TIEMPO NUBLADO EN LAS CUMBRES

Alberto Hutschenreuter*

Es tiempo de cumbres internacionales. A la del G-20 en Roma le siguió la del clima, la COP26, en Glasgow. Han sido varios días de conversaciones sobre cuestiones que requieren consensos apremiantes para evitar inestabilidades y catástrofes; y aunque difícilmente se logren, menos si a las citas no asisten líderes clave, siempre, como decía Winston. Churchill, será preferible “hablar, hablar y hablar que guerrear, guerrear y guerrear”.

En el pasado los actores preeminentes han estado en guerra durante mucho tiempo. Hubo confrontaciones que duraron un siglo y más también, otras un poco menos. Pero la guerra (o el estado de “no guerra”) ha sido casi el lugar común en las relaciones interestatales. No deja de resultar curioso que hubo “guerras totales” pero nunca “paces totales”.

Algunos consideran que ya no es posible que ocurran confrontaciones militares mayores. Se apoyan en que desde hace décadas no hubo ese tipo de confrontaciones: “no más Normandías” significa que ya no pueden darse esas guerras totales de exterminio. Asimismo, desde el enfoque de la psicología se asegura que durante las últimas décadas la violencia humana ha mermado.

Todo esto es muy relativo: primero, no es cierto que no hubo confrontaciones entre poderes mayores (pensemos en China-URSS, India-China, etc.); segundo, la existencia del régimen internacional de la Guerra Fría ha “moderado” o “amortiguado” conflictos; tercero, las armas nucleares han implicado una “cultura estratégica” que, paradójicamente, favoreció y ¿favorece hoy? la estabilidad; cuarto, han surgido “nuevos territorios” (el ciberespacio, por caso) donde se dirime competencia y se obtienen ganancias de poder, situación que confirma lo que sostiene la historiadora Margaret MacMillan en su más reciente libro: la guerra se transforma pero nunca deja de ser ella misma; y quinto, la psicología aporta, sin duda, pero trata sentires y percepciones del ser humano, mientras que la política internacional implica intereses y capacidades de los Estados. Hay, sí, un cruce interesante en ambas: nunca sabemos acerca de las intenciones de los humanos ni de los Estados.

Estas disquisiciones resultan pertinentes considerando que el contexto de las cumbres internacionales es muy sombrío, hecho que las condiciona sobremanera en relación con resultados que impliquen al menos mínimos de cooperación en cuestiones que urgen. Está muy bien haber acordado en Roma un “global mínimun tax”, pero ello no será demasiado importante si aparece otra pandemia “recargada”; es decir, frente a esta dimensión crucial de la seguridad mundial la situación está casi como antes de 2020, o quizá peor debido a las suspicacias entre Estados realimentadas a partir de la COVID 19; igualmente, tampoco será demasiado si ocurre una “fuga hacia delante” en relación con la rivalidad creciente entre Occidente y Rusia o, más todavía, entre Estados Unidos y China.

Estas últimas posibilidades son sin duda las que más condicionan las cumbres, pues se trata de rivalidades entre actores centrales, entre poderes sobre los que recaen compromisos y esfuerzos para la construcción de estabilidad y, en el mejor de los escenarios, el sostenimiento de cualquier posibilidad de orden internacional, es decir, en términos de Kissinger, de “paz posible”. Pero ello no está ocurriendo ni parece que medianamente pronto vaya a suceder.

Si hasta no hace mucho la situación en esta doble crisis mayor en las relaciones internacionales era preocupante, hoy la discordia aumentó. La relación entre Occidente y Rusia prácticamente ya no cuenta con “anclajes” institucionales relativamente importantes en cuanto a consultas estratégicas entre ambas partes dentro de la OTAN (Moscú siempre consideró una mera formalidad los dispositivos existentes); y el nivel de inseguridad ascendió, pues la Alianza Atlántica podría ampliar capacidades con el propósito de disuadir a Rusia de realizar acciones en su propia zona roja de seguridad, (esto es, el Báltico, Ucrania y el mar Negro). Ello sin duda explica la respuesta dada por el ministro de Defensa ruso, Sergey Shoigu, a su par de Alemania Annegret Kram-Karrembauer cuando esta funcionaria se refirió a la nueva actitud disuasiva de la OTAN. Sin rodeos, advirtió aquel a la ministra germana que debería recordar “como terminaron las cosas en el pasado”.

