Archivo de la etiqueta: Asia

EL DESORDEN INTERNACIONAL: SEIS ESCENARIOS INQUIETANTES

Alberto Hutschenreuter*

Posiblemente, el estado de desorden que existe en el mundo actual suponga uno de los desafíos más complejos al momento de pensar tendencias y desenlaces. Existen más cautelas, sí, en relación con apreciaciones que impliquen ascensos significativos en materia de cooperación internacional, particularmente entre los poderes preeminentes, como así en cuanto a “certificar” que temas como el comercio conllevan un automatismo en relación con el descenso de conflictos entre Estados.

A lo más, como concluye un interesante estudio sobre escenarios, se aprecia que podría mantenerse una convivencia relativamente pacífica entre aquellos poderes mayores que mantienen una profusa interdependencia competitiva en el segmento comercio-económico, es decir, Estados Unidos y China, pero destacando que la misma no acarrearía mejoras. Incluso aquellos expertos que reflexionan desde la esperanza que siempre supone el credo religioso, como por ejemplo el estadounidense César Vidal, se han vuelto cada vez más escépticos en relación con superar por medios políticos y económicos la crisis espiritual que sufren las sociedades.

El planteo o problema central es cómo será la trayectoria de las relaciones internacionales hasta alcanzar algún modo de configuración que implique “anclar” dichas relaciones a un patrón que aleje la discordia entre los Estados y afiance la gestión o concurrencia entre ellos. La experiencia enseña que un mundo desarreglado, es decir, no solo sin consenso entre “los que cuentan”, sino en situación de creciente desavenencia entre éstos, al punto que en algunos el estado es de “no guerra”, difícilmente pueda extenderse por demasiado tiempo. Si los propios órdenes internacionales suelen agotarse cuando se modifica el contexto o desaparecen las bases que lo gestaron y sustentaron, más precaria resultan las situaciones de desorden o desarreglo internacional.

El planteo resulta pertinente, pues, desde la situación en la que nos encontramos, dicha trayectoria difícilmente podría evitar turbulencias mayores o desenlaces altamente disruptivos entre los Estados, a menos que suceda algún acontecimiento internacional de escala, por caso, una gran conferencia o convención que suponga la antesala de acuerdos que trabajosamente, e incluso con dimisiones estratégicas, conduzcan a una configuración, aunque se trata de un acontecimiento que por ahora muy difícilmente ocurra.

Existen muchas realidades que dificultan tal rumbo favorable, algunas de las cuales la pandemia las galvanizó, por ejemplo, el nacionalismo de viejo y nuevo cuño, es decir, aquel reluctante ante el extranjero (cercano y distante), y este que se forja y vigoriza ante la inseguridad que implica lo desconocido, enfermedades contagiosas y globalismo, por citar dos muy presentes. Por otra parte, aunque se trata de una “regularidad” en las relaciones entre Estados, existe una creciente acumulación militar por parte de los países. No obstante, el hecho relativo con que en plena pandemia se haya invertido en el segmento de las armas más que en años anteriores (casi dos billones de dólares, según el informe 2021 del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, SIPRI) es un dato inquietante.

Pero hay otras semejantes o más complejas que aquellas. Consideremos básicamente seis de ellas: lo que podemos denominar “pluralismo geopolítico”; el creciente carácter intransigente de conflictos mayores; el multilateralismo descendente; la creciente configuración internacional “de facto”; la re-jerarquización internacional en contexto de la Covid 19 o de pos-primera ola; y, por último, el (posible) declive de civilizaciones.

En relación con la multiplicidad geopolítica, con ello queremos decir que a las clásicas dimensiones de la disciplina, tierra, mar, aire y espacio ulterior, se suman hoy el ciberespacio (en sus diferentes orientaciones, esto es, geopolítica de la conectividad pacífica, y geopolítica de la disrupción); los “territorios” funcionales a las denominadas “guerra híbrida” y “guerra gris”; la lógica territorial de los actores no estatales; y aquellos socio-espacios que fungen útiles para los actores no estatales, aunque también algunas veces para los mismos gobiernos.

Esta realidad es inquietante, pues la geopolítica tradicional siempre ha implicado (y no hay ninguna razón para que no continúe implicando) intereses aplicados sobre espacios geográficos con fines corrientemente asociados al incremento o a las ganancias de poder; es decir, supone conflictos. Pero los “nuevos temas” de la “geopolítica ampliada” no agregan algo diferente orientado hacia la cooperación (si bien es cierto que la conectividad pacífica supone adelantos en múltiples dimensiones), sino que, en buena medida, expanden las posibilidades de conflictos de nuevo cuño.

En efecto, la ciberguerra y los “espacios” utilizados en la guerras híbridas y grises, por caso, campañas de propaganda y utilización de recursos no militares ni cinéticos, suponen pugnas de poder o rivalidades a través de medios crecientemente sofisticados, pues el factor tecnológico-digital es clave para lograr ventajas internacionales. Pero se trata de una “nueva geopolítica” (más difusa en relación con las formas de guerras) que, a diferencia de la clásica geopolítica aplicada por los Estados en relación con la captura de territorios o proyección de intereses sobre zonas de recursos, puede ser ejercida por Estados “tercerizando” sus acciones por medio de “hackers patrióticos” y fuerzas irregulares, estrategias que implican “técnicas de poder” que “des-responsabilizan” de dichas acciones a un eventual Estado, o bien puede ser llevada a cabo por actores domésticos contra su propio Estado.

