Archivo de la etiqueta: Gaza

SIRIA, RETORNO AL INFIERNO

Roberto Mansilla Blanco*

La súbita reaparición del conflicto sirio dentro de la atención mediática permite descifrar toda serie de «nudos gordianos» que confeccionan el siempre inestable rompecabezas de Oriente Próximo. Conviene no olvidar este escenario, la guerra siria, en medio de la reciente tregua entre Israel y Hizbulá toda vez que la guerra ruso-ucraniana entra en terreno desconocido, sumida en la amenaza de escalada bélica (tensión nuclear incluida) mezclada con una incierta posibilidad de negociación de alto al fuego.

Los combates en Idlib y la penetración en Alepo, la segunda ciudad siria en importancia tras la capital Damasco, por parte de milicias yihadistas salafistas en manos de un poco conocido grupo denominado Hayat Tahrir al Sham (HTS), literalmente Organización para la Liberación del Levante (anteriormente Frente al Nursa, una suerte de nuevo Estado Islámico-ISIS) parece resultar oportuno para diversos actores, especialmente Israel, EEUU e incluso Turquía. La penetración y aparente control de Alepo por el HTS se logró igualmente con el apoyo de milicias armadas apoyadas desde Turquía. Es la mayor ofensiva militar que se registra en la guerra siria desde 2020.

Ahora bien, ¿por qué reaparece ahora el conflicto sirio? Este avispero conflictivo permanente les viene bien a estos actores anteriormente señalados, especialmente Israel, con habilidad suficiente para penetrar en los terrenos más oscuros de las guerras, secretas o no, que pululan por Oriente Próximo.

La aparición de grupos islamistas radicales siempre es un actor conveniente para los intereses israelíes, sea como enemigo oportuno o como socio indirecto. Para Tel Aviv resulta vital neutralizar el cordón umbilical que Teherán ha diseñado en su contra, vía régimen sirio de Bashar al Asad y el propio Hizbulá sin descartar otros actores (Hamás). No es por tanto casualidad que, tras alcanzar la tregua con Hizbulá, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu advirtiera casi de inmediato al presidente sirio Bashar al Asad de «jugar con fuego» por su apoyo logístico a militar a la milicia islamista libanesa.

Momentáneamente neutralizado el Hizbulá con la tregua de sesenta días, tiempo de espera para la llegada de Trump a la Casa Blanca, Israel mueve indirectamente sus piezas en Siria. La súbita ofensiva del HTS en Alepo revela a las claras que Tel Aviv se está preparando para cualquier eventualidad de una guerra a gran escala en Oriente Próximo, siempre con la mente fija en Irán. Con esto, contando con una indirecta «ayuda» turca (a pesar de las tensiones diplomáticas por la masacre de Gaza), Israel y EEUU buscan una mayor presión geopolítica hacia Rusia e Irán, aliados e implicados directamente en las guerras de Ucrania y Siria.

Observando de cerca el apoyo del presidente Joe Biden a Ucrania con los misiles ATACMS para atacar en territorio ruso, Netanyahu aplica una doble estrategia de tregua con Hizbulá y advertencias contra al Asad en un momento en que la guerra siria vuelve al primer plano con la finalidad de comprometer a la próxima administración Trump. Por cierto, aparecen informaciones de una presunta conexión entre Ucrania y el HTS (que, como Turquía, aparentemente provee de drones a Kiev) para atacar objetivos militares rusos en Siria, tomando en cuenta el apoyo de Moscú al régimen de al Asad, consolidada con la histórica presencia militar rusa (base mediterránea de Tartus) en territorio sirio y la intervención del Kremlin en ese país a partir de 2015.

La «balcanización» de Oriente Próximo y la conformación de entidades «bantustanes» es un histórico proyecto geopolítico de las fuerzas supremacistas y derechistas que hoy gobiernan en Tel Aviv en su intención de recrear la idea del «Gran Israel». Este permanente estado de conflicto con sus vecinos, que legitima el fortalecimiento del estamento militar y de los aparatos de inteligencia como señal de identidad y de vitalidad del Estado de Israel, implica la necesidad de fortalecer su superioridad y capacidad de respuesta militar, amparado de antemano por sus apoyos occidentales, especialmente de EEUU. Netanyahu apuesta fuerte con sus cartas sabiendo que, con Trump en la Casa Blanca, tiene un póquer ganador en su mano.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico.