En cuanto a la situación entre Estados Unidos y China, la ausencia del mandatario chino en las cumbres obedecería a algo más que precauciones ante el virus. Hace tiempo que el presidente Xi no sale de su país. Es cierto que los efectos de la pandemia implicaron una “globalización cerrada”, esto es, primero el frente interno. Pero la ausencia también significa que la China de Xi ya no se siente obligada a cooperar, menos aún ante unos Estados Unidos decidido a contenerla por todos los medios, política que se inició con el republicano Donald Trump y que se amplificó con el demócrata Joe Biden.

Y aquí es donde las posibilidades de la reunión climática chocan contra las desconfianzas y los intereses, pues Pekín podría estar interpretando que Estados Unidos utiliza el multilateralismo para refrenar el crecimiento de China y evitar así que llegue eventualmente a sobrepasarlo en el segmento económico, desafiando cada vez más su supremacía. Dicha estrategia estadounidense implica también ralentizar la iniciativa china del “cinturón” que se extenderá desde China hasta Europa a través de Asia, segmento terrestre en el que Estados Unidos no se encuentra.

Una China que despliega una geopolítica marítima, una geopolítica terrestre y una geopolítica aeroespacial (la reciente prueba china de un arma hipersónica con capacidad nuclear ha provocado en Washington una preocupación que retrotrajo a legisladores y jefes militares a lo que se ha se ha denominado “momento Sputnik”, es decir, la profunda inquietud que produjo en la superpotencia la capacidad soviética de colocar en los años cincuenta un satélite en el espacio, ya que ello significaba que Moscú estaba en condiciones de alcanzar con misiles el territorio estadounidense) se presenta como demasiado para, por ahora, la única superpotencia rica, grande y estratégica del globo.

En este contexto, por demás pertinente resultan las reflexiones de John Mearsheimer publicadas en la última entrega anual de la revista “Foreign Affairs”. En “The Inevitable Rivalry”, el teórico del “realismo ofensivo” considera que Estados Unidos y China “están atrapados en una competencia de seguridad que afecta todas las dimensiones de su relación y es probable que China sea un competidor más poderoso de lo que fue la Unión Soviética. Y es probable que esta competencia se caliente”.

Entre las razones que explican el aumento de la conflictividad, resulta interesante la importancia que este autor otorga a la geografía de la competencia. Dicha geografía es más propensa a la guerra entre Estados Unidos y China de lo que fue la de Estados Unidos-Unión Soviética. Aunque esta última pugna era global, su centro de gravedad era la Cortina de Hierro. Allí había pocas posibilidades de iniciar una confrontación. En Asia, en cambio, no existe una línea clara como aquella de la Europa del bipolarismo. En Asia (Pacífico-Índico) hay varios frentes de conflicto, lo que hace que la guerra sea probable.

Estas rivalidades cada vez más inquietantes son las que restringen cualquier esfuerzo multilateral y mantienen el patrón anárquico como principal rasgo de la política entre Estados. Es necesario remarcar esto último, porque durante los últimos lustros han surgido en las relaciones internacionales enfoques ilusionistas que consideran que recalcar en el mundo del siglo XXI el tema de la anarquía es una cuestión “patológica”.

“Tiempo nublado” alude a un ensayo sobre el acontecer internacional escrito por el mexicano Octavio Paz. Por entonces, principios de los años ochenta, quien sería Nobel de Literatura unos años después, observaba con preocupación las cuestiones que tenían lugar en un mundo que reingresaba a las tensiones entre las potencias mayores, a las que se sumaban el crecimiento de la población en los países subdesarrollados, la disminución de las fuentes de energía, la contaminación de la atmósfera, los mares y los ríos, las enfermedades crónicas de la economía mundial, etc.

Pero más allá de lo que afligía al escritor, existía un orden internacional, tratados, regímenes, y hacia el final de esa década sobrevendrían acontecimientos de escala que darían lugar a la coexistencia de lógicas de fragmentación y de cooperación (“fragmegración” diría un experto).

