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SLOBODAN MILOSEVIC Y EL DISCURSO DE GAZIMESTAN EN LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SERBIA

Cristián H. Beltrán*

Este artículo se propone analizar el discurso de Gazimestán, pronunciado por Slobodan Milosevic el 28 de junio de 1989, y sus implicancias en la reconstrucción de la identidad serbia en un momento clave de la historia de los Balcanes como paso previo a la actuación política en torno a la cuestión de Kosovo. El contenido y el contexto en que fue pronunciado el discurso, son variables que nos ayudarán a entender el proceso de esa reconstrucción identitaria a partir del análisis del contenido y su uso de la historia como factor aglutinante en un contexto de creciente tensión en lo que por entonces fue Yugoeslavia. Los sucesos posteriores que desembocaron en una brutal guerra que terminó por desmembrar el Estado yugoeslavo fue el epílogo de lo que sucedió aquél día de 1989. El objetivo de este trabajo es abordar la cuestión de las identidades y la conformación de un sentimiento de pueblo a partir de una articulación entre el discurso y los factores históricos, políticos y sociales. El artículo, enfocado desde la perspectiva constructivista[i] y a través del método analítico-descriptivo, se estructura de la siguiente manera: en la primera parte abordaremos el contexto yugoeslavo hacia 1989 en el marco del desmembramiento del bloque comunista de Europa del Este. El segundo apartado se enfoca en el discurso y el uso de la historia en la reconstrucción de la identidad serbia. Por último, en una tercera parte haremos una reflexión final sobre el tema abordado y la importancia de este en un contexto en donde las tensiones nacionalistas basadas en consideraciones étnicas amenazan con reiniciar las hostilidades en los Balcanes, hostilidades que vienen desestabilizando el este de Europa a partir de la guerra en Ucrania, la posible desintegración de Moldavia y las tensiones en el Cáucaso.

Slobodan Milosevic y el discurso de Gamezistan en la reconstrucción de la identidad serbia

 

“La historia de un grupo humano es su memoria colectiva y cumple respecto de él la misma función que la memoria personal en un individuo: la de darle sentido de identidad”.

Joseph Fontana

“La magia del nacionalismo es la conversión del azar en destino”.

Perry Anderson

«No hay emblema de la cultura moderna del nacionalismo más imponente que los cenotafios y las tumba de los Soldados Desconocidos”.

Benedict Anderson

“Es falso decir que la historia no es previsible”

José Ortega y Gasset

 

Introducción

Kosovo, provincia o nación-estado depende desde que perspectiva[i], atraviesa en estos momentos, transcurrido gran parte del 2023, una situación de tensión solo comparable a la que se vivió en la última década del siglo XX siendo una de las cuestiones aún no resueltas en ese entramado geopolítico que son los Balcanes. En 2008 la antigua provincia de Serbia y corazón de la identidad del pueblo serbio pero de mayoría albanesa, declaró su independencia apoyada por los Estados Unidos y gran parte de Europa Occidental, Rusia nada pudo hacer en ese juego de ajedrez. A partir de ese momento el nuevo estatus de la antigua provincia serbia se fue afirmando a medida que las negociaciones con el gobierno de Belgrado fluctuaban entre momentos de tensión y relajación en las relaciones bilaterales entre aquél y las autoridades de Pristina.

Para 1995 cuando ya finalizaba la primera parte de la guerra que desintegró Yugoeslavia se advertía el problema de Kosovo, “la cuestión de Kosovo”, es decir, “la cuestión de Albania” ha estado preocupando y sacudiendo al Estado serbio desde el Congreso de Berlín y la fundación de la Liga de Prizren (la Kongra albanesa 1877-1878) y en la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY) asumió el carácter y significado de indicación vital para la supervivencia de la República de Serbia en sus límites establecidos en 1945”. (Radovanovic, 1995, p 1)

Pero debemos remontarnos hacia fines de los años ‘80 para comenzar a hacer una genealogía del actual conflicto a partir de la reconstrucción de la identidad serbia y su identificación con Kosovo. Por entonces la situación en Yugoeslavia era cada vez más tensa en lo económico y en lo político; con la crisis del comunismo, muchos antiguos dirigentes del partido comenzaron a replegarse hacia posturas más nacionalistas; la muerte del Mariscal Tito en 1980 había acelerado ese proceso. Yugoeslavia era un complejo Estado nacido en 1929[ii], como Estado monárquico y reconstruido luego del fin de la II Guerra Mundial como república comunista.

Un complejo mosaico de nacionalidades convivieron bajo el férreo régimen de Tito[iii] no obstante ciertos atisbos de libertades como la de los viajes al exterior, la recepción de turistas o cierta libertad de opinión, contrario a lo que se respiraba en el resto de los Balcanes en especial en la Albania de Enver Hoxa y la Rumania de Ceaușescu.

