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ESPERANDO A TRUMP

Roberto Mansilla Blanco*

Hay una carrera contra reloj en la política internacional que lleva como fecha clave el próximo 20 de enero de 2025. Ese día asumirá Donald Trump por segunda vez la presidencia de los EEUU hasta 2029. Con un poder prácticamente absoluto tras ganar los votos electoral y popular, manteniendo la mayoría y el control de las dos Cámaras, la de Representantes y el Senado (lo cual a priori evitaría cualquier perspectiva de bloqueo legislativo y político) y un poder judicial neutralizado (viene de desestimar dos demandas en su contra), los principales actores a nivel global comienzan a posicionarse ante este nuevo período en la Casa Blanca con un Trump visiblemente reforzado.

Trump ya comenzó a diseñar las señales de identidad de su próximo gobierno, que por cierto no eran ningún secreto: aranceles comerciales del 25% contra Canadá y México y del 15% contra China. El proteccionismo económico será una baza estratégica de Trump abriendo la veda de una guerra comercial, especialmente con Beijing.

Europa está a la expectativa, tan desconcertada como inerte particularmente ante lo que pueda suceder con los compromisos «atlantistas» vía OTAN de Trump y el futuro de una guerra en Ucrania que aumenta en intensidad tras los recientes ataques con misiles de mediana y larga distancia por parte de Washington y Moscú.

No escapa de la atención el escenario político en países motores de la UE como Alemania, cuya caída del tripartito en manos del socialdemócrata Olaf Schölz anuncia elecciones anticipadas para febrero de 2025, con la perspectiva de un posible giro político hacia una eventual reconfiguración de fuerzas entre la derecha (CDU) y la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD), considerado en algunos sectores políticos y medios de comunicación como un presunto aliado del Kremlin.

El «europeísmo» obtuvo una pírrica victoria en las recientes elecciones presidenciales en Moldavia; el pasado 24 de noviembre fue el turno de la vecina Rumanía donde la sorpresa saltó con la victoria de un «outsider», Calin Georgescu, acusado desde Occidente de ser presuntamente «prorruso y antisemita». Un candidato que no tenía ni el 5% de la intención de voto pero que terminó ganando con el 21% de los votos y deberá ahora disputar la segunda vuelta el 8 de diciembre contra la periodista de centroderecha Elena Lasconi, la presumible candidata del establishment europeísta y «atlantista» que ve a Rumanía como un aliado clave en el entorno del Mar Negro y de Europa Oriental.

Las acusaciones de interferencia rusa no se hicieron esperar tras esta inesperada victoria electoral de Georgescu. Pero valdría la pena preguntarse: con escasa atención mediática antes de las elecciones, esas presuntas interferencias del Kremlin, identificadas vía redes sociales (campaña electoral en TikTok) y constante desinformación, ¿realmente terminaron siendo tan decisivas para la inesperada victoria de Georgescu? ¿O más bien otros factores como el descontento, la crisis económica, terminaron siendo más determinantes en ese resultado electoral?

Cambiando de entorno geográfico, un aliado irrestricto de Trump (pero también de Biden) como el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, fue objeto de orden de captura por parte de la Corte Penitenciaria Internacional (CPI) acusado de genocidio en Gaza contra la población palestina. Se desconoce si este anuncio afectará políticamente a Netanyahu pero es un síntoma de que las guerras que Israel ha lanzado en Oriente Próximo desde octubre de 2023, en Gaza y Líbano, sin menoscabar la confrontación inicialmente híbrida pero cada vez más directa contra Irán, aparentemente no están cumpliendo estrictamente con los objetivos trazados por el establishment militar y político israelí.

