Archivo de la etiqueta: Ucrania

LA GUERRA ANTE SU ESCENARIO MÁS TENEBROSO

Alberto Hutschenreuter*

Imagen de Mediamodifier en Pixabay 

A esta altura de los acontecimientos de la confrontación, parecería claro que el propósito de Kiev, es decir, de Occidente, es que las fuerzas ucranianas profundicen lo que ya no son ataques sino una contraofensiva dirigida a romper las líneas del frente ruso en el Dombás y recuperar territorios.

En otros términos, lo que está haciendo Ucrania es utilizar la concepción militar heredada de tiempos soviéticos, esto es, avanzar con artillería, como lo hizo Rusia tras la invasión, pero acompañando este avance con capacidades del siglo XXI; básicamente, negando los medios de defensa de Rusia, complicando su logística y aumentando el número de heridos y muertos del enemigo. Además, lo que se denomina «violencia de precisión», esto es, acciones basadas en el conocimiento de la ubicación de medios del enemigo, le ha permitido a Kiev ganancias en el terreno

Claro que ello no hubiera sido posible sin la ayuda de Occidente, principalmente de Estados Unidos, país que suministra más del 60 por ciento del total de la asistencia, y que considera incrementar dicha ayuda con cohetes de mayor alcance.

Más allá de la narrativa heroica y casi victoriosa que Occidente y Ucrania llevan adelante en paralelo con las acciones en el terreno, hay que señalar que tal vez nos encontremos «ad portas» de la fase más peligrosa de la guerra. El especialista John Mearsheimer ha advertido que en Ucrania «se está jugando con fuego», pues ninguna de las partes aceptará ceder.

La advertencia resulta pertinente, pues en Occidente predomina un enfoque relativo con que la voluntad de lucha ucraniana terminará por llevar a una Rusia agotada a pedir un acuerdo. La posición de Kiev, relativa con que cualquier conversación con Rusia solo es posible con las fuerzas rusas fuera de Ucrania, es un reflejo de aquel enfoque de la guerra. Además, la reciente orden presidencial rusa sobre la movilización parcial también refuerza dicho enfoque, pues la misma corrobora que Rusia ha perdido una importante cantidad de efectivos.

Si el propósito de Moscú ha sido desde un principio, o desde que modificó su estrategia en el frente hace unos meses, hacerse fuerte en el Dombás (para ello es necesario contar con más cantidad de efectivos), es posible que, vía referéndums, termine incorporando los territorios a la Federación Rusa, como hizo con Crimea en 2014. Según la experta Dora Massicot, ello implicaría un medio para un fin: si Moscú declara que son territorios de Rusia, podría entonces proclamar unilateralmente un alto del fuego y denunciar los ataques de Ucrania como ataques contra Rusia. Por tanto, las garantías nucleares pasarían a aplicarse a todo el territorio nacional.

Dado que la tendencia de la guerra continuaría, es decir, las fuerzas ucranianas intentarían continuar avanzando, Occidente incrementaría la ayuda (con cohetes de mayor rango de alcance que los cohetes que utiliza actualmente Ucrania), y el mayor número de soldados rusos no supondría eficiencia militar, entonces la guerra se acercaría a las puertas del escenario más violento, temido y desconocido.

Es pertinente recordar que la doctrina nuclear de Rusia, que entró en vigencia en julio de 2020, establece cuatro condiciones bajo las cuales Rusia usaría armas nucleares: a) llegada de datos fiables de lanzamiento de misiles contra Rusia; b) uso de armas de destrucción masiva contra Rusia y/o sus aliados por parte de un adversario; c) ataque de un adversario contra infraestructuras militares o gubernamentales de la FR; d) agresión con armas convencionales contra Rusia, poniendo en peligro la existencia del Estado, Si bien la situación actual de guerra seguramente introduce otras «habilitaciones», claramente, c y d podrían determinar el recurso atómico por parte de Rusia.

Es posible que en este punto una Europa casi desesperada intente reactivar la diplomacia con el fin de lograr un cese de la violencia. Pero también es posible que «el pacificador ofensivo», que ha demostrado concentrar una notable capacidad de inteligencia estratégica y táctica para asistir a Ucrania, considere que Occidente debe mostrar firmeza y disposición para responder el reto mayor de Rusia, como sucedió en la crisis de los misiles en 1962.

