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LA GUERRA, LA PAZ Y EL ORDEN

Alberto Hutschenreuter*

Imagen: geralt en Pixabay, https://pixabay.com/es/illustrations/guerra-paz-circuito-principio-2017444/

 

Promediando la tercera década del siglo XXI, el principal rasgo del mundo es el pronunciado desequilibrio que existe entre las tres situaciones tradicionales en las relaciones internacionales: la guerra, la paz y el orden entre Estados.

Las dos primeras son una regularidad protohistórica, más la primera, pues desde la misma primera confrontación que registra la historia, la mítica batalla de Kadesh, la guerra y la paz no fueron situaciones que se sucedieron o alternaron, pues la guerra no solo fue el hecho predominante a través de los siglos, sino que no pocas veces fue el factor de cambio mayor en el curso de las relaciones entre Estados. No obstante, hubo ciclos de relativo «descanso» entre los actores, pero nunca hubo periodos de «paz total», es decir, inexistencia de choques armados y estado de armonía internacional.

En cambio, guerras totales, es decir, en las que los propósitos por parte de los contendientes consisten en la consagración de los recursos del Estado a la guerra y el aniquilamiento del enemigo, hubo muchas veces, por caso, la tercera guerra entre Roma y Cartago, la Guerra de los Treinta Años (en particular la batalla de Lützen), la Segunda Guerra Mundial, por citar algunas de las principales.

En referencia al orden internacional, se trata, en rigor, de prácticamente la única posibilidad real de paz, pues el orden supone un acuerdo mayor entre los poderes que cuentan, en relación con determinadas pautas de convivencia y de gestión de conflictos interestatales e intraestatales. Además, los órdenes internacionales probaron que no solo son posibles y relativamente durables, sino que proporcionan un sistema de coexistencia y, sobre todo en tiempos de armas nucleares, una “cultura estratégica”.

Durante el último siglo, hubo guerra, paz (relativa) y orden internacional. Se inició con una guerra mundial; durante la primera parte de los años veinte hubo una situación de cooperación importante, como lo destaca la historiadora Margaret MacMillan, y después de 1945 hubo orden o régimen internacional. Terminada la Guerra Fría existió un orden con base en el comercio y en la prolongación de las instituciones internacionales post 1945, modelo este último que, con evidentes síntomas de fatiga y también de reluctancia por parte de determinados actores, se mantiene en parte hasta hoy.

Relativamente, este sistema u orden se extendió hasta la crisis financiera de 2008, hasta prácticamente fenecer tras los sucesos de Ucrania-Crimea en 2013-2014. Desde entonces, las relaciones internacionales se fueron extraviando, creció la tensión entre los actores preeminentes y el alcance del multilateralismo descendió a mínimos casi históricos. Posiblemente, el último momento de colaboración interestatal fue para «gestionar» la crisis financiera.

El descenso de la política internacional fue tal que es muy difícil hallar hipótesis esperanzadoras sobre el curso de la misma, situación que contrasta fuertemente con los primeros años de la década del noventa, cuando predominaban los enfoques altamente promisorios.

En este contexto, la pandemia y la guerra sumaron más frustración e inquietud. La primera porque no impulsó ningún nuevo sistema de valores de cooperación que implicaran un «nuevo comienzo»; la segunda, porque recentró un fenómeno regular en las relaciones internacionales, cuando se consideraba que la violencia en el mundo había disminuido y las grandes guerras ya no eran posibles.

De modo que, en el escenario Internacional actual, la guerra, la paz y el orden se encuentran muy desiguales.

En buena medida es un mundo que tiene algunas semejanzas con el mundo pre 1914, pues entonces, la rivalidad interestatal se había vuelto más tensa, no había ya orden internacional, aumentaban el nacionalismo y el armamentismo, el ascenso de Alemania provocaba inquietud, etc.

A diferencia de entonces, hoy los poderes preeminentes se encuentran enfrentados, es decir, están en una situación que va por delante de la competencia y rivalidad. En el caso de Occidente y Rusia, la situación es de «no guerra», es decir, de enfrentamiento indirecto y en el caso de China y Estados Unidos el estado es de creciente desconfianza.

