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PATAGONIA: UN ENFOQUE EQUIVOCADO

Marcelo Javier de los Reyes*

Desde hace unos años, periódicamente, la prensa nacional da a conocer los ataques violentos, generalmente incendiarios, provocados en el norte de la cordillera patagónica por un grupo autodenominado «Resistencia Ancestral Mapuche», organización que reivindica la existencia de un estado racial araucano en una parte de la Patagonia, región geográfica a la que muchas veces, erróneamente, se agrega el adjetivo «argentina». Hay una sola Patagonia y es la ubicada en la Argentina. La zona lindera ubicada en Chile, debe ser llamada «Araucanía». Este punto, que parece una inocente «cuestión de nombre», tiene una relación directa con el tema aquí tratado.

Las acciones violentas de dicho grupo, vinculado con otros similares existentes en Chile, como la «Coordinadora Arauco-Malleuco», son esporádicos, razón por la cual la prensa —y por ende el gobierno y la ciudadanía— deje al poco tiempo de prestar atención al tema. Sin embargo, el problema, del cual la manifestación violenta es sólo una faceta, subsiste y sigue presentándose en formas menos agresivas hasta un nuevo brote de violencia. De esa manera, un enfoque equivocado que puntualiza sólo las manifestaciones violentas del fenómeno permite que su tratamiento sea apenas ocasional en los medios… pero «el problema» sigue existiendo. Ese problema es la existencia en el territorio nacional de la Argentina de grupos organizados, de distintas características, pertenecientes a una etnia no originaria de nuestro país. Estos grupos provocan acciones de diversa naturaleza para obtener su reconocimiento como una «nación dentro de la nación», incluyendo la soberanía sobre determinados sectores geográficos y la introducción de hecho de conceptos doctrinarios que contradicen la legislación vigente. Tal etnia es la araucana.

Es justo aclarar que muchos descendientes de esa etnia viven en el territorio nacional, totalmente integrados a la población en su carácter de ciudadanos argentinos. Estos ciudadanos, si bien reivindican con orgullo su origen y sus costumbres, como lo hace cualquier ciudadano argentino cuyos antepasados hayan venido de otro país —italianos, españoles, alemanes, polacos, árabes, etc., no se vinculan con los movimientos que pretenden vulnerar la Soberanía Nacional. Uno de los ejemplos que pueden citarse, es el del sargento ayudante de la Brigada Rural de la Policía de Neuquén José Eduardo Aigo, descendiente de esa etnia, quien fue asesinado el 7 de marzo del 2012 por dos guerrilleros de organizaciones terroristas chilenas.

Sargento Ayudante José Eduardo Aigo

El hecho ocurrió cuando el sargento ayudante Aigo los descubrió regresando a su país por un paso no autorizado, tras la ejecución de acciones junto a los grupos violentos araucanos en la Patagonia. Aigo fue asesinado por la espalda por ciudadanos chilenos —Jorge Antonio Salazar Oporto (alias Juan Carlos), también buscado por la justicia de Chile por el homicidio de un carabinero en 1997, y Alexis Alfredo Cortés Torres— que se trasladaban hacia la frontera. El juez interviniente ordenó entonces la captura internacional y detención de los mencionados.

Cabe destacar que diez años después de ese asesinato, se encuentra vigente el decreto provincial 549/12 que otorga una recompensa de US$ 50 mil para aquellas personas que brinden datos útiles, ciertos, veraces, comprobables y determinantes que permitan la aprehensión de quienes hubiesen tomado parte del hecho delictivo. Por su parte, en 2018, el Ministerio de Seguridad de la Nación ofreció una recompensa de $ 3 millones por cada uno de los fugitivos[1].

Foto: Diario Los Andes. Jorge Antonio Salazar Oporto (alias Juan Carlos) ostenta un puesto de jerarquía militar en el Ejército Guerrillero de los Pobres-Patria Libre (EGP-PL), escisión del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El otro prófugo es Alexis Cortés Torres, miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Poco después, los prófugos Jorge Antonio Salazar Oporto y Alexis Cortés Torres habrían difundido un comunicado en el que daban detalles de cómo ocurrieron los hechos. El supuesto comunicado fue publicado en el portal digital del Centro de Documentación de los Movimientos Armados como «carta pública de Jorge y Alexis» de fecha 12/06/12, desde Chile, como integrantes del Ejército Guerrillero de los Pobres (MIR-EGP). En el mismo afirmaban que la muerte del sargento ayudante Aigo se produjo porque se resistió a ser desarmado, en el marco de un control policial fortuito, y brindaban detalles precisos del operativo policial de búsqueda por tierra y aire, y aseguran que tuvieron «una ventaja táctica, porque llevaban un equipo de radio que les permitía interferir las frecuencias de los efectivos policiales»[2].

En el comunicado deslindaban la responsabilidad de Juan Marcos Fernández —hijo del intendente de San Martín de los Andes—, imputado en la causa como presunto partícipe, debido a que «el conductor de la camioneta quedó en medio del fuego cruzado. Por el bien y la verdad, esta persona no tiene nada que ver con los hechos sucedidos, no sabía ni que andábamos armados ni quiénes éramos en realidad». Ambos se reconocieron como integras del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y del MIR Ejército Guerrillero de los Pobres[3].

Los araucanos

Los araucanos eran un pueblo semi sedentario que hacia el siglo XVI ocupaba la Araucanía al sur del río Bío Bío, donde habían sido confinados por el empuje desde el norte, primero de los Incas y luego de los españoles, quienes le dieron el nombre por la región donde habitaban. En documentos antiguos se los llama también «moluches» y «reches». Cabe aclarar que si bien algunos autores ubican el origen del nombre de «mapuches» en el siglo XVIII, recién comienza a utilizarse en la Argentina, autorreferencialmente, a partir de 1961. Según el estudioso Gregorio Álvarez, quien cita el dato en su obra «El tronco de oro»[4], es en el acta de un congreso indigenista celebrado en el país donde representantes de la etnia requieren recibir esa denominación, dejando de lado sus anteriores nombres. Sin embargo, este término no se introdujo de inmediato en la bibliografía argentina y su incorporación masiva fue muy posterior, en la década de 1990. Así fue como al libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler, le cambiaron el nombre por el de Cuentan los mapuches, cuando precisamente la autora no hablaba de los «mapuches»[5]. Sobre esa cuestión puede leerse el artículo titulado Consideraciones en torno a la etnia araucana.

