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GUAYANA ESEQUIBA: CONTESTACIÓN (DEFENSA) Y RECONVENCIÓN (ATAQUE)

Abraham Gómez R.*

Había tardado demasiado el gobierno guyanés en iniciar una descomunal campaña en los medios, cuyo contenido apunta a manipular la posible decisión que tomaría Venezuela en cuanto a invocar la no comparecencia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), para el 08 de marzo del próximo año, o definitivamente hacernos parte del juicio en la demanda que de modo unilateral interpuso la excolonia británica en contra nuestra.

En casi todos los medios audiovisuales de Guyana ha aflorado, en los últimos meses, una sibilina y machacona campaña de (des)información, cuyo contenido apunta a hacerle creer a la población que habita en la Zona en Reclamación que Venezuela no posee los recursos argumentativos probatorios de nuestra contención y que, por tales motivos, le estamos rehuyendo al arreglo judicial, como expedita alternativa que ellos presentaron en la Corte.

El torcido bloque informativo —divulgado  mañana, tarde y noche— que difunden los coagentes guyaneses deja entrever, con malévola sospecha, que los venezolanos no contamos con los recursos históricos o jurídicos densos para desmontar el írrito y nulo Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899; y que ellos, por el contrario, consideran a tal adefesio jurídico “suficientemente válido y oponible”, en el juicio que se lleva a cabo en La Haya; tanto que le atribuyen condición de cosa juzgada (res Judicata) con validez plena. Exactamente están practicando la añeja estrategia goebbeliana.

En ese mismo orden, sentido y propósito, estamos observando y analizando el despliegue inusitado en los canales internacionales; también en los diarios de mayor circulación —los de mucha credibilidad y prestigio y los más leídos en el mundo— la ilimitada propaganda que el gobierno guyanés “ha cancelado”, con la finalidad de darse un barniz favorable en torno al histórico caso del Esequibo. Tratan de diseñarse una matriz opinática acomodaticia.

No quedan dudas que toda la detestable parafernalia mediática, que estamos denunciando, recibe cuantioso financiamiento de las casi cincuenta compañías, de distintas procedencias; con lo cual pretenden resguardar sus intereses en la exploración, explotación y comercialización de los inmensos recursos de la Zona en controversia.

Debemos ser enfáticos en pronunciar con insistencia ante el mundo: no le estamos quitando las dos terceras partes del territorio de Guyana, como ellos “arguyen” en sus vocinglerías por los medios de comunicación a nivel internacional.

Nuestra nación ha sido la víctima, hace más de un siglo, del vil despojo perpetrado con mala fe y añagaza jurídica.

Nosotros tenemos enjundiosa documentación para demostrar que fue el Imperio Británico que nos usurpó y despojó, mediante las trampas y demás tratativas políticas-diplomáticas urdidas a finales del siglo XIX, de una séptima parte de la geografía venezolana; incluso tenían la aviesa intención de arrebatarnos hasta el Delta del Orinoco y una considerable parte del estado Bolívar.

El gobierno guyanés al enterarse de que todavía no se ha producido la determinación si vamos o no al juicio a la Corte han desatado un propagandismo con “descomunal ferocidad”, en dos vertientes: en Georgetown, con la utilización de la televisión a diestra y siniestra contra Venezuela; haciéndonos pasar como avaros en la reclamación, o imbéciles e ignorantes del Derecho Internacional Público. La otra burda estrategia ya la conocemos: vienen organizando sistemáticas visitas a la Guayana Esequiba del presidente Irfaan Ali, de ministros, miembros de las Fuerzas Armadas, empresarios, representantes de todas las organizaciones políticas e iglesias.

En el litigio que sostenemos, desde hace más de un siglo, contra el imperio inglés, primero, y luego con su causahabiente en este asunto la República Cooperativa de Guyana, las posibles alternativas de soluciones han derivado hacia aristas escabrosas.

Lo que hemos descrito, de manera somera, es lo que vergonzosamente ha emprendido Guyana.

Considerando lo antes planteado y frente a tales desmanes: ¿Qué debemos hacer nosotros para defendernos y atacar, para proyectar nuestras verdades sobre este asunto litigioso?

