar la responsabilidad sobre cuestiones que no quieren absorberse políticamente no es nueva para los países europeos, quienes recurren a un manejo sutil en las formas de “cooperación” con algunas regiones a través de transferencia de capital a cambio de mayor vigilancia fronteriza o contención migratoria. Hasta ahora, sólo se había planteado este escenario desde la esfera de la “cooperación para el desarrollo” o a través de ayudas puntuales referidas al manejo de la crisis de refugiados en las fronteras de la UE como lo fue el acuerdo con Turquía durante 2016[11].

Si se realiza un análisis de la última década, las políticas disuasorias europeas se basan en una serie de iniciativas de diálogos y de marcos políticos relativos al desarrollo en donde se incluyen los ítems migracionales bajo la rúbrica de un Planteamiento Global de la UE sobre la Movilidad. En estos marcos de acción: se crean alianzas de movilidad con terceros países; se induce al diálogo a largo plazo con la región euro-mediterránea mediante el denominado “Proceso de Rabat” y se establece un considerable gasto de capital político en el desarrollo de acuerdos de readmisión de la UE con los principales países de tránsito que envían migrantes, realizando un verdadero esfuerzo diplomático, pero con alcance global limitado a la ayuda financiera. Estas relaciones con terceros países siempre han tendido a centrarse más en la migración y en la vigilancia fronteriza, exceptuando algunas iniciativas específicas como el diálogo con países del Cuerno de África (Proceso de Jartum); los mecanismos de financiación basados en el Fondo Fiduciario de Emergencia para África o una serie de Programas Regionales de Desarrollo y Protección en Oriente Medio, norte y este de África[12].

El análisis del caso danés desde una perspectiva social y acorde con los derechos humanos resulta imperioso a la hora de analizar detalladamente los puntos de esta legislación cuyo contenido no se limita exclusivamente a la terciarización del asilo. El número de complejos habitacionales con residentes extranjeros también está en la mira de esta legislación que pretende acabar con los guetos de migrantes en Copenhague hacia el 2030. El anterior gobierno liberal-conservador de Lars Løkke Rasmussen impulsó un plan para acabar con lo que ellos denominan “sociedades paralelas” en vez del término gueto, que incluía una veintena de medidas: la imposición de penas el doble de altas a los crímenes cometidos en estas áreas, prohibir enviar a los hijos al país de origen de sus padres durante las vacaciones y derribar cientos de edificios de vivienda social para dispersar y reubicar a los residentes. Para ello, todos los años se publica una lista donde aparecen las áreas consideradas “guetos duros” para la administración gubernamental. Por ello, a partir de ahora, los guetos duros que llevan más de cinco años en la lista deberán tener como máximo un 40% de vivienda pública en 10 años[13].

Esta situación deja al complejo Mjølnerparken del área urbana norte de la capital danesa en un crítico escenario, puesto que el 100% de su población lo constituye la vivienda pública que será vendida a empresas privadas para demolición. Este proyecto, incluye la reevaluación de una sesentena de áreas potencialmente vulnerables por su elevada proporción de inmigrantes (aunque menor que en los guetos), donde también se deberán llevar a cabo medidas para fomentar que se conviertan en áreas residenciales ‘mixtas’. El objetivo es que en 2030 ninguna área residencial de Dinamarca tenga más de un 30% de vecinos no occidentales. Un elemento clave para modificar la composición de vecinos en estas zonas identificadas como vulnerables o potencialmente vulnerables será la introducción de criterios en las normas de alquiler que den prioridad a los solicitantes que tengan empleo o estén estudiando; y no se podrá aceptar como nuevos inquilinos a ciudadanos procedentes de países no europeos o a aquellos que reciban subsidios[14].

En este punto, podemos preguntarnos, ¿qué es lo que está sucediendo al interior de la sociedad danesa que propicia desde hace veinte años el apoyo indiscutido a políticas migratorias duras independientemente del partido que se encuentre en el gobierno? La respuesta difícilmente sea una, no obstante, la sociedad danesa manifiesta haberse visto incómoda con la postura europea frente a la crisis de refugiados del 2015, que generó fuertes incrementos de solicitudes de asilo y un cambio abrupto en los suburbios de los centros urbanos.

La simbolización social es muy fuerte a la hora de analizar el impacto que generó el reemplazo de sus tradicionales pautas de vida por otras foráneas. Y así, la proliferación de negocios gastronómicos de kebab en detrimento de las tradicionales Pølser danesas, o la mera presencia de mujeres con nicab, representa una amenaza en su construcción identitaria y cultural.

