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EL EQUILIBRIO MILITAR ENTRE EEUU Y VENEZUELA

Roberto Mansilla Blanco*

Las tensiones en aguas caribeñas entre EEUU y Venezuela ante la operación antinarcóticos impulsada por Washington obliga a realizar un ejercicio comparativo en cuanto al equilibrio militar. En este sentido es claramente perceptible la abrumadora disparidad, favorable a EEUU, en cuanto a la medición de fuerzas militares con Venezuela.

Desde que en 1942 abriera una delegación militar en la sede del Ministerio de Defensa de Venezuela en Fuerte Tiuna (Caracas), EEUU ha sido el principal socio militar y económico venezolano. No obstante, la llegada de Hugo Chávez al poder (1999) ha repercutido en un drástico viraje geopolítico que le ha permitido a Venezuela concretar nuevos socios militares en potencias relevantes como Rusia, China e Irán y aliados regionales como Cuba y Nicaragua.

Como consecuencia de ello, EEUU pasó de ser el principal aliado a convertirse en probablemente el más acérrimo enemigo del «chavismo». En 2000, el presidente Hugo Chávez ordenó cerrar definitivamente la anteriormente mencionada delegación militar estadounidense en Caracas. En 2005 decretó la ruptura de intercambios militares entre ambos países. El gobierno de George W. Bush (2001-2009) aplicó una legislación de embargo para la venta de armas a Venezuela, lo que acrecentó el distanciamiento definitivo entre Washington y Caracas. La Unión Europea (UE) hizo lo mismo en 2017.

La nueva doctrina militar bolivariana adoptada en 2004 contempla conceptos estratégicos como la «guerra asimétrica» y la «guerra popular contra el imperialismo» enfocada ante la previsión de tensiones geopolíticas crecientes con una potencia militar como EEUU.

La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)

Estructura: el presidente de la República Bolivariana de Venezuela Nicolás Maduro Moros es el Comandante en Jefe de la FANB. El ministro del Poder Popular para la Defensa es Vladimir Padrino López, en el cargo desde 2014.

De acuerdo con el portal del Ministerio del Poder Popular para la Defensa de Venezuela, el organigrama militar venezolano está dividido en:

    1. Comando Estratégico Operacional de la FANB (CEOFANB)
    2. Ejército Bolivariano
    3. Armada Bolivariana
    4. Aviación Militar Bolivariana
    5. Guardia Nacional Bolivariana (GNB)
    6. Milicia Bolivariana (MB)

El Ejército Bolivariano está constituido por 29 brigadas divididas en siete regiones: Occidental, Los Andes, Capital, Central, Oriental, Los Llanos y Guayana. Existen tres grandes comandos: Cuerpo de Ingenieros, Comando de Aviación y Comando Logístico. Dispone de un personal de 300.000 efectivos activos y otros 430.000 de reserva.

En 2021, la FANB creó las Unidades de Reacción Rápida (URRA) de infantería ligera que, bajo el mando de la CEOFANB), está basada en la doctrina del Sistema Defensivo Territorial y la fusión cívico-militar-policial articulado por las Regiones Estratégicas de Defensa Integral (REDI).

La nueva doctrina militar bolivariana le ha permitido a la FANB fortalecer una industria militar propia, destacando la fabricación del vehículo táctico Tiuna para transporte ligero estándar de tropa, contando con hasta 9 modelos, entre ellos antitanque, antiaéreo y policía militar. El Ejército venezolano también presentó el fusil de precisión «Catatumbo».

En cuanto a la Milicia Bolivariana es un cuerpo creado por ley orgánica en 2008 y elevada a rango constitucional. La MNB está conformada por dos estratos: la Reserva Nacional y la Milicia Territorial. También existen los Cuerpos Especiales de Resistencia, contingentes de trabajadores de empresas e instituciones nacionales.

Si bien no existen fuentes completamente fiables sobre su número de efectivos se estima que desde 2020 cuenta con cuatro millones de combatientes activos, siendo el componente más numeroso de la FANB y erigiéndose como una especie de «cuerpo pretoriano» en defensa de la «revolución bolivariana y socialista».

