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CASTILLOS DE NAIPES

F. Javier Blasco*

Se dice que no hay una cosa más inestable que un castillo montado con naipes; de hecho, es precisamente su elevado grado de dificultad para mantenerlos en equilibrio lo que les hace más atractivos a aquellos que tratan de establecerlos y conservarlos erguidos en pie durante un largo periodo de tiempo, mientras siguen pudiendo agregar nuevos elementos al mismo. Inestabilidad, que como es lógico, aumenta a medida que el castillo va adquiriendo mayor altura y se agranda por ensanchamiento con la consiguiente la complejidad para mantener el balance en sus diferentes estadíos.

Silogismo que viene a cuento para comparar el mundo en su estado actual y el empeoramiento de su estabilidad, a medida que los problemas se ensanchan, agravan y aparecen nuevos o más agresivos protagonistas o amenazas que producen movimientos telúricos y situaciones equivalentes a auténticos vendavales, quienes incrementan la posibilidad de echar por tierra todo el trabajo y el esmerado esfuerzo que nos llevó a construirlo hasta adoptar dimensiones más que respetables.

Todo apuntaba a que, tras las dos grandes guerras mundiales del pasado siglo, la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, el mundo salvo honrosas, aunque graves excepciones, fácilmente se libraba de graves espantos y de fuertes amenazas, capaces de poner en peligro su continuidad, estabilidad y progreso.

Vivía volcado hacia un espacio y ambiente mucho más sano, menos perjudicial para la salud humana y obsesionado con el cuidado de la naturaleza, los amplios tintes democráticos y enfocado a una seria y fuerte cooperación internacional. Todo ello, unido a otros factores de aparente «buena voluntad» apoyaba la estabilidad política y económica mundial a base de unos, en principio, serios y férreos controles y contrapesos que, convenientemente y casi de forma automática, se aplicaban para evitar caer en errores pretéritos, ya conocidos, bien definidos, estudiados y enmarcados.

El falso, aunque efectivo equilibrio bipolar, mantenido durante casi toda la guerra fría, parecía haber funcionado a la perfección. Nadie osaba asomar su patita al mundo externo y menos a irrumpir en la arena internacional de forma abrupta, con ganas de bulla o creando dificultades que pusieran en peligro la estabilidad, aparentemente ideada y acordada por los principales protagonistas internacionales (los vencedores de la II GM), quienes directa e indirectamente, vigilaban celosos que aquello no ocurriera.

Los EEUU habían tomado el testigo de la egida mundial, marcaban los tiempos a todos e incluso imponían sus sanciones de diverso tipo a los que osaban descarriarse, amparados en una especie de acuerdo y área de confort que la Comunidad Internacional (CI) se había marcado, creado —mediante leyes, usos, costumbres, reglamentos, tratados y convenciones marcados y legislados por los mencionados protagonistas principales y aceptados por el resto sin rechistar— y repartido para vivir en paz y a gusto. Gracias, sobre todo, a un desarrollo sectorial y regional que, empleando todos los medios y condiciones posibles, daba paso de forma «controlada» a nuevos actores al escenario mundial.

Un escenario que, por momentos, comenzaba a tomar una excesiva forma y altura; y por ello, empezaba a estar demasiado recargado para sobrevivir con aquella «acordada paz y armonía» sin que nadie le pisara los cayos al vecino con el que compartía espacio, aspiraciones y necesidades.

Pero aquello no podía durar para siempre, tal y como ocurre con todo lo que es complejo y hecho por la mano o la voluntad del hombre tiende a empeorar hasta llegar a desaparecer. Cada vez era más grande y voluminoso en peso y contenidos a soportar; pronto comenzaron las fricciones de baja intensidad, las aspiraciones refrenadas durante muchos años y las ganas de aparentar en muy marcados personalismos; tanto, que se llegó a un momento en el que cualquier amenaza interna o influencia externa podría poner en peligro la prometida y falsamente esperada, deseada e inquebrantable estabilidad.

