AUNQUE SEA PARA MAL

Santiago González*

Si un Milei triunfador y emocional forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada no habrá fuerza capaz de enfrentarlo o resistirlo

 

La espectacular irrupción de Javier Milei en el escenario político argentino tiene en vilo a analistas y comentaristas, que proponen día tras día las explicaciones más extravagantes y alambicadas para dar cuenta de un suceso que no figuraba en sus cuadernos de notas. Su perplejidad, y las evidentes dificultades con las que tropiezan para hilvanar sus argumentos, resultan sorprendentes porque el fenómeno es más bien simple, sencillo y hasta cierto punto esperable. Algún día tenía que pasar: los pueblos pueden tomar malas decisiones, pero no se suicidan.

El predicamento en que se encuentran enredados politólogos, columnistas y observadores se explica enseguida cuando uno advierte que lo que en realidad intentan no es entender el fenómeno Milei sino encajarlo en el relato sobre la realidad nacional que la mafia política, empresaria, sindical, judicial y mediática que se apoderó del país viene construyendo y sosteniendo desde hace cuarenta años a fin de asegurar el lugar de privilegio que se reservó para sí y para sus amigos, usando en su beneficio el poder coercitivo del Estado y distorsionando sus instituciones para acomodarlas a ese propósito.

Ese relato, asentado sobre las premisas básicas del progresismo y la corrección política, afirma la existencia de una Argentina representativa, republicana y federal, como manda la Constitución; afirma la existencia de un Estado proveedor de salud, educación, seguridad y justicia; afirma la existencia de una economía en general libre, aunque regulada aquí y allá en aras del bien común; y afirma la existencia de una clase dirigente razonablemente honesta y bien intencionada, que a veces falla en sus propósitos por errores involuntarios o por trabas u obstáculos interpuestos maliciosamente por sus rivales políticos. Si las cosas fueran realmente así, si esa narrativa fuera cierta, es claro que la aparición de un Milei resultaría inexplicable.

Pero las cosas no son así, y eso mismo que los autores del relato ―desde ambos lados de la grieta― no han querido o no han podido ver, una parte mayoritaria de la sociedad lo tiene bien claro, sin consideraciones rebuscadas ni superabundancia de información: lo tiene claro a partir de su experiencia cotidiana, de su historia familiar, de las cosas que ha ido perdiendo, de los peligros que amenazan a sus hijos, de su desvalimiento ante un mundo cada vez más complejo, y cada vez más ajeno. Esos argentinos, que no se engañan sobre las cosas ni se dejan engañar, se han hecho escuchar claramente en las urnas: sin bronca, sin emoción, sin deseos de venganza, sin violencia, sin hartazgo. En defensa propia, simplemente.

 

Los primeros análisis sociológicos del voto en favor de Milei revelan la imposibilidad de asociarlo a cualquier grupo demográfico: ni a los ricos ni a los pobres, ni a los jóvenes ni a los viejos, ni a la población urbana ni a la población rural. No he visto estudios que relacionen el voto a Milei con el grado de exposición a los medios tradicionales: sospecho que a menor exposición, mayor inclinación hacia su figura. Sólo es posible decir que ese voto alcanzó niveles inesperados en las provincias más pobres y en algunos de los bolsones de pobreza que rodean a las grandes ciudades, justamente los más afectados por el estado de cosas que Milei promete revertir.

Esa dispersión “transversal”, como dicen los especialistas, del voto a Milei refleja más bien un estado de conciencia, una lucidez que probablemente incluye diferentes proporciones de racionalidad e intuición, y una disposición a participar, dentro del sistema, para modificarlas. Aunque seguramente comparten una visión de las cosas aproximadamente similar, estos ciudadanos se distinguen de los que votaron en blanco o simplemente se abstuvieron de votar: los primeros confían en el sistema pero no creen que Milei represente una alternativa para mejorarlo, los segundos no creen ni en Milei ni en el sistema democrático. Una parte de quienes no votaron simplemente ventiló su enojo, y es probable que vaya a las urnas en octubre. Y vote por Milei.

