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LA «DOCTRINA ZELENSKI»: UN RETO QUE COMPROMETE A UCRANIA Y A LA SEGURIDAD INTERNACIONAL

Alberto Hutschenreuter*

Cuando en 2019, Volodímir Zelenski, un licenciado en derecho y ex actor y director de cine y televisión, alcanzó la presidencia de Ucrania tras una breve campaña, su principal enfoque en materia de política externa y de defensa fue colocar la proa del país en dirección de las estructuras políticas-económicas y de seguridad de Occidente, esto es, la Unión Europea y la OTAN.

Es verdad que antes otros ya lo habían hecho, pero la diferencia fue que Zelenski lo hizo en términos de vía única, es decir, descartó de plano cualquier otra alternativa, entre ellas, una eventual neutralidad del país este-europeo. Para el nuevo mandatario, era imperioso tomar de una vez y para siempre esta decisión: Ucrania era un país independiente, su lugar era Europa y era aquí donde debía anclar su porvenir.

Desde el oeste se habían emitido señales que parecían asegurar ese propósito. En relación con el eventual ingreso a la Unión Europea, si bien hacia el final de la década de los noventa se consideró la cuestión, fue en 2008 cuando se anunció que Ucrania firmaría un Acuerdo de Asociación con la UE. Pero desde Bruselas se comunicó que tal acuerdo solo sería posible si Kiev llevada adelante determinadas reformas que afirmaran el estado de derecho, particularmente en su segmento judicial. Unos años después, en 2013, una misión del Parlamento europeo sostuvo que había oportunidad para un tratado de asociación. Finalmente, los acontecimientos durante el invierno de 2014 impulsaron la firma de un acuerdo, aunque quedó pendiente la ratificación (es necesario recordar que la adopción de adhesión a la UE requiere el voto unánime de sus 27 miembros).

En relación con las “señales” de la OTAN, existía, desde los años noventa, cierto umbral puesto que Ucrania pertenecía (desde entonces) al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte y al Programa de Asociación para la Paz. Pero no fue hasta bien entrada la primera década del siglo XXI cuando surgió la posibilidad de que Ucrania fuera parte de la Alianza: en la reunión de la OTAN en Bucarest en 2008, se emitió una declaración que parecía habilitar en el futuro el ingreso de Georgia y Ucrania. En la cumbre de la OTAN celebrada Varsovia en 2016, se estableció un paquete de asistencia integral para Ucrania. Asimismo, la Rada (Parlamento ucraniano) aprobó una legislación que reafirmaba como objetivo de la política exterior y de seguridad la pertenencia a la Alianza Atlántica. Finalmente, en septiembre de 2020, el mandatario aprobó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional que preveía un curso de asociación distintiva con la OTAN con el propósito de ingresar a ella.

El dato más reciente en relación con las señales sucedió el 10 de noviembre de 2021, cuando el secretario de Estado norteamericano, Antony Blynken, y el ministro de Defensa ucraniano, Dmytro Kuleba, firmaron una “Carta de Asociación Estratégica”: según la misma, Ucrania “está comprometida con las profundas y ampliar reformas necesarias para su plena integración en las instituciones europeas y euroatlánticas”.

Este evidente respaldo sin duda no solo afirmó la concepción de la política exterior y de seguridad de Ucrania en relación con la orientación política, económica y estratégica-militar, sino que pareció que Occidente garantizaba dicho rumbo. Esto último tal vez hizo creer a Kiev que no estaría sola ante la reacción rusa si decidía marchar al extremo, es decir, hacia las estructuras de Occidente, pero también si se proponía recuperar el control territorial en el este y, algo más temerario, recuperar Crimea.

Fue acaso ese convencimiento y entusiasmo el que, en la Conferencia sobre Seguridad de Múnich de febrero de 2022, un foro donde se puede medir la “temperatura estratégica” de las partes, impulsó a Zelenski a decir que su país podría reconsiderar la renuncia a la posesión de armas nucleares (a las que renunció —o las retornó a Rusia en los años noventa— a cambio de seguridad y reconocimiento como país independiente). En perspectiva, fue acaso más un recurso de presión del presidente a Occidente que no calibró la desaprobación con desprecio que causaría en Rusia.

Sabemos qué sucedió a partir del 24 de febrero: Ucrania sufrió una invasión desde varios frentes. Desde entonces, y a un precio devastador para la seguridad humanitaria y material como así para la seguridad regional y global, ambos libran una guerra en la que los márgenes de salida se van haciendo cada vez más estrechos.

