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¿QUÉ HA CAMBIADO, LA SOCIEDAD O LA DIRIGENCIA POLÍTICA?

Héctor Melitón Martínez*

Imagen: 8385 en Pixabay

Disculpen si me dedico a reflexionar sobre temas que a muchos no les interesan, pero es fácil solucionarlo, no lo leo, lo borro y a otra cosa. De lo contrario, lo leo, lo reflexiono, lo debato y lo critico; estos serían los pasos más productivos para todos y especialmente para quien expone sus inquietudes.

Ante la crisis sociopolítica que vivimos, agravada con las PASO recientes, me pregunto ¿qué es lo que ha cambiado, la sociedad o la dirigencia política? Este es un importante interrogante que debe persistir entre todos los que desean la recuperación de nuestra querida Patria y da lugar a distintas hipótesis sobre los escenarios presentes y futuros para poder superarnos en base a estrategias que tengan como base acertados diagnósticos.

Para analizar este interrogante comenzaré por la sociedad: ¿Es igual la sociedad que integramos en este siglo XXI a la que conocimos en el último cuarto de siglo XX? Yo creo que no; percibo un cambio de época histórica que atraviesa la humanidad toda, un cambio como fue el paso de la Edad Media a la modernidad, ahora sería de la modernidad a la pos modernidad o a la modernidad tardía o a la modernidad líquida en términos de Zigmunt Bauman (sociólogo polaco).

Estamos transitando lo que algunos llamaron “crisis orgánica”, no sabemos si esto es una etapa final de la modernidad o ya es un tiempo nuevo tanto histórico, político, cultural, un tiempo que no termina de morir y uno nuevo que no termina de nacer. Es por eso que considero que los que transitamos la edad de la adultez mayor, se nos hace difícil de comprender ciertos paradigmas que se han instalado.

Esta etapa a la que hago referencia y que marco como un cambio de época, puede considerarse que sus inicios serían en los años de 1970, con la llamada crisis del petróleo donde pasamos de un paradigma productivo a uno financiero; otros hitos en este cambio que podemos señalar son la caída del Muro de Berlín y la crisis de la URSS, uno de los polos de ese mundo bipolar, otro hecho a considerar, y ya en este siglo sería el atentado a las torres gemelas y las consecuencias, políticas y militares que esto trajo aparejado. No olvidar también el avance de la tecnología que nos introdujo fuertemente en una globalización más pronunciada y en un cambio de los conceptos de Estado Nación.

Este cambio de época se caracterizó, entre otras cosas, por la falta de certezas, a diferencia a la modernidad que nos daba fuertes certezas, grandes continuidades; ahora entra en crisis todos los conceptos de ciencia, valores, familia, religión, etc.. Vivimos una crisis que se caracteriza por carencia de verdades absolutas de familia, de estado, de religión de cultura.

Entran en crisis los grandes relatos, los grandes paradigmas, las grandes utopías, las grandes verdades y dan paso a un relativismo, nada es absoluto. Se da una inmediatez, todo es fugaz no hay utopías hacia el futuro. Todo es ya, ahora, no interesa ni el pasado y se duda del futuro.

Prolifera el individualismo, la transformación de los Estados Nación ante la globalización hace que éste pierda centralidad y el desafío es repensar como salir del Estadocentrismo. Se profundizan la crisis del trabajo como consecuencia de la lógica financiera, en la globalización pierde centralidad el trabajo siendo sustituido por la robotización y la inteligencia virtual. La concentración económica actúa en contra de la superación del mundo de trabajo como lo conocimos en la modernidad, en una palabra, ese concepto del proletariado, tan marcado en distintas teorías ideológicas, se diluye y surge un nuevo mundo del trabajo; lo vemos en los jóvenes que trabajan virtualmente con empresas de los países centrales desde sus residencias en el país.

Las relaciones sociales se han modificado por las tecnologías de las comunicaciones; también se han profundizado las técnicas de dominación; debemos tratar que la tecnología sea un medio y no un fin en sí mismo.

