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LA CRECIENTE VIGENCIA DE LA INTELIGENCIA EN UN MUNDO INCIERTO

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

El derrumbe del Muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión Soviética en 1991 fueron dos hitos históricos que, vistos ya a la distancia, pusieron fin a ese mundo “peligroso” de la Guerra Fría —si es que aceptamos que la misma terminó por esos años, cuestión con la que disiento—, un hecho feliz para los alemanes y para el mundo pero que significó abrir la Caja de Pandora. Ese mundo que parecía que nos llevaría a un conflicto de dimensiones impensables, hoy puede apreciarse como más seguro, más equilibrado y por sobre todo más previsible.

Aquí estamos hoy en este mundo complejo, confuso e incierto, en el que no cabe, bajo ningún punto de vista, considerar que un organismo de Inteligencia debe ser disuelto sino reestructurarlo, profesionalizarlo y hacerlo eficiente en función de los intereses de la Nación. Se trata de una tarea que no debe estar en manos de improvisadores porque, después de algunos lustros, los resultados están a la vista.

En otro artículo ya me he referido a que la Inteligencia es la segunda más antigua de la humanidad. Creo que no cabe mencionar la primera, porque la conocen, y si no agudicen su imaginación.

Desde sus orígenes, la Inteligencia ha ido desarrollándose desde el espionaje —es decir, reunión de información—, incorporando en su evolución diferentes técnicas y tecnologías.

Recién en el siglo XIX comienzan a crearse algunos servicios, como el de Prusia, organizado por Wilhelm Stieber, a pedido del canciller Otto von Bismarck. Ese servicio fue importante para que Prusia venciera en la guerra a Austria (1866) y a Francia (1870/71); luego de esta última conflagración, Prusia logró la unificación alemana.

La guerra de Secesión estadounidense también contribuyó con grandes innovaciones como resultado de la revolución industrial: el uso de globos cautivos, la implementación de la mensajería de señales y el uso de los recursos que proporcionó el desarrollo de las comunicaciones. Ambos bandos progresaron en las operaciones de interceptación y señales de telégrafo, así como en el criptoanálisis y la criptografía.

En este terreno es importante destacar el desarrollo que tuvo la codificación durante el período de entreguerras con la máquina Enigma de Alemania y la máquina japonesa que los estadounidenses denominaron Purpple, el “Código Púrpura”.

Mientras que los polacos avanzaron en la decodificación de la máquina Enigma, los británicos crearon una instalación militar en Bletchley Park con el mismo objetivo. Estaba bajo la dirección del matemático, filósofo y criptógrafo Alan Turing, considerado uno de los padres de la informática moderna.

Como lo demuestran documentos de la Agencia de Seguridad Nacional, la NSA, desclasificados en 2010, durante la Segunda Guerra Mundial los británicos buscaron que los estadounidenses se sumaran tanto en el intercambio de información como en el desarrollo tecnológico militar.

A esos efectos, en 1942, Turing viajó de incognito a los Estados Unidos. Entre las actividades que debía llevar a cabo en ese país, Turing debía aprender y comprender el método de encriptación vocal que se estaba empleando con éxito en las comunicaciones telefónicas entre Roosevelt y Churchill y debía conocer el sistema SIGSALY”, un equipo de encriptación vocal que permitió la comunicación radiotelefónica directa entre los altos mando estadounidense y británico a través del Atlántico norte y entre los almirantes y los generales en las operaciones del Pacífico sur. En oportunidad de ese viaje, Turing se reunió con Claude Elwood Shannon, quien trabajaba en los departamentos de criptografía de Bell, creador de la “Teoría de la información”.

Este es el punto de partida para dos temas que en la actualidad están dando mucho que hablar:

    • el espionaje global, a partir de la alianza de que iniciaron el Reino Unido y los Estados Unidos, lo que dio origen al exclusivo club denominado Five Eyes (“Cinco Ojos”) o Red Echelon, y
    • el desarrollo de la Inteligencia Artificial, mediante la cual, entre otras cosas, se puede manipular la información o influir en las tendencias de los individuos.

En esta evolución, durante el siglo XX, la Inteligencia también comenzó a ser pensada científicamente. Terminada la Segunda Guerra Mundial, el profesor de historia de la Universidad de Yale, Sherman Kent, comenzó a teorizar sobre la actividad y publicó su conocido libro Inteligencia Estratégica. En esa línea le siguió Washington Platt, quien escribió un libro que en Argentina fue publicado con el título Producción de Inteligencia. Principios básicos. Ambos pusieron en evidencia que la Inteligencia estratégica era imprescindible para los responsables de la conducción civil y militar de un Estado.

De ahí la importancia que tiene la Inteligencia respecto de la toma de decisiones. Debemos pensar que a diario nosotros procuramos información para luego tomar decisiones. Lo hacemos antes de salir de nuestras casas, viendo el estado del tránsito para saber por cuál camino nos conviene ir hacia nuestro trabajo; cómo va a estar el tiempo, para saber si debemos abrigarnos, llevar un paraguas… Si vamos a un supermercado comparamos el peso de los productos con los precios, observamos la calidad de los productos y luego definimos cuál compramos. Es así cómo hacemos uso de la inteligencia en nuestra vida cotidiana.