A la llegada de los españoles a Chile, hacia el año 1540, esta etnia no poseía un desarrollo tecnológico de consideración y ese desarrollo poco se modificó hasta fines del siglo XIX, ya que los modernos productos que la civilización les ofrecía, y aceptaban gustosos, eran obtenidos mediante trueque en los poblados de frontera y no fueron objeto de fabricación por su parte. Los araucanos mostraban una agricultura incipiente, poseían las técnicas del tejido en telar, de la cerámica y del trabajo del cobre. Vivían en chozas de madera aunque cuando comenzaron a incursionar en territorio argentino adoptaron los toldos de cuero de sus vecinos patagones. Si bien tenían cierta precaria mitología, su religión era animista —el más primitivo de los estadios religiosos— y creían que los espíritus buenos y malos moraban en determinados árboles, piedras o sitios, como por ejemplo, las cumbres de los cerros. No tenían lugares de culto fijo y aunque durante las ceremonias los sacrificios eran de animales, la ejecución de los prisioneros de guerra que no eran sometidos a la esclavitud («cautiverio»), tiene reminiscencias de sacrificios humanos rituales. Es difícil fijar la antigüedad de los ritos, los que muchas veces revelan un origen tardío. Por ejemplo, en el «camaruco», además de sacrificarse una yegua, se realizan diversas actividades a caballo, lo que señala que es una ceremonia creada luego de la llegada de los españoles. Son las modernas interpretaciones de estudiosos tendenciosos las que les otorgan una «cosmovisión» espiritual y profunda que no tenían.

Carecían de lenguaje escrito por lo que todos los registros sobre tradiciones, leyendas y otros aspectos intelectuales provienen de las transcripciones e investigaciones hechas por los cronistas occidentales; es decir, son datos proto-históricos. Por ello, no es pertinente hablar de costumbres «ancestrales» en el sentido que la RAE da al término («remoto o muy lejano en el pasado»), ya que es imposible determinar su antigüedad. Además, dado el corto horizonte temporal del relato oral, no pueden ser muy viejos esos testimonios. La cronología se hace aún más incierta al considerar que los integrantes de esas etnias tenían una muy corta esperanza de vida. Por ejemplo, uno de los investigadores que recopilan esos recuerdos, fue el alemán Robert Lehmann Nitsche (1872-1938), quien entre 1900 y 1926 obtuvo testimonios de algunos araucanos que estaban en La Plata y los volcó en textos como «El tatrapal de los araucanos». El estudioso advierte que es difícil separar las «leyendas» de los «cuentos» y descubre que muchas de las fábulas son en esencia similares a las antiguas leyendas europeas. Ahora bien, la antigüedad de esos testimonios no puede ser tildada de «ancestral» ya que es imposible saber de cuantos años atrás data la versión registrada.

Aculturación e invasión de La Pampa

Simultáneamente con la presencia araucana en el sur de Chile, en la Patagonia habitaban dos grupos étnicos: los «poyas», en la cordillera neuquina y rionegrina, y los patagones en la meseta. Este último grupo, numeroso, estaba dividido en dos subgrupos: los meridionales (al sur del río Negro) y los septentrionales (al norte de dicho río). Aquí es necesario hacer un alto, para aclarar algunos puntos de la «guerra de nombres» que forma parte del accionar araucano.

Así como la etnia procura cambiar su propio nombre por el más «épico» de mapuches («gente de la tierra» en su lenguaje) y borrar el nombre de Araucanía de su región de origen, procuran mantener los nombres que ellos, en su carácter de invasores «aculturadores», dieron a las tribus que enfrentaron. De allí que los «poyas» (nombre registrado por los jesuitas de la misión del Nahuel Huapi) sean luego conocidos por «pehuenches» («gente de los pehuenes» en araucano); en tanto los patagones —nombre dado por Hernando de Magallanes durante su encuentro con ellos en 1520— fueron llamados «tehuelches» («gente arisca» en araucano), en obvia referencia a su actitud por mantenerse libres frente al avance araucano. Cuando comenzó a profundizarse en el estudio de los patagones, los etnólogos hallaron que los patagones sureños se designaban a sí mismos «tsonekas» o «aonikenk»; y los norteños «guenenakenk».

Más al norte, en la región pampeana, existían otras etnias como los «puelches», los «ranqueles» y los «pampas», aunque estos últimos serían los guenenakenk más aculturados por los araucanos. Dichos pueblos tenían una economía de cazadores-recolectores y en el caso de los aonikenk eran nómades. Es probable que debido a ese menor grado de desarrollo, sin moverse del otro lado de la cordillera o con movimientos ocasionales y sin ocupar territorios del lado argentino, los araucanos hayan logrado, mediante el comercio, cierto grado de aculturamiento sobre sus vecinos. Cuando comenzó a poblarse de ganado la provincia de Buenos Aires, las tribus pampeanas comenzaron a dedicarse al abigeato como forma de subsistencia. Así provocaron los malones en la provincia de Buenos Aires en los primeros años del siglo XIX, los que motivaron la intervención del gobernador Martín Rodríguez con sus primeras «campañas al desierto». El historiador Isidro Belver, en su libro Los Pincheira: aldea realista en Epu Lauquen, afirma incluso que muchos de estos malones eran organizados desde Neuquén por los célebres hermanos chilenos Pincheira.

Hasta ese momento, los araucanos no habían realizado un avance profundo hacia el territorio argentino, limitándose sus acciones a pasar a Chile el ganado robado por sus vecinos pampeanos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algunos intentos habían hecho, al menos para asegurarse la zona del desemboque de los pasos cordilleranos, a resultas de los cuales habían enfrentado y derrotado a los guenenakenk en tres combates en el actual territorio chubutense: Languineo (lugar donde los huesos blanquean al sol, en idioma guenenakenk), Piedra Sholten y Genoa. Estos episodios, que el investigador Federico Escalada en «El complejo tehuelche» sitúa después de 1820, muestran que no eran tan buenas las relaciones entre las etnias como actualmente ciertos historiadores afirman. Incluso, se conoce que los patagones temían la belicosidad de sus vecinos trasandinos.