En cuanto a la lógica territorial de los actores no estatales como el terrorismo transnacional, la misma continúa siendo aquella que implicó un alcance global contra blancos situados en territorios nacionales altamente seguros, si bien actualmente dicho actor se encuentra en una etapa de (relativo) repliegue estratégico.

Finalmente, la profunda crisis socioeconómica que ha implicado la pandemia está fungiendo como “funcional” para el crimen organizado, que no solamente podría verse favorecido debido a la extenuación de capacidades de los Estados, algo que agudizaría aquello que hace décadas el estadounidense James Rosenau denominó “relocalización hacia abajo de la autoridad del Estado”, sino de lo que podemos denominar “consecuencias delictuales no deseadas de la pandemia”; un fenómeno que hace unos años lo observó muy bien la socióloga mexicana Rossana Reguillo Cruz en relación con el auge de las maras: “Cuando las instituciones se repliegan, otras ‘instituciones’ tienden a ocupar su lugar y los vínculos con el crimen organizado les han dado a estos jóvenes un lugar de pertenencia que no encuentran en la sociedad”. Es decir, la Covid 19 termina creando territorios deletéreos de inclusión social.

Pero, también, determinados gobiernos de cuño populista pueden favorecerse rentabilizando secuelas de la pandemia. Aunque resulte un fenómeno inicuo, el capital político que supone el “pobrismo funcional” representa el territorio de una geopolítica no clásica sino “evanescente” e inficionada, tanto en las ideas como en los hechos, por el fenómeno del relato. En otros términos, se trata de una “geopolítica de la decadencia”.

La geopolítica es acaso el segmento que registra las mayores extensiones. Sin embargo, es importante tener presente que la disciplina no puede desnaturalizarse, es decir, hay fenómenos nuevos que implican otros territorios, pero el fin siempre nos lleva a una relación intrínseca entre intereses políticos y geografía. Hay situaciones más vitales y reales, por ejemplo, los propósitos que tienen los poderes mayores en relación con el espacio ulterior, donde las concepciones nacionales prácticamente no ocultan fines asociados a la seguridad y la militarización; y hay otras en las que dicha relación es más difusa (e incluso posiblemente hasta cuestionable desde la disciplina). Pero en todas hay una situación en la que se suceden política, intereses y territorio.

Existe otra situación relativa con lo que podemos denominar irreductibilidad de los conflictos, un estado riesgoso pues prácticamente se acotan sensiblemente las posibilidades de lograr moderación por medio de negociaciones.

La región de Oriente Medio ha sido siempre la plaza de los conflictos irreductibles, por ejemplo; sin embargo, hay otros conflictos en los que la intransigencia de las partes en liza lo están tornando irreductibles. Concretamente, la situación de tensión que existe entre Occidente y Rusia, una rivalidad que, dado el estado en el que se halla, difícilmente se logren concesiones.

Por caso, ¿es posible suponer que la OTAN se comprometa a reducir significativamente la acumulación militar y renunciar a ampliar la membresía a países del este, como por ejemplo a Ucrania? Por su parte, ¿se puede esperar que Rusia abrace el “pluralismo geopolítico” y sea impasible a lo que suceda en su “vecindad inmediata”, como, por ejemplo, en Bielorrusia?

Es casi imposible responder afirmativamente a estos interrogantes estratégicos. Pero hay que agregar que la situación en Europa del este es una de las cuestiones. Sin duda, la principal; pero existe una canasta de conflictos entre Occidente y Rusia que plantean una nueva rivalidad que dificultan sobremanera hallar salidas, situación que, a su vez, dificulta posibilidades de considerar escenarios de pactos que prefiguren un esbozo de orden internacional.

En este contexto, la Unión Europea sostiene una geopolítica extraña o “blanda” fundada en la creencia de que sus normas e instituciones pueden (y deben) ser exportadas, y así “neutralizar” la geopolítica en clave clásica (que es la que predomina en el mundo allende las fronteras de la UE).

En tercer término, el multilateralismo sufre un descenso prácticamente sin precedentes, inquietante porque el mismo se inició bastante antes de la pandemia, aunque la enfermedad sin duda la precipitó. Será complejo re-construir un multilateralismo activo, no solo por las secuelas de desconfianza derivadas de la pandemia, sino porque la denominada “política como de costumbre” en las relaciones internacionales, es decir, las cuestiones relacionadas con la seguridad, la autoayuda, las percepciones, el poder, los intereses, el nacionalismo, etc., seguirá constituyendo el fondo de tales relaciones. Es verdad que “nada será igual” cuando finalmente pase la pandemia, pero ello no implica que nos encontraremos ante temas o situaciones superadoras de lo que viene sucediendo protohistóricamente en las relaciones entre Estados.

