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“África No Mundo Livre Das Imposturas Identitárias” DE JONUEL GONÇALVES

Las teorías de las identidades se han convertido en versiones actuales de los viejos discursos discriminatorios. Agudizan las diferencias y el separatismo a expensas de las afinidades humanas, sirviendo a proyectos dictatoriales. África sufre doblemente los efectos de estos disfraces ideológicos. Internamente, varios regímenes buscan legitimar políticas de atraso y represión con llamamientos “identitarios” que hacen inviable la integración africana necesaria para el desarrollo y la inserción justa en el mundo. Externamente, se atribuye a África un papel que también hace inviable este desarrollo e inserción, mientras que los africanos y sus descendientes en otros continentes sufren discriminación y negación de los derechos de ciudadanía.

Es por eso que el libro trata de contextos africanos de habla portuguesa en comparación con Portugal y Brasil.

Las políticas de identidad son enemigas de la ciudadanía y las sociedades africanas tienen que dejar los lamentos y empezar a luchar para crear una fuerza propia capaz de derribar las imposturas locales o globales.

 

Detalles de la publicación

ISBN: 9789897026607

Edición/Reimpresión: 07-2021

Editor: Guerra & Paz Editores

Idioma: Portugués

Tipo de Producto: eBook

Formato: ePUB

Clasificación Temática: eBooks em Português >História >História Antiga

VOLVER A LA HISTORIA

Nicolás Lewkowicz*

El “momento unipolar,” creado a partir de la disolución del bloque comunista a finales de la década de los 80’, le otorgó a la potencia dominante la posibilidad de crear un sistema de intercambio global basado en normas que sirvieran a promover sus intereses geoeconómicos y geopolíticos.

La justificación que se daba para establecer un sistema político internacional basado en normas comunes (rules-based international order) era que “la historia había terminado”. Según Francis Fukuyama, luego de la caída del comunismo no se podía concebir una mejor forma de organización que la democracia liberal y el sistema de intercambio capitalista.

La era de la globalización creó una división cada vez más estricta entre

1) las naciones que son sujeto pasivo de la historia (como los países de América Latina y Europa);

2) las naciones que imponen reglas de conducta comunes para el mundo globalizado y

3) los países revisionistas, que tratan de reducir la influencia de los países hegemónicos sobre su espacio interno.

Los países no-hegemónicos que se unen al mundo globalizado no pueden ser sujetos activos de la historia. A los sujetos pasivos de la historia les está vedado incidir en la manera en las cuales se configuran las reglas de conducta común. A estas naciones también les cuesta rechazar los valores culturales que son parte integral del proceso de expansión geopolítica de la potencia hegemónica. Acatar la norma impuesta por la potencia imperante implica renunciar a tener poder y autonomía en cuestiones de política exterior.

Tanto Europa como América Latina viven, cada cual a su manera, dentro del modelo economicista que les impone la idea del “fin de la historia” y la pertenencia al área geoestratégica comandada por los Estados Unidos.

Europa teme regresar a la historia por el recuerdo todavía fresco de las dos conflagraciones devastadoras del siglo veinte. Por otra parte, le es difícil a Europa salir de la jaula geopolítica impuesta por Estados Unidos, establecida luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. La potencia dominante necesita tener una presencia militar importante en Europa para no perder control de la “Isla-Mundo” y los puntos de navegación que son vitales para el comercio internacional, como el Estrecho de Gibraltar y el Estrecho de Suez. Los altos niveles de prosperidad de los cuales goza la población europea, hacen que la falta de poder de las naciones del Viejo Continente no sea sentida de manera tan pronunciada.

En el caso de América Latina, vemos un espacio post-histórico en el cual la mayoría de las naciones del continente no pelean entre sí y buscan unirse al sistema de intercambio promovido por los sujetos activos de la historia. A diferencia de Europa, la pobreza en la cual se encuentra sumida el continente hace que se note mucha más la falta de poder y los efectos negativos que implica la falta de autonomía en las decisiones políticas que afectan al espacio interno y a la relación con otros países.

En las próximas décadas, podríamos ver una creciente fragmentación de la capacidad de la potencia dominante de comandar su área de influencia estratégica en Europa y América Latina.

Existen varias razones para aducir que en las próximas décadas viviremos en un mundo con una globalización más fragmentada y un sistema internacional mucho más anárquico, pero con mucha más libertad de acción para los países que hoy no son sujetos activos de la historia.

Primero: existe una interferencia cada vez mayor de potencias revisionistas como China y Rusia en Europa y América Latina. Esta situación hace que se cuestione el alcance que deben tener las normas que emanan de la potencia hegemónica, sobre todo si estas no producen un efecto económico positivo.

