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LA LENGUA GRIEGA CLÁSICA Y LA ALEMANA. SIMILITUDES, DIFERENCIAS E INFLUENCIAS

Marcelo Javier de los Reyes*

Un abordaje a una lengua antigua y a una moderna que comparten una flexibilidad que favorece el pensamiento abstracto y la creatividad.

 

Introducción

El presente trabajo aborda un análisis comparativo entre una lengua antigua, el griego clásico, y una lengua moderna, la alemana. A pesar de que en la actualidad esta comparación podría considerarse extraña debe recordarse el interés de filólogos como Wolfgang Schadewaldt (1900 -1974) ―considerado uno de los más importantes filólogos clásicos de Alemania y un respetado estudioso y difusor de la literatura griega antigua en el siglo XX― y de filósofos como Friedrich Nietzsche (1844 – 1900) y Martin Heidegger (1889 – 1976) por los orígenes griegos de la filosofía. Si hablamos de literatura podemos mencionar a Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), quien en su obra de teatro Fausto (1806), más precisamente en el acto III, describe como el Doctor Fausto se enamora apasionadamente de la bella Helena de Troya. Para conquistarla, el insatisfecho y ambicioso doctor Fausto recurre nada menos que a la asistencia de Mefistófeles, el espíritu maligno, quien le facilita llegar a Helena y concretar la boda pero también lo manipula para que se desvíe del camino de la reflexión y de la espiritualidad. Goethe tenía cierta obsesión por la cultura helénica pero debe destacarse que la boda ha sido interpretada como una fusión o una unión entre la antigua Grecia y una nación que se encontraba en una etapa de florecimiento y en búsqueda de la unidad: Alemania.

Una muestra más de ese éxtasis por lo griego en el campo de la literatura puede encontrarse en Friedrich Schiller  (1759 – 1805) que en su poema Los dioses de Grecia (Die Götter Griechenlandes) de 1788, confronta su visión idealizada de la antigua Grecia con el mundo de su época. Se aprecia en estos ejemplos cómo los escritores y filósofos alemanes se sintieron sucesores legítimos de la cultura griega.

Si buscamos esa admiración en el plano artístico, debemos mencionar al historiador de arte y arqueólogo Johann Winckelmann (1717 – 1768), quien consideraba que el arte helénico reflejaba la perfección ideal, dado que los artistas griegos alcanzaron un nivel notable de belleza y proporción,

Durante los siglos XVIII y XIX Francia y el Reino Unido tenían un gran respeto por la cultura de la Grecia de la antigüedad pero, como puede apreciarse por los ejemplos mencionados, en el caso de Alemania esa admiración fue mucho más profunda y todo lo que fuera griego era considerado algo sublime.

Del mismo modo, debe también considerarse el tronco común del que se desprenden ambas lenguas, el indoeuropeo, lo que las hace partícipes de la misma familia lingüística. En función de ello en una primera parte se analizan los orígenes del griego clásico y del alemán para luego destacar cómo la flexibilidad de ambas lenguas ha permitido un florecimiento de la filosofía, del arte literario y del pensamiento abstracto y que muchas de sus obras y de sus vocablos han trascendido lo temporal y lo espacial permeando las lenguas modernas y la cultura incluso en este siglo XXI.

A continuación se aborda brevemente algunas similitudes y diferencias entre ambas lenguas para considerar como el griego clásico ha influido de manera indirecta, a través del latín, en las lenguas modernas, fenómeno del que no está exento el alemán actual.

De ninguna manera, el presente texto procura agotar esta temática ya que eso ameritaría un arduo trabajo de lectura que insumiría un tiempo considerable de vida sino contribuir a la difusión de una cuestión académica que ha despertado un especial interés en mí.

Los orígenes

Tanto la lengua griega como la lengua alemana comparten un mismo origen que es el indoeuropeo. En el caso de la griega se remonta a la cultura micénica, en torno del siglo XV al XII a. C. Las tablillas de cerámica fueron encontradas en 1900 en los palacios de Cnossos, en la isla griega de Creta, y la escritura fue denominada como escritura lineal B, usado por esa civilización micénica de la Edad de Bronce del Mediterráneo.

