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EL DISEÑO GEOESTRATÉGICO QUE AFLORA EN UCRANIA

François Soulard*

Las últimas maniobras en la guerra ruso-ucraniana han evidenciado el diseño geoestratégico subyacente a la invasión de Rusia a Ucrania. Para Moscú no se trata de un mero reflejo defensivo destinado a frenar militarmente la expansión de la OTAN hacia el este. En el fondo, el proyecto ofensivo de Rusia tiene que ver con reconfigurar la seguridad de Europa oriental, buscando controlar a Kiev, Bielorrusia, Georgia y Moldavia, actuando paralelamente en otros escenarios geopolíticos y en la geoeconomía para proyectar un rol mucho más protagónico en la creciente bipolaridad actual. Esta gran estrategia, mal percibida en la intensa batalla de percepciones que envuelve el conflicto, refleja la trama geoestratégica contemporánea.

La narrativa rusa fundada en la expansión efectiva de la OTAN

Desde febrero 2022, la narrativa rusa para legitimar la invasión de Ucrania ha sido fundada en la expansión de la OTAN hacia el este. La ampliación otaniana es un hecho y se enmarca, como lo sugirió Zbigniew Brzezinski en 1997, en una ofensiva más extensa de los Estados Unidos para reducir el perímetro de influencia soviética hacia las fronteras de Rusia en el periodo posterior a la Guerra Fría. La revolución naranja y la “diplomacia transformadora”, exitosamente desplegada desde Washington en Ucrania entre los años 2000 y 2014, fueron partes de esta ambición.

Fundamentalmente, es a inicios de este periodo que una parte de las élites rusas van a asociar progresivamente el derrumbe de la Unión Soviética a la matriz de influencia occidental, la percepción de haber sido corrido por la OTAN y la inercia de la propia burocracia rusa. Esta percepción, cristalizada al interior de Rusia por la impronta de Vladímir Putin, encuentra un eco a una larga obsesión estratégica del imperio ruso en mantener una cintura protectora en su flanco occidental. La hubris del “nuevo siglo americano”, impulsado por los neoconservadores norteamericanos a partir de 1997, acentuará esta polarización a la luz de las injerencias que realiza Washington en el derecho internacional en los escenarios de Irak y Libia.

El desarrollo de la OTAN va a orientar inclusive las etapas de integración de nuevos países a la Unión Europea, en contraste manifiesto con la ausencia de voluntad del bloque europeo para formar una arquitectura genuina de defensa.

La ausencia de defensa colectiva en Europa

Es importante subrayar este contraste de la capacidad de defensa europea con la de la OTAN que ha sido palmariamente ilustrado por sus varios episodios de crisis y que fue correctamente mapeado por los tanques de pensamiento rusos antes de 2022[1]. Entre 1986 y 2000, ninguna coordinación fue posible entre países europeos para responder a la guerra yugoslava, obligando a los Estados Unidos a intervenir militarmente en Kosovo. En 2016, Donald Trump cuestiona la escasa contribución financiera de los integrantes europeos (sólo siete estados respetan la regla de contribución del 2% en materia de presupuesto militar). En 2019, los Estados Unidos y Turquía deciden actuar en Siria sin consultar a sus aliados de la OTAN, creando así una nueva tensión que deriva luego en un cruce greco-turco en el Mediterráneo. En 2021 el desborde migratorio generado por Bielorrusia y Turquía genera otra tensión interna.

En diciembre 2022 la primera ministra finlandesa bien resumió lo que todos sabían sobre esta contradicción en materia de seguridad al momento de firmar el ingreso de Finlandia a la alianza atlántica: “nos sumamos a la OTAN porque estaríamos en problema sin el apoyo de los Estados Unidos”. Vale recordar que el presupuesto militar de la OTAN era de 950.000 millones de dólares anuales en 2018, los Estados Unidos aportando un 70% del total, con 66.000 millones de dólares para el presupuesto militar de Rusia.

A pesar de su volumen económico, la defensa europea es fragmentada y da un trágico reflejo de la ausencia de voluntad para construir un estatus de potencia y recubrir mayor niveles de soberanía.

El ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN fisura la narrativa principal

En abril de 2022, el ingreso de Finlandia a la OTAN a pedido de su gobierno (la de Suecia está en camino), creando una larga línea de contacto entre Rusia y la alianza militar (1300 km de frontera finlandesa), no genera reacciones diplomáticas o militares particulares de Moscú, más allá de algunos gestos retóricos. Mientras Vladímir Putin afirmaba en 2021 que había una línea roja no transable para la relación de Ucrania con la alianza atlántica, el mismo declaraba en mayo de 2022 que no veía al ingreso de Helsinki y Estocolmo como una amenaza real mientras no hayan consecuencias significativas en término de infraestructuras militares.

Al final, se evidenciaba que Finlandia no constituía un espacio de carácter estratégico para Moscú, comparativamente a Ucrania. Por ese mismo motivo, el argumento de describir a la OTAN como una amenaza existencial reveló su falta de idoneidad. Apareció más nítidamente que el eje principal de Moscú era Kiev y su no adhesión a la OTAN. Para entender más a fondo esta perspectiva hay que revisitar por un lado el derrotero de las relaciones con la OTAN y la matriz conflictiva que desarrolló Rusia desde el año 2014 en Ucrania y a nivel global.

Breve repaso de la relación OTAN-Rusia

Al momento de la caída de la Unión soviética, los occidentales empiezan rápidamente a trabajar en la sombra para debilitar a la economía rusa (con la participación de la oligarquía rusa) y acelerar la transición político-cultural en los ex-países soviéticos. Esta transición cultural corresponde a un movimiento genuino en los ex-países soviéticos desde el final de la Primera Guerra Mundial. Pero se amplifica y se instrumentaliza para inclinar a los regímenes políticos del lado atlántico. Ancladas en el activismo de la sociedad civil, varias revoluciones de colores se implementan en Serbia (2000), Georgia (2003), Ucrania (2004 y 2014), Kirguistán (2005, sin dar resultados), con el apoyo constante del ecosistema de influencia de Washington.

En la superficie, la política imperial estadounidense está envuelta en una actitud respetuosa al recalcar la “necesidad de preservación de la Unión Soviética” como lo expresaba textualmente el presidente George H.W. Bush[2] en 1991. En 1990, Mijaíl Gorbachov y el secretario de Estado estadounidense, James Baker, acuerdan explícitamente un no avance de la OTAN circunscrito a Alemania del Este, acuerdo que será codificado en el tratado de Moscú (“4+2”) sobre la cuestión alemana. Se cumple la no instalación de fuerza extranjera e infraestructura de la OTAN en el territorio de los nuevos länders alemanes. Este consenso no hace alusión a la idea de nuevos miembros y de la no expansión otaniana hacia los ex-países del Pacto de Varsovia. Lo recordará el mismo Mijaíl Gorbachov en 2014[3].

En 1993, la crisis en Yugoslavia modifican las percepciones. Moscú incentivó el separatismo en una parte de Moldavia en 1992 (Transnistria). Más adelante, impondrá su predominio mediante la fuerza militar en Chechenia en 1999, mientras ocupará una parte de Georgia (Osetia y Abjasia) en 2008. Alemania y Estados Unidos empiezan a contemplar la integración de países del este europeo a la alianza con el telón de fondo de la permanente prudencia en no desatar alarmas en Moscú. En 1997 los miembros de la alianza vuelven a asegurar que la OTAN no desplegará armas nucleares ni fuerzas de combate substanciales en el territorio de los nuevos países miembros. En 2008, luego de la integración de una decena de nuevos países en la Organización del Atlántico Norte, George W. Bush empieza a agitar la idea de incorporación de Ucrania, encontrando de pronto la oposición de Francia y Alemania hasta el año 2022. En febrero de 2022, en vísperas de la invasión de Ucrania y ante el ultimátum planteado por Vladímir Putin, el canciller alemán Olaf Scholz no duda en reiterar que Kiev no será miembro de la organización antes de por lo menos 30 años.