EL MOMENTO PALESTINO

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: hosnysalah en Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/palestina-gaza-banda-7360944/

El anuncio de Irlanda, Noruega y España de reconocer oficialmente al Estado de Palestina el próximo 28 de mayo, las protestas pro-palestinas en universidades estadounidenses y europeas, el prudente distanciamiento por parte de Washington hacia Israel, el repudio de la mayor parte de la opinión pública internacional ante el drama humanitario en Gaza y la decisión de la Corte Penal Internacional de dictar acto de detención contra el primer ministro Benjamín Netanyahu y otros altos cargos de su gobierno son aspectos que evidencian la dañada imagen internacional de Israel en medio de una guerra donde, con más de 35.000 palestinos muertos, comienza también a perder la batalla narrativa sobre su legitimidad.

«Un premio al terrorismo». Así calificó el pasado 22 de mayo el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu la decisión de Irlanda, Noruega y España de reconocer conjuntamente al Estado de Palestina el próximo 28 de mayo, que provocó  inmediatamente una crisis diplomática con esos países. En vísperas de unas decisivas elecciones parlamentarias europeas (9 de junio), otros países europeos podrían sumarse a ese reconocimiento oficial palestino.

Un día antes, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) Karim Khan, dictó una orden de arresto contra Netanyahu, el ministro israelí de Defensa Yoav Gallant así como también contra los líderes de Hamás por violaciones de derechos humanos con el trasfondo de la guerra de Gaza.

El mayo horribilis de Israel

Visto el panorama, ha sido un mes de mayo muy difícil para Netanyahu. El momento es simbólico porque el 15 de mayo conmemora un aniversario más de la creación del Estado de Israel en 1948. Pero también recuerda  la Nakba, la tragedia palestina fraguada por la expulsión de cientos de miles de refugiados lejos de su hogar histórico. Dos onomásticas diametralmente opuestas que, en el contexto de 2024, adquieren una nueva dimensión.

Hay síntomas de desesperación en Israel. El 10 de mayo, en medio de una votación en la Asamblea General de la ONU en la que 143 países aprobaron ampliar los derechos de Palestina para ser miembro pleno del organismo, el embajador israelí Gilad Erdan trituró literalmente la Carta Fundacional de la ONU.

Durante años empoderado por el tradicional veto estadounidense a cualquier resolución contraria a Israel acrecentando así su impunidad, Tel Aviv ya no esconde su desprecio por la ONU: ha cortado los fondos para la Agencia de Refugiados Palestinos (UNRWA), atacando desde sus convoyes hasta alguna de sus sedes mientras hostiga a otros cooperantes de esa Agencia por una supuesta participación en los atentados de Hamás del pasado 7 de octubre.

Tampoco se salvó Eurovisión, cuya edición celebrada el pasado 11 de mayo en Suecia (por cierto sumamente politizada, como viene siendo costumbre en este certamen en los últimos años) constituyó prácticamente un foro de críticas y desprecios por parte del público hacia la representación israelí.

Por otro lado está la opinión pública internacional. Principalmente desde Occidente, su tradicional aliado y fuente de legitimidad exterior, la imagen israelí se está viendo seriamente afectada por la guerra en Gaza iniciada por Netanyahu en octubre de 2023.

Las atrocidades de la operación militar israelí crean estupor en el exterior, con protestas cada vez mayores en campus universitarios desde EEUU hasta Europa y una orientación más propalestina en diversos sectores de la opinión pública que está paralelamente propiciando este auge en el reconocimiento oficial del Estado de Palestina. Todo ello constituye un golpe sensible para Israel, que observa cómo va perdiendo la narrativa a su favor de una legitimidad que hasta ahora se pensaba que conservaba casi intacta.

También está la tensión militar regional. Por primera vez tras el esporádico ataque iraquí a ciudades israelíes durante la guerra del Golfo de 1991, el territorio israelí recibió el 13 de abril un teatral ataque directo de parte de un enemigo regional, en este caso Irán.