Entonces, la URSS retiró sus complejos, aunque ambos poderes, Estados Unidos y la URSS, realizaron concesiones. Se podría decir que se trató de un empate estratégico, pero ello acaso fue posible por la existencia de una «cultura estratégica» entre ambos poderes mayores del sistema interestatal. ¿Existe hoy cultura estratégica entre Estados Unidos y Rusia? ¿Existe realmente un equilibrio de terror o una mutua destrucción asegurada? ¿Hay voluntad para que exista un balance nuclear? 

Es difícil saberlo bajo un estado de desorden internacional confrontativo, es decir, bajo predominancia de intereses nacionales primero, multipolarismo, seguridad, capacidades, desconfianzas e incluso guerra. Seguramente, si se llegara a utilizar armas nucleares, tácticas o estratégicas, las relaciones internacionales ingresarían en una larga, silenciosa y tenebrosa noche.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Miembro e investigador de la SAEEG. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

Publicado originalmente en Abordajes, 23/09/2022, https://abordajes.blogspot.com/2022/09/la-guerra-ante-su-escenario-mas.html?m=1

LA GUERRA HIBRIDA

F. Javier Blasco Robledo*

Llevamos un tiempo largo en el que, de vez en cuando, aparecen de nuevo cuño o se recuperan del baúl de los recuerdos una o varias formas de acción o de combate con denominación pintoresca o, cuanto menos, singular. Lo cierto es que unas se derivan de las otras y otras o más bien, se complementan. Pero, hay una de ellas, que de una forma u otra, engloba a todas ellas y recoge de cada una de las anteriores, lo que más le interesa para lograr sus objetivos. Es la conocida como Guerra Hibrida.

Son muchos los que pretenden presentar el concepto de guerra hibrida como algo nuevo u original y que, precisamente, ha surgido con la guerra en Ucrania, pero ninguna de dichas afirmaciones, son ciertas. Para un mejor conocimiento del tema, de entre sus varias definiciones, propongo la siguiente que no es más que una mezcla de varias de las más populares; así la entendemos como «el conjunto de “acciones hostiles de diversas índole y características” que lleva a cabo un país o coalición contra un rival geopolítico “aprovechando las debilidades y vulnerabilidades detectadas en aquel” con el objetivo de hacerlo menguar desde dentro, aunque actuado también desde afuera; a base de acciones, aparentemente incruentas o de no combate, que suelen combinarse con otras que sí lo son, donde las fuerzas armadas se suelen emplear con profusión y saña para, en su conjunto, “lograr y mantener determinados objetivos estratégicos” o la capitulación del Estado atacado y la inhibición, por coacción, de los que le apoyan».

Un concepto que parece rayar o hasta se confunde con el que desde antaño se tiene como el de la “guerra total”; pero que diversos actores prefieren reservar exclusivamente para cuando en los conflictos entran en juego todo tipo de unidades y capacidades de las fuerzas armadas de tierra, mar y aire, aderezadas con acciones cibernéticas, de disuasión, decepción y de guerra electrónica.

Como tal, la guerra híbrida aprovecha las debilidades, dependencias, la propaganda y las presiones internacionales, con especial énfasis en las comerciales y económicas, así como la información inventada o tergiversada para atacar por todos y cada uno de los flancos por los que se puede profundizar para menguar las capacidades del enemigo.

Flancos que, evidentemente, se encuentran en los campos de la diplomacia, la economía, la política exterior, la dependencia energética, el cambio climático y cualquier necesidad para la subsistencia del enemigo, la población civil afectada y la alimentación de la batalla, llegando incluso, en buscar la difamación, el desprestigio y el aislamiento internacional del que se pretende acogotar, a base de estrangularle, cualquier fuente de relación de amistad, comercial y de subsistencia o apoyo que le pueda llegar y retroalimentar.

Para lograr dichos objetivos, conviene hacer un verdadero estudio de área con la finalidad de identificar con claridad las dependencias y vulnerabilidades, las fuentes que los sostienen, los recursos propios o externos y, fundamentalmente, las actuales y potenciales alianzas que puedan surgir en apoyo del pretendido objetivo a atacar.