Es recién hacia 1830 cuando, con la invasión de las huestes de Calfucurá desde Chile hacia Salinas Grandes, cuyos motivos quieren ser presentados como políticos pero que más parecerían basarse en la intención de tomar el abigeato en sus propias manos para evitar intermediarios, que los araucanos hacen un pie firme en la Argentina. Tal situación es la que hace decir al estudioso Rodolfo Casamiquela en su libro Rodolfo Casamiquela: racista antimapuche o la verdadera antigüedad de los mapuches en la Argentina [6], que los mapuches no son originarios de la Argentina y que su ingreso al territorio es tardío. Lo mismo sostiene Roberto Edelmiro Porcel en su libro La araucanización de nuestra pampa: los Tehuelches y Pehuenches. Los mapuches invasores [7]. Esta fecha moderna de ingreso al país es la que impide hablar a los araucanos de posesiones «ancestrales», pues su presencia no va más allá de los 190 años y eso sólo en referencia a sus precarias tolderías en Salinas Grandes.

Lo cierto es que es recién al término de la campaña al desierto del general Roca, cuando, buscando la paz, se entregan tierras a estos araucanos que habían invadido el territorio nacional, los únicos sitios sobre los que pueden alegar legítimos derechos. Existen aún varios de estos lugares, como Laguna Rosario y el Boquete Nahuel Pan en el Chubut; en tanto otros fueron vendidos por sus propietarios originales.

La situación actual

Al igual que en otros movimientos separatistas, como el ETA en España y el IRA en el Reino Unido, el secesionismo araucano presenta dos brazos: uno «armado» (la RAM y otros grupos) y uno «político» (los «lofs» y demás organizaciones similares). El brazo «armado» ejecuta atentados incendiarios, ocupación violenta de tierras, «escraches», «piquetes» y otras acciones similares. El brazo «político» realiza reclamos y ocupación pacífica de tierras y reivindicación de supuestas «costumbres ancestrales» que pretenden sean introducidas en la legislación. También, como los grupos citados, cuentan con un apoyo internacional que va desde Europa hasta el Kurdistán.

Esta última acción secesionista «pacífica», se realiza en las tres provincias argentinas que supuestamente formarían parte del territorio al que las organizaciones aspiran (Neuquén, Río Negro y Chubut). Por ejemplo, en el Neuquén se introdujo en la legislación provincial los conceptos de «medicina mapuche» y «justicia mapuche». En Río Negro se entrega la explotación comercial de campings y lugares turísticos, sin contraprestación y sin control fiscal. En Chubut tiene personería jurídica la Comunidad «Mapuche-Tehuelche», oxímoron que aúna dos etnias rivales, siendo aún más extraño que se les diese tierras en sitios donde nunca hubo un araucano.

Esta situación irregular surge mayormente a consecuencia de una inexacta interpretación del artículo 75 (Atribuciones del Congreso), inciso 17 de la Constitución Nacional, que dice:

Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.

Allí se habla de pueblos indígenas argentinos, definición que no incluye a los araucanos. Por otro lado, no menciona la entrega de «otras» tierras por cuestiones «ancestrales»; sino que es una potestad del gobierno entregar tierras «aptas para el desarrollo humano». Además, como fecha de «ocupación tradicional» debe ser tomada la de la firma de la Constitución. Y así otros puntos.

Oponerse con firmeza a esta política separatista es, en primer lugar, defender la soberanía argentina, no sólo territorial sino jurídica, vigente en todo el país, pero además implica un acto de justicia hacia aquellos descendientes de araucanos que se reconocen ciudadanos argentinos, con sus derechos y sus deberes, con sus garantías y sus obligaciones, y que no apoyan el secesionismo.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] «Recompensa millonaria por los asesinos de José Aigo. El Ministerio de Seguridad de la Nación ofrecerá tres millones de pesos de recompensa para dar con el paradero de los responsables del asesinato del policía de Neuquén». Sitio oficial del Gobierno de la República Argentina, Argentina.gob.ar, 07/02/2018, https://www.argentina.gob.ar/noticias/recompensa-millonaria-por-los-asesinos-de-jose-aigo, [consulta: 13/10/2022].

[2] «Caso Aigo: los prófugos habrían difundido un comunicado». Río Negro, 15/06/2012, https://www.rionegro.com.ar/caso-aigo-los-profugos-habrian-difundido-un-comunicado-LQRN_898838/, [consulta: 13/10/2022].

[3] Ídem.

[4] Gregorio Álvarez. El tronco de oro. Neuquén: Editorial Siringa Libros, 1981.

[5] Bertha Koessler. Cuentan los araucanos. Buenos Aires: Espasa Calpe Argentina, 1954, 153 p.

[6] Rodolfo M. Casamiquela. Rodolfo Casamiquela racista antimapuche: o la verdadera antigüedad de los mapuches en la Argentina. Buenos Aires: del autor, 2007, ISBN 10: 9870536085 / ISBN 13: 9789870536086.

[7] Roberto Edelmiro Porcel. La araucanización de nuestra pampa: los Tehuelches y Pehuenches. Los mapuches invasores. Buenos Aires: el autor, 2007, 60 p.

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CONSIDERACIONES EN TORNO AL NOMBRE DE LA ETNIA ARAUCANA

Marcelo Javier de los Reyes*

En 2017 expuse sobre los antecedentes que llevaron a la consolidación de la soberanía argentina en la Patagonia para lo cual me referí a la obra de Estanislao Zeballos y los pasos que se fueron dando para concretar la Campaña del Desierto[1].

Como escribí en esa oportunidad, en el artículo titulado «Los hombres que nos dieron la Patagonia. Estanislao Zeballos y los derechos soberanos de la Argentina» me propuse «realizar un reconocimiento no sólo a la obra de Estanislao S. Zeballos sino a los hombres que se propusieron seriamente forjar un país que ocupara un espacio de consideración en la comunidad de naciones». Por supuesto que eso incluyó una mención especial al general Julio Argentino Roca, gran protagonista de esa etapa histórica nacional. Sin embargo, la situación actual nos demuestra que las diferentes campañas al desierto han dejado espacios para la discusión y que en la actualidad constituyen otro elemento más que divide a la sociedad argentina. Esto es fuertemente impulsado por periodistas y medios que desconocen la historia y los actores y queda en evidencia cuando se utiliza el término «mapuche», el cual no identifica a ninguna etnia de la Patagonia y ni siquiera del sur de Chile.

