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EL MODELO PESQUERO Y DE EXPLOTACIÓN DEL ATLÁNTICO SUR DEL GOBIERNO ESTÁ AGOTADO

César Augusto Lerena*

 

No se trata de hacer leña del árbol caído, ya nos referimos decenas de veces a que este modelo de administración extractiva está agotado —si es que alguna vez hubo razón para implementarlo— y, que el descontrol y la cesión sostenida y creciente del Atlántico Sur y Malvinas es alevosa inadmisible. Contrario a las consultoras, algún diagnóstico pudimos hacer y, días antes de las elecciones publicamos: “El poder central pesquero administra mal e impide el desarrollo de las provincias”. Ello, evita que nos asignen el mote de oportunistas, ya que con el diario del lunes cualquiera es analista político.

La forma de administración extractiva del recurso pesquero atrasa, porque al igual que el conjunto de las políticas de gobierno que desatendió la pobreza y los efectos sobre la clase media trabajadora, la explotación de un recurso natural del Estado Nacional o Provincial no puede limitarse a concesionar la explotación y generar riqueza para unos pocos. La administración de los recursos, lo hemos dicho cientos de veces, debe mantener un equilibrio sustentable económico y social para asegurar el negocio a los concesionarios, distribuir la riqueza a través del valor agregado en los productos, garantizando el mayor empleo y felicidad posible, fortalecer los pueblos donde se asienta la industria y preservar los recursos para ésta y las próximas generaciones.

Nada de ello ha hecho este gobierno, que se han limitado a proseguir con una administración —en el mejor de los casos— perimida, sin imaginación, incapaz de transformar este diamante en bruto, que nos ha llevado a ser los eternos proveedores de commodities, promoviendo formas de captura y procesos a bordo, que responden al modelo de “granero del mundo” que podía justificarse a principios del siglo XX pero que es inaceptable en el mundo post-industrial en el que vivimos.

Excelente este modelo para la pesca extranjera a distancia y espectacular para los grandes compradores como España, ellos sostienen su negocio y, es lógico que eso ocurra, cada uno cuida lo suyo. Pésimo para los intereses argentinos, que deben sacar el máximo provecho a sus materias primas e industrializarlas de tal modo que terminen en las góndolas de los grandes supermercados del mundo o de nuestro país.

Con el amplio y extendido territorio continental de Argentina que pone al alcance los recursos del mar, el Estado debería estar ocupado en financiar, renovar y modernizar con la última generación a los buques a la flota fresquera para procesar en tierra y, subsidiar la competencia de los buques congeladores y poteros para competir con los buques extranjeros en los límites de la Z.E.E. y la Alta Mar. En los inicios de la actividad pesquera en la Argentina nadie imaginó el desarrollo que alcanzaría, pero ello ha quedado atrás y es necesario promover un nuevo paradigma que potencie las insustituibles ventajas de ser los dueños del recurso y conocer el mercado.

Todo lo que se haga en materia pesquera debe ir acompañado de una política de control del Atlántico Sur, para dar un mensaje claro a los países y buques extranjeros que capturan nuestros recursos, de que la Argentina protege sus espacios marítimos y recursos.

Cuando el langostino valía mucho más, porque salía muy poco, ya se utilizaba la herramienta de llevar al Presidente de la Nación varias cajas semanales de langostino a la Quinta de Olivos o a la Rosada. Ello solo, podía dar lugar a la designación de un Subsecretario. ¡Hay una cierta fascinación por el langostino! La misma, con la que los Subsecretarios de Pesca se aferran a esta especie para mostrar obsecuentemente al Presidente en ejercicio que los números de exportación aumentan, desconociendo o escondiendo, lo que los investigadores del INIDEP opinan sobre la imprevisibilidad biológica de esta especie, que impide determinar la Captura Máxima Sostenible Anual y, por lo tanto, no se puede sostener el conjunto de la actividad, las industrias, empleos y pueblos con esta monocaptura. Habrá que invocarse a San Salvador o a la virgen de los pescadores.