Entonces, ¿cómo no considerar la relevancia que tiene la Inteligencia en la toma de decisiones al más alto nivel de un Estado?

Cabe recordar aquí a Sun Zi, quien en el Arte de la Guerra expresa que

La buena inteligencia es el preludio de la victoria.

Se le atribuye a Federico “el Grande” de Prusia la célebre frase

Se puede perdonar ser derrotado, pero nunca ser sorprendido.

Ahora bien, ¿qué es la Inteligencia?

En principio, hay que dejar bien claro que “inteligencia” no es sinónimo de “información” sino que es el procesamiento del cúmulo de información que se ha reunido.

La Inteligencia es un término polisémico:

    • Inteligencia es información procesada.
    • Inteligencia es el proceso por el cual se procesa —valga la redundancia— la información.
    • Inteligencia es el producto de ese proceso.
    • Inteligencia es organización, entendiendo por esto al organismo que se ocupa de esta actividad.

En función de lo antedicho, es relevante que la sociedad tome conciencia de la importancia que tiene que su país cuente con un excelente servicio de Inteligencia. En la Argentina, donde los políticos emparejan la Inteligencia con los “sótanos de la democracia”, cuando ellos son los actores principales del Inframundo —entendido en su acepción de “mundo mitológico situado bajo tierra en el que viven espíritus y seres terroríficos”—, es necesario hacer una gran labor respecto a la “cultura de Inteligencia” y a la “cultura de la Defensa”, ya que ambas áreas son claves para garantizar la Seguridad, la integridad territorial, la Soberanía Nacional, la preservación de los recursos del Estado —incluidos los recursos naturales—, entre otras misiones.

En este sentido, debemos considerar que los españoles han dado en llamar “la cultura de Inteligencia”,

una política de sensibilización pública iniciada en 2003 por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) con el objetivo de mejorar el conocimiento de la sociedad en lo que respecta al fin y las funciones del Servicio de Inteligencia, como institución que forma parte del Estado democrático y que actúa al amparo de la legislación y controlado por ésta. Intenta demostrar también la importancia del análisis y de la Inteligencia como herramienta clave para la toma de decisiones estratégicas, tanto a nivel estatal como en el ámbito privado, en un entorno cada vez más globalizado e incierto.

La Cultura de Inteligencia se enmarca en una iniciativa más global, la llamada Cultura de Seguridad, que es compartida por los integrantes de la Comunidad de Inteligencia española. El objetivo común es que todos los actores sociales adquieran conciencia de que tienen un papel activo en la salvaguarda de la seguridad, y que sólo la suma de esfuerzos puede garantizar la seguridad y la defensa de los valores que compartimos.[1]

A este respecto, en la Argentina tenemos una gran labor por delante, porque es fundamental que el conjunto de la sociedad comprenda la necesidad de que nuestro país cuente con unas Fuerzas Armadas, con unas Fuerzas de Seguridad y con una Inteligencia eficaces y eficientes.

En función de ello, estimo apropiado realizar algunas reflexiones que, para mí, son vitales.

No puede haber desarrollo si no hay seguridad, si la sociedad no goza de un bien tan preciado como la paz, que le permita utilizar su energía en la creatividad, en la producción y no pensando en cómo protegerse de la delincuencia o del crimen organizado.

No puede haber desarrollo si no hay un sistema de Defensa eficaz y eficiente, porque no se puede ejercer la Soberanía sobre el Territorio Nacional, lo que impide el aprovechamiento de los recursos y de las capacidades de la Nación. Pensemos por ejemplo en la depredación de las riquezas del Atlántico Sur.

La Inteligencia es esencial para lograr estos objetivos pero jamás debe confundirse Inteligencia con Seguridad. La Inteligencia es mucho más que eso y, precisamente, al trabajar favoreciendo la prevención, le puede ahorrar un gran esfuerzo a las Fuerzas de Seguridad y a las Fuerzas Armadas.

La Inteligencia Estratégica puede contribuir al desarrollo de la Nación, articulando los medios, los recursos con los fines, para lograr los objetivos nacionales. Apelando a la Inteligencia Competitiva puede contribuir al desarrollo económico de la Argentina en su conjunto, público y privado.

Los analistas de Inteligencia Estratégica deben tener una gran apertura, una visión global, pero no una visión limitada a lo geopolítico, sino una visión que le permita incorporar el arte, la teología, la sociología, la filosofía, la literatura. ¿Por qué digo esto? Porque la creación artística, lo que escribe un intelectual o un filósofo nos puede brindar indicios del rumbo que está tomando una sociedad.

Comprender las religiones, los cambios religiosos, más precisamente los cambios en la composición de una sociedad desde un punto de vista religioso pueden significar un cambio en las tradiciones, en las libertades civiles y en la emergencia de nuevos conflictos.

En línea con esto vale recordar al reconocido autor Walter Laqueur, quien se planteó si la Inteligencia debe ser considerada un arte o una ciencia.