La guerra irregular en Ucrania, el capítulo Crimea

El año 2014 es el punto de inflexión de una contraofensiva de Rusia dirigida hacia Ucrania en sintonía con otras maniobras. Kiev ha ratificado su salida política de la órbita rusa, como exitoso resultado de la revolución de color incentivada desde hace quince años. Las masas del Euromaidan han rechazado al presidente pro-ruso Víktor Yanukóvich y colocan a Kiev del lado euro-atlántico. Precipitado caóticamente por un episodio violento en la plaza Maidan, el cambio es sinónimo de golpe de Estado para Moscú, orquestado directamente desde el mundo occidental con la complicidad de grupos ultranacionalistas y neonazis ucranianos (Bandera).

La recuperación de Crimea en febrero 2014 es la primera contrarreacción de Rusia. La península alberga a 15.000 soldados ucranianos y es conquistada en una semana, casi sin combates. La anexión militar de la península se disfraza hábilmente de fuerzas especiales rusas fusionadas con los grupos separatistas locales y luego con un referéndum de autodeterminación (marzo 2014). Al violar el derecho internacional, la anexión genera naturalmente un fuego enemigo con las primeras condenas políticas, junto con sanciones económico-diplomáticas.

Enfrentamiento irregular en el Donbás

En un segundo tiempo y hasta febrero de 2022, Rusia emprende una guerra por debajo del umbral de confrontación abierta con múltiples frentes en el norte, en el Donbás y en el frente interno a escala de toda Ucrania. Por un lado, grandes ejercicios militares están organizados en la frontera ruso-ucraniana (con un total de cerca de 100.000 hombres movilizados). Por otro lado, se empuja a un movimiento insurreccional, al principio difuso, en el sector del Donbás. Los grupos separatistas son apoyados y militarizados con mercenarios despachados desde Moscú.

En el frente, varios batallones de ucranianos nacionalistas se militarizan también, mientras Kiev moviliza a fuerzas regulares en el marco de una operación “anti-terrorista” que va lograr equilibrar temporariamente la correlación de fuerza. Rápidamente, el aumento de la ofensiva militar rusa termina quebrando el frente ucraniano a fines de 2014 y principios de 2015, obligando Kiev a firmar sucesivamente los acuerdos de Minsk y Minsk II. Ni Ucrania, ni las repúblicas separatistas del Donbás, ni Rusia respetarán estos acuerdos.

Con otras partes del ejército ucraniano fijadas en las zonas de maniobra fronteriza, Ucrania se encuentra estratégicamente paralizada, sin que ambos campos se hayan oficialmente declarado la guerra.

Guerra informacional y political warfare

En el teatro informacional, Rusia busca alterar las percepciones y los resortes motivacionales de sus adversarios. La ofensiva se centra en cuatro ejes: 1. demonizar a Ucrania e instalar leitmotivs justificadores (grupos ultranacionalistas, laboratorios de guerra bacteriológica, decadencia de sus élites, etc.); 2. ocultar la participación directa de las fuerzas rusas en el Donbás e incentivar un movimiento insurreccional separatista; 3. desmoralizar y fragmentar la sociedad ucraniana; 4. cuestionar el arco occidental, subvertir su estructura de percepción y dividir a las opiniones públicas (revolución de color, intervencionismo en Irak, Afganistán, Libia, expansión de la OTAN, etc.). Esta ofensiva incluye también a la sociedad rusa donde 50% de los rusos consideraban a principios de 2022 que la OTAN y Occidente en general son responsables de la tensión con Ucrania.

Recordamos que el canal RT y Sputnik fueron creados en el año 2005, luego de los sublevamientos fomentados en Georgia (2003) y Kiev (2004) como herramienta de influencia a nivel internacional, en sintonía con un ecosistema de medios que levantan sus contenidos.

Otra vía de influencia tiene que ver con los canales diplomáticos secretos entre las inteligencias estadounidenses y rusas y la activación de un campo social favorable a la posición de la pacificación. Se confirma en julio de 2023 que existían permanentes conversaciones diplomáticas secretas[4] entre antiguos altos funcionarios de seguridad nacional de los Estados Unidos y altos cargos del Kremlin. La vía de pacificación consiste en fomentar un sector de opinión proclive a la no confrontación con Rusia, particularmente vigente al interior de los Estados Unidos y Europa.

“Hay que evitar humillar a Rusia”, “no hay que entregar Moscú a los brazos de Pekín”, “se debe evitar sí o sí el caos vinculado a un posible derrumbe de Rusia”, “los occidentales no creen en el éxito de la contraofensiva” son varias de las expresiones sintetizando los métodos de chantaje por el caos, por la amenaza o el poderío autocrático que se fueron asimilando al interior del mundo occidental. La CIA[5] inclusive participó en este papel de relativización y de negación de la realidad conflictiva[6], lo cual agregó elementos favorables a Moscú para plantear un ultimátum a la OTAN a fines de 2021 y luego invadir a Ucrania.

Esta atmosfera, dibujando una suerte de contexto de Munich donde las potencias esquivan la confrontación, fue evaluada como tal por Moscú. A fines de 2021 se decidió generar dos propuestas de acuerdos de seguridad, apuntando a obtener garantías de parte de los Estados Unidos y de la OTAN. Los textos solicitaban explícitamente una “renuncia a cualquier ampliación de la OTAN, el fin de la cooperación militar con los países post-soviéticos, la retirada de las armas nucleares estadounidenses de Europa y el regreso de las fuerzas armadas de la OTAN a las fronteras de 1997”, junto con la no navegación en los mares Negro, Báltico, Barents, Ojotsk, sin que se haga alusión en contrapartida a la ocupación rusa en Abjasia, Osetia del Sur, Crimea o en el Donbás. En otras palabras, se trataba de borrar del mapa a la OTAN y apagar la presencia de los Estados Unidos en Europa.

Kiev y la respuesta atlántica

La derrota del plan relámpago para tomar a Kiev en febrero 2022 no impide a los amos del Kremlin de seguir trabajando en este terreno de la influencia para voltear a la administración de Kiev. Con las dudas frecuentes expresadas por los aliados occidentales y su inercia para la entrega de material bélico, los dirigentes rusos piensan haber convencido a Kiev de renunciar a cualquier victoria. Así, Moscú fortalece su esfuerzo para desmotivar a su rival, sumando las nuevas dudas vinculadas al alcance de la contraofensiva iniciada en junio de 2023, junto con la idea de que una negociación de paz se está realizando a espaldas[7] de Ucrania entre Washington y Moscú.