Como escribí en esa oportunidad, Estanislao Zeballos, en Viaje al país de los araucanos, cuyo título es ya de por si sugestivo, Zeballos nos habla de un país denominado Raullco por los nativos, «de co ‘agua’ y Raull ‘detenida’ ‘estancada’ lo que significa ‘región empapada’ o ‘pantanosa’». Este es el nombre con que se designa a la región sur de Chile, nombre que fue desfigurado y que dio lugar a otro más conocido por nosotros: Arauco[2]. De ahí que a los habitantes de esa región se los denominaba «araucanos».

En el presente trabajo se toman algunas fuentes que también son apropiadas para acercarnos al verdadero nombre de esa población. Una de ellas es la novela El Sargento Claro o La guerra de Chile cuyo autor utiliza el seudónimo “Mapuche”. Ahí encontramos por escrito uno de los primeros usos de ese término, utilizado por el militar argentino Manuel José Olascoaga (1835-1911), quien llegó al grado de coronel, fue explorador, topógrafo, montañista, periodista, pintor y político. Del mismo modo, fue un gran promotor del conocimiento geológico y la explotación de los recursos mineros. Olascoaga participó de la Campaña al Desierto, fundador de Chos Malal y primer gobernador del Territorio Nacional del Neuquén, lo que le permitió realizar realizó importantes relevamientos geográficos en el norte de la Patagonia. También sobresalió como autor de veinticuatro libros científicos y de interés general, uno de los cuales recibió un premio internacional.

Coronel Manuel José Olascoaga (1835-1911)

Una segunda fuente es el libro de la folklorista argentina de origen alemán Bertha Koessler-Ilg (1881-1965), titulado Cuentan los araucanos. De profesión enfermera, en 1913 se trasladó con su esposo, el médico Rudolf Kössler, a Buenos Aires para trabajar en el Hospital Alemán. En 1920 se establecieron en San Martín de los Andes.

Bertha Koessler-Ilg (1881-1965)

La tercera fuente es el «Primer Congreso del Área Araucana Argentina», que será el origen de la tergiversación de la historia y de la «propuesta» de utilizar el término «mapuche» para denominar no solo a la etnia araucana sino también de manera que abarque a otros pueblos de la región, incluso de aquellos que fueron víctimas de los araucanos.

Sobre la novela El Sargento Claro de Manuel José Olascoaga

El coronel Olascoaga publicó su interesante novela El Sargento Claro o La guerra con Chile con el seudónimo de «Mapuche»[3]. Sin embargo, a lo largo de su obra en varias ocasiones da a los indios oriundos de Chile, a quienes indica como ejecutores de los malones, el nombre de «araucanos». Del mismo modo, los relaciona con los «pincheyras», lo que da pie a interesantes conclusiones. Véase estos tres párrafos:

Si se abre á nuestras tropas los caminos de la cordillera, podrán llegar á ser más molestas en Chile que las hordas de pincheyras y araucanos que nosotros contribuimos á quitárselas de encima.[4]

[…] A la salida del bosque están sus pueblos, sus ferrocarriles, sus telégrafos, sus puentes. A esta circunstancia topográfica es debido que los pincheyras y araucanos pudieron hacerles inmensos daños[5]

Si la guerra se enardeciese, por desgracia es muy posible que masas incontables de todas armas, cuando no fuesen nuestras tropas regulares, adoptarían el sistema de los araucanos y pincheyras...[6]

En el libro el autor menciona, además, otras dos etnias: los «pehuenches» (indios del Neuquén) y los «tzonecas», a los que también denomina «tehuelches», indios del sur de la Argentina. Su verdadero nombre es «aonikenk» aunque el gentilicio «tzoneca», menos conocido, es aceptable. Otra denominación es «tehuelches meridionales». Vale aquí citar los siguientes párrafos:

Cierta noche le sentí discutir un negocio de arreo de vacas con un personaje conocido, especulador en los malones. Dos caciques pehuenches andaban en las conferencias y no era dudoso el asunto de·que se trataba. Esperé una semana vigilando con mi caballo ensillado, y una madrugada ví que Navarrete se ponía en marcha por el camino de Lonquimay, acompañado de los dos caciques pehuenches...[7]

Más adelante, efectivamente, se refiere a los tzonekas:

Los indios tzonecas, concentrados en la cacería, en cuenta de guanacos, dieron la nota cómica del día. Eran dos varones y dos mujeres: un casal viejo y otro joven. Los cuatro de elevada estatura; dueños de caras cuadradas, enormes matas de pelo negro crinudo, vientres abultados, piernas flacas y torcidas; los hombres imberbes: todos del color de la goma elástica: tehuelches legítimos.[8]

En toda la novela no aparece nunca el término «mapuche» en forma aislada y menos para designar una etnia. Sin embargo, en dos párrafos usa el término «camapuches» o «ca-mapuches»:

– Buen viaje! dijo riendo el sargento. Sólo me aflige la mala cuenta que allá daré de la majada …

– Y qué fin tuvo la majada?

– Me la robaron los camapuches de allá… contestó el matchí, alargando la jeta para el lado de la cordillera. Con qué cara me presentaré á mi padre! [9]

Más adelante introduce nuevamente ese término:

Otra nueva había llegado, no menos sensacional. Venían voceándola desde el sur algunos indios de la parte occidental de la cordillera. Referían éstos que una columna de ca-mapuches (extranjeros) había desembarcado en las playas del golfo de Reloncavi y avanzaba hacia al norte siguiendo las faldas de la Cordillera Central, […] el llamado ejército de ca-mapuches hacía notar su presencia en todos lados […] [10]

De esto sigue que el término «ca-mapuche» o «camapuche» se refiere a todo extranjero (indio o blanco). A partir de ello puede deducirse que el término «mapuche» adoptado como seudónimo por Olascoaga, significa algo así como «paisano», «oriundo del lugar», coincidente con su etimología «gente de la tierra»; por lo tanto no designa a un grupo étnico específico.