La Inteligencia es fundamental en un momento en que los Estados nacionales declinan y el mundo está siendo sometido por el imperio de los mercados.

Para cerrar, cito a Nigel West (seudónimo del historiador militar, político y ex parlamentario británico Rupert William Simon Allason), autor especializado en temas de seguridad, inteligencia, espionaje y servicios secretos, quien en una entrevista expresó:

El centro de mi argumento era que no contar con un buen servicio de inteligencia significa terminar en un baño de sangre. Si uno es sorprendido, se termina en guerra. Esto pasó en Corea, la Guerra de los Seis Días, Afganistán y la Guerra del Golfo. La inteligencia salva vidas.[2]

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] Sitio oficial del Centro Nacional de Inteligencia (España), https://www.cni.es/es/culturainteligencia/introduccion/

[2] Graciela Iglesias. “La guerra secreta por las Malvinas”. “La Argentina estuvo a punto de ganar la guerra”. La Nación, 19/10/1997, <https://www.lanacion.com.ar/209373-la-argentina-estuvo-a-punto-de-ganar-la-guerra>, [consulta: 16/10/2017].

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CHINA VENCE A EEUU EN INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PREMIOS INTERNACIONALES

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

El secretario entrante de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos dijo que China estaba ganando la batalla de la Inteligencia Artificial sobre los Estados Unidos. Admitió que China pronto derrotaría a Estados Unidos en este campo de alta tecnología.

Aunque el Secretario de la Fuerza Aérea nombrado por el presidente Joe Biden aún no ha asumido el cargo, respondió públicamente a la mayor controversia reciente en los círculos políticos y militares de los Estados Unidos: el Director de Software de la Fuerza Aérea, Nicolas Chaillan, quien renunció el 11 de octubre pasado, dijo que China ya había superado a los Estados Unidos y ganó la batalla de la Inteligencia Artificial contra ella.

Kendall III dijo que estaba de acuerdo con la declaración hecha por Chaillan. Nicolas Chaillan dijo a los medios de comunicación que Estados Unidos no solo avanzó lentamente en el campo de la Inteligencia Artificial, sino que dicho progreso también estaba limitado por varias reglas. China ya está muy por delante. Kendall III no contradijo a Chaillan como lo hicieron algunas personas, pero se ofreció a invitar al ex empleado a continuar participando en las discusiones relevantes.

El portavoz de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, el teniente coronel Justin Brockhoff, anunció: “El secretario Kendall agradeció a Chaillan por su contribución a la Fuerza Aérea. Los dos discutieron las sugerencias hechas por Chaillan para el desarrollo futuro del software del DOD. El secretario Kendall y Chaillan se reservaron la posibilidad de futuras discusiones”.

La Inteligencia Artificial es actualmente un campo altamente competitivo en los círculos de ciencia y tecnología de China y Estados Unidos. Sus usos incluyen el diseño de tecnologías informáticas que pueden pensar y actuar como humanos para realizar diversas tareas complejas. Tanto la República Popular China como los Estados Unidos de América compiten por el dominio en este campo.

La tecnología de Inteligencia Artificial ha penetrado en todas las áreas de los sectores corporativos y de seguridad nacional de cada país y se utiliza para planificar, diseñar e implementar acciones específicas para asuntos complejos.

Chaillan había dicho previamente a los medios que después de que Kendall lo contactó personalmente y con confianza, aceptó servir como consultor no remunerado para el Departamento de Defensa. Chaillan cree que la conexión de Kendall demuestra que el Secretario está decidido a hacer cambios para apoyar al gobierno de los Estados Unidos a sobresalir una vez más en la competencia por la Inteligencia Artificial.

Chaillan dijo: “Los hechos son muy simples. Kendall se puso en contacto conmigo poco después de que anunciara mi renuncia, y la mayoría de los expertos y gerentes no habrían estado interesados en mí y no habrían seguido trabajando duro para remediar esta desventaja. Esto significaba para mí que Kendall realmente quería hacer algo”.

Todavía no hay información específica sobre si el gobierno federal de los Estados Unidos responderá positiva y rápidamente a la advertencia de Chaillan.

Chaillan dijo que estaba dispuesto a asistir a las audiencias celebradas por el Congreso, pero esperaba que algunas de las audiencias no permanecieran confidenciales para que el público pudiera escuchar sus puntos de vista.

Algunos expertos fuera de la Administración de los Estados Unidos dijeron que la cuestión de quién ganaría la competencia de Inteligencia Artificial aún no estaba resuelta. Jim Waldo, científico de TI y director de tecnología de la Universidad de Harvard, dijo que no era tan pesimista como Chaillan sobre las posibilidades de Estados Unidos en la batalla de Inteligencia Artificial contra la República Popular China. Waldo señaló que la mayor parte de la inversión estadounidense en innovación tecnológica provino de empresas privadas, en lugar de investigación universitaria financiada por el gobierno.

