Archivo de la etiqueta: Identidad Nacional

CAMPO Y CIUDAD

Iris Speroni*

Egresan de las instituciones con amplios conocimientos no sólo con los cuales ganarse el pan el resto de sus vidas sino para alimentar a sus semejantes.

 

Actualmente existe una gran distancia cultural y emocional entre la población de la ciudad y la del campo.

La misma no es inocente. El poder político promueve el menosprecio y la calumnia popular hacia el sector productivo agropecuario.

¿Cuál sería el fin? Darle un manto de nobleza y reivindicación al saqueo y exterminio. Saqueo: Diferentes sectores económicos y políticos del país se quedan con el fruto del trabajo del productor agropecuario (desde un humilde yerbatero misionero a un propietario de varias hectáreas en zona núcleo). Exterminio: desaparecieron 100.000 familias agropecuarias en los últimos 15 años (de 350 a 250 mil).

El expolio cuenta con un manto legal (impuestos) y regulatorio (diferencial de cambio por circulares del BCRA) para su instrumentación y un paraguas cultural y emocional para su justificación.

Existe toda una maquinaria integrada por universidades (academia), medios de comunicación y expresiones culturales (películas) cuyo fin es pintar a los productores agropecuarios como abusivos y oponerlos al trabajador urbano el cual debe comprar comida con su magro salario.

Es una bajada de línea vigente en el CBC y en facultades como Económicas, Sociales, Ciencias Políticas, etc. Luego permea por toda la sociedad a través de periodistas/propagandistas, docentes de escuelas secundarias y primarias y el resto del aparato cultural.

Su fin es justificar el despojo por parte de los beneficiarios del mismo: algunos pseudoindustriales, contratistas del Estado, el sector financiero, las actividades que no pagan impuestos o tienen groseras exenciones (minería, hidrocarburos y automotriz, nuestras vacas sagradas), la burocracia estatal jerárquica.

La martingala es: el estado se apropia de la producción agropecuaria y luego la reparte entre quienes son ―en los hechos― los dueños del Estado. Se trata de los sectores patronales ya listados más los funcionarios responsables operativos. En mucha menor medida y sólo para calmar las aguas, se reparte una mínima porción de dinero entre los desposeídos, al sólo efecto de que no cuelguen a esta nueva oligarquía y la maquinaria pueda seguir funcionando.

Luego de obtener este botín, las patronales desean reducir el salario al mínimo posible. En efecto, como sus ingresos no provienen de venderle bienes y servicios a la población, no necesitan que la población tenga poder adquisitivo para comprar los bienes y servicios que producen; así que cuanto más bajos sean los salarios, menores sus costos, mayor rédito patronal.

El problema de esta ecuación del Edén Patronal Prebendario es que si una persona gana U$D 200 por mes, no hay forma de que pueda alimentarse excepto con mendrugos.

Por eso las patronales urbanas requieren una maniobra complementaria: bajar artificialmente el precio de los alimentos, aún a riesgo de no cubrir los costos de producción (como ahora con los tambos).

Bajar artificialmente los alimentos, se logra con aprietes, regulaciones arbitrarias y presión cultural en los medios de comunicación. Ahí tenemos a infinidad de “economistas” Nac&Pop que pasean por TV y sostienen que hay que “desacoplar los precios de los alimentos del precio internacional”, gansada que escuché en la facultad cuando estudiaba (1983-1988). No se les ocurre algo brillante como “acoplemos los salarios argentinos a los salarios internacionales”.

Escuela Agrícola Salesiana.

Campo y Ciudad

El sector agropecuario ha tratado varias veces de cerrar esa brecha cultural y contrarrestar la evidente hostilidad.

A un productor agropecuario le resulta incomprensible el espontáneo destrato que recibe por parte de una enfermera que trabaja en una clínica en la Capital Federal o por un recolector de residuos de Chascomús. Le resulta imposible de digerir (él sólo produce y paga impuestos). Se siente ofendido y agraviado por las agresiones recibidas por parte de funcionarios públicos jerárquicos y por periodistas por igual (*); sentimiento que lo paraliza, al punto de no saber cómo reaccionar excepto para mendigar que le dejen de agredir y que le escuchen.

Eso no sucede ni sucederá.

Ha habido intentos de propaganda para unir campo y ciudad, los cuales han sido pocos y malogrados.