Aunque descabezados en sus respectivos liderazgos a causa de los ataques «quirúrgicos» israelíes, Hamás y Hizbulá siguen en pie sin dar síntomas de desintegración. Tras destituir al ministro de Defensa Yoav Gallant por «una crisis de confianza», Netanyahu anunció este 26 de noviembre una tregua de sesenta días con el movimiento islamista libanés Hizbulá; la guerra en cámara lenta con Irán entra en la fase de estancamiento. En el plano interno, el gobierno israelí anunció medidas contra el diario Haaretz, muy crítico contra Netanyahu.

Quedan en esta ecuación Putin y Xi Jinping, el eje euroasiático que tras la cumbre de los BRICS de octubre pasado en Kazán configuró las bases de un poder global menos hegemónico para Washington.

El Kremlin vigila de cerca cuáles son las intenciones de Trump en Ucrania. Para complicar el asunto, Biden autorizó al cada vez más insignificante presidente ucraniano Volodymir Zelenski el uso de misiles ATACMS contra territorio ruso. La respuesta de Moscú no se hizo esperar: inauguraron el lanzamiento de sus propios misiles hipersónicos de largo alcance Oreshnik contra posiciones en Ucrania. Por otro lado, desde Moldavia hasta el Cáucaso, Putin vuelve a reconstruir sus intereses y alianzas dentro de las esferas de influencia rusas, buscando alejar a Occidente de estos escenarios.

Mientras, los mass media occidentales repiten hasta la saciedad sobre la presunta presencia de 10.000 soldados norcoreanos en la región de Kursk como posible aliciente para hacer de Ucrania una guerra global que sirva de antesala al regreso de Trump a la Casa Blanca y que implique, al mismo tiempo, atar compromisos estratégicos para el próximo gobierno estadounidense vía lobbies militaristas.

Por último, y como había hecho en mayo pasado en Europa, Xi realizó una estratégica gira por América Latina con la cumbre de los COP25 en Brasil como epicentro. El interés de Beijing es tantear los equilibrios políticos en una región de escaso interés para Trump salvo por la presencia económica china, sin desestimar la de Rusia e Irán.

La reciente aprobación en Washington de la Ley Bolívar concebida para aislar aún más al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, evitando cualquier tipo de transacción especialmente petrolera, y la certificación del cubano-estadounidense Marco Rubio cómo próximo Secretario de Estado de la Administración Trump son medidas que apuntan claramente contra los aliados hemisféricos de China y Rusia, particularmente Venezuela, Cuba y Nicaragua, y que también se amplían cara los intereses continentales de Irán y del Hizbulá.

En definitiva, el regreso de Trump trastoca las piezas y los equilibrios geopolíticos a nivel global haciendo del final de este 2024 una carrera contra reloj para reposicionar los intereses de los principales actores de la política internacional. Un escenario inquietante para este mundo que, como Trump, se afirma tan volátil como impredecible.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/agardando-a-trump-roberto-mansilla-blanco/

 

LOS BRICS Y EURASIA DEJAN SU HUELLA

Roberto Mansilla Blanco*

Los últimos acontecimientos en la polarizada Europa y el convulsionado Oriente Próximo están descifrando algunas de las claves geopolíticas que observaremos con mayor intensidad en los próximos años. Entre ellas destaca el cambio estructural de poder que se va definiendo cada vez más a favor de Asia y el corredor euroasiático.

Bajo un contexto simultáneo de tensiones militares con la ofensiva ucraniana en Kursk y de los avances rusos en el Donbás, India y China impulsaron sendas iniciativas de negociación tendientes a buscar una salida al estancado conflicto ucraniano. Con la mirada igualmente puesta en las elecciones presidenciales estadounidenses, en agosto pasado el presidente indio Narendra Modi visitó Kiev toda vez el primer ministro chino Li Qiang estuvo en Moscú.

Resulta significativo que sean dos miembros de los BRICS como India y China (al mismo tiempo dos potencias nucleares que mantienen rivalidades geopolíticas y militares con reclamaciones fronterizas incluidas) los únicos con capacidad para impulsar iniciativas de negociación en la guerra ruso-ucraniana. Una expectativa de negociación que no se observa ni en Washington ni por parte de sus aliados «atlantistas» en la OTAN y en la UE, mucho más enfocados en «solucionar» el conflicto por la vía militar, pasando éste por asestar una derrota «humillante» para Rusia que, a todas luces, se ve claramente incierta a estas alturas.