Waldo escribió en un correo electrónico: “La idea de que esta investigación será impulsada por los militares es un poco ridícula… El Departamento de Defensa, sin embargo, debe mejorar el uso de esta tecnología y la financiación gubernamental también debe aumentar para fomentar un desarrollo abierto del sector. Todavía no hemos fracasado, pero si no invertimos en el futuro acabará mal”.

Algunos informes de los medios también señalaron que, de hecho, la declaración original de Chaillan era que si Estados Unidos no aumentaba la inversión y hacía avanzar planes y proyectos, perdería en el campo de la Inteligencia Artificial. Su discurso, enfatizado por terceros, se ha convertido en un tema más debatido en la política estadounidense. Algunos republicanos lo usan como un argumento contra la Administración de Biden, y otros miembros de las fuerzas militares estadounidenses se apresuran a explotarlo para pedir más fondos del gobierno.

Más allá de la controversia y la decepción que prevalecen en los Estados Unidos, las noticias han dado la vuelta al mundo. Reuters informó: “China ha ganado la batalla de Inteligencia Artificial con los Estados Unidos y está en camino a la dominación global gracias a sus avances tecnológicos, como dijo el ex Director de Software del Pentágono al Financial Times”.

Además, la agencia de noticias británica informó de otras declaraciones serias de Chaillan: “No tenemos ninguna posibilidad de luchar contra China en 15 a 20 años. En este momento, ya es un hecho; en mi opinión ya se acabó. […] Si se necesita una guerra o no es algo así como una anécdota”.

“China está destinada a dominar el futuro del mundo, controlando todo, desde la narración de los medios hasta la geopolítica”, dijo.

Chaillan culpó a la lentitud de la innovación y a la reticencia de las empresas estadounidenses, como Google, a trabajar con el Estado en Inteligencia Artificial, así como a los extensos debates éticos sobre tecnología.

Google, por otro lado, no estuvo disponible de inmediato para comentarios fuera del horario comercial. Como dijo Chaillan, las empresas chinas están obligadas a trabajar con su gobierno y están haciendo “inversiones masivas” en Inteligencia Artificial sin tener en cuenta la ética. En efecto, la llamada ética sería el respeto a la intimidad que, como se demuestra en mi artículo del 26 de octubre. (https://saeeg.org/index.php/2021/10/26/la-llamada-privacidad-en-internet/), es solo una quimera.

Dijo que las defensas cibernéticas de Estados Unidos en algunos departamentos gubernamentales están en “nivel de jardín de infantes”.

El 10 de octubre, el mismo día en que Chaillan hizo sus declaraciones, la República Popular China publicó un plan para promover el desarrollo estandarizado a nivel nacional en su búsqueda de un desarrollo y modernización de alta calidad.

El documento, publicado conjuntamente por las Oficinas Generales del Comité Central del Partido Comunista de China y el Consejo de Estado, proporciona detalles sobre las medidas para garantizar que el país alcance sus objetivos de desarrollo a largo plazo hasta 2035.

Con las mejoras que se realizarán en el sistema de gestión estandarizado, un modelo de desarrollo orientado a las empresas impulsado por el gobierno y el mercado, caracterizado por la participación masiva, la apertura y la integración, tomará forma en China para 2035.

Como se señala en el documento, para 2025 se realizarán reformas en el trabajo de normalización. Tanto el gobierno como el mercado contribuirán al proceso de establecimiento de normas. Todos los sectores económicos estarán cubiertos por las normas de la industria, y la cooperación internacional en el trabajo de normalización se profundizará ampliamente.

Los ecos de las declaraciones hechas por Chaillan y los recientes éxitos chinos han llevado recientemente a algunos de los nombres más importantes de Wall Street a decir que las perspectivas económicas de China “se ven más brillantes que nunca”. China es “demasiado grande para ignorarla”, como informó recientemente The New York Times.

De hecho, comprender completamente y pronosticar correctamente la economía china siempre ha sido un tema al que el mundo presta gran atención.

Durante el despegue económico de China en las últimas décadas, los rumores que predicen el colapso de China han estado casi ausentes. La economía china, sin embargo, continúa creciendo y mejorando, y su historial de desarrollo ha sido incuestionablemente impresionante. Aquellos que a menudo hablaban mal del mercado chino fueron contradichos por la realidad.

Los hechos hablan más que mil palabras. China tiene su propia forma de desarrollar su economía y ha adquirido una valiosa experiencia a lo largo de los años. Si las comunidades económicas y políticas occidentales todavía intentan interpretar la economía china sin pensar fuera de la vieja caja, o renuncian a su idea preconcebida, la economía china seguirá siendo un mito para ellos.

Con el fin de hacer que su economía crezca de manera efectiva, China ha sido capaz de mantener la consistencia y adaptarse al cambio.

Mientras el mundo atraviesa transformaciones pocas veces vistas en un siglo y, al mismo tiempo, está lidiando con la pandemia de Covid-19, China no solo ha mantenido estables sus políticas macroeconómicas, sino que también se ha preparado para construir un nuevo modelo de desarrollo y promover un desarrollo de calidad.