Por otro lado, es interesante aclarar que Olascoaga, sin nombrarla, refiere una cuarta etnia, a la que pertenece el individuo que emplea el término «ca-mapuche». Este indio, del que Olascoaga deja entrever que pertenecía a las tribus originales de la pampa, anteriores al «araucano», sería de raza «guenena kenk» o «tehuelches septentrionales»:

[…] llegó á la gruta que éste habitaba en el valle de Yayma un indio viejo y harapiento á quien acompañaban tres mujeres, sus esposas, las tres de mayor á menor en edad y en estatura. El socorrido esposo se nombró Antuñurri, antiguo capitanejo y Mátchi. En la barrida general de la pampa y cordillera terminada por el ejército hacía diez años, se había hecho caso omiso del expresado capitanejo, á causa de su edad muy avanzada y de que su residencia era detrás (de la línea) de fortines en la sierra de Cura Malal.[11]

Esta etnia es la que sufrió primero un aculturamiento gradual y luego violento por parte de los araucanos, al punto que usaban la lengua araucana en su vida diaria, como hace el personaje de Olascoaga. Esto no alcanza a ser entendido por Olascoaga, pues aún no se había estudiado el tema. En ese momento no quedaba claro que ese indio, que él diferencia claramente de los «araucanos», emplea, sin embargo, la lengua «araucana». Esta es una confusión habitual en los primeros investigadores. Vale recordar aquí, v. g., el «Vocabulario Pampa» de Juan Manuel de Rosas.

La conclusión es que la igualación de los términos «araucano» y «mapuche» es incorrecta, ya que obedecen a distintos conceptos. El término «araucano» designa a una etnia indígena, la proveniente del Arauco (voz, de hecho, nativa). En cambio, el término «mapuche», seudónimo de Olascoaga, indicaría una forma de dirigirse hacia el natural del lugar, al estilo de la palabra castellana «paisano». De allí que es una maniobra maliciosa la de pasar de un término que identificaba a una etnia extranjera e invasora, porque marcaba claramente su origen («araucano»), a una palabra genérica que tiene un significado literalmente positivo («mapuche»).

En la novela de Olascoaga, para el historiador, hay varios otros aspectos de interés que señalan que en el momento de la Campaña al Desierto era vox pópuli la relación de los araucanos con las autoridades y comerciantes chilenos. Menciona, por ejemplo, dos combates sostenidos por las tropas argentinas, en territorio propio, contra tropas regulares chilenas que venían a proteger a los araucanos, la constante relación de los araucanos con los estancieros del sur de Chile a quienes vendían el ganado robado (y quienes muchas veces pergeñaban los malones), la anuencia de las escribanías públicas de Chile para dotar de títulos de propiedad escritos de terrenos en la Argentina a los caciques araucanos y otras situaciones como esas. De todos estos puntos Olascoaga da ejemplos históricos.

El libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler Ilg

Para reforzar la idea expuesta ut supra[12], la de la novela de Olascoaga, es apropiado tener en cuenta el libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler Ilg, investigadora que está fuera de toda discusión en cuanto a su intencionalidad política, ya que siempre fue muy proclive a las etnias indígenas que estudió.

En principio, emplea en el título mismo de su libro el gentilicio «araucano», lo que muestra, sin ninguna duda, que ese era el nombre que recibía la etnia en el momento en que lo redactó. También en el prólogo, escrito por ella misma, utiliza siempre el término «araucano» tanto como gentilicio de la etnia como para adjetivar sus manifestaciones, con una excepción a la que me referiré más abajo. En este proemio, agrega unos datos aún más relevantes para aclarar el tema, porque en el mismo recurre a la transcripción literal de dos testimonios de primera mano. Dice en el prólogo:

Hace muchos años le pregunté a un viejo aborigen que viniera de las cercanías del volcán Lanín a hacerse curar por el médico de los «Huinkas» —como decía— el origen de la maravillosa leyenda que acababa de narrarme, accediendo a mis ruegos.

Después de reflexionar un rato, me contestó, con la calma y dignidad propia de su raza.

– Habrá brotado de la alfombra de nosotros, los araucanos.[13]

Más adelante, en el mismo prólogo, expresa:

La apatía es otra de las características de este pueblo en proceso de desaparición como tal, sea por extinción como por mestizaje, y ese estado de ánimo lo reflejan muy bien las palabras que escuché una vez de labios del cacique Alfredo Namuncurá, nieto del gran Kalfucurá, poco antes que se uniera a sus antepasados.

– Antes, fuimos un río que corría sobre la tierra. Ahora, somos un río que corre escondido bajo la tierra. ¡El río de hoy, que sabía reír, cantar y hablar el araucano, no tiene voz! [14]

Prólogo del libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler Ilg

A confesión de parte relevo de pruebas. Puede tenerse por seguro que, si los informantes indígenas hubieran dicho «mapuches», la compiladora hubiera escrito «mapuches» y no «araucanos». Evidentemente, los informantes indígenas dijeron «araucanos».

Ahora bien, es cierto que en un párrafo del prólogo al hablar de la renuencia del nativo a contar al extranjero sus leyendas y tradiciones, dice:

Y entre ellos hay mapuches que enmudecen apenas ven que anotan sus cuentos y dichos, o piden que los escuchen nomás, que no escriban.

Afortunadamente para aclarar este punto, la autora coloca un «Vocabulario» al final del libro donde se encuentran las siguientes definiciones:

         Mapu: tierra, país.

         Mapuche: gente del país. El indígena.

Ello refuerza la idea de que cuanto la autora menciona en el prólogo el término «mapuche», no hace referencia a una etnia sino que lo emplea con el sentido del vocablo castellano «paisano», que es el mismo sentido que le da Olascoaga al adoptarlo como seudónimo para su novela. De paso, y como corolario de este trabajo, en ese vocabulario no figura la palabra «Mapudungum», uno de los términos inventado hace poco tiempo y que pretenden hoy en día ser introducidos como «ancestrales».

Sobre el «Primer Congreso del Área Araucana Argentina»

En el mes de febrero del año 1961, el gobierno de la provincia de Neuquén convocó al «Primer Congreso del Área Araucana Argentina» que se llevó a cabo en San Martín de los Andes. Se reunieron diversos congresistas, incluyendo participantes provenientes de Chile y los representantes «más calificados» de las etnias indígenas. Esta actividad fue descripta por el doctor neuquino Gregorio Álvarez en su libro El tronco de oro[15], entre las páginas 188 y 192. De allí pueden rescatarse las principales conclusiones asentadas en las Actas finales. Con el número 7, se expresa la siguiente conclusión:

Se estableció como más apropiado el gentilicio «mapuche», grato a los aborígenes, porque significa «gente de la tierra», en cambio de «araucano» que fue puesto por el español de la colonia.[16]

Esta es la primera mención del término «mapuche», en forma oficial, para reemplazar el tradicional y más certero gentilicio de «araucano». El enunciado en sí constituye una falacia porque aunque hubiera sido puesto en épocas de la colonia, cosa que no es tan cierta, se había mantenido vigente durante más de 150 años al momento de su reemplazo.