Un frío pánico debe haber corrido por los funcionarios de la Subsecretaría de Pesca al ver los inesperados (¿?) resultados de la PASO. Los ordenanzas, en días ya no contestaran a los llamados de pedido de café. En meses, dejarán de sonar los teléfonos y ya no habrá audiencias para los besamanos. Llegará el irremediable ostracismo. Pero ello, no resolverá la cuestión de fondo, porque llegarán otros funcionarios a las poltronas a propuesta de los amigos empresarios o políticos y, será el cuento de “la buena pipa” sino se produce una gran Reforma Federal y Social Pesquera que cambie el eje de la discusión y el destino de esta importante actividad. Gracias a Dios, los cambios políticos son irremediables —cualquiera sea el ganador final— porque nadie quiere, como Macri, que, el pueblo, por una mayoría abrumadora le diga: no va más.

Es posible y deseable que esa Reforma se lleve adelante con una amplia participación.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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EL ACUERDO EUROSUR Y EL BREXIT. LA INDUSTRIA PESQUERA Y LA SOBERANÍA NACIONAL.

César Augusto Lerena*

Ya nos referimos a las asimetrías entre la Unión Europea y el MERCOSUR y el Acuerdo, que llamaremos en adelante EUROSUR y, las dificultades de Argentina, respecto a la inflación, los costos de fletes e insumos, las dificultades portuarias, la burocracia, los impuestos y desindustrialización, entre otras cuestiones, que quitan competitividad a los productos industriales pesqueros. Suponiendo, que pudiésemos resolver esta cuestión de fondo, con la que convivimos desde hace muchas décadas, es muy poco probable que Argentina logre un comercio equitativo con Europa, si este Acuerdo se limita a un mero intercambio de bienes y no a una verdadera “Asociación Estratégica”, que, pese a los anuncios, no parece ser. Más bien, se asemeja mucho a las consignas del Virreinato del Río de la Plata de 1796, donde incluso varios relevantes hombres de Buenos Aires y Montevideo entendían que «América debía entregar a España las materias primas, y esta devolvérselas prontas manufacturadas».

Trataremos de ser optimistas, evitando caer en el triunfalismo retozón —hasta el llanto— del Canciller Jorge Faurie o en la crítica sin aportes de alguna oposición desinformada y, me referiré, a algunos requerimientos que el Estado argentino debería formularle a los negociadores de la Unión Europea, para que desde el punto de vista de la soberanía nacional y, en el ámbito de la actividad pesquera, este Acuerdo, mute hacia una Asociación Estratégica y pueda ser provechoso para la industria del país, sus empresas, los trabajadores y sus comunidades.

La actividad pesquera ya tiene experiencias en materia de acuerdos con la Unión Europea y, muy especialmente con la lamentable instrumentación que le dieron las entonces autoridades al «Acuerdo sobre las Relaciones en Materia de Pesca Marítima con la Comunidad Económica Europea» sancionado el 20 de abril de 1994 por Ley 24.315, y ello, debería servirnos para que, de una vez por todas, acordemos condiciones equilibradas para nuestro país que luego no se distorsionen. 