Como resultado, China fue la única economía importante en el mundo que registró un crecimiento positivo el año pasado y su economía creció un 12,7% en la primera mitad de este año. Estos resultados demostraron la fuerte resiliencia de la economía china e inyectaron confianza en la recuperación económica mundial.

China también ha estado dispuesta a utilizar instrumentos de política para impulsar reformas, estimular la innovación y dar un nuevo impulso al desarrollo.

China ha mejorado continuamente su capacidad de innovación científica y tecnológica, optimizado los servicios gubernamentales y estabilizado las cadenas de suministro industrial para que la economía real pueda ser mejor atendida.

Como se comentó en un artículo publicado por el principal diario de Singapur, Lianhe Zaobao, a principios de este año, “China está enfocada en hacer su trabajo. Esta no es solo la elección correcta, sino también la fuente de fortaleza para que China continúe resistiendo la presión”.

En este mundo altamente interconectado, China cree que jugar el “juego de suma cero” no es de interés para la comunidad internacional. China siempre ha estado firmemente comprometida con la apertura y la cooperación y siempre ha tratado de promover su propio desarrollo estimulando el desarrollo común de todo el planeta.

Aunque la globalización económica ha sido sometida a una dura prueba, China ha seguido uniéndose a otros en todo el mundo para construir una economía global abierta, con un compromiso aún más fuerte con la apertura. Ha implementado la Ley de Inversión Extranjera, ha abierto aún más su sector financiero de manera ordenada y ha creado plataformas como China International Import Expo y China International Fair for Trade in Services para compartir sus oportunidades de desarrollo con todos..

Más importante aún, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la Ruta de la Seda, se ha visto cada vez más en todas partes como un camino hacia la prosperidad, la innovación, la salud y el desarrollo verde.

En todo el mundo, actualmente hay cada vez más personas que han comenzado a reconocer profundamente que el vigoroso desarrollo económico de China tiene un significado positivo para la economía global, y es impopular jugar el juego basado en las teorías de “desacoplamiento” y “amenaza de China”.

Mientras en Occidente haya quienes todavía estén obsesionados con una visión descendente del futuro de la economía de China, y confíen en su antigua forma de pensar y profundo sesgo ideológico, se demostrará que están equivocados una y otra vez.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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EL DESORDEN INTERNACIONAL: SEIS ESCENARIOS INQUIETANTES

Alberto Hutschenreuter*

Posiblemente, el estado de desorden que existe en el mundo actual suponga uno de los desafíos más complejos al momento de pensar tendencias y desenlaces. Existen más cautelas, sí, en relación con apreciaciones que impliquen ascensos significativos en materia de cooperación internacional, particularmente entre los poderes preeminentes, como así en cuanto a “certificar” que temas como el comercio conllevan un automatismo en relación con el descenso de conflictos entre Estados.

A lo más, como concluye un interesante estudio sobre escenarios, se aprecia que podría mantenerse una convivencia relativamente pacífica entre aquellos poderes mayores que mantienen una profusa interdependencia competitiva en el segmento comercio-económico, es decir, Estados Unidos y China, pero destacando que la misma no acarrearía mejoras. Incluso aquellos expertos que reflexionan desde la esperanza que siempre supone el credo religioso, como por ejemplo el estadounidense César Vidal, se han vuelto cada vez más escépticos en relación con superar por medios políticos y económicos la crisis espiritual que sufren las sociedades.

El planteo o problema central es cómo será la trayectoria de las relaciones internacionales hasta alcanzar algún modo de configuración que implique “anclar” dichas relaciones a un patrón que aleje la discordia entre los Estados y afiance la gestión o concurrencia entre ellos. La experiencia enseña que un mundo desarreglado, es decir, no solo sin consenso entre “los que cuentan”, sino en situación de creciente desavenencia entre éstos, al punto que en algunos el estado es de “no guerra”, difícilmente pueda extenderse por demasiado tiempo. Si los propios órdenes internacionales suelen agotarse cuando se modifica el contexto o desaparecen las bases que lo gestaron y sustentaron, más precaria resultan las situaciones de desorden o desarreglo internacional.

El planteo resulta pertinente, pues, desde la situación en la que nos encontramos, dicha trayectoria difícilmente podría evitar turbulencias mayores o desenlaces altamente disruptivos entre los Estados, a menos que suceda algún acontecimiento internacional de escala, por caso, una gran conferencia o convención que suponga la antesala de acuerdos que trabajosamente, e incluso con dimisiones estratégicas, conduzcan a una configuración, aunque se trata de un acontecimiento que por ahora muy difícilmente ocurra.

Existen muchas realidades que dificultan tal rumbo favorable, algunas de las cuales la pandemia las galvanizó, por ejemplo, el nacionalismo de viejo y nuevo cuño, es decir, aquel reluctante ante el extranjero (cercano y distante), y este que se forja y vigoriza ante la inseguridad que implica lo desconocido, enfermedades contagiosas y globalismo, por citar dos muy presentes. Por otra parte, aunque se trata de una “regularidad” en las relaciones entre Estados, existe una creciente acumulación militar por parte de los países. No obstante, el hecho relativo con que en plena pandemia se haya invertido en el segmento de las armas más que en años anteriores (casi dos billones de dólares, según el informe 2021 del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, SIPRI) es un dato inquietante.