La imagen es un símbolo; y parece ser fundamental a la hora de poder conciliar diferencias intra y entre sociedades disímiles. De la disposición de éstas, depende la conformación identitaria y el entramado social que resignifique constantemente la figura “del otro” y la propia identidad de una manera permeable y más flexible a la época.

En este marco, las representaciones sociales aparecen como verdaderos sistemas de significación con categorías que permiten interpretar el curso de los acontecimientos y las relaciones sociales. Esta construcción simbólica juega un papel predominante en la manifestación de conflictos, pero resulta fundamental a la hora de repensar las bases de la construcción que se está dando dentro de la sociedad a través de la adopción de estas políticas cada vez más duras que pueden generar cambios permanentes en la sociedad danesa con efectos inciertos a nivel internacional.

 

* Geógrafa (UNLP) y Becaria Doctoral del Programa Argentino Alemán de Intercambio Académico en Estudios Culturales Interdisciplinarios de Europa y América Latina CUAA; Ibero-Amerikanisches Institut von Berlín, Universität Rostock y UNLP. Consultora Externa en Migraciones Internacionales para África, Europa y América en la Organización Internacional para las Migraciones – OIM/ONU. Especialista en Contenidos sobre Derechos Humanos y Defensores del Medio Ambiente en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos – IIDH en Costa Rica. Miembro de la Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior – RAICES y la Red de Científicos Argentinos en Alemania (RCAA). Miembro de la SAEEG.

 

Referencias

[1] “Dinamarca, el «paraíso liberal» en el que los inmigrantes y los refugiados ya no son bienvenidos como antes”. BBC News Mundo, 04/06/2021, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57353853

[2] “Dinamarca enviará a migrantes a centros en el extranjero”. Deutsche Welle (Europa al día), 03/06/2021, https://p.dw.com/p/3uO98

[3] “Política. Dinamarca quiere tercerizar sus procesos de asilo”. Deutsche Welle, 06/06/2021 https://p.dw.com/p/3uUOK

[4] “El euroescepticismo se hace un hueco en el núcleo duro de la Unión Europea”. EFE. Bruselas, 27/05/2019, https://www.efe.com/efe/america/mundo/el-euroescepticismo-se-hace-un-hueco-en-nucleo-duro-de-la-union-europea/20000012-3985771

[5] “ONU pide Australia repatríe refugiados que envió a Papúa Nueva Guinea y Nauru”. La Vanguardia, 12/10/2018, https://www.lavanguardia.com/vida/20181012/452309526808/onu-pide-australia-repatrie-refugiados-que-envio-a-papua-nueva-guinea-y-nauru.html

[6] “Los refugiados de Nauru, la isla donde los niños perdieron el deseo de vivir”. BBC News, 09/09/2018, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-45382907

[7] “Australia libera a decenas de migrantes tras años de detención”. Deutsche Welle, 02/03/2021, https://p.dw.com/p/3q675

[8] “After eight years of offshore processing, where to from here?” Refugee Council, 19/07/2021, https://www.refugeecouncil.org.au/

[9] Rafael Ramos. “El Reino Unido quiere enviar a los solicitantes de asilo a la isla de Man, Ascensión o Gibraltar”. La Vanguardia, 22/03/2021, https://www.lavanguardia.com/internacional/20210322/6603516/reino-unido-solicitantes-asilo-isla-man-ascension-gibraltar.html

[10] Ídem.

[11] “Declaración UE-Turquía”. Consejo Europeo, 18/03/2016, https://www.consilium.europa.eu/es/press/press-releases/2016/03/18/eu-turkey-statement/

[12] Elizabeth Collett. “La cooperación de la UE con terceros países: repensando conceptos e inversiones”. RMF 51 (University of Oxford), enero de 2016, https://www.fmreview.org/es/destino-europa/collett

[13] Nuria Vila (Copenhague). “Un país sin guetos ni refugiados: ¿la derecha radical? No, la socialdemocracia danesa”. El Confidencial, 07/07/2021, https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2021-07-07/ghetto-dinamarca-inmigrantes_3167876/

[14] Ídem.

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RACISMO, NACIONALISMO Y PANDEMIA

Francisco Carranza Romero*

Imagen de Tumisu en Pixabay

La intolerancia y la exclusión de otros son muestras de que la especie humana sigue siendo gregaria sólo entre sus supuestos semejantes (próximos, prójimos). Y la Historia nos muestra datos suficientes de que esta convivencia gregaria dura hasta que los intereses económicos les motivan a disputarse hasta llegar a intentos de eliminarse unos a otros.