Hoy hay tiempo nublado en las relaciones internacionales. Las cumbres lo sufren. Pero, más todavía, a diferencia de entonces, no existe un orden internacional en el horizonte, las potencias están abandonando marcos regulatorios y la lógica de la fragmentación es categóricamente predominante.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

 

Bibliografía

Margaret MacMillan, La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos, Editorial Turner Noema, 2021.

Tarik Ciril Amar, “NATO’s bullish new plan to fight Russias on the seas, the skies in space could backfire, igniting a catastrophic nuclear conflict”, RTQuestion More, 25 Oct. 2021

Benjamin Friedman, “Don’t Turn China’s Hypersonic Missile Test Into a ‘Sputnik Moment’”, World Politics Review, Thursday, Oct. 28, 2021.

John Mearsheimer, “The Inevitable Rivalry. America, China, and the tragedy of great power politics”, Foreign Affairs, November/December 2021.

Octavio Paz, Tiempo nublado, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1983.

 

MEDIO AMBIENTE: LOS HIDROCARBUROS AÚN SEGUIRÁN REINANDO

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de SatyaPrem en Pixabay 

Los hidrocarburos siguen reinando y así será por un buen tiempo. Estas son épocas marcadas por las controversias acerca del cambio climático y por las consecuencias ambientales que ese nefasto fenómeno ha traído consigo. Es más, toneladas de papel y formatos electrónicos de toda naturaleza inundan anaqueles de bibliotecas con respecto al tema. Asimismo, muchos coinciden en que el ciclo histórico de los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas y derivados) llegará pronto a su fin, en pero eso no es tan simple ni parece que será así por varios años más. Para comenzar, nuevos descubrimientos acentúan la esperanza de prolongar el uso de los fósiles por varias décadas con el auxilio de la tecnología, como ocurre ahora con el caso del llamado “shalegas”.

Preocupados y con realismo no debemos olvidar en ningún momento que en este ya casi agónico 2021 aún prevalece y seguirá prevaleciendo para consumo energético el viejo y desgastado carbón de la primera revolución industrial. Los expertos aconsejan diferenciar entre los combustibles fósiles y no meterlos en un mismo saco pese a las similitudes de origen geológico. Y está bien que así sea. Aunque el gas, el carbón y los derivados del petróleo son llamados genéricamente combustibles fósiles, debe tenerse en cuenta al carbón como al “primer villano”, pero también debe recordarse que sigue siendo protagonista de primer nivel.

La demanda de carbón crece a nivel universal y su uso se extiende pese a sus claros efectos contaminadores. Guste o no el carbón es el rey en Chile y en la India; sigue siendo masivo en Estados Unidos —aunque ya hubo una clara reducción de su consumo— y Europa continúa dependiendo del viejo carbón de roca. Algunos expertos predicen que de seguir la tendencia del momento, para el 2030 el carbón volvería a ser la primera fuente energética del planeta ¿Qué tal? Si este sombrío pronóstico no representa un grave retroceso en el debate sobre el cambio climático quiero que alguien me explique qué está pasando…

Al de suyo relevante tema del carbón y de sus primos geológicos debemos agregarle la sumatoria de la contaminación ambiental vía ganadería, incendios forestales, saqueos de recursos naturales, descuidos graves en el manejo ambiental de las grandes ciudades, etc. Sin ir muy lejos, el problema en las zonas chaqueño-amazónicas de Sudamérica ya reviste alta gravedad. En Bolivia mucho se habla de respeto a la Pachamama pero según datos estadísticos internacionales es uno de los países donde más deforestación se genera. En fin, por ahora el carbón reina y sus nefastos derivados siguen su contaminable e incontenible avance. ¿Qué haremos?

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/medio-ambiente-los-hidrocarburos-aun-seguiran-reinando_253141

LAS ESCUELAS DE SNIPERS

Comandante Espuela (Tiempo GNA*)

En la actualidad la mayoría de las naciones tienen escuelas para francotiradores. En las más exigentes los que califican adquieren esa especialidad y salvo algunas materias, no difiere mucho al entrenamiento de las fuerzas especiales. Todos los alumnos (hombres y mujeres) son voluntarios. 