Podemos decir que la inestabilidad que actualmente se cierne y acosa a la paz y al desarrollo mundial no se debe a un solo factor o actor, sino a la suma de varios de ellos, que, de forma sucesiva o simultánea, han ido apareciendo en escena y entrando en acción sin que la propia CI se diera cuenta; o si lo hacía, por falta de voluntad o por no contar con las herramientas y actores necesarios para una situación tan compleja, no puso sobre la mesa los precisos remedios y cortafuegos para remediarlo.

Diversos personajes, aparentemente inofensivos y no tanto, fueron adquiriendo un protagonismo mayor. Las pocas o ninguna reacción de la CI para impedírselo les hicieron sentirse más seguros, confortables y convencidos de que su protagonismo no tendría límite a nivel local, para pasar al regional y hasta lograr el mundial.

En algunos casos, se ha ido permitiendo emerger —con total impunidad— a varios países claramente amenazantes debido a la ideología de sus dirigentes, a sus capacidades económicas y militares alcanzadas y varios de ellos, por basarlas en las posibilidades de sus actuales o potenciales armas nucleares, aún a pesar de todo lo legislado en contra de que eso fuera factible.

Hoy en día se han convertido en irrefrenables las ansias de poder de demasiados alocados dirigentes, así como su necesidad de expansión para ocupar los espacios que reclaman como suyos, por necesidades propias o por haber pertenecido a sus ancestros más o menos recientes, junto con las capacidades de destrucción que les otorga el armamento sofisticado y fundamentalmente el nuclear.

Aunque parezca una exageración, creo firmemente que la CI es claramente inconsciente de lo que se nos viene encima y me da la sensación que pretendemos seguir viviendo mirando para otro lado, como si no sucediera nada en nuestro entorno, político, regional, militar y económico.

El 11-S marcó un claro punto de inflexión en la política internacional por el quebranto directo del área de confort de una sociedad civil demasiado acomodada a vivir bien, ajena a los peligros y que había dejado en manos de voluntarios y cuasi mercenarios su propia seguridad.

Dichos atentados arrastraron a la CI en su conjunto a Afganistán, en una guerra de capacidades y medios nunca vista, para luchar contra una ideología y un terreno que ya repetidas veces nos ha mostrado su hostilidad y posibilidad real de doblegar las voluntades de ejércitos poderosos que, tras años de sangrientas y costosas luchas, se vieron forzados a salir de allí con el rabo entre las piernas; y esta vez, tras muchos años de encarnizadas luchas volvería a ocurrir, a pesar de la magnitud de las fuerzas desplegadas y el número de países implicados en las coaliciones que se formaron para luchar allí.

De nuevo y de forma más vergonzosa todavía que lo que recientemente había ocurrido en Irak, hace un año, tuvimos que salir de forma ignominiosa y execrable de Afganistán, dejando atrás un elevado número y casi indefinido de toneladas de material militar, miles de bajas propias previas para nada y cientos de miles de colaboradores que creyeron en nosotros y que aún continúan siendo perseguidos por los talibanes por su apertura y servilismo a países y civilizaciones alejadas del islam y de sus leyes derivadas.

Deshonrosa salida que constantemente ha sido precedida por los terribles mazazos dados por el terrorismo yihadista en todos los continentes, sin excepción. Mazazos ocurridos gracias a su recuperación actual, por haberles dejado el suficiente espacio y los medios para hacerlo y por la manía que tienen los presidentes norteamericanos de lavar sus propias culpas asesinando a sus máximos dirigentes, aún a sabiendas, que los sucesores de los asesinados tardan horas en hacerse con el poder y el control del movimiento y suelen ser más sanguinarios que los que les precedieron, por lo que seguirán amenazando al «mundo civilizado».

Los nuevos líderes mundiales, aquellos que dirigen los resortes de la CI, se encuentran cientos de millas alejados de lo que debe ser un líder con capacidad de mandar y por supuesto, no están preparados para llevar a sus pueblos y organizaciones en las que se encuadran, a buen puerto. Al mismo tiempo, y como consecuencia de sus distracciones personales y pretensiones internas, permiten de forma ignominiosa, que tiranos como Putin, Xi Jinping, Kim Jong un, Erdogan, numerosos pececillos sátrapas comunistas a los mandos en países del Centro y Sudamérica, así como gran parte de África, Asia y de entre muchos países árabes mantengan en vilo a la propia CI y sin capacidad de reaccionar para mantenerlos a raya.