Los nuevos formatos de familia, el divorcio, la ley del matrimonio igualitario, el aborto, todo esto inciden en la conformación de este nuevo formato, que trastoca el principio de familia como base de una sociedad como estaba planteada en la modernidad, con sus consecuencias en la educación inicial, que es patrimonio de la familia, agravado por la ocupación laboral de ambos conyugues.

Éstas serían algunas, no todas, de las características de esta nueva era que estamos viviendo y que no dudo que han producido cambios importantes en nuestra sociedad, creando un hartazgo de una dirigencia que no solo no soluciona sus demandas, sino que la agrava no percibiendo los cambios y sigue insistiendo en un sistema que se caracteriza por conformar un grupo de pocos, que gobiernan para satisfacer sus intereses personales, que son poder y riqueza, lo que los antiguos griegos llamaban oligarquía.

Han desaparecido los partidos, ahora son “espacios”, que se conforman con espurias alianzas, no hay programas políticos, el márquetin ha invadido la vida política, la volatilidad entre dirigentes es mayor que la de los electores, el cortoplacismo descartó las políticas de Estado, ahora solo hay políticas de gobierno que son las que se implementan para no perder las próximas elecciones, la representación está en crisis, por la falta de trasparencia y porque los funcionarios una vez legitimados por el voto dejan de representar a sus mandantes para solo obedecer a intereses que no concuerdan con las demandas del pueblo, por esta distorsión del sistema, y por mucho más es que aparecen y son elegidos estos outsiders que son catalogados como anti sistemas.

Termino diciendo que lo que ha cambiado es la sociedad, la política sigue inmutable sin entender este nuevo mundo al cual hemos entrado, viven fieles a la ya conocida “Ley de Hierro de la Oligarquía” que planteara tan sabiamente Robert Michels a principios del siglo XX, cuando explicaba la contradicción “que los sectores políticos que tendrían que ser los defensores de la democracia, no lo hacen porque tienden a transformarse en oligarquías elitistas desconociendo la representación que se les otorga en los votos.

* Profesor y licenciado en Ciencia Política, Universidad Nacional de Rosario.

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AUSENTISMO ELECTORAL

Santiago González*

La reconstrucción de la democracia argentina, y la recreación de la confianza en ella, pasa por la regeneración de los partidos políticos.

 

En el sistema democrático, una consulta electoral es una pregunta que los ciudadanos se hacen a sí mismos para conocer de manera amplia, sistemática y ordenada su evaluación sobre la marcha de los asuntos comunes hasta el momento del comicio, y su opinión sobre el rumbo futuro que deberían tomar esos asuntos, con atención a un menú de opciones ofrecido por los partidos políticos que seguramente ha de incluir la continuidad de lo presente junto con diversas alternativas para cambiar el derrotero. En nuestro ordenamiento institucional, la respuesta a esa consulta es obligatoria, y sus resultados son vinculantes: quiere decir que el manejo de la cosa pública deberá emprender el camino decidido por los votantes.

La República Argentina adhirió formalmente a este arreglo republicano en la Constitución de 1853, comenzó a aplicarlo de manera más o menos sistemática a partir de la organización nacional de 1880 y lo perfeccionó con el sufragio universal de 1912, ampliado con la inclusión del voto femenino en 1952. Sobre esta base, la Argentina acostumbra describirse a sí misma como una nación democrática, pero el sistema republicano raras veces funcionó normalmente entre nosotros, y nunca lo hizo con la continuidad necesaria como para adquirir solidez. Primero lo sabotearon los golpes militares, después las proscripciones políticas y por último, ya desde los setenta pero acentuadamente desde los ochenta, la desintegración de los partidos. Ahora, casi como lógica consecuencia, aparece la deserción ciudadana.