La escritura lineal B ―una adaptación del «lineal A» que usaba la civilización anterior, la minoica― era silábica y fue descifrada por Michael Ventris en 1952. Se trata de una de las escrituras más antiguas pero sus caracteres son muy diferentes de aquellos que utilizaron escritores y filósofos griegos como Platón, Aristóteles, Demóstenes, Esopo, Eurípides, Homero…

Tablillas con escritura lineal B de la civilización micénica.

Esa escritura era trazada con una caña sobre tablillas de barro fresco. Los micénicos también intercalaban en su escritura dibujos.

El griego posterior se basa en un sistema alfabético en el que los signos gráficos ―denominados grafemas, es decir las letras― se corresponden aproximadamente a los sonidos que se emiten al hablar, los que reciben el nombre de fonemas. Este alfabeto griego fue tomado del alfabeto fenicio, de origen semítico, localizado en la actual Siria, pero los fenicios no tenían grafemas para las vocales y escribían de derecha a izquierda. Los griegos introdujeron algunas modificaciones a ese alfabeto y convirtieron algunas letras fenicias para representar las vocales y empezaron a escribir de izquierda a derecha.

Con respecto a las lenguas europeas, a principios del siglo XIX, los lingüistas determinaron que casi todas las lenguas de Europa y varias lenguas de Asia tenían un origen común. En tanto lenguas europeas, el griego y el alemán se derivarían de un tronco común, el idioma indoeuropeo que se remonta a varios milenios.

Se estima que la lengua germánica en sentido estricto surgió en el primer milenio antes de Cristo, a partir de un «primer cambio de sonido» y con la expansión del Imperio Romano y el gran número de mercenarios germánicos que integraron su ejército, los dialectos germánicos se fueron mezclando con palabras romanas y griegas[1].

Tanto el griego clásico ―considerada la lengua que construyó los cimientos de la cultura occidental, debido a que en ella se escribieron los primeros textos filosóficos, literarios y científicos sobre los que se basa nuestra civilización― como el alemán tienen tres géneros, el masculino, el femenino y el neutro y ambos idiomas se declinan, el griego en cinco casos (nominativo, vocativo, acusativo, genitivo y dativo) y el alemán en cuatro (nominativo, acusativo, genitivo y dativo). El griego clásico no empleaba minúsculas ni espacios.

El alfabeto griego fue tomado del alfabeto fenicio.

Cabe agregar que además existió una lengua griega a la que se denomina koiné (κοινή, koiné; literalmente «en común», «en interés público, por el Estado»), lengua griega común, derivada del ático, que fue de uso general en el mundo helénico tras las conquistas de Alejandro Magno, es decir, durante el período denominado helénico o helenístico (entre los siglos IV a.C. y I d.C.)[2]. El vocablo koiné está relacionado con otro término, koinonía (κοινωνία), que se traduce por «participación; unión; relación, comunicación, sociedad, alianza; simpatía, compasión»[3]. Se trató entonces de una forma común, de una versión simplificada de la lengua griega clásica. El griego koiné fue crucial para el cristianismo debido a que fue utilizado para escribir una parte considerable de la Biblia, el Nuevo Testamento, así como para traducir otra del Antiguo Testamento, denominada tanaj, compuesto por 24 libros. San Jerónimo tradujo la Biblia al latín a partir de los textos originales en hebreo y griego (382 d.C.), en una gruta cerca de la Basílica de la Natividad en Belén. Su traducción es conocida como la Vulgata y se oficializó en la Iglesia de Occidente. Más tarde, el monje y teólogo Martín Lutero tradujo el Nuevo Testamento del griego al alemán a principios de 1522 en apenas dos meses y medio y el Antiguo Testamento en distintas etapas entre 1522 y 1532. Lutero procuraba con su traducción una difusión más amplia de la Biblia entre los pueblos hablantes del alemán pero debe considerarse que este hecho constituyó un hito fundamental del cristianismo.

Ese hito fundamental ha sido el movimiento que llevó a la Reforma, que tuvo lugar en el siglo XVI y que se centró particularmente en las áreas de habla alemana del continente europeo, dando origen a varias confesiones cristianas protestantes, provocando una ruptura con la autoridad papal y una división en la cristiandad europea que aún se mantiene.

Sin embargo, Martín Lutero ha trascendido por su aporte a la conformación de la lengua alemana toda vez que su traducción de la Biblia al alemán es considerada como base del alemán estándar.