Se trata de una diferencia inquietante: como ha recordado Henry Kissinger, en 1914 fueron a la guerra los poderes preeminentes que no tenían verdaderamente motivos para hacerlo. Pero hoy sí los hay, al menos de modo altamente discernible entre Rusia y Occidente, pues la guerra en Ucrania se ha tornado casi irreductible y, como hemos dicho en otros trabajos recordando las palabras del general MacArthur, para las partes en liza «no hay sustituto para la victoria». En cuanto a China y Estados Unidos, no hay motivos de modo directo, pero hay situaciones que podrían deteriorar sensiblemente las relaciones, por caso, Taiwán, Mar de China, Hong Kong, Ucrania, la tecnología, etc.

Claro que también la situación relativa con las capacidades es muy diferente, pues hoy las mismas son infinitamente más destructivas y ello sin considerar el poder nuclear, esfera en la que existe cada vez más preocupación como consecuencia del desajuste que podría haberse producido en el «equilibrio del terror». Es cierto que una guerra atómica no está «a la vuelta de la esquina», pero tal poder se funda en la credibilidad de su utilización. Por ello, tales capacidades disuaden y persuaden.

Aunque se presenta complejo, es posible que en Ucrania se alcance un cese. Sin embargo, aún en el mejor de los casos la situación internacional entre Occidente y Rusia, dos «actores estratégicos de orden internacional», quedará afectada por los altos niveles de desconfianza. Es decir, persistirá la falta de configuración internacional, aún de un esbozo, quedando como sucedáneo de un orden el comercio internacional (que no es un orden propiamente dicho) y el bipolarismo tirante entre Estados Unidos y China.

Asimismo, el nivel de los poderes intermedios también se encuentra atravesado por situaciones de guerra, no guerra y tensiones. En este cuadro, Oriente Medio es la placa más peligrosa, pues la guerra que hoy tiene lugar allí se encuentra ad portas de una escalada y extensión de actores.

Por tanto, pensando en Raymond Aron, podríamos considerar que la situación actual es acaso más compleja y riesgosa, pues si hace más de sesenta años el experto francés estimaba y advertía que la situación en tiempos del orden bipolar era de «paz imposible, guerra improbable», hoy es de «guerra real, paz irrealizable, orden distante».

 

* Miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

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WALLERSTEIN Y EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO MUNDIAL

Giancarlo Elia Valori*

Immanuel Wallerstein (1930-2019), conocido como un erudito neomarxista en la academia occidental, fue profesor de sociología e historia económica en la Universidad de Columbia, la Universidad de Binghamton, la Universidad McGill y la Universidad de Yale, así como presidente de la Asociación de Estudios Africanos y la Asociación Internacional de Sociología.

Publicó una serie de monografías sobre el surgimiento y desarrollo del sistema económico mundial capitalista, que tuvo un enorme impacto en los círculos internacionales. Los círculos universitarios occidentales de hoy estudian la historia del capitalismo como la historia de un sistema mundial, y una escuela internacional se ha desarrollado sobre el tema. Wallerstein es la figura central de esta escuela de pensamiento. El surgimiento de la “teoría del sistema-mundo” en la década de 1970 estuvo marcado por el libro The Modern World System: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World Economy in the Sixteenth Century publicado en 1974 por Academic Press, Nueva York.

En las décadas de 1950 y 1960, los teóricos de la modernización representados por el sociólogo estadounidense Talcott Parsons (1902-79) creían que el camino experimentado por los países occidentales desarrollados era exactamente aquel en el que se embarcaban los países en desarrollo, a saber, la modernización, la occidentalización y la americanización, concebidas como un sistema que debía cumplir cuatro requisitos funcionales con vistas a perpetuarse: 1. preservar su identidad en el tiempo; 2. definir sus límites con el entorno externo; 3. garantizar la integración entre sus partes; 4. establecer sus objetivos y organizar los medios para alcanzarlos. Por lo tanto, ya podemos entender las derivas negativas de este sistema, que se intentó imponer a diferentes culturas y valores con opresión y violencia.