La invasión u “operación militar especial” de Rusia fue el resultado del fracaso de la diplomacia, pero también fue el riesgo que corría Ucrania al someter a prueba una política exterior y de seguridad descartando cualquier otra alternativa que no fuera la incorporación integral de Ucrania a Occidente. Para decirlo más claramente: lo que podemos denominar “doctrina Zelenski” implicaba no solamente remarcar diferencias geohistóricas, sino, y fundamentalmente, desafiar la geografía y la geopolítica.

En relación con el pasado, dicha doctrina reafirmaba la separación de las culturas de ucranianos y rusos tras la emergencia de principados (en el siglo X) y el final del predominio mongol (siglo XIV); es decir, Ucrania y Rusia eran países culturalmente diferentes, no un mismo país separado por las potencias occidentales como sostenía el presidente Putin, quien pocos días antes de la invasión llegó a negar la existencia de Ucrania.

Por tanto, Kiev podía narrar su historia prescindiendo de Rusia; pero para Moscú ello implicaría un problema existencial. En gran medida, sucedía lo que ha dicho la especialista Hélène Carrère d’Encausse cuando se desplomó la Unión Soviética. “Entonces, cuando el 1 de enero de 1992 los ciudadanos de Rusia descubrieron su país tal como salía de los acuerdos de Belavezha (qué declaraban oficialmente la disolución de la URSS), pudieron interrogarse con toda razón: ¿qué país era ese tan diferente de aquel que había forjado la larga historia, del cual habían aprendido etapas y lugares? Kiev, la cuna de todo, ya no estaba en Rusia, ni las costas del Báltico, ni las del Mar Negro. Pedro el Grande y la gran Catalina, ¿no habían existido tampoco, igual que Oleg en el pasado ruso? Comprender la Rusia de 1992 imponía a los rusos el olvido del pasado y la contemplación del porvenir”.

Pero, además de narrar la historia en clave solamente ucraniana, la “doctrina Zelenski” implicaba romper con la condición geográfica y geopolítica, es decir, desafiar la condición relativa con la ubicación del país y con el carácter de “pivote geopolítico” que le imponía la misma, esto es, la de ser un país independiente pero prudente en relación con su política externa y de seguridad en razón de los intereses y amparos de seguridad del vecino preeminente, como ha sido Finlandia (con más de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia) por décadas sin que ello menoscabara su condición de país soberano e independiente.

Se ha dicho que, si Ucrania llegara a pertenecer a las estructuras de Occidente, Rusia perdería su condición de potencia euroasiática y solo le quedaría la asiática. Ello puede ser cierto, pero lo verdaderamente importante es que una eventual pertenencia de Ucrania en esos marcos occidentales implicaría un impacto de escala en la necesaria indivisibilidad que debe observar la seguridad en esa placa geopolítica del globo que es Europa del Este (o, para decirlo más apropiadamente, el inmediato oeste de Rusia).

Una situación de “seguridad divisible” implicaría que una de las partes, Occidente y la OTAN, lograría ampliar y afirmar su seguridad en detrimento de otra parte, Rusia. Es decir, se romperían las reservas estratégicas y geopolíticas que contribuyen a la estabilidad interestatal regional, continental e incluso global.

Por ello, las responsabilidades de la guerra que tiene lugar hoy recaen principalmente sobre Rusia, sin duda, porque ha violentado el principio de integridad territorial; pero también comprometen a Ucrania por sostener una política externa y de seguridad reduccionista, a los países de la UE por permanecer en su área de confort estratégico y no sostener una geopolítica propia que la comprometiera más en los sucesos del Donbass a partir de 2014 y, asimismo, no ilusionara a Ucrania con la membresía en la OTAN; y a Estados Unidos por no respetar la experiencia ni los códigos estratégicos y geopolíticos.

En breve, con el reto que supone romper con la deferencia a Rusia e intentar estrecharse a Occidente, el presidente de Ucrania se ha alineado con la regularidad histórica de Ucrania en relación con enfrentar a Rusia. Su nombre seguramente se sumará a la lista en la que figuran Taras Shevshenko, Symon Petlyura y Stepan Bandera. Pero las consecuencias de su decisión podrían tener un muy alto precio: para el país, desde una nueva mutilación hasta la misma desaparición, y para el mundo, una etapa de alta desconfianza, militarización, baja cooperación, esferas de influencia y primacía de los intereses nacionales.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Miembro e investigador de la SAEEG. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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LA CRISIS ENTRE RUSIA Y UCRANIA

Giancarlo Elia Valori*

Ucrania, la UE y Estados Unidos han interactuado a menudo entre sí y la crisis en Donbass es difícil de detener, ya que la situación en la frontera ruso-ucraniana se ha sobrecalentado desde mediados de marzo. El 13 de abril, el Ministro de Asuntos Exteriores ucraniano participó en la reunión extraordinaria del Comité OTAN-Ucrania y mantuvo conversaciones con el Secretario General de la OTAN Jens Stoltenberg y el Secretario de Estado de los Estados Unidos Tony Blinken, con la esperanza de obtener el apoyo de los países de la OTAN en la confrontación con Rusia.

