Archivo de la etiqueta: Historia

BOLCHETOS

Juan José Santander*

Las últimas campanas han doblado, respondiendo a Hemingway, por la paz —no la del mundo, deteriorada en varios puntos—, sino por La Paz, el bar —o la confitería,  como se estilaba allá por su inauguración en 1944—, en la esquina de Corrientes y Montevideo en Buenos Aires, apenas un año tras el segundo golpe militar —soslayemos los pronunciamientos— que desde el ‘30 marcaron por décadas el compás a lo D’Arienzo de nuestras vidas el siglo pasado: 30, 43, 55, 66, 76.

Como nací al año siguiente que el bar y en Santa Fe, lo conocí después del tercer golpe, y lo frecuenté hacia las postrimerías del cuarto. Era un ambiente bohemio y contestatario y una época en la cual para perjudicarte te tildaban de puto o comunista (‘bolche’), marbetes ambos no carentes de peligrosidad real, como el quinto y su previa demostraron —u ocultaron— brutalmente.

Luego fue decayendo de a poco como boxeador que pierde el ánimo. Ánimo que tal vez alentaba ese ambiente libertario de protesta y la gente que lo sustentaba, mucha se alejó, se exilió o desapareció, alguna por haberse perdido a sí misma. Y como dice el evangelio, ¿de qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma?

Ahora, como habría dicho Shakespeare, el resto es silencio. Y puertas cerradas.

De aquellas rebeldías de los ‘bolches’ que se amuchaban en La Paz entonces, quedan nostálgicos del ambiente que impregnaba el quinto de nuestros golpes —tan reconocido que lo hemos incluido en efemérides y es feriado nacional—, tan perdidos de nostalgia de juventud perdida como para conmemorar esa fecha, que pretenden dirigir nuestros destinos parafraseando nuevamente a Shakespeare: una historia de horror contada por un borracho en una tormenta.

La Paz no tiene culpa. Fue el aula de muchos sueños y alucinaciones. Las ilusiones erradas y sus derrotas son las formas más insidiosas, por ello peligrosas, del engaño, porque nos viene de adentro, donde, y volvemos al evangelio, surge la impureza, que no reside afuera ni nos llega de ahí: está en nosotros y de nosotros depende.

Pero aquellos nostálgicos que hoy mandan no viven ya en pensiones ni en piezas de estudiantes ni en los barrios, sino en Puerto Madero, nacido por la época que el área de La Paz iba deteriorándose, lugar ‘cheto’ de Buenos Aires si los hay —con perdón de La Recoleta y Barrio Parque—.

De ahí el título que, perfilando esa transmutación, aspira a conjurar sus consecuencias.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG.

 

©2021-saeeg®

 

PARADOJA: MEDIANTE LA GUERRA SE ALCANZA LA PAZ

Agustín Saavedra Weise*

Sin duda alguna, la guerra es una de las grandes fuerzas de la historia. La raza humana es guerrera y como tal, la más cruel del planeta. En el período de “paz”, que va desde 1945 a 2021, perecieron 50 millones en diversos conflictos y más de 50 millones de individuos se encuentran desplazados o refugiados. La opinión pública se olvida de esto o directamente no quiere saber nada; cada cual se queda en su espacio, salvo los actores indirectos, quienes por detrás inducen acciones violentas vendiendo armas y/o prometiendo cosas imposibles de lograr.

Se habla también desde hace siglos de guerras justas y guerras injustas. Largo sería analizar el tema. Sí interesa un hecho clave: muchas guerras ayudan a resolver conflictos y otras —en lugar de apagar el fuego— dejan involuntariamente una mecha prendida; el incendio consiguiente será solo cuestión de tiempo. Todo dependerá de la inteligencia y capacidad de previsión que tengan los negociadores de turno, tanto vencidos como victoriosos.

Una verdad desagradable, a menudo olvidada, es que —reitero— aunque la guerra es un mal, tiene una virtud: puede resolver conflictos y lograr la paz. Esto ocurre cuando todos los beligerantes se agotan o cuando uno de ellos gana de manera decisiva. La clave es que la lucha debe continuar hasta alcanzar una resolución. Las esperanzas de éxito militar deben desvanecerse cuando el procurar arreglos sea más atractivo que seguir combatiendo. Este razonamiento hizo que el imperio alemán solicite un armisticio en noviembre 1918 a sus contrarios, básicamente Francia, Gran Bretaña y EEUU. Como es sabido, las condiciones finales impuestas fueron duras para Berlín; provocaron resentimientos diversos, falsas ideas acerca del “puñal por la espalda” e incubaron el totalitarismo de Adolf Hitler, que incendió al mundo entre 1939 y 1945. Un mal acuerdo de paz generó motivos para una guerra aún mayor y más terrible. Hay otros ejemplos, lo que nos habilita para expresar que los “acuerdos de paz” o los llamados “entendimientos previos” muchas veces fracasan y hasta se convierten en fuentes de potenciales luchas recurrentes.

La pregunta del millón: ¿Cómo acabar para siempre con un conflicto? La historia nos demuestra que hay una sola manera: la rendición incondicional del enemigo. Si en 1945 no se hubieran dado estos procesos en Alemania y Japón, ambos países seguirían siendo problemáticos. Ahora no lo son; más bien prosperan, han recuperado plenamente soberanía y economía, sus pueblos son felices y parte activa de la comunidad mundial. La mala voluntad alemana y japonesa hacia las democracias occidentales se disipó rápidamente gracias a la amarga píldora de sus catastróficas derrotas en la Segunda Guerra Mundial.