La Asociación Estratégica con España y otros miembros de la Unión Europea. Los buques españoles pescan con licencia británica en las aguas argentinas de Malvinas y, dentro y fuera de la Zona Económica Exclusiva Argentina. Algunas de sus empresas de este país se han asociado a inglesas en Malvinas y se aprestan, incluso, a construir un puerto en las Islas. También, operan con base en puertos de Uruguay. Las capturas de estos buques de bandera española en el Atlántico Sur, son consideradas de origen español y, por lo tanto, ingresan a la Unión Europea sin aranceles (los  británicos ya evalúan ingresar a la UE bajo otra bandera a partir del Brexit) pese, a que estas capturas debieran considerarse ilegales (INDNR) conforme al Reglamento (CE) Nº 1005/2008 incisos 7, 22, 26, 30 y s.s. del Consejo que refiere, a las actividades pesqueras realizadas en la Alta Mar y en las aguas marítimas sometidas a la jurisdicción o soberanía de los países ribereños sin tomar las medidas adecuadas y, además, por aplicación de las Res. de la ONU Nº 31/49; 2065/65; 3171/73 y 3175/73 y la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar, por cuanto los buques españoles pescan con permisos ilegales británicos en aguas argentinas de Malvinas o los recursos migratorios que tienen origen en la Z.E.E. Argentina, resultando, absolutamente inaceptables las “Reglas de Origen. Sección A” del Acuerdo EUROSUR. Sería un absurdo y un daño gravísimo para la Argentina, que el gobierno nacional acepte que los buques de Bandera (los extranjeros que pescan en el Atlántico Sur) puedan considerar sus capturas y procesos a bordo como originarios de los países de bandera. Eso sería liberar definitivamente el mar argentino a todos los buques extranjeros, incluso, a los que capturan con licencia ilegal británica en Malvinas. Teniendo en cuenta, que España es el primer comprador (24%) de productos pesqueros argentinos mientras que la Argentina tiene en su territorio marítimo el recurso, para darle el carácter de Asociación Estratégica a este Acuerdo, el gobierno nacional debería acordar con la Unión Europea la importación a la brevedad posible de todos los productos argentinos listos para el consumo final, incluso las conservas, libres de aranceles, no solo por una cuestión económica, sino para iniciar gradualmente el cambio de la matriz argentina, donde el 60% de las exportaciones son commodities, convenir la radicación industrial de euro-empresas en el continente argentino y/o la creación de sociedades mixtas entre empresarios argentinos y europeos que promuevan la modernización de la flota nacional, que exploten, transformen y agreguen valor a los recursos pesqueros; participen en la construcción y ampliación portuaria pesquera e inversiones destinadas a la acuicultura; y, al mismo tiempo, el cese inmediato de las capturas de sus países miembros en el Atlántico Sudoccidental que no se ajusten a la Ley 24.922 y, la Argentina debería liberar de impuestos a la importación de insumos para la industria pesquera y naval pesquera y, establecer determinados reembolsos por determinada cantidad años que, habrían de compensarse con el mayor empleo y la caída de subsidios a la desocupación y, el cobro de derechos de extracción y, claro está, la finalización de las asociaciones españolas-británicas en Malvinas que depredan nuestros recursos y luego ingresan cientos de miles de toneladas a la U.E. sin aranceles, compitiendo deslealmente con las empresas radicadas en el continente argentino.

Todo ello se enmarcaría, además, en la Res. 41/11 de la O.N.U. del 27 de octubre de 1986 que declaró «Zona de paz y cooperación del Atlántico Sur» y resaltó «la determinación de los pueblos de los Estados de la región del Atlántico Sur de preservar su independencia, soberanía e integridad territorial y de desarrollar sus relaciones en condiciones de paz y libertad».

Mientras tanto, la Argentina debería hacer un Acuerdo de Integración y Desarrollo Binacional con Uruguay, que dinamice y complemente el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo que, entre otras cosas, de fin al apoyo logístico que Uruguay le presta en sus puertos a los buques españoles, chinos, coreanos y taiwaneses que pescan ilegalmente en el Atlántico Sur y, desaliente la construcción del megapuerto chino en Uruguay y, en compensación, promover asociaciones mixtas con empresas uruguayas para la pesca del calamar y otras especies, exceptuar de impuestos y otras medidas para beneficio mutuo de las empresas que se acojan a un régimen especial de fomento e integración binacional, postergada desde las luchas por la independencia. 