 

Los comentaristas con fama de respetables describen rutinaria, casi perezosamente a Milei como el “candidato antisistema”, lo que constituye un absurdo desde el momento en que el aspirante respeta los mecanismos electorales y manifiesta reiteradamente su defensa del régimen constitucional; es claro que tampoco son “antisistema” sus votantes, que se han tomado la molestia de formar filas en los comicios para emitir ordenadamente su sufragio. Esos publicistas, en realidad, juegan con las palabras para no decir que Milei es el candidato “anti statu quo”, o sea contrario al estado de cosas que, entre otros, los tiene a ellos mismos como beneficiarios.

Desde el otro lado de la grieta describen a Milei como el “candidato antiderechos”, otro absurdo refutado desde las mismas bases peronistas. “¿Qué carajo decís cuando decís derechos?”, increpó en televisión Mayra Arena, una militante justicialista, a la kirchnerista Cinthia García. “La palabra ‘derecho’ da espina a que siempre son derechos de los otros.” Alejandro “Pitu” Salvatierra, otro dirigente de base con frecuente presencia en los canales oficialistas, ilustró la misma idea con una anécdota: “Un muchacho del equipo de fútbol de la villa dijo que iba a votar por Milei y otro lo cuestionó: ‘¿No te das cuenta de que Milei te va a quitar la indemnización, el aguinaldo?’ ‘¿Qué es el aguinaldo?’, respondió el interpelado, que jamás había tenido un empleo formal en su vida”.

Los “derechos” que presuntamente viene a eliminar Milei sólo existen en el papel, en las leyes que votan los legisladores de la democracia para ganar adhesiones y conservar privilegios, sin preocuparse luego de que se cumplan o no. La población, supuestamente amparada por el “Estado presente”, vive en la miseria. Desde el golpe de 1976 la Argentina ingresó en una espiral decadente de la que no ha podido escapar. Todos los gobiernos dejaron el país peor de lo que lo encontraron y, como siguiendo un plan, cada uno se ocupó de destruir una parte del legado del orden conservador: el congreso, la educación en todos sus niveles, la salud, la justicia, la defensa, la moneda, la flota oceánica y fluvial, la red ferroviaria, la sociedad más justa y más integrada del mundo, el tejido afectivo que la mantenía unida.

Carlos Menem y Mauricio Macri, con más audacia el primero que el segundo, intentaron promover cambios que revirtieran la decadencia. Memen apeló a la picardía (“si les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”), y abrió al mismo tiempo la economía y las compuertas de la corrupción y el saqueo del Estado. Lo mejor de su gestión se lo debió a Domingo Cavallo, y cuando se deshizo de él su gobierno cambió de rumbo. Macri confió en su propia majestad, creyó que su sola presencia iba a servir de ordenador, y que todo se iba a acomodar de manera natural, paulatina, y por su propio peso. No tuvo (no toleró) a su lado un Cavallo que le aportara pericia técnica. Menem y Macri terminaron mal sus mandatos, y sus cambios a medias dejaron más problemas que soluciones.

A diferencia de ellos, el libertario promete reformas amplias y drásticas, y las anticipa clara y descarnadamente, sin ocultar nada: ni la maña de Menem ni la majestad de Macri, sino la motosierra de Milei. Propuso la “uberización” de las relaciones laborales, propuso la apertura de la economía, propuso alguna forma de copago para los servicios de salud y educación, propuso dolarizar y nada de eso espantó al electorado como habría ocurrido décadas atrás. “Hay más miedo a que todo siga igual, que a que cambie”, explicó la militante peronista Arena, en una frase que probablemente resume el temperamento social de una Argentina que se asoma al final del primer cuarto del siglo XXI hundida en un pozo de pobreza, desesperanza y frustración al que nunca creyó posible caer.

 

Al margen de la refriega electoral, se han planteado algunas advertencias más atendibles respecto de los condicionamientos que podrían afectar a un eventual gobierno de Javier Milei, unas de tipo institucional, otras de índole emocional. En una columna de su blog, el observador Marcos Avella pondera varios factores capaces de jugarle en contra, desde la carencia de mayorías legislativas hasta la eventualidad de un juicio político, pasando por las limitaciones constitucionales y legales e incluso las presiones internacionales. En el mismo sentido, el politólogo Andrés Malamud remite al ejemplo de lo ocurrido en el Perú con el presidente electo Pedro Castillo, cuyos intentos de introducir reformas tropezaron con la oposición de un Congreso adverso que finalmente lo destituyó.

