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ESPAÑA, HA MUERTO

F. Javier Blasco*

Imagen: La Vanguardia

Coincidiendo con el comienzo del verano y tras casi 100 días de un horrible confinamiento y dura cuarentena (98 en realidad), derivados del Estado de Alarma más duro y largo de la historia reciente historia europea, el gobierno que nos lo impuso, ha decidido que pasáramos sin solución de continuidad a lo que de forma cursi y plagiada (de los chinos) se ha venido a llamar la “nueva normalidad”. Normalidad, que en realidad consiste en soltarles el muerto a las comunidades y quedarse quietos a verlas maniobrar.

Cien días reprimidos en nuestras casas, que han sido precisos no por casualidad, sino porque el gobierno no supo ni quiso ver venir de lejos y llegar de cerca una grave pandemia, la minimizó por varios y espurios motivos (alguno tan estúpido y mezquino, que hasta le costó la grave infección de varios miembros del gobierno), despreció todos los avisos y ejemplos reales lejanos y cercanos, se pasó de listo y no se preocupó en analizar las características de la infección ni en acumular el material de protección y curación preciso o esencial.

Confió en la fortaleza de un sistema sanitario al que dejó quebrado ante un inédito enemigo ya que no le dotó del correspondiente material, no le avisó del tipo del mal que le acechaba, que medios de penetración y contagio empleaba y como se multiplicaba. Como resultado de aquello, vinieron las prisas de última hora; las compras fallidas, malas, falsas y a precios desorbitados; el mayor número de muertos en porcentajes, sobre todo, entre los ancianos y también el de sanitarios contagiados si comparamos los resultados con los del mundo entero.

Comenzó una insufrible campaña de plúmbea propaganda a cargo del presidente —nada menos que 20 intervenciones al mejor estilo cubano o bolivariano—, tres o cuatro ruedas de prensa diarias por varios ministros o altos cargos. Una campaña de desprestigio sobre determinadas comunidades autónomas comandadas por el partido en la oposición; la lucha sin cuartel sobre las FCSE, principalmente sobre la Guardia Civil que ha llevado a uno de los más graves escándalos en el que se ha visto implicado el ministro del Interior, otrora un juez con buen prestigio en su lucha contra ETA y hoy desprestigiado, puesto en duda, nervioso y acorralado mientras descabezaba falsariamente y sin piedad a un Cuerpo centenario y bien honrado; así como por sus negocios con Batasuna y los separatistas, sin problemas y hasta con gran ilusión.

El gobierno ha aprovechado la “especial situación” de cierta impunidad para legislar por decreto hasta en cosas que no tienen nada que ver con la pandemia y la cura de la enfermedad. Ha llenado los despachos de cargos, muchos de ellos creados ad hoc, ocupados por amigos y allegados, nombrados a dedo sin cumplir los requisitos que se exigen para hacerlo y se ha hinchado de criticar, difamar y escupir contra todos los partidos al menor vestigio de no seguirle el agua o bailar a su son.

Ha abandonado a los ancianos a su suerte dejándolos en las residencias, que por naturaleza y legislación, carecen de medios o capacidad para bregar contra esta maldita enfermedad. A pesar de haber creado un “Mando Único” desde el 19 de marzo cuando Iglesias se declaraba responsable de toda la gestión, no lo usó y no ha hecho nada salvo mandarles algún dinero —tardío e insuficiente— y en otros casos a los militares para hacer alguna limpieza y desinfección. Como resultado de aquello casi 20.000 ancianos han muerto, muchos de ellos en plena soledad, sin la compañía de sus seres queridos y sintiendo que todo lo que construyeron y trabajaron duro para ello, les falló a la hora de su momento final.

Vienen jugando con el número de muertos que suben bajan y congelan a criterio político de unos desalmados que no quieren ser los primeros en lo que son; el peor ejemplo por su mala cabeza, falta de previsión, escasez de material y pésima gestión. Somos el hazmerreír del mundo en dicho tema y ahí seguimos tratando de ocultar más de 15.000 muertos que aún no saben dónde encajarlos; aunque, paradójicamente, si sepamos con claridad meridiana el probable número de “vidas salvadas” gracias a la reclusión. Vamos a hacerles un “forzado” funeral de Estado, dilatado un mes más, sin saber quiénes fueron, de que murieron ni haber aclarado cuantos son.