En los 14 comicios provinciales celebrados este año, la suma de ausentismo, voto anulado y voto en blanco ronda en promedio el 40 por ciento, una proporción nunca vista en la historia electoral del país. El desglose de esa proporción resulta todavía más alarmante: los votos anulados y en blanco, que implican una disconformidad con la oferta pero no con el sistema ya que el votante se tomó la molestia de acercase a la urna, representan una cuarta parte. El resto, un 30 por ciento de los empadronados, prefirió quedarse en su casa: no discute la oferta, se desentiende del sistema. No encuentra allí un instrumento útil para resolver los problemas de su vida o perfilar el futuro de sus hijos. Peor aún, no se siente parte de un conjunto, la nación, cuya expresión visible y vital es la participación política, tarea de todos y cada uno.

Estos datos, que marcan una tendencia continua y creciente por lo menos desde la crisis del 2001, han despertado la preocupación de algunos observadores de la escena política, que en general la han resuelto con apelaciones escolares a la responsabilidad ciudadana. “El voto no es solamente un derecho, sino una obligación, y desentendernos de la cuestión cívica no nos exonera del compromiso ciudadano”, advierte un editorial del diario La Nación. Agrega que la abstención “nos sitúa en la categoría de meros espectadores de una realidad que no asumimos como propia.” Con un poco más de enjundia, la consultora Shila Vilker, también citada por el diario, atribuye al ausentismo un “nihilismo activo”, un “hacer destructivo” motorizado por la “bronca”: desconfianza y pérdida de fe en la política.

Incumplimiento de un deber, falta de compromiso, nihilismo, destrucción: estos observadores, y probablemente también otros, describen el fenómeno en términos de reproche e incluso de condena. Pero votar en blanco o no votar envía un mensaje político tan valioso como el voto positivo, y ese mensaje debería ser leído correctamente, sin rechazo ni subestimación. Para muchos ciudadanos no votar, votar en blanco o depositar alguna leyenda ofensiva en la urna puede ser un modo de expresar de la manera más clara posible, y en la única oportunidad en que se lo consulta, su fuerte disconformidad con el estado de las cosas, con las opciones que se le ofrecen para reencauzarlas, y con el sistema que hace posible y tolera todo lo anterior.

Además, ¿qué instrumentos le ofrece ese sistema al votante para que pueda ejercer responsablemente y a conciencia su derecho y su obligación? La primera herramienta de la ciudadanía es la información. Hoy casi toda la prensa es militante, vale decir que es parcial y sesgada y lo es de manera tan amplia y evidente como para que nadie confíe demasiado en lo que dice. Se la ha visto involucrada en operaciones para destruir o encumbrar a tal o cual personaje, y se la ha visto detener su cobertura cuando llega al límite de los negocios oscuros, a los que no suele ser ajena. Cruzado ese límite se ingresa a una región de entendimientos, complicidades y transacciones que el votante nunca ve en los medios pero cuya existencia intuye, porque de lo contrario las cosas nunca habrían podido ir tan mal, durante tanto tiempo, en diferentes contextos y bajo cualquier gobierno.

El ciudadano, con su ausencia, quiere decir mal y pronto que está harto de que le tomen el pelo. Ya se dio cuenta de que todo es un juego con suculentos premios del que él no participa y de cuyas alternativas se entera apenas a medias, aunque su presencia sea imprescindible para que el juego pueda desarrollarse. Su situación recuerda a la de esos policías que suelen verse apostados en los estadios de fútbol de espaldas al campo: tienen que estar ahí pero no pueden ver el partido. Los políticos y sus voceros reclaman la presencia del ciudadano en las urnas pura y exclusivamente porque sus votos son los que les dan legitimidad para llegar al poder del estado, del que se valen para engordar sus cuentas bancarias y las de sus amigos, o para imponer a los demás sus berrinches ideológicos, o para cobrar de agencias extranjeras por imponerlos, o para todo eso junto.