Una vez identificados todas las reales y potenciales frentes de aislamiento o ataque en su caso, hay que definir claramente quienes y cuantos son los aliados en ciernes a los que deben dirigirse parte de las acciones directas e indirectas, que cohíban a estos de sus ganas y posibilidades de proporcionar cualquier tipo de información o ayuda externa.

Aunque hemos admitido como premisa que la guerra en Ucrania no es el único caso, ni escenario en el que se ha dado este tipo de forma de acción, también es cierto que, ha sido, es y continuará siendo un claro ejemplo de ella. El conflicto actual en Ucrania nos sirve de base para entender el concepto y las formas de actuar sobre la presa y su entorno afín y como progresivamente, se van marcando las diferentes fases y la ampliación de objetivos, hasta tenerlos a todos maniatados.

Hemos visto que inicialmente, se mantuvo un dubitativo o engañoso alcance nacional, sin ni siquiera una declaración implícita de guerra, pero, poco a poco, ha adquirido un ambiente y un radio de acción internacional total, involucrando, de una forma u otra, a muchos actores en ambos lados. Debido a una manifiesta falta de previsión, de experiencia y a un grave y erróneo cálculo militar, pocos o nadie preveían la posibilidad, la intensidad ni el alcance de dicha estrategia; máxime, cuando todos aquellos, sin pensarlo mucho y de forma directa o indirecta, decidieron implicarse en el tema con energía y sin grandes dudas. Ahora es demasiado tarde para volverse atrás o su aplicación, acarrearía unas extrañas y graves consecuencias, de muy difícil curación y olvido a pesar de la velocidad con la que vivimos y olvidamos los temas candentes en la actualidad.

Tras medio año de guerra, hoy ya son claros y bien patentes los efectos de las “incruentas acciones”, llevadas a cabo por Rusia contra todo aquel que ponga en peligro su integridad, credibilidad, dificulte sus acciones contra Ucrania o dude de sus razones para llevar a cabo dicha “operación especial” —tal y como ellos la denominan—, principalmente en el campo de la economía y de las relaciones internacionales.

Europa, por su mala cabeza y falta de previsión, se encuentra sumida en una profunda y duradera crisis energética y, por ende, económica sin precedentes tanto interna como externa. Se puede asegurar, que se ha llegado a dicho punto debido al propio conflicto bélico en sí mismo, pero también y no hay que olvidarlo, a la candidez diplomática y de acción de la UE en su conjunto y de países importantes como Alemania, en particular, al poner durante muchos años todos los esfuerzos energéticos en un mismo cesto y creer que las relaciones comerciales con Rusia no iban a variar cuando a aquellos les interesase y, principalmente, estando dirigida y controlada Rusia por un sátrapa de la categoría de Putin, que odia a Europa e general y a Alemania en particular, desde sus tiempos de agente de la KGB en la RDA.

No hemos sido capaces de evaluar las consecuencias y derivaciones de nuestra implicación en este conflicto armado. Las alegrías políticas adoptadas con desparpajo y “mucho valor” en los albores del mismo, como si fuéramos de romería contra un “enemigo débil” sin pensar que ese débil era Rusia y sus muchas capacidades, en pocos meses se han transformado en algo de imparables consecuencias y con perspectivas aún peores, para cuando empiece y se recrudezca el temido frio invernal.

Una época muy larga y fría para la Europa central y del norte, que abarca un periodo mayor que la propia estación conocida como tal. Las previsiones energéticas no son nada halagüeñas, las medidas adoptadas por el momento, ya apuntan a auténticos parches cuyos resultados o consecuencias nefastas ya asoman a la realidad, no solo son inservibles para superar la crisis energética, sino también para la económica derivada de la anterior; aunque, esta última, hace tiempo que ya apuntaba hacia el mal camino, a pesar de los esfuerzos de nuestros dirigentes en disimularlo y en negar la mayor.