Para el gobierno era muy importante seguir confinados, con la excusa de taponar la hemorragia de muertos; aunque en realidad, dicha dura situación les servía para actuar a su aire, controlar las protestas y aplacar las iras del ciudadano dándoles cuerda a sus deseos de protestar, tiempo para olvidar tras el señuelo de que aún no era el tiempo para buscar responsabilidades ni criticar al gobierno, dejándoles tranquilos con la promesa de que algún día lo será y conformando a muchos con alguna que otra dádiva, regalía o subvención con las que sus vidas poder endulzar.

Mientras tanto, se atacaba al turismo calificando de decimonónico y de poco valor añadido o a la empresa del automóvil anunciando su defunción, sin tener en cuenta que, en realidad, muchos millones de puestos de trabajo en España y una gran porción de nuestro PIB, dependen de esas actividades.

Pero se alargaron tanto en ese impasse que la economía ha empezado a petar por todos lados porque ya no aguanta más tiempo con las empresas y negocios cerrados, solo tele trabajando, pagando los caros ERTEs u otros subsidios, si es que te lo pagan de verdad y con un poco de aforo en cada bar.

Por eso, a toda prisa y protagonizando el enésimo bandazo dado en tan corto periodo de tiempo, ha habido que recoger velas, crear subvenciones no suficientes y bien tardías para aquellos sectores más dañados, abrir deprisa las cerradas fronteras y con ello, hemos pasado de estar en casa encerrados, sin horizontes cercanos ni apenas pasear a, en muy pocos días, movernos por toda España, subir a las montañas y poder bañarnos en las piscinas y la mar.

En lo referente a las fronteras y aunque ya sabemos que este virus, principalmente, se importa desde fuera y sus mayores lugares de entrada son los grandes aeropuertos internacionales con los que cuenta España, destacando Barajas en Madrid y el Prat en Barcelona, como se necesitaban muchos refuerzos para cubrir necesidades de seguridad y estos estaban cerrados, sus plantillas casi al completo se tuvieron que trasladar y ahora, contamos con una plantilla mínima para aplicar las escasas y casi irrisorias medidas de seguridad que con tanto bombo y platillo, Ávalos e Illa, nos vendieron hace dos días como lo mejor de toda Europa. Otra mentira y fracaso más, que ya veremos en que se traducirá.

Pues bien, tras este largo pero necesario preámbulo para entender la situación final, cualquiera diría que el cabreo general entre la población, tras tanto engaño, mala propaganda, peor gestión y el cuantioso número de bajas sin nuestro cariño ni protección, debería ser mayúsculo y muchos, más de la mitad de los españoles —si descontamos a los impertérritos adeptos, los empesebrados y los faltos de capacidad de buen juicio y comprensión general— deberíamos estar dispuestos a que nada más llegara el día de ayer, a la sazón domingo soleado y sin mucha tarea en el zurrón, salir a la calle a celebrar el fin del Estado de Alarma y con nuestra mayor rabia y fuerza, sin olvidarnos de la mascarilla y guardando la recomendada distancia de seguridad, juntarnos civilizadamente para protestar por la mala actuación de este nefasto gobierno durante toda la pandemia, su gestión y para prevenirle que se pongan las pilas ya que, por lo que se barrunta, aún será peor la cosa para gestionar como salir de la crisis económica que, con mucha fuerza y mayor de la que nos avisan, viene detrás.

Pues no, resulta que nadie en España protestó. Perdón si lo entendieron así, los amantes del mundo del toro y el toreo, que unieron sus fuerzas en una potente manifestación en defensa del espectáculo y de dicha profesión. Los partidos políticos, mientras tanto, a lo suyo, iniciando unas campañitas electorales en Galicia y el País Vasco donde, no hace falta ya que casi todo el pescado, hace meses que está vendido.

Alguien ya se encargó de que los cabreados médicos y enfermeros, los obreros que ya están o que irremisiblemente en breve irán al paro (aproximadamente un millón), los olvidados autónomos, los agricultores, transportistas y los mayores en defensa de su pensión, tampoco salieron ayer a quemar ruedas o a protestar tras una pancarta por las calles de Madrid; no vaya a ser que eso fuera un punto de partida diera la imagen del malestar contra el gobierno y sus política en general.