Debe destacarse que el poder militar efectivo de Venezuela se ha visto severamente afectado por las recurrentes crisis económicas que ha vivido el país en la última década (sanciones internacionales desde EEUU y embargos de armas incluidos), corrupción estructural e infraestructura deteriorada.

Presupuesto: Para 2023, el presupuesto total de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) asciende a US$ 1.929.600.000.

Por su parte, el portal Global Firepower, utilizando fuentes del Banco Mundial y del SIPRI estima que Venezuela gastó aproximadamente US$ 4.093 millones en defensa en 2023. Esta cifra supone que el gasto público en defensa en 2023 alcanzó el 0,5% del PIB, una caída de 0,15 puntos respecto a 2022, cuando el gasto fue el 0,65% del PIB. Según el Military Power Ranking 2025, Venezuela ocupa el puesto 52 a nivel mundial en cuanto a gasto militar mientras que en el ranking 2025 de Global Firepower ocupa el puesto 50.

Socios exteriores: Rusia se ha convertido en el principal proveedor de armamento para el Ejército venezolano. En 2005, Moscú abrió en Venezuela la primera fábrica de fusiles Kalashnikov en el extranjero, dotando de 100.000 fusiles AK-103 al Ejército venezolano. En 2007 Caracas compró otros de 5.000 rifles Dragunov para francotirador.

De acuerdo con el SIPRI, Venezuela es el sexto mayor comprador de armas rusas. Desde 2013, Vladimir Putin y Maduro se han reunido una decena de veces y suscrito más de 350 acuerdos. Entre 2004 y 2018 Moscú concedió US$ 34.000 millones en créditos a Caracas para que le comprara armas, entre ellas cazas Su-30Mk2 y sistemas antimisiles S-300. El fusil reglamentario de las FANB es el AK-47, que va a fabricar con licencia rusa en la ciudad de Maracay, a 100 kilómetros de la capital Caracas.

En 2011 Venezuela recibió 35 carros de combate T-72B1, 16 BMP-3, 32 BTR-80A, 24 lanzacohetes móviles BM-21 Grad, el obús autopropulsado 2S19 MSTA-S, todos ellos de fabricación rusa. Están en servicio 92 tanques T-72B1, 150 BTR-80A, 50 BM-21 Grad y más de 50 2S19 Msta-S en el Ejército.

La Fuerza Aérea venezolana cuenta también con unos 20 cazambombarderos Sujoi Su-30MK2 de origen ruso, que sustituyen a los F-16 estadounidenses. El Comando de Defensa Aeroespacial Integral cuenta con sistemas de misiles antiáereos S-300VM de largo alcance, Buk-M2E de medio alcance y S-1252M Pechora de corto alcance, todos de origen ruso.

De acuerdo con el portal OSINTdefender, utilizando fuentes del canal ruso Rybar, en el marco de la crisis actual entre EEUU y Venezuela, Rusia habría desplegado drones Shaded-131/136 de fabricación iraní para detener cualquier eventual intervención estadounidense en Venezuela.

Por su parte, China ha firmado acuerdos de cooperación militar y de defensa con Caracas, que incluyen venta de armas, entrenamiento y transferencia tecnológica.

En 2024 Irán exportó a la FANB misiles CM-90, una versión del misil anti-crucero iraní Nasir (ASM) Teherán también ha suministrado a Venezuela drones armados Mohajer-6.

Las Fuerzas Armadas de EEUU

A diferencia de la FANB, las Fuerzas Armadas de EEUU (U.S. Armed Forces) tienen ámbito de actuación internacional con más de 700 bases militares en todos los rincones del planeta y 4.800 sedes en 160 países. Esta condición convierte a EEUU en la principal potencia militar a nivel mundial, sólo rivalizada por Rusia y China, precisamente aliados militares y geopolíticos de Venezuela.

Estructura: con sede en el Pentágono (Condado de Arlington, estado de Virginia), las Fuerzas Armadas (FF.AA.) de EEUU están cohesionadas en torno al Departamento de Defensa de EEUU. El presidente Donald Trump es el Comandante en Jefe de las FF.AA. de EEUU. El actual secretario de Defensa es Pete Hegseth, en el cargo desde enero de 2025.