Precisamente, el accidente aéreo que cobró la vida el pasado 19 de mayo del presidente iraní Ibrahim Raïsi y otros cargos de su gobierno recrea suspicacias ante lo que podría suceder en el Irán post-Raïsi así como sus repercusiones en un panorama regional cada vez más condicionado por el clima de confrontación directa entre Irán e Israel. Este contexto tendrá obvias implicaciones geopolíticas para los aliados regionales de Teherán, en particular el propio Hamás, el partido islamista libanés Hezbolláh y los rebeldes hutíes en Yemen, otra guerra silenciada que provoca riesgos geopolíticos y económicos para los intereses occidentales e israelíes.

Así mismo, Hamás ha logrado desnudar el mito y la aureola de invencibilidad militar israelí. Tras ocho meses de guerra, y si bien Israel ha logrado recuperar el control del norte de Gaza, no se aprecia una derrota militar significativa para Hamás. Más allá del drama humanitario con más de un millón de palestinos desplazados y hacinados hacia el puesto fronterizo de Rafah, en la frontera con Egipto, Hamás parece estar consolidando su posición como el único movimiento político palestino de resistencia capacitado para imponer también sus demandas políticas.

No obstante, el movimiento islamista puede igualmente observar una erosión en las simpatías que podría tener dentro de la población palestina si la tragedia humanitaria se prolonga hasta límites insoportables.

Biden toma distancia; Netanyahu se «atrinchera»

Toda vez es apreciable el distanciamiento de la Administración Biden con respecto a Netanyahu. La reciente aprobación de la ayuda financiera y militar estadounidense a Israel ha colocado en el centro de atención una unidad militar, en este caso la Netzah Yehuda, literalmente en idioma hebreo «Judea por Siempre», acusada de cometer atrocidades y violaciones de derechos humanos en Cisjordania y ahora con su participación en Gaza desde enero pasado.

De acuerdo con la ONG israelí  Yesh Din, esta unidad militar tiene «la tasa de condenas más alta de cualquier unidad del Ejército israelí por delitos contra palestinos desde 2010». Washington está debatiendo la posibilidad de sancionar a esta unidad militar para dejarla por fuera del paquete de ayuda.

Este contexto ha provocado una especie de «atrincheramiento» para los miembros del gobierno de Netanyahu, cada vez más dependiente de los «halcones» militaristas y los sectores de ultraderecha y ultrarreligiosos. Incluso han buscado «lavar la imagen» de Netzah Yehuda: el ministro de Defensa Gallant y el líder opositor Benny Gantz mostraron su sintonía con el primer ministro israelí, muy probablemente preocupados porque estas eventuales sanciones terminen dañando la imagen de un pilar básico de legitimidad del Estado de Israel como son sus fuerzas armadas y el complejo militar industrial en un contexto de seguridad nacional tan delicado como el actual.

También están las protestas en Israel, que no implican en absoluto algún tipo de solidaridad hacia el drama palestino. Desde 2023, Israel vive permanentes episodios de protestas internas toda vez la sociedad israelí está observando cómo la guerra en Gaza está afectando seriamente su imagen internacional. La huida hacia adelante de Netanyahu y su gobierno están polarizando cada vez más a una sociedad israelí que incluso comienzan a observar cómo cercenan sus derechos de libertad de expresión ante el estado de excepcionalidad trazado por la guerra en Gaza. Con síntomas de hartazgo, la sociedad israelí comienza a cuestionar los fundamentos y la eficacia de la operación en Gaza. Sabe que el costo a pagar está siendo elevado, especialmente en cuanto a su imagen internacional.

Netanyahu ha aplicado en Gaza una estrategia de «tierra arrasada» con tintes de genocidio que difícilmente podrá borrar ante el mundo. A pesar del desequilibrio militar a su favor, no se perciben avances significativos en ese terreno que permitan inferir una derrota estratégica para Hamás.

Por otro lado, la táctica israelí de intentar sepultar militarmente a Hamás para fortalecer políticamente a la anquilosada elite del poder dentro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con un octagenario presidente Mahmud Abbas sin prácticamente margen de maniobra, tampoco está dando sus frutos. La división política sigue siendo latente en una ANP atomizada, toda vez que la eficaz resistencia de Hamás parece convertirle, al menos moralmente, en el interlocutor más capacitado para defender las demandas palestinas.

Esta condición de movimiento de resistencia le permite a Hamás despojarse, al menos  ante la sociedad palestina, de cualquier proyecto de tipo ideológico definido por su naturaleza islamista. En el actual contexto de guerra de resistencia ante la agresión israelí, esta variable islamista poco o nada tiene que ofrecer.

