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CONSIDERACIONES EN TORNO AL NOMBRE DE LA ETNIA ARAUCANA

Marcelo Javier de los Reyes*

En 2017 expuse sobre los antecedentes que llevaron a la consolidación de la soberanía argentina en la Patagonia para lo cual me referí a la obra de Estanislao Zeballos y los pasos que se fueron dando para concretar la Campaña del Desierto[1].

Como escribí en esa oportunidad, en el artículo titulado «Los hombres que nos dieron la Patagonia. Estanislao Zeballos y los derechos soberanos de la Argentina» me propuse «realizar un reconocimiento no sólo a la obra de Estanislao S. Zeballos sino a los hombres que se propusieron seriamente forjar un país que ocupara un espacio de consideración en la comunidad de naciones». Por supuesto que eso incluyó una mención especial al general Julio Argentino Roca, gran protagonista de esa etapa histórica nacional. Sin embargo, la situación actual nos demuestra que las diferentes campañas al desierto han dejado espacios para la discusión y que en la actualidad constituyen otro elemento más que divide a la sociedad argentina. Esto es fuertemente impulsado por periodistas y medios que desconocen la historia y los actores y queda en evidencia cuando se utiliza el término «mapuche», el cual no identifica a ninguna etnia de la Patagonia y ni siquiera del sur de Chile.

Como escribí en esa oportunidad, Estanislao Zeballos, en Viaje al país de los araucanos, cuyo título es ya de por si sugestivo, Zeballos nos habla de un país denominado Raullco por los nativos, «de co ‘agua’ y Raull ‘detenida’ ‘estancada’ lo que significa ‘región empapada’ o ‘pantanosa’». Este es el nombre con que se designa a la región sur de Chile, nombre que fue desfigurado y que dio lugar a otro más conocido por nosotros: Arauco[2]. De ahí que a los habitantes de esa región se los denominaba «araucanos».

En el presente trabajo se toman algunas fuentes que también son apropiadas para acercarnos al verdadero nombre de esa población. Una de ellas es la novela El Sargento Claro o La guerra de Chile cuyo autor utiliza el seudónimo “Mapuche”. Ahí encontramos por escrito uno de los primeros usos de ese término, utilizado por el militar argentino Manuel José Olascoaga (1835-1911), quien llegó al grado de coronel, fue explorador, topógrafo, montañista, periodista, pintor y político. Del mismo modo, fue un gran promotor del conocimiento geológico y la explotación de los recursos mineros. Olascoaga participó de la Campaña al Desierto, fundador de Chos Malal y primer gobernador del Territorio Nacional del Neuquén, lo que le permitió realizar realizó importantes relevamientos geográficos en el norte de la Patagonia. También sobresalió como autor de veinticuatro libros científicos y de interés general, uno de los cuales recibió un premio internacional.

Coronel Manuel José Olascoaga (1835-1911)

Una segunda fuente es el libro de la folklorista argentina de origen alemán Bertha Koessler-Ilg (1881-1965), titulado Cuentan los araucanos. De profesión enfermera, en 1913 se trasladó con su esposo, el médico Rudolf Kössler, a Buenos Aires para trabajar en el Hospital Alemán. En 1920 se establecieron en San Martín de los Andes.

Bertha Koessler-Ilg (1881-1965)

La tercera fuente es el «Primer Congreso del Área Araucana Argentina», que será el origen de la tergiversación de la historia y de la «propuesta» de utilizar el término «mapuche» para denominar no solo a la etnia araucana sino también de manera que abarque a otros pueblos de la región, incluso de aquellos que fueron víctimas de los araucanos.

Sobre la novela El Sargento Claro de Manuel José Olascoaga

El coronel Olascoaga publicó su interesante novela El Sargento Claro o La guerra con Chile con el seudónimo de «Mapuche»[3]. Sin embargo, a lo largo de su obra en varias ocasiones da a los indios oriundos de Chile, a quienes indica como ejecutores de los malones, el nombre de «araucanos». Del mismo modo, los relaciona con los «pincheyras», lo que da pie a interesantes conclusiones. Véase estos tres párrafos:

Si se abre á nuestras tropas los caminos de la cordillera, podrán llegar á ser más molestas en Chile que las hordas de pincheyras y araucanos que nosotros contribuimos á quitárselas de encima.[4]

[…] A la salida del bosque están sus pueblos, sus ferrocarriles, sus telégrafos, sus puentes. A esta circunstancia topográfica es debido que los pincheyras y araucanos pudieron hacerles inmensos daños[5]

Si la guerra se enardeciese, por desgracia es muy posible que masas incontables de todas armas, cuando no fuesen nuestras tropas regulares, adoptarían el sistema de los araucanos y pincheyras...[6]

