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LA GLOBALIZACIÓN, CONCEPTUALIZACIÓN DEL FENÓMENO Y SUS EFECTOS EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Héctor Martínez*

Imagen de Pete Linforth en Pixabay 
Introducción

La “globalización” concepto que está en boca de todos desde hace dos décadas, es interpretado por algunos como un fetiche mágico que da solución a todos los problemas, indispensable para la felicidad presente y futura, y para otros la causa de la infelicidad que padecen. Es evidente que este fenómeno, que sí tiene una característica compartida por casi todos, su irreversibilidad, posee una profundidad que no se visualiza a simple vista.

La globalización, divide en la misma medida que une, según Zygmunt Bauman[1]. En su estudio de las consecuencias humanas de la globalización, sostiene que ésta pone en marcha un proceso “localizador” de fijación de espacios. Esos procesos, sostiene, producen una tajante línea divisoria, entre las condiciones existentes de poblaciones enteras, por un lado y diversos segmentos de cada una de ellas por otro. Para unos aparece como globalización, para otros como localización. Para unos una nueva libertad, para otros un destino cruel e inesperado. Algunos son “globales”, otros quedan detenidos en su “localidad”, una situación poco agradable, donde los “globales” imponen las reglas. Ser “local” es un signo de penuria y degradación social.

En este proceso de globalización, los centros de producción de “significados y valores”, son extraterritoriales, están emancipados de las restricciones locales. Son muchas las dimensiones que este nuevo orden abarca y las polaridades que aborda: ricos y pobres; nómades y sedentarios; lo normal y lo anormal; lo que está fuera o dentro de la ley, constituyen estas nuevas dimensiones de la polaridad, siendo éste, otro de los factores que afecta la globalización.

Es evidente que en las últimas décadas, las transformaciones globalizadoras se puede enfocar con la siguiente dualidad: para bien, cuando se enfoca desde la integración del mundo en algunos campos, sobre todo en el comunicacional, para mal, si se enfoca en el ahondamiento de las desigualdades e inseguridades y la fragmentación.

La globalización y la revolución informática también pasó a ser la palabra de moda, la idea símbolo para explicar muchas políticas impopulares de los gobiernos, la articulación de protestas por motivo de nacionalismos, disputas sociales, étnicas o religiosas.

Este fenómeno, la globalización, o la nueva globalización, para los que creen que existe desde hace mucho tiempo, ha tomado más protagonismo en las últimas décadas del siglo XX, en el contexto de los grandes cambios producidos a partir de la crisis capitalista de los años 70, el derrumbe del socialismo estatista, la emergencia ecológica mundial y el enorme desorden mundial que siguió al orden bipolar y por último, la Guerra del Golfo, el atentado a las torres gemelas y las operaciones iniciadas por EEUU y algunos de sus aliados en el marco de la guerra contra el terrorismo. Fueron los hechos que marcaron el avance y la consolidación de esta nueva globalización, con nuevas características que se introdujeron a la sociedad mundial, donde además de la consolidación del capitalismo, ha creado un nuevo antagonismo dentro de ese bloque, han florecido muchas tensiones que estaban controladas durante la guerra fría.

La globalización, como fenómeno central de esta época, se puede definir como el menos complejo y delimitado de los temas actuales. Para algunos autores la globalización es una tendencia actual, un fenómeno futuro, un proyecto hegemónico, un mito, una etapa histórica concreta, varias cosas juntas. Para las ciencias sociales, globalización es más una noción (conocimiento elemental) que un concepto (científico), cuya consecuencia es la novedad y la complejidad del fenómeno.

Esta dificultad para conceptualizar el fenómeno, ha hecho que la interpretación de distintos autores, si es un fenómeno nuevo o viejo o las características sobre el alcance y efectos del fenómeno, sea muy diverso y contradictorio, más aún cuando el mismo no está cerrado, tiene todavía un final abierto.

Existe un lenguaje metafórico para denominar este fenómeno: aldea global, sociedad amébica (en continuo movimiento), tercera ola, nuevo Babel, shopping center global, nuevo imperio, etc.

El objetivo de este trabajo es tratar de indagar los enfoques que distintos autores dan sobre el fenómeno de la globalización en desarrollo, los efectos del mismo y los impactos, y tratar de ver similitudes y diferencias con los sistemas de dominación que se conocieron históricamente, como el imperio, el imperialismo y el neocolonialismo.

Precondiciones históricas de la globalización

Para analizar este tema, partiré de la idea que la globalización más allá de ser un fenómeno nuevo o viejo, en las últimas décadas del siglo XX y en lo que hemos transitado del XXI, ha adquirido características particulares que lo hacen diferente y a esto podría denominarse nueva globalización.

La crisis del capitalismo en la década del 70, la caída del muro de Berlín, el derrumbe de los socialismos, la crisis ecológica mundial, el fin del orden bipolar, fueron los hechos que marcaron los cambios y dieron inicio a las crisis que se enmarcan en este nuevo fenómeno. En estas décadas se ve con mayor nitidez como confluyen procesos viejos y nuevos. Alejandro Dabat[2] señala que los procesos viejos son el desarrollo de la tecnología electrónica de comunicaciones que Dabat relaciona al progreso en la microelectrónica (fenómeno tecnológico) enmarcado en una nueva revolución productiva[3]. Esta transformación se dio luego del agotamiento del patrón fordista – keynesiano de acumulación, dando vía libre a la automatización flexible de los procesos productivos, con la introducción de las computadoras y de las redes, la revolución de las comunicaciones y la llamada economía del conocimiento, que no es otra cosa que la aplicación de la informática tanto a la producción como a las comunicaciones.

El impacto de la informatización y la revolución de las comunicaciones impactaron más allá de la esfera de lo económico, impacto sobre las relaciones sociales y sobre los patrones culturales.

Esta situación produjo cambios en dos dimensiones, uno de tipo cuantitativo, el referido a la extensión mundial del capitalismo, el cual  penetró con fuerza en lo que se denominaba 2º y 3º Mundo. Otro podría considerarse la expansión de las redes de comunicación y transporte. La unificación tecno-económica tiende a la unificación política y ejerce fuerzas tendientes a la homogenización social cultural, con sus consecuencias contradictorias y de profunda desigualdad. El otro es el aspecto cualitativo que da lugar a tres grandes procesos de transformación: revolución informática de las comunicaciones, avances tecnológicos que fueron puntos de inflexión que transformaron fuerzas productivas y modos de vida, como patrones de consumo o aspectos económicos, modificación de lógicas de acumulación. También produjo alteraciones sociales culturales y geopolíticas, como la descomposición de la ex URSS con sus conocidas consecuencias, la ampliación de la brecha tecnológica o la precarización del trabajo etc.