El columnista Carlos Pagni, por su lado, creyó ver una cierta inestabilidad emocional en Milei, citando casos en que moderadas demostraciones públicas de afecto lo llevaron al borde del llanto. En esas situaciones, observó, Milei revela “una demanda de reparación infinita… Y por eso gana, porque la gente está igual”. Y sentenció Pagni: “Ahí hay un problema, la gente a lo mejor detecta ese problema”. Pero la militante peronista Mayra Arena, más que un problema, ve allí un atributo del libertario: “Es original, es distinto y se emociona”, dijo, y opinó que esas cualidades despiertan en la gente “ganas de acompañarlo”. Arena, que trabaja por la candidatura de Sergio Massa, reconoció que “cuesta mucho ver el enamoramiento que genera Milei”.

Pero Arena es peronista y los peronistas son diestros para captar el escenario, porque sus cualidades les resultan familiares. “Ojo con que no se avive y llame a la calle, por ejemplo”, advirtió la militante. “Que no te tome una de esas postas que no está ocupando el peronismo, porque su electorado se siente parte, se siente protagonista, y siente que hay alguien del otro lado que les habla. Si llama a la calle antes que el peronismo, es un problemón”, reconoció Arena.

Visto desde una perspectiva más amplia, esto quiere decir que si un Milei con los sentimientos a flor de piel triunfa en primera vuelta, y desde ese lugar victorioso forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada en su tejido y necesitada de creer, no habrá mayoría legislativa que se le resista ni presión política capaz de doblegarlo. Lo emocional, más que una debilidad será una fuerza, y se impondrá por sobre lo institucional. Ambos condicionamientos se neutralizarán entre sí.

La sociedad argentina “acaba de iniciar un experimento rarísimo, riesgosísimo para el nivel de problemas que tenemos”, hizo notar el columnista Pagni. “Pero es así, es el momento histórico”, se consoló. La militante Arena describió el momento histórico con la frase que ya citamos y que viene al caso repetir completa, con el agregado que siguió a una repregunta: «Hay mucho más miedo a que todo siga igual que a que cambie, aunque sea para mal…» Y, nos guste o no nos guste, nos entusiasme o nos inquiete, a dos meses de las elecciones, el nombre del cambio es Javier Milei.

Enlaces externos

Mayra Arena en “Duro de domar”

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 23/08/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/

SIN MARCHA ATRÁS

Iris Speroni*

Tenían una opción: robar un poco menos.

No quisieron escuchar.

 

En diciembre de 2019 sostuve que «Hoy la República Argentina es inestable no por los que pierden, sino, paradójicamente, por quienes ganan». Me refería y refiero a los desequilibrios macroeconómicos [1] y físicos [2]. Desorden. Caos. Ausencia de paz interior. Lo cual se traduce en freno al crecimiento, caída del nivel de vida, desesperanza y tristeza.

Quienes gobiernan medran con el caos. Las clases gobernantes se benefician con la inflación; de comprar dólares a mitad de precio [3], un negocio de decenas de miles de millones de dólares por año; cobrar intereses del BCRA por 150 millones de dólares por día; lograr condonaciones de impuestos impagos (concesionarias de servicios); obtener concesiones de terrenos y servicios públicos con cánones irrisorios; comprar tierras públicas a precios viles; facturar al Estado el doble y triple de lo que valen las cosas; endeudar al país una y otra vez.

La clase dirigente argentina, a diferencia de otras en otras partes del mundo, no tiene límite. Son adictos terminales. No saben cómo parar.

Por eso la economía y la sociedad están desquiciadas. No existe equilibrio alguno. El poco que hay es gracias a la plebe y no a los gobernantes, en contra de toda teoría política posible.

En marzo de este año volví al tema. Nos veíamos en marzo de 2023 sin divisas para enfrentar obligaciones cuando el año 2022 fue el mejor de toda nuestra historia en volumen de exportaciones, U$D 88.446 millones.

¿Cómo podía ser que tuviéramos problemas en el mercado de cambio luego de que entrara tanta plata? ¿Por qué estábamos viviendo inflación y corridas cambiarias luego de nuestro año más próspero? ¿Por qué había argentinos que no comían cuatro comidas diarias si lo lógico era que tuviéramos un veranito de abundancia?

Los gobernantes dieron excusas, todas externas. Lo cierto es que Paraguay, Brasil y Uruguay, con el mismo contexto, tuvieron crecimiento de reservas, inflación baja y crecimiento del PBI y de los salarios reales.