En ese contexto se desarrolló la creciente tensión entre los dirigentes nacionalistas al interior de Yugoeslavia, en especial entre la elite serbia y las del resto de las repúblicas, en especial croatas y albaneses. Ya en 1986 la Academia de Ciencias de Serbia había redactado un memorándum[iv] en donde se explicitaba en sus páginas la noción de la Gran Serbia y el destino histórico de los serbios. Belgrado, capital de Serbia, era también la capital de Yugoeslavia además de ser los serbios mayoría en la distribución demográfica del país.

Esos factores y el dominio que ejercían los serbios de los altos mandos en el ejército yugoeslavo acrecentó los recelos en el resto del país, especialmente entre los kosovares, musulmanes y de origen albanés, mayoría en Kosovo. El ascenso de Slobodan Milosevic, un antiguo dirigente comunista devenido en nacionalista aceleró el deterioro de las relaciones entre Serbia y el resto de las entidades que formaban Yugoeslavia, en especial con Kosovo al cual le quitó la autonomía de la que gozaba la provincia desde la época de Tito, quien para equilibrar el factor demográfico y las aspiraciones nacionalistas serbias y croatas le otorgó además a los musulmanes de Bosnia el estatus de nación. La política de Milosevic con respecto a la autonomía de Kosovo fue vista por los albano-kosovares como una demostración del autoritarismo serbio. En ese contexto no debemos ver las decisiones políticas como algo objetivo y externo al campo social, las decisiones de Milosevic debían estar fundamentadas y construidas dentro de ese campo. 

El discurso de Gazimestán

Como señala Robert D. Kaplan en “Fantasmas Balcánicos”, el 28 de junio de 1988 comenzó la cuenta atrás, de un año de duración, hasta el martirio de Lazar en Kosovo”. (Kaplan, 1998, p 89).

En la mañana del 28 de junio de 1989, según algunos datos, asistieron 1 millón de personas, Slobodan Milosevic pronunció en lo que a la postre y en relación a los acontecimientos venideros sería un discurso crucial en el ocaso de Yugoeslavia como Estado plurinacional. Milosevic se había convertido en el político más poderoso no solo de Serbia sino también de Yugoeslavia, en su rol de líder. Gazimestán era la gran oportunidad para reafirmar ese liderazgo; en este sentido Jiménez Diaz (2008) sostiene que “el habitus del líder político consiste en las estructuras sociales de su subjetividad, la interiorización de las estructuras sociales y de las instituciones por el líder. El líder representa la historia de un grupo de personas o asociación, sea en sentido territorial (Estado, región o municipio), sea en sentido funcional (partido, sindicato u organización socio-política)”. (Jimenez Diaz, 2008, p. 20)

Ese día en Kosovo Polje, en el campo de Gazimestán, Milosevic recordaba un hecho fundamental de la historia, la derrota de los serbios a manos de los ejércitos del Imperio Otomano que por entonces dominaba gran parte de los Balcanes, la batalla se dio en lo que se conoce como “Campo de los Mirlos”; fue en este lugar donde Milosevic, la figura ascendente de la política serbia pronunciaría su ferviente discurso 600 años después. Kosovo representa para los serbios el corazón de su nación, comparable a lo que representa en el folklore nacional el Álamo para los Estados Unidos o las Malvinas para el pueblo argentino.

La idiosincrasia serbia y los recuerdos como nación tienen su firmamento en los hechos sucedidos en Kosovo en 1389. La construcción y el mantenimiento de la identidad serbia estaría atada por lo tanto a lo que los serbios consideran como su provincia, como señala Kaplan, “la derrota y el martirio atrae a los serbios”. (Kaplan, 1998, p. 81)

El discurso de Milosevic[v] fue un mensaje directo a la audiencia para la reconstrucción de la identidad serbia oscurecida primero por los otomanos y luego, aunque no explicitada por aquél, por los años en que el comunismo gobernó Yugoeslavia; de esa manera se refería a que “cuando se creó la Yugoslavia socialista, en este nuevo Estado los dirigentes serbios seguían divididos, con tendencia a contemporizar, en detrimento de su propio pueblo. Las concesiones que muchos líderes serbios hicieron a expensas de su pueblo no pueden aceptarse, ni histórica ni éticamente por ninguna nación en el mundo”. En este sentido Levy-Strauss sostiene que “el significado básico del mito no está ligado a la secuencia de acontecimientos, sino más bien, si así puede decirse, a grupos de acontecimientos, aunque tales acontecimientos sucedan en distintos momentos de la historia”. (p. 68). La importancia simbólica de Gazimestán fue el resurgimiento del pueblo serbio en tanto actor social o en términos de Alexander Wendt, “agente”. Como sostiene Laclau, “la emergencia del «pueblo» como actor histórico es, entonces, siempre una transgresión respecto de la situación precedente”. (Laclau, 2005, p. 248)

En las primeras décadas del siglo XX, de forma profética, Ortega y Gasset, en medio de una Europa convulsionada escribió que “hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Milosevic en una especie de construcción del tiempo histórico, en términos de Reinhardt Koselleck, como nexo entre la experiencia del pasado y las expectativas futuras, sostuvo que “por una serie de circunstancias sociales, este grandioso 600 aniversario de la Batalla de Kosovo tiene lugar en un año en el que Serbia, después de mucho tiempo, después de muchas décadas, ha recuperado su estado y su integridad nacional y espiritual. Por lo tanto, no es difícil hoy día para nosotros contestar a la vieja pregunta: ¿cómo vamos a enfrentar a Miloš ?[vi]. A través del juego de la historia y de la vida, parece como si Serbia, precisamente en este año, en 1989, ha recuperado su estado y su dignidad, y así celebra un evento distante en el pasado, que tiene un significado histórico y simbólico para su futuro”. (Slobodan Milosevic, Discurso de Gazimestán, 28 de junio de 1989).