En el libro el autor menciona, además, otras dos etnias: los «pehuenches» (indios del Neuquén) y los «tzonecas», a los que también denomina «tehuelches», indios del sur de la Argentina. Su verdadero nombre es «aonikenk» aunque el gentilicio «tzoneca», menos conocido, es aceptable. Otra denominación es «tehuelches meridionales». Vale aquí citar los siguientes párrafos:

Cierta noche le sentí discutir un negocio de arreo de vacas con un personaje conocido, especulador en los malones. Dos caciques pehuenches andaban en las conferencias y no era dudoso el asunto de·que se trataba. Esperé una semana vigilando con mi caballo ensillado, y una madrugada ví que Navarrete se ponía en marcha por el camino de Lonquimay, acompañado de los dos caciques pehuenches...[7]

Más adelante, efectivamente, se refiere a los tzonekas:

Los indios tzonecas, concentrados en la cacería, en cuenta de guanacos, dieron la nota cómica del día. Eran dos varones y dos mujeres: un casal viejo y otro joven. Los cuatro de elevada estatura; dueños de caras cuadradas, enormes matas de pelo negro crinudo, vientres abultados, piernas flacas y torcidas; los hombres imberbes: todos del color de la goma elástica: tehuelches legítimos.[8]

En toda la novela no aparece nunca el término «mapuche» en forma aislada y menos para designar una etnia. Sin embargo, en dos párrafos usa el término «camapuches» o «ca-mapuches»:

– Buen viaje! dijo riendo el sargento. Sólo me aflige la mala cuenta que allá daré de la majada …

– Y qué fin tuvo la majada?

– Me la robaron los camapuches de allá… contestó el matchí, alargando la jeta para el lado de la cordillera. Con qué cara me presentaré á mi padre! [9]

Más adelante introduce nuevamente ese término:

Otra nueva había llegado, no menos sensacional. Venían voceándola desde el sur algunos indios de la parte occidental de la cordillera. Referían éstos que una columna de ca-mapuches (extranjeros) había desembarcado en las playas del golfo de Reloncavi y avanzaba hacia al norte siguiendo las faldas de la Cordillera Central, […] el llamado ejército de ca-mapuches hacía notar su presencia en todos lados […] [10]

De esto sigue que el término «ca-mapuche» o «camapuche» se refiere a todo extranjero (indio o blanco). A partir de ello puede deducirse que el término «mapuche» adoptado como seudónimo por Olascoaga, significa algo así como «paisano», «oriundo del lugar», coincidente con su etimología «gente de la tierra»; por lo tanto no designa a un grupo étnico específico.

Por otro lado, es interesante aclarar que Olascoaga, sin nombrarla, refiere una cuarta etnia, a la que pertenece el individuo que emplea el término «ca-mapuche». Este indio, del que Olascoaga deja entrever que pertenecía a las tribus originales de la pampa, anteriores al «araucano», sería de raza «guenena kenk» o «tehuelches septentrionales»:

[…] llegó á la gruta que éste habitaba en el valle de Yayma un indio viejo y harapiento á quien acompañaban tres mujeres, sus esposas, las tres de mayor á menor en edad y en estatura. El socorrido esposo se nombró Antuñurri, antiguo capitanejo y Mátchi. En la barrida general de la pampa y cordillera terminada por el ejército hacía diez años, se había hecho caso omiso del expresado capitanejo, á causa de su edad muy avanzada y de que su residencia era detrás (de la línea) de fortines en la sierra de Cura Malal.[11]

Esta etnia es la que sufrió primero un aculturamiento gradual y luego violento por parte de los araucanos, al punto que usaban la lengua araucana en su vida diaria, como hace el personaje de Olascoaga. Esto no alcanza a ser entendido por Olascoaga, pues aún no se había estudiado el tema. En ese momento no quedaba claro que ese indio, que él diferencia claramente de los «araucanos», emplea, sin embargo, la lengua «araucana». Esta es una confusión habitual en los primeros investigadores. Vale recordar aquí, v. g., el «Vocabulario Pampa» de Juan Manuel de Rosas.

La conclusión es que la igualación de los términos «araucano» y «mapuche» es incorrecta, ya que obedecen a distintos conceptos. El término «araucano» designa a una etnia indígena, la proveniente del Arauco (voz, de hecho, nativa). En cambio, el término «mapuche», seudónimo de Olascoaga, indicaría una forma de dirigirse hacia el natural del lugar, al estilo de la palabra castellana «paisano». De allí que es una maniobra maliciosa la de pasar de un término que identificaba a una etnia extranjera e invasora, porque marcaba claramente su origen («araucano»), a una palabra genérica que tiene un significado literalmente positivo («mapuche»).