La respuesta es fácil: porque no pueden parar de robar.

Los responsables

Toda la política monetaria y cambiaria es responsabilidad del Congreso de la Nación. Todos los miembros, en el Senado y en Diputados, se hacen olímpicamente los idiotas y el tema no lo tocan. Hablan de bueyes perdidos y del día del orgullo gay, jamás de que un trabajador pueda comprar este mes lo mismo que el mes pasado.

Como tampoco se ocupan de separar un poquito del dinero de lo que roban para reinvertirlo en lo que les da leche. No mantienen los caminos rurales, no arreglan el FFCC, el interior tiene mala potencia eléctrica (cuando las represas hidroeléctricas y Atucha están en el interior), no limpian los canales, no hacen riego. No brindan salud a la gente que vive en el campo. En resumen, no cuidan ni a la gallina de los huevos de oro.

Las PASO de 2023

Todo andaba bárbaro para los ladrones hasta el momento en que le preguntaron a la gente.

La impunidad hace esas cosas. Se vuelven descuidados.

Los ciudadanos tenemos pocas herramientas. Si los salimos a cazar para matarlos, vamos presos, porque la policía y los fiscales y los jueces los manejan nuestros enemigos, los gobernantes.

Así que la única herramienta es el voto.

Y vaya si se usó.

El 99,6% de las exportaciones de bienes proviene del interior del país. Sobre las mismas el BCRA cobra un peaje del 50%. Repito: en 2022 el BCRA le robó a todo el interior U$D 44.223 millones. Dinero que el BCRA luego les regaló a los amigos con los mecanismos descriptos. ¿Es de extrañarnos entonces que el mapa se haya pintado de violeta el domingo pasado? ¿Qué lugares como Chubut, La Rioja o Misiones votaran que no les birlaran el 50% de su trabajo?

Todos los que en estos años no abrieron la boca sobre la emisión del BCRA, las tasas de LELIQs de tres dígitos, el desdoblamiento cambiario o que un camionero tenga que pagar IIGG pero un magistrado no, hoy, tienen fruncidos hasta los poros.

Tenían una opción: robar un poco menos.

No quisieron escuchar.

El futuro

No sé quiénes entrarán al balotaje (suponiendo que ninguno gane en primera vuelta, lo que a este ritmo puede pasar).

Pero que la ciudadanía rechazara a “Baldosita” Larreta y a un saltimbanqui como Lousteau, es una alegría que me durará mucho tiempo.

Ahora somos nosotros los que le tenemos que decir a toda esta gente, que no son solamente los que vemos en la tele, sino todos aquellos a los que les financian las carreras políticas: Ocaña, Yedlin, Larreta, Massa, De Mendiguren, Kulfas, Dante Sica, Vizzotti, Ginés, Lousteau, Recalde, Donda, Prat Gay, Redrado, Heller, Garré y tantos otros, que ellos y sus patrones robaron por demás.

Que estamos cansados de pagar una fiesta a la que nunca estamos invitados, mientras ellos se atienden en el Otamendi y se van de vacaciones a Europa o Miami y andan por todos lados con chofer y custodia.

No creo que ni aún luego de este domingo donde no les entra un alfiler, hayan entendido que tienen que robar un poco menos.

El paso adelante de Milei

Muchos analizaron las elecciones. No seré yo la que descubra algo nuevo. Excepto que es el único que habla de los problemas que le quitan el sueño a las personas de a pie: que la plata no alcanza, que la inflación es un robo de los ricos a los pobres (y no hablo del almacenero), que la escuela pública es una risa, cuando los maestros no van y si van enseñan la Pacha Mama, que hablar de universidad gratuita cuando el 50% no termina el secundario (es decir, no puede llegar a la vereda de la facultad) es una tomadura de pelo, o que sos pobre, hacés el esfuerzo de recibirte en la facultad y te matan en la puerta de tu casa para robarte un auto modelo 2017.

Los únicos que hablaron de lo que le preocupa a la población, ya sea en economía, seguridad o los servicios que el Estado debe brindar y no brinda [4], fue la dupla M-V.

A uno puede gustarle o no lo que proponen, pero el resto de los candidatos esos temas no los menciona.