Otro proceso, fue lo que se dio a llamar reestructuración posfordista y de mercado del capitalismo. En lo que hace a la primera, debemos recordar que la misma se basaba en una automatización rígida, en una especialización del trabajo en torno a la cadena de montaje, con un control burocrático. Los cambios se dan por una automatización más flexible y de gestión computarizada, la nueva organización del trabajo se da a partir de círculos de autocontrol de calidad y el fraccionamiento de los procesos productivos que posibilita la relocalización parcial de parte de los mismos. Se producen aceleraciones en el flujo de información que permiten un control a distancia, se sustituyen grandes series estandarizadas por pequeñas series reprogramables que facilitan la descentralización.

La empresa capitalista, con las nuevas condiciones de la competencia global, el nuevo sistema financiero y la nueva división internacional del trabajo, ha cambiado en su organización y funcionamiento. De la corporación multinacional verticalmente integrada, se ha pasado a la empresa trasnacional versátil y mundialmente omnipresente (empresa red de alcance global) instalada con distintos segmentos productivos donde cuente con mejores ventajas competitivas. Se extienden mundialmente con una red de filiales, empresas asociadas, contratistas, distribuidores o franquiciatarios, distintas alianzas estratégicas temporales con empresas competidoras, todo esto afectando a la pequeña y mediana empresa que quedará cada vez mas incluida en esas redes ínter empresariales de carácter mundial.

En lo que se refiere a la segunda, es decir la reestructuración del mercado de capitalismo, una de las características del cambio efectuado es el pasaje del crédito bancario a la emisión de bonos y acciones, a la informatización de las operaciones, la creación de nuevos instrumentos para la intermediación como son los fondos mutuales y de protección, sociedades y bancas de inversión, fondos de pensión, compañías de seguros, etc. Todo esto con la consiguiente laxidad de los controles por parte de los organismos del Estado, la desregulación, parte integrante de lo que se dio en llamar “Globalización financiera”. Este sistema se impuso sobre el anterior que consistía en créditos bancarios fuertemente regulados por la banca central, con bajo costo financiero y agilidad operativa, dando lugar a éste nuevo, altamente volátil y relativamente desvinculado de la esfera productiva.

Todos estos aspectos dieron lugar a la conformación de un nuevo patrón de acumulación, basado en la producción de bienes y servicios intensivos en conocimientos, liderados por el sector electrónico informático y el sector científico educativo; paralelamente se desarrolló una esfera crediticia transformada por la tecnología informática. Pero estos cambios requerirán siempre de marcos regulatorios y pactos sociales que den sustentabilidad política y social al sistema. Este es el principal problema que no ha sido resuelto en su totalidad, creando las divergencias y antagonismos que conocemos.

Estas transformaciones que he descrito y las consecuencias que las mismas han incorporado a la situación política y social del mundo, son variadas y se producen en distintos campos, siendo en el campo del desarrollo donde más se notan las características excluyentes, en los países preindustriales, también vemos exclusión en territorios subnacionales y a diario una fragmentación hasta en las propias ciudades, creando el concepto de ciudades duales[4]. Estas reflexiones nos llevan a plantear la importancia que en este mundo globalizado adquiere el territorio, aquel que muchos autores se apresuraron en declararle su muerte. Sergio Boisier[5] lo describe en uno de sus escritos y además afirma que con la globalización el concepto de territorio se revaloriza. Señala que el hombre es ante todo un “animal territorial” y luego es un “animal político” y agrega que “la globalización lleva la amenaza de romper los lazos de identidad territorial, pasando a un mundo corporativo funcional, donde sería más importante ser ciudadano de la Coca Cola, que chileno o argentino, no obstante esto jamás ocurrirá. La globalización genera una dialéctica de identidad, cuando mayor es el peligro de alineación, mayor es la tendencia de las personas a reforzar la dimensión territorial”.

Hasta aquí algunas precisiones y conceptos sobre las precondiciones e impactos de la globalización en el período actual, como vemos la misma influye sobre todos los campos de la interacción de los países, regiones y hasta en el desarrollo de cada individuo, esto hace que la visión sobre este fenómeno sea disímil, entre distintos pensadores e investigadores, trataremos a continuación de analizar someramente las principales posturas.

Diferentes interpretaciones sobre la globalización

Para iniciar este tema, lo haré analizando los principales conceptos vistos en la cátedra, es decir sobre la base de las opiniones de Michael Hardt y Antonio Negri, en su obra “Imperio”[6].

Estos autores desarrollan la hipótesis que la globalización ha transformado la soberanía en algo nuevo, dominada por organismos nacionales y supra nacionales unidos por una lógica de dominio, a esta nueva forma global de soberanía le llaman “imperio”. Consideran a este imperio como un nuevo sujeto político que regula los intercambios globales, son el nuevo poder que gobierna el mundo. Esto trae como consecuencia la decadencia de la soberanía política y una mayor autonomía del mercado, también se produce un cierre de canales para la participación de ciudadanos y trabajadores.

Sostienen en principio que lo que hoy entendemos por imperio es algo diferente al imperialismo. En la era moderna, en Europa, la soberanía de los Estado Nación fueron la piedra angular de los imperialismos, estos fueron una extensión de esa soberanía más allá de sus propias fronteras.

La declinación de la soberanía de los Estados Nación y su incapacidad para regular los intercambios económicos y culturales, muestran, según señalan los autores, uno de los síntomas de ese “imperio” que comienza a emerger. El imperio comienza a florecer a partir del ocaso de la soberanía moderna. Los autores entienden por soberanía moderna a la soberanía capitalista, una forma de mandato que sobredetermina la relación entre la individualidad y la universalidad como una función del desarrollo del capital. En virtud de las labores de la maquinaria de la soberanía, la multitud[7], nuevo sujeto de la política, se convierte permanentemente en una totalidad ordenada. También señalan que la soberanía es un poder de policía, un poder que debe tender permanentemente a incluir las singularidades en la totalidad, es decir tender a la homogeneidad.

Haciendo un análisis de la dislocación de la dinámica organizacional del Estado, del pasaje de la jerarquía medieval al de la disciplina moderna y de la transformación del paradigma de la soberanía, basado inicialmente en la trascendencia del punto único de mando situado por encima del campo social, Negri y Hardt conciben el cambio como un tránsito dentro de la noción de soberanía. Afirman también que esta soberanía moderna da nacimiento al biopoder[8].

A medida que la modernidad declina, aparece una nueva etapa, donde se ve nuevamente la dramática antítesis que ya estaba en la base de la modernidad. La síntesis entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de dominación, que tan bien había teorizado Weber, aparece con una relación precaria e improbable. Los deseos de las multitudes y su antagonismo respecto de toda forma de dominación las llevan a desligarse una vez más de los procesos de legitimación que respaldan al poder soberano.