El relato de Milosevic, acudiendo a la perspectiva de Levy-Strauss en cuanto a la noción de “mito”, lo real y la leyenda se confunden. De esta manera el líder serbio refiere a que “es difícil decir qué es verdad histórica y qué es leyenda sobre la batalla de Kosovo. Hoy esto ya no es importante”. Según las crónicas serbias basadas en las “Enconium to Prince Lazar” escritas de forma anónima luego de la batalla, aquella mañana del 28 de junio de 1389 el príncipe recibió un mensajero de parte del Santo Elías. Lazar debería elegir entre la derrota y un reino celestial o la victoria y un reino terrenal. El Príncipe Lazar eligió la segunda opción, la derrota y el reino celestial, por lo que construyó una iglesia, llamó al patriarca, bautizó su ejército y se enfrentó a las fuerzas otomanas. La derrota y el ascenso al reino celestial le asegurarían al Príncipe Lazar un lugar privilegiado en la historia serbia.

El discurso de Gazimestán, en un contexto político de creciente tensión entre serbios y albaneses fue una conjugación de factores políticos, económicos y sociales, Milosevic, hábilmente, logró captar la atención de un público azotado por la crisis que vivía el país y lo tradujo en un discurso de tinte nacionalista En este sentido, la recurrencia a los mitos de la historia serbia y de un pasado glorioso sirvieron como sutura para cerrar la reconstrucción de la identidad serbia, Slobodan Milosevic apelaba al pueblo serbio y a su conciencia colectiva. Como señala Benedict Anderson “la nacionalidad, o la “calidad de nación» —como podríamos preferir decirlo, en vista de las variadas significaciones de la primera palabra—, al igual que el nacionalismo, son artefactos culturales de una clase particular”. (Anderson, 1983, p 21).

En este contexto, ¿podría denominarse al régimen de Milosevic como un régimen populista? Laclau (2005) sostiene que acerca del «”populismo” no entendemos un tipo de movimiento —identificable con una base social especial o con una determinada orientación ideológica—, sino una lógica política».(Laclau, 2005, p 21). Desde ésta perspectiva y como señala el mismo autor, “sabemos que el populismo requiere la división dicotómica de la sociedad en dos campos —uno que se presenta a sí mismo como parte que reclama ser el todo—, que esta dicotomía implica la división antagónica del campo social, y que el campo popular presupone, como condición de su constitución, la construcción de una identidad global a partir de la equivalencia de una pluralidad de demandas sociales”. (Laclau, 1985, p 93). Hacia 1989, la situación en Yugoeslavia se había deteriorado lo suficiente para crear descontento social que podría desembocar en la conformación de un movimiento populista, la crisis económica del régimen yugoeslavo, las diferencias cada vez más grandes entre Belgrado y el resto de las repúblicas, la agitación social entre los albaneses a medida que Milosevic recortaba derechos y garantías en Kosovo se convirtieron en un caldero lo suficientemente importante para la desviación hacia el nacionalismo, Milosevic advirtiendo ese peligro recurriría a posturas nacionalistas como síntesis definitiva, como señala Wendt «los procesos de formación de la identidad en condiciones de anarquía afectan primero y principalmente a la preservación de la “seguridad” del yo». (Wendt, 1999, p 24)

Milosevic se refirió en estos términos ante la enorme multitud presente aquél 28 de junio de 1989: “si perdimos la batalla, no fue sólo por la superioridad social y la ventaja militar del Imperio otomano, sino también por la trágica desunión en el liderazgo del estado serbio en esa época. En ese lejano 1389, el Imperio otomano era no sólo más fuerte que los serbios, sino que también era más afortunado”. (Slobodan Milosevic, Gzimestán, 28 de junio de 1989)