Existen múltiples conjeturas, algunas de ellas demasiados sobrevaluadas en relación con las esperanzas centradas en un futuro con “seguridades aseguradas”, por ejemplo, en materia de inteligencia artificial (IA, un entorno pos-humano), o en cuanto a una economía digitalizada. Pero se trata de conjeturas; más todavía, se podría pensar que los resultados terminen siendo totalmente contrarios a los aguardados y, por ejemplo, los Estados, sintiéndose amenazados ante cambios que “relocalicen su autoridad en todas las direcciones”, desplieguen medidas que los vigoricen hacia dentro y hacia fuera, hecho que afectaría más todavía el devaluado multilateralismo.

Quizá resulte pertinente recordar la conjetura estrella de principios de los años noventa: un mundo centrado en el comercio profuso, los bloques geoeconómicos y los regímenes ordenadores del mismo. Treinta años después, no solo nada de ello ha ocurrido, sino que el comercio entre actores mayores, Estados Unidos y China, es una fuente de desavenencias que, de complicarse más, podría provocar trastornos económicos mayores a escala global.

En cuarto lugar, el dinamismo económico de Estados Unidos y China se encuentra, por lejos, adelante de los demás, incluso de la UE, cuyo “desentendimiento” de la geopolítica no solo la priva de estar presente en uno de los segmentos clave de poder internacional, sino que la mantiene en un lugar de dependencia estratégica crónica.

Hay estudios que consideran que, a menos que ocurra una guerra entre estos dos poderes mayores, el mundo ingresará (“de facto”) a un modo u orden bipolar flexible, es decir, Estados Unidos y China proveerán (cada uno) los denominados bienes públicos internacionales, por caso, en materia de bancos, sin que ello suponga, como otrora, la existencia de cerradas esferas de influencia (en todo caso, dicho modelo se basará en una “geopolítica descentralizada”).

En este contexto, podría suceder que el gran emprendimiento geoconómico y geopolítico de Pekín que atraviesa el Asia central, “One Belt One Road” (“OBOR”), provoque tal concentración de participantes e interesados, entre ellos, la UE, que dicho bipolarismo experimente cada vez más crecientes rigideces, como consecuencia de la percepción estadounidense relativa con que su rival podría lograr considerables ganancias de poder.

En quinto lugar, la pandemia apresuró procesos de declinación de países e incluso grandes zonas continentales. Declinación interna e irrelevancia externa son realidades casi contundentes que echaron por tierra algunas conjeturas relativas con países o bloques en ascenso.

Para tomar un caso central, no todos, pero un importante número de países de América Latina se encuentra en un estado de declinación política, social, económica, tecnológica, etc., del que será complejo salir en el mediano plazo. De acuerdo con el Informe sobre el Panorama Social de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el incremento de la pobreza, que fue sensible durante 2014-2019, supondrá tras la crisis de la pandemia un retroceso de más de 10 años y de dos décadas en términos de pobreza extrema. Sin duda ninguna, esta caída de indicadores, prácticamente un seísmo sin precedente, tiene un decisivo correlato en relación con la pérdida de posición de la región en el mundo.

En un trabajo publicado en “Nueva Sociedad” en febrero de 2021, Luis Schenoni y Andrés Malamud nos aportan datos clave en relación con la creciente irrelevancia de América Latina. Los autores demuestran que la región, comparada con otras regiones del globo, se halla en una trayectoria declinante desde hace décadas y que actualmente mantiene esa trayectoria: “La región perdió posiciones en todos los indicadores de relevancia disponibles, proporción de la población mundial, peso estratégico, volumen del comercio exterior, capacidad militar y proyección diplomática”.

Si a esta situación sumamos que desde antes de la pandemia se advertía desde la CEPAL que la región no podía quedar al margen de la “cuarta revolución industrial” y terminar arrastrada por el “tsunami tecnológico”, con la caída de las inversiones y la crisis económica casi integral en 2020 y en lo que va de 2021, será muy complejo incorporar la región a los procesos tecnológicos emergentes más sofisticados, la Internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, la genética, los activos satelitales, los drones, las cadenas de valor, etc., y marchar hacia una evolución social elevada, no ya como sucede en Japón, donde se considera que existe una “sociedad 5.0”, pero sí una comunidad más saneada de lastres como la corrupción, el crimen organizado y los “estilos políticos” orientados al pobrismo y la concentración de poder por el poder mismo.

Finalmente, una situación que tiende a ser eludida, postergada o ignorada. La relativa con las civilizaciones y la posible declinación de las mismas, una cuestión que pareciera de otro tiempo y hasta incluso perimida. Pero se trata de una cuestión que debe ser considerada en clave de procesos prolongados. Por ello, para autores como el sociólogo Krishan Kumar, existen indicios relativos con el regreso, como concepto y como modo de análisis, de la civilización.

Es preciso tener presente que se trata de una cuestión de orden superior a la erosión de poder de un actor o de una civilización. Se trata de pérdida de poder, sin duda, pero acompañada de la declinación de aquellos componentes o activos no necesariamente materiales que resultan clave para ser un centro de gravitación identitaria, política, económica, cultural, militar, etc., y de proyección de influencia y poder más allá de sus fronteras.