Simétricamente, la esfera atlántica articuló varios frentes informacionales para alimentar la percepción de amenaza rusa y contrarrestar sus ofensivas. Ya desde 2005, la vuelta de la potencia rusa había generado una estigmatización de Rusia en los Estados Unidos y Europa. Permitió mantener un norte movilizador para los países miembros de la OTAN cuyas prioridades en seguridad se han ido dispersando. La ruptura con Rusia en 2022 permitió reactivar la vigencia de la alianza atlántica e instalar nuevamente a Washington como el gran defensor de la soberanía y la libertad luego de las derrotas políticas de Washington en el Medio Oriente. Todo el ecosistema ideológico de la OTAN está reactivado y trabaja en polarizar las percepciones. En Kiev, Volodímir Zelenski desempeñó un papel muy relevante para poner a los países occidentales frente a sus “deberes” y contrarrestar internamente la influencia rusa.

De forma general, todo este choque de maniobras informacionales ha precipitado una lectura muy maniquea de la guerra ruso-ucraniana, polarizada entre ambos campos.

Guerra geoeconómica en el sector energético y agroalimentario

Una ofensiva geoeconómica acompaña este escenario. Bien antes de febrero de 2022, Rusia se ha asegurado el respaldo de China e incentivó por un lado la dependencia energética de Europa y por otro un acercamiento económico con China y Asia. En 2013 y 2014, se firman varios acuerdos energéticos con China, entre ellos la construcción de gasoductos, mientras en 2019 Rusia se vuelve el mayor proveedor de petróleo para China. La invasión de febrero de 2022 es seguida de un recorte de 75% de la exportación de gas a Europa, dependiendo un 40% del gas ruso que transita principalmente por los dos gasoductos Nordstream en el mar Báltico. Alemania está en el nudo gordiano de esta dependencia. En septiembre de 2022 el sabotaje de estos últimos, asociado sesgadamente a los Estados Unidos (mediante la investigación de Seymour Hersh por ejemplo) pero en realidad operado por Rusia según las últimas pruebas[8], termina de sellar un nuevo panorama energético. Los Estados Unidos, claramente favorecidos por este pedido europeo, son capaces de proveer 25% de la demanda, pero no pueden reemplazar la fuente rusa en el corto plazo, dejando a Europa en situación de austeridad energética.

En el plano agroalimentario, Moscú ha neutralizado rápidamente varios terminales de grano ucranianos en febrero de 2022, junto con el bloqueo de exportaciones de alimentos críticos. La crisis alimentaria es utilizada para culpar a las sanciones occidentales y erosionar el apoyo europeo a Ucrania. Se instrumentaliza esta desestabilización para diseminar en el Sur Global la narrativa rusa de que las sanciones occidentales son fuente del alza de precios y jugar con la dependencia de la importación de granos.

El Bismarck de hoy es ruso

Dos conclusiones principales son para destacar. La primera es que el espectro ofensivo desplegado hasta la fecha por Moscú en Ucrania ilustra magistralmente la trama geoestratégica contemporánea. No hay acción militar sin movimientos en el terreno geoeconómico, informacional y geopolítico susceptibles de aumentar las condiciones de una victoria política. Preparada aguas arriba por un cerco geoeconómico, una guerra irregular en el Donbás, un conjunto de ofensivas informacionales y diplomáticas, junto la promoción de una “quinta columna” en un mundo occidental muy desfasado con la naturaleza de las hostilidades, la confrontación irregular de 2014 y la invasión de febrero 2022 se articularon con un flujo inmaterial agresivo dirigido hacia el noumen de las sociedades adversas.

Su objetivo es quebrar las voluntades, hacer admitir a toda costa la inviabilidad de la resistencia de Ucrania, la traición posible de la potencia norteamericana y el peligro del oso ruso, en la perspectiva de desgastar el régimen de Kiev. Por ahora, esta guerra de influencia librada contra el orden europeo, incluyendo la instrumentalización de las materias primas, las operaciones cibernéticas e híbridas, la guerra informacional, el chantaje nuclear, las oleadas migratorias y las turbulencias políticas, ha tenido efectos notables pero no los frutos esperados. Es mal conocida y mapeada por el mundo académico, inclusive dentro de los tanques de pensamiento de la OTAN.

La segunda conclusión tiene que ver con la proyección que Moscú está queriendo diseñar en el mundo de hoy. Vladímir Putin se lanzó en Ucrania para restaurar la preeminencia rusa en un momento de reflujo del arco euro-atlántico y de un mejor posicionamiento de su poder en varias regiones (América Latina, África del Norte, Medio Oriente, Asia). Al igual que Bismarck en la Europa de ayer, intenta reconfigurar la seguridad europea fragmentada, mediante el sometimiento de Kiev y la unión con Bielorrusia, Georgia y Transnistria. El acercamiento a China configura una alianza inmediata necesaria para esquivar las sanciones occidentales y estabilizar la potencia rusa. En el largo plazo, expresa la voluntad de arrimarse al polo global alternativo chino que cuestiona el orden internacional y trabaja para frenar la proyección estadounidense a nivel global.

Al iniciar un enfrentamiento a gran escala contra Ucrania, Rusia intensifica indirectamente este conflicto sistémico entre ambos polos de poder global, buscando un mejor posicionamiento y la cosecha de beneficios propios. Ahí también, este rumbo no está realmente entendido en el mundo occidental y en otras latitudes.

No obstante, el freno a la invasión militar en Ucrania ha sido un obstáculo mayor para Rusia, ampliamente subestimado por la rigidez del aparato estatal. La subyugación relámpago de Kiev fue derrotada (batalla del aeropuerto de Hostómel y ofensiva de Kiev) y obligó a un plan alternativo en tres grandes frentes periféricos. Reavivó un nacionalismo ucraniano que ya no podrá volver a formar parte de la órbita rusa. La extensión de la movilización interna en Rusia muestra nuevamente esta dificultad y los preparativos para un largo enfrentamiento.

El dilema actual

La contraofensiva ucraniana, iniciada en junio de 2023 a raíz del respaldo material obtenido por sus aliados, obtiene resultados no tajantes, pero tangibles y perturbadores. Ilustra nuevamente la capacidad de adaptación de Kiev y su partición táctica todavía mal entendida por sus aliados. En el terreno militar, las fuerzas ucranianas han cambiado de temporalidad, apostando a un desgaste progresivo de las defensas rusas, lo cual generó divergencias en los aliados cercanos (Polonia). La reciente visita del líder ucraniano a Washington es todo un símbolo de estos dilemas: mantener la permanencia del apoyo más allá de las grandes fechas electorales y acompañar el diseño ofensivo ucraniano.

 

* Autor de “Una nueva era de confrontación informacional en América Latina” (2023). Coordinador de la plataforma de comunicación Dunia. Miembro e investigador de la SAEEG. francois@rio20.net

 

Referencias

[1] La OTAN es considerada por algunos círculos estratégicos como un “tigre de papel”. Citando a la agenda RIA Novosti: “Los atlantistas, a pesar de todas sus apetencias, no entrarán en conflicto abierto con Rusia. No lo quieren y les da miedo. Incluso los estrategas angloamericanos razonables entienden que Occidente no tiene la fuerza para mantener a Ucrania en su órbita por mucho tiempo. Las leyes de la historia rusa (como las leyes de la geopolítica) siempre funcionarán”. Disponible en https://ria.ru/20211217/nato-1764307285.html.

[2] En agosto de 1991 el presidente George H.W. Bush intima a los ucranianos a renunciar a la independencia y a satisfacerse de la libertad política que regirá en la futura Rusia.