Segundo: la capacidad de acción de la potencia dominante está condicionada a las necesidades de las corporaciones transnacionales, las cuales precisan de la musculatura geopolítica de los Estados Unidos, pero que operan de acuerdo a un principio de utilidad económica que redunda cada vez menos en beneficio de la población estadounidense. La posible falta de reconciliación de los intereses del sector público y privado podría erosionar la legitimidad de la acción geopolítica de los Estados Unidos de manera cada vez más pronunciada.

Tercero: a la potencia hegemónica le será cada vez mas difícil expandir valores que emanan de un espacio social en el cual cohabitan distintos conceptos de justicia.  El proceso de expansión geopolítica de los Estados Unidos convirtió al país cada vez más en imperio y cada menos en nación. No esta garantizado que las distintas versiones del concepto de justica puedan ser reconciliadas. La falta de cohesión en el espacio domestico tendrá una influencia importante en la manera en la cual la potencia hegemónica buscará ordenar el sistema internacional en el futuro próximo.

En las próximas décadas, el gradual declive geopolítico de los Estados Unidos obligará a la Argentina a regresar a la historia. Para ello, urge crear una pedagogía basada en la idea de que sin la capacidad de ejercer poder en forma autónoma no habrá crecimiento económico sostenido ni un Estado que pueda monopolizar el uso de la fuerza y proteger al país de amenazas internas y externas.

Los planteamientos economicistas, centrados en la inserción del país en un sistema político internacional basado en normas comunes, nos han dejado sin poder y sin economía. Por ello, es de esperar que un futuro no muy lejano comience la lenta pero inevitable vuelta del país a la historia.

 

* Realizó estudios de grado y posgrado en Birkbeck, University of London y The University of Nottingham (Reino Unido), donde obtuvo su doctorado en Historia en 2008. Autor de Auge y Ocaso de la Era Liberal—Una Pequeña Historia del Siglo XXI, publicado por Editorial Biblos en 2020.

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BOLCHETOS

Juan José Santander*

Las últimas campanas han doblado, respondiendo a Hemingway, por la paz —no la del mundo, deteriorada en varios puntos—, sino por La Paz, el bar —o la confitería,  como se estilaba allá por su inauguración en 1944—, en la esquina de Corrientes y Montevideo en Buenos Aires, apenas un año tras el segundo golpe militar —soslayemos los pronunciamientos— que desde el ‘30 marcaron por décadas el compás a lo D’Arienzo de nuestras vidas el siglo pasado: 30, 43, 55, 66, 76.

Como nací al año siguiente que el bar y en Santa Fe, lo conocí después del tercer golpe, y lo frecuenté hacia las postrimerías del cuarto. Era un ambiente bohemio y contestatario y una época en la cual para perjudicarte te tildaban de puto o comunista (‘bolche’), marbetes ambos no carentes de peligrosidad real, como el quinto y su previa demostraron —u ocultaron— brutalmente.

Luego fue decayendo de a poco como boxeador que pierde el ánimo. Ánimo que tal vez alentaba ese ambiente libertario de protesta y la gente que lo sustentaba, mucha se alejó, se exilió o desapareció, alguna por haberse perdido a sí misma. Y como dice el evangelio, ¿de qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma?

Ahora, como habría dicho Shakespeare, el resto es silencio. Y puertas cerradas.

De aquellas rebeldías de los ‘bolches’ que se amuchaban en La Paz entonces, quedan nostálgicos del ambiente que impregnaba el quinto de nuestros golpes —tan reconocido que lo hemos incluido en efemérides y es feriado nacional—, tan perdidos de nostalgia de juventud perdida como para conmemorar esa fecha, que pretenden dirigir nuestros destinos parafraseando nuevamente a Shakespeare: una historia de horror contada por un borracho en una tormenta.

La Paz no tiene culpa. Fue el aula de muchos sueños y alucinaciones. Las ilusiones erradas y sus derrotas son las formas más insidiosas, por ello peligrosas, del engaño, porque nos viene de adentro, donde, y volvemos al evangelio, surge la impureza, que no reside afuera ni nos llega de ahí: está en nosotros y de nosotros depende.

Pero aquellos nostálgicos que hoy mandan no viven ya en pensiones ni en piezas de estudiantes ni en los barrios, sino en Puerto Madero, nacido por la época que el área de La Paz iba deteriorándose, lugar ‘cheto’ de Buenos Aires si los hay —con perdón de La Recoleta y Barrio Parque—.

De ahí el título que, perfilando esa transmutación, aspira a conjurar sus consecuencias.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG.

 

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