Este “centrismo occidental” se ha encontrado con muchas objeciones, de las cuales la “teoría de la dependencia” y la “teoría del sistema-mundo” se encuentran entre las dos respuestas principales. A diferencia de la “teoría de la dependencia”, que ve al país como una unidad de investigación, la “teoría del sistema-mundo” considera al globo como un todo y, a través del análisis de los tres niveles de política, economía y civilización, revela profundamente el “centro-semiperiferia” como el mecanismo de evolución y funcionamiento de la estructura de los bordes exteriores.

En la era de la globalización económica, el estudio de la “teoría del sistema-mundo” interpreta de manera más exhaustiva las contradicciones, dificultades y tendencias de desarrollo del sistema mundial capitalista contemporáneo y ve más claramente el socialismo todavía como una perspectiva de fuerza “antisistema”.

La primera pregunta que hacemos se refiere al concepto y origen teórico del sistema mundial. Wallerstein cree que “el sistema mundial es un sistema social con una amplia división del trabajo, que tiene alcance, estructura, grupos de miembros, reglas racionales y cohesión”. Por un lado, la vida dentro de este sistema es autosuficiente; Por otro lado, la fuerza impulsora detrás del desarrollo de este sistema es interna. Los países, las naciones y los grupos étnicos no son sistemas completos. Según este criterio, hasta ahora solo ha habido dos sistemas mundiales diferentes: el imperio mundial y la economía mundial. Un imperio mundial es un sistema político único que controla una vasta area. La economía mundial, por el contrario, es una red económica autónoma sin un centro político unificado que pueda separarse de la política y actuar por sí misma.

El imperio mundial superiorem non recognoscens fue una característica permanente de la escena mundial durante cinco milenios y la centralización política es tanto la causa de su creación como la fuente de su desaparición. Esto se debe a que la centralización política puede basarse en la violencia (gravámenes, impuestos, guerras) para garantizar el flujo económico de la periferia al centro. La burocracia requerida para tal estructura política, sin embargo, extrae demasiado beneficio, especialmente cuando la opresión y la explotación conducen a la resistencia que expande la inversión militar.

A medida que los logros sociales, el progreso tecnológico y el desarrollo del modo de producción en el mundo moderno eliminan el “desperdicio” de la superestructura política excesivamente engorrosa, la plusvalía de la clase baja a la alta, de la periferia al centro, de la mayoría a la minoría, aumenta significativamente.

Cuando los grupos (más tarde Estados) se hicieron étnicamente conscientes, la misión histórica del imperio mundial ―o más bien misión “universal” del proto-Estado egipcio a la concepción romano-imperial― llegó a su fin, en el siglo XVI el preludio del sistema económico mundial moderno se abrió con la profunda crisis del Sacro Imperio Romano, más tarde Imperio Germánico. La investigación de Wallerstein comienza aquí.

Su suposición lógica es que el capitalismo es un sistema histórico que es cíclico y tiende a declinar. El surgimiento de la “teoría del sistema-mundo” tiene su propio conjunto de profundos conocimientos, conocimientos y experiencias. En sus primeros años, Wallerstein se dedicó a la investigación sobre el desarrollo africano de la posguerra. Durante sus investigaciones e investigaciones a largo plazo, se dio cuenta de que en la década de 1960 las teorías de modernización occidentales veían el desarrollo como la limitación (explotación) de ese mismo desarrollo individual en los países en desarrollo. Por lo tanto, asumió la imposibilidad de un modelo de desarrollo mundial. Esa experiencia se convirtió en la motivación intrínseca para que Wallerstein se dedicara al estudio del “sistema-mundo”.

En términos de origen de la teoría y los métodos de investigación, la creación y el desarrollo de la “teoría del sistema-mundo” está influenciada por diversos estudios de la sociedad. En términos de métodos de investigación, Wallerstein se basó en la École des Annales francesa, fundada por Marc Bloch (1866-1944) y Lucien Febvre (1878-1956), e integró métodos de investigación de historia, sociología, economía, ciencias políticas, antropología, geografía y otras disciplinas para crear el “enfoque multidisciplinario integrado”, es decir, el método de investigación.