En la novela de Olascoaga, para el historiador, hay varios otros aspectos de interés que señalan que en el momento de la Campaña al Desierto era vox pópuli la relación de los araucanos con las autoridades y comerciantes chilenos. Menciona, por ejemplo, dos combates sostenidos por las tropas argentinas, en territorio propio, contra tropas regulares chilenas que venían a proteger a los araucanos, la constante relación de los araucanos con los estancieros del sur de Chile a quienes vendían el ganado robado (y quienes muchas veces pergeñaban los malones), la anuencia de las escribanías públicas de Chile para dotar de títulos de propiedad escritos de terrenos en la Argentina a los caciques araucanos y otras situaciones como esas. De todos estos puntos Olascoaga da ejemplos históricos.

El libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler Ilg

Para reforzar la idea expuesta ut supra[12], la de la novela de Olascoaga, es apropiado tener en cuenta el libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler Ilg, investigadora que está fuera de toda discusión en cuanto a su intencionalidad política, ya que siempre fue muy proclive a las etnias indígenas que estudió.

En principio, emplea en el título mismo de su libro el gentilicio «araucano», lo que muestra, sin ninguna duda, que ese era el nombre que recibía la etnia en el momento en que lo redactó. También en el prólogo, escrito por ella misma, utiliza siempre el término «araucano» tanto como gentilicio de la etnia como para adjetivar sus manifestaciones, con una excepción a la que me referiré más abajo. En este proemio, agrega unos datos aún más relevantes para aclarar el tema, porque en el mismo recurre a la transcripción literal de dos testimonios de primera mano. Dice en el prólogo:

Hace muchos años le pregunté a un viejo aborigen que viniera de las cercanías del volcán Lanín a hacerse curar por el médico de los «Huinkas» —como decía— el origen de la maravillosa leyenda que acababa de narrarme, accediendo a mis ruegos.

Después de reflexionar un rato, me contestó, con la calma y dignidad propia de su raza.

– Habrá brotado de la alfombra de nosotros, los araucanos.[13]

Más adelante, en el mismo prólogo, expresa:

La apatía es otra de las características de este pueblo en proceso de desaparición como tal, sea por extinción como por mestizaje, y ese estado de ánimo lo reflejan muy bien las palabras que escuché una vez de labios del cacique Alfredo Namuncurá, nieto del gran Kalfucurá, poco antes que se uniera a sus antepasados.

– Antes, fuimos un río que corría sobre la tierra. Ahora, somos un río que corre escondido bajo la tierra. ¡El río de hoy, que sabía reír, cantar y hablar el araucano, no tiene voz! [14]

Prólogo del libro Cuentan los araucanos de Bertha Koessler Ilg

A confesión de parte relevo de pruebas. Puede tenerse por seguro que, si los informantes indígenas hubieran dicho «mapuches», la compiladora hubiera escrito «mapuches» y no «araucanos». Evidentemente, los informantes indígenas dijeron «araucanos».

Ahora bien, es cierto que en un párrafo del prólogo al hablar de la renuencia del nativo a contar al extranjero sus leyendas y tradiciones, dice:

Y entre ellos hay mapuches que enmudecen apenas ven que anotan sus cuentos y dichos, o piden que los escuchen nomás, que no escriban.

Afortunadamente para aclarar este punto, la autora coloca un «Vocabulario» al final del libro donde se encuentran las siguientes definiciones:

         Mapu: tierra, país.

         Mapuche: gente del país. El indígena.

Ello refuerza la idea de que cuanto la autora menciona en el prólogo el término «mapuche», no hace referencia a una etnia sino que lo emplea con el sentido del vocablo castellano «paisano», que es el mismo sentido que le da Olascoaga al adoptarlo como seudónimo para su novela. De paso, y como corolario de este trabajo, en ese vocabulario no figura la palabra «Mapudungum», uno de los términos inventado hace poco tiempo y que pretenden hoy en día ser introducidos como «ancestrales».

Sobre el «Primer Congreso del Área Araucana Argentina»

En el mes de febrero del año 1961, el gobierno de la provincia de Neuquén convocó al «Primer Congreso del Área Araucana Argentina» que se llevó a cabo en San Martín de los Andes. Se reunieron diversos congresistas, incluyendo participantes provenientes de Chile y los representantes «más calificados» de las etnias indígenas. Esta actividad fue descripta por el doctor neuquino Gregorio Álvarez en su libro El tronco de oro[15], entre las páginas 188 y 192. De allí pueden rescatarse las principales conclusiones asentadas en las Actas finales. Con el número 7, se expresa la siguiente conclusión:

Se estableció como más apropiado el gentilicio «mapuche», grato a los aborígenes, porque significa «gente de la tierra», en cambio de «araucano» que fue puesto por el español de la colonia.[16]

Esta es la primera mención del término «mapuche», en forma oficial, para reemplazar el tradicional y más certero gentilicio de «araucano». El enunciado en sí constituye una falacia porque aunque hubiera sido puesto en épocas de la colonia, cosa que no es tan cierta, se había mantenido vigente durante más de 150 años al momento de su reemplazo.