[3] Ver la entrevista de Mijaíl Gorbachov por el canal alemán ZDF en 2014. Disponible en https://www.zdf.de/politik/kontext/videos/kontext-interview-gorbatschow-russland-100.html, con subtítulos en inglés : https://twitter.com/splendid_pete/status/1650735533826375680. Ver también Mikhail Gorbachev: I am against all walls disponible en https://www.rbth.com/international/2014/10/16/mikhail_gorbachev_i_am_against_all_walls_40673.html

[4] Former U.S. Official Shares Details of Secret ‘Track 1.5’ Diplomacy With Moscow. Disponible en https://www.themoscowtimes.com/2023/07/26/us-official-shares-details-of-secret-track-15-diplomacy-with-moscow-a81972

[5] Exclusive: The CIA’s Blind Spot about the Ukraine War. Disponible en  https://www.newsweek.com/2023/07/21/exclusive-cias-blind-spot-about-ukraine-war-1810355.html

[6] The Second Front. Disponible en https://en.desk-russie.eu/2023/09/06/the-second-front.html

[7] Naryshkin afirmó que la SVR y la CIA mantenían consultas raras pero regulares. Disponible en https://ria.ru/20230927/vyezd-1898953086.html

[8] En abril de 2023 el Ministerio de Defensa danés confirma distintas investigaciones sobre el ataque al gasoducto NordStream. Hay 112 fotos de barcos rusos en el lugar, tomadas por la Marina danesa cuatro días antes de las explosiones. Disponible en https://www.information.dk/indland/2023/04/forsvaret-bekraefter-rusland-specialfartoej-naer-nord-streams-spraengningspunkt?kupon=eyJpYXQiOjE2ODI2MTc4NzksInN1YiI6IjM3OTczMDo3OTEwMzIifQ.0jny5boMNqfm8wy90bFhog
Investigaciones:

Russische Schiffe am Nord-Stream-Tatort. Disponible en https://www.t-online.de/nachrichten/ausland/internationale-politik/id_100160712/explosionen-am-nord-stream-russland-schickte-schiffe-zum-tatort.html

OSINT Analysis: Six Russian Ships Active Near Nord Stream Sabotage Site According to Intelligence Source. Disponible en https://oalexanderdk.substack.com/p/osint-analysis-six-russian-ships

Otras notas de interés: https://www.businessinsider.com/russian-navy-ship-nord-stream-pipelines-days-explosions-2023-4?op=1

https://www.themoscowtimes.com/2023/04/28/russian-anti-torture-group-members-homes-raided-a80973

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LA OTAN, SIEMPRE CONVENIENTEMENTE ÚTIL

Marcelo Javier de los Reyes*

El presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, Foto: AFP.

 

«Sin la OTAN, Europa no sólo se volvería vulnerable sino que, casi inmediatamente, también se fragmentaría políticamente. La OTAN garantiza su seguridad y proporciona un cuadro sólido para la unidad europea».

Zbigniew Brzezinski

 

Poco después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los aliados comenzaron a poner sobre la mesa sus diferencias y comenzó lo que se denominó la Guerra Fría. Dos sistemas económicos y dos formas de vida dividían por entonces al mundo: el capitalismo y el comunismo.

El 17 de marzo de 1948 Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y el Reino Unido firmaron el Tratado de Bruselas o «Tratado de colaboración económica, social y cultural y de legítima defensa colectiva», dando nacimiento a la Unión Occidental, la cual incluyó una cláusula de defensa mutua de todos los países firmantes. De esta manera, Bélgica y los Países Bajos dejaron de lado su tradicional neutralidad. El avance del comunismo y la expansión de la Unión Soviética (URSS) atemorizaron a los países del occidente europeo, sobre todo cuando la democracia en Checoeslovaquia fue violentamente interrumpida en febrero de 1948.

Cuando en 1947 el secretario de Asuntos Exteriores británico, Ernest Bevin, le propuso al secretario de Estado, George Marshall, participar de una alianza militar los Estados Unidos se manifestaron renuentes. Estas reservas no se mantendrían por mucho tiempo.

Los Estados Unidos, fortalecido su liderazgo como consecuencia de la guerra, se apropiaron del «mundo occidental» y comenzaron a liderar a los aliados del oeste europeo. El proyecto de una reconstrucción de Europa mediante una unión del oeste y del este del continente bien pronto se mostró como algo irrealizable. La ilusión de una Europa que se constituyera como una tercera fuerza en el orden internacional se desvanecía.

No pasaron cuatro años del fin de la guerra para que el 4 de abril de 1949 se fundara la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de la mano de Estados Unidos —mediante el Tratado de Washington—, sumando a Canadá, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia, a los que en 1952 se incorporaron Grecia y Turquía.

La creación de la OTAN cercenó cada vez más la capacidad de iniciativa de los países europeos, la cual ya se manifestaba desde el fin de la Primera Guerra Mundial[1] [2].

En 1955 se unió Alemania Occidental a la Alianza Atlántica pero también en ese mismo año los países miembros de la URSS crearon el Pacto de Varsovia. El 30 de mayo de 1982 España se convirtió en el miembro número dieciséis de la OTAN.

La Alianza ha debido superar situaciones embarazosas como por ejemplo, el conflicto de Chipre, iniciado a mediados de julio de 1974, tras el golpe de Estado para destituir al presidente, el arzobispo Makarios III, golpe orquestado por la junta militar en Atenas. Lo que parecía un conflicto nacional derivó en uno internacional cuando fuerzas de Turquía invadieron la parte norte de la isla. El gobierno turco fundamentó sus acciones en conformidad con el Tratado de Garantía, promulgado en 1960 por Chipre, Grecia, Turquía y Reino Unido. La invasión llevó a un enfrentamiento armado entre Grecia y Turquía que llegó a paralizar a los mismos europeos ante esta situación desatada en su continente y entre miembros de la misma organización militar.

Hacia el mundo «unipolar»

En 1989 se produjo del derrumbe del Muro de Berlín y en 1991 la implosión de la URSS, desintegración que implicó la inmediata disolución del Pacto de Varsovia, pero que no llevó a la disolución de la OTAN.

En 1991 se le había prometido a Mijail Gorbachov que la OTAN no se expandiría sobre el espacio postsoviético si permitía que la ex Alemania Oriental se incorporara a la Alianza Atlántica. Vladimir Putin siempre mantuvo que la Alianza no estaba cumpliendo con dicha promesa. En 2007, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, Putin arremetió contra los Estados Unidos y advirtió del «peligro» de sus «acciones unilaterales»[3].

El actual secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que una promesa de este tipo «nunca se hizo», pero pronto fue desmentido por la revista alemana Der Spiegel que publicó un documento que confirma que se le había prometido a Gorbachov, en 1991, que la OTAN no se expandiría hacia el este[4]. El artículo publicado el 18 de febrero de 2022 bajo el título «La OTAN no se extenderá ni formal ni informalmente hacia el Este», cita el documento con las palabras del representante de los Estados Unidos, Raymond Seitz, en esa ocasión. Ese documento es al que durante décadas se ha aferrado Rusia para afirmar que «la expansión de la OTAN hacia el este violó los compromisos de Occidente tras la caída del Muro de Berlín. Ahora ha aparecido un documento notable».

Después de la Guerra Fría y del colapso de la URSS, los EEUU prosiguieron su camino de transformación de la Alianza, de globalización y de incremento de su poder militar. Fue el breve período de «dominio unipolar». El pretexto era que el mundo se tornó más peligroso y que hubo un aumento de las amenazas.