La Asociación Estratégica con la Unión Europea con relación al Brexit, Malvinas y la pesca ilegal británica en el área. Desde 1976 los buques extranjeros con licencia británica de Malvinas han extraído ilegalmente un promedio anual de 200 mil toneladas de recursos pesqueros en el mar argentino aledaño a Malvinas por un valor de U$S 475 millones de dólares a la primera venta, es decir, que la Argentina ha perdido anualmente en la comercialización final un negocio valuado en unos 3.325 millones de dólares. Para entender la magnitud de esta cifra, diremos que, con ella, se podría renovar en un año toda la flota pesquera nacional (559 buques) o, si se recuperasen esas toneladas para la Argentina, dos millones de niños y adolescentes podrían cubrir sus necesidades diarias de proteínas de la mejorar calidad biológica los 365 días del año, que, complementadas con hidratos carbonos complejos (arroz, pastas, vegetales) que habitualmente se incluyen en los planes sociales, les permitían acceder a la totalidad de sus requerimientos calóricos diarios y, asegurar argentinos sanos y capaces para el futuro. Esa cifra multiplicada por los 42 años transcurridos (1976-2018) desde que los británicos explotan ilegalmente el recurso pesquero argentino, significa una pérdida total para la Nación Argentina del orden de los 140 mil millones de dólares, una cifra que hubiese permitido un desarrollo fenomenal de todas las provincias patagónicas del litoral marítimo.
El 94% de las exportaciones pesqueras y un tercio de las exportaciones de carne de Malvinas se destinan a la Unión Europea. En el Puerto de Vigo (España), uno de los más importantes puertos pesqueros de Europa, el 25% de sus descargas tienen origen en Malvinas. Ello demuestra, la dependencia que con Europa tiene el comercio de Malvinas. A partir del Acuerdo EUROSUR y, hacerse efectivo el Brexit, los productos pesqueros capturados por buques no europeos en Malvinas deberán pagar aranceles, pudiendo incluso ser considerados ilegales, dificultándose, por lo tanto, su comercialización. Nosotros entendemos, que este efecto será económicamente negativo para las Islas, pero, fundamentalmente, les generará un mayor aislamiento, ya que el Reino Unido no podrá seguir ejerciendo el rol protector, como lo ha venido haciendo en el campo militar y facilitando la comercialización en la Unión Europea. El medio Penguin News de las Islas es elocuente al respecto: «La FIG (el gobierno ilegal isleño) no cuestiona el Brexit; respetamos el derecho de los ciudadanos del Reino Unido a determinar su propio futuro. Sin embargo, es de vital importancia que se mantenga nuestro acceso actual a los mercados de la UE. Cualquier disminución podría tener un impacto perjudicial en la economía de las Islas Malvinas (Falkland en el texto original) y en los ingresos del gobierno» (sic), por su parte Mike Poole, Gerente General de Fortuna en las Islas dice que «sufrirán el impacto de la suba de aranceles”.

En esta situación, se le presentan a la Argentina, dos escenarios: seguir esperando eternamente que algún día los ingleses se resuelvan a negociar soberanía, sin que ello signifique reconocimiento alguno y aceptando graciosamente que bajo licencias ilegales británicas se extraigan del Atlántico Sur 200/250 mil toneladas anuales de recursos pesqueros argentinos y desequilibrando el ecosistema o, en su lugar, buscar una fórmula que potencie sinérgicamente los resquicios positivos de este Acuerdo EUROSUR.

Entendiendo, que los recursos que se capturan en el mar argentino de Malvinas y adyacente a éste en la Alta Mar, son recursos argentinos que se originan en el área continental argentina, en el Mar Territorial, la Zona Contigua y la Zona Económica Exclusiva Argentina y, también, que Malvinas es parte del territorio nacional, sería interesante ratificar la incorporación de las Islas al Acuerdo y, otorgarles los permisos de pesca a través de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, bonificándoles los correspondientes derechos de extracción, como la Argentina ya hizo con los buques de la URSS en 1967, con el fin de generar un reconocimiento tácito de la soberanía argentina. No me extenderé sobre la instrumentación por confidencialidad.

Al respecto vale la pena relatar una importante determinación política de un alto funcionario de esa época: pese a que la Cancillería a cargo de Nicanor Costa Mendez coincidía con la posición de Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS de reservar a los países ribereños solo 12 millas, el gobierno nacional, a través de la Secretaría Legal y Técnica, promovió en diciembre de 1966 la sanción de la Ley 17.094 que estableció, entre otras cosas, que «la soberanía de la Nación Argentina se extendía al mar adyacente a su territorio hasta una distancia de 200 millas marinas…». Para ese entonces, 70 buques rusos pescaban a la vista de Mar del Plata, por lo cual, el gobierno acordó establecer con la URSS un canon pesquero por buque y por temporada de pesca de veinte dólares, una suma que, por lo irrisoria, fue rápidamente aprobada por Moscú, quién de hecho, reconoció nuestras 200 millas, rompiéndose el alineamiento que sobre este tema tenía la URSS con Estados Unidos y Gran Bretaña.