En cuanto a los orígenes del estudio, Wallerstein tomó prestado el concepto de “mundo económico” de Fernand Braudel (1902-85), heredero de Marc Bloch, a través de su teoría de la “longue durée”, así como las tesis del economista ruso Nikolai Dmitrievič Kondrat’ev (1882-1938), y heredó la economía política y la teoría de clase de la acumulación de capital de Marx.

El método de análisis toma prestado el modelo centro-periferia de la teoría de la dependencia y del análisis de la teoría de la causa externa, y absorbe la visión del desarrollo de la teoría de la causa interna de la teoría de la modernización. Además, el funcionalismo estructural, es decir, una teoría por la cual las sociedades y los organismos vivos en sus diversas partes constituyen sistemas que, a su vez, operan juntos como un todo funcional, tuvo un impacto importante en el desarrollo de la teoría del “sistema-mundo”.

Wallerstein cree que aunque la historia humana incluye las historias de varias tribus, etnias, naciones y estados-nación, estas historias nunca se desarrollan de forma aislada y siempre están interconectadas para crear el “sistema-mundo”. Especialmente desde el establecimiento del sistema económico mundial capitalista, que se ha expandido día a día “hasta abarcar todo el mundo”. Ningún país puede mantenerse separado del mundo exterior. También es en este sentido que Wallerstein a menudo usa la expresión “sistema-mundo” en lugar de “sistema económico mundial capitalista”.

A finales del siglo XV y principios del siglo XVI, con el desarrollo del modo de producción capitalista, comenzó a desarrollarse un “sistema económico mundial” centrado en el noroeste de Europa, es decir, el “sistema económico mundial capitalista”. Según Wallerstein, el sistema mundial tiene dos componentes: por un lado, la economía mundial capitalista se basa en una división mundial del trabajo, en la que a diferentes regiones de la economía mundial (centro, periferia, semiperiferia) se les han asignado roles económicos específicos. Han desarrollado diferentes estructuras de clase y, por lo tanto, han utilizado diferentes métodos de control del trabajo y se han beneficiado de manera desigual del funcionamiento del sistema económico mundial.

La economía mundial capitalista no puede existir sin ninguno de estos roles. Por otro lado, el establecimiento de Estados independientes y el surgimiento de sistemas estatales son signos importantes de la diferencia entre el sistema mundial capitalista y los imperios mundiales anteriores con una sola estructura política. Bajo el efecto de la división del trabajo y la acumulación de capital, los países fuertes emergieron en el centro de la economía mundial y los países débiles en el margen periférico.

La competencia entre países fuertes creó hegemonías en la historia, y la insatisfacción de los países débiles condujo al «movimiento anti-establishment» dentro del sistema mundial capitalista. Del siglo XVI al XX, tres países hegemónicos surgieron en el sistema mundial capitalista: los Países Bajos a mediados del siglo XVI; Inglaterra en los siglos XVII y XVIII, y los Estados Unidos de América a mediados del siglo XX.

“El problema es que la hegemonía es efímera. Una vez que un país se convierte en una potencia hegemónica, comienza a declinar”. Esto ha desencadenado una serie de cambios importantes en el modelo mundial entero.

Por lo tanto, en el marxismo crítico heredado, la École des Annales es la base de la teoría de las estructuras disipativas (un sistema abierto que trabaja en un estado lejos del equilibrio) en la construcción de un nuevo sistema económico mundial. Esta es la teoría general de la escuela de Wallerstein. Incluye dos aspectos, a saber, la integridad del espacio y el tiempo.

En el espacio, el centro del sistema mundial moderno es la semiperiferia, y el borde consiste en las regiones económicas y la forma de Estado-nación del sistema internacional. Con el tiempo, el rendimiento dinámico del sistema mundial moderno de la tendencia longue durée es un ritmo cíclico.

Por lo tanto, se necesita un enfoque multidisciplinario integrado para crear una historia alternativa de las ciencias económicas, sociales, naturales y humanísticas con el fin de eliminar la tensión “entre” y “dentro” de las diferentes disciplinas que estudian las dimensiones del espacio y el tiempo.