Incluso este «atlantismo-europeísta» observa reveses electorales derivados de su intransigente política pro-ucraniana, tal y como se verificó con el histórico avance de la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD) en los recientes comicios regionales en Turingia y Sajonia. Por cierto, el presidente Joseph Biden y el canciller alemán Olaf Schölz habrían acordado para 2025 el despliegue de armamento nuclear en territorio alemán, una medida claramente disuasiva contra Rusia que rompe por completo el equilibrio nuclear desde el final de la II Guerra Mundial.

Toda vez que EEUU está casi absolutamente concentrado en sus elecciones presidenciales de noviembre próximo, es patente la falta de iniciativa de Washington para intentar reconducir los conflictos globales. El pulso electoral Trump-Harris gana en decibelios toda vez la escalada de tensiones militares entre Israel e Irán en Oriente Próximo alcanza ahora al Líbano, con los ataques israelíes contra posiciones del grupo islamista Hizbulá.

Como coletazo de última hora determinado por las expectativas electorales de apuntalar el camino de Harris hacia la Casa Blanca, la administración Biden anunció un ultimátum a Israel y Hamás para alcanzar un alto al fuego que, en ningún momento, implica sanción alguna contra la masacre en directo que lleva a cabo en Gaza un Netanyahu que vuelve a observar protestas internas pidiendo un alto al fuego con Hamás. A comienzos de agosto, en clara maniobra disuasiva contra Teherán, Biden anunció el envío al Golfo Pérsico de buques de guerra y portaaviones. Paralelamente, la OTAN abrió la veda para el envío a Ucrania de los F-16 con la expectativa (por cierto poco realista) de quebrar la superioridad militar aérea rusa.

Volviendo a los BRICS, este organismo multilateral que cobró un inesperado impulso con la guerra de Ucrania avanza en el diseño de una nueva arquitectura financiera que implique el final del predominio del dólar. Rusia, uno de los principales productores en materias primas como petróleo, gas natural y minerales, busca fortalecer sus lazos vía BRICS con la perspectiva de mantener una especie de salvavidas financiero ante cualquier eventualidad dentro de las tensiones permanentes con Occidente.

Los BRICS, que comenzó 2024 con una audaz ampliación de miembros como Arabia Saudí, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía, recibe ahora una nueva solicitud de admisión por parte de otra potencia euroasiática, Turquía, estratégico miembro de la OTAN pero que debe navegar toda serie de equilibrios mientras adopta una política autónoma que se aleja de los imperativos geopolíticos occidentales.

Con estas cartas en la mesa, India y China trazan iniciativas paralelas para posicionarse como los actores geopolíticos que marcan la línea de este siglo. Pero esto no es sólo en perceptible Ucrania y Oriente Próximo. Otro de los miembros principales de los BRICS, Brasil, impulsa junto a México y Colombia una mediación para solucionar una crisis postelectoral en Venezuela que amenaza con aumentar las tensiones internas y regionales y cuyas expectativas de éxito son escasamente previsibles tomando en cuenta el reforzamiento del autoritarismo y la represión por parte del presidente Nicolás Maduro. En 2023, otro miembro de los BRICS, Sudáfrica, casi en conjunto con su socio brasileño, impulsó una iniciativa de negociación en Ucrania que, pese al beneplácito de Beijing y Moscú, fue claramente neutralizada por Washington y el eje atlantista.