Por otro lado, este congreso es el huevo de la serpiente de los actuales movimientos indigenistas separatistas de la Patagonia. Se realizó en pleno marco de la tercera fase del indigenismo. Según algunos textos, en América el indigenismo habría pasado por tres fases. La primera, de enfrentamiento, en la que los nacientes países americanos buscaban obtener un estado de derecho en todo su territorio, situación que algunas etnias no estaban dispuestas a aceptar, porque, por ejemplo, cambiaba su sistema económico cazador – recolector.

En la segunda fase, los estados buscaban convertir a todos sus habitantes en ciudadanos; mediante la asimilación y la educación. Se borraba la distinción entre indígena y ciudadano; todos eran ciudadanos. Fue un período de pacificación. Pero a mediados del siglo XX, en consonancia con las «guerras de liberación» que se comenzaron a desatar en diversas colonias europeas a lo largo del mundo y seguramente impulsada por los mismos intereses, se inició una tercera fase: la de reivindicación de las etnias y status pre – Estado. En esta etapa vuelve a instalarse el conflicto. Es la fase que se mantiene actualmente, aggiornada y con nuevo impulso.

Al respecto, se copian debajo las conclusiones del congreso que anota Álvarez en su libro, donde se ve el origen de diversas líneas políticas secesionistas aplicadas en la actualidad:

    1. Ha puesto de manifiesto la existencia de un apreciable número de estudiosos interesados en lo que se estima como acervo indígena de origen araucano.
    2. Se refirmó la etnografía pehuenche para el pueblo protohistórico del Neuquén y el valor de las referencias cronológicas para la catalogación de los aborígenes que poblaron nuestro sur.
    3. Se evidenció una preocupación de orden social y educativo por preservar al aborigen, que ya no merece el calificativo de indio montaraz, para llevarlo a formar parte, en forma condigna, del etno nacional.
    4. Se ha revelado sumo interés por los estudios arqueológicos, dentro del ámbito patagónico. Las comunicaciones relativas a la culturas paleolítica y neolítica de aquende y allende los Andes, así como la que se refirió a la presumible existencia prehistórica del caballo en la Patagonia, basada en pictografías halladas en la isla Victoria, ha quedado como tema que reclama profundas investigaciones y confrontaciones.
    5. En lo referente a lingüística, se han puesto en contacto especialistas de diversos lugares que, con irreductible rigor científico, promoverán el estudio de la lengua araucana o mapuche y sus dialectos, fonética grafía, modalidades y giros, así como su radicación, vitalidad y difusión.
    6. En relación a la toponimia, sobre todo la de origen vernacular, se estableció la recomendación de su conservación y correcta interpretación. Además se consideró una ponencia que abogaba porque se devolviera la primitiva denominación indígena, a los lugares que sufrieron cambios.
    7. Se estableció como más apropiado el gentilicio «mapuche», grato a los aborígenes, porque significa «gente de la tierra», en cambio de «araucano» que fue puesto por el español de la colonia.
    8. Que pudo advertirse una corriente de simpatía de parte de los congresales hacia la tierra neuquina, sede del Congreso, y hacia su nativo que, en la oportunidad, evidenció su aspiración de gozar él y su progenie, los beneficios de la civilización.
    9. Que el reconocimiento de la importancia científica ha quedado evidenciado y jerarquizado por la presencia de S.E. el señor Embajador de la República hermana de Chile y por la del señor Ministro de Interior, que llevó, además, la representación del gobierno de la Nación
    10. Que el gobierno de la provincia del Neuquén ha dado el primer paso en nuestro país para estrechar simbólicamente, en una reconciliación generosa y promisoria, al hombre ilustrado de las ciudades del presente, con el proveniente de una raza bravía, altiva, pero apegada con amor a su tierra. Ello permitirá establecer sobre bases humanas, una comunidad que puede servir como ejemplo en cualquier punto de América.
    11. Que los delegados chilenos, que fueron también actores calificados y pudieron valorar la calidad de los trabajos y entusiasmo de los demás participantes, dentro del clima cordial, auspicioso y patriótico en que se desenvolvió, han regresado a su país con las miras de crear una Junta de Chilena Estudios Araucanos, y realizar dentro de dos años, un congreso similar
    12. Que el Congreso Araucanista no ha terminado sus funciones. Continúa con sus mismas autoridades, para proveer a la publicación de los trabajos aprobados y promover, dentro de un lapso tres años, la realización de un segundo congreso.

Son varios los puntos donde se advierte el origen de muchas líneas de la política separatista actual pero también muestra puntos que desarman ciertas falacias. Uno de ellos es que el mismo congreso, al ser convocado, llama «araucana» a la etnia, cosa que no hubiera hecho si estuviese circulando con anterioridad el término introducido en sus actas, es decir, el vocablo «mapuche». Si en 1961 el término hubiera sido de uso generalizado, nunca hubiera denominado «araucana» a la etnia. Pero también echa por tierra la mentira de la existencia de un territorio llamado «Mapu». No existía en absoluto esa noción. El congreso sólo se refiere a un área «cultural» denominada «araucana».