Desarrollados los principales conceptos, sobre la globalización, enfocada como un nuevo poder del imperio, los autores penetran en la articulación de la naturaleza de la soberanía imperial. Lo hacen analizando el impacto que la revolución estadounidense y la aparición de una nueva “ciencia política”, proclamadas por los autores de “The Federalist”, aplicaron sobre la tradición existente en la soberanía moderna. Mientras antes el trascendentalismo de la soberanía era presentado con las formas enunciadas en las teorías de Hobbes o Rousseau, lo que surge en EEUU la transforma en una nueva soberanía, que surge de la formación constitucional, donde fijan límites y contrapesos, frenos y equilibrios que, además de constituir el poder central, contiene el poder de las multitudes, se da una suerte de interacción democrática de las fuerzas, vinculadas entre sí en redes.

Sostienen estos autores que después de la guerra fría y del debilitamiento y decadencia de las viejas potencias, surgió la iniciativa estadounidense de constituir un orden imperial. Este proyecto imperial, hegemónico, es un proyecto de poder en red, que define una nueva fase de la historia constitucional de EEUU. De ella surge la responsabilidad de ejercer un poder de policía internacional que recayó en este Estado y que se vio en la “Guerra del Golfo” inicialmente y luego en Irak. En ella se vio claramente cómo se presentó a EEUU como la única potencia capaz de aplicar la justicia internacional en nombre del derecho global. La fuerza policíaca mundial de los EEUU obra, no con un interés imperialista, sino con un interés imperial.

No obstante, la legitimación del orden imperial no puede basarse solamente en la mera efectividad de la sanción legal ni en el poderío militar. Debe apoyarse además en normas legales internacionales. Para esto se crearon una serie de organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas (ONU), que constituyeron una autoridad central, un motor supranacional legítimo de acción jurídica. Terminada la Guerra Fría, EEUU fue llamado a ser el garante de todo este derecho supranacional. Los autores equiparan esto a lo ocurrido en el siglo I de la era cristiana cuando, por el bien público, los senadores romanos le pidieron al emperador Augusto que asumiera los poderes imperiales de la administración.

Esta obligatoriedad en responder a las demandas de paz y de orden, quizás sea una de las características esenciales del imperio, su desarrollo se basa en un contexto mundial que permanentemente reclama su existencia.

Otro aspecto que analizan los autores, es el relativo a la Constitución de Estados Unidos, a la misma la tipifican como imperial y no como imperialista. “Esta Constitución se construyó sobre el modelo que procura rearticular un espacio abierto y reinventar incesantemente relaciones diversas y singulares en red a lo largo y a lo ancho de un territorio sin fronteras”. Este proyecto constitucional y la expansión global del mismo dan forma a la idea contemporánea de imperio. Señalan: “Estamos viviendo una primera etapa de la transformación de la frontera global en un espacio abierto de soberanía imperial”.

Finalmente podemos resumir que estos autores interpretan la globalización como el fin del imperialismo, la crisis de soberanía del Estado Nación, la consolidación globalizada del trabajo inmaterial, el ocaso de la dialéctica, el surgimiento de un imperio sin territorio y sin centro pero que está en todas partes, la aparición del biopoder y el surgimiento de la multitud como sujeto político que enfrentará al imperio.

Otro autor que analiza el fenómeno de la globalización es Aldo Ferrer, quien lo hace en varias de sus obras[9]. No considera este fenómeno como algo nuevo aunque lo divide en varias etapas de lo que llama el orden mundial. Describe la primera etapa a partir del siglo XV, con el descubrimiento de América, etapa que la viabiliza con la superioridad naval de las potencias atlánticas, que posibilita ampliar el comercio por todo el mundo. Esta etapa es legitimada en lo material por un acendrado mercantilismo y en lo espiritual por una fuerte acción del catolicismo.

La segunda etapa la ubica entre el 1800 hasta 1914, es coincidente con la revolución industrial y la consolidación de los imperialismos, especialmente el inglés, que fue la potencia que más desarrolló este tipo de dominación. Los avances tecnológicos contribuyeron a consolidar esta etapa que se caracterizó por la necesidad de materias primas para satisfacer las demandas de los países industrializados, el libre comercio fue el paradigma económico de esta etapa.

Durante los años de 1920 a 1935, se dio una especie de desglobalización, como consecuencia de las crisis financiera mundial y la II Guerra Mundial.

Luego de esta conflagración, surgió nuevamente otra etapa de la globalización, un nuevo orden mundial, caracterizado por la nueva relación de fuerzas y el bipolarismo, la aparición de nuevas tecnologías que acortaron los espacios y transformaron el comercio y las finanzas, en los últimos años la informatización aceleró estos procesos.

Dice Ferrer que la globalización plantea interrogantes fundamentales de cuya resolución depende el desarrollo e integración de Latinoamérica. Hay buenas respuestas como podría ser la conformación de bloques, que dan más fuerza a los países que lo integran, o respuestas malas que solo traen desintegración y miseria a las regiones. También expresa que hay que distinguir entre hechos reales y ficciones de la globalización.

El ya mencionado Alejandro Dabat[10] sostiene que la globalización no es más que una nueva configuración espacial de la economía y sociedad mundial, bajo las condiciones del nuevo capitalismo informático global. Este autor analiza la nueva configuración espacial del mundo globalizado desde varios planos. El primero es el alcance territorial (extensión) del sistema capitalista en relación a otros; sostiene que el capitalismo transitó varias etapas, el capitalismo liberal del siglo XIX, el capitalismo monopolista – financiero de las últimas décadas del siglo XIX, el capitalismo fordista mixto, hasta llegar actualmente al capitalismo informático global. Es en esta etapa donde adquiere su carácter mundial en relación con su extensión territorial, con características como su movilidad, su papel integrador de los segmentos más avanzados de la producción, su papel trascendente en la toma de decisiones y regulador de las transacciones en el mercado. El segundo plano es el de los niveles de articulación tecnológicos, tecno-económico, socio económico, social, cultural o demográfico. El tercer plano es el de los niveles de integración territorial, comprenden las instituciones propiamente espaciales del capitalismo, ciudad, región, Estado nacional, orden mundial. Por último las articulaciones en torno a la síntesis histórica sistémica.

Es interesante para interpretar la hipótesis que sostiene este autor, ver la conceptualización que hace de varios términos, como por ejemplo: Internacionalización, como una extensión absoluta y relativa de las relaciones entre el Estado, entidades e individuos de distintas naciones. Transnacionalización, o extensión a través de las naciones de actividades funcionalmente integradas, no necesariamente dependientes de alguna nación particular. Se incluirían en esto, redes de comunicación, nuevo tipo de empresas transnacionales, etc. Mundialización, alcance mundial de las relaciones internacionales, transnacionales o supranacionales. Supranacionalización, creación y extensión de instituciones multinacionales o mundiales que implican, cesión formal de soberanía de los Estados, participantes de una entidad superior, por ejemplo Unión Europea.