La reacción de los ciudadanos que deciden no prestarse al juego, y que preocupa a los observadores, se distribuye como ya dijimos en dos categorías que podríamos describir ahora con más precisión valiéndonos de esa oposición entre “apocalípticos” e “integrados” que Umberto Eco aportó al análisis sociocultural. Los “integrados” rechazan las opciones que les plantea el comicio, pero preservan el sistema, lo ratifican con su asistencia, con la emisión del voto. Los apocalípticos creen que nada de lo que hay puede mejorarse, y que es necesario hacer volar todo por el aire y empezar de nuevo. Entonces optan por no votar, o bien se inclinan por alguna opción disruptiva cuya llegada al poder produciría, eso creen, el mismo efecto dinamitero. Lo suyo, antes que un “hacer destructivo” como dice Vilker, se parece más a esa virtuosa “destrucción creativa” que suele atribuirse al sistema capitalista.

Sin embargo, las cosas son más complicadas y no se resuelven mediante un rechazo, más o menos violento. Al enumerar las amenazas y distorsiones que sufrió nuestro sistema democrático mencionamos al principio los golpes de estado, las proscripciones y el eclipse de los partidos. Las dos primeras se resolvieron, la tercera no, y en ella reside el meollo del problema. La reconstrucción de la democracia argentina, y la recreación de la confianza en ella, pasa por la regeneración de los partidos políticos. En una sociedad de masas no hay política sin partidos, no hay partidos sin participación popular, y no hay participación popular sin conciencia nacional. En la Argentina no hay partidos, no hay participación popular, no hay conciencia de pertenencia a un todo llamado nación, y en consecuencia hay deserción ciudadana en los comicios, porque la oferta se muestra ajena, distante y sospechosa como si la hiciera un proveedor de servicios.

Pero las siglas políticas no son empresas de servicios especializadas en administrar el Estado. Podrían serlo, pero en ese caso el contrato sería otro e incluiría garantías de cumplimiento y eficacia. Los partidos son, deberían ser, agrupaciones de ciudadanos, unidos por una misma convicción sobre cómo debe administrarse la nación y cuál debe ser su lugar en el mundo, y que persiguen el poder para llevar esas convicciones a la práctica. Y la participación no se limita, no debería limitarse, a mirar por televisión las trifulcas entre candidatos, ni a simpatizar con uno o con otro. La participación política consiste en informarse, estudiar, acudir todas las semanas al comité, la unidad básica o lo que sea, pagar la cuota, poner el cuerpo, y discutir, promover a los mejores y separar a los oportunistas, y todo lo que supone la vida partidaria. Se habla con razón de la distancia entre la política y los ciudadanos, pero se omite decir que el eslabón faltante entre unos y otros es justamente el partido.

Políticos y publicistas acostumbran criticar el asistencialismo diciendo que a la gente no hay que regalarle pescado sino enseñarle a pescar. Pero nunca dicen que a la gente no hay que ofrecerle servicios políticos sino enseñarle a participar en la vida política y facilitarle esa participación. Defienden lo primero porque aspiran a quedarse con más de la mitad de lo que el ciudadano pesque, y omiten lo segundo porque no quieren competencia en esa rapiña. El sistema no sólo no entrena para la vida política, sino que ha impuesto un sinnúmero de trabas, requisitos y regulaciones absurdos para la inscripción y el reconocimiento de nuevos partidos, como lo han comprobado a su costo José Luis Espert, Javier Milei, Juan Gómez Centurión, y otros que han pretendido últimamente promover alternativas diferentes.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 30/06/2023 en Gaucho Malo, el sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/ausentismo-electoral/

AHORRO

Iris Speroni*

Reducir significativa y sostenidamente la deuda pública, tanto en pesos como en divisa, permitirá liberar recursos para otros usos.

 

Los habitantes de la República Argentina nos sentimos agobiados por el peso de la deuda nacional. La misma está emitida tanto en divisa como en pesos.

La deuda —externa o no— es una excusa servida en bandeja, para que los gobernantes tomen decisiones aparentemente arbitrarias. Le sirve a los tenedores de deuda, le sirve a los gobernantes para ceder ante sus pretensiones. Es una historia muy vieja, incluso anterior al nacimiento de la República.