La teoría de Wallerstein sobre la deconstrucción de toda la disciplina tradicional de las ciencias socioeconómicas heredada del mito nacional, de la cual entendemos la historia y la reconstrucción del sistema histórico, tiene implicaciones importantes.

Mientras hereda críticamente el marxismo, Wallerstein construye el holismo de su escuela del sistema-mundo, que incluye dos aspectos, es decir. la totalidad del espacio-tiempo y la totalidad del conocimiento. Con respecto al espacio, el sistema-mundo moderno es un elemento constitutivo de la economía mundial o sistema internacional, mientras que, con respecto al tiempo, las características dinámicas del sistema-mundo moderno muestran tendencias centenarias y ritmos cíclicos que tienden hacia su fin. El holismo de Wallerstein deconstruye el mito de las naciones y el mito de la ciencia económica tradicional, que es particularmente esclarecedor para comprender la historia y reconstruir el sistema histórico y económico que subyace al viejo orden mundial.

Cuando en la segunda reunión de la Comisión Central de Profundización Integral de las Reformas del 11 de julio pasado, Xi Jinping habló sobre la construcción de un nuevo sistema de economía abierta con un nivel más alto, en mi opinión también quiso interpretar las palabras de Wallerstein sobre la actual situación económica mundial desordenada e injusta.

 

Nota: artículo escrito en julio de 2023.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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LA OTAN, SIEMPRE CONVENIENTEMENTE ÚTIL

Marcelo Javier de los Reyes*

El presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, Foto: AFP.

 

«Sin la OTAN, Europa no sólo se volvería vulnerable sino que, casi inmediatamente, también se fragmentaría políticamente. La OTAN garantiza su seguridad y proporciona un cuadro sólido para la unidad europea».

Zbigniew Brzezinski

 

Poco después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los aliados comenzaron a poner sobre la mesa sus diferencias y comenzó lo que se denominó la Guerra Fría. Dos sistemas económicos y dos formas de vida dividían por entonces al mundo: el capitalismo y el comunismo.

El 17 de marzo de 1948 Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y el Reino Unido firmaron el Tratado de Bruselas o «Tratado de colaboración económica, social y cultural y de legítima defensa colectiva», dando nacimiento a la Unión Occidental, la cual incluyó una cláusula de defensa mutua de todos los países firmantes. De esta manera, Bélgica y los Países Bajos dejaron de lado su tradicional neutralidad. El avance del comunismo y la expansión de la Unión Soviética (URSS) atemorizaron a los países del occidente europeo, sobre todo cuando la democracia en Checoeslovaquia fue violentamente interrumpida en febrero de 1948.

Cuando en 1947 el secretario de Asuntos Exteriores británico, Ernest Bevin, le propuso al secretario de Estado, George Marshall, participar de una alianza militar los Estados Unidos se manifestaron renuentes. Estas reservas no se mantendrían por mucho tiempo.

Los Estados Unidos, fortalecido su liderazgo como consecuencia de la guerra, se apropiaron del «mundo occidental» y comenzaron a liderar a los aliados del oeste europeo. El proyecto de una reconstrucción de Europa mediante una unión del oeste y del este del continente bien pronto se mostró como algo irrealizable. La ilusión de una Europa que se constituyera como una tercera fuerza en el orden internacional se desvanecía.

No pasaron cuatro años del fin de la guerra para que el 4 de abril de 1949 se fundara la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de la mano de Estados Unidos —mediante el Tratado de Washington—, sumando a Canadá, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia, a los que en 1952 se incorporaron Grecia y Turquía.

La creación de la OTAN cercenó cada vez más la capacidad de iniciativa de los países europeos, la cual ya se manifestaba desde el fin de la Primera Guerra Mundial[1] [2].

En 1955 se unió Alemania Occidental a la Alianza Atlántica pero también en ese mismo año los países miembros de la URSS crearon el Pacto de Varsovia. El 30 de mayo de 1982 España se convirtió en el miembro número dieciséis de la OTAN.