Primeramente, a riesgo de parecer tedioso, considero que —sin perder tiempo— debemos declararnos y dedicarnos  a trabajar tiempo completo, mediante la conformación de una comisión multidisciplinaria para la discusión, análisis,  investigaciones documentales, formular la narrativa de los hechos fundamentales; compendiar las alegaciones de derecho; hacer las precisas consultas públicas y privadas; en fin, todo cuanto haya que diligenciar para elaborar el Memorial de Contestación de la demanda, que deberíamos  consignar en la Corte, —si así lo autoriza el Jefe de Estado— repito,  para el día 08 de marzo del 2023 ¡…diríamos en buen venezolano, eso es mañana mismo…!

En tal Memorial de contestación ratificaremos el contenido parcial (artículo primero) del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, que ellos aceptaron (sin intimidación): el Laudo es nulo de e írrito; por tanto, sobre ese abominable documento no hay nada que discutir, no es oponible a nada; porque ha resultado insubsanable, históricamente.

La nulidad absoluta —ipso jure— en la citada sentencia arbitral se generó desde el mismo momento cuando se omitieron los requisitos necesarios para lograr su objetivo y se burlaron los procedimientos. También ocurrió cuando se nos colocó, en tanto parte interesada y concernida en una situación de indefensión, inclusive a partir del Tratado de Washington de 1897.

Como nuestra segunda estrategia —para poner las cosas en claro—, en simultáneo con la consignación de la Contestación, nos encontraríamos en la precisa (y mejor) ocasión para estructurar una contrademanda o Interponer acciones de Reconvención, por todo el daño que Guyana ha venido perpetrando a Venezuela.

La delegación venezolana que comparecería ante la Corte, en la fecha arriba señalada, tiene todo el derecho, en nombre de nuestro Estado para incoar una demanda o instaurar un juicio en paralelo contra quien nos ha demandado. Todo, relacionadamente, en el mismo proceso.

Siendo de esta manera, entonces, el Jurado sentenciador —conforme en pleno y justo derecho— debe admitir la solicitud reconvencional; porque existirá absoluta conexidad entre nuestras pretensiones en nueva litis reconvencional y las que ya han sido identificadas objeto de la demanda principal, introducida y ratificada por la contraparte.

El jurado sentenciador de la Corte Internacional de Justicia, que tramita en juicio el fondo de la controversia, pasará a conocer también —por economía procesal— nuestra causa petendi en reconvención (con solicitudes recientes, de signo diferente, ampliadas e irrebatibles) cuya finalidad procura concluir mediante una Resolución coherente, donde se haga justicia a nuestro país

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV). Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba.

GUAYANA ESEQUIBA: FUNDAMENTEMOS (DESDE YA) EL MEMORIAL DE CONTESTACIÓN

Abraham Gómez R.*

En todo el país, a los Esequibistas nos preguntan: qué nos corresponde hacer y cuál debe ser nuestra conducta ante un hito histórico-jurídico de tanta significación y trascendencia como Nación; como el que estamos confrontando, en este instante, en la Corte Internacional de Justicia. Hay extraordinarias expectativas, que nos satisfacen.

En honor a la verdad, celebramos toda la encomiable labor de divulgación generada desde las Universidades (a pesar de las conocidas limitaciones pandémicas).

Refiero también (permítanme decirlo) que he hecho un modesto peregrinaje por varias ciudades (otras veces, intercambio de opiniones vía zoom o por las distintas plataformas) conforme nuestras posibilidades —físicas y logísticas— para sensibilizar a todos los sectores.

Nos propusimos crear conciencia ciudadana de nuestra justa pertenencia sobre ese inmenso espacio territorial; desgajado, de la totalidad de la geografía venezolana, hace más de un siglo, con vileza y mala fe.

En toda Venezuela, hoy como nunca, hemos podido diseñar y ejercitar —con las instituciones imbuidas en este caso— un discurso coincidente, que se expresa siempre en todas partes, en los mismos siguientes términos: el caso de la Guayana Esequiba nos obliga (por encima de particularismos) a conferirle un tratamiento de Política de Estado, solidaridad en los propósitos y unidad de estrategias.