La descoordinación europea en este aspecto y el famoso sálvese quien pueda cuando el barco se hunde empiezan a ser tan patéticos, cada uno empieza a ir por su lado y ya se anuncian por la Comisión europea posibles medidas realmente crudas, de aplicación inmediata y sin miramientos; medidas, que incluso van contra los preceptos y pilares del libre mercado de la UE.

Pero, mucho me temo, que las repercusiones de estas acciones van más allá de las fronteras y actores europeos; la escasez de determinados materiales y materias primas, también afecta a la economía mundial, en el continente americano y en países con economías e industrias muy importantes en Asia como China, Japón, Corea del Sur y la India, lo que unido a las sequias y hambrunas actuales en África y al enorme crecimiento del precio de la energía, indudablemente se sumarán, como otros ingredientes más, a esta tremenda e inesperada ensalada de efectos tan perjudiciales como casi imprevisibles en su totalidad.

Otro fenómeno que se observa en este conflicto de guerra hibrida, es que las mismas o similares tácticas, métodos o procedimientos no solo son usados y con profusión por parte del atacante. El atacado también ha encontrado en ellos una vía de escape, reacción o contraataque mediante la financiación y alimentación del conflicto en su beneficio, a base del empleo de capacidades similares para debilitar las aspiraciones del contrario. La propaganda, los lastimeros y elocuentes discursos ante cámaras de diputados del mundo entero, aprovechando las nuevas tecnologías y los incansables contactos bilaterales, de momento, le están propiciando resultandos más rentables a Ucrania que a Rusia.

De lo contrario, hubiera sido imposible resistir durante seis meses y continuar manteniendo en jaque a un ejército, el ruso, que a pesar de todos sus defectos y grandes problemas de dirección, planeamiento, ejecución y falta de moral de combate, sigue siendo muy superior al ucranio. Un ejército, el ultimo, que está dotado de variopinto armamento y con un complejo y precipitado adiestramiento, aunque pletórico de moral de combate y constantemente regado con una ayuda externa, que en ciertos casos, es francamente importante y vital; aunque en algunos otros, como desde España, es meramente testimonial, a remolque y para cubrir el expediente.

Nos creímos que, como los planes rusos de una guerra relámpago no funcionaron inicialmente, irremisiblemente, Putin iba a perder la guerra. Yo no las tengo todas conmigo, porque la verdad, es que pocos pensaron en que aquella tan desastrosamente y mal llevada campaña inicial, se iba a convertir en un conflicto de este tipo.

 

NOTA: solo el azar o la casualidad, me ha llevado a publicar este trabajo, el mismo día [3 de septiembre de 2022] que el mundo debería estar rindiendo honores a un personaje que hace cuarenta años llevó a la URSS y al mundo a la paz, acabando con una situación de gravísima tensión mundial.

Hoy en las exequias por su muerte, no ha aparecido ningún mandatario ruso, norteamericano, de la UE o de los paísses de Europa, salvo el tantas veces díscolo y criticado primer ministro húngaro, Viktor Orbán.

Mandatarios el resto, que una vez más, muestran su ceguera ante la realidad de que si hace cuarenta años Gorvachov acabó con la guerra fría, hoy uno de sus sucesores en el cargo, nos ha devuelto a la misma situación de partida, pero no en base a la guerra fría, sino con la guerra hibrida.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

Artículo publicado originalmente el 03/09/2022 en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/la-guerra-hibrida

EL DESORDEN INTERNACIONAL CONFRONTATIVO

Alberto Hutschenreuter*

El actual estado de las relaciones internacionales es sumamente inquietante, pues no sólo no existe una configuración que proporcione una relativa estabilidad, sino que el grado de discordia entre los centros preeminentes nos deja ante escenarios que no excluyen un deterior mayor, frente al que prácticamente nada podrá hacer el multilateralismo, que atraviesa su más profunda irrelevancia desde la década de los noventa, o si se quiere, para no irnos tan lejos, abril de 2009, cuando, tras la crisis financiera de 2008, los líderes de los poderes económicos preeminentes adoptaron en la cumbre del G-20 en Londres medidas para evitar una depresión mayor (según el ex diplomático indio Shivshankar Menon, fue “la última respuesta coherente del sistema internacional a un desafío transnacional”).