De eso no se habla

Hay un solo tema que ninguno, incluidos M-V, toca y en algún momento lo vamos a tener que tratar abiertamente: el tratado de Versalles que sufrimos y nos sofoca.

No podemos ahorrar, porque todo el dinero se va con la deuda que nos inventaron.

No podemos industrializarnos, porque nos impusieron que la industria se mudara a Brasil.

Padecemos un embargo de armas, por lo que no podemos tener pertrechadas a nuestras FFAA.

No podemos desarrollar los FFCC ni una flota propia, porque la contraparte del tratado no quiere que se puedan movilizar ni tropas ni abarrotes.

Ni siquiera pudimos construir un FFCC hasta Vaca Muerta.

Nos dejaron hacer el gasoducto sólo cuando requirieron el gas desde Europa. Caso contrario lo dejaban morir.

Nos mandan las ONGs piratas para boicotear todo desarrollo económico, como la explotación off-shore.

Bueno, en algún momento, lo tenemos que hablar.

El futuro

Nuevamente, Argentina enfrenta un ciclo económico internacional largo y propicio, con buenos precios internacionales que están para quedarse.

Si hacemos las cosas bien (tipo de cambio libre, aranceles aduaneros flat y bajos, simplificar y bajar impuestos) vamos a exportar U$D 300.000 millones por año y la más beneficiada será la industria ―nadie se perjudica más por el cambio atrasado que la industria―. Implicará pleno empleo, altos salarios e inversiones.

Hay que implantar riego en los ⅔ del país que es árido (ver el plan del Ing. Aníbal Colombo).

Levantar los estándares de educación y formar más ingenieros, enfermeros, odontólogos.

Volver a educar en oficios: herreros, albañiles, colocadores de tejas, mecánicos, plomeros, gasistas, soldadores, costureros, talabarteros, carpinteros, ebanistas, calderistas. Reconstruir los colegios perito mercantil y normal (maestros). Cinco años y a la cancha.

Que todo el mundo se pueda comprar un terrenito y hacerse una casa.

Vivir en todo el país y no todos amontonados para viajar una hora y media para llegar al trabajo.

En resumen, podemos ser felices. Está al alcance de la mano.

Pero como dije en APRIETAN Y AHORCAN a principios de este año:

«Necesitamos orden, paz, unión, estabilidad para crecer, prosperar, capacitarnos, invertir, crear, cuidar a nuestras familias».

Mientras que quienes provocan el caos permanente estén al frente de la Nación, nada bueno lograremos.

Hay que echarlos».

Estamos en eso. No hay que poner marcha atrás.

Excepto para pisarlos, claro.

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2022: el año que no estuvimos en peligro

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Aprietan y ahorcan

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Equilibrio inestable

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Notas

[1] Inflación, balanza de pagos, deuda, cuentas fiscales, crédito, tasa de interés.

[2] Huelgas, cortes de calles, falta de insumos y suministros, cortes de luz, inundación por falta de mantenimiento en la canalización, delincuencia común desbocada, falta de vacantes y de mantenimiento en las cárceles, demora en la justicia y largos etcéteras.

[3] El negocio de los amigos del gobierno es: 3.1. comprar dólares a mitad de precio en sí para importar, ejemplo: en 2022 compraron varios aviones privados, la mitad la pusieron ellos, la mitad la puso algún gringo que hace algodón en el Chaco o los que hacen maní en Córdoba; 3.2. girar dividendos con dólares comprados a mitad de precio; 3.3. dibujar créditos (back-to-back) para comprar dólares a mitad de precio y girarlos al exterior, a lo que denominan “cancelar créditos externos privados”; 3.4. importar maquinaria con falsos precios siderales cuando en realidad es maquinaria totalmente amortizada y el único costo es la desinstalación, el traslado y la instalación, seguro lo vieron a Massa inaugurando plantas industriales que supuestamente salieron cientos de millones de dólares, bueno, la mitad de lo que dicen que costó lo pusimos nosotros; 3.5. la sobrefacturación de importaciones en general; 3.6. pago de supuestos servicios ―o servicios verdaderos― como intereses, honorarios, seguros o flete, todo con dólares que compran a mitad de precio.