La revitalización del eje euroasiático y de los BRICS implica para un Occidente cada vez menos hegemónico la necesidad de quebrar internamente su cohesión, atizando las rivalidades sino-indias que comienzan también a verificarse ante las recientes tensiones militares en el espacio aéreo entre China y Japón, todo esto sin desestimar la creciente cooperación militar entre India y Japón que obviamente implica a Beijing y abre un nuevo equilibrio de poder en Asia. Con anterioridad, Occidente propició esas expectativas de quiebra interna dentro de los BRICS alentando al presidente argentino Javier Milei a no ingresar en ese organismo, asegurando así el regreso argentino al eje atlantista-occidental ampliado con las simpatías del propio Milei con Israel.

Paralelamente, Beijing remodela su iniciativa geopolítica de las Rutas de la Seda que, como señala el analista Emir Sader en un reciente artículo, reivindica ese peso histórico que Eurasia tuvo antes de la aparición de un hegemón occidental que hoy apuesta claramente por el militarismo a ultranza por encima de la negociación y el diálogo.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue publicado en versión original en idioma gallego en https://www.novasdoeixoatlantico.com/os-brics-e-eurasia-marcan-a-sua-pegada-roberto-mansilla-blanco/

ZELENSKY, MILEI Y LAS ELECCIONES EUROPEAS

Roberto Mansilla Blanco*

Cancelada con anterioridad, la reciente visita del presidente ucraniano Volodymir Zelensky a Madrid (27 de mayo) que precede al reconocimiento anunciado por el gobierno de Pedro Sánchez al Estado de Palestina realizado este 28 de mayo, indica las expectativas que maneja el jefe de gobierno español de cara a las elecciones parlamentarias europeas del próximo 9 de junio.

El contexto de la visita de Zelensky viene igualmente precedido por la surrealista crisis diplomática con Argentina ante la reciente visita a España del mandatario argentino Javier Milei, invitado para un acto de VOX. La guerra dialéctica, con fuertes acusaciones personales, instalada entre ambos gobiernos antes y después de esta visita determina la peor crisis diplomática entre Madrid y Buenos Aires, cuando menos en décadas.

Con todo, en Madrid, Milei también hizo gala de sus expectativas igualmente con el foco puesto en las elecciones europeas. Estos intereses traducen la configuración de una plataforma trasatlántica «anti-socialista» de partidos de derechas y de la extrema derecha populista que cobran fuerza de cara a estos comicios europeos. Se imponen aquí el nombre de la jefe de gobierno italiana Giorgia Meloni, a quién muchos observan como la principal abanderada política de esta nueva oleada derechista y «ultra» en Europa.

Precisamente, en febrero pasado, Italia fue el primer destino europeo que visitó Milei tras ser investido como presidente, mostrando una total sintonía política con su anfitriona Meloni.

Dos ejes: Ucrania y Palestina

Volviendo a Zelensky, Sánchez acordó contratos para suministros de armas por valor de 1.100 millones de euros, una ayuda militar considerada sin precedentes para España que espera sirva para relanzar la industria militar española. Zelensky pidió a Sánchez mayores sistemas de defensa antiaérea, aspecto que revela la debilidad estructural militar ucraniana con respecto a Rusia. Todo esto en un momento en que Europa, con el presidente francés Emmanuel Macron y la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen a la cabeza, plantean seriamente la autonomía estratégica en Defensa a través de la potenciación de un complejo militar industrial autónomo de la OTAN.

No obstante, Zelensky tiene problemas en casa. Rusia vuelve a tomar la iniciativa bélica amparada en su superioridad de efectivos y de armamentos. Kiev tiene serios problemas de reclutamiento de efectivos para el frente militar: precisa de más de 500.000 soldados. España, y también Portugal, acogen una importante diáspora ucraniana.