La Alianza ha debido superar situaciones embarazosas como por ejemplo, el conflicto de Chipre, iniciado a mediados de julio de 1974, tras el golpe de Estado para destituir al presidente, el arzobispo Makarios III, golpe orquestado por la junta militar en Atenas. Lo que parecía un conflicto nacional derivó en uno internacional cuando fuerzas de Turquía invadieron la parte norte de la isla. El gobierno turco fundamentó sus acciones en conformidad con el Tratado de Garantía, promulgado en 1960 por Chipre, Grecia, Turquía y Reino Unido. La invasión llevó a un enfrentamiento armado entre Grecia y Turquía que llegó a paralizar a los mismos europeos ante esta situación desatada en su continente y entre miembros de la misma organización militar.

Hacia el mundo «unipolar»

En 1989 se produjo del derrumbe del Muro de Berlín y en 1991 la implosión de la URSS, desintegración que implicó la inmediata disolución del Pacto de Varsovia, pero que no llevó a la disolución de la OTAN.

En 1991 se le había prometido a Mijail Gorbachov que la OTAN no se expandiría sobre el espacio postsoviético si permitía que la ex Alemania Oriental se incorporara a la Alianza Atlántica. Vladimir Putin siempre mantuvo que la Alianza no estaba cumpliendo con dicha promesa. En 2007, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, Putin arremetió contra los Estados Unidos y advirtió del «peligro» de sus «acciones unilaterales»[3].

El actual secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que una promesa de este tipo «nunca se hizo», pero pronto fue desmentido por la revista alemana Der Spiegel que publicó un documento que confirma que se le había prometido a Gorbachov, en 1991, que la OTAN no se expandiría hacia el este[4]. El artículo publicado el 18 de febrero de 2022 bajo el título «La OTAN no se extenderá ni formal ni informalmente hacia el Este», cita el documento con las palabras del representante de los Estados Unidos, Raymond Seitz, en esa ocasión. Ese documento es al que durante décadas se ha aferrado Rusia para afirmar que «la expansión de la OTAN hacia el este violó los compromisos de Occidente tras la caída del Muro de Berlín. Ahora ha aparecido un documento notable».

Después de la Guerra Fría y del colapso de la URSS, los EEUU prosiguieron su camino de transformación de la Alianza, de globalización y de incremento de su poder militar. Fue el breve período de «dominio unipolar». El pretexto era que el mundo se tornó más peligroso y que hubo un aumento de las amenazas.

Para Brzezinski, la expansión de la UE debía ir acompañada de la expansión de la OTAN durante la post Guerra Fría. Según él, Europa era una especie de «cabeza de puente para Estados Unidos en Eurasia». La OTAN representaba el principal baluarte de la influencia militar estadounidense en Europa. Sin embargo, por esa época algunos de los miembros europeos de la OTAN consideraban que no era necesario mantener los gastos elevados en defensa tras la desaparición de la URSS pero la realidad es que durante la Guerra Fría los europeos se acostumbraron a vivir bajo la protección de los Estados Unidos y a no tomar decisiones por sí mismos.

Bien pronto, la guerra de Yugoslavia —en realidad serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001— resultó muy oportuna a los intereses de los Estados Unidos y sirvió para demostrarles a los europeos que sin su apoyo no se podían resolver los conflictos del continente. Esto favoreció mantener vigente la OTAN e impulsar su expansión hacia el este favoreciendo el avance de la Alianza hacia el espacio postsoviético, incorporando en 1999 a Hungría, Polonia y la República Checa, en 2004 a Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, en 2009 a Albania y Croacia, en 2017 a Montenegro y en 2020 a Macedonia del Norte.

La existencia de la Alianza parecía ya no tener sentido y en 2019 el presidente francés Emmanuel Macron declaró que Europa debía comenzar a actuar como una potencia si no quería desaparecer. Afirmó que estaban ante la «muerte cerebral» de la OTAN y que la Unión Europea estaba «al borde del precipicio» por la falta de compromiso del presidente estadounidense Donald Trump[5].