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Marcelo Javier de los Reyes. «Los hombres que nos dieron la Patagonia. Estanislao Zeballos y los derechos soberanos de la Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 20/10/2017, https://saeeg.org/index.php/2017/10/20/los-hombres-nos-dieron-la-patagonia-estanislao-zeballos-los-derechos-soberanos-de-la-argentina/.

[2] Estanislao S. Zeballos. Viaje al país de los araucanos. Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2005, p. 487-488.

[3] Manuel José Olascoaga. El Sargento Claro o la guerra de Chile. Buenos Aires: Establecimiento tipográfico de la Agricultura, 1898, 249 p.

[4] Ibíd., p. 18.

[5] Ídem.

[6] Ibíd., p. 19.

[7] Ibíd., p. 144.

[8] Ibíd., p. 226.

[9] Ibíd., p. 169.

[10] Ibíd., p. 174.

[11] Ibíd., p. 158.

[12] Bertha Koessler. Cuentan los araucanos. Buenos Aires: Espasa Calpe Argentina, 1954, 153 p.

[13] Ibíd., p. 9.

[14] Ibíd., p. 10-11.

[15] Gregorio Álvarez. El tronco de oro. Neuquén: Editorial Siringa Libros, 1981.

[16] Ibíd., p. 191 y 192.

©2022-saeeg

 

PALABRAS POR EL DÍA DE LA SOBERANÍA NACIONAL

Marcelo Alvarado, Veterano de Guerra de Malvinas

VGM Marcelo Alvarado

Palabras pronunciadas el 19 noviembre 2022 en el Acto por la Soberanía Nacional en la Plaza San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

Compatriotas:

Un 20 de Noviembre de 1845 se tensaban cadenas sobre pequeñas barcazas, se preparaban baterías costeras en el margen derecho del río Paraná, más precisamente en Vuelta de Obligado. Allí, dónde el río se angosta, las fuerzas patriotas, al mando del general Don Lucio Norberto Mansilla junto a milicias y paisanos, con 30 cañones de corto alcance frente a más de 400 cañones de la flota invasora se disponían a presentar batalla a las embarcaciones anglo francesas, esos heroicos compatriotas, llenos de coraje y valor se enfrentaban así a los imperios más poderosos de la época.

Hace 40 años y a los casi 137 años de aquellos gloriosos días, durante abril de 1982 preparábamos, nuevamente las defensas de otra costa de nuestra Patria, nos preparábamos para defender nuestras irredentas islas Malvinas frente al imperio más poderoso de la tierra y nuevamente en la vereda del frente nuestro enemigo natural, otra vez Inglaterra y esta vez secundada por la OTAN.

Es así que nuevamente enfrentábamos a otra alianza imperial. Estos dos grandes acontecimientos de la historia de nuestra patria que se emparentan y de nuevo el mismo enemigo que desde 1806 y 1807 nos ha empujado siempre al borde del abismo, el mismo abismo que aún hoy desde adentro, los progres, los liberales y anarcos, los internacionalistas y el marxismo cultural intentan socavar los pilares fundacionales de nuestra nación. Nación que nació bajo el signo de la Fe, nación hispano católica, la de los valores que nos inculcaron nuestros próceres, la cultura, la tradición, el honor, la hidalguía, la del Bien, la verdad y la belleza.

Es esta misma Nación, esta misma Patria a la que fuimos a defender en 1982 en la turba malvinera. Y claro, ya sabemos nuevamente el resultado y fue el mismo que conocieron los patriotas de 1845. Pero les aseguro que muchos de nosotros no nos rendimos y no capitularemos nunca, solo nos hemos replegado.

Algunos llevamos 40 años dando batallas, batallas contra la traición, contra la desidia, contra desesperanza, contra el olvido, ¡contra la desmalvinización!

Sabemos que Dios es quien otorga la victoria y frente a Él y solo a Él e inclinados, es que siempre le pediremos la victoria pendiente.

Han pasado ya 177 años de la batalla de Obligado y al general Mansilla y a sus hombres no les importó la superioridad del enemigo, ni los escasos medios con que contaban y quizás no les importó su propia vida, sino que les importó la propia Patria. Patria que se identificaba en la identidad individual y que providentemente se identifica en la Nación, y me recuerda que 40 años atrás tampoco teníamos todos los medios adecuados para la batalla, pero si teníamos el entusiasmo providente de la Fe y Rosario al cuello rezábamos fervientemente para no desfallecer al momento supremo de enfrentarnos al mismo enemigo de hace 177 años.

Sí, no importaron los escasos medios que teníamos, sino importaban los fines y los fines son la Patria misma.

En 1806 y 1807 el pueblo de la ciudad de Buenos Aires, y no sus circunstanciales autoridades, humilló a los británicos en las calles porteñas. Algo impensable para las tropas de Su Majestad Británica.