Por miles de años los habitantes de Eurasia convivieron bien o mal porque el inmenso espacio de su hábitat no tiene fronteras insuperables como los océanos. Por esta realidad geográfica, los euroasiáticos se “visitaron” buscando la supervivencia, se invadieron, se rechazaron y volvieron a aceptarse, aunque sea soportándose.

Los indígenas de América también fueron víctimas

Después del siglo XVI los europeos invadieron América, África y Oceanía y comenzaron a repartirse las tierras y gentes con la justificación de darles la buena civilización y la santa religión. Los poderes políticos y religiosos se aliaron en esta empresa. Sin embargo, debemos reconocer que hubo algunos clérigos valientes como Luis Jerónimo Oré y Bartolomé de las Casas que denunciaron ante los reyes y papas los abusos de los conquistadores.

Luis Jerónimo de Oré (1554 -1630), franciscano de Huamanga, escribió: “Las rencillas entre los religiosos y administradores coloniales marcaron las relaciones entre los ‘dos cuchillos’ —Iglesia y Estado, como los llamó el obispo Gaspar Villarroel— en las Indias Españolas, y en la Florida no fue excepción” (Luis Jerónimo de Oré: “Relación de los mártires de la Florida”, p. 35. PUCP, Lima, 2014. Edición de Raquel Chang-Rodríguez).

El obispo Francisco Marroquín Hurtado (1499 – 1563) envió desde Guatemala un sabio consejo a Carlos V: “Conocerlos hemos. Conocernos han”. ¡Cuánta razón tenía ese clérigo!

La Junta de Valladolid, 1550-1551, es famosa por la polémica entre dos clérigos de ideas y actitudes opuestas: Juan Ginés de Sepúlveda, basado sólo en los informes de los viajeros y en sus reflexiones teológicas, defendió la conquista con el argumento de que los pobladores del Nuevo Mundo no tenían alma; ergo, no eran seres humanos. Bartolomé de las Casas, quien sí conocía las islas del Caribe y la tierra firme, defendió los derechos de los pobladores del Nuevo Mundo. ¿A quién le hicieron caso?

Entonces, la gente que tenía los rasgos físicos y culturales diferentes del europeo era vista y juzgada con menosprecio. Perder la tierra y la esperanza de una vida mejor era peor que la peste. Y en pleno siglo XXI, con el cuento del progreso y la civilización, cuántos vejámenes se siguen cometiendo contra los indígenas de América que no sólo defienden sus vidas sino también de la naturaleza con la que viven en contacto diario.

Odio a los asiáticos

Desde el año 2020, por la aparición y propagación del Covid-19, convertido ahora en pandemia, ha habido muchas y variadas opiniones. La prensa y las redes sociales han difundido muchas noticias y declaraciones imprudentes confundiendo al público. Mientras tanto, se realizan las investigaciones superando muchas dificultades en los lugares de posibles orígenes del virus. Ojalá se encuentren los datos suficientes para conocer la naturaleza del virus para desarrollar las vacunas y los métodos de curación porque el número de muertos en el mundo ya ha superado a los tres millones.

Algunos políticos irresponsables, sin hacer caso a los epidemiólogos, se han despreocupado de la salud del pueblo y hasta han negado el peligro que significaba el nuevo virus. Como se vive la competencia por la hegemonía económica y política esos líderes han repetido y difundido tantas veces las expresiones: “virus chino”, “virus asiático”, hasta que algunos estadounidenses y europeos han generalizado sus fobias contra todos los asiáticos parecidos físicamente a los chinos. “Una mentira, repetida tantas veces, se vuelve una verdad”, dice el refrán. Así hicieron los nazis contra los judíos hasta que trataron de exterminarlos. La prensa nos informa casi diariamente sobre las frecuentes agresiones que sufren muchos asiáticos.

Todos sabemos que la gente de piel oscura ha sido víctima de la gente de piel blanca. Pero ahora, los que atacan a los asiáticos no son sólo los de la piel clara, también los de la piel oscura; y estos agresores no se ponen las mascarillas ni cumplen los protocolos de bioseguridad. En realidad, son los frustrados que se desfogan con los asiáticos señalándolos como los causantes de sus fracasos. Desgraciadamente, no sólo la pandemia de Covid-19 mata a la gente.

Los estadounidenses de ascendencia asiática, con sus documentos en regla, y los visitantes asiáticos son víctimas de los racistas y nacionalistas que les gritan. “¡Fuera!” “¡Vuelve a tu país!” “¡Llévate tu virus!”. Muchas veces, los gritos rabiosos van acompañados de golpes, puñaladas, vertimiento de gases tóxicos a los rostros y disparos a quemarropa. Esos nacionalistas de hoy ignoran o no quieren recordar que sus antepasados, hace apenas unos siglos, también llegaron a las tierras de Abya Yala dispuestos a arrebatar a los nativos milenarios sus tierras y productos.