Por otro lado, este congreso es el huevo de la serpiente de los actuales movimientos indigenistas separatistas de la Patagonia. Se realizó en pleno marco de la tercera fase del indigenismo. Según algunos textos, en América el indigenismo habría pasado por tres fases. La primera, de enfrentamiento, en la que los nacientes países americanos buscaban obtener un estado de derecho en todo su territorio, situación que algunas etnias no estaban dispuestas a aceptar, porque, por ejemplo, cambiaba su sistema económico cazador – recolector.

En la segunda fase, los estados buscaban convertir a todos sus habitantes en ciudadanos; mediante la asimilación y la educación. Se borraba la distinción entre indígena y ciudadano; todos eran ciudadanos. Fue un período de pacificación. Pero a mediados del siglo XX, en consonancia con las «guerras de liberación» que se comenzaron a desatar en diversas colonias europeas a lo largo del mundo y seguramente impulsada por los mismos intereses, se inició una tercera fase: la de reivindicación de las etnias y status pre – Estado. En esta etapa vuelve a instalarse el conflicto. Es la fase que se mantiene actualmente, aggiornada y con nuevo impulso.

Al respecto, se copian debajo las conclusiones del congreso que anota Álvarez en su libro, donde se ve el origen de diversas líneas políticas secesionistas aplicadas en la actualidad:

    1. Ha puesto de manifiesto la existencia de un apreciable número de estudiosos interesados en lo que se estima como acervo indígena de origen araucano.
    2. Se refirmó la etnografía pehuenche para el pueblo protohistórico del Neuquén y el valor de las referencias cronológicas para la catalogación de los aborígenes que poblaron nuestro sur.
    3. Se evidenció una preocupación de orden social y educativo por preservar al aborigen, que ya no merece el calificativo de indio montaraz, para llevarlo a formar parte, en forma condigna, del etno nacional.
    4. Se ha revelado sumo interés por los estudios arqueológicos, dentro del ámbito patagónico. Las comunicaciones relativas a la culturas paleolítica y neolítica de aquende y allende los Andes, así como la que se refirió a la presumible existencia prehistórica del caballo en la Patagonia, basada en pictografías halladas en la isla Victoria, ha quedado como tema que reclama profundas investigaciones y confrontaciones.
    5. En lo referente a lingüística, se han puesto en contacto especialistas de diversos lugares que, con irreductible rigor científico, promoverán el estudio de la lengua araucana o mapuche y sus dialectos, fonética grafía, modalidades y giros, así como su radicación, vitalidad y difusión.
    6. En relación a la toponimia, sobre todo la de origen vernacular, se estableció la recomendación de su conservación y correcta interpretación. Además se consideró una ponencia que abogaba porque se devolviera la primitiva denominación indígena, a los lugares que sufrieron cambios.
    7. Se estableció como más apropiado el gentilicio «mapuche», grato a los aborígenes, porque significa «gente de la tierra», en cambio de «araucano» que fue puesto por el español de la colonia.
    8. Que pudo advertirse una corriente de simpatía de parte de los congresales hacia la tierra neuquina, sede del Congreso, y hacia su nativo que, en la oportunidad, evidenció su aspiración de gozar él y su progenie, los beneficios de la civilización.
    9. Que el reconocimiento de la importancia científica ha quedado evidenciado y jerarquizado por la presencia de S.E. el señor Embajador de la República hermana de Chile y por la del señor Ministro de Interior, que llevó, además, la representación del gobierno de la Nación
    10. Que el gobierno de la provincia del Neuquén ha dado el primer paso en nuestro país para estrechar simbólicamente, en una reconciliación generosa y promisoria, al hombre ilustrado de las ciudades del presente, con el proveniente de una raza bravía, altiva, pero apegada con amor a su tierra. Ello permitirá establecer sobre bases humanas, una comunidad que puede servir como ejemplo en cualquier punto de América.
    11. Que los delegados chilenos, que fueron también actores calificados y pudieron valorar la calidad de los trabajos y entusiasmo de los demás participantes, dentro del clima cordial, auspicioso y patriótico en que se desenvolvió, han regresado a su país con las miras de crear una Junta de Chilena Estudios Araucanos, y realizar dentro de dos años, un congreso similar
    12. Que el Congreso Araucanista no ha terminado sus funciones. Continúa con sus mismas autoridades, para proveer a la publicación de los trabajos aprobados y promover, dentro de un lapso tres años, la realización de un segundo congreso.

Son varios los puntos donde se advierte el origen de muchas líneas de la política separatista actual pero también muestra puntos que desarman ciertas falacias. Uno de ellos es que el mismo congreso, al ser convocado, llama «araucana» a la etnia, cosa que no hubiera hecho si estuviese circulando con anterioridad el término introducido en sus actas, es decir, el vocablo «mapuche». Si en 1961 el término hubiera sido de uso generalizado, nunca hubiera denominado «araucana» a la etnia. Pero también echa por tierra la mentira de la existencia de un territorio llamado «Mapu». No existía en absoluto esa noción. El congreso sólo se refiere a un área «cultural» denominada «araucana».

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Marcelo Javier de los Reyes. «Los hombres que nos dieron la Patagonia. Estanislao Zeballos y los derechos soberanos de la Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 20/10/2017, https://saeeg.org/index.php/2017/10/20/los-hombres-nos-dieron-la-patagonia-estanislao-zeballos-los-derechos-soberanos-de-la-argentina/.

[2] Estanislao S. Zeballos. Viaje al país de los araucanos. Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2005, p. 487-488.

[3] Manuel José Olascoaga. El Sargento Claro o la guerra de Chile. Buenos Aires: Establecimiento tipográfico de la Agricultura, 1898, 249 p.

[4] Ibíd., p. 18.

[5] Ídem.

[6] Ibíd., p. 19.

[7] Ibíd., p. 144.

[8] Ibíd., p. 226.

[9] Ibíd., p. 169.

[10] Ibíd., p. 174.

[11] Ibíd., p. 158.

[12] Bertha Koessler. Cuentan los araucanos. Buenos Aires: Espasa Calpe Argentina, 1954, 153 p.

[13] Ibíd., p. 9.

[14] Ibíd., p. 10-11.

[15] Gregorio Álvarez. El tronco de oro. Neuquén: Editorial Siringa Libros, 1981.

[16] Ibíd., p. 191 y 192.