La deuda también es un gran negocio. Cada vuelta de renegociaciones, canjes, emisiones, es una oportunidad para ofrecer y recibir sobornos por contratar comisiones de asesoramiento, estructuración, colocación, etc. También nada nuevo, desde Rivadavia a hoy. Existen innumerables casos presentados ante la Justicia, que siempre quedan en vía muerta.

El Ministerio de Economía de la Nación brinda informes periódicos y en algún momento, tiempo atrás, analicé la DEUDA PÚBLICA.

Entiendo que la Argentina, si quiere ser la octava potencia mundial y la líder del IMPERIO AUSTRAL, debe rescatar su deuda soberana en su totalidad y no endeudarse nunca más. Para lograrlo existen varias estrategias posibles, que escribiré en algún otro momento, o nunca, porque hay cosas que deben guardarse en el pecho.

Lo que sí debemos imperiosamente hacer es recuperar la capacidad de ahorro a nivel público y privado. En esta segunda categoría, hay que facilitar la construcción de estrategias de ahorro tanto para las empresas como para las personas.

Recuerden que tenemos sólo dos objetivos: la grandeza de la Nación y la felicidad del Pueblo.

Ahorro

Estrategias de ahorro del Estado

El Estado recauda en pesos en todos los casos. Propongo desdoblar la moneda de cobro de impuestos.

  • Que la recaudación aduanera sea en divisa. Que puede ser tanto en dólares como en la moneda de la transacción siempre y cuando esté limitada a una cartera posible. Propongo que las monedas admitidas sean:
    • Dólar,
    • Euro,
    • Real,
    • Yen,
    • Yuan,
    • Guaraní,
    • Peso Uruguayo,
    • Boliviano,
    • Rupia,
    • Rublo.

Se recaudarían en divisa tanto los aranceles aduaneros como los adelantos de impuestos asociados a la importación (IVA e Impuesto a las Ganancias). Ambos son proporcionales al valor del bien, por lo que son de fácil cálculo.

La recaudación total de la AFIP por todo concepto, incluida la Aduana, para el 2022, fue de 21.540.626.249.362,20 pesos.

Los ingresos aduaneros sumaron 2.456.761.931.898,75 pesos (línea 6 del cuadro). A esta cuenta habría que sumar el IVA aduanero y Ganancias aduaneras por 2.569.895.693.257,44 pesos, (líneas 1 y 2 del cuadro). Por lo cual, la recaudación en divisa pudo haber sido del 23% del total [1].

Fuentes: AFIP y Banco Nación.

De haberse aplicado mi propuesta de recaudación en divisa, el Estado Nacional hubiera recaudado 36.100.568.213,95 U$D en divisa en 2022. Sí, treinta y seis mil millones de dólares. Imaginen si el gobierno hubiera podido cancelar o no vencimientos de deuda externa. En dos años nos sacamos de encima al FMI.

    • En el 2022, la Argentina exportó 2.959 millones de dólares en oro y plata. Esta industria paga derechos de exportación, más otros impuestos (pocos, debido al código aduanero). Propongo cobrar en especie los impuestos existentes, esto es, en oro y plata. Si la totalidad de los impuestos por cualquier razón fueran del 10%, estamos frente a oro y plata equivalente a 296 millones de dólares.
      El resto de la recaudación continuaría en pesos, como actualmente.

Destino propuesto de la recaudación aduanera e impositiva

    1. La recaudación aduanera en divisa tendrá por únicos destinos:
      1. Repago de deuda externa nominada en divisa,
      2. Compra de armamento para las FFAA. Ahí tendremos el submarino que solicita César Shaffer.

2. La recaudación en oro y plata proveniente de la minería tendrá por único destino acumular reservas en metales preciosos y se prohíbe cualquier otro uso, por ejemplo, el pago de deuda.

3. La recaudación en pesos se destinará a los gastos corrientes e inversiones en cabeza del Estado.

A esto se le suma mi propuesta de cancelación inmediata de las LELIQs, una verdadera vaca en brazos que sostenemos todos.