Para Milosevic, apelar al nacionalismo era la condición necesaria dentro de la cual se podrían encuadrar las demandas sociales; como sostenía el líder serbio, “la crisis que ha golpeado en Yugoslavia y ha traído divisiones nacionales, pero también sociales, culturales y religiosas y otras de menor envergadura. De todas estas divisiones, han sido las nacionales las que han resultado ser más dramáticas. Resolverlas hará más fácil mitigar las consecuencias del resto de divisiones por ellas creadas”. (Slobodan Milosevic, Gazimestán, 28 de junio de 1989). En ese contexto una multiplicidad de factores históricos y sociales sirvió de armazón para el discurso de Milosevic, desde esa perspectiva, la identificación del enemigo, que Milosevic evitó referirse en su alocución, fue condición necesaria para aglutinar al pueblo serbio frente a la nueva coyuntura que se presentaba en el país. Adoptando la perspectiva de la post-política de Slavoj Žižek, el líder serbio sostuvo que “la amenaza que esas divisiones generan en la patria común han generado una ola de sospechas, acusaciones e intolerancia. Una ola que invariablemente crece y es difícil de parar. Esta amenaza nos ha colgado como una espada de Damocles durante demasiado tiempo. Los enemigos externos e internos de comunidades multinacionales son conscientes de ésta y por tanto han organizado su actividad contra nosotros fomentando conflictos nacionales”. Como señala Žižek, la post-política  “se basa en la manipulación de una multitud u ochlos paranoide: es la atemorizada comunión de personas atemorizadas”. (Žižek, 2008, p. 102)

Mapa étnico de Kosovo.

Reflexiones finales

Alexander Wendt señala que la identidad «se refiere a una categoría social o etiqueta aplicada a personas que comparten (o se cree que comparten) alguna característica o características, en apariencia, rasgos de comportamiento, actitudes, valores, habilidades (por ejemplo, lenguaje), conocimiento, opiniones, experiencia, puntos en común históricos (como región o lugar de nacimiento), etc.». (Wendt, 1999, p. 225). Desde esa perspectiva analizamos de forma el discurso de Slobodan Milosevic intentamos reflejar como los factores históricos a través de variables políticos, sociales y económicas sirvieron como argamasa en la construcción de un discurso que tuvo como objetivo la reconstrucción de la identidad serbia en un momento clave de la historia balcánica en lo que podría denominarse en término de Mann el «aspecto colectivo del poder». (Mann, 1999, p. 21)

Lo que sucedería luego reafirmarían la importancia de ese discurso. ¿Debemos tomar las palabras de Slobodan Milosevic en Gazimestán como una premonición o como parte de una política tendiente a cambiar el estatus quo impuesto desde 1946 e instaurar el dominio serbio sobre Kosovo y el resto de las repúblicas yugoeslavas ?. En este trabajo intentamos esbozar que las decisiones políticas están construidas socialmente por una argamasa en la que se conjugan la historia, la economía y la identidad, identidad que en nuestro caso se vio reconstruida o reafirmada a través de la retórica nacionalista de Milosevic como paso previo a la política.

Esa mañana de 1989 Milosevic afirmó que «seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque tal situación no puede excluirse aún. En cualquier caso, las batallas no pueden ganarse sin la resolución, el denuedo y el sacrificio, sin las calidades nobles que estaban presentes en los campos de Kosovo en aquellos días del pasado. Nuestra batalla principal es ahora implementar el bienestar económico y el progreso político cultural y prosperidad social general, para encontrar un más rápido y exitoso para la civilización que vivirá en el siglo XXI».

Desde el discurso de Gazimestán han pasado 34 años; las advertencias de Milosevic sobre la posibilidad «del uso de las armas» se cumplieron rápidamente; dos años después de esa fecha Yugoeslavia se desintegró en una brutal guerra inter-étnica, la primera; finalizada ésta en 1995, le siguió en 1998 el inicio de la guerra de Kosovo; la segunda, tan brutal como la anterior y que sería el golpe definitivo a la existencia de esa experiencia política que fue la república yugoeslava.

Los recientes acontecimientos de Kosovo demuestran que la cuestión planteada en los años ‘80. Aún no está resuelta y lejos de alcanzar una solución. Los crecientes enfrentamientos entre la mayoría albano-kosovar y la minoría serbia en el norte de Kosovo, solo contenida por los esfuerzos de la Unión Europea, los Estados Unidos y la ONU, amenazan con alterar el precario statu quo en la región. En ese contexto, el Discurso de Gazimestán cobra en la historia reciente, un valor fundamental para la comprensión de los hechos actuales no solo en los Balcanes sino también como, desde la construcción de una retórica identitaria, se puede llegar a la comprensión de otros fenómenos similares como lo mencionamos al comienzo de éste artículo, Ucrania, Georgia, Moldavia entre otros.

Notas

[1] La premisa básica del enfoque constructivista es que los seres humanos viven en un mundo que construyen, en el cual son protagonistas principales, que es producto de sus propias decisiones. Este mundo, en construcción permanente, es constituido por lo que los constructivistas llaman “agentes”. (Sánchez, 2012, p. 118 ).

[2] Para Serbia, Kosovo es una provincia rebelde, países como Argentina, España o Rusia consideran a Kosovo parte de Serbia mientras que la mayoría de los Estados de la Unión Europea y los EE.UU. reconocen a Kosovo como país soberano.

[3] La I Yugoeslavia fue una unión de croatas, eslovenos y serbios bajo un régimen monárquico. La II Yugoeslavia amplió el concepto de nación a los bosnios de origen musulmán, mayoría en Bosnia-.Herzegovina.

[4] Josip Broz “Tito”, mitad esloveno mitad croata, gobernó  Yugoeslavia al frente del Partido Comunista yugoeslavo desde 1946 a 1980 año en el que falleció. El gobierno se instauró luego de la derrota de las fuerzas alemanas que habían invadido el país en 1941.