Condiciones para ser francotirador

El aspirante debe tener desbordante salud, un excelente estado físico, fundamentalmente buenos pies y piernas, su vista no debe ser menor a 20-20. Tener nervios de acero, gran estabilidad emocional (carecer de excesivos sentimientos), ecuanimidad, sentido común y fundamentalmente mucha paciencia.

Otra de las condiciones es tener inteligencia, memoria para recordar detalles y conocimientos de balística. La mayor virtud, disponer mucha tolerancia para estar varios días al acecho sufriendo el acoso de los insectos, las inclemencias del tiempo. El mayor defecto es creerse superior al enemigo. Es una especialidad donde no se debe dejar de entrenar. Los seleccionados serán de estabilidad psicológica firme y sin sanciones disciplinarias importantes. Beber alcohol, café y fumar están contraindicados. El olor a cigarrillo puede ser olido (más aún por perro adiestrado) y cuando está encendido, puede observarse de noche a unos 200 metros. La colilla consumida arrojada sin cuidado puede ser vista en el suelo. A su vez la nicotina disminuye la visión y estaría perdiendo un 40% de su visión nocturna. Debe estar aclimatado a la zona donde deberá operar (selva, monte o montaña). Si es fumador o le gusta trasnochar en fiestas, no llegará muy lejos.

Principios para la selección hombres y mujeres por igual

Antes de una misión el jefe que debe seleccionar el equipo, del tirador y el auxiliar (observador) no sólo que goce de buena salud, sino que tengan afinidad y se entiendan bien. El compañerismo es una condición básica para que todo salga bien y ambos deberán tener el mismo sexo. En la actualidad en las FFAA la relación entre hombres y mujeres es cada vez más neutral si califican y están motivada, son mortíferas guerreras. Pero cuando se constituyan equipos, ambos deben tener el mismo sexo o habrá importantes distracciones, olvidos y los dos pueden morir. 

El perfil psicológico del francotirador

La elección de un francotirador es una tarea delicada. No sólo tiene que tener un  físico apto para la guerra y ser disciplinado, sino tener un fuerte equilibrio emocional. Una cosa es matar en el fragor de la batalla, cuando no hay tiempo para pensar, pero es muy diferente cuando hay muchas horas para recapacitar. Los instructores deben separar a los alumnos débiles de carácter, a los que quieran ser francotiradores por esnobismo, tengan ansiedades y remordimientos.

Beber alcohol o fumar está contraindicado para esta especialidad. Ser paciente es una de las virtudes más necesarias de un tirador emboscado, puede pasar horas sin moverse y ser acosado por insectos, mientras esperan el momento óptimo. Los mejores alumnos provienen de comunidades agrícolas pues son cazadores natos acostumbrados a estar solos y ocultos durante días. Son personas rudas, donde el trauma de la guerra no suele ser tan severo como a otros. La instrucción básica de un francotirador, es disparar a quien hace ademanes, lleva vigores o binoculares y los soldados lo saludan militarmente, pues indica que es alguien con jerarquía y es un objetivo rentable. Hoy en día las insignias son pequeñas y no se destacan con colores como antes. También hay una tendencia de no saludar militarmente con la mano al superior en el terreno y estos se cuidan de llevar mapas en la mano y hablar por radio en forma visible. El problema que se le presenta a nuestro comando es considerable y debe saber que los tiradores emboscados propios pueden ser utilizados para buscar al tirador enemigo.

El instructor debe interrogar al aspirante a sniper:

    • ¿Tiene temperamento irritable?
    • ¿Se enoja fácilmente?
    • ¿Le gusta cazar?
    • ¿Alguna vez ha pasado una semana entera atrás de una presa?
    • ¿Puede estar días sin televisión, ni amigos, ni celular, pero sí mosquitos y alimañas?
    • ¿Alguna vez ha ido de campamento solo?
    • ¿Le gusta trabajar en equipo.