Las playas de Barcelona, donde cierra Nissan y muchas más estaban tan abarrotadas que hasta dos hubo que cerrar al público. La atención del país estaba entrada en si el Real Madrid ganaba a la Real Sociedad y le birlaba al Barcelona el liderato en la Liga o si los árbitros seguían con su campaña de “alineamiento con el Madrid” para fastidiar a los catalanes por su maldad y hacer salir a Piqué otra vez al estrado, cómo cada vez que pierden. Pan y circo, un invento romano para aplacar los malos estados de ánimo de la población, que casi nunca suele fallar.

Cataluña, esa preciosa tierra cuyos dirigentes, hace tan solo unos días, depreciaban, escupían y vilipendiaban a todos los españoles sin recato ni piedad, ahora resulta que se ha convertido en nuestra casa y el lugar donde todos como buenos hijos y hermanos debemos ir este verano para gastar nuestras perras y así, su economía, rescatar.

Los tribunales siguen dando muestra de “aparente debilidad”, acosados por la Fiscalía y la Abogacía del Estado, quienes han cambiado sus papeles y ahora parece que se dedican a desprestigiar a sus señorías e intentan que no se celebren juicios, que los casos sobre “algunos políticos” queden en blanco o sus causas cerradas. En esta batida de togas, ni siquiera una juez brava y que ordenó un secreto de sumario especial, ha sido capaz de defender sus claras órdenes dadas a la policía judicial y no ha evitado que el gobierno se entrometiera torpemente en el caso sin ningún tipo de vergüenza ni piedad.

Las estatuas de nuestros ancestros ilustres son derribadas con saña en las antaño “tierras de indios” por los negros y algunos blancos que movidos por fuerzas nada extrañas y hasta conocidas, buscan cualquier motivo, aunque sea falso, para crear una manida reivindicación que ponga patas para arriba todo el orden internacional. Aunque, tras oír las declaraciones de la ministra de exteriores al respecto en una entrevista esta mañana, no me explico, como no nos queman por allá fuera hasta los Consulados y Embajadas allá por ultramar.

Los fondos de la UE para la recuperación no solo no llegan; aún no están decididos en su cuantía real o final, modo de entrega y si habrá algún tipo de recargo o imposición formal para que sean efectivos; en qué plazos llegaran y cuanto habrá que devolver, así como toda esa letra pequeña que les suele acompañar.

Mientras tanto, el gobierno tira de la chequera y cada día presenta una subvención más, aunque algunas sean repetidas o el complemento de otras que ya estaban en el mercado laboral o en algún sector empresarial. Pero, hay que tener presente que estos cheques se pagan emitiendo deuda pública. Deuda que, unida al desmesurado déficit, está alcanzando un nivel de preocupación demencial. Todo eso alguien —nuestros hijos y nietos y ya veremos si alguna generación más— lo tendrán que pagar.

Cada día encontramos un motivo para enfadar aún más a Trump y no somos conscientes de los problemas que eso a corto y medio plazo nos traerán. Estamos perdiendo puestos entre los que ocupan la cúpula digital y de la innovación para la comunicación y el control de las pandemias. Nos quedamos fuera del grupo de países europeos que se han unido para la compra conjunta de una vacuna tan esencial como la necesaria para luchar contra el COVID-19 y, en general, vamos perdiendo cada vez más prestigio y nivel en investigación y en competitividad.

La intensa campaña de propaganda del gobierno dirigida y coordinada por su mercenario de la misma, Iván Redondo, con sus medios afines; bien pagados o subvencionados, ha tenido un gran efecto. Basta con ver los resultados de las “encuestas serias” de estos dos últimos fines de semana que le dan al PSOE y a Podemos más o menos sus mismos apoyos y ni un solo desgaste a pesar de lo muy mal que han hecho su trabajo y tras una gestión de compras y pruebas fatal.