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LA HIPOCRESÍA DE JUNTOS POR EL CAMBIO RESPECTO DEL PRESUPUESTO DE DEFENSA Y LA NECESIDAD DEL PLANEAMIENTO ESTRATÉGICO

Marcelo Javier de los Reyes*

El dramaturgo Bertolt Brecht expresó: «Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad».

La verdad es que cuando gobernó Cambiemos continuó con la misma política de Defensa y de desinversión que mantuvieron los gobiernos kirchneristas, tal como lo manifesté oportunamente.

El 5 de septiembre Juntos por el Cambio, que no están ni «juntos» ni promueven ningún «cambio» —que para mostrarse distintos de sí mismos cambiaron su nombre de «Cambiemos», así como sus socios en la incubación de las desventuras de la Nación pasaron de llamarse «Frente para la Victoria» a «Frente de Todos»—, emitieron un comunicado de prensa sobre la III Jornada de JxC de Análisis del Presupuesto de Defensa 2022. Según el mismo «El presupuesto de Defensa deja indefensa a la Argentina» y entre sus conclusiones expresa que «el presupuesto de Defensa es irrelevante e insuficiente para cumplir con la Defensa Nacional, poniendo en riesgo al país y a los efectivos de nuestras Fuerzas Armadas»… toda una gran revelación.

Agrega que «por décadas la desatención sobre el presupuesto de Defensa ha provocado el efecto equivalente a una decisión no escrita de “desarme unilateral”, lo cual ha conducido a una situación de virtual indefensión del país». Esta situación «expone a nuestros militares a un riesgo innecesario para sus vidas al operar con medios obsoletos y mal mantenidos». Y lo dicen sin sonrojarse a pesar de que entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 fueron gobierno gerenciando la miseria de las Fuerzas Armadas desde el Ministerio de Defensa.

El propio presidente Mauricio Macri habría expresado en una reunión con los altos mandos militares: «Suscribo a todo, hay que unificar y reducir gastos, acostúmbrense a que no hay plata»[1]. Cabe destacar que en 2014, el porcentaje destinado a Defensa respecto del PIB fue del 0,88%, en 2015 del 0,85%, en 2016 del 0,81%, en 2017 del 0,86%, en 2018 del 0,75%, en 2019 del 0,71% y en 2020 del 0,76%[2].

En abril de 2017 el gobierno de Cambiemos anunció un recorte del presupuesto de $ 4.600 millones para el Ministerio de Defensa, ocasionando la suspensión de proyectos —como el de desarrollo de UAV (unmanned aerial vehicle) o vehículo aéreo no tripulado (VANT)—, la racionalización en Líneas Aéreas del Estado (LADE), lo que incrementó la desarticulación territorial de la Argentina en un país en el que ya en la década de 1990 se desmanteló el sistema ferroviario nacional y las líneas fluviales y marítimas, con las consecuencias que ha tenido en el costo de los fletes, la destrucción de las rutas y el incremento de los accidentes viales debido al aumento del transporte automotor de mercaderías.

A lo mencionado cabe recordar que el presupuesto para los agentes civiles de Inteligencia Militar fue “0”. No es necesario mencionar nuevamente lo que detallé en 2017.

A partir de lo expuesto, las cúpulas de las Fuerzas Armadas tienen que asumir que con la actual dirigencia política, oficialismo y oposición, la situación no cambiará en términos presupuestarios. Las Fuerzas Armadas no pueden seguir formando pilotos para una Fuerza Aérea que no tiene aviones y lo mismo es válido para el Ejército y la Armada, porque las únicas que se favorecen son las empresas privadas: los pilotos militares, formados a un alto costo por el Estado Nacional, renuncian para pasar al sector privado. Se siguen formando submarinistas y la Armada no tiene submarinos. Lo hace con la esperanza de que en algún momento algún gobierno adquiera los submarinos, un arma estratégica sumamente necesaria para la Nación. En este punto, aún no se ha determinado quiénes fueron los responsables del «accidente» del «ARA San Juan», de lo que estimo que la responsabilidad debería caer sobre el gobierno y las autoridades navales que tuvieron a su cargo la reparación de media vida así como el gobierno y las autoridades navales que le dieron la orden de zarpada a un submarino que no estaba en condiciones de navegar. Para 2017 había un informe del Ministerio de Defensa sobre todas las falencias que tenía la nave pero, además, ya había un antecedente en el que los tripulantes estuvieron a punto de no poder emerger.

De tal manera que es necesario proceder a una planificación estratégica en términos de Defensa, independientemente del presupuesto. Es necesario ajustar en los recursos humanos pero hay que hacer algunas salvedades. El Ejército Argentino cuenta con casi 58.000 efectivos pero en el caso de una fuerza de tierra se requiere una mayor cantidad de hombres como apoyo logístico por cada combatiente. En este sentido, debe considerarse que la movilización de combatientes requiere el acompañamiento de mayor personal destinado con fines logísticos: personal de servicios, médicos, enfermeros, etc.

Por su parte, la Armada tiene aproximadamente 17.000 efectivos, carece de su arma de submarinos, buena parte de la Flota de Mar no navega y para el presupuesto de 2023 se ha contemplado navegar la ZEE ¡solo 65 días! Aquí se entiende por qué se produce la depredación de nuestras riquezas del Atlántico Sur, a lo que se suman las erróneas políticas diplomáticas y las decisiones que toman los gobiernos de turno. Entre ellas haber ordenado al personal de Inteligencia que «no había hipótesis de conflicto» cuando buena parte del territorio nacional y de su espacio marítimo está siendo usurpado por el Reino Unido, el cual mantiene esa colonia a los efectos de asegurar su proyección antártica y de controlar el estratégico paso bioceánico. Del mismo modo, la Argentina prácticamente hoy tampoco cuenta con una fuerza aeronaval.

La Fuerza Aérea Argentina tiene aproximadamente 14.000 efectivos para unos 24 aviones de combate, entre los que se encuentran los Pucará, los Pampa, los A4, y los destinados a otras misiones como los Hércules y los Lear Jet. Evidentemente aquí se aprecia una desproporción que roza el sinsentido.

De esto se deduce, entonces, que debería reducirse el personal administrativo y civil a los efectos de disminuir los gastos de personal innecesario, el cual sigue vigente para mantener unas Fuerzas Armadas que ya no existen en la misma dimensión. En términos económicos, el sistema de Defensa está sobredimensionado en función del presupuesto actual y futuro.