Pero hay otras semejantes o más complejas que aquellas. Consideremos básicamente seis de ellas: lo que podemos denominar “pluralismo geopolítico”; el creciente carácter intransigente de conflictos mayores; el multilateralismo descendente; la creciente configuración internacional “de facto”; la re-jerarquización internacional en contexto de la Covid 19 o de pos-primera ola; y, por último, el (posible) declive de civilizaciones.

En relación con la multiplicidad geopolítica, con ello queremos decir que a las clásicas dimensiones de la disciplina, tierra, mar, aire y espacio ulterior, se suman hoy el ciberespacio (en sus diferentes orientaciones, esto es, geopolítica de la conectividad pacífica, y geopolítica de la disrupción); los “territorios” funcionales a las denominadas “guerra híbrida” y “guerra gris”; la lógica territorial de los actores no estatales; y aquellos socio-espacios que fungen útiles para los actores no estatales, aunque también algunas veces para los mismos gobiernos.

Esta realidad es inquietante, pues la geopolítica tradicional siempre ha implicado (y no hay ninguna razón para que no continúe implicando) intereses aplicados sobre espacios geográficos con fines corrientemente asociados al incremento o a las ganancias de poder; es decir, supone conflictos. Pero los “nuevos temas” de la “geopolítica ampliada” no agregan algo diferente orientado hacia la cooperación (si bien es cierto que la conectividad pacífica supone adelantos en múltiples dimensiones), sino que, en buena medida, expanden las posibilidades de conflictos de nuevo cuño.

En efecto, la ciberguerra y los “espacios” utilizados en la guerras híbridas y grises, por caso, campañas de propaganda y utilización de recursos no militares ni cinéticos, suponen pugnas de poder o rivalidades a través de medios crecientemente sofisticados, pues el factor tecnológico-digital es clave para lograr ventajas internacionales. Pero se trata de una “nueva geopolítica” (más difusa en relación con las formas de guerras) que, a diferencia de la clásica geopolítica aplicada por los Estados en relación con la captura de territorios o proyección de intereses sobre zonas de recursos, puede ser ejercida por Estados “tercerizando” sus acciones por medio de “hackers patrióticos” y fuerzas irregulares, estrategias que implican “técnicas de poder” que “des-responsabilizan” de dichas acciones a un eventual Estado, o bien puede ser llevada a cabo por actores domésticos contra su propio Estado.

En cuanto a la lógica territorial de los actores no estatales como el terrorismo transnacional, la misma continúa siendo aquella que implicó un alcance global contra blancos situados en territorios nacionales altamente seguros, si bien actualmente dicho actor se encuentra en una etapa de (relativo) repliegue estratégico.

Finalmente, la profunda crisis socioeconómica que ha implicado la pandemia está fungiendo como “funcional” para el crimen organizado, que no solamente podría verse favorecido debido a la extenuación de capacidades de los Estados, algo que agudizaría aquello que hace décadas el estadounidense James Rosenau denominó “relocalización hacia abajo de la autoridad del Estado”, sino de lo que podemos denominar “consecuencias delictuales no deseadas de la pandemia”; un fenómeno que hace unos años lo observó muy bien la socióloga mexicana Rossana Reguillo Cruz en relación con el auge de las maras: “Cuando las instituciones se repliegan, otras ‘instituciones’ tienden a ocupar su lugar y los vínculos con el crimen organizado les han dado a estos jóvenes un lugar de pertenencia que no encuentran en la sociedad”. Es decir, la Covid 19 termina creando territorios deletéreos de inclusión social.

Pero, también, determinados gobiernos de cuño populista pueden favorecerse rentabilizando secuelas de la pandemia. Aunque resulte un fenómeno inicuo, el capital político que supone el “pobrismo funcional” representa el territorio de una geopolítica no clásica sino “evanescente” e inficionada, tanto en las ideas como en los hechos, por el fenómeno del relato. En otros términos, se trata de una “geopolítica de la decadencia”.

La geopolítica es acaso el segmento que registra las mayores extensiones. Sin embargo, es importante tener presente que la disciplina no puede desnaturalizarse, es decir, hay fenómenos nuevos que implican otros territorios, pero el fin siempre nos lleva a una relación intrínseca entre intereses políticos y geografía. Hay situaciones más vitales y reales, por ejemplo, los propósitos que tienen los poderes mayores en relación con el espacio ulterior, donde las concepciones nacionales prácticamente no ocultan fines asociados a la seguridad y la militarización; y hay otras en las que dicha relación es más difusa (e incluso posiblemente hasta cuestionable desde la disciplina). Pero en todas hay una situación en la que se suceden política, intereses y territorio.

Existe otra situación relativa con lo que podemos denominar irreductibilidad de los conflictos, un estado riesgoso pues prácticamente se acotan sensiblemente las posibilidades de lograr moderación por medio de negociaciones.