[5] Memorándum completo en: https://worldhistorycommons.org/serbian-academy-arts-and-sciences-sanu-memorandum-1986

[6] Discurso completo en castellano disponible en: https://www.ersilias.com/discurso-de-gazimestan/

[7] Miloš Obilić, fue un noble serbio que terminó con la vida del sultán otomano Murad I en el transcurso de la Batalla del Campo de los Mirlos aunque la historia no está ajena a las controversias.

 

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* Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Licenciado en Historia. Córdoba. Argentina

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ACTIVIDADES DE SERBIA EN LAS RELACIONES REGIONALES INTERESTATALES

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Igor Mitrovic en Pixabay 

Debido a toda una serie de circunstancias desfavorables que ocurrieron en el último período del siglo XX, la situación de Serbia en el campo internacional y la diplomacia es un verdadero punto muerto.

Si consideramos la enorme riqueza acumulada por Belgrado en los años de Tito y después de Tito (1945-1980, 1980-1991) dentro de los países afroasiáticos, latinoamericanos, en desarrollo y del Movimiento de Países No Alineados, nos damos cuenta de cómo la crisis de Kosovo, en primer lugar, ha disipado las simpatías internacionales y el apoyo de muchos de estos estados.

Desde la Guerra Fría, las tres “B”» fueron aquellas desde donde pasaban las soluciones a los problemas internacionales y donde los “servicios” llegaban a mediaciones, compromisos y acuerdos: Berlín, Belgrado y Bizancio (Estambul), con la socialista, pero “neutral”, Yugoslavia en el centro de los intereses del escenario. Sin embargo, el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y la “inutilidad” de Yugoslavia para los Estados Unidos de América, comenzaron a mellar el prestigio yugoslavo acumulado durante décadas de paciente y agudo trabajo diplomático. Además, la crisis de Kosovo —manifestada en la independencia de este país, proclamada el 17 de febrero de 2008— ha visto, hasta la fecha, hasta 43 países afroasiáticos y latinoamericanos —así como Washington, Londres, París (estos tres presentes en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas), Roma, Berlín, etc.— apoyar la iniciativa de Prishtinë en detrimento de los intereses de Belgrado. No apoyan la independencia de Kosovo, entre los países de la Unión Europea (que ni siquiera encuentra unidad aquí): Chipre, Grecia, Rumania, Eslovaquia y España.

Si luego añadimos que Serbia cuenta con el apoyo de la actual “mala” Federación de Rusia y de la República Popular China, nos damos cuenta de que para la Unión Europea amorfa y de pensamiento correcto para el vagón de los Estados Unidos de América, Serbia es un elemento molesto y vergonzoso para dejar de lado. Así que Belgrado —a partir de los recuerdos pasados del equilibrio de las principales cuestiones de política exterior (1948-1989)— hoy apunta esencialmente a una visión de seguridad regional, ya que parece que las condiciones para la maniobra de política exterior global son cada vez menos favorables. Por otro lado, en los últimos años, a pesar de la complejidad de la posición de Serbia en la estructura de las relaciones en la región de los Balcanes, el Estado serbio ha logrado encontrar un cierto patrón de existencia e incluso obtener beneficios políticos y económicos frente a la agitación. Sin embargo, la historia pretende mostrar que el modelo de equilibrio serbio (también de la Serbia preyugoslava) tiene una cierta raíz de solidez.

A principios de 2022, con todas las reservas, el Estado serbio, principalmente en los esfuerzos económicos, actuó con confianza. Un cierto indicador es el hecho de que la deuda pública del gobierno serbio en 2020-2022 se mantuvo en el nivel del 51-53% del PIB, mientras que el promedio de los países de la zona del euro es del 98,3%. En general, Serbia logró resolver el problema de la autonomía, estabilizar la situación política interna a expensas de la centralización política, hacer frente al Covid-19 y posicionarse como un centro de comunicaciones regionales, y esto aseguró una afluencia de inversiones en infraestructura a gran escala y proyectos industriales.

Los costos de esta estrategia son la preservación del nivel promedio de salarios en Serbia, en comparación con los países vecinos de la región. Es inferior a Eslovenia, Croacia, Rumania y Bulgaria, pero superior a Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Albania y Macedonia del Norte (hasta el 17 de junio de 2018: Antigua República Yugoslava de Macedonia).

Una circunstancia importante a destacar es la importante presencia de empresas alemanas en el país. Como señaló el presidente serbio Aleksandar Vučić en una conferencia de prensa, 77.000 ciudadanos serbios están empleados en empresas alemanas en Serbia (en 2014 había 17.000). Debe tenerse en cuenta que la participación de las exportaciones serbias a Alemania (alrededor de 2.740 millones de euros) reclama un estatus igual (42,1%) en la estructura del comercio bilateral (6.510 millones de euros), pero esto es más cierto para Italia (44%), Hungría (47,5%) y Polonia (44,3%).