Nueva avanzada hacia el este

Luego de Yugoslavia, en 2001, en Afganistán se creó la denominada International Security Assistance Force (ISAF), misión de seguridad multinacional en ese país con un mando conjunto con una notable influencia de Estados Unidos, hasta que se hizo cargo la OTAN. Fue la primera misión fuera de su marco geográfico hasta la fecha y la más prolongada hasta el retiro de tropas en 2021.

Pronto, un nuevo conflicto en Europa recuperó a la OTAN de esa «muerte cerebral» en ese continente, un conflicto que llevaba años en proceso de incubación, que fue insuflado a través de la Revolución Naranja y de la revolución de Maidán: el de Ucrania. La llegada al gobierno de ese país del actor Volodímir Zelenski puso nuevamente sobre la mesa el interés de Ucrania por integrarse a la Alianza, obviamente con el necesario incentivo de la angloesfera y pese a las reiteradas advertencias de Vladimir Putin.

La operación militar especial de Rusia en Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022 no significó el comienzo del conflicto, que ya en abril de 2014 se había iniciado como conflicto armado en el Dombás (Ucrania oriental). No obstante la operación de 2022 sirvió, como la guerra de Yugoslavia o la de Afganistán, para revitalizar la OTAN: en el marco de la cumbre celebrada en Vilna (Lituania), los representantes de la Alianza expresaron que invitarán a Ucrania cuando los aliados «estén de acuerdo y se cumplan las condiciones». Obviamente, esto molestó a Zelensky pero una vez más, la OTAN comandaba.

En tanto la OTAN abastece de armamento a Ucrania, Zelensky solicita cada vez más, llegando a pedir material muy sofisticado que los aliados le van entregando de a poco, en algunos casos pertrechos viejos y fuera de uso como los blindados Leopard que de ninguna manera le ayudarían a derrotar a Rusia aunque si a incrementar la deuda futura con Occidente.

A raíz de la guerra entre Ucrania y Rusia, Finlandia y Suecia solicitaron el ingreso a la OTAN pero ante el bloque de Turquía con respecto a la incorporación de Suecia, en abril de 2023 Finlandia se convirtió en el 31° país miembro de la Organización.

En septiembre de 2022 Zelenski y el presidente y consejero delegado de BlackRock, el mayor gestor de inversiones del mundo —de origen estadounidense—, Larry Fink, se reunieron por videoconferencia para impulsar las inversiones públicas y privadas en Ucrania. Larry Fink le ofreció asesorar a Kiev para captar fondos para la reconstrucción con el propósito de impulsar la descalabrada economía ucraniana[6].

Mediante ese acuerdo, la división BlackRock’s Financial Market Advisory «participará en el diseño de la estructura, el proceso de inversión, la gobernanza y el uso de los ingresos de un fondo de reconstrucción». De hecho, se haría cargo del gobierno ucraniano para facilitar la participación de inversores públicos y privados en la reconstrucción y restauración de la economía de Ucrania. Pero nada será gratis. A los inversores se les ofrece «un rendimiento justo y equitativo».

La guerra no ha terminado pero el 21 de junio de 2023 se dio inicio en Londres a la Conferencia de Recuperación de Ucrania 2023 (CRU 2023), que reunió a un gran espectro de representantes para ayudar a movilizar apoyo financiero y político para la recuperación del país al finalizar la guerra[7].

A modo de conclusión

La OTAN ha logrado sobrevivir a su contraparte, el Pacto de Varsovia, creado por la URSS para enfrentar a la alianza occidental.

En los momentos en que todo podría justificar la disolución de la Alianza siempre emergió un conflicto que justificó su existencia. Su objetivo siguió siendo Rusia, que había intentado establecer una relación armoniosa como parte de Europa, a la cual pertenece.

Rusia y el control del este europeo no ha dejado de ser el objetivo de la angloesfera para lo cual ha arrastrado a una Europa cuya dirigencia contribuye en continuar esmerilando su fuerza en el marco de la comunidad internacional. Esta guerra que no debió haber comenzado pero que fue impulsada por la angloesfera y que se niega a que termine, ya que tanto los Estados Unidos como el Reino Unido se oponen a toda negociación que ponga fin al conflicto —recuérdese que en febrero de 2023 el ex primer ministro de Israel, Naftali Bennett, manifestó que Estados Unidos y sus aliados bloquearon un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia—, es un gran negocio para las empresas de energía y de armas. En este sentido no debe soslayarse el sabotaje a los ductos Nord Stream I y II. Europa ha quebrado su dependencia del gas y del petróleo ruso, al menos directamente, pero ha incrementado notablemente los costos de la energía y ha puesto en recesión al motor de la Unión Europea, Alemania, la cual se abastecía energéticamente de Rusia.