Asumimos y lo estamos cumpliendo que —ante la densidad de lo que ya está discerniendo la Corte— la contención por la Guayana Esequiba rebasa las parcelas ideológicas, partidistas, sociales, confesionales, raciales o de cualquier otra índole.

Por la importancia y trascendencia de lo que reclamamos, y en estricto apego al Derecho Internacional Público, nos obligamos a “hablar el mismo idioma”. Las incoherencias en el ámbito mundial se pagan caro. No podemos diversificar intenciones o criterios en nuestra reivindicación venezolanista.

Conocido suficientemente que el asunto litigioso que mantenemos con la República Cooperativa de Guyana es una herencia que el imperio inglés le dejó a la excolonia británica.

También estamos conscientes que Guyana alcanza su independencia el 26 de mayo de 1966, y en consecuencia adquiere su condición de Estado; con lo cual asume a plenitud entidad de sujeto jurídico internacional para encarar una contención de tal naturaleza, como la que hemos sostenido por el vil atropello que se nos perpetró. Pero, Guyana nos jugó una especie de emboscada jurídica al llevar el pleito para arreglo judicial ante la Sala sentenciadora de la ONU; y lo que es peor, sin el más mínimo título traslaticio que respalde su causa petendi y/o pretensión procesal.

Hemos escuchado, en varias ocasiones quizás como alegato, que fueron los ingleses y no los guyaneses quienes nos arrebataron esa séptima parte de nuestro espacio territorial.

Por supuesto, estamos apercibidos de tal maniobra socio histórica; sin embargo, no por ello vamos a desistir de nuestro legal y legítimo reclamo; porque no es poca cosa el daño a la soberanía que nos causaron.

A solicitud de algunas personas, permítanme señalar, una vez más (por lo que explicaré más adelante) que Jurisdicción y Competencia son instituciones distintas en sus respectivas conformaciones conceptuales, estructurales y a los fines perseguidos que comporta cada una, en su especificidad.

La Competencia es una forma (una manifestación- autorización) restringida a partir de la jurisdicción, que se supone ya posee el juez, en cuanto juez.

La Competencia —dependiente de la determinación jurisdiccional— establece las reglas concretas atribuidas que deben ser observadas —stricto sensu— operativamente, por el juez, para conocer de las controversias.

Lo importante es no confundir lo específico (Competencia) por lo genérico (Jurisdicción); ni el contenido (Competencia) por el continente (Jurisdicción).

La Competencia, para los magistrados de la Corte Internacional de Justicia en el caso que nos ocupa Venezuela-Guyana, debió haberle dimanado y adquirirla mediante un tratado, convención, acuerdo, carta de entendimiento, pacto; así entonces, no siendo Venezuela suscribiente, adherente y menos ratificante del Pacto de Bogotá de 1948 “Tratado Americano de Soluciones Pacíficas”, nunca ha conferido competencia automática a la CIJ; por lo tanto, no incurre en desacato al Principio Pacta Sunt Servanda.

La Competencia puede derivar y provenir, además, como ha ocurrido en bastantes casos, de la voluntad de las Partes litigantes, que han manifestado el consentimiento de obligarse y someterse a la decisión sentenciadora del Alto Tribunal de La Haya. Venezuela no ha suscrito cláusulas compromisorias de obligarse.

Venezuela, al no reconocerle competencia a la CIJ hasta el día de hoy, no se ha hecho Parte en este juicio; pero tenemos que decidir.

Incurrimos en un error si entendemos que Venezuela al no legitimar competencialmente a la Corte Internacional de Justicia, basta tal hecho para desarticular todo su piso —funcional y objetivo— para dirimir de fondo y forma la cuestión litigiosa que ha incoado Guyana. Puede haber algo de certeza, en lo anteriormente reseñado; pero, el juicio no se paralizará por nuestra ausencia o inatribución de competencia; por cuanto, la Corte ya se arrogó —sin más— competencia y jurisdicción.

Advertencia: un juez puede tener Jurisdicción y no Competencia, pero no al contrario.

Si no posee la Jurisdicción, menos tiene la Competencia.