Cabe aquí preguntarnos hoy, ¿cómo es que estas actitudes de nuestra historia no guíe los pasos de la clase política y dirigente de hoy?

Esos que declaman presurosamente soberanía por aquí, soberanía por allá, pero al mismo tiempo son incapaces de defender no solo la integridad territorial, sino la Soberanía de la Patria toda. Soberanía que no es simplemente el límite geográfico de nuestro país, soberanía también es educación, es cultura, es tradición, es la moneda, es el trabajo, es dignidad, es bien común, es seguridad, es libertad, es familia, es orden social, es valores genuinos, es el respeto a las instituciones fundacionales de la Patria.

Resulta que hoy vemos de manera pasiva como se ataca a la Soberanía desde los estrados internacionales a través de distintos organismos mundiales, con pretextos efímeros y con la complicidad de los actores locales y digo de manera pasiva, porque la sociedad ha sido incapaz de sobreponerse a la derrota de Malvinas durante muchos años.

Durante muchos años los VGM hemos padecido y sufrido lo que llamamos la desmalvinización que propugnó el politólogo francés llamado Alain Rouquie, junto a los serviles locales.

Y tras largas décadas de discurso cuasi-oficial, y a veces hasta oficial, por el que según sus voceros deberíamos hasta pedir perdón por haber recuperado lo que nos pertenece, asistimos al vergonzoso espectáculo de ver atacada la figura misma de los héroes que dieron su vida por la Patria.

Según este relato salvaje, no hubo gesta del pueblo argentino, entonces no hay héroes, sino pobres chicos engañados y manipulados, mandados a una muerte sin sentido. Es el modelo de las víctimas, despojando a los combatientes de protagonismo y que los cristaliza en la minoría de edad. Y este modelo de víctimas, apunta a destruir el concepto de héroes.

Así el sentido profundamente evocativo, e imitativo que suscita la figura del héroe de Malvinas, se impone su “deconstrucción”, es decir, eliminarlo de la memoria popular y rebajarlo a la categoría de víctima. Un guion perfectamente elaborado en Londres.

Es comprensible que el enemigo proponga esto de la desmalvinización, pero es incomprensible que supuestos criollos sean capaces de seguir esos postulados y creer que los argentinos somos como empanadas que se comen con solo abrir la boca.

Y creo que la importancia de sostener esta desmalvinización es que les resulta incomprensible a los poderosos del mundo, que en nuestra Patria y en nuestra historia reciente, haya habido miles de jóvenes argentinos que fueron capaces de anteponer valores espirituales, de trascendencia y de sentido profundo de la vida, a los valores materiales y al profundo hedonismo al que someten hoy por hoy a nuestras juventudes, llevándolos de las narices a perderse en los postulados de la droga y de la vida fácil.

Y es comprensible que los enemigos de la nacionalidad propongan esto, porque la memoria sobre el Héroe, es un faro testigo de que ningún joven está condenado a vegetar de un hedonismo consumista, sino que todos son capaces de darle sentido profundo a la existencia de los valores que nos legaron nuestros antecesores, como San Martín, Belgrano, Güemes, Rosas y tantos otros nobles varones de nuestra independencia. Y para mal de ellos, y para bien nuestro, “LA ARGENTINA TIENE HEROES”  y tiene héroes de la talla de Giachino, de Estévez, de Cisneros, del soldado maestro Julio Cao y de 649 que hacen vigilia eterna en los mares, en los cielos y en la turba malvinera.

Veteranos de Guerra de Malvinas presentes en al Acto por la Soberanía Nacional

Y la ARGENTINA TIENE HEROES que aún no están en el bronce de la eternidad, tiene héroes que caminan jubilosos entre nuestras vecindades, como Carballo, como Owen Cripa, como el cabo Baruzzo y como tanto otros veteranos anónimos que le dan a la Patria todo lo que pueden con los escasos medios propios.

Y es por ellos que hoy los llamo a Resistir para Reconquistar, para Reconquistar el espíritu y los valores que antepusieron esos patriotas que nos legaron estos valores que tanto nos identifican.

Compatriotas, hace algún tiempo escuché decir a un camarada en su discurso de homenaje al querido coronel Seineldín, y de manera metafórica decía que había que atreverse a ir en contramano por la Panamericana en hora pico, y que son miles los que venían de frente; y si, vamos a contramano pero en la dirección correcta; porque resulta que vamos a contramano de este mundo globalizado que nos socava con sus imposiciones ideologizadas y con la guerra que no vemos, la clase de guerra que intenta asesinar no con balas y bombas que matan el cuerpo, sino con balas y bombas que matan el alma, la voluntad, la inteligencia, el idioma, la palabra para someternos y esclavizarnos a su voluntad.

Y resulta que cabe aquí preguntarnos: ¿qué haremos ante esto?