Además varios países de Europa Oriental dejarán de lado su viejo armamento soviético y ruso para incorporar material estadounidense o de otros socios de la OTAN.

Esta es una guerra geoeconómica y geopolítica pero, a pesar de lo que los medios occidentales -censura mediante- difunden sobre los efectos de las sanciones a Rusia, los daños no han sido todo lo perjudiciales que esperaban y han puesto a Rusia más cerca de China a la vez que han acelerado procesos como la definición de ciertos países que no adhieren a las sanciones impuestas del mundo occidental, ha impulsado a que varios países soliciten el ingreso a los BRICS y está llevando a una desdolarización de la economía mundial.

No obstante ha logrado dominar a Ucrania y ha generado una ruptura entre los ucranianos y los rusos a la vez que ha ahondado la que existía entre los mismos ucranianos, la que será difícil de superar, es decir, que ha logrado sacar a Ucrania de la órbita de influencia rusa pero a un grave costo que quizás la población ucraniana aún no haya percibido. El país está fuertemente endeudado, de hecho económicamente gobernado por un fondo de inversión, y ha perdido prácticamente su litoral sobre el mar Negro, con lo que ello implica.

No es la primera vez que una intervención militar de la OTAN es seguida por una operación de reconstrucción de postguerra. En cuanto a Europa, su economía ha sido perjudicada, su poder industrial se verá afectado por los altos costos energéticos y seguirá disminuyendo su peso a escala global. En síntesis, Ucrania y la propia Europa resultan las más perjudicadas de esta confrontación. La angloesfera ha dado un paso más en el sometimiento de Europa y ello debido a la falta de decisión de los propios líderes europeos.

Como se ha mencionado, el aceleramiento de los efectos indeseados tampoco favorecerá a la angloesfera, pero como todo imperio arrastrará al resto del mundo en su descenso.

Mientras tanto, Ucrania, como Yugoslavia o Afganistán en su momento, ha servido para que la OTAN continúe justificando su existencia.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Primera parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 18/11/2020,  https://saeeg.org/index.php/2020/11/18/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-primera-parte/.

[2] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Segunda parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 19/11/2020, https://saeeg.org/index.php/2020/11/19/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-segunda-parte/.

[3]  Marcelo Javier de los Reyes. «2023: Escenarios regionales, escenario global. Repercusiones de los mismos en Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 30/03/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/03/30/2023-escenarios-regionales-escenario-global-repersuciones-de-los-mismos-en-argentina/.

[4] Klaus Wiegrefe. „Neuer Aktenfund von 1991 stützt russischen Vorwurf”. Der Spiegel, 18/02/2022, https://www.spiegel.de/ausland/nato-osterweiterung-aktenfund-stuetzt-russische-version-a-1613d467-bd72-4f02-8e16-2cd6d3285295.

[5] Henry Samuel and Dominic Nicholls. «Emmanuel Macron left isolated as Nato allies dismiss his claim organisation is ‘brain dead’». The Telegraph, 28/11/2019, https://www.telegraph.co.uk/news/2019/11/28/emmanuel-macron-defends-nato-brain-death-claims-wake-call-alliance/.

[6] Miguel Moreno Mendieta. «BlackRock asesorará gratis a Ucrania para atraer fondos para la reconstrucción». Cinco Días, 19/09/2022,  https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/09/19/fondos_y_planes/1663580842_631559.html.

[7] Burak Bir.  «La Conferencia de Recuperación de Ucrania inició en Londres». Agencia Anadolu, 21/06/2023, https://www.aa.com.tr/es/mundo/la-conferencia-de-recuperaci%C3%B3n-de-ucrania-inici%C3%B3-en-londres/2927575.

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