La Competencia de la Corte Internacional de Justicia, para el caso Venezuela-Guyana, sería deducible a partir de la potestad que legalmente nuestro país le atribuiría a ese órgano judicial por el reclamo que hemos hecho por más de cien años. Tengamos presente, asimismo, que si nos hacemos parte del Juicio abierto en La Haya, inmediatamente concedemos —de nuestra parte— competencia a la Sala Juzgadora.

¿Cuál viene a ser el trascendental dilema que encaramos?

¿Qué ha pasado, en concreto, en cuanto a la jurisdicción y competencia, y a qué atenernos?

Ya se sabe que el 18 de diciembre del año 2020 la Corte Internacional de Justicia se autoconfirió jurisdicción y competencia, en una primera etapa de sentencia preliminar que, aunque nos haya parecido “rara y sospechosa”, la hemos analizado en todas sus consideraciones y las implicaciones que de la misma se derivarán en el futuro próximo, para las Partes en la controversia.

El Alto Jurado desestimó tres peticiones  que hizo la delegación de Guyana, a través de la Acción interpuesta contra nosotros, por considerarlas de “poca monta”; pero sin embargo, admitió procesalmente el elemento más denso e importante en la pretensión: “ el carácter válido y vinculante del Laudo; el cual resuelve plena, perfecta y definitivo todos los asuntos relativos a la frontera con Venezuela” (según los términos que utiliza la contraparte en su escrito), para referirse a la sentencia tramposa y perversa, conocida en el mundo como Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899. Una vergüenza para la doctrina y la jurisprudencia en el Derecho Internacional Público.

Preguntémonos, entonces, ¿qué hacer, de ahora en adelante, si ya conocemos que la delegación guyanesa hizo acto de personación el pasado 08 de marzo y procedió a ratificar la demanda en nuestra contra?

A riesgo de parecer tedioso, considero que —sin perder tiempo— debemos declararnos a trabajar tiempo completo, mediante la estructuración de una comisión multidisciplinaria, para la discusión, análisis, investigaciones documentales, formular la narrativa de los hechos fundamentales y verdaderos, compendiar las alegaciones de derecho, hacer las precisas consultas públicas y privadas; en fin, todo cuanto haya que diligenciar para elaborar el Memorial de Contestación de la demanda, que hay que consignar —si así lo autoriza el Jefe de Estado— en la Corte, el día 08 de marzo del 2023 ( diríamos en buen venezolano, eso es mañana mismo..! ).

Considero que es sustantiva y procedimentalmente desmontable el enjambre de mala fe sido urdido en el contenido de la acción interpuesta y ratificada — unilateralmente— por la excolonia británica.

Sin embargo, para alcanzar con satisfacción y que arroje resultados concretos, nos obligamos a trabajar duro e incansable, para hacer compacto e inatacable el mencionado Memorial de Contestación; y quedar preparados como equipo para “disparar” con la dúplica (respuesta más contundente a la posible réplica de ellos), en la debida ocasión, si se presentara el caso.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.  Miembro de la ONG “Mi mapa de Venezuela”. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV).  Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba.

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DESPUÉS DE DÉCADAS DE GUERRA, ¿LE DARÁ CHINA A AFGANISTÁN UNA OPORTUNIDAD DE ESTABILIDAD?

Giancarlo Elia Valori*

“¡Amigo mío, solo quiero hablar de cosas felices!” Con este sorprendente chiste el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, (no) respondió a la pregunta de un periodista que, a principios de julio, le preguntó sobre la retirada de las fuerzas armadas estadounidenses y las de los aliados de Afganistán, una retirada anunciada para el próximo 11 de septiembre pero que comenzó la noche del primero de julio en la base aérea de Bagram y que prácticamente se completó en pocos días.

No es de extrañar que el presidente estadounidense se muestre reacio a hablar de la guerra afgana: en veinte años los estadounidenses han perdido 2.440 soldados en el conflicto más inútil de la historia reciente, mientras que sus aliados han registrado la pérdida de 1.100 soldados, 53 de los cuales son italianos, en el enfrentamiento armado, que resultó ser el perdedor, con aquellos talibanes que, como el viet cong vietnamita, demostró ser capaz de derrotar y humillar a la mayor potencia económica y militar del planeta.