Por lo tanto, desde un punto de vista económico, Serbia se siente muy cómoda en el sistema de relaciones económicas continentales, pero algunos estados europeos están poco interesados en la pérdida del mercado y las ubicaciones serbias.

Por otro lado, hay muchos puntos de presión sobre el liderazgo de Serbia. La decisión de la Corporación Fiat-Chrysler de trasladar parte de la producción de la ciudad de Kragujevac (Serbia central) a Eslovaquia ha provocado protestas de los trabajadores y una ola de demandas contra el Estado serbio, que posee el 33% de las acciones de la empresa. Al mismo tiempo, el liderazgo serbio todavía tiene derecho a contar con el atractivo de la inversión en su estado, ya que la salida de una empresa podría ser reemplazada por la llegada de empresas de Francia, Turquía u otros países interesados en las comunicaciones serbias y la mano de obra barata.

Cabe destacar que la primera conversación sobre la intención de Serbia de abandonar el gas ruso se remonta a 2015, pero solo ahora el problema se está volviendo serio. Sin embargo, hay dos aspectos que dificultan la limitación de los suministros rusos. El primer aspecto es que incluso en las condiciones actuales el precio del gas serbio (reexportado) será uno de los más bajos de Europa. El segundo aspecto está relacionado con el riesgo de que en configuraciones alternativas de transporte de gas, Serbia esté destinada a una posición periférica. Por otro lado, un aumento en el nivel de las negociaciones sobre el precio del gas y la aparición de demandas siempre nuevas indicarán dos cosas: o que Serbia finalmente se ha encontrado en nuevas configuraciones regionales «alternativas» con respecto al gas, o que los costos de la cooperación con Rusia han comenzado a superar los beneficios.

Vale la pena prestar atención a las declaraciones de junio de 2022 del primer ministro croata, Andrej Plenković, quien proclamó que «ahora no es el momento de sentarse en dos sillas» y Serbia «debe ser muy cuidadosa y decidir qué lado elegir y apoyar». Otro tema está relacionado con la literatura emergente sobre los derechos de la minoría nacional croata en Serbia, llevada a cabo por la Academia Croata de Ciencias y el partido gobernante de Croacia, la Unión Democrática Croata (Hrvatska demokratska zajednica). Por lo tanto, la cuestión de la adhesión de Serbia a la UE corre el riesgo de adquirir un nuevo problema, que debe combinarse con el de la controversia sobre el mencionado Kosovo: puede surgir la perspectiva de un veto croata sobre dicha entrada.

Refiriéndose a la posición de Croacia, cabe señalar que el tamaño del contingente croata en la misión de la KFOR (Fuerza de Kosovo) en Kosovo se ha multiplicado por 3,5 (de 40 a 150 personas); así que Zagreb está expandiendo su presencia en este punto nodal de la región. Esta decisión se tomó durante 2021, es decir, mucho antes de la escalada ucraniana y plantea preocupaciones sobre la situación en los Balcanes. La concentración de tropas extranjeras en las misiones EUFOR-Bosnia y Herzegovina (Operación Militar de la Unión Europea en Bosnia y Herzegovina) y la KFOR es una realidad con la que Belgrado tendrá que lidiar. Tenga en cuenta que estamos hablando de contingentes principalmente de países de Europa continental (Austria, Croacia, Alemania, Grecia, Italia, Polonia, Hungría), Turquía, así como el Reino Unido, que parece haber decidido dar marcha atrás en su decisión de 2019 de reducir la presencia de su ejército en la mencionada EUFOR-Bosnia y Herzegovina.

Podríamos decir que existe una clara probabilidad de un escenario de control directo contra Belgrado y los intereses serbios en la región. El problema es que esta acción dirigida solo multiplicará los problemas, y la obvia ausencia de su aliado Rusia de la mesa de negociaciones no garantizará un equilibrio entre las otras potencias interesadas en los temas fundamentales para una nueva reorganización regional.

No se puede descartar una situación extremadamente insidiosa, cuando los intentos bastante sinceros de integración europea por parte serbia se encontraran con un veto croata (u otro) y estimularán el crecimiento del euroescepticismo en el país. La paradoja radica en el hecho de que, sin sufrir un exceso de ilusiones europeas, los dirigentes serbios apoyan conscientemente iniciativas concretas de integración.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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YUGOSLAVIA DE AYER Y SERBIA DE HOY: LEGADO Y SUCESIÓN EN LA HISTORIA DE UN EXPERIMENTO TRÁGICO Y SANGRIENTO

Giancarlo Elia Valori*

El 28 de junio de 1948, el “Rudé Právo” —el órgano central del Partido Comunista de Checoslovaquia— publicó la resolución del Kominform expulsando al Partido Comunista de Yugoslavia de su seno, acusando a Tito de política de odio hacia la Unión Soviética y de propaganda trotskista y contrarrevolucionaria.