Para Brzezinski, la expansión de la UE debía ir acompañada de la expansión de la OTAN durante la post Guerra Fría. Según él, Europa era una especie de «cabeza de puente para Estados Unidos en Eurasia». La OTAN representaba el principal baluarte de la influencia militar estadounidense en Europa. Sin embargo, por esa época algunos de los miembros europeos de la OTAN consideraban que no era necesario mantener los gastos elevados en defensa tras la desaparición de la URSS pero la realidad es que durante la Guerra Fría los europeos se acostumbraron a vivir bajo la protección de los Estados Unidos y a no tomar decisiones por sí mismos.

Bien pronto, la guerra de Yugoslavia —en realidad serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001— resultó muy oportuna a los intereses de los Estados Unidos y sirvió para demostrarles a los europeos que sin su apoyo no se podían resolver los conflictos del continente. Esto favoreció mantener vigente la OTAN e impulsar su expansión hacia el este favoreciendo el avance de la Alianza hacia el espacio postsoviético, incorporando en 1999 a Hungría, Polonia y la República Checa, en 2004 a Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, en 2009 a Albania y Croacia, en 2017 a Montenegro y en 2020 a Macedonia del Norte.

La existencia de la Alianza parecía ya no tener sentido y en 2019 el presidente francés Emmanuel Macron declaró que Europa debía comenzar a actuar como una potencia si no quería desaparecer. Afirmó que estaban ante la «muerte cerebral» de la OTAN y que la Unión Europea estaba «al borde del precipicio» por la falta de compromiso del presidente estadounidense Donald Trump[5].

Nueva avanzada hacia el este

Luego de Yugoslavia, en 2001, en Afganistán se creó la denominada International Security Assistance Force (ISAF), misión de seguridad multinacional en ese país con un mando conjunto con una notable influencia de Estados Unidos, hasta que se hizo cargo la OTAN. Fue la primera misión fuera de su marco geográfico hasta la fecha y la más prolongada hasta el retiro de tropas en 2021.

Pronto, un nuevo conflicto en Europa recuperó a la OTAN de esa «muerte cerebral» en ese continente, un conflicto que llevaba años en proceso de incubación, que fue insuflado a través de la Revolución Naranja y de la revolución de Maidán: el de Ucrania. La llegada al gobierno de ese país del actor Volodímir Zelenski puso nuevamente sobre la mesa el interés de Ucrania por integrarse a la Alianza, obviamente con el necesario incentivo de la angloesfera y pese a las reiteradas advertencias de Vladimir Putin.

La operación militar especial de Rusia en Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022 no significó el comienzo del conflicto, que ya en abril de 2014 se había iniciado como conflicto armado en el Dombás (Ucrania oriental). No obstante la operación de 2022 sirvió, como la guerra de Yugoslavia o la de Afganistán, para revitalizar la OTAN: en el marco de la cumbre celebrada en Vilna (Lituania), los representantes de la Alianza expresaron que invitarán a Ucrania cuando los aliados «estén de acuerdo y se cumplan las condiciones». Obviamente, esto molestó a Zelensky pero una vez más, la OTAN comandaba.

En tanto la OTAN abastece de armamento a Ucrania, Zelensky solicita cada vez más, llegando a pedir material muy sofisticado que los aliados le van entregando de a poco, en algunos casos pertrechos viejos y fuera de uso como los blindados Leopard que de ninguna manera le ayudarían a derrotar a Rusia aunque si a incrementar la deuda futura con Occidente.

A raíz de la guerra entre Ucrania y Rusia, Finlandia y Suecia solicitaron el ingreso a la OTAN pero ante el bloque de Turquía con respecto a la incorporación de Suecia, en abril de 2023 Finlandia se convirtió en el 31° país miembro de la Organización.

En septiembre de 2022 Zelenski y el presidente y consejero delegado de BlackRock, el mayor gestor de inversiones del mundo —de origen estadounidense—, Larry Fink, se reunieron por videoconferencia para impulsar las inversiones públicas y privadas en Ucrania. Larry Fink le ofreció asesorar a Kiev para captar fondos para la reconstrucción con el propósito de impulsar la descalabrada economía ucraniana[6].

Mediante ese acuerdo, la división BlackRock’s Financial Market Advisory «participará en el diseño de la estructura, el proceso de inversión, la gobernanza y el uso de los ingresos de un fondo de reconstrucción». De hecho, se haría cargo del gobierno ucraniano para facilitar la participación de inversores públicos y privados en la reconstrucción y restauración de la economía de Ucrania. Pero nada será gratis. A los inversores se les ofrece «un rendimiento justo y equitativo».

La guerra no ha terminado pero el 21 de junio de 2023 se dio inicio en Londres a la Conferencia de Recuperación de Ucrania 2023 (CRU 2023), que reunió a un gran espectro de representantes para ayudar a movilizar apoyo financiero y político para la recuperación del país al finalizar la guerra[7].

A modo de conclusión

La OTAN ha logrado sobrevivir a su contraparte, el Pacto de Varsovia, creado por la URSS para enfrentar a la alianza occidental.

En los momentos en que todo podría justificar la disolución de la Alianza siempre emergió un conflicto que justificó su existencia. Su objetivo siguió siendo Rusia, que había intentado establecer una relación armoniosa como parte de Europa, a la cual pertenece.

Rusia y el control del este europeo no ha dejado de ser el objetivo de la angloesfera para lo cual ha arrastrado a una Europa cuya dirigencia contribuye en continuar esmerilando su fuerza en el marco de la comunidad internacional. Esta guerra que no debió haber comenzado pero que fue impulsada por la angloesfera y que se niega a que termine, ya que tanto los Estados Unidos como el Reino Unido se oponen a toda negociación que ponga fin al conflicto —recuérdese que en febrero de 2023 el ex primer ministro de Israel, Naftali Bennett, manifestó que Estados Unidos y sus aliados bloquearon un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia—, es un gran negocio para las empresas de energía y de armas. En este sentido no debe soslayarse el sabotaje a los ductos Nord Stream I y II. Europa ha quebrado su dependencia del gas y del petróleo ruso, al menos directamente, pero ha incrementado notablemente los costos de la energía y ha puesto en recesión al motor de la Unión Europea, Alemania, la cual se abastecía energéticamente de Rusia.

Además varios países de Europa Oriental dejarán de lado su viejo armamento soviético y ruso para incorporar material estadounidense o de otros socios de la OTAN.

Esta es una guerra geoeconómica y geopolítica pero, a pesar de lo que los medios occidentales -censura mediante- difunden sobre los efectos de las sanciones a Rusia, los daños no han sido todo lo perjudiciales que esperaban y han puesto a Rusia más cerca de China a la vez que han acelerado procesos como la definición de ciertos países que no adhieren a las sanciones impuestas del mundo occidental, ha impulsado a que varios países soliciten el ingreso a los BRICS y está llevando a una desdolarización de la economía mundial.

No obstante ha logrado dominar a Ucrania y ha generado una ruptura entre los ucranianos y los rusos a la vez que ha ahondado la que existía entre los mismos ucranianos, la que será difícil de superar, es decir, que ha logrado sacar a Ucrania de la órbita de influencia rusa pero a un grave costo que quizás la población ucraniana aún no haya percibido. El país está fuertemente endeudado, de hecho económicamente gobernado por un fondo de inversión, y ha perdido prácticamente su litoral sobre el mar Negro, con lo que ello implica.

No es la primera vez que una intervención militar de la OTAN es seguida por una operación de reconstrucción de postguerra. En cuanto a Europa, su economía ha sido perjudicada, su poder industrial se verá afectado por los altos costos energéticos y seguirá disminuyendo su peso a escala global. En síntesis, Ucrania y la propia Europa resultan las más perjudicadas de esta confrontación. La angloesfera ha dado un paso más en el sometimiento de Europa y ello debido a la falta de decisión de los propios líderes europeos.