En cuanto a fuerzas están divididas de la siguiente forma:

    1. Ejército de los EEUU (U.S. Army). Entre sus cuerpos destaca el Cuerpo de Marines de los EEUU (U.S. Marines);
    2. Armada de los EEUU (U.S. Navy);
    3. Fuerza Aérea (U.S. Air);
    4. Fuerza Espacial (U.S. Space);
    5. Guardia Costera (U.S. Guard);

Poseen además dos componentes de reserva: la Guardia Nacional del Ejército (The Army National Guard) y la Guardia Nacional del Aire (Air National Guard).

El Departamento de Defensa cuenta con 11 Comandos Combatientes (Combatant Commands, COCOM): Africa Command; Central Command; Cyber Command; European Command; Indo-Pacific Command; Northern Command; Southern Command; Space Command; Special Operation Commands; Strategic Command; Transportation Command.

El Departamento de Defensa coordina igualmente los distintos cuerpos de inteligencia y de seguridad. Destacan aquí agencias civiles como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), centrada en inteligencia exterior, y agencias de aplicación de la ley como la Oficina Federal de Investigación (FBI), que aborda el terrorismo y la ciberdelincuencia en el ámbito nacional. Otras entidades importantes son la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), encargada de la inteligencia electrónica y el cifrado y el Servicio Secreto de los Estados Unidos (USSS).

Presupuesto: el portal del Departamento de Defensa calcula en US$ 840 mil millones el presupuesto en defensa de EEUU.

Efectivos: el Departamento de Estado informa que las FF.AA. de EEUU cuentan con 3,4 millones de efectivos entre personal militar y civil activo.

 

* Analista de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU e América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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EL «CHOQUE DE LAS OLIGARQUÍAS»

Roberto Mansilla Blanco*

En un clarividente artículo sobre la guerra en Ucrania escrito en octubre de 2022, el analista Rafael Poch-de-Feliu, con anterioridad corresponsal del diario hispano La Vanguardia en Rusia y China, explicó algunas variables escasamente tratadas en los mass media pero que definen una óptica asertiva sobre lo que está sucediendo en el entorno internacional. Poch-de-Feliu identificó como una de las claves del pulso ruso-occidental lo que podríamos denominar como el «choque de las oligarquías». A escala global podríamos ampliar este enfoque al pulso de poder que se observa entre las oligarquías occidentales y orientales, incluyendo obviamente China e India.

Desde esa perspectiva podemos igualmente considerar que estamos observando el declive de la arquitectura del poder global diseñada por Occidente tras la II Guerra Mundial. Este sistema, cada vez menos efectivo, encuentra ahora fuertes competidores, en este caso dentro del espacio euroasiático. Se señalan aquí países con grandes riquezas naturales y poderío militar (Rusia); y otros con poder económico, tecnológico, demográfico y militar (China e India). Con menor incidencia, pero no menos relevancia, deben añadirse otros actores de peso, algunos de ellos condicionados por las sanciones occidentales (Irán, Corea del Norte) pero aliados del eje euroasiático sino-ruso; y otros actores emergentes (Brasil, México), a veces afiliados, otras veces contestatarios, con Occidente.

Las elites rusas y china piden paso

El audaz proceso de transformación exhibido en la Rusia post-soviética y en la China post-maoísta implicó el fortalecimiento de élites de poder con clara vocación de expansión global. Siguiendo con el enfoque del «choque de oligarquías», el mismo ofrece un mapa de cambios donde Occidente se niega a asumir su declive histórico mientras Eurasia y Oriente piden paso.

En el caso chino incluso se argumenta que el peso de los cambios históricos les favorece tras casi dos siglos de predominio (y de desprecio) por parte de un Occidente reacio a aceptar como «primus inter pares», en igualdad de condiciones, a estas oligarquías y elites de Moscú, Beijing y Nueva Delhi que poseen capacidad para ascender en los foros internacionales.