Sobre el curso

Una de las primeras cosas que aprenden es a seleccionar blancos de altísima prioridad como los francotiradores enemigos, oficiales y servidores de armas pesadas. Luego vienen las prácticas de tiro todos los días y clases para ejercitarse a calcular distancias, el efecto del viento, presión barométrica, etc. Además ejercitarse de esas habilidades, lo principal es dominar el arte del reconocimiento del terreno, el enmascaramiento y la paciente observación. No menos importante es saber técnicas de supervivencia, inteligencia de combate, lectura de cartas topográficas y táctica. Memorizar detalles minuciosos sobre el tamaño de una unidad enemiga, uniformes, equipo y también debe saber operar un pequeño transmisor de radio. Todo es parte del curso para los que aspiran a graduarse con la especialidad de francotirador. Algunas doctrinas indican que el sniper debe tener un acompañante con un arma automática que lo proteja y en ocasiones lo pueda reemplazar. Pero para algunas misiones tendrá que operar independiente en lugares impensados, actuar con rápidos reflejos, tomar decisiones y permanecer solo durante días en terrenos hostiles sin preguntar ¿Qué hago? Por ello, ser buen tirador para batir enemigos a más 600 metros, no basta. La detección instantánea de blancos pequeños ocultos en el follaje o entre las ruinas de un edificio, es una virtud de cazador que debe adquirir. Imaginación de dónde podría estar un sniper enemigo es una condición elemental para sobrevivir. Los francotiradores tienen más posibilidades de morir que cualquier otro combatiente y raramente sobreviven cuando son capturados, lo que es un crimen de guerra. Por eso, ciertas exigencias del entrenamiento son algo mayores a tal punto que en los EE.UU. sólo un 65% suele aprobar el curso. Pero aquellos que no califiquen no son descartados, sino que logran la capacitación de “acompañante de sniper” y/o “observador adelantado” que también es una especialidad importante. En algunas escuelas, con excepción de las horas que pasan en el aula y comedor, la mayoría del tiempo, lo ocupan más arrastrándose que caminando. Por horas visten el clásico “Ghillie” que los tienen completamente enmascarados y no importa el calor del medio ambiente.

La duración de los cursos y las materias indican la calidad de la escuela, en la “Scout Sniper School USMC”, duraría dos meses y el alumno recibe la capacitación justa según sea la región geográfica donde actuará. Los rusos debido a la experiencia en la IIGM, le dan mucha importancia a los snipers y algunos cursos de esta especialidad llegan a durar un año.

Disciplina de observación

La vista de un francotirador debe acostumbrarse a los detalles tanto de día como de noche. La tarea exige gran concentración y los dos miembros del equipo deben relevarse entre sí con los binoculares cada 10 minutos y algo menos con el equipo de visión nocturno. El telescopio no debe usarse para investigar sin sentido, porque su ángulo estrecho de visión tomaría más tiempo para cubrir un área y producirá fatiga visual. El francotirador debe memorizar la ruta estudiando mapas, fotografías etéreas, o bocetos. Deberá anotar puntos de referencia como colinas, los arroyos y caminos. Debe planear una ruta alternativa en caso de que la primaria no puede usarse. Tiene que mantener la orientación en todo momento. El saber ocultarse, tener planes lograr la misión como también para replegarse a tiempo por senderos previamente estudiados, es vital para su propia supervivencia, pues la mayoría de la veces cuando son capturados se los ejecuta en el acto, lo que constituye un crimen de guerra. Por ello, aunque sea incómodo algunos debajo de su “Ghillie Suit”, llevan el uniforme de soldado. De esta manera, antes de ser capturado eliminan y esconden el primero de ellos. 

Policías snipers

Los policías también se entrenan y la diferencia radica que el curso de estos es por un período más breve, generalmente de una semana y las distancias de tiro no superan los 200 m. Pero para un policía, el rescate de rehenes no es menos complicado que para un sniper militar. Son dos situaciones distintas, en esta última también se necesitan nervios de acero pues una enorme cantidad de periodistas cubrirán la nota y estará sometido una muy intensa presión psicológica. Es decir no puede errar.

“Es erróneo pensar que se puede leer un manual, hacer algunas prácticas de tiro y creer que ya se es un sniper. Tienes que practicarlo una y otra vez, porque si lo dejas de hacer por un tiempo se pierden las habilidades. Es una aptitud perecedera”. 

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA, Nº 61, octubre de 2021.

 

Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales

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