Estoy convencida de que el único programa serio para contrarrestar los abusos es el poder duro y puro: tener representantes en los cuerpos colegiados (concejos deliberantes, legislaturas provinciales y el Congreso Nacional). Armar bloques cada vez más morrudos hasta llegar a ser imprescindibles para aprobar ordenanzas o leyes provinciales y nacionales, en particular los presupuestos; elegir jueces, etc.

Así funcionan en Argentina distintos sectores como la minería, el petróleo, las farmacéuticas o en el caso del sindicalismo, los docentes. Es lo que les garantiza contar con fichas para negociar.

La lucha cultural

Actualmente existen cientos de escuelas agropecuarias en todo el país, algunas privadas y otras públicas. Es una educación integral donde se combinan conocimientos generales (lengua, matemática, geografía e historia) más las materias específicas. A los niños y adolescentes se los educa no sólo en el cuidado de animales y en el arte de la agricultura sino también en la elaboración de alimentos. Egresan de las instituciones con amplios conocimientos no sólo con los cuales ganarse el pan el resto de sus vidas sino para alimentar a sus semejantes.

Respecto a la educación agropecuaria, sólo queda ampliar la oferta, hasta que encuentre un techo de demanda. En este rubro hay gente que trabaja y lo hace muy bien. Esto ya está y está bien.

Mi propuesta es para otro sector de la sociedad: acercar a los argentinos que viven en las urbes con los que viven de la ruralidad; incorporar la educación agropecuaria a la educación primaria y secundaria general. Es para los niños que hoy van a colegios convencionales, no los que van a escuelas agropecuarias.

Proveer educación agropecuaria a todos los niños, con una frecuencia, al principio, de una vez por mes. Ir desde la ciudad a un campo y tener contacto con huertas y animales. 

Imaginen niños urbanos ―de cualquier clase social― lo que puede significar para ellos tener un corderito en brazos. Para los adolescentes, subirse a la maquinaria agrícola les hará sentir el Capitán Kirk.

La actividad implica darle de comer a gallinas y conejos, a vacas, cerdos y ovejas, acariciar un caballo. Cuidar la huerta. Desde lo teórico, que aprendan los ciclos de vida, las cantidades de alimento que hay que darle a cada uno y la composición del mismo. Más grandecitos, que ayuden a parir a una oveja, a esquilar, a vacunar. A nivel secundario, a hacer queso, dulce de leche, chacinados. Que aprendan de bromatología. Y que estudien biología (fotosíntesis, ciclo del agua, células, tejidos, etc., el Villé completo) con un marco práctico también.

Para quienes van a colegios industriales, que tengan un apartado en maquinaria agrícola, riego, generadores eléctricos autónomos y todas las instalaciones que necesita una explotación rural y la industria de alimentos para funcionar (pasteurización, cámaras de frío, molinos, secado) etc. Sería una parte más de la formación.

Para que esto se lleve a cabo son necesarias instalaciones ad-hoc. No se los puede llevar a los colegios agropecuarios ya existentes: sería muy disruptivo para los mismos. Pero sí preparar instalaciones rurales para que reciban niños en forma rotativa.

Piensen en niños que viven en un barrio carenciado de Moreno o Lanús o Lomas de Zamora o San Martín (provincia de Buenos Aires) o de Rosario o de la Capital Federal. O en niños de departamento del centro de Buenos Aires o de Córdoba capital. Sería abrirles una ventana a un mundo que desconocen.

La primera parte del programa debería seducir con la comida. Recibirlos a todos con un gran desayuno. Tostadas con pan, manteca y dulce de leche casero. Mate cocido con leche. Todas cosas que en algún momento obtendrán por sí mismos, cuando aprendan a ordeñar y preparar. Luego las actividades del día. Que sepan que a los animales hay que darles de comer los días de sol y también los de lluvia. El almuerzo debe ser empanadas, asados y frutas. Piensen que hay muchos niños que nunca o rara vez comieron asado. Luego actividades y antes de irse una muy buena merienda, pastelitos incluidos.

Importante: todos ―niños y docentes― deben irse con una cajita feliz: dulce de leche, alfajores, chacinados, queso. Los niños no lo olvidarán jamás, porque lo que uno conecta emocionalmente, no se olvida nunca. Y lo que entra por la comida, queda grabado en el cerebro. Que la madre sepa que si el niño tiene “día de campo” vuelve con medio kilo de dulce de leche, el cual se compartirá en familia. Ídem docentes.