Como se ha mencionado, el aceleramiento de los efectos indeseados tampoco favorecerá a la angloesfera, pero como todo imperio arrastrará al resto del mundo en su descenso.

Mientras tanto, Ucrania, como Yugoslavia o Afganistán en su momento, ha servido para que la OTAN continúe justificando su existencia.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

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[2] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Segunda parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 19/11/2020, https://saeeg.org/index.php/2020/11/19/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-segunda-parte/.

[3]  Marcelo Javier de los Reyes. «2023: Escenarios regionales, escenario global. Repercusiones de los mismos en Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 30/03/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/03/30/2023-escenarios-regionales-escenario-global-repersuciones-de-los-mismos-en-argentina/.

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[5] Henry Samuel and Dominic Nicholls. «Emmanuel Macron left isolated as Nato allies dismiss his claim organisation is ‘brain dead’». The Telegraph, 28/11/2019, https://www.telegraph.co.uk/news/2019/11/28/emmanuel-macron-defends-nato-brain-death-claims-wake-call-alliance/.

[6] Miguel Moreno Mendieta. «BlackRock asesorará gratis a Ucrania para atraer fondos para la reconstrucción». Cinco Días, 19/09/2022,  https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/09/19/fondos_y_planes/1663580842_631559.html.

[7] Burak Bir.  «La Conferencia de Recuperación de Ucrania inició en Londres». Agencia Anadolu, 21/06/2023, https://www.aa.com.tr/es/mundo/la-conferencia-de-recuperaci%C3%B3n-de-ucrania-inici%C3%B3-en-londres/2927575.

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SLOBODAN MILOSEVIC Y EL DISCURSO DE GAZIMESTAN EN LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SERBIA

Cristián H. Beltrán*

Este artículo se propone analizar el discurso de Gazimestán, pronunciado por Slobodan Milosevic el 28 de junio de 1989, y sus implicancias en la reconstrucción de la identidad serbia en un momento clave de la historia de los Balcanes como paso previo a la actuación política en torno a la cuestión de Kosovo. El contenido y el contexto en que fue pronunciado el discurso, son variables que nos ayudarán a entender el proceso de esa reconstrucción identitaria a partir del análisis del contenido y su uso de la historia como factor aglutinante en un contexto de creciente tensión en lo que por entonces fue Yugoeslavia. Los sucesos posteriores que desembocaron en una brutal guerra que terminó por desmembrar el Estado yugoeslavo fue el epílogo de lo que sucedió aquél día de 1989. El objetivo de este trabajo es abordar la cuestión de las identidades y la conformación de un sentimiento de pueblo a partir de una articulación entre el discurso y los factores históricos, políticos y sociales. El artículo, enfocado desde la perspectiva constructivista[i] y a través del método analítico-descriptivo, se estructura de la siguiente manera: en la primera parte abordaremos el contexto yugoeslavo hacia 1989 en el marco del desmembramiento del bloque comunista de Europa del Este. El segundo apartado se enfoca en el discurso y el uso de la historia en la reconstrucción de la identidad serbia. Por último, en una tercera parte haremos una reflexión final sobre el tema abordado y la importancia de este en un contexto en donde las tensiones nacionalistas basadas en consideraciones étnicas amenazan con reiniciar las hostilidades en los Balcanes, hostilidades que vienen desestabilizando el este de Europa a partir de la guerra en Ucrania, la posible desintegración de Moldavia y las tensiones en el Cáucaso.

Slobodan Milosevic y el discurso de Gamezistan en la reconstrucción de la identidad serbia

 

“La historia de un grupo humano es su memoria colectiva y cumple respecto de él la misma función que la memoria personal en un individuo: la de darle sentido de identidad”.

Joseph Fontana

“La magia del nacionalismo es la conversión del azar en destino”.

Perry Anderson

«No hay emblema de la cultura moderna del nacionalismo más imponente que los cenotafios y las tumba de los Soldados Desconocidos”.

Benedict Anderson

“Es falso decir que la historia no es previsible”

José Ortega y Gasset

 

Introducción

Kosovo, provincia o nación-estado depende desde que perspectiva[i], atraviesa en estos momentos, transcurrido gran parte del 2023, una situación de tensión solo comparable a la que se vivió en la última década del siglo XX siendo una de las cuestiones aún no resueltas en ese entramado geopolítico que son los Balcanes. En 2008 la antigua provincia de Serbia y corazón de la identidad del pueblo serbio pero de mayoría albanesa, declaró su independencia apoyada por los Estados Unidos y gran parte de Europa Occidental, Rusia nada pudo hacer en ese juego de ajedrez. A partir de ese momento el nuevo estatus de la antigua provincia serbia se fue afirmando a medida que las negociaciones con el gobierno de Belgrado fluctuaban entre momentos de tensión y relajación en las relaciones bilaterales entre aquél y las autoridades de Pristina.

Para 1995 cuando ya finalizaba la primera parte de la guerra que desintegró Yugoeslavia se advertía el problema de Kosovo, “la cuestión de Kosovo”, es decir, “la cuestión de Albania” ha estado preocupando y sacudiendo al Estado serbio desde el Congreso de Berlín y la fundación de la Liga de Prizren (la Kongra albanesa 1877-1878) y en la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY) asumió el carácter y significado de indicación vital para la supervivencia de la República de Serbia en sus límites establecidos en 1945”. (Radovanovic, 1995, p 1)

Pero debemos remontarnos hacia fines de los años ‘80 para comenzar a hacer una genealogía del actual conflicto a partir de la reconstrucción de la identidad serbia y su identificación con Kosovo. Por entonces la situación en Yugoeslavia era cada vez más tensa en lo económico y en lo político; con la crisis del comunismo, muchos antiguos dirigentes del partido comenzaron a replegarse hacia posturas más nacionalistas; la muerte del Mariscal Tito en 1980 había acelerado ese proceso. Yugoeslavia era un complejo Estado nacido en 1929[ii], como Estado monárquico y reconstruido luego del fin de la II Guerra Mundial como república comunista.

Un complejo mosaico de nacionalidades convivieron bajo el férreo régimen de Tito[iii] no obstante ciertos atisbos de libertades como la de los viajes al exterior, la recepción de turistas o cierta libertad de opinión, contrario a lo que se respiraba en el resto de los Balcanes en especial en la Albania de Enver Hoxa y la Rumania de Ceaușescu.

En ese contexto se desarrolló la creciente tensión entre los dirigentes nacionalistas al interior de Yugoeslavia, en especial entre la elite serbia y las del resto de las repúblicas, en especial croatas y albaneses. Ya en 1986 la Academia de Ciencias de Serbia había redactado un memorándum[iv] en donde se explicitaba en sus páginas la noción de la Gran Serbia y el destino histórico de los serbios. Belgrado, capital de Serbia, era también la capital de Yugoeslavia además de ser los serbios mayoría en la distribución demográfica del país.