No nos referimos aquí a declinación desde una perspectiva de confrontaciones entre civilizaciones, conflictos que tienen lugar en las denominadas “líneas de fallas” intercivizacionales, una conjetura interesante y atractiva para el debate; sino a una situación más compleja y de extensión como es el ocaso de una determinada civilización, una regularidad en la historia, de modo que ello no implica ninguna novedad.

Habitualmente se hace referencia a la civilización occidental como la que se encuentra en un ciclo de declinación; sin embargo, es preciso distinguir la civilización occidental estadounidense y la civilización occidental europea; y es esta última la que podría encontrarse en tal ciclo. De hecho, desde 1945 (o quizá desde 1918) el poder dejó de habitar en Europa, desplazándose desde entonces hacia otros continentes. Nadie comprendió mejor dicha situación que el general Charles de Gaulle cuando en 1945 advirtió que en Europa hubo dos países que perdieron la guerra, mientras que los demás fueron derrotados.

Más de 75 años después, el poder no solamente permanece fuera de Europa, sino que la UE se empeña en desplegar una geopolítica (o más apropiadamente “anti-geopolítica”) de cuño híbrido centrada en intentar proyectar un modelo jurídico-institucional, ambición que ya ha demostrado sus (peligrosos) límites en relación con lo que sucede en la “placa geopolítica” de Europa del este. Pero a esta carencia geopolítica se suman los riesgos que supone el posible declive de su propia civilización, posibilidad por demás inquietante, pues ello podría a su vez implicar el declive y hasta desaparición de la mayor construcción de complementación e integración entre naciones.

Por tanto, si existe un sitio donde está regresando el tema relativo con la civilización, ese sitio es Europa. Si bien las fuerzas que levantan las banderas que vituperan aquello que es “políticamente incorrecto”, desde algunos segmentos políticos la cuestión es advertida, incluso desde lugares como la literatura. Por ello, de la misma manera que tímidamente se han comenzado a abordar cuestiones de geopolítica real y no tanto de “geopolítica blanda”, los europeos no harían mal en volver a tomar los “perimidos” textos de Spengler, Braudel, Toynbee…

En breve, presentamos aquí algunas situaciones que tienen lugar en el confuso mundo del siglo XXI. Las mismas discurren en un contexto de pandemia, pero preceden a la enfermedad; y, en algunos casos, se produjeron aceleraciones a partir de la misma. Además, tienen lugar en un cuadro de ausencia de configuración internacional, de creciente rivalidad entre Estados preeminentes, sin suficientes liderazgos y elites y con el retorno de temas que parecían anclados en el pasado. Un mundo cada vez más complejo para el gran reto que significa pensar tendencias y desenlaces.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.

 

©2021-saeeg®

 

EL LEGADO DE 2020 Y 2021 EN LAS PERSPECTIVAS DE ESTADOS UNIDOS Y CHINA

Giancarlo Elia Valori*

2020 fue un año crucial debido al Covid-19 que interrumpió la evolución del orden mundial en la dirección de la diferenciación y la transformación. Esta es la crisis más grave a la que se ha enfrentado la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.

Al 10 de mayo de 2021, según el Informe Global de Estadísticas Epidémicas de la Nueva Corona de la Universidad Hopkins, había 158.993.826 casos confirmados en todo el mundo y 3.305.018 muertes.

La pandemia es como un experimento social global muy importante. Sobre la base de un orden mundial que ya ha entrado en crisis, no sólo ha provocado una pausa y, por lo tanto, la desaceleración del desarrollo económico, sino que también ha presionado la aceleración de la división social y la transferencia de poder de político a técnico.

Por el momento, aunque analistas más experimentados e instituciones de investigación líderes han publicado varios informes de investigación, ninguno de ellos puede predecir con precisión y detalle el enorme impacto de la pandemia en la historia del siglo XXI.

Sin embargo, la pandemia traerá consigo cambios importantes en cuatro áreas.

En primer lugar, acelerará la tendencia general de la recesión y la diferenciación económica mundial. Esto se debe a las políticas de sobre-transmisión de divisas adoptadas por varios países y a la intensificación de la polarización social interna. La crisis económica y financiera mundial aún no se ha resuelto desde 2008. Por el contrario, la crisis sólo se ha visto ocultada por la respuesta a corto plazo de la política monetaria.

En segundo lugar, la pandemia acelera los cambios internos y la reorganización del orden político y económico internacional, precisamente la diferencia social interna. Debido a la turbulenta influencia de la política interna e internacional, los riesgos políticos y económicos en las regiones frágiles del mundo se intensificarán o tendrán un efecto en cadena.

En tercer lugar, la pandemia promoverá el fortalecimiento de la sociedad digital y la competencia entre los países en la construcción de nuevas tecnologías se hará más intensa. El impacto más significativo de la sociedad digital es la llegada silenciosa de una sociedad transparente que existe pero no tiene contacto humano.

En cuarto lugar, la pandemia fomenta el auge del nacionalismo de las vacunas y acelera el resurgimiento del valor de la comunidad de Asia Oriental, que tiene un significado especial desde el punto de vista de la historia de la civilización mundial.