Un claro ejemplo de lo dicho en el párrafo anterior, es la increíble guerra de Ucrania, en la que un auténtico y enfermizo sátrapa está llevando a un pueblo a su ruina u muerte; y a su territorio a ser dejado como un solar, ante los ojos y la pasividad perversa e inhumana de unos dirigentes y organizaciones que solo piensan en cómo mantenerse en sus cómodos sillones y, a lo sumo, en hacer frente a las crisis económicas y energéticas que se avecinan, que en cuestión de semanas dejaran paralizada a Europa y muy tocados a los Estados Unidos.

Una CI incapaz de doblegar a Putin, que ofrece al pueblo ucranio «ropas de abrigo» en pleno verano, en lugar de las armas que precisa y que nada más que lleguen los primeros fríos este otoño, con mucha probabilidad, forzaran a Ucrania a firmar una más que vergonzosa paz, a cambio de que los flujos de los carburantes vuelvan a fluir con toda normalidad hacia Europa.

Pienso que el futuro de este castillo de naipes, descrito lo más brevemente posible, no es nada halagüeño; no solo lo hemos construido demasiado enorme y endeble; además, no le hemos dotado de las herramientas y apoyos que realmente necesita para hacerse valer de verdad y, finalmente, la política —falsamente atribuida al avestruz de esconder la cabeza frente al peligro— es practicada a diario por demasiados dirigentes que en franca descomposición y hasta algunos se encuentran de vacaciones a costa del erario público, mientras todo a su alrededor —interna y externamente— se desmorona.

Hemos llegado muy adelante, demasiado; la situación no se arreglará con Decretos Leyes como denominamos en España a las auténticas alcaldadas de los gobernantes, ni con Órdenes Ejecutivas al más puro estilo «USA», sacadas todas ellas de la chistera y firmadas con tan solo unos pocos o ningún minuto de reflexión. Mucho me temo, que esta vez no serán suficientes y lo pasaremos muy mal.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

 

DE PETER DRUCKER: SEIS REGLAS PARA GOBERNANTES

Agustín Saavedra Weise*

Tiempo atrás el analista estadounidense Peter Drucker (1909-2005) enumeró (mediante el “Wall Street Journal”) las reglas que deberían seguir los presidentes norteamericanos para cumplir adecuadamente con sus mandatos. Las realidades de América Latina en general y de Bolivia en particular son muy diferentes, pero aun así vale la pena reproducir y comentar los juicios de Drucker, pues de alguna manera pueden ser válidos para cualquier administración.

La primera regla se refiere justamente a lo que es necesario hacer. No se hace lo que uno quiere o cree que debe hacer, sino lo que verdaderamente hay que hacer, en función de las circunstancias propias del momento y de las situaciones puntuales que se presenten.

La segunda exigencia es: concéntrese, no se diversifique. Drucker considera que puede haber más de media docena de respuestas en torno a lo que es necesario hacer, pero un gobernante tiene que ser capaz de arriesgarse en torno a una sola cuestión esencial y llevarla a cabo. Caso contrario fracasará. Drucker el caso de Lyndon Johnson, que quiso lidiar simultáneamente con su proyecto de la “Gran Sociedad” para erradicar la pobreza y con la guerra de Vietnam. Como es sabido, terminó perdiendo en los dos campos.

No apueste jamás sobre una cosa segura, es la norma número tres. Según Drucker “siempre falla el tiro”; no hay que creer jamás que lo propuesto o empujado, saldrá adelante como si fuera una operación matemática. Muchos presidentes han cometido errores en este sentido, desde el legendario Franklin Delano Roosevelt hasta hoy en día. En el tórrido mundo de la política de alto nivel, nada es seguro.