Implica una gran inversión. En instalaciones para animales y huerta, más baños, comedor, cocina para la comodidad de niños y docentes. Y gastos: alquiler del predio, luz, sueldos, compra de animales, forraje, etc. Además del transporte, ya que a los chicos hay que trasladarlos.

Con el tiempo, habrá que incluirlos en actividades culturales, como fiestas tradicionales y jineteadas. Para que sea no sólo una enseñanza práctica sino también de la tradición.

Plan B

Supongamos que ningún departamento educativo provincial accede por las razones que todos conocemos.

Propongo que se empiece, primero con pruebas piloto y luego con mayor volumen, con las escuelas parroquiales que se avengan. Financiado por el sector agroindustrial (transporte, docentes específicos, contratar seguros para los niños y para el personal, luz, alquiler del predio, compra de animales y forraje y herramientas). Se puede usar predios de sociedades rurales o cooperativas que los tengan ociosos o subutilizados y adaptar las instalaciones.

Es una idea. ¿Habrá mejores? Probablemente. Pero de alguna manera hay que empezar a contrarrestar la gigantesca propaganda anti-campo, la cual se produce no sólo en Argentina sino en Occidente, si bien en exterior es por diferentes razones.

En algún momento habrá que empezar a defender nuestras tradiciones y la integridad de nuestra nación.

Notas

(*) O por parte de militantes del autopercibido sector nacional y popular.

Lecturas relacionadas

Carne y el valor del salario episodio 258.701 bis

https://restaurarg.blogspot.com/2021/05/carne-y-el-valor-del-salario-episodio.html

Carne: el alimento de los pueblos libres

https://restaurarg.blogspot.com/2022/11/carne-el-alimento-de-los-pueblos-libres.html

Crimen y castigo. Sobre el maltrato mediático al campo.

https://restaurarg.blogspot.com/2019/09/crimen-y-castigo.html

Perito mercantil

https://restaurarg.blogspot.com/2021/05/perito-mercantil.html

Sin secundario

https://restaurarg.blogspot.com/2020/12/sin-secundario.html

Preppers i

https://restaurarg.blogspot.com/2020/04/preppers.html

Preppers ii (@lohengrin82)

https://restaurarg.blogspot.com/2020/04/preppers-ii.html

 

Artículo publicado el 04/11/2023 en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2023/11/campo-y-ciudad.html

ME VUELVO A ILUSIONAR

Iris Speroni*

Pueblo 1, Gobernantes 0.

 Quiero ganar la tercera

Quiero ser campeón mundial

Fernando Romero

 

Escribo esto el día anterior a la final de la Copa Mundial de Fútbol. Así que, obviamente, no sé cuál será el resultado.

Cualquiera sea, no invalida las conclusiones que podemos obtener de esta maravillosa aventura colectiva que hemos vivido millones de personas estas últimas semanas.

Sobre geopolítica, soft power en Relaciones Exteriores, el destino manifiesto del Gran Pueblo Argentino (¡Salud!), y sobre nuestro futuro de grandeza, que está al alcance de la mano. Arrancamos.

La canción elegida como preferida por el público, creada por Fernando Romero e interpretada por La Mosca, tiene mucha tela para cortar. No voy a analizar sus méritos artísticos, porque me excede. Me referiré al contenido.

Es un compendio de los amores del pueblo, en feliz desorden.