Esos factores y el dominio que ejercían los serbios de los altos mandos en el ejército yugoeslavo acrecentó los recelos en el resto del país, especialmente entre los kosovares, musulmanes y de origen albanés, mayoría en Kosovo. El ascenso de Slobodan Milosevic, un antiguo dirigente comunista devenido en nacionalista aceleró el deterioro de las relaciones entre Serbia y el resto de las entidades que formaban Yugoeslavia, en especial con Kosovo al cual le quitó la autonomía de la que gozaba la provincia desde la época de Tito, quien para equilibrar el factor demográfico y las aspiraciones nacionalistas serbias y croatas le otorgó además a los musulmanes de Bosnia el estatus de nación. La política de Milosevic con respecto a la autonomía de Kosovo fue vista por los albano-kosovares como una demostración del autoritarismo serbio. En ese contexto no debemos ver las decisiones políticas como algo objetivo y externo al campo social, las decisiones de Milosevic debían estar fundamentadas y construidas dentro de ese campo. 

El discurso de Gazimestán

Como señala Robert D. Kaplan en “Fantasmas Balcánicos”, el 28 de junio de 1988 comenzó la cuenta atrás, de un año de duración, hasta el martirio de Lazar en Kosovo”. (Kaplan, 1998, p 89).

En la mañana del 28 de junio de 1989, según algunos datos, asistieron 1 millón de personas, Slobodan Milosevic pronunció en lo que a la postre y en relación a los acontecimientos venideros sería un discurso crucial en el ocaso de Yugoeslavia como Estado plurinacional. Milosevic se había convertido en el político más poderoso no solo de Serbia sino también de Yugoeslavia, en su rol de líder. Gazimestán era la gran oportunidad para reafirmar ese liderazgo; en este sentido Jiménez Diaz (2008) sostiene que “el habitus del líder político consiste en las estructuras sociales de su subjetividad, la interiorización de las estructuras sociales y de las instituciones por el líder. El líder representa la historia de un grupo de personas o asociación, sea en sentido territorial (Estado, región o municipio), sea en sentido funcional (partido, sindicato u organización socio-política)”. (Jimenez Diaz, 2008, p. 20)

Ese día en Kosovo Polje, en el campo de Gazimestán, Milosevic recordaba un hecho fundamental de la historia, la derrota de los serbios a manos de los ejércitos del Imperio Otomano que por entonces dominaba gran parte de los Balcanes, la batalla se dio en lo que se conoce como “Campo de los Mirlos”; fue en este lugar donde Milosevic, la figura ascendente de la política serbia pronunciaría su ferviente discurso 600 años después. Kosovo representa para los serbios el corazón de su nación, comparable a lo que representa en el folklore nacional el Álamo para los Estados Unidos o las Malvinas para el pueblo argentino.

La idiosincrasia serbia y los recuerdos como nación tienen su firmamento en los hechos sucedidos en Kosovo en 1389. La construcción y el mantenimiento de la identidad serbia estaría atada por lo tanto a lo que los serbios consideran como su provincia, como señala Kaplan, “la derrota y el martirio atrae a los serbios”. (Kaplan, 1998, p. 81)

El discurso de Milosevic[v] fue un mensaje directo a la audiencia para la reconstrucción de la identidad serbia oscurecida primero por los otomanos y luego, aunque no explicitada por aquél, por los años en que el comunismo gobernó Yugoeslavia; de esa manera se refería a que “cuando se creó la Yugoslavia socialista, en este nuevo Estado los dirigentes serbios seguían divididos, con tendencia a contemporizar, en detrimento de su propio pueblo. Las concesiones que muchos líderes serbios hicieron a expensas de su pueblo no pueden aceptarse, ni histórica ni éticamente por ninguna nación en el mundo”. En este sentido Levy-Strauss sostiene que “el significado básico del mito no está ligado a la secuencia de acontecimientos, sino más bien, si así puede decirse, a grupos de acontecimientos, aunque tales acontecimientos sucedan en distintos momentos de la historia”. (p. 68). La importancia simbólica de Gazimestán fue el resurgimiento del pueblo serbio en tanto actor social o en términos de Alexander Wendt, “agente”. Como sostiene Laclau, “la emergencia del «pueblo» como actor histórico es, entonces, siempre una transgresión respecto de la situación precedente”. (Laclau, 2005, p. 248)

En las primeras décadas del siglo XX, de forma profética, Ortega y Gasset, en medio de una Europa convulsionada escribió que “hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Milosevic en una especie de construcción del tiempo histórico, en términos de Reinhardt Koselleck, como nexo entre la experiencia del pasado y las expectativas futuras, sostuvo que “por una serie de circunstancias sociales, este grandioso 600 aniversario de la Batalla de Kosovo tiene lugar en un año en el que Serbia, después de mucho tiempo, después de muchas décadas, ha recuperado su estado y su integridad nacional y espiritual. Por lo tanto, no es difícil hoy día para nosotros contestar a la vieja pregunta: ¿cómo vamos a enfrentar a Miloš ?[vi]. A través del juego de la historia y de la vida, parece como si Serbia, precisamente en este año, en 1989, ha recuperado su estado y su dignidad, y así celebra un evento distante en el pasado, que tiene un significado histórico y simbólico para su futuro”. (Slobodan Milosevic, Discurso de Gazimestán, 28 de junio de 1989).

El relato de Milosevic, acudiendo a la perspectiva de Levy-Strauss en cuanto a la noción de “mito”, lo real y la leyenda se confunden. De esta manera el líder serbio refiere a que “es difícil decir qué es verdad histórica y qué es leyenda sobre la batalla de Kosovo. Hoy esto ya no es importante”. Según las crónicas serbias basadas en las “Enconium to Prince Lazar” escritas de forma anónima luego de la batalla, aquella mañana del 28 de junio de 1389 el príncipe recibió un mensajero de parte del Santo Elías. Lazar debería elegir entre la derrota y un reino celestial o la victoria y un reino terrenal. El Príncipe Lazar eligió la segunda opción, la derrota y el reino celestial, por lo que construyó una iglesia, llamó al patriarca, bautizó su ejército y se enfrentó a las fuerzas otomanas. La derrota y el ascenso al reino celestial le asegurarían al Príncipe Lazar un lugar privilegiado en la historia serbia.

El discurso de Gazimestán, en un contexto político de creciente tensión entre serbios y albaneses fue una conjugación de factores políticos, económicos y sociales, Milosevic, hábilmente, logró captar la atención de un público azotado por la crisis que vivía el país y lo tradujo en un discurso de tinte nacionalista En este sentido, la recurrencia a los mitos de la historia serbia y de un pasado glorioso sirvieron como sutura para cerrar la reconstrucción de la identidad serbia, Slobodan Milosevic apelaba al pueblo serbio y a su conciencia colectiva. Como señala Benedict Anderson “la nacionalidad, o la “calidad de nación» —como podríamos preferir decirlo, en vista de las variadas significaciones de la primera palabra—, al igual que el nacionalismo, son artefactos culturales de una clase particular”. (Anderson, 1983, p 21).