Una victoria militar contundente pone fin a las guerras. La Pax Romana —un período pacífico de 200 años— comenzó cuando Augusto derrotó a Marco Antonio en la batalla naval de Actium. El Norte venció al Sur en la guerra de secesión estadounidense e hizo que un conflicto que se cobró 750.000 vidas se desvaneciera. El Sur derrotado nunca volvió a causar problemas. Europa pudo reorganizarse recién cuando Napoleón fue definitivamente derrotado en 1814 y se reinstaló el tradicional equilibrio de poder en el viejo continente.

La sabiduría convencional nos dice que las pugnas se resuelven mejor mediante la negociación y el compromiso, pero la realidad nos demuestra que eso no siempre es cierto. Para solucionar conflictos en forma definitiva debe haber una derrota absoluta previa que le impida al vencido volver a intentar golpear y de esa manera, lograr de mutuo acuerdo condiciones que generen una paz estable a largo plazo. Así de simple, así de realista.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/paradoja-mediante-la-guerra-se-alcanza-la-paz_237710

 

LOS 200 AÑOS DE MITRE Y SU RELACIÓN CON BOLIVIA

Agustín Saavedra Weise*

Bartolomé Mitre Martínez fue estadista, soldado, escritor y presidente de la República Argentina (1862-1868). Nació el 26 de junio de 1821 en Buenos Aires y falleció en esa misma ciudad el 19 de enero de 1906, a los 85 años de edad. Perteneció a la generación que hizo que la Nación del Plata a principios del siglo XX figure entre los 10 países más ricos del mundo, algo que lamentablemente no pudo mantenerse en el tiempo por diversas razones ajenas a esta modesta nota conmemorativa.

Entre otras múltiples obras de su vitalidad intelectual, el 4 de enero de 1870 Mitre fundó el diario La Nación, hasta nuestros días un medio importante a nivel mundial. Al estar por cumplirse 200 años de su nacimiento —en base a notas que hace años escribí al respecto y otras fuentes— creí importante hacer una breve síntesis del paso por Bolivia de Mitre y comentar su profecía con respecto al futuro de nuestro país.

Con tan solo 25 años de edad, Mitre se ve obligado a exiliarse por diferencias con Juan Manuel de Rosas y llega a La Paz en 1847. Ahí encuentra refugio en la casa del presidente José de Ballivián, conductor de la célebre batalla de Ingavi (1841). En esa época el joven Bartolomé escribe su primera novela y redactó artículos para periódicos. Por otro lado, Ballivián le pidió que colabore en la organización del flamante Colegio Militar de Bolivia; el talentoso argentino desarrolló las primeras bases de esa institución; su eficaz obra es reconocida hasta nuestros días. Por otro lado, eran comunes los levantamientos y Ballivián tuvo que sofocar muchos. A su lado estuvo Mitre, participando con el mandatario en acciones contra diversos revoltosos. Si bien con esa actitud se granjeó la confianza del mandatario, Mitre a su vez generó enconos entre los opositores, particularmente en Manuel Isidoro Belzu, quien tan pronto asumió el poder ordenó su expulsión. Mitre obligadamente partió hacia el Perú con una escolta de seguridad que lo dejó en la frontera. El altiplano —con su mezcla de grandiosidad y de tristeza— siempre lo tuvo impresionado y por allí tuvo que marchar una vez más en su forzada salida de Bolivia. Mitre pudo admirar en su andar las ruinas de Tiahuanaco y posteriormente escribió lúcidos comentarios sobre ellas. Así era Mitre: observador y estudioso hasta en los momentos más dramáticos.

Del Perú pasó luego a Chile y de allí —una vez derrocado el dictador Rosas— retornó a su patria para encontrarse con su glorioso destino. Durante su fecunda vida Mitre fue observador, testigo y actor de hechos que poco a poco transformaron a los países de América en estados nacionales, teniendo en su propia Argentina pujante el mejor sendero por el cual transitó con sus acciones y creaciones.

Pensando siempre en Bolivia, Mitre expresó: “Para matar la pasión política del pueblo boliviano que en la práctica se reduce a perseguir un puesto del Estado, conviene crear riqueza pública y privada, fomentar la inmigración y el incremento de las industrias e independizarse económicamente para así dejar a un lado la política y no preocuparse del bien público sino cuando los que lo administran amenazan con sus imprudencias e ignorancias el bien privado”. Esta magistral cita es válida todavía hoy en 2021.

El paso de Mitre por Bolivia se entronca en ese siglo XIX con el paso previo de otros ilustres argentinos como Warnes y Arenales, que dejaron en nuestro país los cimientos de una fraterna relación bilateral vigente hasta nuestros días. La permanencia de Mitre en Bolivia, aunque breve, fue un hito vital en su formación personal y en lo que sería luego su venturoso devenir.

Antes de la pérdida del litoral marítimo (1879) Mitre emitió una sorprendente profecía: “El porvenir de Bolivia no está al Occidente sino en la parte dónde nace el sol”. La realidad de este tercer milenio prueba eso con creces ante el fenomenal desarrollo del departamento de Santa Cruz, con su positiva asimilación de gente del altiplano y valles que vino al oriente boliviano en busca de una mejor vida, coadyuvando así en la integración nacional de un país diverso. En verdad, Bartolomé Mitre dejó entre nosotros un perdurable recuerdo.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/los-200-anos-de-mitre-y-su-relacion-con-bolivia_236002