En cuanto al año pasado, el evento político y económico más influyente en 2020 fueron las elecciones estadounidenses y el cambio de administración relacionado. Las elecciones estadounidenses fueron las más agudas, pero también las más frustrantes en la historia de los Estados Unidos. Aunque Trump perdió las elecciones, 74.216.154 ciudadanos votaron por el presidente saliente.

Para los Estados Unidos, el cambio de dirección no puede ser visto como el advenimiento de una política determinada en una dirección, ya que la realidad básica de la sociedad estadounidense altamente dividida no ha cambiado, sino que se ha fortalecido debido a las elecciones generales. El enorme impacto ha promovido la propagación de la violencia política y las protestas en los Estados Unidos.

Fuente: El Monitor de Crisis de los Estados Unidos, Bridging Divides Initiative, Princeton School of Public and International Affairs’, Instituto Liechtenstein de Autodeterminación.

En primer lugar, Trump perdió, pero el espectro del trumpismo ha permanecido en Estados Unidos e incluso en el continente europeo, lo que generalmente no ayuda a progresar en la estrategia de desarrollar relaciones con China.

En segundo lugar, el “antagonismo” de la estrategia estadounidense hacia China no ha cambiado radicalmente. Trump ha abierto una disputa político-económica con Pekín. Es particularmente notable que la generación más joven de liderazgo republicano se está volviendo gradualmente hostil y negativa hacia China, y ejerce una gran influencia en el Congreso, y esto no promueve la paz mundial.

En tercer lugar, si esta actitud no está contenida, conducirá a impactos negativos a largo plazo: entre el desacoplamiento de alta tecnología y la competencia ideológica. Por último, la política de China hacia Estados Unidos se ha perfeccionado: aunque el gobierno sigue esperando y observando, la voz de la búsqueda de cooperación y de ser racional y pragmático sigue siendo la principal corriente en Pekín.

Además de la cuestión de que China reducirá su dependencia del mundo y aumentará su dependencia de la propia China. Al mismo tiempo, China reducirá su dependencia de los patrones de crecimiento tradicionales y aumentará la atención a la sostenibilidad social, verde y ambiental.

2021 está demostrando que el núcleo del análisis de tendencias políticas y económicas mundiales seguirá siendo la competencia entre China y los Estados Unidos. La administración Biden todavía ve a China como su principal competidor estratégico, pero los métodos para abordar el tema son muy diferentes de los de la administración Trump. La principal diferencia es que Biden se centra en resolver problemas internos y no descarta los problemas más importantes con China.

El gobierno de Biden ha ajustado su estrategia para China, ya que la influencia de los principales grupos de interés como las finanzas estadounidenses y la industria militar en la política es constante en comparación con la administración anterior, pero el factor chino en la cadena de interés global sigue siendo mayor. De hecho, las voces de los dos partidos en el Congreso estadounidense también están en aumento pidiendo que se frene el ascenso de China.

En resumen, en términos de la dirección de la política china, se espera que la administración Biden se oponga a una guerra comercial porque daña los intereses fundamentales de la comunidad empresarial estadounidense. Sin embargo, es probable que haya problemas para Taiwán, Xianggang (Hong Kong), Xinjiang Weiwu’er (Uyghur), mar de China Meridional, Xizang (Tíbet) y otros problemas.

Se espera que la posibilidad de una nueva negociación comercial entre China y los Estados Unidos aumente significativamente en el futuro y se reforme la estrategia estadounidense de competencia constructiva.

Independientemente de los cambios en las relaciones sino-estadounidenses, China ciertamente promoverá una mayor cooperación bilateral y multilateral en materia de inversiones, buscando nuevos modelos de desarrollo y sombreando nuevos modelos de cooperación.

Las áreas clave que actualmente son las más importantes y dignas de atención son, en primer lugar, la adhesión de China a la Asociación Económica Global Regional (RCEP) y busca celebrar el Acuerdo Integral y Progresivo para la Asociación Transpacífica (CPTPP), que muestra que la alta dirección de China ha decidido continuar su estrategia de reforma de la promoción interna y la promoción externa.

El RCEP es un acuerdo de libre comercio en la región de Asia y el Pacífico entre los diez estados de la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental (Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia y Vietnam) y cinco de sus socios de libre comercio: Australia, China, Representante de Corea (Sur), Japón y Nueva Zelanda. Estos Estados miembros representan aproximadamente el 30 % de la población mundial y el PIB, lo que lo convierte en el mayor bloque comercial del mundo.

El CPTPP, por otro lado, es un proyecto de tratado de inversión regulatoria y regional en el que participaron doce países de la zona del Pacífico y Asia hasta 2014: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam.

Entre RCEP y CPTPP, en realidad no sólo existe la interconexión de la cadena industrial y la similitud, así como más razones de unidad que diferencias, sino también la influencia de los factores estratégicos de las grandes potencias.