El Reino Unido no puede negar el origen en el mar aledaño al continente argentino de la mayoría de los recursos que migran a Malvinas y, por lo tanto, la titularidad de Argentina de estos; circunstancia, que sería fácilmente demostrable por nuestros científicos. En este momento, frente al Acuerdo y el Brexit, y ante el cobro de aranceles a los productos de Malvinas, sería la oportunidad para que la Argentina (Tierra del Fuego…) les otorgue los correspondientes permisos de pesca a todas las embarcaciones que pesquen en esa área, de modo que ingresen sin arancel alguno a Europa. No estaríamos discutiendo soberanía, sino la titularidad de los recursos que, sin lugar a duda, migran desde el área continental de Argentina hacia las Malvinas Argentinas, su área GAP (espacio de 1.400 Km2) y la Alta Mar de la región. Iguales permisos podrían extenderse a título gratuito por determinada cantidad de años a toda la flota extranjera que pesque en la Alta Mar, de modo de facilitar el ingreso de sus capturas a la Unión Europea, reafirmar nuestro dominio y evitar la prescripción; por supuesto con un ordenamiento determinado, que no explicaremos aquí y, extensiva a toda la flota argentina con permiso de pesca de gran altura que capture en la ZEE más allá de determinado número de millas marinas y en la Alta Mar. Los efectos de ocupación del mar, entendemos serían superlativos. Sería un paso gigante hacia la ratificación de nuestra soberanía nacional en el Archipiélago y, el Acuerdo, el Brexit, los aranceles y la dificultad comercial que deberán enfrentar los isleños, podrían ayudar. ¿Un tanto ingenuo pensar que los británicos aceptarían? Menos ingenuo que imaginar que, por la fórmula del paraguas, los británicos no continuarían incrementando la ocupación en el Atlántico Sur o, que los rusos, con dos mil buques pescando, aceptarían pagar un canon a argentina cuando el mundo desconocía los derechos de los países ribereños sobre las 200 millas. Salir de la inercia del reclamo ya sería importante.

Se calcula que Gran Bretaña deberá abonarle a la Unión Europea unos cien mil millones de euros antes de 2025 y otros tantos pagos hasta 2064. El Reino Unido podría iniciar negociaciones en estos años con terceros países, pero, no podrán entrar en vigor, hasta no finalizar este período de transición. El socio comercial más importante del Reino Unido es la Unión Europea, donde van a parar el 45% de sus exportaciones y se estima que estas caerían un 8% de aquí al 2022, tiempo en el que perderían el empleo unas 60 mil personas, ello, sin evaluar los conflictos que se provocará en las fronteras con Europa e Irlanda. Escocia duda y el temor al Brexit sin acuerdo ya hundió la cotización de la libra esterlina al menor valor del año 1,1062 euros, razón por la cual, no parecen estar las cosas fáciles para los ingleses y mucho menos para los que ocupan Malvinas. Tal vez haya llegado la hora para los británicos ocupantes de las islas, de mirar con más cariño al continente argentino.

Por cierto, la burocracia del Gobierno debería promover y facilitar urgente las bases para promover el comercio, la industria nacional y la exportación de las pequeñas y medianas empresas mediante la reforma federal y social de la actividad pesquera; la eliminación de los impuestos al gasoil destinados a la captura; la trazabilidad; el autocontrol de los procesos sustentables; el registro de las marcas y las certificaciones de origen, calidad, seguridad alimentaria y ambiente; la eficiencia y transparencia de los servicios portuarios y aduaneros; los trámites administrativos simplificados; la desgravación del IVA; la asistencia técnica y financiera; la responsabilidad social, laboral y su capacitación continua;  la revalorización de los productos argentinos, a la par de su estandarización en el MERCOSUR si se quiere poner en marcha a las cientos de empresas pesqueras distribuidas en todo el litoral marítimo que podrían exportar productos con gran valor agregado a la Unión Europea, a la par de avanzar hacia la recuperación de la soberanía en Malvinas.

Nada que la Argentina no pueda hacer con un gobierno comprometido, eficiente y transparente. Y de eso hablamos en estos días, ¿o no?