[4] Los políticos no se dieron cuenta que los trámites de los abuelos los hacen los nietos por internet. Los chicos saben todo. Saben del maltrato de los burócratas de PAMI, ANSES, etc. a sus padres y abuelos. Saben que el ANSES tarda dos meses en dar un turno. Que conseguir un turno de PAMI es para el próximo solsticio, y así todo. Los chicos saben todo. Por otro lado, ―en el interior es más pronunciado―, uno ve que en los pueblos la oligarquía son los empleados de PAMI, ANSES, BAPRO, Banco Nación, AFIP, Aduana, que ganan 5 veces lo que el resto y encima maltratan a los que tienen que atender. De seguridad ya hablé el domingo pasado.

 

Artículo publicado el 19/08/2023 en Restaurar, https://restaurarg.blogspot.com/2023/08/sin-marcha-atras.html.

LA ARGENTINA DESARMADA Y RODEADA

François Soulard*

Una combinación emblemática de political warfare, confrontación militar y guerra subversiva

Estrella mundial del fútbol, la posición de Argentina en el plano geopolítico y estratégico es mucho menos gloriosa. Este mismo año 2023 se celebraron discretamente los cuarenta años de democracia (desde el final de la última dictadura militar), que parece haber sobrevivido de milagro a la involución que vive el país desde hace varias décadas. Una profunda erosión del aparato político-estratégico, teatros de sombras con partidos reciclados en coaliciones circunstanciales, la economía al borde del precipicio y una sociedad abierta pero desafiante y fragmentada. Forjada hace poco más de dos siglos tras un poderoso impulso fundacional, rica tanto en extensión geográfica como en recursos, la nación argentina hoy se encuentra desprovista de numen político y cultural, al margen de sí misma y entregada a los vientos de la globalización.

Los motivos invocados para explicar esta situación varían. Algunos plantean los argumentos ya clásicos de la corrupción institucional, la falta de cohesión de las élites o los repetidos errores en la gestión económica. Otros buscan justificaciones en el retorno a un pasado glorificado, posturas culpógenas o el barrido de «impurezas» políticas. A semejanza de otras sociedades fracturadas, la pérdida de referentes explicativos aparece como un problema que se suma a los demás, al no poder el espacio político-informativo brindar un discernimiento de las dinámicas internas del país y su conflictiva inserción en la globalización. Sin embargo, para comprender el itinerario de esta ramificación del extremo Occidente, es precisamente necesario abstraerse del lenguaje convencional de las ciencias sociales y políticas y pasar a un marco de interpretación fundamentalmente conflictivo y polemológico.

De hecho, la nación argentina sigue sufriendo los reveses de un desplome estratégico desde el final de la Primera Guerra Mundial y de dinámicas conflictivas que no ha sabido anticipar ni controlar. Estas dinámicas fueron moldeadas por las relaciones de poder durante la Guerra Fría en América Latina y luego amplificadas por las modalidades de confrontación contemporáneas en las que la dimensión inmaterial juega un papel eminentemente estratégico.

La primera dinámica conflictiva, heredada directamente del mundo bipolar, proviene del largo e irregular choque, a partir de 1955, entre el aparato estatal liberal y la lucha armada marxista-leninista en toda América Latina. Los focos revolucionarios desarrollados en suelo argentino son particularmente activos, pero están destinados a su destrucción por la aberración ideológica del foquismo que los subyace. Su radicalización a principios de la década de 1970 formó el tejido de una guerra civil que obligó al Estado argentino a reforzar la seguridad interna y fagocitar la democracia. De 1976 a 1983, el régimen militar, duro y represivo, salió exhausto de la confrontación, incluso en lo económico. Como en otras partes de América Latina, la lucha armada fue derrotada en el plano militar, pero su vanguardia no abandonó la ideología y su vocación revolucionaria. En connivencia paradojal con el Reino Unido, que abrió un frente militar en el Atlántico Sur, se enfrascará de manera paulatina en otros tres campos de actuación, la información, la justicia y la política, con el objetivo final de conquistar el poder.