Los agresores racistas y nacionalistas ignoran o pretenden ignorar el Artículo 2 de La Declaración Universal de los Derechos Humanos (documento adoptado por la Asamblea General de Las Naciones Unidas, París, 10 de diciembre de 1948): “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.  

Es el momento también para preguntar a los países asiáticos, cuyos ciudadanos son agredidos en Estados Unidos y Europa: ¿Sus leyes y su sociedad son incluyentes o excluyentes con los extranjeros que residen en sus espacios? ¿Dan el trato respetuoso a los extranjeros?

La lucha entre el altruismo y el egoísmo es de siempre. La grandiosidad humana no consiste en tratar bien sólo al que nos es próximo. La magnanimidad se demuestra en el buen trato también al que nos es lejano por su nacionalidad y por sus diferencias físicas y culturales. En la estructura más profunda todos pertenecemos al mismo “grupo zoológico humano” (Teilhard de Chardin), aunque los brutos discriminadores y propagadores del odio ignoren o no les guste aceptar esta realidad.

 

* Licenciado en Lengua y Literatura, Universidad Nacional de Trujillo, Trujillo, Perú. Doctor en Filología Hispánica, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid, España. Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Universidad Dankook, Corea. Ha publicado numerosos libros, entre ellos Diccionario quechua ancashino – castellano.

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EL LENGUAJE DELATA EL PROBLEMA SOCIAL. RECHAZO DEL NOMBRE INDÍGENA Y PATRONES

Francisco Carranza Romero*

Imagen de Carlos Chirinos en Pixabay

Para iniciar narro y comento tres experiencias de los que se atrevieron poner nombres quechuas a sus descendientes.

Un campesino, aprovechando la llegada del sacerdote para la fiesta del pueblo cercano, viajó a pie con su esposa cargando al hijito para bautizarlo. El cura, en el momento de hacer la lista de los bautizantes, rechazó el nombre quechua porque no era un nombre cristiano y pronunció el principio: Todo cristiano debe tener su santo patrón. Y, al instante miró la fecha de nacimiento del niño, luego el calendario litúrgico cristiano donde cada día está dedicado a uno o más santos patrones. Con su autoridad de celebrante del rito sagrado impuso el nombre según el calendario. ¿Acaso un campesino podía discutir al ministro de la divinidad? La criatura fue bautizada. Ya podía tener la partida de bautismo, un documento que sirve para cualquier gestión.

Los pueblos, como las gentes, también tienen su santo patrón o santa patrona a quienes no sólo les invocan ayuda, sino que les celebran fiestas para alegrarlos. Los santos protectores y devotos son fiesteros.

Ahora, hablemos sobre la etimología de la palabra “patrón”. Procede de la lengua latina: pater (nominativo), patris (genitivo); quitando la desinencia -is queda la raíz patr-. Agregada a ésta el sufijo -onus, nace la nueva palabra: “patronus”. De allí viene el castellano “patrón” cuyo femenino es “patrona”. El sufijo aumentativo -on no sólo indica más tamaño; también magnifica la cualidad. En este caso, patrón significa: padre superior, padre más importante que el papá sanguíneo.

Aunque continúa el discurso recurrente sobre el santo patrón también son impuestos otros nombres relacionados con el calendario litúrgico como: Adviento, Ascensión, Asunción, Circuncisión, Corpus, Cuaresma, Epifanía, Inmaculada, Purificación, etc. 

Si la palabra patrón se hubiera quedado sólo en el ámbito religioso no merecería el comentario crítico; pero, se ha extendido solapadamente al ámbito social como algo muy normal. Así el hacendado es patrón, y su esposa es patrona. En la ciudad, a donde llegan los de la zona rural buscando trabajo, el empleador y su esposa son “patrón” y “patrona” respectivamente. El uso de los mismos calificativos sacraliza y justifica la estructura social en que vivimos. Así los poderes temporales y religiosos fueron y son cómplices conscientes o inconscientes del tipo de la estructura social.

Los calificativos “patrón, patrona” son usados por la servidumbre, quizás sin cuestionar, porque el colonialismo se ha internalizado en la mente e institucionalizado en la sociedad como algo muy normal. Los pensadores antiguos antes de nuestra era, para justificar la monarquía y la situación de los subalternos, ya decían que unos hombres nacen para servir y otros para ser servidos. Era el destino del ser humano. Muchos cristianos poco recordamos la enseñanza del rebelde crucificado: Todos los seres humanos son hijos de dios.