La principal diferencia entre ambos es que el CPTPP tiene mayores requisitos de calidad económica, mientras que el RECP es más inclusivo. En segundo lugar, es probable que se firme el acuerdo comercial y de inversión entre China y la UE, que tiene evidentes intereses a corto plazo para Europa e intereses estratégicos a largo plazo para China. Sin embargo, China aún no ha adoptar una postura cautelosa hacia la política europea y sus sistemas jurídicos de doble rasero. En tercer lugar, China y Rusia al mismo tiempo fortalecen la cooperación estratégica mundial y habrá nuevas oportunidades para su cooperación en los sectores energético y militar.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

 

©2021-saeeg®

LA TRADICIONAL INDEPENDENCIA Y EQUILIBRIO DE LA REPÚBLICA POPULAR DEMOCRÁTICA DE COREA (COREA DEL NORTE)

Giancarlo Elia Valori*

Hace años, mientras hablaba con Kim Il-Sung sobre temas mediterráneos, me habló de un episodio sobre un país geográficamente muy cercano a Italia, a saber, Albania.

Durante el 22º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (17-31 de octubre de 1961) —que marcó la división entre Rusia y Albania—, la delegación encabezada personalmente por mi amigo no aceptó en absoluto el llamado de Rusia a estigmatizar a los comunistas albaneses, y ni una palabra de condena fue dirigida a Albania.

Cinco años más tarde, una delegación del Partido Laborista coreano asistió —con plenos honores— a la labor del 5º Congreso del Partido Laborista de Albania (el tercero por orden de importancia después del Partido Comunista de China (CPC) y del Partido de los Trabajadores vietnamitas).

El resto de los países socialistas que sobrevivieron (y no sobrevivieron) en el período de tres años 1989-1991 sufrieron grandes crisis políticas (Madagascar); disidencia y depresión económica (Cuba, la antigua URSS); nacionalismo e irredentismo (los países de la antigua Yugoslavia, las antiguas Repúblicas Soviéticas, etc.); compromisos con la oposición armada (Angola, Mozambique); reformas radicales (la antigua URSS, Mongolia) o reformas estructurales (Vietnam, Laos), sin olvidar la guerra civil camboyana (1975-79); y guerras entre los países socialistas (Etiopía y Somalia en 1977, Vietnam y China en 1979).

El único régimen que sobrevivió ileso a los momentos fatales de la transición del comunismo internacional fue la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), aparte de los Estados que, en mayor o menor medida, ajustaron su estructura económica, a saber, la República Popular de China, Cuba, Laos, Vietnam, etc…

Una de las dos razones básicas de la resistencia norcoreana es la ideología Juche, analizada lúcidamente por Antonio Rossiello en un periódico italiano en 2009.

La aplicación de un marxismo-leninismo perfecto en el contexto asiático nunca ha sido convincente. Sólo en los pocos estudios serios que se han llevado a cabo hasta ahora en Italia sobre las democracias del pueblo en el Lejano Oriente, incluyendo el de Rossiello, podemos entender plenamente cómo las tradiciones asiáticas dejan sólo espacio formal a los efectos de la Revolución Francesa.

Mientras que, en Occidente, el maoísmo de alguna manera se diferenció del mito palingenésico del marxismo-leninismo estalinista, el pensamiento de Kim Il-Sung nunca ha sido explorado completamente debido al ostracismo del comunismo al estilo italiano y sus sacerdotisas, galantes, lacayos y pseudo-intelectuales.

Sin duda, la posición internacional adoptada por la RPDC en los últimos setenta años es la causa adicional que subyace a la estabilidad interna y externa del país.

En la práctica, para una gran parte de los pueblos asiáticos, la Segunda Guerra Mundial fue una guerra de liberación. A corto y largo plazo, el mensaje japonés “Asia a los asiáticos” —destinado a desarrollar el diseño imperial de la expulsión de Europa de Asia— condujo a un debilitamiento de las antiguas y nuevas estructuras colonialistas: en este sentido, la venganza china (1934-1949) y la redención vietnamita (1945-1975) son emblemáticas.

En la ideología Juche, la palabra libertad no tiene ningún significado capitalista liberal-burgués y de libre mercado, sino que simplemente significa: “patria sin presencia extranjera en suelo nacional”.

La RPDC (proclamada el 8 de septiembre de 1948, mientras que el 25 de abril es el Día del Ejército) se adelantó a su tiempo, anticipando así definitivamente los pilares de su política de equilibrio, sugerida y motivada por su contigüidad con las dos grandes potencias comunistas.

El 25 de diciembre de 1948, el Ejército Rojo de Stalin y la agencia administrativa soviética se retiraron de la RPDC a petición de Kim Il-Sung.

Durante la guerra civil (1950-1953), la RPDC disfrutó de una ayuda y un apoyo chinos decisivos, aunque sin vincularse después a China. Sin embargo, eso no significaba una entrada en la órbita soviética o china: después de la devastación de la guerra, la RPDC se negó a unirse al Comecon (a pesar de la considerable presión), haciendo pública su postura y defendiéndolo en términos claros y de principios contra cualquier forma de división socialista internacional del trabajo.

Fue en ese contexto cuando la idea de Juche o autosuficiencia tomó forma: “la independencia económica es también una garantía para eliminar todo tipo de yugos”, con miras a salvar al país como destino como una provincia económica, y por lo tanto política, de uno u otro de sus grandes vecinos.