Por último, este autor que interpreta la globalización con un enfoque espacial, comparte con otros como Sergio Boisier[11], que este fenómeno ha llevado a la conformación simultánea de un espacio único y múltiples territorios. Ellos diferencian espacio de territorio en que en el primero, más ligado a la globalidad, se tiende a una homogeneidad, mientras que en el segundo se dirige a la heterogeneidad, es un lugar con significado, valores e historia.

Con un criterio diferente analiza la globalización Octavio Ianni[12]. Para él este fenómeno no fortifica las particularidades del territorio. En la “Sociedad Global”, donde prioriza una sociedad supranacional, consecuencia de que las naciones se vieron demasiadas pequeñas como unidades de comercio y demasiado grandes como unidades de administración. Ianni no desestima el Estado Nación pero afirma que cualquier proyecto nacional será factible si se adecua o está en consonancia con la plataforma de los movimientos que hegemonizan la sociedad global. Por otra parte esa sociedad global, influye en las condiciones de vida, trabajo, sentir, etc. de individuos, grupos, minorías, clases sociales y continentes. Este autor muestra a la sociedad global como una verdadera estructura de enajenación. Por último podemos decir que interpreta a lo nacional como un eslabón para la cadena global y al Estado Nación como una institución que debe, en todas las dimensiones, compartir y tensionar sus políticas con otros actores.

También con criterio diferente ha analizado la globalización Ohmae Kenichi[13], que fue más allá de lo analizado por Ianni, y pronosticó la desaparición del Estado Nación. En su análisis sostiene que la función de intermediación del Estado Nación ha cesado y los mercados mundiales funcionan por su cuenta. Que aquellos en la actualidad solo estorban el funcionamiento de la economía global y propone la conformación de “Estados Región”, los cuales desconocerían las fronteras, las soberanías nacionales, constituyendo verdaderas unidades operativas de las economías mundiales. En definitiva, su teoría sostiene que el Estado Nación, obstruye la uniformidad que requiere la actual globalización y por lo tanto hay que eliminarlo.

Con respecto a su propuesta de Estados región, define a éstos como verdaderas unidades operativas en la economía mundial actual. No los define la ubicación de sus fronteras políticas sino su tamaño y la escala adecuada. En este mundo sin fronteras que menciona el autor, serían Estados región, las unidades geográficas como el norte de Italia; el alto Rin (Baden-Wütemberg); Gales, Hong Kong en China meridional; Silicon Valley en San Francisco California; la región Ródano-Alpes de Francia centrada en Lyon, con estrechos lazos mercantiles y culturales con Italia; la región de Languedoc- Rosellón centrada en Toulouse, que tiene estrechos vínculos con Cataluña; el nuevo “Gran Triangulo del Crecimiento”, presentado en 1992, en el estrecho de Malaca, que conecta Penang, Medan (ciudad indonesia de Sumatra) y Phuket en Tailandia. Estas unidades operativas que constituyen Estados región como vemos, pueden o no encontrarse dentro de una nación determinada, dice Ohmae. En términos prácticos no tiene ninguna importancia. Lo importante es que tengan capacidad autónoma para aprovechar las cuatro “íes” de la economía mundial: la capacidad de inversión, no sometida a limitaciones geográficas o políticas; la industria sería la segunda “i”, no condicionada por razones de Estado, sino por la necesidad de atender mercados atractivos allá donde se encuentren; la tercera “i” es la tecnología de la información, que permite que las alianzas estratégicas transfronterizas se hayan reducido; ya no es necesario trasladar a un ejército de expertos ni un ejército de trabajadores, la capacidad está en la red y puede estar a disposición en cualquier lugar y cuando haga falta y la última “i” son los individuos consumidores. Finalmente, los Estados región serían puntos de entrada eficaces para la economía mundial, porque las características que los define están conformadas por las exigencias de esa economía.

Comparaciones de las distintas interpretaciones sobre el fenómeno de globalización y conclusiones finales.

Hemos visto hasta ahora varias interpretaciones del fenómeno de globalización, que se podrían agrupar en aquellas que analizan al mismo con mayor énfasis en lo político, sin descartar otras esferas; las que enfatizan en lo espacial y las que lo enfocan desde el punto de vista del mercado exclusivamente. Desde ya, estos enfoques al dar prioridad a un componente, no descartan ni dejan de analizar los otros, es así que el que enfoca el fenómeno, desde el punto de vista político, poniendo el énfasis en las relaciones de poder, como lo hace la obra de Hardt y de Negri, quienes también consideran los aspectos económicos y espaciales del fenómeno. El análisis de Ferrer, además de lo político y económico le agrega su interpretación de globalización como un viejo fenómeno que se adecuó en etapas a la realidad de la época. El enfoque espacial visto en este trabajo, en la postura de Dabat y Boisier tampoco deja de considerar que la nueva configuración espacial abarca lo económico y social y por lo tanto analiza las incidencias que esta nueva configuración espacial ejerce sobre las esferas política, social y económica. El último enfoque que analizamos, el que se centra en aspectos del mercado —como el de Ianni y Ohmae—,en su visión economicista de la globalización no dejan de subordinar aspectos políticos y sociales a los objetivos del mercado.

A estos diferentes conceptos de la globalización, sus autores también proponen ideas de cómo contrarrestarlos o apoyarlos. En el caso de Hardt y Negri, que consideran a la globalización como el nuevo proyecto de dominación del imperio, proponen un fuerte accionar desde lo que ellos llaman “multitud”, nuevo sujeto político, que intentará separarse del axioma de orden que impone la soberanía moderna y tratará de crear un contra imperio con una nueva democracia, donde se elimine el concepto de soberanía.

No son pocos los que criticaron la teoría sustentada en “Imperio” y luego en “Multitud”; uno fue el politólogo Atilio Borón[14], quien comienza marcando el desacuerdo en el tema. Lo que critica Borón es que Negri trate a los que se inclinan por la opción nacional, como reaccionarios. Según Borón esta lucha se debe dar combinando ambas opciones. Tampoco concuerda con el “globalismo abstracto” que plantean los autores de “Imperio”. Otro punto de crítica es el tema de la defunción del Estado Nación que plantean los autores y la escasa importancia que le asignan a cualquier lucha planteada y resuelta a través de la toma del poder en ese ámbito.

Otro de los críticos a las teorías de Hardt y Negri es James Petras[15], que los acusa de no entender la historia de los EEUU y anunciar el epitafio del imperialismo mientras este país libra varias guerras coloniales: EEUU es un imperio que se basa en el imperialismo. Por otra parte también critica el intento de disolver la estructura y los movimientos de clase en una “multitud” amorfa, mientras en varios lugares del mundo y en especial en Latinoamérica se producen levantamientos de clase.