Tras, al menos, un año perdido para la economía y el mundo laboral, todo lo que por su culpa, el paro, la deuda que vendrá y la enorme vergüenza que estamos pasando a nivel internacional; por lo que veo, no son más que pequeñas cosas sin importancia para los dormidos españoles; y no es suficiente para que nadie mueva un pelo y salga a la calle a protestar.

Lo dicho; España, ha muerto.

¡DESPERTA FERRO!!

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Reserva) de España.  Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

Artículo publicado en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/espana-ha-muerto-1

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HUMANIDAD Y CONFLICTO

Marcos Kowalski*

Imagen de Devanath en Pixabay

Primero, yo encuentro que el esfuerzo humanitario de oponerse al sufrimiento que viene con la guerra es altamente apreciable. Pero la paz eterna es un sueño y no ciertamente bello. La guerra es parte del orden mundial de Dios. Dentro de esta se despliegan las nobles virtudes de los hombres, el coraje, la renunciación, la lealtad al deber y la disposición al sacrificio ante el azar de la vida.

Helmuth von Moltke

 

La Guerra, los Conflictos y la Sociedad

El hombre tal cual es, como creatura de Dios, en su eterna búsqueda de realización a través de la familia y en unión a otros en sociedades políticas desde épocas antiguas, en su afán de defenderse, o guiados por interés de poder o territoriales o ambos, vivió y vive en conflictos de diferente magnitud.

Estos conflictos y desde la más remota antigüedad a la actualidad, produjeron enfrentamientos, luchas armadas entre dos o más contendientes, al principio entre personas, o familias, dando lugar a actos violentos que generalmente culminaban con la huida o el sometimiento de una de las partes.

Cuando el hombre se organizó políticamente, primero en Ciudades Estados y después en Naciones, la lucha pasa a ser de enfrentamientos armados prolongados entre dos o más naciones durante la cual se producen diversas batallas, se producen las guerras.

Como dice el axioma universal militar, “No hay guerra parecida a la anterior, y toda guerra es única e irrepetible”. Pero ¿cómo definimos la guerra? El asunto es que una respuesta a esa pregunta debe darse de tal manera que no pueda prescindirse de cómo intervienen los conflictos en la vida de los seres humanos y en el desarrollo de su historia.

La respuesta no puede referirse y culminar en la simple definición de “enfrentamiento armado” entre dos o más partes o en el consabido criterio, negativo, de que “la guerra es la ausencia de paz”. Definiciones de ese tipo, si bien son válidas, hay que advertir que son muy restringidas.

Las definiciones simplistas no dicen nada acerca de la magnitud de los daños de todo tipo que causa la guerra; tampoco dicen cómo interviene ésta en el transcurrir de la historia ni en la disposición humana para hacerla; y no hablan acerca del sino trágico que ella entraña en la existencia humana.

Desde los tiempos más remotos tenemos pensadores que han estudiado las guerras y como, mal que les pese a los filósofos modernos el hombre no cambio en su esencia ontológica desde su aparición en la tierra, esos pensamientos tienen hoy plena vigencia.

Hace 2.500 años Sun Tzu, un doctrinario y estratega chino escribió El Arte de la Guerra que, con vigencia actual, es el libro de estrategia, que inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas más figuras históricas. Es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil.

El arte de la guerra llegó por primera vez a Europa en el periodo anterior a la Revolución Francesa, en forma de traducción realizada por el sacerdote jesuita J. J. M. Amiot. En las diversas traducciones se nombra ocasionalmente al autor como Sun Wu o Sun Tzu.

El núcleo de la filosofía de Sun Tzu sobre la guerra descansa en estos dos principios: Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar.

No es, por tanto, un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución. “la mejor victoria es vencer sin combatir”, nos dice Sun Tzu, “y ésa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”.

Nicolás Maquiavelo, subordinando por primera vez la guerra a la política formuló la propuesta, en los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, “si la guerra se somete a la política, tomará de forma natural su carácter y que, por tanto, si la política es grandiosa, la guerra lo será también y podrá alcanzar las cimas de las que adquiere”.

Clausewitz introduce el concepto de “Nación” en la formulación de Maquiavelo: “Cuanto más grandiosos y poderosos son los motivos de la guerra, más afectan a la existencia misma de la Nación, más violenta es la tensión que precede a la guerra y más se conforma la guerra a su forma abstracta”.