Hoy existe un estado de “no guerra” entre Occidente y Rusia, es decir, hay una confrontación abierta entre Rusia y Ucrania, pero también existe, en el nivel superior o estratégico de esa guerra, una confrontación indirecta entre Rusia y la OTAN. Y quizá estamos siendo cautelosos en decir indirecta, pues cuando se lee la reciente concepción estratégica de la Alianza aprobada en Madrid y la más reciente concepción naval rusa, ambas muestran a esos actores en situación de «gladiadores» a punto de enfrentarse (como concebía Thomas Hobbes a la predisposición natural de los estados entre sí).

Guerra, estados y discordia componen los principales elementos de la ecuación de las relaciones internacionales. Y es pertinente recordarlo, porque hasta antes de la pandemia predominaban, a pesar del ya enrarecido clima internacional que existía como consecuencia de la guerra interna e internacional en Siria desde 2011 y de los acontecimientos de Ucrania-Crimea en 2013-2014, enfoques que marcaban la disminución de la violencia humana e incluso la depreciación de la guerra entre centros preeminentes.

Algunos reputados informes son categóricos en relación con la impugnación de estos enfoques. Por un lado, el gasto militar: según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2021 el gasto militar mundial superó por primera vez los dos billones de dólares, alcanzando la impresionante suma de 2.113.000 millones de dólares, un 0,7 por ciento superior al de 2020 y un 12 por ciento superior al de hace una década.

Por otro lado, de acuerdo al Índice Global de la Paz 2022, un informe preparado anualmente publicado por el Instituto para la Economía y la Paz, el escenario internacional e intranacional es sombrío e inquietante debido a los múltiples conflictos abiertos: el mundo hoy es mucho más inestable y violento que hace tres lustros. El IPG utiliza 23 indicadores y tres ejes para medir el nivel de paz de los estados: el nivel de seguridad de la sociedad, el alcance de los conflictos nacionales e internacionales en curso y la militarización de los estados. De acuerdo con este estudio, en 2021 los mayores deterioros se produjeron en las relaciones entre países vecinos, la intensidad de los conflictos internos, la cantidad de población desplazada, la escala de terror político y la inestabilidad política

Asimismo, durante las últimas décadas se fue extendiendo la visión que «relativizaba» la anarquía como principal rasgo de las relaciones interestatales. Desde lugares que afirmaban el curso casi invariable del mundo hacia una gobernanza centrada en la galaxia de movimientos sociales y el despertar de una nueva conciencia global impulsada por temáticas que desbarataban la acción individual y afianzaban el esfuerzo mancomunado, la anarquía no sólo era algo perimido, sino que reflejaba un situación “patológica”  (y por tanto “eternizante” del sentido “trágico” que ello supone para la reflexión teórica y el desempeño de la política internacional) recalcar la ausencia de una autoridad central entre los estados.

Pues bien, los casos de Ucrania y Taiwán-China (más los muchos otros que han tenido lugar durante 2020 y 2021, los “años pandémicos”) nos dicen que la anarquía, la guerra (su más riesgosa consecuencia y la rivalidad se mantienen vigentes, y que, además, no se aprecian razones para sostener que la situación, más allá de la relevancia que suponen temáticas como el medio ambiente o las tecnologías avanzadas, vaya a sufrir un cambio de escala. A ello debemos agregar que la pandemia, que no implicó ninguna amenaza de una nación a otra, no impulsó, más allá de las declamaciones, ningún nuevo sistema de valores de cooperación o nueva gobernanza basados en «la humanidad primero».

Prevalece, por tanto, un desorden internacional, una situación que, aunque resulta desfavorable para la seguridad y la estabilidad entre los estados, no deja de ser una “regularidad” en las relaciones internacionales. Pero lo inquietante es el nivel de confrontación y rivalidad entre los actores. Hace mucho tiempo que no se daba tal situación, pues tras la “larga paz” que supuso el régimen de Guerra Fría (1945-1991), luego el “régimen de la globalización” (1992-1998) y más tarde la hegemonía estadounidense (2001-2008), las relaciones internacionales, particularmente tras los sucesos de Ucrania-Crimea (2013-2014), fueron cayendo en un estado cada vez más hostil, sin que ninguno de sus poderes preeminentes se esforzara por plantear esquemas o técnicas que proporcionaran nuevos bienes públicos para el funcionamiento menos inseguro de dichas relaciones.