También afirma que casi el 75% de las quinientas empresas multinacionales más grandes son de propiedad y tienen sede en EEUU y Europa, donde el Estado lucha para abrir mercados e impone condiciones favorables para la inversión y toma las decisiones estratégicas sobre ubicación, tecnología e investigación. Es por eso que no comparte la idea de un mundo de empresas multinacionales sin Estado. Además por medio de la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el FMI, etc. los gobiernos estadounidense y europeos formulan todas las formas posibles, las reglas y las estructuras que favorecen la posición de sus multinacionales.

Con respecto a la postura de la nueva configuración espacial de la globalización, sostenida por Boisier y Dabat, la misma se basa en los conceptos de espacio y territorio, homogeneidad y heterogeneidad, entre otros. No desecha el Estado Nación, solamente sostiene que el nuevo Estado sufre una serie de cambios que lo adaptan a la nueva realidad, alejada del concepto estadocéntrico que imperaba en épocas pasadas, para pasar a interactuar con organizaciones supranacionales y subnacionales, hablan de un Estado que debe compartir poder, sin perder su rol de coordinador principal de todos los intereses en juego y defensor de los intereses generales de sus representados.

Con respecto a la homogeneidad, es decir la uniformidad, principio que sostienen Ianni y Ohmae, el primero cuando dice que la uniformidad lleva a la desterritorialización, y el segundo cuando manifiesta que el Estado obstruye la uniformidad y por lo tanto hay que destruirlo. Otro que también parte de la uniformidad que impone el imperio es Negri. Hay otros como Dabat y Boisier, que rescatan la heterogeneidad que surge a partir de la revalorización del territorio y la proyectan hacia un aprovechamiento positivo del fenómeno de globalización. Ellos hablan de espacio único y múltiples territorios. También desechan la idea de la desaparición del Estado Nación pero, por el contrario, sostienen que el Estado se revaloriza con otras características diferentes a las que conocíamos hasta la aceleración de este nuevo fenómeno de globalización, es decir un Estado que debe ampliar el alcance de la política ya que ésta no es patrimonio exclusivo del Estado Nación. Sostienen que nosotros no solo somos ciudadanos de un Estado nación, sino que fundamentalmente somos ciudadanos de una ciudad, de una región, etc. por lo tanto no hay desarrollo nacional sin desarrollo subnacional y supranacional.

Por último, mi conclusión personal sobre el fenómeno y la interpretación que los diferentes autores tratados hacen sobre el tema es que, este fenómeno que vivimos en la actualidad y que hasta el presente tiene un final abierto, posee aspectos importantes de los enfoques tratados, los enfoques político, espacial y económico. Como todos los fenómenos anteriores, el imperio, el imperialismo o el neocolonialismo, el actual, la globalización es un nuevo intento de dominación de los más poderosos hacia los más débiles.

Si bien es cierto que tiene algunas semejanzas con el concepto de Imperio, que en la actualidad se podría comparar a los conceptos que se tratan de imponer con el “eje del mal” o las “guerras preventivas” inscriptas en la estrategia norteamericana. Pero también visualizo una falta de homogeneidad que profundiza la brecha en Occidente, brecha que amenaza la unidad del mundo occidental.

Pienso que el fin de la guerra fría, profundizó las diferencias entre EEUU y Europa. Por un lado el primero abandonó su estrategia de contención y el segundo dejó de depender de la protección del “paraguas atómico” norteamericano. Pero además la diferencia que se profundiza es la de valores. Hay dos visiones diferentes de Estado, sociedad y del mundo. En el mundo bipolar de la guerra fría, nunca el mundo occidental cuestionó las acciones e intervenciones directas o indirectas de EEUU, los miembros de la Alianza Atlántica nunca cuestionaron la legitimidad de esa hegemonía norteamericana dentro de Occidente que derivaba de la estructura bipolar del mundo. Actualmente Europa y en particular Francia y Alemania cuestionan la política internacional de EEUU[16]. Estos Estados de la Unión Europea, se opusieron a la invasión a Irak y son principales referentes de esa Unión. En definitiva parecería que el escenario que actualmente presenta la globalización está alejándose de la hegemonía de un poder único; visualizo una fuerte lucha por quebrar esa hegemonía americana, no solo por parte de Europa, sino también por algunas potencias asiáticas.

Con respecto a cómo enfrentar este fenómeno, posiblemente las grandes potencias lo harán con estrategias proactivas y los más débiles con estrategias reactivas. Creo que lo interesante es determinar si la globalización es impuesta desde afuera o es aceptada y aprovechada con decisión propia. Con este último criterio me inclino por la postura sostenida por los autores que interpretan el fenómeno desde la nueva configuración espacial, especialmente cuando revalorizan el territorio como un elemento diferenciador de la homogeneización que impone la globalización.

También rescato la fortificación y adaptación del Estado Nación, como elemento esencial del territorio en este nuevo mundo globalizado.

* Profesor de Grado Universitario y Licenciado en Ciencia Política graduado en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Coronel (R) del Ejército Argentino.

 

Citas bibliográficas y notas

[1] Zygmunt Bauman. La globalización: consecuencias humanas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1999.

[2] Dabat, A. Globalización: Capitalismo Informático- Global y Nueva Configuración espacial del mundo. Mimeo 2000, Universidad Nacional Autónoma de México.

[3] El autor utiliza el concepto de Revolución Productiva, en el sentido de revolución “industrial” de Marx, diferente al concepto de revolución tecnológica, ya que involucra la transformación de la producción y la vida social.

[4] Jordi, Borja y Manuel Castells. Lo Local y Global. La Gestión de Las Ciudades en la Era de la Informatización. México: Taurus, 1997, p. 59. “El aspecto relativamente nuevo es que los procesos de exclusión social más profundos se manifiestan en una dualidad intrametropolitana, particularmente en las grandes ciudades de casi todos los países, siendo así que en distintos espacios del mismo sistema metropolitano existen sin articularse y a veces sin verse, las funciones más valorizadas y las más degradadas, los grupos sociales productores de información y detentadores  de riqueza en contraste con los grupos sociales excluidos y las personas en condiciones de marginación”.

[5] Boisier, Sergio. “Globalización, Geografía Política y Fronteras”, Documento Preparado para el Congreso Nacional de Ciencia Política (“Entre la Soberanía y la Globalización: La Ciencia Política Frente al Milenio”), Santiago de Chile, mayo del 2002.

[6] Hardt Michael, Negri Antonio. Imperio. Buenos Aires: Paidós, 2002.

[7] Hardt, Michael y Negri, T.- Multitud, Guerra y Democracia en la Era del Imperio, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2004. Los autores piensan la “Multitud” como un lugar donde conviven armoniosamente todas las diferencias, ellos hablan de hacer multitud, es decir construir un momento, un dispositivo, un proyecto que comprenda todos los aspectos, minorías del mundo y singularidades.