Otro campesino, después de dos días de viaje, llegó a la capital del distrito para registrar a su hija dentro del plazo establecido. Esperó su turno y, cuando le tocó, se acercó a la secretaria para declarar el nacimiento de su hija.

¿Nombre? —preguntó la secretaria abriendo un cuaderno grande, con la pluma en la mano y dispuesta a abreviar la visita y conversación—.

Ayra, señorita —contestó el campesino recordando que la hija de su tío se llama así, como la mujer de la mitología andina que ayuda a la gente buena, y cuya morada es la laguna, catarata y encañada—.

¿Aira? Ese nombre no existe —negó con toda autoridad la funcionaria—. Maira sí existe. Y voy a poner Maira.

Así será, señorita. —El campesino ya estaba pensando en pagar por el registro y hacer sus compras para iniciar el camino de retorno. No tenía tiempo ni valor para contradecir—.

Ni el sacerdote ni la secretaria explicaron los significados de los nombres que imponían porque en Perú, desde hace casi cinco siglos, ya no se preocupan por los significados de los nombres como en el antiguo mundo andino y en los pueblos asiáticos.

El nombre Maira, impuesto por la secretaria, explicado con criterios lingüísticos: es el resultado de la metátesis de la palabra María o Maria. La vocal i se cambia de lugar de la segunda sílaba a la primera saltando sobre el sonido vibrante simple. Este fenómeno del cambio fonético intralexical se da en muchas palabras y en todas las lenguas.

Ahora es muy común encontrar en la zona rural a gente con nombres procedentes de otros idiomas; muchas veces, nombres mal escritos. También hay nombres de productos y marcas. Es el efecto de los medios de comunicación y del mayor contacto con la ciudad. Y lo más común, no saben de qué lengua proceden esos nombres ni qué hablar de sus significados. Tanto es el peso del prejuicio y la discriminación de la cultura indígena que los campesinos quieren desindigenizarse con los nombres. Es el resultado de que ninguna institución (familia, escuela, sociedad) fomenta el orgullo de la cultura nacional que tiene sus raíces de siglos y milenios.

Ahora relato una experiencia personal: en el consulado peruano registré a mis hijas con nombres quechuas sin ningún problema. Pero, en una reunión organizada por la embajada, un peruano, al oír nombrar a mis hijas, me hizo oír su comentario prejuicioso: ¿Son apodos?

Como conocía a ese técnico le respondí: Son nombres quechuas. Y, ¿cómo se llama su hijo?

Mateo —fue su respuesta inmediata como demostrándome que su hijo sí tenía un buen nombre—.

¿Sabe qué significa el nombre Mateo?

No. No sé. Así se llama mi papá —me contestó sonriente, muy fresco, alzando sus hombros hacia sus orejas y sin ninguna curiosidad—.

Yo sí sé qué significan los nombres de mis hijas y cómo sus nombres se relacionan con sus apellidos —dije con la sonrisa irónica y me retiré porque no era posible un diálogo cómodo; aunque peruanos por el país de nacimiento, no teníamos la misma formación—.

Y mis hijas con nombres quechuas crecieron y se profesionalizaron sabiendo el significado de las palabras que las identifican. Creo que de algo les sirvieron sus nombres en el camino de la vida. Y ellas, ya mayores, dicen que gracias a sus nombres no las confunden en los consulados peruanos. Cito dos proverbios: En quechua: Shutipis naanim (El nombre también es el camino). Y en latín: Nomen est omen (El nombre es destino).

Expreso mis respetos a los valientes padres que, superando el ambiente interno de prejuicios y discriminaciones, pusieron nombres quechuas a sus hijos. Y también mis respetos a los hijos que no sienten vergüenza por sus nombres. Una demostración de la peruanidad multicultural y multiétnica. Esta actitud es la resistencia frente a la tendencia general: parecer en vez de ser.  

Los modernos peruanos del siglo XXI tenemos tantas cosas que mejorar comenzando por el cuestionamiento del uso adecuado del léxico común y propio; y asumir nuestra realidad histórica y cultural sin sentir vergüenza de nuestra cultura nativa.

Sólo la reflexión crítica nos ayuda a ver en qué tipo de sociedad vivimos: sociedad que fomenta el supremacismo y la discriminación.

 

* Licenciado en Lengua y Literatura, Universidad Nacional de Trujillo, Trujillo, Perú. Doctor en Filología Hispánica, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid, España. Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Universidad Dankook, Corea. Ha publicado numerosos libros, entre ellos Diccionario quechua ancashino – castellano.

 

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