Como competidores efectivos para desafiar esa hegemonía atlantista, en Occidente, con epicentro Washington, no dudan en enfilar el «hacha de la guerra» como estrategia que le permita, cuando menos, neutralizar esta competencia in crescendo desde Oriente.

Este choque entre élites atlantistas y euroasiáticas se define igualmente a través de los imperativos geopolíticos, espacios donde entran en juego otras variables no estrictamente limitadas por la riqueza económica. Conviene por tanto no aplicar visiones reduccionistas, únicamente explicadas en criterios de poder económico o financiero, a la hora de analizar la naturaleza y dinámica de estas oligarquías. El poder del Estado, las identidades nacionales, religiosas, culturales, etc., también entran en juego y definen muchas de esas dinámicas de poder.

Los casos ruso y chino son significativos en esta dirección. La Rusia de Putin ha operado una transformación de poder en la que las otrora poderosas oligarquías post-soviéticas, ávidas de riqueza exprés en medio del saqueo de los bienes estatales (como fueron los casos de oligarcas como Boris Berezovsky y otros tantos durante la década de 1990) fueron progresivamente desplazadas del equilibrio de poder una vez Putin y sus «oligarcas» llegaron al Kremlin.

Se imponen así en Moscú nomenklaturas más vinculadas con la operatividad del Estado, con experiencia en los servicios de seguridad y de inteligencia, en las Fuerzas Armadas y en la estructura política y burocrática. En un claro cambio de imagen con respecto a los anteriores «oligarcas», las actuales élites rusas actúan en clara concordancia con los intereses nacionales. A estas nuevas élites en Moscú se les denominan los siloviki, estrechamente ligados al círculo de poder en torno al presidente Putin. Se prevé su capacidad para trazar el futuro de Rusia, cuando menos hasta mediados de este siglo XXI.

En el caso chino, esas oligarquías económicas y burocráticas se ven insertadas dentro de las estructuras de poder del Partido Comunista Chino que, bajo el modelo de «partido-Estado», articula su peculiar sistema socialista aderezado con un modelo capitalista de control estatal pero con fidelidad a los intereses nacionales. El sistema ha sido probadamente efectivo en materia de progreso socioeconómico: no olvidemos que, en los últimos 30 años, aproximadamente 800 millones de chinos salieron de la pobreza, convirtiéndose en clases medias-altas con vocación de competitividad global.

La reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai en Tianjin (China) interpretó la concreción de intereses entre China, Rusia e India, tres potencias a nivel militar, tecnológico, económico y demográfico, lo cual puede igualmente traducir la concreción de intereses de esas oligarquías euroasiáticas a la hora de confeccionar un nuevo sistema económico global que atienda sus prioridades.

El pulso tecnológico juega aquí un papel estratégico. La Inteligencia Artificial china se asume como el principal competidor tecnológico para Occidente mientras los grandes poderes de los holding empresariales estadounidenses y europeos comienzan a observar que sus competidores asiáticos (principalmente chinos e indios) están posicionándose con fuerza en los mercados globales, principalmente en América Latina, África y sureste asiático, con esquemas de cooperación bilateral «ganar-ganar» sin desestimar la siempre necesaria captación de recursos. Occidente ya no es, por tanto, el paradigma del desarrollo.

También está el tema de los liderazgos políticos y su relación con la sociedad. Los líderes occidentales en EEUU y Europa se ven frecuentemente contrariados por índices de impopularidad, una opinión pública fiscalizadora de la gestión gubernamental y los siempre incómodos equilibrios institucionales. El modelo democrático occidental acomete crisis de participación y de confianza ciudadana en sus liderazgos políticos.

Una radiografía muy diferente a lo que podemos observar en los casos de Putin, el chino Xi Jinping y el indio Narendra Modi, sin que esta perspectiva signifique elogiar estos sistemas como ideales. Estos liderazgos se observan, cuando menos, incontestables a mediano plazo, con relevantes índices de popularidad, una opinión pública básicamente domesticada hacia los intereses gubernamentales y escasos resortes de fiscalización de su poder.