El retorno a la democracia en 1983 reabrió precisamente este espacio informativo y político, con el imperativo de implementar una reconciliación adaptada al contexto previo de guerra civil. Se cometieron atrocidades en ambos lados. Acaba de producirse una segunda deflagración militar en el Atlántico Sur que Londres se ocupa de prolongar en la forma de una «guerra a través del medio social». La inteligencia británica introdujo, a través del jurista argentino Carlos Nino doctor en Filosofía en el área Jurisprudencia graduado en la Universidad de Oxford, un enfoque de reconciliación basado no en la justicia militar sino en la justicia civil y el derecho penal. Este enfoque se celebró como una innovación en el escenario local e internacional, en comparación con otros enfoques de reparación posconflicto (Camboya, ex Yugoslavia, Nuremberg, etc.). En la práctica, se llevará a cabo de una manera extremadamente sinuosa y selectiva a lo largo de cuarenta años de activismo político-judicial. Al final de un proceso muy controvertido, las Fuerzas Armadas y la Junta Militar serán efectivamente condenadas, mientras que los autores de la lucha armada, sancionados en un principio, serán indultados en la década de 1990.

Se siembran así los gérmenes de una guerra de frente inverso y de un primer cerco cognitivo. Por un lado, el enfoque judicial sesga la naturaleza del proceso de pacificación posterior a la dictadura y amputa al Estado de sus Fuerzas Armadas. Por otra parte, se inculca en la propia sociedad un proselitismo de los derechos humanos, con el fin de cercar el ámbito militar y expiar en él la responsabilidad por la violencia. Una guerra informacional apoya este modelaje cognitivo. La Junta se convierte en el único sinónimo de «terrorismo de Estado», «crimen de lesa humanidad» y el «genocidio» que generara «30.000 víctimas», mientras que Argentina se eleva a modelo internacional de reconciliación bajo el derecho civil. El cerco mental y judicial parte en dos el proceso de pacificación que cabía esperar de una guerra civil que dejó al margen a 17.000 víctimas (muertos y heridos) y más de 22.000 hechos violentos perpetrados por la lucha armada (las cifras oficiales indican alrededor de 9.000 víctimas mortales a manos del régimen militar). La ofensiva cuenta con el apoyo financiero tras bambalinas de agencias británicas y estadounidenses. El vector de inseminación se apoya en particular en un ambiguo agente local que trabajó a la vez para las formaciones revolucionarias, el gobierno militar y el reino de Su Majestad. Encuentra eco a nivel internacional en la socialdemocracia europea y está fluidamente entrelazado con los términos de la influencia globalista (derechos humanos, género, sociedad abierta, etc.). Además, la permeabilidad estimulada por este modelado de la arena democrática esculpe un ambiente favorable al relanzamiento de una agenda de lucha subversiva que se extiende a todo el subcontinente.

La segunda dinámica de conflicto, íntimamente ligada a la secuencia anterior, tiene su origen en la guerra abierta en el Atlántico Sur en 1982. La Junta Militar agitó la idea nacionalista de una Argentina bicontinental y una reconquista de las islas Georgias del Sur y Malvinas. En este punto de la Guerra Fría, Londres percibió que una victoria militar en el marco de una guerra limitada podría serle beneficiosa, tanto en el plano militar como en el de la información. El Estado Mayor estadounidense aseguró su apoyo a la Junta Militar en caso de conflicto. El Ejército Argentino, mal preparado y sin conciencia de la correlación de fuerza militar, cae de cabeza en la trampa tendida por la Albión. La presencia de un buque civil argentino en la isla Georgia del Sur, autorizado previamente por la Cancillería británica, sirve como incidente de provocación. Después de un breve episodio de negociación, el enfrentamiento armado terminó en la debacle de Buenos Aires.

Aquí también, el enfrentamiento militar, rodeado de maniobras de información, es una fase entre otras secuencias imbricadas cuyo alcance estratégico es igualmente insidioso. El régimen argentino, desacreditado en varios frentes, se desintegra, mientras Londres activa en la sociedad argentina una contención normativa y cognitiva que apunta a amputar su capacidad estratégica de manera definitiva. Se compone de dos líneas: el apoyo encubierto a la acción subversiva del movimiento revolucionario y el apoyo a la política de derechos humanos (como se mencionó antes), uno de cuyos objetivos comunes fue neutralizar a las Fuerzas Armadas (prohibición por ley de las Fuerzas Armadas para inmiscuirse en asuntos internos); la influencia de los tratados internacionales para favorecer los intereses británicos en el Atlántico Sur, de los cuales Chile se beneficiará.