[8] Estos autores en su libro “Multitud, Guerra y Democracia en la Era del Imperio” definen el biopoder como un poder casi absoluto, que amenaza no solo a un Estado, sino a la humanidad misma,  como consecuencia de las armas de destrucción masiva. Señalan que este tipo de armas, rompió con la lógica que la guerra tenía durante la modernidad. Esta era tomada como una dialéctica, donde existía un momento negativo y un momento positivo, que era la reconstrucción y modificación de la sociedad afectada por el hecho bélico.

La aparición de las armas de destrucción masiva, corto con esta lógica, con esta dialéctica que persistió durante tanto tiempo y aparece el tema del biopoder, es decir el poder que da la posibilidad de acabar con la raza humana.

[9] Ferrer, Aldo. Historia de la Globalización. Tomo 1 y2. México: Fondo de Cultura Económica, 1996 y 2000.

[10] Dabat, Alejandro. Op. cit.

[11] Boisier, Sergio. La globalización: una emergencia sistémica. Santiago de Chile: Universidad Complutense, 1996.

[12] Ianni, Octavio. La Sociedad Global. Buenos Aires: Siglo XXI, 1998.

[13] Ohmae, Kenichi. El Despliegue de las Economías Regionales. Bilbao: Ed. Deusto, 1995.

[14] Borón, Atilio. Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri. Buenos Aires: CLACSO, 2000.

[15] James Petras, Sociólogo Doctorado en la Universidad de California Berkeley, ex asesor de S. Allende, el MST Brasilero, columnista de la “La Jornada” México. Autor de El nuevo Orden criminal.

[16] Juan Archivaldo, en un artículo del diario La Nación de fecha 27/4/2005, expresa: “Lo que los europeos temen, no es que los EEUU, quieran controlarlos, sino que han perdido el control de los EEUU y en consecuencia la dirección de los asuntos mundiales. Europa en definitiva vive un sistema que rechaza la fuerza. La regla de derecho reemplaza el juego de poder y la moral sostenida por EEUU. Europa es laica, la visión del presidente Busch es religiosa.”

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12 DE OCTUBRE

Juan José Santander*

En el cañamazo de la globalización, las hebras de la pandemia revelan en la trama de la urdimbre rasgos de los que las investigaciones del genoma humano habían anticipado una vislumbre: la de que las diferencias genéticas de un individuo a otro son mayores que las que se observan entre grupos en conjunto al compararlos.

La pandemia no ha parado mientes en fronteras ni fenotipos ni culturas —mucho menos en religiones— reforzando la idea subyacente de globalización, que también manifestaban premonitoriamente los fenómenos actuales de comunicación audiovisual simultánea: no sólo sabemos y vemos qué pasa cuando está pasando sin importar la distancia; también nos pasa a nosotros, aunque sea a veces con el desfasaje —mínimo— propio del rebote de las señales en los satélites que sostienen su difusión planetaria.

Globalizaciones hubo varias en la historia que conocemos: la del helenismo con Alejandro Magno, la de Roma, su imperio y su comercio; la del Islam, la de la invasión Mogol, pero todas fueron de lo que se llamaba el Mundo conocido.

La primera novedad que amplía esta realidad se produce el 12 de octubre de 1492 —poco interesa y nada influye si fenicios o vikingos llegaron a lo que hoy es América antes de esa fecha, ya que no modificaron nada.

A partir de ese momento la actividad y el intercambio humanos se extienden a todo el planeta sembrando el germen de esta realidad conjunta de hoy, de la que la pandemia nos ha forzado a tomar conciencia.

Y para quienes traspolan y reinventan el pasado —algo imprudente, ya que el pasado no perdona— quiero evocar la descripción de Cristóbal Colón de los primeros indios que ve en la playa desde su carabela y consta en su primera carta: ni blancos ni negros, sino de la color de los Canarios, y ni altos ni bajos, sino todos a una mano. No esperó a que el Papa Borgia los declarara humanos.

De paso, indio quiere decir ‘de ahí’ —como le habría gustado a Heidegger— y no tiene nada que ver con la India, cuyo nombre viene del río Indo. Indio es interior y comparte raíz etimológica con ‘ende’, como en la expresión ‘por ende’.

Además, la realidad mestiza de Iberoamérica —salvo la variada inmigración del siglo XIX en adelante— es una muestra palmaria más de intimidad que de genocidio.

Y estoy escribiendo en la misma lengua en la que Colón redactó sus cartas, cuya lectura recomiendo, y que es la lengua materna más extendida en el planeta.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID. 

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CUANDO EL VIRUS NOS HAYA CORONADO

Juan José Santander*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

El panorama de fondo es la globalización.

Por panorama de fondo entiendo varios aspectos:

El fondo es como las radiaciones que llegan desde los confines del universo y se atribuyen a las estrellas o astros más viejos o más jóvenes según se vea, recordándonos los rasgos propios del pasado: remoto, inmutable y vigente, constituyendo una continuidad hasta el hoy del presente. Lo que a la vez evoca Die Eule der Minerva de Hegel con su eco en Machado:

Nunca es triste la verdad,

lo que no tiene es remedio

O las perspectivas que aparecen hacia el horizonte tras el sitio de los personajes centrales en la pintura del renacimiento europeo, lo que también cabe a la idea de panorama.

O el bajo continuo en los tratados tradicionales de la música occidental, que determina la configuración de la armonía y guía las voces superiores; más o menos lo que hace la perspectiva desplegándose pero con superposición simultánea de los elementos. Es interesante recordar el nombre que recibe (siglos XVI y XVII) en España: ‘pedal’ —probablemente por el teclado de pedales del órgano— y en Inglaterra: ‘ground’, o sea suelo, ya que manifiesta la sensación de base y apoyo, tal que aunque no se oyera seguía tácitamente determinando el conjunto del acorde, y en cuanto a apoyo, recordemos que la cuerda más grave de la guitarra (también desarrollada en esos siglos) es la bordona, femenino de ‘bordón’ que es el cayado o bastón en que se apoyan los peregrinos en su marcha.

Estas aparentes digresiones apuntan a afianzar la idea de lo que significa fondo en este contexto.

La globalización no es nueva; las de mayor alcance planetario considero que son dos: la época llamada de los Descubrimientos que coincide aproximadamente con el Renacimiento europeo y el siglo XIX, incrementándose sobre todo en su último tercio, también aproximadamente.

Ha habido globalizaciones anteriores: la expansión e influencia del Imperio Romano, la del Islam, y a ambas se las circunscribe al decir que lo son ‘del mundo conocido’. Precisamente ahí está la singularidad de la globalización actual: nunca antes la globalización abarcó e implicó el conocimiento de sucesos lejanos inmediatamente y a efectos prácticos, en tiempo real.