Y resulta que solo puedo responder: como el ingenio criollo de 1845 y de 1982 ante la carencia de medios, es forjar una nueva “Cadena de Resistencia y Unidad Patriótica” como la que puso el general Mansilla ante el atropello de las potencias extranjeras. Cadena que sea forjada bajo el espíritu de los héroes de Obligado y de Malvinas, para que en ella sepamos que no estamos solos librando este combate, que el orden sobrenatural esta de nuestro lado y que solo así podremos “Resistir y Reconquistar”.

Dice la letra de una poesía maravillosa hecha canción: “Valió el fuego y el hielo, las noches sin descanso y valió acampar al viento con la Gloria”.

Si, valió la sangre del capitán Giachino, valió la carta del teniente Estévez, valió la carta del soldado maestro Julio Cao a sus alumnos de tercer grado, valió el frío, valió el hambre, valió la noches estrelladas al descampado, valió la noches de lluvia y valió la nieve, valió ese profundo amor a la Patria que duele hasta los huesos.

Los VGM tenemos el deber de no olvidar y de servir para que la memoria de los que allí quedaron no sea olvidada ni tergiversada.

Estoy seguro que Dios nos ha puesto esta Causa en el camino y para que ésta sirva como ejemplo, para que en un futuro no lejano nuestra Patria, nuestra sociedad sea una Patria mejor para sí y para nuestra descendencia.

Malvinas y Obligado tienen una misma traza y un mismo fin, decía el general Mansilla: “¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos! ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.

Malvinas y Obligado nos une en un mismo sentido, sentido de la búsqueda universal de nuestro destino histórico, búsqueda que hoy nos haga despertar el alma de este letargo cruel al cual nos someten las ataduras exteriores e interiores, debemos buscar imperiosamente el camino que nos lleve a ese destino.

Resistir para Reconquistar es nuestro lema de hoy, pero que implica unirnos en lo fundamental, dejar de lado todo aquello que nos separa de lo importante y tomar el ejemplo de los Héroes a los que no les importó nada más que la Patria misma.

Los enemigos son miles y vienen revestidos de distintos colores como el arco iris, el verde de la muerte, el de la pseudo cultura y también del pseudo indigenismo, y esos son miles y salen todos del mismo lugar y cada día que pasa nos ponen al borde del abismo. “Vedlos camaradas, allí los tenéis” vienen por nosotros, preguntémonos qué haremos.

No desfallezcamos, aún nos queda el último Rosario!

Viva la Patria!

¡Malvinas Volveremos!

GUAYANA ESEQUIBA: INÚTIL PEDIR LA ANULACIÓN DE UN ACTO NULO

Abraham Gómez R.*

Han transcurrido (123) años de aquella determinación vil y artera que nos perpetró el desgajamiento de una séptima parte de nuestra geografía nacional: la abominación conocida como, Laudo Arbitral de París.

No nos cansaremos de insistir en calificar tal usurpación como una situación avergonzante para el Derecho Internacional Público.

Nuestro país ha reafirmado permanentemente ante el mundo que la aludida sentencia fue una maniobra, devenida en un ardid tramposo, que jamás hemos legitimado y menos ejecutoriado; porque la consideramos inválida, sin eficacia jurídica y sin fuerza para constituirse en elemento oponible a nada.

De las cuatro pretensiones procesales que presentó la excolonia británica en el escrito de interposición de acciones contra nosotros, por ante la Corte Internacional de Justicia, el 29 de marzo de 2018; la Sala Juzgadora (el 18 de diciembre del 2020) circunscribió la causa de la controversia, únicamente a la validez o invalidez del írrito y nulo Laudo, suscrito el 03 de octubre de 1899.

Por cierto, los tratadistas más renombrados del mundo han percibido con estupor tal maniobra contra Venezuela; e inclusive se han permitido dejar sentados criterios sobre el particular; como es el caso del extraordinario aporte del reconocido jurista sueco Gillis Weter, quien, en un enjundioso estudio de cinco tomos, denominado “Los Procedimientos Internacionales de Arbitraje” (Edición-1979); precisamente en su 3er. tomo, dedicado al arbitraje entre Venezuela y la Gran Bretaña, concluye que:

“…Ese laudo Arbitral constituye el obstáculo fundamental para que se consolide la fe de los pueblos en el arbitraje y en la solución de controversias por vías pacíficas. Tal sentencia adolece de serios vicios procesales y sustantivos, y fue objeto de una componenda de tipo político”

Hemos dicho, muchas veces, en todas nuestras conferencias en las universidades que si la Corte se dispone a examinar los hechos en estricto derecho; y si el Laudo en efecto es el objeto de fondo del Proceso; siendo así entonces, tengámoslo por seguro que se le presenta la mejor ocasión a Venezuela para desmontar (procesalmente), desenmascarar y denunciar la perversión jurídica de la cual fuimos víctima.