El aumento del reconocimiento internacional al Estado de Palestina se prevé como un efecto más simbólico que real, una reivindicación histórica en medio de otra Nakba en Gaza. Pero la obstinación de Netanyahu por llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias puede también tener dos objetivos geopolíticos estratégicos: uno, condicionar de facto por la vía de la ocupación militar cualquier tipo de viabilidad y demanda en cuanto a las presiones internacionales por resucitar el fracasado esquema de «dos Estados» israelí y palestino, tomando en cuenta la actual coyuntura de aumento de apoyos internacionales para el reconocimientos de Palestina.

El segundo objetivo para Netanyahu es ganar tiempo esperando una posible victoria de su aliado Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre próximo. De este modo, alargar la guerra hasta observar el eventual regreso de Trump a la Casa Blanca en 2025 supondrá para Netanyahu una victoria política estratégica que, al menos a priori, logre amortiguar el aislamiento y el repudio internacional.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

©2024-saeeg®

XI VUELVE A EUROPA

Roberto Mansilla Blanco*

Tras cinco años de ausencia, el presidente chino Xi Jinping volvió a realizar una gira por Europa, esta vez con paradas en Francia, Serbia y Hungría. Desde su última gira europea en 2019, el mundo ha cambiado drásticamente: una pandemia global, dos guerras (Ucrania y Gaza) y clima de tensión permanente entre Occidente, China y Rusia.

Tampoco está Donald Trump en la Casa Blanca pero puede volver si gana las presidenciales en noviembre. Y esto merece una gira europea para pulsar las relaciones transatlánticas ante un «Trump II». Con una nueva reelección, el presidente ruso Vladímir Putin sigue férreamente al mando de una Rusia cada vez más compatibilizada en su alianza estratégica con China. Y eso inquieta a Occidente, molesto con Beijing por ese apoyo a su aliado ruso.

En Asia Oriental, Washington traza un eje AUKUS con Gran Bretaña y Australia pero cada vez más acercándose a Japón para cercar a China. Taiwán sigue siendo la crisis de seguridad global más apremiante. Y la OTAN «resucitó» de esa «muerte cerebral» que el presidente francés Emmanuel Macron llegó a tildar allá por 2018. Hoy la Alianza Atlántica redescubrió su ethos convencida de que el enemigo actual es Rusia y en el futuro lo será China; toda vez la OTAN alcanzó una inesperada ampliación hacia países históricamente neutrales como Suecia y Finlandia.

Todo esto gravitaba en la gira europea de Xi. Pero hay más. Como era de esperar, el foco mediático de la visita se concentró en conmemoraciones históricas (el 60º aniversario del establecimiento de las relaciones franco-chinas); vías diplomáticas para la resolución de las crisis actuales (Ucrania, Gaza) toda vez Israel «recibía» la visita europea de Xi invadiendo Rafah; la balanza comercial China-UE; y finalmente las expectativas de Beijing para «resetear» y revitalizar su Iniciativa de la Franja y de la Ruta, mejor conocida como la Ruta de la Seda.

Pero poca atención mediática tuvo un escenario igualmente estratégico: el Sahel. Xi llegaba a París en un momento difícil para el gobierno de Macron tras la súbita pérdida de influencia de sus tradicionales esferas geopolíticas del África francófona vía golpes militares (Níger, Burkina Faso) así como ante la creciente presencia militar y económica rusa y china en la región.

Nada de esto debió pasar por alto para Macrón en la visita de Xi y más cuando el presidente francés es el más entusiasta impulsor de la Europa de la Defensa como alternativa a la OTAN y mirando precisamente a Rusia y China como enemigos. En París, Xi se reunió con el anfitrión Macron y la presidente de la Comisión Europea, la alemana Úrsula von der Leyen, otra entusiasta de la Europa de la Defensa como el presidente francés.

Por otro lado debe observase con atención los crecientes temores europeos ante la desinformación rusa y china y más con unas elecciones parlamentarias europeas a la vuelta de la esquina, donde partidos euroescépticos, populistas e incluso «prorrusos» crecen en la intención de voto.