Cuando los nuevos Estados obtuvieron la independencia en las décadas de 1950 y 1960, y varios países africanos, asiáticos, caribeños y latinoamericanos aparecieron en la escena mundial, la RPDC trató de desarrollar sus relaciones, que se limitaban a los países socialistas (pero no con los Estados socialistas o con la Yugoslavia pro-EE.UU. de Tito.

Por lo tanto, la política de Corea del Norte hacia el Tercer Mundo estaba orientada a objetivos diplomáticos, económicos e ideológicos, inicialmente para obtener apoyo y más tarde para mejorar su posición dentro de las Naciones Unidas (de las cuales aún no era miembro).

Según Kim Il-Sung, el Tercer Mundo podría proteger el interés de Corea del Norte esforzándose por obtener declaraciones favorables y votos indispensables sobre cuestiones relativas a la unificación pacífica de la patria, así como facilitar el intento de entrar en el Movimiento de los No Alineados.

Además, el apoyo a los movimientos de liberación y a algunos grupos insurgentes fue visto como un medio para crear nuevas entidades estatales que erosionarían el poder estadounidense, es decir, oponerse militarmente a la Casa Blanca en vista de su retirada final de sus zonas de influencia.

En 1957, la RPDC lanzó sus primeros acuerdos comerciales con Egipto, Birmania, India e Indonesia. En 1958 reconoció al gobierno provisional argelino y más tarde firmó acuerdos culturales con los Estados afroasiáticos y Cuba.

La ayuda general al desarrollo se destinó a los países de reciente independencia, que la apreciaron mucho, ya que se consideraba incondicional. Las manifestaciones de solidaridad en caso de desastres naturales enviando dinero a las víctimas fueron fundamentales: en 1958 para el huracán en Ceilán (Sri Lanka); en 1960 por el terremoto en Marruecos; en 1961 por el tifón en Indonesia y la inundación en Somalia.

En la década de 1960, el prestigio internacional de la RPDC también aumentó debido a su alto nivel de desarrollo y autonomía, con el control de los recursos, la naturaleza y las razones del progreso en un antiguo país colonial con sólo unas pocas décadas de independencia a sus espaldas.

Las dudas sobre la política soviética hacia los países de su lado en cualquier tipo de enfrentamiento con Estados Unidos (ver retirada de misiles soviéticos de Cuba), así como los contrastes entre la República Popular China y la URSS en la coordinación de ayudas a la República Democrática de Vietnam (Vietnam del Norte), convenció cada vez más a Kim Il-Sung de tomar caminos separados.

En este sentido, fue uno de los países que proporcionó una contribución importante, no sólo verbalmente, a Vietnam del Norte y al Frente de Liberación Nacional Viet Cong (NLF). Su oferta de enviar voluntarios, sin embargo, no fue aceptada por los vietnamitas, a pesar de la presencia de surcoreanos en Vietnam del Sur. Al hacerlo, los vietnamitas confirmaron el mencionado sentido asiático de libertad, es decir, no hay extranjeros.

Por último, las preocupaciones de Rusia y de China sobre la captura del barco estadounidense Pueblo por las fuerzas norcoreanas (1969) mostraron a Kim Il-Sung que los soviéticos y los chinos eran mucho más cuidadosos para proteger sus intereses que los de los pequeños países “hermanos”.

En la década de 1970, con una creciente moderación y autocontrol en la política exterior —en vista de tranquilizar al público mundial de su deseo de unificación pacífica— en su alianza con el Tercer Mundo, Kim Il-Sung también acentuó el logro de la causa de la democracia entre los Estados, así como la independencia nacional y el progreso social. Sin embargo, un pasado común de humillaciones e insultos, así como luchas contra el colonialismo y el imperialismo, seguía vivo en las actividades internacionales de Corea del Norte.

La RPDC fue el primer país en ofrecer voluntarios a Camboya después del derrocamiento del príncipe Sihanouk (1970), y también ayudó y financió numerosos movimientos de liberación afroasiáticos y latinoamericanos.

En 1972, sin embargo, el gobierno norcoreano —a excepción de la asistencia militar al Frente Patriótico-Unión Nacional Africana de Zimbabwe— detuvo el apoyo activo a los movimientos (manteniendo la solidaridad política con ellos) en favor de una campaña sistemática para obtener un reconocimiento diplomático generalizado. De hecho, prefirió ayudar a realidades ya establecidas, a saber, Egipto, Malta, Mozambique, Seychelles, Uganda, Lesotho, etc.

Los resultados no tardaron en llegar: en 1973 se le concedió la condición de observador en las Naciones Unidas, ya que ya era miembro de la Organización Mundial de la Salud. En agosto de 1975, la Conferencia de Ministros de Asuntos Exteriores de los Países No Alineados de Lima aceptó la candidatura de la RPDC (mientras que la de Corea del Sur fue rechazada).