Lamentamos los contenidos discursivos del presidente Irfaan Ali, también de los voceros de su cancillería y demás acólitos; porque, no han hecho otra cosa que pretender torcer tamaña e innegable realidad histórica para sus propios intereses, en comparsa con insaciables transnacionales.

Allí lo que tienen tejida es una madeja de intereses entre el gobierno y las empresas que han venido esquilmando nuestros recursos, con las ilegales concesiones otorgadas.

Ya tendremos la ocasión —cuando la Corte sentencie a nuestro favor— de hacer una exhaustiva revisión al respecto.

El Laudo ha estado siempre viciado de nulidad absoluta. Insubsanable.

Tal adefesio vergonzoso e infeliz está desprovisto de elementos esenciales para que pueda ser considerado jurídicamente válido.

No es que el Laudo sea anulable, es que es nulo de nulidad absoluta. No nace a la vida jurídica.

Y lo termina de “sepultar” la aceptación plena de la representación inglesa y guyanesa cuando suscriben el Acuerdo de Ginebra, el 17 de febrero de 1966, que señala y sostiene en su artículo primero: “

“Se establece una Comisión Mixta con el encargo de buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia entre Venezuela y el Reino Unido, surgida como consecuencia de la contención venezolana de que el Laudo Arbitral de 1899 sobre la frontera entre Venezuela y Guayana Británica es nulo e írrito”.

Cuando se aceptan las categóricas calificaciones de nulo e írrito es porque se admiten —tácitamente— también que lo allí contenido es inexistente; vale decir que no genera efectos jurídicos, ni ninguna prescripción puede extinguir el vicio original, equiparable a la nada, y el Derecho no tiene por qué estarse ocupando de eso; porque se estaría ocupando de la nada.

Guyana no ha querido revisitar su historia para saber —conscientemente— a quién agradecer.

Se han comportado con nosotros como unos ingratos e inconsecuentes.

De tal manera, que no seguiremos siendo tan lerdos o indiferentes; mucho menos, en esta hora de trascendencia patriótica, cuando enfrentamos un juicio en la Corte Internacional de Justicia.

Estamos decididos —con todos nuestros enjundiosos justos títulos traslaticios sobre la Guayana Esequiba— a honrar la memoria de los insignes connacionales que nos antecedieron en esta lucha, por el presente de la patria y por las generaciones futuras.

Nuestra comparecencia ante la Corte, el 08 de marzo del próximo año —si así lo decide el Jefe de Estado— no estará encuadrada para pedir que sea rescindido o anulado el Laudo; porque tal documento es considerado como inexistente por Venezuela. Inexistente. Nunca cobró vida jurídica.

No vamos a la Corte para solicitar una decisión rescisoria. Rescindir o pedir la anulabilidad significa que le otorgaríamos algún hálito de judicialización, por cuanto, la anulabilidad presenta exteriormente, en principio, todas las apariencias de un acto perfecto.

Hay que saber distinguir entre estos dos complejos aspectos procesales.

Los actos anulables son provisionalmente válidos. El acto anulable no es por sí nulo; puede —incluso— producir sus efectos jurídicos, hasta la declaración de invalidez.

Hemos sostenido, a partir de 1966, que tal Laudo es nulo-ipso iure.

En la Corte Internacional de Justicia no perderemos el tiempo pidiendo la anulabilidad de algo inexistente.

Nuestro fundamentado petitorio se afianzará en la restitución, conforme al Principio de la Legalidad, de todo cuanto nos despojaron en aquella tratativa diplomática urdida por ingleses y rusos, en fecha de ingrata recordación.

Vamos por la restitución, para colocar las cosas —jurídicamente— en su sitio; teniendo como referente el año 1814, cuando el arrogante imperio inglés comenzó a ocupar nuestras posesiones al oeste del río Esequibo, el cual siempre había sido considerado nuestra frontera natural, por ese costado, a partir de la Real Cédula de Carlos III, del 08 de septiembre de 1777, al crear la Capitanía General de Venezuela.

Para encarecer lo vital y determinante de nuestro objetivo principal de reivindicación, tomaré prestada la frase de un digno compatriota, Don Mario Briceño Picón, hombre destacado en el campo de las letras y el gentilicio, quien figuró —por muchos años— en estas lides, las mismas en las cuales, hoy nos encontramos bastantes ciudadanos: “La obra independentista de Simón Bolívar no estará completa, mientras Venezuela no haya logrado la restitución del Esequibo”.

Siendo nulo e inexistente el Laudo Arbitral de París, como siempre ha sido, nos resulta impensable que tal documento conforme la base de la causa petendi en el proceso jurisdiccional incoado por la contraparte guyanesa.

Guyana aspira ganar sin las mejores cartas, ni tener con qué y nosotros solicitamos e invocamos que la Corte haga justicia al hacernos justicia.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela. Asesor de la Comisión Especial de Defensa del Esequibo y la Soberanía Territorial.