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca, ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Ctes), ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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EL CARIBE EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS

José E. Muratti Toro*

A las 4:00 de la tarde del sábado 29 de abril de 1780, un cortejo fúnebre salió de la Mansión Ford, al final de la calle Morris en Morristown, Nueva Jersey, donde residía el General George Washington. En el ataúd yacía el diplomático cubano Juan de Miralles Trailhon, vestido con un “espléndido” traje de gala escarlata bordado con encajes de oro, reloj de oro con diamantes del que pendían varios sellos, relucientes anillos de diamantes en los dedos, medias de seda blanca, zapatos con hebillas incrustadas con piedras preciosas, y una peluca terminada en trencilla cubierta con un sombrero tricornio con adornos dorados.

El féretro se balanceaba con la ondulación propia de las procesiones fúnebres, sobre los hombros engalanados con las chaquetas azules de cuatro oficiales de artillería. Martha Dandridge Washington y Catherine Littlefield Greene, indumentadas con tafetanes de seda negra, seguían al cortejo presidido por los generales George Washington, Baron Von Steuben, Henry Knox, y el Dr. James Thatcher, médico militar quien documentó el evento.

Les acompañaban los congresistas John Mathews, Nathaniel Peabody, el Dr. Philip Schuyler, padre de Elizabeth Schuyler quien se convertiría en la esposa de Alexander Hamilton, y Francisco Rendón, secretario de Miralles junto a un desaliñado contingente del ejército continental cuyos uniformes colgaban sobre sus hombros como abrigos dos tallas más grandes tras el hambre sufrida en el peor invierno de toda la Guerra de Independencia de las Trece Colonias.

Un suave viento frío movía las copas de los olmos y los algarrobos a ambos lados del camino polvoriento que conduce hasta el cementerio presbiteriano que más tarde se denominaría Evergreen. Cada sesenta segundos un cañonazo resonaba sobre los campos entre Morristown y Camden haciendo temblar a los dos cientos hombres del séquito, de una milla de largo, que acompañó al comerciante y nunca confirmado “ministro plenipotenciario” del gobierno español. Este principal aliado de las Trece Colonias desde antes de la declaración de guerra de España contra Gran Bretaña, junto al gobernador de Louisiana, Bernardo de Gálvez, hizo posible el triunfo del ejército continental en Yorktown, el 19 de octubre de 1781.

Tres años y cuatro meses después de que el holandés Johannes de Graaf, gobernador de la colonia holandesa de San Eustaquio, al este de Puerto Rico, disparase once salvas a manera de saludo a un buque de la recién formada marina de guerra de las Trece Colonias que se abasteció de armas y municiones para su revolución, un cubano, nacido en Alicante, cuidado en su lecho de muerte por Martha Washington, era honrado en las más solemnes exequias fúnebres dedicadas a un extranjero por el ejército continental bajo el mando de quien se convertiría en el primer presidente de los Estados Unidos de América.

La Guerra de Independencia daría un giro hacia la victoria sobre el hasta entonces invencible ejército británico, luego que el gobernador español del territorio de Luisiana, Bernardo de Gálvez, con una flota armada en La Habana, conquistara Manchac, Mobila y Panzacola, las principales fortificaciones navales de Gran Bretaña en Luisiana, Georgia y Florida, impidiendo que llegaran refuerzos al ejército de Lord Cornwallis estacionado en Yorktown.

El triunfo de los revolucionarios obedeció tanto al valor del ejército continental, como al sitio de las fuerzas navales francesas bajo el General De Grasse en Yorktown, así como a la desarticulación de las fuerzas navales británicas en el Golfo de México y el Atlántico, por las armadas combinadas de Francia y España.

Sin embargo, el rol del Caribe y de España en la mayoría de las narraciones sobre la Guerra de Independencia que se publican en los EEUU, brilla deslumbrantemente por su ausencia. Esta exclusión solo resulta comprensible desde la decisión concertada de historiador tras historiador de clasificarla como lo suficientemente intrascendente como para excluirla de una de las revoluciones más importantes en la historia de la humanidad. Posiblemente esta Guerra de Independencia es uno de los acontecimientos más documentados de la historia. Una búsqueda electrónica en Google, en abril de 2017, generó unas 24.0 millones fuentes de información en inglés y 1,840,000 en castellano. Sin embargo, en las principales 24 historias de los Estados Unidos que se utilizan a nivel escolar y universitario del país, España es mencionada una vez y el Caribe, ninguna.