Un cuidadoso análisis de la profesora Carla Konta de Rijeka nos dice en el ensayo American public and cultural diplomacy in Yugoslavia in the fifty and sixties que la excomunión estalinista de Tito, empujó al líder yugoslavo a recurrir a Occidente en busca de alianzas, apoyo financiero y técnico-militar necesario para la supervivencia del país y su crecimiento. Tan pronto como la gravedad de la crisis soviético-yugoslava se hizo evidente, la lógica de la Guerra Fría llevó a un apoyo inmediato para Belgrado desde el bloque occidental. En los años cincuenta, Yugoslavia se convirtió en el socio “comunista” de los Estados Unidos de América y la gran cantidad de ayuda de Washington, asignada en forma de alimentos, dinero no reembolsable, créditos financieros, aplazamientos de cuotas de crédito y asistencia técnico-militar a través de la CIA (f. 1947), el Programa de Ayuda de Defensa Mutua (f. 1949), etc., transformó al régimen de Tito en un claro aliado de la Casa Blanca, y al mismo tiempo también una quinta columna en el campo socialista en los países en desarrollo.

Por lo tanto, añadiría que Yugoslavia se puso a disposición de Occidente, pero sin afectar a su apariencia socialista. Era natural que para Belgrado fuera esencial mantener la forma de gobierno de un Estado independiente tanto en presencia de sus propios pueblos como en relación con los integrantes del Movimiento de Países No Alineados y del Tercer Mundo. Yugoslavia —en el gran escenario de ficción— actuó en esta dirección no uniéndose a la OTAN, pero al mismo tiempo sin renunciar a los subsidios esenciales para la modernización del ejército que la convirtieron en una de las más poderosas y sólidas del planeta. Hasta el punto de que en 1980, el año en que murió Tito, Yugoslavia era uno de los diez mayores exportadores de armas del mundo. Según datos oficiales, con este comercio se adquirió el 72% de las divisas necesarias para comprar otros armamentos. Y para fomentar las ventas, ya en 1970 se instaló una exposición permanente en Nikinci, un pueblo cerca de Šabac, una ciudad y municipio del distrito de Mačva en el noroeste de Serbia Central, en la frontera con Vojvodina y Bosnia y Herzegovina, ubicada a orillas del río Sava. Allí los compradores potenciales podrían probar las armas incluso en un campo de tiro. Cada año, entre 3 y 400 delegaciones se detenían allí, dos tercios de ellas del extranjero.

Debe agregarse que este ludus scenicus duró mientras el Muro permaneció en pie. Después de su colapso, Yugoslavia ya no era necesaria para la Casa Blanca, y los pueblos que componían ese Estado, a quienes la propaganda políticamente correcta, ingenua y servil del Partido Comunista Italiano, titista y pro-foibe, afirmaba que se amaban en una especie de paraíso en la Tierra, comenzaron a matarse unos a otros de una manera que en comparación con la guerra entre Rusia y Ucrania es todavía muy pequeña. Recuerdo a los que lo han olvidado: la guerra de independencia de Eslovenia (1991); la guerra de independencia en Croacia, duró cuatro años (1991-95); la guerra etno-religiosa de tres años en Bosnia y Herzegovina entre católicos croatas, musulmanes bosnios y ortodoxos serbios (1992-95); y, por último, la guerra por la independencia de los albaneses de Kosovo que duró dos años (1998-99). La guerra no estaba a las puertas de Europa como lo es hoy, sino en Europa y a poca distancia de nosotros. En total diez años: a partir del 31 de marzo de 1991 al 12 de noviembre de 2001.

En una Europa sin atributos y sin ejército, rica sólo en palabras y moralismo de cuatro brazos por lira, se olvida que las guerras en el corazón de la Yugoslavia socialista se describen como el conflicto armado más mortífero en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Las guerras yugoslavas han estado marcadas por innumerables crímenes de guerra, incluidos el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, la depuración étnica y las violaciones masivas. Las masacres bosnias fueron el primer evento bélico europeo que se clasificó formalmente como genocida en carácter después de los crímenes del Tercer Reich alemán, y muchas figuras clave de la antigua Yugoslavia que lo perpetraron fueron posteriormente acusadas de crímenes de guerra. El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia fue establecido por las Naciones Unidas en La Haya, Países Bajos, para enjuiciar a todos los que habían cometido crímenes de guerra durante los conflictos.

Según el Centro Internacional para la Justicia Transicional, las guerras yugoslavas han causado la muerte de 140.000 personas a pocos kilómetros de las sedes occidentales de los líderes de Europa, mientras que el Centro de Derecho Humanitario estima al menos 130.000 víctimas. Durante sus diez años de duración, los conflictos también han provocado graves crisis humanitarias y de refugiados. Pero hoy tratamos de olvidar un evento favorecido por la impotencia europea y la conveniencia de algunos países de la actual UE que luego, por intereses comerciales, favorecieron y reconocieron la independencia de algunos componentes de Yugoslavia en proceso de decadencia, golpeando la susceptibilidad de Belgrado y el componente serbio.