El mismo día, el presidente estadounidense Biden habló con su homólogo ruso Putin. El presidente Biden reiteró el apoyo de Estados Unidos a Ucrania y propuso celebrar una cumbre en un tercer país en los próximos meses para discutir exhaustivamente los problemas actuales que enfrentan los dos países.

La razón por la que las partes han caído en una situación tan tensa está obviamente relacionada con el conflicto histórico entre Ucrania y Rusia. Desde principios de 2021, el gobierno ucraniano ha tomado una serie de medidas en temas como la situación en el este de Ucrania y las relaciones con Rusia.

Fotos difundidas por la agencia de noticias Reuters y algunas redes sociales mostraron que las tropas rusas reunidas en la frontera tenían sistemas de misiles antiaéreos como Doyle y Beech, así como algunos tanques y vehículos blindados.

BBC, Reuters, Associated Press y otros medios occidentales informaron oficialmente que Rusia había enviado recientemente un gran número de tropas a las zonas fronterizas orientales de Crimea y Ucrania.

Ante esta tensa situación, el gobierno ucraniano ha tomado a menudo medidas internas y externas y también ha intensificado su interacción con los gobiernos turco y estadounidense.

El 2 de abril, el presidente Biden habló por primera vez con el presidente ucraniano, el populista y ex actor, Volodymyr Oleksandrovych Zelens’ky, quien dijo que no permitiría que su país enfrentara solo la presión de Rusia cuando la situación en el este de Ucrania se intensificaba y empeoraba.

El 5 de abril, el portavoz del Departamento de Estado, Edward Price, acusó al ejército ruso de reunir un gran número de tropas en la frontera ruso-ucraniana y pidió explicaciones al bando ruso. Además, la Marina estadounidense había planeado enviar dos buques de guerra al mar Negro a través del Bósforo del 14 al 15 de abril, pero el 15 de abril, la parte turca declaró que el plan había sido cancelado.

Con una referencia específica a las relaciones turco-ucranianas, el Presidente Zelensky visitó Turquía el 10 de abril y se reunió con el Presidente turco Erdoğan para discutir la situación en el este de Ucrania, así como otras cuestiones. El Presidente Erdoğan también subrayó que Turquía apoyaba la integridad territorial y la soberanía de Ucrania, y su posición no era reconocer la anexión de Crimea, que el idiota Jrushchov regaló a Ucrania después de unas copas en 1954, menos de un año después de la muerte de Stalin. Teniendo en cuenta su estrecha mentalidad y su ignorancia grosera, no entendía que la Constitución estalinista del 5 de diciembre de 1936 tuviera una base jurídica fundada y también respetara la secesión de las Repúblicas de la URSS (Artículo 17: “Toda república federada conserva el derecho de secesión libre de la URSS”). Como es bien sabido, la primera consecuencia destructiva del alcohol es la pérdida de control mental.

Además, la reciente cooperación e interacción militar entre Ucrania y Turquía también ha suscitado mucha preocupación. Según Al Jazeera, en 2018 Ucrania compró 6 vehículos aéreos no tripulados TB2 (UAV) de fabricación turca y 200 armas guiadas por precisión por un precio total de 69 millones de dólares. El 15 de marzo de 2021, varios aviones de transporte C-17 volaron de Turquía a Ucrania, portando armas y equipo.

Según el informe, en el reciente conflicto sobre Nagorno-Karabaj, Ucrania envió expertos militares para vigilar de cerca cómo el ejército azerbaiyano utilizó esos aviones no tripulados de hecho turcos. Algunos de ellos dijeron que encontraron que los métodos de guerra del ejército azerbaiyano “tienen mucho en común” con la guerra de las fuerzas gubernamentales ucranianas contra los militantes en el Este.

El 13 de abril, el sitio web de noticias militares Defense Blog informó que el avión no tripulado TB2 había sido desplegado cerca de Donbass, mientras que funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso presentaron una protesta pública. Vale la pena señalar que Turquía fue sólo la primera parada en la visita al extranjero pagada por el presidente populista Zelensky. También se reunió con el presidente francés Macron. Previamente, los líderes de Alemania y Francia habían celebrado una videoconferencia con el presidente ruso Putin. El portavoz del presidente Zelensky comentó que las partes no deben excluir a Ucrania al tomar alguna decisión al respecto.