En este contexto, ¿podría denominarse al régimen de Milosevic como un régimen populista? Laclau (2005) sostiene que acerca del «”populismo” no entendemos un tipo de movimiento —identificable con una base social especial o con una determinada orientación ideológica—, sino una lógica política».(Laclau, 2005, p 21). Desde ésta perspectiva y como señala el mismo autor, “sabemos que el populismo requiere la división dicotómica de la sociedad en dos campos —uno que se presenta a sí mismo como parte que reclama ser el todo—, que esta dicotomía implica la división antagónica del campo social, y que el campo popular presupone, como condición de su constitución, la construcción de una identidad global a partir de la equivalencia de una pluralidad de demandas sociales”. (Laclau, 1985, p 93). Hacia 1989, la situación en Yugoeslavia se había deteriorado lo suficiente para crear descontento social que podría desembocar en la conformación de un movimiento populista, la crisis económica del régimen yugoeslavo, las diferencias cada vez más grandes entre Belgrado y el resto de las repúblicas, la agitación social entre los albaneses a medida que Milosevic recortaba derechos y garantías en Kosovo se convirtieron en un caldero lo suficientemente importante para la desviación hacia el nacionalismo, Milosevic advirtiendo ese peligro recurriría a posturas nacionalistas como síntesis definitiva, como señala Wendt «los procesos de formación de la identidad en condiciones de anarquía afectan primero y principalmente a la preservación de la “seguridad” del yo». (Wendt, 1999, p 24)

Milosevic se refirió en estos términos ante la enorme multitud presente aquél 28 de junio de 1989: “si perdimos la batalla, no fue sólo por la superioridad social y la ventaja militar del Imperio otomano, sino también por la trágica desunión en el liderazgo del estado serbio en esa época. En ese lejano 1389, el Imperio otomano era no sólo más fuerte que los serbios, sino que también era más afortunado”. (Slobodan Milosevic, Gzimestán, 28 de junio de 1989)

Para Milosevic, apelar al nacionalismo era la condición necesaria dentro de la cual se podrían encuadrar las demandas sociales; como sostenía el líder serbio, “la crisis que ha golpeado en Yugoslavia y ha traído divisiones nacionales, pero también sociales, culturales y religiosas y otras de menor envergadura. De todas estas divisiones, han sido las nacionales las que han resultado ser más dramáticas. Resolverlas hará más fácil mitigar las consecuencias del resto de divisiones por ellas creadas”. (Slobodan Milosevic, Gazimestán, 28 de junio de 1989). En ese contexto una multiplicidad de factores históricos y sociales sirvió de armazón para el discurso de Milosevic, desde esa perspectiva, la identificación del enemigo, que Milosevic evitó referirse en su alocución, fue condición necesaria para aglutinar al pueblo serbio frente a la nueva coyuntura que se presentaba en el país. Adoptando la perspectiva de la post-política de Slavoj Žižek, el líder serbio sostuvo que “la amenaza que esas divisiones generan en la patria común han generado una ola de sospechas, acusaciones e intolerancia. Una ola que invariablemente crece y es difícil de parar. Esta amenaza nos ha colgado como una espada de Damocles durante demasiado tiempo. Los enemigos externos e internos de comunidades multinacionales son conscientes de ésta y por tanto han organizado su actividad contra nosotros fomentando conflictos nacionales”. Como señala Žižek, la post-política  “se basa en la manipulación de una multitud u ochlos paranoide: es la atemorizada comunión de personas atemorizadas”. (Žižek, 2008, p. 102)

Mapa étnico de Kosovo.

Reflexiones finales

Alexander Wendt señala que la identidad «se refiere a una categoría social o etiqueta aplicada a personas que comparten (o se cree que comparten) alguna característica o características, en apariencia, rasgos de comportamiento, actitudes, valores, habilidades (por ejemplo, lenguaje), conocimiento, opiniones, experiencia, puntos en común históricos (como región o lugar de nacimiento), etc.». (Wendt, 1999, p. 225). Desde esa perspectiva analizamos de forma el discurso de Slobodan Milosevic intentamos reflejar como los factores históricos a través de variables políticos, sociales y económicas sirvieron como argamasa en la construcción de un discurso que tuvo como objetivo la reconstrucción de la identidad serbia en un momento clave de la historia balcánica en lo que podría denominarse en término de Mann el «aspecto colectivo del poder». (Mann, 1999, p. 21)

Lo que sucedería luego reafirmarían la importancia de ese discurso. ¿Debemos tomar las palabras de Slobodan Milosevic en Gazimestán como una premonición o como parte de una política tendiente a cambiar el estatus quo impuesto desde 1946 e instaurar el dominio serbio sobre Kosovo y el resto de las repúblicas yugoeslavas ?. En este trabajo intentamos esbozar que las decisiones políticas están construidas socialmente por una argamasa en la que se conjugan la historia, la economía y la identidad, identidad que en nuestro caso se vio reconstruida o reafirmada a través de la retórica nacionalista de Milosevic como paso previo a la política.

Esa mañana de 1989 Milosevic afirmó que «seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque tal situación no puede excluirse aún. En cualquier caso, las batallas no pueden ganarse sin la resolución, el denuedo y el sacrificio, sin las calidades nobles que estaban presentes en los campos de Kosovo en aquellos días del pasado. Nuestra batalla principal es ahora implementar el bienestar económico y el progreso político cultural y prosperidad social general, para encontrar un más rápido y exitoso para la civilización que vivirá en el siglo XXI».

Desde el discurso de Gazimestán han pasado 34 años; las advertencias de Milosevic sobre la posibilidad «del uso de las armas» se cumplieron rápidamente; dos años después de esa fecha Yugoeslavia se desintegró en una brutal guerra inter-étnica, la primera; finalizada ésta en 1995, le siguió en 1998 el inicio de la guerra de Kosovo; la segunda, tan brutal como la anterior y que sería el golpe definitivo a la existencia de esa experiencia política que fue la república yugoeslava.

Los recientes acontecimientos de Kosovo demuestran que la cuestión planteada en los años ‘80. Aún no está resuelta y lejos de alcanzar una solución. Los crecientes enfrentamientos entre la mayoría albano-kosovar y la minoría serbia en el norte de Kosovo, solo contenida por los esfuerzos de la Unión Europea, los Estados Unidos y la ONU, amenazan con alterar el precario statu quo en la región. En ese contexto, el Discurso de Gazimestán cobra en la historia reciente, un valor fundamental para la comprensión de los hechos actuales no solo en los Balcanes sino también como, desde la construcción de una retórica identitaria, se puede llegar a la comprensión de otros fenómenos similares como lo mencionamos al comienzo de éste artículo, Ucrania, Georgia, Moldavia entre otros.

Notas

[1] La premisa básica del enfoque constructivista es que los seres humanos viven en un mundo que construyen, en el cual son protagonistas principales, que es producto de sus propias decisiones. Este mundo, en construcción permanente, es constituido por lo que los constructivistas llaman “agentes”. (Sánchez, 2012, p. 118 ).

[2] Para Serbia, Kosovo es una provincia rebelde, países como Argentina, España o Rusia consideran a Kosovo parte de Serbia mientras que la mayoría de los Estados de la Unión Europea y los EE.UU. reconocen a Kosovo como país soberano.

[3] La I Yugoeslavia fue una unión de croatas, eslovenos y serbios bajo un régimen monárquico. La II Yugoeslavia amplió el concepto de nación a los bosnios de origen musulmán, mayoría en Bosnia-.Herzegovina.

[4] Josip Broz “Tito”, mitad esloveno mitad croata, gobernó  Yugoeslavia al frente del Partido Comunista yugoeslavo desde 1946 a 1980 año en el que falleció. El gobierno se instauró luego de la derrota de las fuerzas alemanas que habían invadido el país en 1941.

[5] Memorándum completo en: https://worldhistorycommons.org/serbian-academy-arts-and-sciences-sanu-memorandum-1986

[6] Discurso completo en castellano disponible en: https://www.ersilias.com/discurso-de-gazimestan/

[7] Miloš Obilić, fue un noble serbio que terminó con la vida del sultán otomano Murad I en el transcurso de la Batalla del Campo de los Mirlos aunque la historia no está ajena a las controversias.

 

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* Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Licenciado en Historia. Córdoba. Argentina

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