De acuerdo con fuentes oficiales de La Moncloa, para finales de marzo pasado habitaban en España 293.131 inmigrantes ucranianos con documentación de residencia en vigor. En Portugal son aproximadamente 60.000, muchos de ellos con nacionalidad portuguesa. Desde el comienzo de la guerra unos 14 millones de personas debieron abandonar Ucrania. Esto provocó algunos casos de críticas en Kiev ante la masiva marcha de hombres entre 18 y 60 años, necesarios para el esfuerzo bélico

Para Sánchez, conocedor de la polarización existente en Europa sobre la ayuda militar y financiera a Ucrania (en particular por parte de países como Hungría y Eslovaquia, señalados desde Bruselas de tener mayor sintonía con Rusia y China), esta visita de Zelensky implica retomar cierto protagonismo internacional haciendo gala de europeísmo y «atlantismo» apoyando sin fisuras al aliado ucraniano.

Por otra parte, reconocer al Estado de Palestina en un momento en que las protestas propalestinas en universidades estadounidenses y europeas son igualmente visibles le permite a Sánchez contar con otros apoyos, cuando menos simbólicos, toda vez que una parte de la ultraderecha europea (como Milei en la Argentina) muestra mayores simpatías con un Israel cuya imagen internacional está en horas bajas. Mientras Zelensky llegaba a Madrid, Israel lanzó una cruenta ofensiva en Rafah que provocó 50 muertos, la mayoría mujeres y niños.

Tras reconocer al Estado palestino, Sánchez recibió en Madrid a una delegación del Comité Ministerial Árabe y al primer ministro palestino, quienes no dudaron en expresar su agradecimiento, un aspecto que implica observar con mayor detenimiento cuáles son los objetivos geopolíticos que se traza ahora la política exterior española. Por otro lado, el líder de VOX, Santiago Abascal, realizó una visita relámpago a Israel para mostrar su total apoyo al primer ministro Benjamín Netanyahu. Como Sánchez, VOX y Abascal también juegan sus cartas con la mente fija en las próximas elecciones europeas.

El momento de la coalición en La Moncloa

Pero la visita de Zelensky debe ser igualmente medida en torno a la situación de la coalición gobernante en La Moncloa. Toda vez que mostraron su irrestricto apoyo a Sánchez en la crisis con Milei así como en el reconocimiento del Estado palestino, socios como Unidas PODEMOS (UP) y Sumar hicieron ver igualmente sus reticencias y contrariedades sobre el aumento de la ayuda militar a Ucrania prometida por el presidente español. Tanto como el PSOE, ambos partidos, SUMAR y UP, con su voz discordante sobre esta ayuda militar se juegan mucho su situación política en estos comicios europeos, tomando en cuenta sus magros resultados en las recientes convocatorias electorales en Galicia, Euskadi y Catalunya.

Por otra parte, el ex presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, hoy mucho más cercano a Sánchez, discrepa también de la estrategia militarista a ultranza a favor de Ucrania considerando que, visto el terreno bélico, no hay solución militar y debería darse paso a la negociación con Rusia.

Zelensky y Milei, dos contextos antagónicos en los que Sánchez prima también sus intereses a la hora de fortalecer tanto su imagen política y su liderazgo en Madrid como a la hora de impulsar una plataforma continental de freno a la agenda «ultra» y un eje de conexión con la actualidad internacional. Este parece ser el objetivo político del PSOE y de Sánchez de cara a las elecciones europeas: erigirse en el dique de contención contra una especie de plataforma de ultraderecha transatlántica, desde Argentina hasta Hungría, con objetivos geopolíticos tanto en Europa como ante las expectativas de retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

En un momento de desconcierto preelectoral en Europa y de arriesgada volatilidad internacional, Sánchez, también acosado por el escándalo de presunta corrupción y tráfico de influencias que implica a su entorno, en particular su esposa Begoña Sánchez, mide minuciosamente sus opciones políticas tanto internas como externas. Pero a pesar de su audacia y firmeza diplomática, en estos terrenos de alto riesgo como Ucrania y Gaza, el presidente del gobierno español debe manejarse con prudente destreza.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/zelensky-milei-e-as-eleccions-europeas-roberto-mansilla-blanco/