Lenin primero y Mao-Tse-Tung después, desde la visión izquierdista, llevarían más lejos la definición al establecer la enemistad en el terreno de las visiones del hombre y de la sociedad.

Cerca de los dilemas existenciales, de las oposiciones excluyentes (es él o yo, uno de las dos sobras en el mundo, un sistema no puede coexistir con otro) Las guerras tienden a ser de avallasamiento antes que de aniquilación: es decir, de condicionamiento de la voluntad oponente, no de eliminación de las condiciones de existencia de otra voluntad.

Para Clausewitz la guerra es una acción política, una continuidad de la política, la conducción es política, la estrategia es política, los militares solo se ocupan de las batallas, pero no deciden sobre las guerras, es la continuación de la política por otros medios.

Sin política, es decir, sin la capacidad de estructurar el conflicto, es imposible salir de la guerra, lo que explica por qué algunos países se encuentran hoy en un estado de guerra permanente, de allí la vigencia actual del pensamiento de este militar prusiano.

Expresa en el libro De la Guerra: “La guerra es, por lo tanto, no solo de carácter camaleónico, porque cambia su color en algún grado en cada caso particular, sino que también, en su conjunto, está en relación con las tendencias predominantes que hay en ella”.

En la contemporaneidad, algunos teóricos ven un oscurecimiento de la vigencia de Clausewitz porque no corresponden a una relación entre conflicto armado y política de Estado nacional, estrictamente.

Pero la política no debe ser considerada, sólo bajo su forma “real”; debe ser comprendida también bajo su forma “absoluta”, como el campo de los conflictos de intereses en sí, sean de la política nacional del Estado o de la política de partidos o grupos supranacionales.

Si se sigue a Clausewitz de cerca, se verá que siempre tiene presente el concepto “puro” de la política, lo mismo que el de la guerra y quedará claro que la política del Estado es solamente una de las formas que puede tomar la política “real”.

Los pensadores actuales están presentando doctrinas sobre la guerra en donde se plantea la evolución de la naturaleza, propósito y forma de conducir la guerra y, básicamente, se la categoriza en generaciones: la guerra de masas, el predominio del fuego, la guerra relámpago y la guerra del débil contra el fuerte.

Más recientemente doctrinarios chinos calificaron formas de guerras lineales y no lineales, donde el esfuerzo principal es la sublevación de la población con la influencia de los medios de comunicación, las fuerzas especiales y las operaciones cibernéticas, en tanto las fuerzas convencionales se reservan para finalizar el conflicto.

Esta nueva forma de hacer la guerra la aplicó Rusia en la Guerra de Georgia del 2006 y en la Guerra de Ucrania del 2012 con la posterior anexión de Crimea, que le dio a la Federación Rusa una salida al mar Mediterráneo.

Quien describe esta nueva doctrina bélica, bajo el título “El valor de la ciencia radica en la anticipación”, es el comandante en jefe de las Fuerzas Rusas general, Valery Gerasimov, en 2013, y se la conoce en Occidente como doctrina Gerasimov, aunque en realidad es una visión de la guerra del futuro.

En febrero de 2016, Gerasimov ha vuelto a hablar ante la Academia de Ciencias Militares (Rusia) sobre las características de las guerras contemporáneas, La caracterización que hace Gerasimov es muy similar a la que hacía en 2013.

La única novedad importante es su utilización de expresiones como “guerra híbrida” o “métodos híbridos”, ausentes hasta ahora del léxico militar (oficial) ruso.

Uno de los estudiosos de esta supuesta nueva forma de guerra híbrida es Frank Hoffman, antiguo oficial del Cuerpo de Marines estadounidense, al que algunos han llamado “el padrino intelectual de la guerra híbrida”

El adjetivo híbrido se ingresó en el lenguaje de los expertos en asuntos de defensa para calificar lo que muchos consideran como un nuevo tipo de conflicto, diferente tanto de la guerra tradicional o convencional como de la guerra irregular, y que, en líneas generales, sería la resultante del empleo simultáneo de ambas formas de lucha.