Con el paso de los años y al arbitrio de los flujos y reflujos creados por las crisis políticas, el movimiento neomarxista logrará reconquistar el espacio político y desarrollará una agenda extrañamente funcional al desmantelamiento del aparato político-estratégico argentino, bajo la apariencia de progresismo de los derechos humanos y retórica soberanista, proceso que se desarrolló bajo la mirada relativamente benévola de la potencia norteamericana. Por el momento, esta contradicción no ha sido socavada en serio por ninguna formación política. Las conquistas económicas del antiguo imperio británico sobre el dominio marítimo de las Islas Malvinas ascienden a una superficie equivalente al territorio continental argentino, al tiempo que la pesca y su manejo ilegal en connivencia con otras potencias extranjeras generan abundantes dividendos (más de 600 millones de dólares anuales).

La democracia argentina es así el teatro de una guerra nueva y de otra no armada, interna, endógena, muchas veces indescifrable e invisible. Esta no se resuelve únicamente en las renuncias o capitulaciones mostradas por sucesivas generaciones de dirigentes políticos frente a los daños de conflictos heredados del pasado. Este estado de guerra interna, de carácter fundamentalmente ofensivo, resulta de una modelación cognitiva de la sociedad argentina y de un nuevo choque entre una nueva matriz subversiva, retoño del reciclaje de inspiración marxista-leninista, y una matriz liberal adherida al tejido republicano del país. Este choque tiene lugar en el ámbito de la democracia misma y en su espacio económico, de la información, normativo y jurídico.

La primera matriz supo obtener una ventaja estratégica en las últimas tres décadas. Practicó con eficacia el entrismo de los partidos políticos tradicionales (tanto de derecha como de izquierda) y orquestó una activa guerra de la información, entrelazada con operaciones judiciales, económicas o violentas, pudiendo sacar provecho de las múltiples contradicciones conceptuales y estratégicas de su oponente liberal. Su llegada al poder en 2003, primero con Néstor Kirchner, infundió un Estado dual, conjugando el mantenimiento de una fachada institucional y una economía anémica, con poblaciones cautivas, una matriz clientelista en connivencia con el universo ilícito, que ahora se ofrece al mejor postor (China).

El resultado de esta confrontación es un estado de semidislocación de la sociedad argentina, atravesado de cabo a rabo por líneas de falla culturales, políticas e identitarias. El colmo es haber llegado a ciertos mitos fundacionales del país y haber desarmado precisamente a buena parte de los propios ciudadanos argentinos en la medida en que su entendimiento, es decir, el paisaje perceptivo y las herramientas de comprensión estratégica de la realidad, se convirtieron en uno de los principales objetivos del enfrentamiento. La dificultad es manifiesta a la hora de captar cabalmente este contexto, sean cuales sean los colores políticos, incluso, por supuesto, para los partidos empantanados en el posibilismo y la moderación y aun cuando existen iniciativas que buscan romper este blindaje perceptivo. En este sentido, el voto en las primarias, en agosto de 2023, por el joven outsider ultraderechista Javier Milei viene a señalar una demanda de transición.

La ausencia de preocupación del mundo académico e intelectual sobre la fisionomía de esta guerra silenciosa y sistémica contribuye indirectamente a perpetuarla. Sin embargo, existen casos similares y se dispone de conocimiento sobre esta área menos popular de las guerras intangibles. ¿Existen otras opciones para la nación sanmartiniana que aprender a rearmarse y construir, desde su propia historia y a la luz de las mejores experiencias internacionales, un nuevo arte de combate?

* Nacido en Francia, es ensayista y coordinador de la plataforma internacional de comunicación Dunia. Titular de una maestría en Ciencias de la Tierra en Francia. Se dedicó a la planificación territorial en el norte de Francia hasta el año 2003, para luego ser observador-partícipe de las dinámicas sociopolíticas en varios continentes. En 2012 fundó la plataforma Dunia en pos de brindar servicios de comunicación digital e investigar el rol estratégico de la información. Ha sido partícipe de distintos movimientos sociales en la región, en Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Es autor de «Una nueva era de guerra informacional en América Latina»; coautor del «Diccionario del poder mundial» (2015) y «Democracia digital» (2020). Tradujo al español y al inglés algunas obras del geoestratega Gérard Chaliand («Por qué Occidente pierde la guerra, Terrorismo y política, Atlas estratégico»). Desde 2020 colabora con la Escuela de Guerra Económica en Francia.

Miembro de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG.

Nota disponible en francés en la revista Conflits: https://www.revueconflits.com/largentine-desarmee-et-fragilisee/