    • Enumera los fracasos y el dolor que produjeron (“Las finales que perdimos/Cuantos años la lloré”). Inmediatamente postula que se empieza de nuevo y que permite renacer la esperanza (“Pero eso se terminó/Porque en el Maracaná/La final con los brazucas/La volvió a ganar papá). Sobreponerse a los fracasos es un signo de adultez.
    • Recuerda nuestra mayor gesta heroica reciente, Malvinas. Nunca agradeceremos lo suficiente a La Mosca por destruir de un plumazo 40 años de desmalvinización intentada de arriba hacia abajo. Con una simple canción demuestra una vieja tesis mía de que a los pueblos no se los doblega fácilmente. Podrán callar, pero no necesariamente cambiar de parecer (“De los pibes de Malvinas/Que jamás olvidaré”).
    • Rinde homenaje al héroe fallecido.
    • Ya no es el ídolo A en competencia con el ídolo B, sino la validación (ficcional) del consagrado quien entrega el testimonio al nuevo demiurgo, en una malabarismo conceptual excelso (“Don Diego y La Tota/Alentándolo a Lionel”). Reformula lo que creo es uno de los puntos más valiosos de nuestra Constitución, el contrato intergeneracional: “para nosotros, para nuestra posteridad”. Lionel releva a El Diego en este juego de postas sublime. Traspaso que se repetirá ad infinitum cuando cuadre. Así nace la inmortalidad de las naciones.
    • Valora los logros anteriores. Esto es fundamental para todo proyecto de nación. Tener orgullo de lo propio. Autoconvencerse que lo que uno se propone lo va a lograr por la simple razón que por más difícil que sea el objetivo, ya se hizo con antelación (“Quiero ganar la tercera”, ergo, ya gané dos, ya lo hice, sé que puedo hacerlo).

Como programa político o propaganda de programa político, la canción es perfecta. Saber que niños de 4 ó 5 años la cantan, es escupirle en la cara a todos los políticos desde 1983 a hoy que hicieron lo posible e imposible para esconder el orgullo de la Gesta de Malvinas. No puedo explicarles lo que disfruto.

Hagamos esta cuenta: El 65% de la población argentina tiene menos de 40 años. Esto quiere decir que 30 millones de personas nacieron luego de la Guerra del Atlántico Sur, incluidos todos los jugadores del plantel. Sin embargo, a pesar del dinero invertido por el Estado argentino, el desinterés manifiesto de Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina Fernández, Macri y Alberto Fernández, los oropeles dados a Bauer por su acción de propaganda y los té con celebrities de cabotaje en la embajada, la mayoría de la población grita a los cuatro vientos, frente a las cámaras de TV internacionales, que no se olvidó ni nunca se va a olvidar. Esto para mí es: Pueblo 1, Gobernantes 0.

Destino Manifiesto

En junio de 2019 escribí para La Prensa «Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación». Sostuve (y sostengo) que Argentina tiene un proyecto de Nación. Orgullosa, un poco canchera, con deseos de grandeza y ser potencia mundial, levemente fanfarrona y autosuficiente, convencida de sus virtudes y su destino manifiesto.

A partir de 1983 sufrimos gobiernos de intervención con mandatos claros como debilitar hasta la nulidad las FFAA, desindustrializarnos, desmoralizar al pueblo mediante un conjunto de operaciones:

    • esparcir tristeza (con la excepción de Menem todos los gobernantes que tuvimos fueron tristes, mala onda, depresivos o gruñones, perdedores con justificaciones permanentes de los errores que siempre ponían en cabeza de otras personas),
    • tratar de convencernos de que somos tristes, depresivos, malas personas y perdedores. Lo describió con maestría Gatin. Al servicio de este programa pusieron a trabajar a las agencias estatales (como TV Pública, Télam e INCAA) y subcontrataron a todos los privados,
    • ocultar los logros por más pequeños que sean (ej. ser campeones mundiales de toda disciplina [1] que no sea fútbol),
    • disminuir en lo posible la población del país,
    • disuadir la inversión privada,
    • acallar las tradiciones,
    • dejar caer en la inoperancia y obsolescencia la infraestructura de transporte del país,
    • buscar relegarnos a la insignificancia.

Quienes estamos en la vereda opuesta a los interventores, siempre denunciamos y abjuramos del proyecto oficial. En Restaurar numerosos columnistas han expuesto en ese sentido y recomendado las estrategias para a) preservar nuestra identidad y defender su existencia en tiempos hostiles, b) renacer de las cenizas y recuperar el proyecto nacional abandonado.

Eso no quiere decir que cada tanto no se flaquee. Las dudas abruman. Que el interventor es poderoso y maneja los resortes del poder, que le lavan la cabeza a los más jóvenes, que se pierde el sentido nacional, que nadie recuerda el proyecto, que no se puede ir a caballo a ver a la Virgen de Luján, que el Washington Post nos difama y otros lamentos.