Pero, ¿qué queda en Serbia de la herencia yugoslava? Después de la secesión entre 1991 y 1992 de cuatro de las seis repúblicas constituyentes de la República Federativa Socialista de Yugoslavia (Socijalistička Federativna Republika Jugoslavija), el Estado sobreviviente, renombrado República Federativa de Yugoslavia (Savezna Republika Jugoslavija), afirmó ser el sucesor de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, pero las repúblicas recién independizadas se opusieron. Al mismo tiempo, los representantes de Belgrado siguieron ocupando el escaño yugoslavo original en las Naciones Unidas, pero los Estados Unidos de América rechazaron a sus antiguos funcionarios y se negaron a reconocerlo. La población y el territorio de la nueva República Federativa de Yugoslavia eran menos de la mitad de la población de la ex República Federativa Socialista de Yugoslavia.

En 1992, el Consejo de Seguridad de la ONU, mediante la Resolución 777 del 19 de septiembre, y la Asamblea General, mediante la Resolución 47/1 del 22 de septiembre, decidieron no permitir que la nueva RFY se sentara en la Asamblea General con el nombre de “Yugoslavia” sobre la base de que la República Federativa Socialista de Yugoslavia se había disuelto. La República Federativa de Yugoslavia (en 2003 pasó a llamarse Unión de los Estados de Serbia y Montenegro) y fue admitida como nuevo Miembro de las Naciones Unidas el 1° de noviembre de 2000: en mayo de 2006 Montenegro declaró su independencia y Serbia ha seguido ocupando desde entonces la sede de la antigua Unión Estatal de Serbia y Montenegro.

Sin embargo, es bueno volver a la cuestión de la sucesión de la antigua Yugoslavia, para comprender mejor cómo este experimento inaugurado el 1° de diciembre de 1918 (Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos), reconocido oficialmente después de la Conferencia de Paz en Versalles en 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, y fortalecido al final de la Segunda Guerra Mundial en Yalta, fue rechazado y detestado por los pueblos de la antigua Federación hasta el punto de descartar su nombre de la historia.

Las primeras negociaciones sobre la cuestión de la sucesión de la antigua Yugoslavia socialista comenzaron en 1992 en el marco del grupo de trabajo de la Conferencia de Paz para Yugoslavia, que se inauguró el 7 de septiembre de 1991. El acuerdo fue bloqueado inicialmente por la insistencia de la mencionada República Federativa de Yugoslavia (Serbia + Montenegro) para ser el continuador legal y político exclusivo de la Yugoslavia socialista, así como el propietario de todos los activos estatales del anterior gobierno federal socialista, y estaba dispuesto a renunciar a parte de los activos solo como un acto de buena voluntad. La República Federativa de Yugoslavia trató de interpretar la desintegración de la Yugoslavia socialista como un proceso de secesión en serie y no como un desmembramiento completo del estado anterior: pero esta interpretación fue rechazada rotundamente por las otras ex repúblicas yugoslavas.

La Comisión de Arbitraje de la Conferencia para Yugoslavia (comúnmente conocida como el Comité de Arbitraje de Badinter) recomendó una división de activos y pasivos basada en el principio de equidad e incluso se refirió a la Convención de Viena de 1983 sobre la sucesión de Estados en asuntos de propiedad, archivos y deudas del Estado (convención no vigente en ese momento,  firmado por sólo seis Estados miembros, incluida la socialista Yugoslavia). Esta propuesta era inaceptable para la República Federativa de Yugoslavia, lo que motivó al Fondo Monetario Internacional a desarrollar un modelo clave alternativo que incluía el poder económico de las repúblicas y su contribución al presupuesto federal que fue aceptado por todos. La participación clave fue determinada por la República Federativa de Yugoslavia con el 36,52%, Croacia con el 28,49%, Eslovenia con el 16,39%, Bosnia y Herzegovina con el 13,20% y Macedonia con el 5,20%; también se llegó a un acuerdo sobre el oro y otras reservas en el Banco de Pagos Internacionales.

Después del final del bombardeo de la OTAN de Belgrado, Serbia y Montenegro, seguido al año siguiente por el ocaso de Slobodan Milošević (5 de octubre de 2000), los estados sucesores concluyeron su acuerdo. En 2001, con el apoyo de la comunidad internacional, cinco países (Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, la Antigua República Yugoslava de Macedonia —hoy Macedonia del Norte— y la República Federal de Yugoslavia [Serbia + Montenegro]) firmaron el Acuerdo de Sucesión: confirmaron definitivamente que se habían formado cinco estados sucesores soberanos iguales después de la disolución de la antigua Yugoslavia socialista. Este acuerdo entró en vigor el 2 de junio de 2004, cuando el último Estado sucesor lo ratificó. El acuerdo se firmó como un tratado integral que incluía anexos sobre bienes diplomáticos y consulares, activos, intereses y pasivos financieros, archivos, pensiones, otros derechos, así como propiedad privada y derechos adquiridos. En la posterior disolución en 2006 de la Unión de los Estados de Serbia y Montenegro (uno de los cinco estados sucesores antes mencionados) los dos países acordaron la única sucesión serbia de los derechos y obligaciones de su antigua federación.

El trágico legado del “Cielo en la Tierra” yugoslavo fue borrado para siempre.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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