Reducir significativa y sostenidamente la deuda pública, tanto en pesos como en divisa, permitirá liberar recursos para otros usos (inversión pública) y básicamente, ser libres de la injerencia externa.

Compraremos libertad.

Debemos desconfiar de quien propone endeudarnos con el FMI o el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Habitualmente, como vendedor ambulante de tren, el político de turno querrá contarnos las bondades de contraer ese crédito (hacer un hospital, desarrollar un barrio, extender cloacas). Es una trampa. Son instituciones intrínsecamente corruptas y sólo pretenden controlar las decisiones soberanas del país. Si queremos algo, ahorremos y lo construimos. Si necesitamos más plata, exportemos más.

Ahorro de las familias y empresas

Familias

Será obligatorio el uso del peso para el Estado, el que deberá saldar sus obligaciones y cobrar los impuestos domésticos —no aduaneros ni mineros— en pesos. Con ese dinero se pagarán proveedores, sueldos, jubilaciones, beneficios sociales e intereses de la deuda nominada en pesos.

En cambio, los particulares deben tener total libertad para comprar y vender cualquier divisa de su gusto y hacer contratos en la misma (lo que es permitido por el Código Civil). Los bancos aceptarán abrir cajas de ahorro (no cuentas corrientes) en las monedas listadas en un principio. No se podrán emitir cheques en divisa (para no generar argendólares) y los bancos podrán prestar dinero en divisa únicamente si es capital propio o para operaciones de comercio exterior (adelanto de exportaciones).

Esto permitirá que los trabajadores, y cualquier otro particular, ahorre ya sea en divisa, ya sea en metálico (oro o plata).

Adicionalmente, habrá un ahorro compulsivo, que podrá quedar bajo la administración de la ANSES, nominado en divisa o en metálico (oro o plata), correspondiente al PAGO ANTICIPADO DE LA INDEMNIZACIÓN.

Actualmente la UIA ha presentado una propuesta de indemnización con la que no estoy de acuerdo, porque creo que cercena derechos adquiridos. Tengo una propuesta que creo es mejor para los trabajadores y para las PyMes.

Reconozco que la ley actual presenta varios defectos: deja desprotegido al trabajador en caso de quiebra; aún si el empleador es solvente, los juicios llevan tiempo y en ese período el trabajador se encuentra desamparado; y en el caso de las PyMes, la resolución judicial es impredecible, lo que puede afectar la continuidad de la empresa. 

Así que con el fin de dar previsibilidad a las familias y a las empresas, propongo que los montos indemnizatorios actuales se mantengan (preaviso, un mes por cada año de antigüedad, vacaciones y aguinaldo), pero con las siguientes modificaciones: se pagará en todos los casos y no solamente por despidos sin causa, esto es: despido con causa, sin causa, jubilación, renuncia, accidente, muerte y cualquier otra. Será por el total. Con el fin de garantizar la disponibilidad de la indemnización, el empleador entregará al ANSES el 8,33% del salario todos los meses (un mes por cada año de antigüedad), lo que será contabilizado en una cuenta del trabajador como un ahorro. 

El trabajador instruirá al ANSES si con ese dinero quiere comprar oro, plata, divisa y cuál o una cartera de las opciones anteriores, lo que quedará depositado en una cuenta de inversión a su nombre. Tendrá ese dinero disponible al momento de la desvinculación. 

Al momento del efectivo despido/renuncia/jubilación, el empleador se limitará a pagar preaviso, aguinaldo y vacaciones.

Esta propuesta es en realidad el pago anticipado de la indemnización por desvinculación, con el ANSES como depositario hasta el efectivo momento.

En contrapartida el ANSES comprará divisas, oro o plata según la demanda de los trabajadores. En el caso del metálico podrá acumularse en las bóvedas del Banco Nación y auditarse (por trabajadores sorteados al azar) en forma diaria. 

Eso será ahorro en moneda dura, pero también ahorro acumulado, en particular en metálico, en territorio nacional.