La región de Oriente Medio ha sido siempre la plaza de los conflictos irreductibles, por ejemplo; sin embargo, hay otros conflictos en los que la intransigencia de las partes en liza lo están tornando irreductibles. Concretamente, la situación de tensión que existe entre Occidente y Rusia, una rivalidad que, dado el estado en el que se halla, difícilmente se logren concesiones.

Por caso, ¿es posible suponer que la OTAN se comprometa a reducir significativamente la acumulación militar y renunciar a ampliar la membresía a países del este, como por ejemplo a Ucrania? Por su parte, ¿se puede esperar que Rusia abrace el “pluralismo geopolítico” y sea impasible a lo que suceda en su “vecindad inmediata”, como, por ejemplo, en Bielorrusia?

Es casi imposible responder afirmativamente a estos interrogantes estratégicos. Pero hay que agregar que la situación en Europa del este es una de las cuestiones. Sin duda, la principal; pero existe una canasta de conflictos entre Occidente y Rusia que plantean una nueva rivalidad que dificultan sobremanera hallar salidas, situación que, a su vez, dificulta posibilidades de considerar escenarios de pactos que prefiguren un esbozo de orden internacional.

En este contexto, la Unión Europea sostiene una geopolítica extraña o “blanda” fundada en la creencia de que sus normas e instituciones pueden (y deben) ser exportadas, y así “neutralizar” la geopolítica en clave clásica (que es la que predomina en el mundo allende las fronteras de la UE).

En tercer término, el multilateralismo sufre un descenso prácticamente sin precedentes, inquietante porque el mismo se inició bastante antes de la pandemia, aunque la enfermedad sin duda la precipitó. Será complejo re-construir un multilateralismo activo, no solo por las secuelas de desconfianza derivadas de la pandemia, sino porque la denominada “política como de costumbre” en las relaciones internacionales, es decir, las cuestiones relacionadas con la seguridad, la autoayuda, las percepciones, el poder, los intereses, el nacionalismo, etc., seguirá constituyendo el fondo de tales relaciones. Es verdad que “nada será igual” cuando finalmente pase la pandemia, pero ello no implica que nos encontraremos ante temas o situaciones superadoras de lo que viene sucediendo protohistóricamente en las relaciones entre Estados.

Existen múltiples conjeturas, algunas de ellas demasiados sobrevaluadas en relación con las esperanzas centradas en un futuro con “seguridades aseguradas”, por ejemplo, en materia de inteligencia artificial (IA, un entorno pos-humano), o en cuanto a una economía digitalizada. Pero se trata de conjeturas; más todavía, se podría pensar que los resultados terminen siendo totalmente contrarios a los aguardados y, por ejemplo, los Estados, sintiéndose amenazados ante cambios que “relocalicen su autoridad en todas las direcciones”, desplieguen medidas que los vigoricen hacia dentro y hacia fuera, hecho que afectaría más todavía el devaluado multilateralismo.

Quizá resulte pertinente recordar la conjetura estrella de principios de los años noventa: un mundo centrado en el comercio profuso, los bloques geoeconómicos y los regímenes ordenadores del mismo. Treinta años después, no solo nada de ello ha ocurrido, sino que el comercio entre actores mayores, Estados Unidos y China, es una fuente de desavenencias que, de complicarse más, podría provocar trastornos económicos mayores a escala global.

En cuarto lugar, el dinamismo económico de Estados Unidos y China se encuentra, por lejos, adelante de los demás, incluso de la UE, cuyo “desentendimiento” de la geopolítica no solo la priva de estar presente en uno de los segmentos clave de poder internacional, sino que la mantiene en un lugar de dependencia estratégica crónica.

Hay estudios que consideran que, a menos que ocurra una guerra entre estos dos poderes mayores, el mundo ingresará (“de facto”) a un modo u orden bipolar flexible, es decir, Estados Unidos y China proveerán (cada uno) los denominados bienes públicos internacionales, por caso, en materia de bancos, sin que ello suponga, como otrora, la existencia de cerradas esferas de influencia (en todo caso, dicho modelo se basará en una “geopolítica descentralizada”).

En este contexto, podría suceder que el gran emprendimiento geoconómico y geopolítico de Pekín que atraviesa el Asia central, “One Belt One Road” (“OBOR”), provoque tal concentración de participantes e interesados, entre ellos, la UE, que dicho bipolarismo experimente cada vez más crecientes rigideces, como consecuencia de la percepción estadounidense relativa con que su rival podría lograr considerables ganancias de poder.

En quinto lugar, la pandemia apresuró procesos de declinación de países e incluso grandes zonas continentales. Declinación interna e irrelevancia externa son realidades casi contundentes que echaron por tierra algunas conjeturas relativas con países o bloques en ascenso.

Para tomar un caso central, no todos, pero un importante número de países de América Latina se encuentra en un estado de declinación política, social, económica, tecnológica, etc., del que será complejo salir en el mediano plazo. De acuerdo con el Informe sobre el Panorama Social de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el incremento de la pobreza, que fue sensible durante 2014-2019, supondrá tras la crisis de la pandemia un retroceso de más de 10 años y de dos décadas en términos de pobreza extrema. Sin duda ninguna, esta caída de indicadores, prácticamente un seísmo sin precedente, tiene un decisivo correlato en relación con la pérdida de posición de la región en el mundo.