Así como existe una desproporción del personal de la Fuerza Aérea respecto de los aviones de combate operativos, también la desproporción está en función de los radares. Los radares de última generación no precisan de personal, ni siquiera de personal adicional para su custodia porque podrían ser emplazados en unidades militares —en lugar de localizarlos en lugares para los cuales debe disponerse de custodia— o en aeropuertos y aeródromos que ya cuentan con una guardia.

Con la finalidad de reducir los costos se debería unificar el Comando Antártico y trasladarlo a Tierra del Fuego en lugar de tener sede en la ciudad de Buenos Aires. Esta medida, a su vez, favorecería la Soberanía Nacional a partir de una mayor presencia militar en el sur del país.

Por otro lado, deben tenerse en cuenta las experiencias del conflicto entre Ucrania —léase la OTAN— y Rusia. En tal sentido, se podría contar con una Fuerza Aérea mínima con efectos disuasivos —obviamente más y mejor equipada que la actual— pero poniendo el énfasis en el desarrollo de drones kamikaze y de misiles. Cabe tener en cuenta que los actuales drones iraníes usados por Rusia tienen un costo de unos US$ 20.000 dólares por unidad y un alcance de aproximadamente 2.000 kilómetros. Si el costo de una aeronave ronda los US$ 60 millones o más, podrá estimarse la cantidad de drones que podrían adquirirse, o mejor aún construirse, con el dinero destinado a un avión. Si se construyen en la Argentina se avanza en el desarrollo tecnológico y se favorece a empresas nacionales.

Debe, asimismo, ponerse la mira el desarrollo de la guerra electrónica, ámbito en el que la Argentina se encuentra totalmente indefensa. Ello debe ser complementado con un amplio plan de radarización.

En términos más vinculados al fitness, las Fuerzas Armadas deben adelgazar y poner el acento en su desarrollo muscular en función del magro presupuesto que la oligarquía política le impone, más por ideología y dilapidación de recursos con vanos fines políticos que por la carencia real de recursos. Ante esta mezquindad de los políticos, las cúpulas de las diversas armas deben optimizar las mismas acorde al magro presupuesto.

Si se desean optimizar los medios debe ajustarse en el ámbito de los recursos humanos. Si el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada tienen efectivos a los que no pueden darle no solo un sueldo digno sino tampoco alimentación y mínimas prestaciones que debe recibir todo militar, entonces se hace necesario obrar con pragmatismo. Las Fuerzas Armadas pierden personal calificado no por una cuestión salarial sino más por frustración: no pueden volar, no pueden navegar, no pueden realizar prácticas de tiro, etc. En síntesis, por no poder desarrollar sus capacidades como militar profesional.

Si me preguntaran si es esto lo que desearía para nuestras Fuerzas Armadas, está claro que no, dado que la Argentina es el octavo país en extensión territorial, a lo que se le suman millones de kilómetros cuadrados del espacio marítimo.

Simplemente apelo a lo que estimo que es el buen criterio ante una situación que, está claro, esta dirigencia no tiene intenciones de modificar a pesar de que la Argentina está siendo sometida a una guerra híbrida de la que participan potencias extranjeras, terroristas en la Patagonia con apoyo externo, ONGs también con respaldo externo y dirigentes políticos que no aprecian esta situación, a los que no les importa o que responden también a intereses contrarios a los nacionales.

Argentina está frente a una guerra híbrida, a una guerra de inteligencia, sin Fuerzas Armadas y con un Sistema de Inteligencia Nacional destruido adrede durante estos años de supuesta democracia. Para hacer frente a esta realidad, los altos responsables militares deben obrar con pragmatismo y proceder a una planificación estratégica, a una reestructuración de las fuerzas, en función del presupuesto que los políticos les destinan.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Edgardo Aguilera. “Torniquete al gasto castrense y remate de bienes por más fondos”. Ámbito financiero, 09/03/2017, <http://www.ambito.com/875245-torniquete-al-gasto-castrense-y-remate-de-bienes-por-mas-fondos>, [consulta: 09/03/2017].

[2] “Argentina – Gasto público Defensa”. Expansión / Datosmacro.com, https://datosmacro.expansion.com/estado/gasto/defensa/argentina

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Otros artículos sobre Defensa Nacional publicados en el sitio de la SAEEG

Comandante Espuela (Revista GNA). «¿Existe la Defensa Nacional?». 30/09/2021.

https://saeeg.org/index.php/2021/09/30/existe-la-defensa-nacional/

Marcelo Javier de los Reyes. «Sobre el Ministerio de Defensa y otros ministerios… O la partidocracia». 10/08/2021.

https://saeeg.org/index.php/2021/08/10/sobre-el-ministerio-de-defensa-y-otros-ministerios-o-la-partidocracia/

Marcelo Javier de los Reyes. «La política de destrucción en materia de defensa sigue vigente. Propuesta». 28/03/2021.

https://saeeg.org/index.php/2021/03/28/la-politica-de-destruccion-en-materia-de-defensa-sigue-vigente-propuesta/

Marcelo Javier de los Reyes, «Argentina. La apremiante necesidad de recuperar la industria de la Defensa». 12/12/2020.

https://saeeg.org/index.php/2020/12/12/argentina-la-apremiante-necesidad-de-recuperar-la-industria-de-la-defensa/

Marcos Kowalski. «Táctica, estrategia, equipamiento y defensa». 29/09/2020.

https://saeeg.org/index.php/2020/09/29/tactica-estrategia-equipamieto-y-defensa/

Marcos Kowalski. «Defensa, negocios, desarme». 21/08/2020.

https://saeeg.org/index.php/2020/08/21/defensa-negocios-desarme/

César Augusto Lerena. «La Defensa Nacional del Atlántico Sur». 14/05/2020.

https://saeeg.org/index.php/2020/05/14/la-defensa-nacional-del-atlantico-sur/

Reinaldo Cesco. «Argentina. Defensa Nacional + Seguridad». 27/04/2020.

https://saeeg.org/index.php/2020/04/27/argentina-defensa-nacional-seguridad/

Marcelo Javier de los Reyes. «Fuerzas Armadas. Cambiemos continúa con la política kirchnerista de destrucción de la Defensa Nacional». 14/03/2017.

https://saeeg.org/index.php/2017/03/15/fuerzas-armadas-cambiemos-continua-con-la-politica-kirchnerista-de-destruccion-de-la-defensa-nacional/