Para tener una idea de montos, la masa salarial aportante al ANSES fue de 1.376.515.368.812,81 pesos en noviembre de 2022. De esos montos 1.027.820.288.528,23 pesos corresponden al sector privado. El 8,33% de esa cifra es 85.617.430.034 pesos cuyo equivalente los trabajadores en conjunto podrían ahorrar en divisa, oro o plata. O dicho de otra manera, el conjunto de trabajadores argentinos formales podrían ahorrar en oro el equivalente a 171 MM U$D mensuales = U$D 2.226 millones anuales, equivalente a nuestra producción anual de oro y plata. O dicho de otra forma, los trabajadores podrían comprar todo el oro y plata que se produce en el país, sin que salga ni un gramo. Y sin que las mineras pierdan dinero, ya que lo venderían a precio internacional.

Esta propuesta también es conveniente para los empresarios, porque si bien deberán erogar los costos de indemnización antes de que la desvinculación se produzca, tendrán dos ventajas: a) el monto es previsible, b) es deducible de impuestos.

Empresas

El Estado habilitará el peso oro o el peso fuerte (plata), ambas monedas vigentes, la primera por una ley de 1881 y la segunda en la Constitución, como unidad de cuenta y serán fijados los parámetros (por ejemplo los mínimos no imponibles impositivos) en dicha unidad monetaria. Los balances de las empresas podrán presentarse a la AFIP en alguna de dichas monedas y sobre dichos valores se determinarán los impuestos a pagar.

Las empresas podrán guardar sus excedentes en divisa, oro o plata a su gusto. Podrán cancelar obligaciones en divisa mediante transferencias bancarias. No podrán emitir cheques en divisa.

Asimismo se eliminarán los adelantos impositivos (excepto los aduaneros). Esto dará mayor capital de trabajo a las empresas, lo que les permitirá compra de suministros, cancelación de deudas o ahorro dinerario.

Conclusiones

Argentina, para volver a ser soberana, y empezar nuestro camino hacia el IMPERIO AUSTRAL, deberá sacarse de encima la deuda externa y acumular, tanto en manos de sus habitantes, como de las empresas y de los estados, ingentes cantidades de metálico.

Las familias propietarias son familias que defienden el sistema de propiedad. El ahorro en manos de las personas es un reaseguro para los tiempos difíciles. En realidad lo es para todos, empresas y estados incluidos.

Hasta tanto no se estabilice el valor del peso, el Estado deberá usar una unidad de cuenta, que puede ser tanto el peso oro como el peso fuerte.

Recomiendo la lectura de este fallo (gracias, Fabeluke).

Las soluciones están a disposición de los gobernantes, sin grandes modificaciones de las leyes actuales.

Nuestro objetivo debe ser:

    • Reventar el BCRA de reservas de oro, plata y divisas.
    • Tener cero deuda soberana.
    • Tener estabilidad monetaria que nos permita prosperar y levantar el salario real de la población.
    • Estimular las exportaciones.
    • Tener divisas suficientes para pertrechar a nuestras FFAA, porque lo que se viene, no va a ser fácil.
    • Ser felices.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Lecturas relacionadas

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A indemnizar en pesos argentinos oro

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Nota

[1] En anteriores oportunidades propuse eliminar los derechos de exportación, al sólo efecto de imitar a Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, y fomentar las exportaciones. En ese caso, únicamente tendríamos una tasa de estadística sobre todo comercio, más los aranceles de importación y los adelantos impositivos motivados por importaciones.

Si se aplicara eliminar los derechos de exportación y dejar sólo una tasa aduanera de 1% sobre las mismas, la recaudación podría haber sido alrededor de los U$D 25 mil millones, con los volúmenes de exportación actuales. Si liberáramos el tipo de cambio y elimináramos las DEX podemos esperar un crecimiento sustancial de las exportaciones hasta llegar en poco tiempo a U$D 300 mil millones actuales.

 

Artículo publicado el 01/07/2023 en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2023/07/ahorro.html