En este pulso de oligarquías obviamente no se desestiman los focos conflictivos (Ucrania, Gaza, Taiwán) y sus respectivas dinámicas. Aquí entran en escena imperativos geopolíticos claves, como la soberanía y las esferas de influencia. La globalización económica y cultural impulsada por Occidente e imperante desde la década de 1980 se ve claramente contrariada por el retorno de los proteccionismos y de los intereses nacionales, precisamente en ese Occidente que se observa amenazado por nuevos competidores. Visto en perspectiva el contexto actual aborda una «guerra entre capitalismos» de oligarquías en disputa, en este caso el atlantista y el euroasiático, con sus inevitables diferencias de sistemas políticos, económicos y sociales.

En esta lucha por el control del capitalismo global, las élites, independientemente de su origen geográfico, tienen los mismos intereses y las mismas aspiraciones, definidas en cuanto al control hegemónico, sea éste unilateral, multipolar o multilateral. Ahora bien: en este pulso de hegemones oligárquicos, ¿hay lugar para la rebelión popular, para la construcción «de otro mundo posible»?

 

* Analista de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU e América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico.

NEPAL: «REBELIÓN 2.0» EN LAS ALTURAS GEOPOLÍTICAS

Roberto Mansilla Blanco*

La inédita revuelta popular en Nepal que provocó la caída del gobierno socialista del primer ministro Khadga Prasad Oli (Partido Comunista de Nepal) advierte una situación incómoda para la vecina China, especialmente en un contexto donde Beijing viene de sacar músculo ante Occidente tras la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebrada en la ciudad china de Tianjin así como el desfile militar conmemorativo del 80º aniversario de la victoria en la II Guerra Mundial contra el Japón imperialista.

Las escenas de quema del Parlamento nepalés y de la Corte Suprema en la capital Katmandú así como los ataques a la sede del gobernante Partido Comunista de Nepal, contra miembros del gobierno y edificios gubernamentales llevaron a la represión las protestas, la aplicación de un toque de queda y la militarización en las calles. Los choques, producidos tras la decisión del gobierno de Prasad Oli de suspender la operatividad de las plataformas digitales y las redes sociales, han provocado decenas de muertos. Se anticipa así una situación de caos e incertidumbre sobre el futuro de Nepal.

Con 30 millones de habitantes, Nepal es un país dependiente de las remesas extranjeras de una diáspora de más de 2 millones de personas principalmente establecida en India, Malasia, Arabia Saudita, EEUU y China (Hong Kong). El Banco Mundial calcula que estas remesas alcanzan el 33% del PIB nepalí (2024) La estructural crisis económica, por tanto, también es una clave relevante a la hora de analizar la rebelión nepalí.

Difíciles equilibrios para China

El escenario se asume incierto toda vez que se abre un foco de posible inestabilidad en pleno corazón asiático, en las fronteras del Himalaya entre China e India, dos países que vienen de avanzar en cuanto a su asociación estratégica vía OCS, aspecto que ha provocado reacciones y recelos en Occidente, especialmente con respecto a las expectativas de EEUU de mantener a India dentro de su área de influencia.

Como es tradicional en su óptica diplomática, el gobierno chino ha manifestado sus expectativas sobre el restablecimiento del orden y la estabilidad en Nepal. La posición oficial de la India también se va por esa dirección. Es así palpable la comprensible cautela y prudencia diplomática ante los inciertos escenarios en Nepal por parte de Beijing y Nueva Delhi.

Por otro lado, la rebelión nepalí acontece en una coyuntura internacional con tensiones in crescendo. Destacan particularmente el ataque infructuoso de Israel en Qatar contra objetivos de Hamás (9 de septiembre) y el derribo un día después de cuatro drones rusos en el espacio aéreo polaco que provocó una reunión de emergencia en la OTAN, invocando el artículo 4 de consultas internas ante una «amenaza exterior».