Según la Casa Blanca, el presidente Biden expresó su preocupación por la presencia militar rusa en la frontera con Ucrania e instó al presidente Putin a desescalar la tensión. La Casa Blanca concluyó: “El presidente Biden destacó el firme compromiso de Estados Unidos con la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”. El Kremlin subrayó: “Durante el intercambio de opiniones sobre la crisis interna de Ucrania, el presidente Putin esbozó las bases para las medidas del ‘paquete de Minsk’ (acuerdo de alto el fuego) del 12 de febrero de 2015 como una solución política”.

Por esta razón, en julio de 2020, el grupo de contacto tripartito sobre Ucrania (Ucrania, Rusia y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) celebró una videoconferencia con representantes de las fuerzas armadas civiles en la región de Donbass, en el este de Ucrania, con miras a lograr un alto el fuego global en la región a fin de llegar a un futuro acuerdo.

Sin embargo, desde finales de febrero de 2021, los incidentes y las víctimas han aumentado en el este de Ucrania. Las fuerzas gubernamentales ucranianas y las fuerzas armadas civiles en el Este se han acusado mutuamente de romper el acuerdo de alto el fuego.

El gobierno ucraniano dijo a finales de marzo que la reunión de tropas rusas en sus zonas fronterizas representaba una grave amenaza para la seguridad nacional. Por el contrario, la parte rusa cree que es precisamente porque las fuerzas militares de los países de la OTAN y otras partes se están volviendo más activas en áreas cercanas a la frontera rusa que Rusia se ha visto obligada a permanecer vigilante, garantizando la estabilidad y la seguridad en su frontera.

Durante ese período, el lado ruso tuvo reacciones que sorprendieron a Occidente. Además de la información sobre la movilización de tropas que se informó intensamente en los medios occidentales, Rusia también envió señales más intensas a través de los canales de medios de comunicación. Russia Today planteó públicamente la cuestión del “Donbass ruso” por primera vez mientras participaba en el Foro “Rusia-Donbass” el 28 de enero de 2021. Rusia subrayó que no se descarta recuperar el “modelo de Crimea” en situaciones desesperadas y controlar directamente la región de Donbass.

En apoyo de Ucrania, la Administración del presidente Biden revirtió la decisión del expresidente Trump de retirar tropas de Alemania el 13 de abril. Mientras tanto, tanto el secretario de Defensa estadounidense Lloyd James Austin III como el secretario de Estado Blinken visitaron países europeos en la primera quincena de abril. El 13 de abril Austin anunció que, además de detener la retirada, Estados Unidos enviaría 500 soldados adicionales a Alemania. Cuando se le preguntó si la medida fue diseñada para transmitir un mensaje a Rusia, Austin dijo que estaba “enviando una señal a la OTAN” para mostrar el compromiso de Estados Unidos con la alianza transatlántica y con Alemania.

Al mismo tiempo, Blinken se reunió con los aliados de la OTAN en Bruselas y mantuvo una reunión separada con el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmytro Ivanovyč Kuleba. Blinken le dijo: “Estados Unidos apoya firmemente la integridad territorial y la soberanía de Ucrania”. Y el Ministro respondió que Ucrania necesitaba urgentemente la ayuda de la OTAN.

También cabe señalar que la OTAN siguió prestando asistencia a Ucrania. El 10 de marzo, una delegación de comandantes de la fuerza terrestre de la OTAN, encabezada por el teniente general de la OTAN Roger Cloutier, llegó a Ucrania. Según un informe anterior en el sitio web de noticias Ukrinform, el ejército ucraniano comentó que el viaje demostró que la OTAN consideraba a Ucrania como un “socio estratégico”.

Según el Secretario General Stoltenberg, la OTAN está proporcionando actualmente diversas formas de ayuda al ejército ucraniano, incluyendo entrenamiento, ejercicios conjuntos y modernización militar. Aunque Ucrania no es un Estado miembro de la OTAN, ha obtenido armas occidentales como el misil antitanque Javelin a través de varios canales.

Nos preguntamos si vale la pena una tercera guerra mundial, en caso de una invasión de la zona geopolítica rusa por parte de la OTAN. ¿Vale la pena tener al menos entre 4.000 y 5.000 millones de muertos y un planeta devastado en el tiempo, con el que los 20 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial parecerían un accidente automovilístico en comparación? ¿Y para qué? ¿Por el viejo odio interétnico que a terceros les gustaría explotar para su propio beneficio, probablemente creyendo que están contrarrestando al ejército panameño o granadino?

Supongamos que la República Popular China enviara una fuerza expedicionaria —con unidades de la Armada y misiles— a su México amistoso: ¿qué crees que pasaría?

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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