La cuarta regla es fundamental pero muchas veces olvidada: un presidente efectivo no “microadministra”. Es aquí, en la multiplicidad de datos que escapan hasta a la persona más inteligente y organizada, donde muchos jefes de Estado fracasan. La tendencia al detalle, a revisar lo mínimo, hace perder perspectiva global, desperdicia la labor de sus principales colaboradores y se termina fracasando lamentablemente.

Esto no le pasó a Reagan, que desdeñaba la mini administración pero sí perjudicó grandemente a Johnson y a Jimmy Carter, ambos detallistas en exceso, con tendencia a participar hasta de las más pequeñas decisiones. Los dos olvidaron esta regla, que significa que lo que el presidente no tenga por qué hacer, sencillamente no debe hacerlo. Un primer mandatario es el ejecutivo principal y supervisor global, no un jefe de operaciones, que sí debe sumirse en la maraña de información. Para eso están los ministros y otros funcionarios. Un presidente debe saber delegar.

La quinta regla es también muy importante y el no acatarla puede precipitar lamentables consecuencias: un presidente no tiene amigos en la administración. No se puede confiar en los amigos del presidente: tarde o temprano se verán tentados a usar de su influencia o terminarán siendo perjudiciales. El “amiguerío” ha probado ser funesto, tanto en EEUU como en muchas otras latitudes.

La sexta y última regla es el consejo de Harry Truman al entonces flamante presidente John Kennedy en 1960: “Una vez que uno resulta electo, deja de hacer campaña”. Es decir, hay que ponerse a trabajar en serio, con pragmatismo y dedicación. Gobernar para todos, ya no seguir con los lemas previos a la elección y ciertamente, tomar en cuenta las otras cinco normas.

Interesantes en verdad estas seis reglas. Dejamos ahora en manos del amigo lector detectar cuáles de ellas han sido cumplidas (o violadas) por los mandatarios bolivianos del pasado y del presente.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/de-peter-drucker-seis-reglas-para-gobernantes_249490

CONSEJOS PARA LÍDERES. EL ARTE DE MANDAR ASOCIADO AL ARTE DE LA GUERRA.

Comandante Espuela (Revista Tiempo GNA*)

Mandar es un arte y no basta ejercerlo con el instinto. Únicamente llegando al corazón de los hombres, en una atmósfera de confianza y bajo la luz de la llama de la justicia, tendrán a su lado el afecto y lealtad de sus subalternos, para cualquier misión. Los se ciñeron a este principio pasaron a la historia. Por ello quien no sabe mandar será derrotado en la guerra.

¿Qué es un líder?

La esencia son cualidades muy conocidas que tiene un verdadero conductor, básicamente son: consagración desinteresada, valor, convicción, fortaleza, humildad y poder de persuasión. El Grl San Martín nunca permitió que la ambición o sus preferencias personales influyeran en sus juicios o en sus actos.

General Colin Powell

Fue Jefe del Estado Mayor Conjunto que lideró la Operación “Tormenta del Desierto” en la Guerra del Golfo Pérsico. Sus principales consejos son:

  1. El día que los soldados dejen de traernos problemas será el día en que ya no seremos sus líderes, porque no confiará en que los ayudemos o creerán de que no nos importan. Uno u otro caso, será falta de liderazgo.
  2. El verdadero líder es accesible y disponible a la vez que exigente.
  3. Nunca descuide los detalles. Cuando la mente de todos está cansada o distraída, el líder debe estar el doble de atento.
  4. Ni la organización, ni los planes, ni las teorías son las que realmente logran las cosas. El éxito o el fracaso depende de la gente, por ello, solo atrayendo a los mejores se pueden lograr grandes victorias.
  5. El optimismo perpetuo multiplica las fuerzas.
  6. El líder es un simplificador que sabe abreviar argumentos, debates, dudas y comunicarse de una manera que todos comprendan.
  7. Teniendo el 70% de la información, siga la intuición.
  8. Si tienes a un miembro del equipo que te dice siempre que sí, entonces uno de los dos sobra.
  9. Los buenos líderes no esperan una bendición oficial para hacer algo, si pides permiso, inevitablemente te toparás con alguien que cree que su trabajo es decir “no”. Entonces la moraleja es no preguntar.
  10. Los líderes quejosos y culposos generan estos mismos comportamientos entre sus subalternos.
  11. Se manda en soledad.