Estas últimas semanas dieron por tierra todo esto. El pueblo ha demostrado que conserva sus capacidades intactas: i) alegría de vivir, ii) fe en sí mismo, iii) compañerismo y comunión en un presente y futuro común, iv) confianza en las propias virtudes, v) orgullo por ser argentino, vi) creatividad, vi) amor propio, vii) pasión, viii) memoria, ix) agradecimiento (es de buen nacido ser agradecido), x) hambre de gloria. Somos ganadores, no perdedores.

Repito: que niños chiquitos canten lo que no es otra cosa que la promesa de no olvidar Malvinas, me llena el corazón de alegría.

Soft Power y Relaciones Exteriores

Como dijo el presidente de China hace un par de meses atrás, Argentina es un país importante en el concierto mundial. No lo van a escuchar de ningún político, quienes lloran desgracias y autojustifican por qué nos hacen pasar hambre (mercados que se derrumban —Cristina Fernández—, “pasaron cosas” —Mauricio Macri—, la guerra de Ucrania y el Covid —Alberto Fernández—).

Este mundial en particular nos enfrentó a cómo nos ven en diversas partes del mundo.

No es casual la campaña internacional contra nosotros. A las potencias no les gustan los que se desmarcan. Odian los insumisos. En ese contexto debemos entender el libelo que publicó The Washington Post.

Sacarnos de encima la mirada de los arrastrados locales (la mayoría), que siempre ven grandiosidades en los países desarrollados de Occidente se ha vuelto un objetivo relevante. Occidente (con excepción de EEUU) no nos compra nada y nos vende poco. Nuestros socios comerciales son otros. Quienes nos apoyan disfrutan una decidida senda de crecimiento, como quienes integran los BRICS. Nada de lo que sucede es casual. Es el lugar que Argentina tuvo desde que mandamos al Almirante Bouchard con patente de corso a hacer lío por el mundo. Cuando Perón pensó y co-organizó los No Alineados, cuando lideramos la Conferencia de Bucarest en 1974, cuando nos enfrentamos a una potencia mundial en 1982. ¿Por qué no nos van a ver con admiración gente que sufrió duramente el yugo inglés? ¿Por qué no van a admirar a nuestros atletas que se destacan en numerosos deportes? Para ellos somos un ejemplo de coraje y éxito frente a la adversidad.

Estas semanas son un pasaporte para iniciar una era de excelentes negocios. El softpower está de nuestro lado. Tenemos que aprender a sacar provecho de ésta virtud.

Objetivo de mínima: poner el país de pie. De máxima: recomponer las Provincias Unidas del Río de la Plata, Guinea Ecuatorial (África) incluida.

Un rayito de esperanza

Cuando uno ve cómo se recuperó Rusia en sólo 20 años luego de estar al borde de la disolución con la glasnost, vemos que podemos dar vuelta la taba en poco tiempo y darle a nuestro pueblo una era de prosperidad, alegría y esperanza.

Sólo tenemos que echar a estos amargados, tristes, depresivos, chantas, inútiles y garcas que nos gobiernan.

El futuro es todo nuestro.

 

Otro sí digo:

Temas personales: Tengo 59 años. Vi a Argentina ganar en fútbol en 1978 y 1986 y dos medallas de oro JJOO. Me di otros lujos. Ver ganar la Copa Davis, que se había deslizado de los dedos de Vilas, Clerc, Jaite. Cecilia Rognoni y Luciana Aymar elegidas las mejores jugadoras del mundo (hockey sobre césped) numerosas veces, la selección femenina campeona mundial, la masculina oro olímpico. Basket, medalla oro JJOO y campeones mundiales. Numerosos premios en el Dákar, Pechito López campeón mundial. Oros JJOO en ciclismo, vela, artes marciales, en fin, seguro me olvido de varios. Vi jugar al rugby a Hugo Porta, Santiago Gómez Cora, Marcos Moneta (ahora mejor jugador del mundo). Cracks como Adolfo Cambiasso, de quien Maradona dijo “Me gustaría ser el Cambiasso del fútbol”. Antes de irme de este mundo quisiera ver a Argentina campeón mundial de rugby, en JJOO y en XV. Con eso, cartón lleno.

Como siempre dice @Lady_Astor, no elegí nacer acá, sólo tengo el privilegio.

Bajo la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia. Que hoy esté de nuestro lado.

Una abrazo a todos.