En 2001, después de la tragedia de las Torres Gemelas, George W. Bush decidió lanzar una ofensiva contra los talibanes que habían dominado Afganistán desde 1996, al final del agotador período de posguerra que siguió a la derrota de los soviéticos después de una década de guerra (1979-1989).

Los estadounidenses, demostrando que no podían “leer” la historia (la de otros, pero también la suya propia, como muestra Vietnam), en apenas dos meses lograron derrocar al gobierno talibán, acusado de haber ofrecido un refugio seguro a Osama Bin Laden y sus guerrilleros de Al Qaeda, e instalar un gobierno “amigo” en Kabul. Durante los próximos veinte años, los talibanes, al igual que los vietnamitas y, después, los iraquíes, han demostrado a Washington no sólo que el simple poder de los medios militares no es suficiente para derrotar a un ejército opositor altamente motivado con un apoyo popular innegable basado en la intolerancia total a la presencia extranjera, sino también que el modelo occidental de democracia no puede exportarse como si fuera un bien de consumo normal.

Sin embargo, antes de embarcarse en un costoso y fracasado conflicto de veinte años en Afganistán, Estados Unidos podría y debería haber estudiado la historia de un país que había humillado al Imperio británico, primero, y al Imperio Soviético, luego, en el curso de tres conflictos (de 1839 a 1919).

En 1842, los británicos, después de intentar durante tres años controlar a las turbulentas tribus afganas, se vieron obligados, después de ver a su plenipotenciario Sir Wiiliam Hay Macnaghten asesinado fríamente durante las negociaciones con los jefes tribales, a una ruinosa fuga de Kabul, que permaneció en los anales como la “marcha de la muerte”.

En 1979, el Ejército Rojo soviético invadió el país para instalar en la capital el gobierno títere del comunista Babrack Karmal, provocando la rebelión de los muyahidines afganos, los “guerreros de la fe”, y se encontraron 10 años después teniendo que abandonar Afganistán, tras sufrir la pérdida de 15.000 soldados, una derrota que aceleró el colapso de la Unión Soviética.

Los muyahidines y sus aliados, los talibanes (los estudiantes de las escuelas coránicas) llegaron, con una miopía que solo puede explicarse por los excesos ideológicos de la “Guerra Fría”, equipados con armas muy modernas precisamente por los estadounidenses ansiosos por ayudar a poner de rodillas a sus oponentes soviéticos, con un movimiento que luego resultó ser completamente contraproducente porque los afganos no solo no mostraron ninguna gratitud hacia los “aliados de ultramar”, sino que en el momento oportuno los convirtieron en el enemigo.

Cuando George W. Bush se embarcó en la aventura afgana, no solo no tuvo en cuenta los precedentes de la historia, sino tampoco la rocosa resiliencia de un adversario que siempre se ha beneficiado del apoyo de la población.

Según Carter Malkasian, asesor (evidentemente poco oído) del gobierno de Washington, la razón obvia de la ineficacia de la intervención estadounidense es atribuible, en primer lugar, a la influencia del Islam y, en segundo lugar, al odio xenófobo de la población hacia la influencia extranjera.

“La mera presencia de los estadounidenses y sus aliados en Afganistán”, escribe Malkasian en su libro “The American War in Afghanistan. Una Historia” instó a hombres y mujeres a defender su honor, su religión y sus hogares. Empujó a los jóvenes a luchar. Animó a los talibanes. Destruyó la voluntad de los soldados afganos y de la policía”.

Las cifras de la derrota estadounidense en la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos son dramáticas: además de las pérdidas de soldados estadounidenses y aliados de la OTAN, decenas de miles de soldados y civiles afganos han muerto, mientras que más de dos millones de refugiados han cruzado la frontera, en su mayoría hacia Irán y Pakistán.

Como escribe el analista estadounidense Robert Burns, el conflicto afgano “ha demostrado que es posible ganar batallas y perder guerras… La guerra ha demostrado que se necesita algo más que un ejército poderoso como el estadounidense para convertir el derrocamiento de un gobierno, como el frágil de los talibanes, en un éxito duradero. También demostró que ganar requiere, como mínimo, una comprensión de la política, la historia y la cultura locales, todos factores que, para los estadounidenses, han sido difíciles de adquirir”.