Mariscal Erwin Rommel

«Servid de ejemplo a vuestros hombres, tanto en el terreno militar como en la vida privada. No ahorréis sacrificios y haced comprender a las tropas que sois infatigables y no os amilanáis ante las privaciones. Mostrad siempre un tacto y una educación extraordinarios, y enseñad lo mismo a vuestros hombres. Evitad la excesiva dureza o una voz demasiado imperiosa, signos ambos de que se tiene alguna cosa que ocultar”.

George Smith Patton, Jr.

Fue un general del Ejército de los EE.UU durante la Segunda Guerra Mundial. Tenía una gran imaginación, muy conocedor de la historia antigua, solía citar a Napoleón: “Un general previsible es un general derrotado”.

Tte Grl Norman Schwarzkopf

Fue el jefe del Comando Militar Unificado de Estados Unidos en la primera Guerra del Golfo. Era conocido por ser un duro comandante, pero también por su preocupación en el bienestar y la seguridad de su tropa. Sus hombres iban al combate convencidos en el liderazgo de su conductor. Fue el vencedor de esa guerra y en el epitafio de su tumba se lee: “Quería a sus soldados y ellos lo querían a él”. Para quien descansa ahí, esa lápida debe valer más de 1000 medallas.

El verdadero líder

Un “porta-galones” puede temor, pero la lealtad, el entusiasmo y compromiso, sólo se consigue con el corazón de los subordinados. Cuando el jefe lo logra se habrá convertido en un líder, a veces inolvidable. Uno de los ejemplos fue el Cnel argentino Mohamed Alí Seineldín. 

De la Historia militar

“Si la tropa quiere a su Jefe, combatirán por puro espíritu de lucha y lo seguirán hasta el mismo infierno confiando ciegamente en él”. Anónimo. La historia militar es rica en esos ejemplos.

El envidiable ascendiente moral de un Jefe

Cuando el final de la guerra era previsible y la flota enemiga estaba muy cerca de Okinawa, el Almirante Ugaki ordenó por escrito un ataque “KAMIKAZE”, con tres aviones donde no dejaba dudas sobre su intención de participar. Dicho marino era una persona muy querida entre sus subordinados y azorado su Jefe de Estado Mayor, junto con otros Almirantes le imploraron que revea su decisión, pero fue en vano. Cuando Ugaki llegó al aeródromo quedó muy sorprendido, pues vio once aviones con sus motores encendidos y su tripulación impecablemente formada.

El Ayudante del Almirante le informó jadeante de emoción:

“No he podido hacer nada, estos pilotos insisten en seguirlo”

Ugaki les preguntó si realmente querían acompañarlo y un ¡SÍ! resonó como una descarga de fusil. El Almirante subió a su aparato y sorpresivamente un oficial trepó sobre un ala y ocupó el lugar del copiloto. Instantes después en medio de un fragor estruendoso, los once aviones despegaron rumbo a la flota enemiga mientras viéndolos partir muchos hombres lloraban. Jamás se supo de ellos.

Del libro “La epopeya Kamikaze”. Editorial Bruñera. 

Reprobables vicios del mando

“Hay jerarquías superiores y cargos en los que proteger a la tropa es un serio escollo para las aspiraciones profesionales. A lo largo de la historia mundial, muy pocos generales han defendido a su gente tanto en la paz como en la guerra. Como oficiales todos son excelentes para aplicar el mando, pero cuando ascendieron a los grados más altos (algunos) pensaron de otra manera. Es evidente que en cierto nivel de comandos se pierden muchos valores que se tenían en niveles más bajos”. Anónimo.

El Arte de la Guerra

El arte de mandar está directamente ligado al arte de la guerra, que coincide con un texto de estudio atribuido al estratega chino Sun Tzu que vivió en el año 500 a. C. No obstante su antigüedad, son principios básicos tienen y tendrán vigencia.

El Arte de la Guerra de Sun Tzu. Resumen animado.

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA, Nº 60, septiembre de 2021.