 

Horas después…

Nota

[1] Nadie sabe que los varones de hóckey sobre patines fueron campeones mundiales seis veces, al igual que la selección femenina. ¿Quién sabe que Marcos Moneta fue elegido el mejor jugador del mundo en rugby seven este año? ¿Cuántos atletas no son cubiertos por la prensa cuando van a defender la celeste y blanca, a veces con enormes dificultades?

 

Notas relacionadas

«Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación»

http://iris-speroni.blogspot.com/2019/06/nuestra-tragedia-cancelar-en-1982.html

El mito fundacional

http://restaurarg.blogspot.com/2018/08/el-mito-fundacional.html

Preppers II

http://restaurarg.blogspot.com/2020/04/preppers-ii.html

Argentina necesita un submarino nuclear

http://restaurarg.blogspot.com/2022/04/argentina-necesita-un-submarino-nuclear.html

Maximalismo sanmartiniano ou la mort

http://restaurarg.blogspot.com/2022/03/maximalismo-sanmartiniano-ou-la-mort.html

Una agenda propia para el desierto argentino

http://restaurarg.blogspot.com/2022/07/una-agenda-propia-para-el-desierto.html

Sobran argentinos, falta la argentinidad

http://restaurarg.blogspot.com/2020/09/sobran-argentinos-falta-la-argentinidad.html

Convicciones

http://restaurarg.blogspot.com/2020/07/convicciones.html

Alineados por lo mediocre

http://restaurarg.blogspot.com/2020/09/alineados-por-lo-mediocre.html

Ayer y hoy

http://restaurarg.blogspot.com/2022/04/ayer-y-hoy.html

 

Artículo publicado el 18/12/2022 en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2022/12/me-vuelvo-ilusionar.html.

ESTE TRIUNFO ES NUESTRO

Santiago González*

Argentina trae de Catar una copa mundial, una reverdecida conciencia nacional y una multitud de lecciones que debería aprovechar

Esto es nuestro, de nosotros y de nuestros jugadores. Y de nadie más: ni de los políticos, ni de los medios ni de las corporaciones y sus publicidades patrioteras. Fue nuestro desde un principio, cuando todos esos miraban de reojo a la selección, y se acomodaban en sus sillones, cancheros y sobradores, sobriamente escépticos, calculando beneficios, mientras entre nosotros y nuestros jugadores se iba tejiendo una historia de amor que estalló este domingo sin otro propósito que su propia felicidad. Fue nuestro, es nuestro y seguirá siendo nuestro, estallido incontenible de nuestra identidad de nación abrazada, optimista, orgullosa y pujante, que no pide permiso ni acepta ser sujeta por decretos de necesidad y urgencia, por cámaras de reconocimiento facial, por promociones para los primeros seis meses.

Esto es nuestro, y es casi un milagro que lo hayamos advertido con tanta anticipación. Más allá de las razonables expectativas que despertaba una selección de trayectoria impecable, se respiraba en el aire algo distinto esta vez. Más que un deseo o una premonición, una certeza: la convicción de que esta hora era nuestra hora, un ímpetu arrollador que nos envolvió a todos, a nosotros y a nuestros jugadores, y que se volvió contagioso. Pocas veces, en circunstancias similares, los colores argentinos despertaron en el ancho mundo tantas inesperadas simpatías, tantas previsibles antipatías, imprevistamente más agrias y enconadas que de costumbre. La derrota inicial nos puso a prueba, en el campo de juego y en la tribuna, y supimos responder, estuvimos a la altura: en el pasto y en el tablón todo fue una cuestión de identidad. Somos lo que somos.

Pero dejemos que lo cuenten los protagonistas. El espíritu de la tribuna está perfectamente contenido en tres o cuatro imágenes de “Muchachos”, el tema de La Mosca que se convirtió en himno de la hinchada. “La canción es hermosa. La letra es emotiva”, describe el cantante del grupo, Guillermo Novellis. “Es la Argentina: habla de derrotas, habla de victorias, habla de frustraciones, habla de Malvinas, de esperanza, de soñar, de tener ilusión, y a la gente se le metió en el corazón. Habla de Leo, habla de Diego en el cielo, habla de la familia. La canción nombra a don Diego y a doña Tota. Yo digo: ¿se le ocurriría a un alemán hacer una canción nombrando a los padres de Beckenbauer? No. Eso es de argentino”.