Hoffman utiliza diversos ejemplos históricos que representarían la evolución del conflicto asimétrico desde las guerras del Peloponeso, pasando por la guerra de la Independencia española, como ejemplo de la que denomina “guerra compuesta”, y finalmente llegando al conflicto árabe-israelí del año 2006 en El Líbano como paradigma del nuevo tipo de guerra.

Al menos uno de los adversarios recurre a una combinación de operaciones convencionales y guerra irregular mezclada esta última con acciones terroristas y conexiones con el crimen organizado.

En cualquier caso, Gerasimov entiende que la combinación de acciones tradicionales con lo que él llama “acciones híbridas” (es decir, la “guerra híbrida”, tal y como la entiende Hoffman) es una característica general de los conflictos armados contemporáneos.

Podemos añadir ahora que, en la práctica, Gerasimov llega casi a identificar “métodos híbridos” con “subversión”. De hecho, entiende que las “revoluciones de colores” de la denominada primavera árabe o similares, son magníficos ejemplos de acciones híbridas, la acción turca en Siria y Libia, también lo son.

Ninguno de los dos menciona las guerras moleculares, que son guerras civiles que estallan internamente sin necesidad aparente de ningún contagio extranjero y que tampoco parecen partir de una división de la sociedad en dos bandos.

Más se parecen a un asalto de actores no estatales contra un Estado ausente, bobo o fallido al que quieren reemplazar o, al menos, doblegar y someter, que algunos comparan con las revoluciones de colores (Siria).

Pero que no son lo mismo, es una guerra de todos contra todos, una guerra social, con una aparente naturaleza autista de los perpetradores e incapacidad de distinguir proyectos comunes y que pueden proceder la auto-destrucción de la nación misma.

Quizás debamos decir que este tipo de guerra, generalmente fraterna se propaga a una velocidad relativa y en función del nivel de deterioro del Estado Nación y de sus funciones.

Donde éste ha desaparecido, la violencia es total y muy extendida, mientras en los lugares en los que todavía hay un Estado disfuncional, la misma se manifiesta en forma espasmódica, aunque siempre creciente.

En este tipo de conflictos, guerra molecular, debemos incluir países como el mexicano, el colombiano, el brasileño y lamentablemente, el argentino, con serias dificultades para controlar determinados espacios internos, particularmente sus ciudades y cárceles, en manos de las organizaciones criminales del narcotráfico y con funcionarios y políticos proclives a un “buenismo” filosófico abolicionista de las leyes duras.

Finalmente, hay sociedades que, a pesar de disfrutar de un Estado fuerte, como es el caso de los EEUU, enfrentan violentas tensiones internas fundamentalmente raciales que esporádicamente se manifiestan en explosiones de violencia.

Este tipo de guerra aun cuando parece que practica una violencia que se ha liberado de la ideología, suele con el tiempo ser útil a intereses ajenos a la nacionalidad y terminan por mutar a enfrentamientos como se los describe en la guerra híbrida o en la doctrina Gerasimov, como en el actual medio oriente.

Esto hace evidente que la estrategia de la defensa en la Nación moderna requiere que, si los conflictos armados, con enfrentamientos sociales de diversa magnitud, en un mundo complejo, donde se mueven intereses de naciones, grupos económicos y difusos organismos supranacionales y donde la forma más frecuente de uso de la fuerza en los conflictos contemporáneos, se caracterizan por un amplio uso de los medios y procedimientos no específicamente militares, la organización de la defensa de una Nación, debe reflejar este hecho siendo multifacética y contemplando todas las hipótesis y tipos de conflicto que podrían plantearse.

En desconocimiento de los más elementales enfoques de guerra, conflicto y humanidad, de los políticos y un apego a un “pacifismo” irreal y desviado de la situación mundial deja en virtual estado de indefensión a las Naciones y hace que terminemos este artículo con las palabras de Helmuth von Moltke que completan a las de la introducción:

Sin la guerra el mundo se hundiría en el pantano del materialismo. Además, yo estoy completamente de acuerdo con los principios expuestos en el prefacio de que el progreso en la moralidad debe también reflejarse en el estremecimiento de la guerra. Pero yo voy más lejos y creo que es la guerra en sí misma y no en una codificación de la ley de la guerra, es lo que pudiera obtener este propósito.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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