La flexibilidad del griego y del alemán

Como fue mencionado ut supra, la lengua griega ha dado origen a los pilares de lo que hoy se considera el pensamiento occidental gracias a poetas, escritores y filósofos como Aristóteles, Platón, Esquilo, Esopo, Eurípides, Homero y tantos otros. La relevancia del pensamiento griego ha llevado a que numerosas palabras y conceptos trascendieran el espacio y el tiempo y sean actualmente mantenidos en su idioma original. Pueden citarse, a modo de ejemplo, ágape (ἀγάπη) ―comprendido como «afecto, amor», en castellano «banquete» y que trascendió al cristianismo como «Comida fraternal de carácter religioso entre los primeros cristianos, destinada a estrechar los lazos que los unían»―; Aleteia (ἀλήθεια) ―«revelación o extracción de algo olvidado», «verdad o lo que distingue al conocimiento genuino (episteme, ἐπιστήμη) de la creencia u opinión» y de ahí epistemología―; doxa (δόξα) ―que suele traducir por «opinión», concepto acuñado por Parménides para distinguir la «vía de la verdad» de la «vía de la opinión»―; lógos (λόγος) ―«palabra, entendimiento o armonía lógica»― y tantos otros términos[4].

Por su parte la alemana es una lengua que por su flexibilidad ha permitido que floreciera una gran cantidad de escritores y pensadores, particularmente filósofos, que acuñaron palabras nuevas para verbalizar nuevas ideas y conceptos. Entre los filósofos más destacados se encuentran Gottfried Wilhelm Leibniz, Immanuel Kant, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Arthur Schopenhauer, Karl Marx, Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger y Ludwig Wittgenstein.

Letra gótica denominada Fraktur. Fue la tipografía usada en Alemania para la mayor parte de sus libros editados entre los siglos XVI y XIX e incluso parte del siglo XX.

Cabe aquí hacer una digresión y mencionar a Søren Kierkegaard (1813 – 1855), filósofo y teólogo danés que tuvo una estrecha relación con la filosofía alemana en tanto que fue un severo crítico del hegelianismo y es considerado el padre del existencialismo y con una gran influencia en el pensamiento de autores de lengua alemana como Martin Heidegger, Friedrich Nietzsche, Karl Jaspers y Martin Buber, entre otros. Sin embargo, sus escritos estuvieron limitados a la lectura de los daneses ya que escribió en lengua danesa. Fue otro filósofo, ensayista y periodista alemán, Georg Brandes (1842-1927), quien publicó tanto en alemán como en danés, y quien dio las primeras conferencias sobre Kierkegaard y llevó a cabo la publicación en 1879 de un libro en alemán sobre su filosofía y su vida, Sören Kierkegaard – ein Literarisches Charakterbild (Sören Kierkegaard, un retrato de personaje literario), permitiendo que Kierkegaard trascendiera más allá de la lengua danesa y se iniciaran traducciones alemanas de algunas de sus obras.

De la misma manera que el griego, términos y conceptos del alemán trascendieron el espacio y el tiempo y se mantienen en su idioma original en el ámbito de la filosofía. Estudiar a un filósofo de la talla de Martin Heidegger requiere un conocimiento de la lengua alemana ya que muchos de sus conceptos se mantienen en esa lengua dado que la traducción al castellano u otras lenguas no mantienen el espíritu que le otorgó el autor. De este modo, Heidegger se refiere al «olvido del ser», Seinsvergessenheit, y de ahí que el centro de su pensamiento se refiere al olvido de la pregunta fundamental de la filosofía que es la cuestión del ser, la «pregunta por el ser», la Seinsfrage. Pero hay muchos otros términos, como por ejemplo der Geist ― que podríamos traducir como «mente», «espíritu», pero que frecuentemente se refiere al lado inmaterial, consciente y pensante del ser humano, comprendiendo las habilidades mentales (pensamiento, conocimiento, inteligencia y conciencia), término que da lugar a otros conceptos como der Poltergeist ―para referirse a acontecimientos violentos que suceden en un lugar supuestamente encantado y que no se ajustan a la normalidad física― o Zeitgeist ―«Espíritu del tiempo», comprendido filosóficamente como las ideas filosóficas, valga la redundancia, que corresponden y responden a su tiempo―; der Weltgeist ―«Espíritu del mundo», concepto que proviene de la filosofía, particularmente de la tradición del idealismo alemán, especialmente de filósofos como Georg Wilhelm Friedrich Hegel―. Si se toma el término que se refiere al «espíritu» puede mencionarse también ese otro concepto que empleó Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Gegengeist, que significa «espíritu contrario» o «contraespiritu». que puede interpretarse como su fuerte resistencia a las tendencias modernistas y la relativización de la doctrina católica.