Este saber qué pasa y dónde ahora mismo determina contraposiciones y contrastes a los que el ver simultáneamente confiere una fuerza de impacto intelectual y emocional de una vigencia y fuerza desconocidas por el hombre hasta el presente, teniendo al mismo tiempo en cuenta que ese ver y ese saber dependen para su elaboración por las personas de los rasgos de su cultura, formación, posición social y la propia sociedad tanto en la que vive como en la que fue criado y pueden no ser las mismas, por una parte y, por otra, a que el desarrollo de los medios de comunicación permiten no ser sólo espectador de lo que sucede y vemos que sucede sino también compartir nuestra opinión con otros salvando barreras de distancia, de cultura y hasta de idiomas.

En este marco panorámico con la globalización de fondo surge el corona virus.

Recordemos que ya Eric Hobsbawm, en su Historia del siglo XX y en sus últimas reflexiones y análisis deja planear, a partir de la excepcional e históricamente novedosa —nunca antes registrada— bonanza de los ’70 del siglo pasado —más acentuada en los países llamados occidentales— la amenaza de una reiteración de la crisis de 1929. Y es precisamente con ese episodio que se compara la situación actual. Para Hobsbawm, el crash se origina en la caída sucesiva y provocada en cadena de los intercambios comerciales, al modo del derrumbe de un castillo de naipes, que es precisamente también lo que empieza a columbrarse desde el inicio de la pandemia.

Pasaré revista a ciertos aspectos conflictivos que ya estaban presentes al momento de la aparición del virus y sobre los que éste ha actuado a mi entender como catalizador.

– Finanzas

La crisis financiera de 2008/9 puso en evidencia, a través del escándalo de las hipotecas ‘sub-prime’ lo artificioso y enteléquico de los manejos financieros. El despegue de las realidades económicas que comienza con la introducción del papel moneda que inventó, precisamente para financiarse, la Revolución Francesa y que a través de innovadores métodos cibernéticos de contabilidad en los que los montos son registros que se truecan y transfieren cada vez con menos apego a un fundamento real de valor ha llegado a alcanzar un nuevo culmen —que no será probablemente el último que experimentemos— excepto que una circunstancia imprevisible, como el sacudón que las consecuencias prácticas, efectivas, que en la economía real ha tenido la aparición y difusión hasta ahora imparable —salvo el poco halagüeño horizonte de todos contagiados por ende inmunizados y, diría Bécquer, ‘qué solos se quedan los muertos’— del virus provoque una transformación profunda cuyos rasgos y alcances estimo serán tan imprevisibles como su origen.

Otro aspecto importante de las finanzas es su incidencia en el ámbito bursátil, es decir, donde se manejan y establecen las cotizaciones de los productos y servicios —i.e., su precio— y el valor de las empresas que los producen y ofrecen al mercado. Esta incidencia suele asumir los mismos rasgos ya señalados de divorcio de la realidad entre lo financiero y lo económico, con el agravante crucial de que en este caso afecta directa y a veces perversamente la valoración de la riqueza real, concreta, del trabajo y su producto. Lo que inevitablemente afecta el comercio de esos bienes, cuestión decisiva en las actuales circunstancias.

– Petróleo

Desde 1973/4 el precio del petróleo cobró una resonancia que no tenía en el ámbito internacional. Luego, dos novedades surgieron a partir del alza de ese precio: una, que muchos yacimientos tradicionales se volvieron rentables, como los del Mar del Norte, seguida de otra que fue el desarrollo técnico que permitió explotar los esquistos a través del ‘fracking’, aún más costoso que el anterior pero vuelto rentable por la mencionada alza. La otra es el desarrollo de fuentes alternativas, como los biocombustibles, por un lado y, por otro, las energías renovables: solar, eólica entre otras. De momento, los productores de petróleo a la antigua siguen teniendo primacía porque sus yacimientos les permiten aumentar su producción arrastrando los precios abajo y también porque las industrias que necesitan de esa energía no se han convertido masivamente al uso de esas ‘nuevas energías’ Por otra parte la agotabilidad del viejo recurso ha llevado al resurgimiento de viejos combustibles ya casi abandonados si no olvidados y mucho más contaminantes, como el carbón, y también a que los productores tradicionales —v.gr. Arabia Saudita— se planteen seriamente la necesidad imperiosa de obtener la mayor ganancia en el menor plazo posible, habida cuenta, además, que el horizonte temporal de agotamiento del recurso y/o de su rentabilidad no se cuenta en siglos sino en décadas. La disrupción de las economías y de los intercambios que ocasiona el virus agrega un matiz dramático a estos dilemas, de suyo preocupantes.

Cabe distinguir, por otra parte, el caso de los biocombustibles que, o dedican a la circulación de vehículos muchas veces de placer, productos que podrían ir a la alimentación o, con un efecto igualmente perverso, dedican tierras laborables a cultivos que cumplen ese propósito de ersatz energético restándolas a las dedicadas a producir alimentos. Todo esto para mantener una industria sobre la que el horizonte del agotamiento de las fuentes de combustible hasta ahora utilizadas cuelga su espada de Damocles. Y no tiene remedio, nos recuerda Machado.

Párrafo aparte merece la explotación del hidrógeno, el elemento más abundante en el universo conocido, pero cuya tecnología por costo y sofisticación no ha logrado arraigar —o no se ha permitido que arraigara— en el consumo energético y de combustible con alcance mundial, siendo que constituiría la fuente más barata y menos contaminante de las disponibles a la fecha. Es válido a mi entender preguntarse si el tumulto actual le brindará una oportunidad en el futuro subsiguiente.

– Energía nuclear

Más allá de los desaguisados técnicos del siglo pasado en EEUU y la URSS, un acontecimiento tan imprevisible como el virus sucedió en Fukushima en Japón, manifestando una cierta fragilidad aleatoria en la seguridad de las instalaciones nucleares. No obstante ello, debe considerarse que no es una fuente de energía insegura, si se toman los debidos recaudos, y también que es capaz de un desarrollo del que la explotación de petróleo y gas es incapaz o ha alcanzado su límite, a más del plazo de agotamiento del recurso impostergable por medios técnicos. Pero esta percepción de inseguridad ha determinado un repliegue del uso de esta fuente de energía, cuyo único inconveniente serio es la disposición de sus desechos. Asimismo, la mala prensa que este recurso ha recibido tanto desde el punto de vista de la contaminación —salvo desastres como los señalados y la cuestión de los desechos, menor que en el caso del carbón, el gas natural y el petróleo— como desde el ángulo de la posibilidad del desarrollo armamentístico de esta tecnología —caso Israel-EEUU vs Irán— y los recelos y percepción de riesgos que genera, han arrinconado casi con un sesgo de obsolescencia las posibilidades de utilización práctica y eficiente de la energía nuclear, cuyos usos, recuérdese, abarcan incluso técnicas médicas y terapéuticas entre otras.