Los esfuerzos realizados directamente en las Naciones Unidas lograron un gran éxito simbólico, ya que por primera vez un documento que reconocía la posición de Corea del Norte ganó la mayoría. Ese año, la Asamblea General aprobó la Resolución 3390 B (XXX) de 18 de noviembre por 54 votos a favor y 43, con 42 abstenciones y 4 ausentes, en la que se pedía la retirada de las tropas extranjeras presentes en Corea del Sur bajo la bandera de la ONU y la apertura de negociaciones entre Estados Unidos y la RPDC (se ignoró al gobierno surcoreano).

Entre 1975 y 1979, la RPDC siguió celebrando nuevos acuerdos económicos, científicos, de transporte y culturales con los países emergentes, previos al 6º Congreso del Partido Laborista —inaugurado el 10 de octubre de 1980— que, ante nuevos problemas internacionales, aclaró la línea política tradicional sin malentendidos ni fórmulas de compromiso.

Corea del Norte denunció la intervención de Vietnam en Camboya (1978), pero se distanció de los Jemeres Rojos y no invitó a las delegaciones camboyanas al Congreso. Sólo se aceptó un mensaje de Sihanouk, que vivía en la capital.

Cuando se les preguntó, algunos líderes dejaron claro que nunca habían aprobado la presencia soviética en Afganistán, pero que no querían adoptar una postura oficial porque “no sirve de nada”. Durante el Congreso, se limitaron a denunciar las tendencias “dominacionista” (se evitó la palabra “hegemonista” porque fue utilizada por los chinos contra los soviéticos).

Kim Il-Sung dio gran importancia en su informe al Movimiento de los No Alineados. El presidente rechazó la teoría cubana según la cual el Movimiento sería el aliado natural del campo socialista, afirmando que “los países alineados no deben absolutamente seguir a uno u otro bloque, ni dejarse influenciar ni permitir divisiones dentro de ellos”.

Estas declaraciones iban acompañadas de una actitud de apertura hacia los partidos de la Internacional Socialista. Teniendo en cuenta las numerosas y grandes delegaciones socialistas europeas invitadas, estaba claro que la RPDC deseaba asistir a las reuniones internacionales socialistas como observador.

Aunque algunos partidos socialistas (el SPD alemán) fueron más hostiles que otros a la naturaleza del régimen, se mantuvieron sensibles a la voluntad siempre expresada en esos años y mostrada en la posición adoptada durante la primera Guerra del Golfo (1980-1988). Corea del Norte apoyó a Irán, víctima del intento de invasión iraquí, al proporcionar al país atacado armas y tecnología avanzada en un momento en que Saddam Hussein tenía a Estados Unidos, Rusia y China de su lado. La RPDC, Siria, Libia y Albania fueron los únicos países que apoyaron a Irán, que tenía al mundo en su contra.

En 1991, las dos Coreas fueron admitidas por separado ante las Naciones Unidas: el consenso se expresó en la apertura del 46º Período ordinario de sesiones de la Asamblea General (17 de septiembre). Esto se produjo porque la RPDC había decidido el 28 de mayo renunciar permanentemente al principio de representación confederal única, después de los éxitos surcoreanos en obtener garantías de China y de la Unión Soviética de que retirarían sus vetos a su candidatura.

Un acontecimiento histórico tuvo lugar a finales de 1991. Los dos primeros ministros coreanos, Yon Hyong Muk (para Corea del Norte) y Chung Won Shik (para Corea del Sur), firmaron un tratado de no agresión y conciliación en Seúl el 13 de diciembre, poniendo fin formalmente al estado de guerra que había existido desde el Armisticio (27 de julio de 1953).

El acuerdo restableció las comunicaciones, el comercio y los intercambios económicos, y permitió la reunificación de las familias separadas tras el conflicto (25 de junio de 1950). También estableció la presencia de una guarnición conjunta en Panmunjon, a lo largo de la zona desmilitarizada. Ese fue el primer paso hacia la unificación de la península, que fue deseada por ambos gobiernos, aunque en términos diferentes.

El resultado positivo se debió en primer lugar a la decisión de Corea del Norte (expresada apenas veinticuatro horas antes de la firma del acuerdo) de renunciar a la idea de negociar sólo con la Casa Blanca, como contraparte del Armisticio. Estaba claro que Estados Unidos no quería ceder a los intentos diplomáticos norcoreanos de considerar a la República de Corea como una de sus dependencias.

Más allá de los entusiasmos fáciles, la desconfianza y las sospechas mutuas persisten. La permanencia misma de las fuerzas estadounidenses (bajo la bandera de la ONU) —temida por Corea del Norte— fue reconfirmada por el entonces secretario de Defensa, Dick Chaney, en noviembre de 1991.

Actualmente hay 28.500 militares estadounidenses en Corea del Sur. Es el tercer contingente más grande de soldados estadounidenses en el extranjero, una cifra que no coincide con el sentido típicamente asiático de la libertad: Japón (53.732); Alemania (33.959); Corea del Sur (28.500); Italia (12.249); Reino Unido (9.287); Bahrein (4.004); España (3.169); Kuwait (2.169); Turquía (1.685); Bélgica (1.147); Australia (1.085); Noruega (733), etc.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

©2021-saeeg®