Con la “retirada” de la noche del primero de julio terminó antes de lo esperado (el presidente Biden había fijado para la retirada la fecha simbólica del próximo 11 de septiembre), la guerra en Afganistán y la salida simultánea de ejércitos extranjeros ha dejado definitivamente el campo libre a los talibanes que hoy reclaman el control del 50% del territorio y la mayor parte de sus fronteras.

La guerra continuará como una guerra civil, con las tropas gubernamentales todavía encaramados —no se sabe por cuánto tiempo— en las ciudades y con los talibanes en pleno control del campo y las montañas.

En este escenario, dos nuevos protagonistas geopolíticos se enfrentan en el maltrecho tablero: Pakistán y China.

Pakistán que, bajo la mirada ausente de los estadounidenses, ha apoyado en secreto a los talibanes y a sus aliados durante todo el conflicto —no olvidemos que Bin Laden antes de ser asesinado se había instalado en una casa a unos cientos de metros de una academia militar paquistaní— y probablemente encontrara un modus vivendi con los islamistas que también abundan no sólo en su territorio sino también en sus instituciones militares.

China, que bajo la bandera de la doctrina tradicional y consolidada de “no injerencia en las costumbres y tradiciones” de sus interlocutores políticos ha mantenido contactos con los talibanes y, por lo tanto, espera obtener un dividendo político de la derrota estadounidense.

El 28 de julio, el ministro de Relaciones Exteriores de Beijing, Wang yi, se reunió en Beijing con una delegación talibán de alto nivel, encabezada por el mullah Abdul Ghani Baradar, destacando la disposición de China a reconocer un futuro gobierno talibán si la guerrilla logra ocupar Kabul.

La razón de esta disponibilidad se deriva de la preocupación por el posible apoyo de los extremistas islámicos afganos hacia los islamistas militantes uigures que viven en la vecina Xinjiang y que luchan con el gobierno central chino por el reconocimiento de sus derechos étnicos y religiosos y son apoyados por el “Movimiento Islámico del Turquestán Oriental” cuyos militantes en Pakistán, a principios del pasado mes de junio, mataron en un atentado con bomba a nueve ingenieros chinos.

Durante la reunión con el ministro de Exteriores chino, la delegación talibán aseguró que no se permitirán acciones hostiles contra China desde territorio afgano, subrayando que el problema de los uigures es un “problema interno chino” en el que los afganos no tienen la intención de interferir.

Por su parte, el ministro chino reiteró que China no intervendrá de ninguna manera “en los asuntos internos de Afganistán”.

Pakistán, cuyo Ministro de Relaciones Exteriores, Shah Mehmood Kureshi, organizó la reunión entre los talibanes y los chinos, espera con interés un posible acuerdo futuro entre Beijing y los talibanes porque cree que estabilizaría toda la región y facilitaría el regreso a casa de los cientos de refugiados afganos que acuden a los barrios de chabolas paquistaníes.

El editor del influyente tabloide estatal chino “Global Times”, Hu Xijin, en un artículo del 19 de julio titulado “Hacer enemigos a los talibanes no redunda en interés de China”, subrayó que “tanto el gobierno afgano como los talibanes han expresado su actitud amistosa hacia China y esto es bueno para China”. Además, subrayó Hu Xijin, “no debemos hacer enemigos en un momento crucial: China conoce sus propios intereses y sabe que la buena voluntad de los talibanes nos permitirá influir positivamente en los asuntos afganos y mantener la estabilidad en Xinjiang”.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, también habló de un “evento positivo que puede ayudar a estabilizar la situación en toda la región” al comentar la reunión entre los talibanes y los chinos. En resumen, con la adición del inesperado respaldo estadounidense, Beijing puede estar preparándose para desempeñar un papel fundamental en un tablero de ajedrez que ha sido una fuente de inestabilidad y conflicto durante décadas, iniciando un proceso de paz que abrirá nuevas perspectivas a la construcción de la “Franja y Ruta”, una nueva “Ruta de la Seda” destinada a desarrollar las economías de todo el Lejano Oriente desplazando el futuro centro de gravedad de la geopolítica de Occidente al Este.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

Nota aclaratoria: artículo escrito antes de la toma de Kabul por los talibanes.

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