– Cambio climático

Como hemos visto tanto en cuanto al petróleo como a la energía nuclear, la cuestión de la contaminación resulta central y en algunos casos decisiva según las políticas que se adopten al respecto. En tal sentido, es indudable —me parece megalomanía pretender sacar de la galera una nueva era geológica y denominarla, en nuestro honor o más bien deshonor, ‘antropoceno’: las consecuencias de la aparición del virus lo muestran de modo palmario— el impacto de la producción de gases de efecto invernadero sobre el clima del planeta es evidente y de continuar así como hasta ahora, catastrófico. Curiosa y singularmente, una de las implicaciones que para la vida cotidiana trajo el virus, como son la cuarentena y la brusca restricción de desplazamientos, generalmente en vehículos propulsados por alguna de las energías mencionadas, han traído consigo una notable disminución de esas emanaciones contaminantes con un resultado manifiesto en una mayor diafanidad del aire en las ciudades o del agua en ríos y lagos, por ejemplo. Es decir que el daño y el impacto nocivo de la contaminación sobre el medio ambiente se demuestra casi como un teorema. Espero que no ensayemos demostrarlo por el absurdo.

Agua

Además de lo que ya se sabía y venía viendo en cuanto a la posibilidad de una escasez de agua potable e incluso simplemente de agua no contaminada ni salobre, el virus viene a plantear la cuestión paladinamente: aparte del aislamiento físico de las personas, la principal prevención conocida y fehaciente contra el virus consiste en la medida higiénica decimonónica (Semmelwiss, Viena, 1846) de lavarse las manos concienzudamente con jabón. Frente a esto, el acceso al agua limpia se vuelve una cuestión de vida o muerte que agrava la del mismo acceso a agua potable, indispensable para la vida, virus o no virus.

Algo tan inocuo y espiritual, intelectual y emocionalmente —¡tan de moda!— como el golf —por lo de competir consigo mismo— supone un consumo de agua para riego de los ‘links’ que se resta —como esas tierras de cultivo destinadas a producir combustibles— a cultivos generadores de alimentos, cuando no ya al consumo de agua de la población —recuerdo escándalos en Fez, Marruecos, por una circunstancia de esta índole a principios de este siglo. Y esto es sólo uno de tantos ejemplos, como el desperdicio de agua, y de alimentos, por la población de las sociedades llamadas desarrolladas.

Pongamos esto en el contexto de tener agua para lavarse las manos y resulta patéticamente lamentable y vergonzoso para la condición humana.

– Intercambios comerciales

Precisamente es éste el clavo donde más duro ha pegado el martillo del virus. A la manera de los naipes mencionados, montemos un parate en la producción determinado por las cuarentenas sobre la necesidad de aplicar recursos a la atención médica de los contagiados y a la prevención del contagio, agreguémosle encima la carta de la interrupción de los intercambios sosteniéndose sobre la de la supresión de desplazamientos, buscando dónde colocar las de la caída brusca del consumo y la de la ociosidad de las ofertas de servicio —exceptuadas aquellas electrónicas—, el as del caos financiero que se insinúa y… se nos cae el castillo, ¡con lo bonito que era!

Parábolas aparte, la situación requiere una seriedad, rigor de pensamiento y análisis y sobre todo, previsión, que en todo el mundo parece que brillan por su ausencia, como ha evidenciado el avance de la pandemia que no deja de recordar a cuando un chico desaprensivamente patea el montículo de un hormiguero. No creo que las hormigas se dediquen a echarse culpas entre ellas, pero sí —y ahí está el parecido— aplican aquello de chacun pour soi et Dieu pour tous.

Y no se diría el momento de —lo han demostrado todos los credos suspendiendo o reduciendo al mínimo los participantes de sus ritos o cibernetizándolos— pensar que Dios va a ayudarnos, si es que existe y le preocupa, si no nos ayudamos nosotros. Entre nosotros.

– Demografía y migraciones

Entretanto, y antes de la irrupción de la pandemia, la demografía ya indicaba tendencias que en unos años o a lo sumo a mitad de este siglo modificarían radicalmente la distribución poblacional en el planeta, con una mengua para prácticamente la totalidad de los países más poderosos y desarrollados, incluyendo a Europa, Rusia y Japón y la excepción de EEUU, fruto principalmente de flujos inmigratorios. Como es de esperar de seres humanos, todos queremos progresar y trataremos de hacerlo —ubi bene ibi patria— en el sitio, país, región, que más posibilidades ofrezca; es decir que es de esperar que esa mengua poblacional será volens nolens compensada con largueza por la inmigración, como el caso de EEUU pone de relieve.

A la vez, y no tanto catástrofes naturales —como podría considerarse el virus— sino conflictos prolongados y sangrientos han impulsado un flujo migratorio importante sobre todo hacia Europa con las peripecias y resultados de conocimiento general. Estos flujos han quedado frenados ahora por el virus, que ha determinado políticas de encierro y aislamiento, confinados a donde se encontraran en el momento de iniciarse estas medidas restrictivas de los desplazamientos, lo que probablemente y en la mayoría de los casos ha tenido el efecto de agravar y hacer más miserable su situación presente. Y hasta esa picardía ha infundido Madre Naturaleza en este virus: la mayor parte de ellos no morirán, así que como en aquel considerado el cuento más breve jamás escrito: Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí.

O sea que éste es un problema que habrá que abordar llegado el momento. Ése que no sabemos cuándo será.

– Terrorismo, variantes internacionales

Como participantes estelares de esos conflictos que han expulsado a tantos del hogar de sus ancestros y su origen hay varios grupos extremistas, terroristas algunos por su métodos y en todo caso cuyo propósito manifiesto es trastocar el orden o sistema establecido y mantenido hasta el presente. Esto no implica justificación alguna ni de atentados ni de masacres, sino una descripción de la realidad que debe asumirse porque, ésa sí, y vuelve Machado: ‘lo que no tiene es remedio’.

Varios de estos conflictos, la nómina de cuyos protagonistas e impulsores resultaría, además de incierta, en exceso prolija, continúan y continuarán cuando y si la crisis de la pandemia haya pasado.

Y como en todos los demás aspectos analizados, se hace más que nunca necesaria una acción global y consensuada de todos los actores internacionales ya que —y ésta es tal vez la lección más importante que aprender ante las consecuencias de la aparición del virus— la globalización es el panorama de fondo de nuestra humanidad, todos nosotros.

El mito del Diluvio, en todas sus variantes, aparte de la lección del castigo, nos enseña que se salva quien está preparado y salva consigo a otras especies y seres vivos, pero también impone otra enseñanza: la historia la escriben quienes duraron para contarla, y la historia, que responde a y por el pasado —ése remoto, inmutable y vigente—, se abre al porvenir de los sobrevivientes.

Tal vez hay que ensayar un pensamiento novedoso, a la manera de:

La primavera árabe se agostó, vino el corona virus y volvió a florecer.

O cualquier otro propósito que creímos mustio, tras esta tempestad renace renovado.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID.

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