Un término muy particular en alemán es Schadenfreude, que puede traducirse como «el tipo de felicidad que se deriva de la desgracia o el dolor de otra persona», un sentimiento para el que, quizás, no encontraríamos una palabra en castellano pero que podríamos expresar como «alegría maliciosa».

Otros vocablos interesantes que podemos mencionar serían die Erkenntnis ―«conocimiento», más específicamente al conocimiento o comprensión de algo, considerando asimismo el conocimiento o la perspicacia obtenida a través del pensamiento, la experiencia o el estudio―; die Ontologie ―la ontología, la cuestión del ser y de la existencia―; Torschlusspanik ―un término usado para sintetizar el miedo que invade con la vejez y la comprensión de que a uno no le queda mucho tiempo, lo que lleva a una necesidad imperiosa de realizar ciertas cosas antes de nuestro final; die Weltanschauung ―término muy usado en filosofía y en sociología para expresar la «cosmovisión», la forma básica en que alguien ve o interpreta el mundo, incluyendo las creencias personales, valores y perspectivas que dan forma a la comprensión de una persona sobre el mundo―; Stammtisch, cuya definición coloquial en alemán sería «hier sitzen die, die immer hier sitzen», es decir, «mesa reservada para la clientela habitual»; und so weiter.

Diferencias y similitudes

Al momento de plantearse el estudio de alguna de ambas lenguas surge la cuestión de la dificultad. Como ya se ha mencionado, tanto el griego clásico como el alemán son idiomas que se declinan pero, también como se ha visto, no utilizan el mismo alfabeto.

Por su parte el griego tiene su alfabeto propio y el alemán comparte el mismo alfabeto que utilizan otras lenguas modernas, aunque cuenta además con grafemas propios como las vocales con umlaut (diéresis)  ä, ö, ü y la ß, eszett o scharfes S que es una ligadura que representa un sonido doble «s», la cual no se encuentra en el alemán utilizado en Suiza, en donde en su lugar se reemplaza por «ss».

El griego ha variado su pronunciación desde el griego clásico o el koiné al idioma griego actual que se ha complejizado con respecto a sus orígenes. En cambio el alemán presenta algunos desafíos para quienes comienzan su aprendizaje ―por ejemplo en lo que se refiere a los sonidos guturales y a algunas vocales que no existen en el español, la acentuación de las palabras― pero debe destacarse que la pronunciación sigue reglas bastante claras una vez que se logran internalizar.

En lo que respecta a la gramática, ambas lenguas podrían manifestar cierta complejidad debido a los mencionados casos que determinan la función de una palabra en la oración, pero en el caso de la lengua alemana la estructura de las oraciones es más rígida y sigue reglas claras, lo que podría considerarse como favorable luego de que se incorporen esas reglas.

Más allá de las diferencias o similitudes entre el griego antiguo y el alemán, debe considerarse que la alemana es la segunda lengua nativa más hablada de Europa después de la rusa, según algunos estudios. Esto sería cuestionable si se considera que buena parte del territorio ruso es asiático.

La «Seinsfrage» (pregunta por el ser) se plantea por Heidegger en su obra central, Sein und Zeit («Ser y Tiempo», donde se pregunta por el significado y esencia del ser. Esta pregunta fundamental guía su análisis de la existencia humana (Dasein) y su relación con el mundo.

Influencia de la lengua griega en la alemana

El profesor Francisco Rodríguez Adrados (1922 – 2020), quien fue miembro de número de la Real Academia Española, filólogo y helenista español, Catedrático de Griego en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, considerado como una de las voces más autorizadas en Europa como defensor de las Humanidades clásicas, ha planteado que las grandes lenguas indoeuropeas y hoy casi todas las lenguas del mundo, son lenguas «semihelénicas», ya que las lenguas actuales no se parecen al griego pero incluyen de manera considerable estructuras gramaticales griegas, además de vocablos provenientes del léxico griego así como de préstamos semasiológicos helénicos (la semasiología es el estudio semántico que parte del signo y de sus relaciones, para llegar a la determinación del concepto). Todo, o casi todo, el léxico culto de las lenguas modernas es, directa o indirectamente, griego, pues lo recibieron como préstamo directamente o a través del latín, en la época antigua, la moderna o la actual[5].