En un trabajo publicado en “Nueva Sociedad” en febrero de 2021, Luis Schenoni y Andrés Malamud nos aportan datos clave en relación con la creciente irrelevancia de América Latina. Los autores demuestran que la región, comparada con otras regiones del globo, se halla en una trayectoria declinante desde hace décadas y que actualmente mantiene esa trayectoria: “La región perdió posiciones en todos los indicadores de relevancia disponibles, proporción de la población mundial, peso estratégico, volumen del comercio exterior, capacidad militar y proyección diplomática”.

Si a esta situación sumamos que desde antes de la pandemia se advertía desde la CEPAL que la región no podía quedar al margen de la “cuarta revolución industrial” y terminar arrastrada por el “tsunami tecnológico”, con la caída de las inversiones y la crisis económica casi integral en 2020 y en lo que va de 2021, será muy complejo incorporar la región a los procesos tecnológicos emergentes más sofisticados, la Internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, la genética, los activos satelitales, los drones, las cadenas de valor, etc., y marchar hacia una evolución social elevada, no ya como sucede en Japón, donde se considera que existe una “sociedad 5.0”, pero sí una comunidad más saneada de lastres como la corrupción, el crimen organizado y los “estilos políticos” orientados al pobrismo y la concentración de poder por el poder mismo.

Finalmente, una situación que tiende a ser eludida, postergada o ignorada. La relativa con las civilizaciones y la posible declinación de las mismas, una cuestión que pareciera de otro tiempo y hasta incluso perimida. Pero se trata de una cuestión que debe ser considerada en clave de procesos prolongados. Por ello, para autores como el sociólogo Krishan Kumar, existen indicios relativos con el regreso, como concepto y como modo de análisis, de la civilización.

Es preciso tener presente que se trata de una cuestión de orden superior a la erosión de poder de un actor o de una civilización. Se trata de pérdida de poder, sin duda, pero acompañada de la declinación de aquellos componentes o activos no necesariamente materiales que resultan clave para ser un centro de gravitación identitaria, política, económica, cultural, militar, etc., y de proyección de influencia y poder más allá de sus fronteras.

No nos referimos aquí a declinación desde una perspectiva de confrontaciones entre civilizaciones, conflictos que tienen lugar en las denominadas “líneas de fallas” intercivizacionales, una conjetura interesante y atractiva para el debate; sino a una situación más compleja y de extensión como es el ocaso de una determinada civilización, una regularidad en la historia, de modo que ello no implica ninguna novedad.

Habitualmente se hace referencia a la civilización occidental como la que se encuentra en un ciclo de declinación; sin embargo, es preciso distinguir la civilización occidental estadounidense y la civilización occidental europea; y es esta última la que podría encontrarse en tal ciclo. De hecho, desde 1945 (o quizá desde 1918) el poder dejó de habitar en Europa, desplazándose desde entonces hacia otros continentes. Nadie comprendió mejor dicha situación que el general Charles de Gaulle cuando en 1945 advirtió que en Europa hubo dos países que perdieron la guerra, mientras que los demás fueron derrotados.

Más de 75 años después, el poder no solamente permanece fuera de Europa, sino que la UE se empeña en desplegar una geopolítica (o más apropiadamente “anti-geopolítica”) de cuño híbrido centrada en intentar proyectar un modelo jurídico-institucional, ambición que ya ha demostrado sus (peligrosos) límites en relación con lo que sucede en la “placa geopolítica” de Europa del este. Pero a esta carencia geopolítica se suman los riesgos que supone el posible declive de su propia civilización, posibilidad por demás inquietante, pues ello podría a su vez implicar el declive y hasta desaparición de la mayor construcción de complementación e integración entre naciones.

Por tanto, si existe un sitio donde está regresando el tema relativo con la civilización, ese sitio es Europa. Si bien las fuerzas que levantan las banderas que vituperan aquello que es “políticamente incorrecto”, desde algunos segmentos políticos la cuestión es advertida, incluso desde lugares como la literatura. Por ello, de la misma manera que tímidamente se han comenzado a abordar cuestiones de geopolítica real y no tanto de “geopolítica blanda”, los europeos no harían mal en volver a tomar los “perimidos” textos de Spengler, Braudel, Toynbee…

En breve, presentamos aquí algunas situaciones que tienen lugar en el confuso mundo del siglo XXI. Las mismas discurren en un contexto de pandemia, pero preceden a la enfermedad; y, en algunos casos, se produjeron aceleraciones a partir de la misma. Además, tienen lugar en un cuadro de ausencia de configuración internacional, de creciente rivalidad entre Estados preeminentes, sin suficientes liderazgos y elites y con el retorno de temas que parecían anclados en el pasado. Un mundo cada vez más complejo para el gran reto que significa pensar tendencias y desenlaces.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.

 

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