Lejos de representar un error o un desatino, esta exclusión obedece a la cosmovisión que los Estados Unidos han desarrollado de su pasado convertido en la doctrina de un excepcionalismo que le distancia del resto de las naciones e imperios. La revolución de las Trece Colonias, incontrovertiblemente se convirtió en el vórtice de la sustitución del imperio monárquico-religioso por el imperio de la ley. Pero su triunfo no fue exclusivamente propio sino el esfuerzo colectivo con los dos principales adversarios de Gran Bretaña hasta ese momento y hasta un siglo más tarde.

La Declaración de la Independencia estadounidense fue, sin lugar a dudas, el principal catalítico de las revoluciones que convirtieron a la mayoría de colonias del mundo en repúblicas independientes de los imperios que las conquistaron. Además, sirvió de fundamento para la narrativa de democratización que colocó a los Estados Unidos en un sitial ejemplarizante para las demás naciones que se concibieron como tales a partir del siglo XIX. Toda vez que su narrativa se documentó y diseminó con propósitos de aleccionar y distinguirle de las demás naciones de la modernidad, toda exclusión de acontecimientos y co-protagonistas se desprende de la decisión premeditada de convertir dichas aportaciones en irrelevantes. Hay exclusiones que son accidentes. Esta no es una de ella.

Entre 1775 y 1781,España y Francia aportaron sobre veinte millones de libras tornesas amén de cientos de miles de armas, municiones, uniformes, alimentos y medicinas al ejército continental. El 5 de agosto de 1781, el almirante de Grasse zarpó de Cap François, Haití, y se detuvo en Cuba, donde recibió 1.2 millones de libras tornesas recaudadas por las “damas de La Habana”, mediante donativos y la venta de sus joyas. Con este dinero de Grasse pagó los jornales de sus marineros y las tropas francesas y, el 6 de septiembre en Virginia, Washington pagaría sus tropas que se hallaban al punto de insubordinación toda vez que hacía meses que no habían cobrado.

El dinero suministrado por los “generosos” cubanos además se utilizó para pagar por los carretones y suministros con los cuales alimentar el ejército combinado de 5,700 norteamericanos, 3,200 milicianos, los 7,800 franceses de Rochambeau y las 3,000 tropas traídas por de Grasse desde el Caribe que sumaban unos 19,700 soldados y las mujeres, niños y otro personal de apoyo que acompañaban las tropas.

Las aportaciones de Cuba y de Juan de Miralles, uno de sus más prestigiosos comerciantes, así como la del gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, a la causa de la independencia de las Trece Colonias, comparan favorablemente con las del marqués de La Fayette, Jean-Baptiste Donatien, Conde de Rochambeau y el almirante François-Joseph Paul, Marqués de Grasse, de Francia, quienes han sido retenidos como exclusivos colaboradores de las colonias continentales en la mayoría de los relatos sobre la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América.

Toda ideología, sobre todo cuando no se le reconoce como tal, suele normalizar más efectivamente una visión de mundo que, por familiar y cónsona con el conocimiento legitimado por la academia, ser reviste de verosimilitud, resistiendo consistentemente la mirada crítica de sus premisas y sus cánones.

En un presente en el que el presidente de los Estados Unidos ha protagonizado una celebración militar de su independencia, mientras miles de hispanos viven en condiciones infrahumanas en lo que en 1781 era territorio español, resulta doblemente ofensivo que se criminalice a los descendientes de quienes hicieron posible el triunfo de su revolución.

 

* Oriundo de Hormigueros, estudió en la UPR-RP, CUNY, SUNY y actualmente en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Ha trabajado en educación superior, desarrollo organizacional, relaciones públicas y las Asociaciones de Industriales, Industria Farmacéutica y Productos de Puerto Rico. Su cuento «La víbora del desierto de Kavir» ganó el primer premio en el certamen de El Nuevo Día en 2012. Su libro ‘La víbora del desierto de Kavir y otros cuentos’ obtuvo el segundo premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña. En abril creó “Plaza de la Cultura”, un espacio de gestión cultural en Plaza Las Américas. En junio de 2014 fue electo presidente del PEN Club de Puerto Rico.

Tomado de El Nuevo Día (Puerto Rico), https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/elcaribeenlaguerradeindependenciadeestadosunidos-columna-2503670/