Tras perder momentáneamente su influencia en un escenario estratégico como el Sahel africano, el complejo militar-industrial francés busca recomponer sus prioridades. De acuerdo con el SIPRI, Francia acaba de desplazar a Rusia como el segundo exportador mundial de armamentos sólo por detrás de EEUU. La Europa de la Defensa es, por tanto, una oportunidad clave para que París reconstruya sus imperativos militares y geopolíticos. Y China, como Rusia, mira con atención este apartado. Occidente vuelve a la carga buscando desequilibrar el peso geopolítico sino-ruso en Asia Central, patente tras la retirada militar estadounidense de Afganistán (2021)

Macron, como anfitrión y portavoz occidental, espera que Xi se convierta en un interlocutor válido ante Putin a la hora de intentar frenar la contraofensiva militar rusa en curso en Ucrania que amenaza con saltar por los aires todo el apoyo financiero y militar occidental al gobierno de Volodymir Zelenski. Mientras Xi visitaba Europa, Putin celebraba en Moscú el tradicional Día de la Victoria contra la Alemania nazi (1945) con un desfile militar, si bien menos ostentoso que en ocasiones anteriores pero sin dejar de suponer una demostración de músculo militar en un momento tan tenso con Occidente como el que estamos observando actualmente.

Kiev tiene problemas de reclutamiento de efectivos y a pesar de los 61.000 millones de euros desbloqueados por el Senado estadounidense para ayuda militar a Ucrania e Israel, las fuerzas ucranianas están exhaustas. Por ello Putin vuelve a tomar la iniciativa, precisamente amparado en sus alianzas económicas y militares con China, Irán y Corea del Norte que le permiten desnivelar a su favor el equilibrio militar en la guerra en Ucrania y la tensión contra la OTAN así como acometer con garantías las sanciones occidentales. No debemos olvidar que Macron ya anunció el envío a Ucrania de tropas francesas de la Legión Extranjera. Xi sabe de antemano que vienen momentos decisivos en el conflicto ucraniano.

El comercio también tuvo su peso en la visita europea de Xi. Beijing quiere fabricar coches eléctricos en Hungría, junto con Serbia las otras dos paradas de la gira europea del presidente chino y, al mismo tiempo, aliados estratégicos europeos del eje euroasiático sino-ruso. Con una balanza comercial favorable a China, Bruselas quiere emitir nuevas leyes para disminuir la fortaleza económica china, especialmente en materia de competitividad tecnológica.

En Belgrado, Xi criticó a la OTAN con motivo del 25 aniversario de los bombardeos de la Alianza Atlántica contra Serbia en medio de la guerra de Kosovo (1999). Candidata para la admisión en la UE e histórica aliada de Rusia, Serbia es igualmente crítica con las políticas europeas. Belgrado mira a Beijing y Moscú como el equilibrio geopolítico ante Occidente. Y China ya sabe, tras la cumbre de Madrid (2022) que es el próximo enemigo estratégico para la OTAN.

La concreción de intereses geopolíticos entre China y Serbia se consolidó durante esta visita. Tomando en cuenta que Serbia tiene en Kosovo un problema con Occidente similar al que tiene China con Taiwán, el anfitrión presidente serbio Alexander Vucic no tuvo reparos al decir que «Taiwán es China». Esta declaración recuerda la concreción de intereses entre Xi y Putin durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing, apenas semanas antes de la invasión militar a Ucrania, en la que ambos mandatarios oficializaron sus respectivos apoyos en escenarios de permanente tensión con Occidente como son Ucrania y Taiwán.

Por tanto, la gira europea de Xi fue una toma de contacto ante la permanente pulsación de tensiones entre Occidente y China, con Rusia en la recámara. Como bien pudieron apreciar Macron y von der Leyen Beijing mantiene inalterable sus intereses estratégicos pero no desestima la diplomacia y la negociación. Y en este apartado, si vemos la tendencia «incendiaria» existente actualmente en la política internacional, Beijing se erige prácticamente como el interlocutor global más capacitado para intentar alcanzar iniciativas de resolución de conflictos. Y lo hizo dos veces en Ucrania y una en Gaza.

Viendo el actual escenario salta la pregunta: ¿permitirá un Occidente cada vez más abocado a seguir manteniendo guerras que China se convierta en ese actor diplomático capacitado para pacificar conflictos?

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/xi-volve-a-europa-roberto-mansilla-blanco/