El ataque israelí en suelo qatarí provocó una enérgica reacción por parte de China, que advirtió sobre la escalada de desestabilización en Oriente Próximo ante la acción «intimidatoria israelí». Mientras se evalúan las opciones detrás de lo que pudo suceder con el derribo de drones en Polonia, tomando en cuenta las acusaciones desde Bruselas y Varsovia de presunta implicación rusa toda vez Rusia y Bielorrusia desestimaron esa opción, la OTAN también analiza los escenarios de conflicto que podrían presentarse contra Moscú, especialmente ante la reciente puesta en escena en Beijing de un eje militar entre China, Rusia y Corea del Norte.

El pasado 1º de agosto, China y Nepal celebraron 70 años de una relación bilateral que hoy alcanza el grado de asociación estratégica. Así mismo, Nepal es un paso importante para las infraestructuras existentes dentro del proyecto de desarrollo impulsado por China sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a la que Nepal se unió en 2017. No obstante, los avances de estas infraestructuras en territorio nepalí han sido lentos.

¿Un OTPOR en el Himalaya?

En la vanguardia de la rebelión ciudadana en Nepal está la juventud, descontenta con las medidas de suspensión de plataformas digitales por parte del gobierno de Sharma Oli así como por los elevados niveles de desempleo y el autoritarismo político.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de desempleo en 2024 para los jóvenes entre 15 e 24 años fue del 20,8% de la población económicamente activa.

La rebelión actual interpreta así las expectativas de ascenso de una nueva generación de líderes políticos, aún en ciernes. Los medios identifican a estos jóvenes como pertenecientes a la denominada «Generación Z» y los «Nepo Kids», los nacidos en la década de 1990 con amplia formación y capacitación digital.

No obstante, el modus operandi de esta rebelión recuerda las acciones llevadas a cabo con anterioridad por el movimiento político juvenil serbio OTPOR (en alfabeto cirílico «¡Resistencia!») que en 2000 provocó la caída del régimen de Slobodan Milosevic en Belgrado.

En su momento, la OTPOR recibió fondos de organismos estadounidenses como el Fondo Nacional para la Democracia (NED), el Instituto Nacional Democrático (vinculado al Partido Demócrata), el Instituto Republicano (del Partido Republicano), la Open Society (vinculado al magnate George Soros) y la ONG Freedom House, entre otros.

En marzo de 2024, la Agencia de EEUU para el Desarrollo USAID (cerrada por la administración Trump en julio pasado) informó sobre la puesta en marcha en Nepal de un programa educativo valorado en US$ 85 millones. Si bien oficialmente este programa no parece tener implicación política alguna, visto en la perspectiva dentro de la actual rebelión nepalí, esta ayuda retrotrae paralelismos de antaño con acciones llevadas a cabo por OTPOR con filiales de movimientos juveniles en Georgia, Ucrania, Bielorrusia, Rusia, Bolivia, Venezuela, Kirguizistán (que llevaron al derrocamiento en 2005 del entonces presidente Askar Akáyev), Líbano y Uzbekistán, entre otros. Con todo, la actividad de OTPOR en los últimos años destaca por el silencio y la opacidad, sin apenas actividad mediática, lo que provoca especulaciones sobre su posible desaparición.

Volviendo al caso nepalí, debe tomarse en cuenta que hasta el momento ninguna organización política en Nepal ha reivindicado su protagonismo como líder de la rebelión, cuyo carácter espontáneo acarrea igualmente ciertos riesgos de caos y disolución para el país.

Toda vez Nepal se desliza hacia una incierta crisis política está por ver si la rebelión juvenil que actualmente se está llevando a cabo en Katmandú tendrá capacidad suficiente para influir en movimientos políticos regionales, buscando así redimensionar el mapa geopolítico con especial atención hacia sus vecinos China, India, Bangladesh y Bután.

Más allá del contexto geopolítico que siempre subyace en estas crisis, este contexto aborda algunas interrogantes: la crisis nepalí, ¿supone una rebelión 2.0 definida por el descontento ciudadano ante la censura y los intentos por controlar la información en esta era digital? Así mismo, ¿estamos asistiendo a un revival de las rebeliones tipo OTPOR, ahora bajo otros contextos sociales y políticos derivados precisamente de esta rebelión 2.0?

 

* Analista de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU e América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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