El punto es que la hostilidad y discordia no suponen ningún equilibrio o moderación incluso en el desorden. Aquí, volvemos al citado Shivshankar Menon, quien acaba de advertir que todos los actores preeminentes, incluso aquellos ubicados en las capas medias y también aquellos institucionalistas (como Alemania), exhiben lo que podría denominarse un “comportamiento revisionista”; es decir, cada uno persigue sus propios fines en detrimento del “orden” internacional e intentan cambiar la situación. En sus propias palabras: “Muchos países no están contentos con el mundo tal como lo ven y buscan cambiarlo para su propio beneficio. Esta tendencia podría conducir a una geopolítica más mezquina y polémica y a unas perspectivas económicas mundiales más pobres. Hacer frente a un mundo de poderes revisionistas podría ser el desafío definitivo de los próximos años”.

Además, ya la falta de un orden supone la falta de lo que se denominan “amortiguadores de conflictos”, es decir, lógicas de influencia por parte de los poderes que pueden llegar a impedir que se disparen confrontaciones entre poderes menores; una situación de desorden confrontativo no solo implica esa falta estratégica, sino que podría disparar peligrosos conflictos inactivos o latentes que existen en varias partes del mundo, más allá de los que existen en las sensibles “placas geopolíticas”.

En breve, las relaciones internacionales se han ido deteriorando durante los últimos casi 10 años. La pandemia no creó ninguna forma de cooperación mayor entre los estados (por el contrario, fungió como un hecho que elevó desconfianzas). China ingresó con Xi en un ciclo de mayor autoafirmación nacional, al tiempo que fijó propósitos para ser un poder completo entre 2035 y 2050. Estados Unidos se muestra dispuesto a jugar un papel basado en una nueva primacía o patrón exterior ofensivo. Rusia fue a la guerra para evitar que Occidente, a través de la OTAN, consumara ante ella una victoria final o “paz cartaginesa”. La Unión Europea posiblemente haya caído en la cuenta de que ser una potencia institucional no es suficiente (Alemania ha modificado la línea clásica de su política de defensa orientada hacia el exterior). En la zona del Índico-Pacífico parece tomar forma una nueva dinámica de bloques geoestratégicos y geoeconómicos. Japón ha incrementado sensiblemente sus gastos militares, al tiempo que ha retomado los arrestos de reafirmación nacional impulsados en su momento por el recientemente asesinado Shinzó Abe.

Por si ello no fuera preocupante, los actores con armas nucleares no realizan esfuerzos relativos con avanzar hacia acuerdos que regulen ese segmento; por el contrario, casi no quedan ámbitos que extiendan (o, mejor dicho, restituyan) el equilibrio, al tiempo que prácticamente todos se hallan mejorando capacidades.

En este marco, será muy difícil que, salvo casos muy específicos, la lógica multilateral tenga oportunidades. Por tanto, si antes los dos poderes mayores, China y Estados Unidos, no llegan a una confrontación o querella mayor como consecuencia de un incidente o por una provocación estadounidense (potencia que se decida por una orientación exterior basada en “la tentación de la primacía”, como la denomina y promueve Robert Kagan), quizá el curso del mundo hacia un bipolarismo chino-estadounidense pueda dar forma a un esbozo de orden internacional, precario, pero orden al fin. Un “G-2” competitivo y confrontativo, sin duda, pero también con mínimos de cooperación. La experiencia dice que los sistemas bipolares tienden a ser más estables que los multipolares.

Una aceleración de la desglobalización económica y la deslocalización tecnológica-industrial también podría tentar, particularmente a Estados Unidos, a la provocación. Pero tampoco la interdependencia económica garantiza la inhibición del conflicto.

Por ello, ese eventual régimen con base en dos es una posibilidad solo como conjetura, nada más. Lo inquietante es que más allá de esta conjetura no se vislumbra otra cosa, al menos por ahora.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Miembro e investigador de la SAEEG. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

©2022-saeeg®