Toda la canción es una afirmación de identidad: “En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. ¿Qué tiene que hacer la guerra en una canción deportiva? En ambos casos se trata de defender los colores de la patria, simbólicamente en el campo de juego y materialmente en el campo de batalla. La canción evoca dolorosas frustraciones, que supone difíciles de entender para quienes no sientan como propia la azul y blanca: “No te lo puedo explicar”. Pero las evoca sin quejas ni lamentos, apenas como punto de apoyo para enunciar un propósito, una determinación: “Pero eso se terminó”. Una contundencia inquietante para quienes desde hace medio siglo sacan réditos de la derrota y del fracaso, los promueven.

La canción de La Mosca es antes que nada una tonada futbolera, de las que corean habitualmente los aficionados argentinos en los estadios, y que en más de un caso se han propagado por el mundo. Pero la letra de Fernando Romero introduce deliberadamente señales ajenas al deporte, principalmente, como observa Novellis, Malvinas y los padres de Maradona. Malvinas es la patria, y es la pelea y el sacrificio por la patria, y es la terquedad de sostener esa pelea: “jamás olvidaré”. Cuarenta años de desmalvinización no han servido para nada. En términos de identidad nacional, Malvinas es en el siglo XXI el Viva Perón del siglo XX: una afirmación y un desafío.

Si Malvinas es la patria, don Diego y doña Tota son la familia. Esta imagen de Maradona rodeado cariñosamente por sus padres ya había aparecido en las imágenes que poblaron las paredes argentinas tras la muerte del jugador. Maradona, el genio nacional, víctima de sus propios extravíos, usado, abusado y explotado hasta el último aliento por quienes se decían sus amigos incondicionales, encontraba finalmente la paz y el cuidado en el abrazo de sus padres, en el hogar, en lo que perdura y sostiene en los momentos de adversidad. Los tres, como una deidad laica, alientan ahora los pasos de Messi. Messi, no una contrafigura imaginaria de Maradona, sino su heredero, el que recibió la llama y debe pasarla a otros.

En esa formidable afirmación de identidad contenida en una canción de ritmo pegadizo y letra tan sencilla no hay grietas: no hay ellos y nosotros, no hay enemigos internos. Los rivales, deportivos o históricos, están afuera. La letra oscila permanentemente entre la primera persona del singular y la primera del plural: “Nos volvimos a ilusionar”, “Quiero ser campeón mundial”, “Cuántos años la lloré”, “Desde el cielo lo podemos ver”. El yo se confunde con el nosotros, las emociones, los recuerdos, las alegrías y los sufrimientos son a la vez personales y compartidos por todos, sin exclusiones. En el horizonte están la felicidad del pueblo (la hinchada) y la grandeza (deportiva) de la nación: “Ser campeones otra vez”, en un infinitivo impersonal, de todos y de cada uno.

También en la cancha se trató de una cuestión de identidad, como ya describí en otra nota en los comienzos del torneo. El director técnico y el capitán de la selección lograron armar un equipo caracterizado por la unidad de acción y pensamiento, que consiguió el éxito armonizando las cualidades individuales con el rendimiento colectivo, y en el que todos los jugadores fueron rotando según la necesidad estratégica del momento. La única pieza insoslayable fue Lionel Messi, y éste intervino decisivamente cuando tuvo que hacerlo y se mostró extremadamente generoso con sus compañeros en todas las demás instancias, como quien buscar darles oportunidades para su lucimiento.

Cuando la selección sufrió en Catar frente a Arabia Saudita su primera derrota tras una racha de 36 victorias consecutivas, Messi propuso “volver a las bases de lo que somos”. No se puede pedir mayor expresión de identidad y confianza en sí mismo, intensa como para volverse contagiosa y embarcar al resto en el empeño. “Ahora hay que demostrar que éste es un grupo de verdad”, insistió. Confianza y seguridad en las propias fuerzas que no fueron sinónimos de autocomplacencia: “Hay que corregir las cosas que hicimos mal y aprender, porque estas cosas siempre pasan por algo”. Y que sumaron la audacia del compromiso: “Le pedimos a la gente que confíe. Este grupo no los va a dejar tirados”.