El profesor Rodríguez Adrados expresa que la sintaxis de los vedas indios y de Homero, que son similares, se derivan del tronco común indoeuropeo, pero aclara que la sintaxis de la prosa griega se desarrolló posteriormente «hasta llegar a la complejidad y variedad de Tucídides y de Platón», sintaxis que fue «el modelo de todas las lenguas indoeuropeas, con excepción del indio, que permaneció aislado»[6].

Agrega el profesor Rodríguez Adrados:

Esta influencia se hizo realidad tanto directamente como por medio de los préstamos latinos de la sintaxis helénica, y se infiltró fácilmente en todas las lenguas europeas, que tenían como punto de partida una sintaxis indoeuropea, que es también la base de la griega. Con la ayuda de las traducciones del griego y de sus imitaciones, se reformó en los hechos la sintaxis del latín, y luego, del armenio, del árabe y del alemán. El latín también ayudó a la creación de la sintaxis del alemán, del celta, del lituano, etc. Y no se trata solamente de las lenguas indoeuropeas. La influencia fue grande asimismo en el sirio, el etíope y, a través de las lenguas modernas romance y germánicas, llega hoy a todas las lenguas del mundo.[7]

Es de destacar lo que afirma acerca de los modelos sintácticos desarrollados por los griegos y que utilizamos y que son «indispensables para la expresión de pensamientos abstractos, así como para el discurso científico y lingüístico en general». Del mismo modo, añade que es un modelo para el discurso poético ya sea tomado en forma directa como a través del latín, así como también de las letras medievales europeas. Por este motivo considera que «nuestras lenguas son en gran medida semihelénicas»[8].

Cabe aquí destacar que la lengua alemana tiene, en ese sentido, la misma riqueza del griego en tanto permite el desarrollo de pensamientos abstractos, lo cual se evidencia cuando se estudia la filosofía alemana y la traducción de los términos filosóficos a otras lenguas no alcanza la precisión de la idea expresada por los pensadores alemanes. Pensemos, v. gr., en el Dasein (Da Sein) de Martin Heidegger que suele traducirse por el «ser ahí» porque Dasein es la combinación de las palabras alemanas sein («ser») y da («ahí») pero esa traducción no logra la plenitud del concepto alemán de Dasein que le otorgó Heidegger, por lo que en filosofía suele utilizarse el término en alemán y no su traducción. En este caso particular vale mencionar que el filósofo e historiador de la filosofía Franco Volpi (1952 – 2009) considera que se puede rastrear en Aristóteles el origen de algunos conceptos que resultan indispensables en el pensamiento filosófico heideggeriano[9]. Sin embargo, al preguntarse por el «ser», al retomar la Seinsfrage, la «pregunta por el ser», Heidegger abreva no sólo en Aristóteles sino también en la filosofía griega en general. Pero también Nietzsche fue un apasionado por el legado cultural griego. He aquí unos ejemplos que demuestran que la influencia no se limita al idioma.

Dejando de lado la filosofía también pueden encontrarse otras palabras que se prefieren mencionar en alemán porque ese pensamiento abstracto no puede ser transferido a otras lenguas como por ejemplo Hinterland (vocablo que se utiliza en Geopolítica, Geografía y Logística que se refiere a la región que se encuentra detrás de una ciudad, un puerto, o una zona costera) y la ya mencionada Zeitgeist que han pasado así a formar parte del léxico inglés.

Nuevamente es importante mencionar al profesor Rodríguez Adrados en lo que se refiere a la influencia indirecta del griego en las lenguas modernas, entre las que se encuentra el alemán:

En medio de los modelos sintácticos que transmitieron, directamente del griego o a través del latín, están, por ejemplo: el desarrollo de la frase subordinada, el uso sintáctico del infinitivo, las construcciones absolutas de participio, la sustantivación de los adjetivos con o sin la ayuda del artículo, etc. El griego desarrolló un sistema que fue copiado por el latín y que llega hasta nosotros, en el cual cada verbo se corresponde con uno o más sustantivos, adjetivos y adverbios. Esto provee de una línea en la síntesis del modelo que hace posible organizarlo de diferentes maneras y con exactitud.[10]

A partir de esto puede afirmarse que la lengua griega no influyó directamente sobre la alemana, sino que lo hizo a través del latín. Fue a través de esa vía que el alemán adoptó palabras del griego antiguo como iglesia (Kirche, kyriakós, κυριακός, «concerniente al Señor, a Cristo»), biología (Biologie, de bios, ßίος, «vida», y lógos, λόγος, «estudio») y gimnasio (Gymnasium, gymnásion, γυμνάσιον, «ejercicio» pero particularmente entendido como ejercicio corporal).