El triunfo frente a México solventó esa seguridad: “Llegó el gol y volvimos a ser nosotros”, comentó tras ese partido, insistiendo en el punto de la identidad. Y agregó otro ya casi olvidado en la cultura pública argentina: la conciencia del deber y la responsabilidad de cumplirlo: “Sabíamos cuál debía ser nuestra respuesta. Sabíamos que íbamos a responder así”. Al concluir el encuentro con Polonia, Messi no tuvo excusas para reconocer su equivocación en el penal fallido, y aprovechó para extraer del caso nuevas lecciones. “Quedé con bronca por haber errado el penal, pero tras ese error mío el equipo salió fortalecido. Esta es la fortaleza de este grupo: la unión”.

Lo mismo tras el triunfo frente a Croacia que aseguró el pase a la final: “Por dentro sabíamos que podíamos llegar hasta acá. No éramos los máximos candidatos pero no le íbamos a regalar nada a nadie. Todo lo que hicimos fue mérito propio, saliendo de una muy difícil cuando nos tocó empezar mal. Este grupo es muy inteligente, sabe leer cada momento de los partidos, con un cuerpo técnico muy bueno que no deja nada al azar: en cada momento sabemos lo que tenemos que hacer”. Messi puso en cada oportunidad énfasis en las mismas cosas: unidad, trabajo, responsabilidad, reconocimiento de los errores pero también conciencia de las propias capacidades. Y también disposición a medirse, sin excusas; en palabras del técnico Lionel Scaloni: “Estamos para competir. Esta selección compite”. Cuántas lecciones…

Con este campeonato Lionel Messi corona una carrera impecable, en la que cosechó todos los títulos y todos los récords habidos y por haber. Messi ha sido un modelo de conducta, dentro y fuera de la cancha, metódico y trabajador, responsable y cumplidor, más bien introvertido y modesto, padre de familia. “La familia de Leo es como nuestra familia, Antonella y los chicos son nuestra familia, porque los argentinos somos así”, dice Novellis, el cantante de La Mosca. Para la tribuna fogosa esas cualidades lo hacían parecer distante y “pecho frío”, pero en una sola temporada disipó todas esas sensaciones, y se hizo acreedor a un amor incondicional como el que acompañó a Maradona. En un momento crucial de su vida encontró la sintonía perfecta con el técnico Scaloni, y esa armonía le permitió “soltarse” (maradonizarse, dicen algunos) y demostrar sus condiciones de líder.

Este Messi, y esta selección, no habrían sido posibles sin la guía sobria y sin estridencias de Lionel Scaloni, que puso el énfasis en la unidad del equipo y en el respeto por el otro: respeto del técnico por los jugadores, y respeto de los jugadores entre sí. Respeto, y reconocimiento de que el equipo y la estrategia están por encima de los pergaminos, o los caprichos, individuales. Cualquiera puede estar en el campo o en el banco según lo dicten las circunstancias sin sentirse menoscabado. En el debe de la escudería figura una rara inclinación a desconcentrarse, especialmente cuando el partido parece bajo control: frente a Arabia Saudita costó una derrota, y frente a Holanda y Francia llevó al equipo a resolver el resultado en la angustiosa instancia de los penales. Otra vez, cuántas lecciones…

Este triunfo es nuestro, de los jugadores y de todos los argentinos que vibramos con ellos a lo largo de estas semanas. Esta comunión de pasto y tablón es nuestra, nos pertenece porque la engendramos nosotros. Y de nosotros depende qué hacer con ella. El modelo exitoso de liderazgo y de comportamiento que propone, nos revela, por contraste, en qué acertamos y en qué nos equivocamos en el manejo de nuestras cosas comunes, y en las razones por las que, como país, hace medio siglo que no logramos levantar cabeza, conseguir un triunfo como el que logró nuestra selección.

De Catar, la Argentina no sólo trae su tercera copa mundial de fútbol, sino una reverdecida conciencia nacional y una multitud de lecciones. Está ahora en nuestras manos aprovechar esos trofeos. O bien le damos la razón a los previsibles titulares de prensa: “Argentina se entrega a la felicidad del fútbol para olvidar por un momento sus problemas”, o bien le damos la razón al Messi de la arenga en el Maracaná: “¿Y saben qué es lo mejor de todo? Que depende de nosotros, que depende de nosotros ganar esta copa”.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 18/12/2022 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/