No obstante, hay términos griegos que han permeado a otras lenguas e incluso la lengua alemana y en los que claramente puede observarse ese origen, como por ejemplo Atom o Chromosom.

Consideraciones finales

Como se ha podido apreciar, la lengua griega clásica ha influido en la lengua alemana a través del latín como lo ha hecho en buena parte de las lenguas modernas. Esa influencia puede observarse en la gramática como así también en algunos préstamos en el léxico.

Si bien, obviamente, existen diferencias entre esa lengua antigua clásica y el alemán moderno, debe destacarse que desde un punto de vista teológico, ambas lenguas han tenido un momento protagónico dentro del cristianismo.

Debe considerarse que ambas tuvieron, y en el caso de la lengua alemana aún tiene, una característica singular que es esa flexibilidad ya mencionada que permite crear palabras nuevas para enunciar ideas y conceptos que quedan encerrados en esos términos y que son incapaces de expresar completamente la misma idea en otros idiomas.

Para cerrar este escrito, considero oportuno recordar la entrevista que los editores del semanario alemán Der Spiegel le hicieron a Heidegger el 23 de septiembre de 1966, oportunidad en la que el filósofo les solicitó que permaneciera inédita durante su vida, por lo que recién fue publicada el 31 de mayo de 1976, cinco días después de su muerte. El contenido de esa entrevista es muy valioso ya que aborda cuestiones muy vinculadas no sólo a su pensamiento sino también al contexto político en el que lo desarrolló ―claramente durante los años del nacionalsocialismo― pero lo que deseo destacar es cuando se refiere a ese vínculo entre el alemán y el griego, que es el espíritu de este escrito. Ante una pregunta que le formularon, Heidegger respondió:

Pienso en el particular e íntimo parentesco de la lengua alemana con la lengua de los griegos y con su pensamiento. Esto me lo confirman hoy una y otra vez los franceses. Cuando empiezan a pensar, hablan alemán; aseguran que no se las arreglan con su lengua.[11]

Sin duda que estas expresiones pudieron haber sido un poco exageradas pero eso no nos llevaría a desestimar esa consideración que se tiene de Alemania como «Das Land der Dichter und Denker», «El país de poetas y pensadores».

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro «Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones», Buenos Aires: Editorial Almaluz, 1ª edición 2019, 2da edición 2024.

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Dariana Echeto. «¿Cuál Es El Origen Del Idioma Alemán?». Sprach Zentrum, 30/01/2023, https://sprachzentrum.net/blog/origen-idioma-aleman/#:~:text=El%20origen%20del%20idioma%20alem%C3%A1n%20fue%20el%20germ%C3%A1nico%20occidental%2C%20del,de%20sonido%20o%20alto%20alem%C3%A1n, [consulta: 14/08/2023].

[2] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.8 en línea], https://dle.rae.es, [29/11/2024].

[3] Pabon Suárez de Urbina, José M. Diccionario manual griego –español. Vox. Barcelona: Biblograf, octubre de 1979 (doceava edición).

[4] Giorgio Piacenza Cabrera. «Glosario de términos griegos en filosofía». 22/07/2012, https://terminosgriegosdefilosofia.blogspot.com/2012/07/glosario-de-terminos-griegos-en.html.

[5] Francisco Rodríguez Adrados. «El griego, la más universal de las lenguas». Conferencia pronunciada en griego en el XII Congreso Internacional «El Helenismo y la Ortodoxia en el horizonte de Europa» el 29 y 30 de enero de 2005. Trad. Jerónimo Brignone. Web de Jerónimo ‘Jerry’ Brignone, https://www.jbrignone.com.ar/adrados.html, [consulta: 27/11/2024].

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Ídem.

[9] Volpi, Franco. Heidegger y Aristóteles. (1a ed.). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2012. 209 p.

[10] Francisco Rodríguez Adrados. Op. cit.

[11] Der Spiegel, nº 23, 1976, p. 193-219.

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