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BENJAMÍN NETANYAHU, ¡EL ANTICRISTO!

Hugo Reinaldo Abete

Buenos Aires, 15 de septiembre, † Día de la Virgen de los Dolores, de 2025

 

Sr. Director:

Benjamín Netanyahu, ¡el Anticristo!

Hace poco más de un mes escribí una carta de lectores que llevaba por título «¡Gaza! el punto de inflexión de la humanidad en la era moderna». En ella intenté dejar clara mi percepción sobre que, a partir del Genocidio llevado a cabo por Israel en Palestina, nada sería igual y que mi opinión se basaba, fundamentalmente en una concepción teológica.

Ya en muchos otros escritos anteriores vengo insistiendo sobre este concepto de que estamos viviendo tiempos teológicos, tiempos de Dios, tiempos apocalípticos, y sin dudas si me arriesgo a hablar sobre el anticristo, es porque estoy confirmando otra de las características que nos hablan de los últimos tiempos.

En efecto, por doctrina, quienes tenemos la Gracia de Dios de ser Cristianos Católicos sabemos que esos tiempos se darán cuando ya no haya Fe en esta tierra, ya que el mismo Señor se pregunta «¿Cuándo venga el Hijo del hombre, encontrará fe en la tierra?», cuando impere la confusión (género en vez de orden natural), cuando prime la apostasía, cuando Dios haya sido quitado del corazón de los hombres, es decir cuando impere el mal y la soberbia sobre el bien y la virtud… cuando todo eso suceda será el tiempo del anticristo, en el que dominará al mundo hasta que acontezca la Parusía, es decir el advenimiento glorioso de Nuestro Señor Jesucristo al fin de los tiempos.

Más de uno que lea estos párrafos y no tenga internalizado estos conceptos teológicos que estoy mencionando, se preguntará ¿si no estoy desvariando o simplemente a qué se debe que alguien que no es sacerdote o religioso nos esté llevando por este terreno? ¿Con qué autoridad? ¿Con qué conocimientos lo hace?

Y la respuesta no es tan complicada como parece, dado que, sin ser un teólogo, un sacerdote, un religioso, ni un experto en las Sagradas Escrituras, ni siquiera alguien con gran formación, soy simplemente un Cristiano Católico común y corriente, pero con inquietudes que (repitiendo algo que ya expresara en otros escritos de similar tenor), «guiado con las buenas intenciones de responder a ese mandato de Nuestro Señor que nos señala que “debemos escrutar los signos de los tiempos”, intento expresar lo que mi mente y corazón sienten respecto de lo que estamos viviendo». Y es precisamente porque estoy convencido que todos los signos que se han nombrado en los párrafos anteriores están dándose en la actualidad, es que sostengo que ya estamos en los tiempos del anticristo.

La Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, la verdadera Iglesia, la de Nuestro Señor Jesucristo, recomienda fehacientemente la lectura del Apocalipsis, pero el modernismo del cual no ha podido escapar la Iglesia, haciendo una mala interpretación, se ha encargado de evitarla, es más, con la supuesta y errónea excusa de no «asustar» a los fieles, se ha recomendado pasar por alto estos capítulos de la Biblia que nos hablan del Apocalipsis, de las postrimerías con su batalla final entre Cristo y el «anomos» u hombre sin ley, que es el anticristo. No obstante, a lo largo de la historia, otros mucho más formados que quien esto escribe, han creído ver en signos de decadencia de su época, que los mismos eran signos de los últimos tiempos y eso no fue así. En tal sentido señalo que lo mismo podría estar ocurriéndome a mí al momento de estar escribiendo estas líneas en las cuales digo nada más y nada menos que, Benjamín Netanyahu bien podría ser el anticristo.

Y fundamento mis expresiones en un análisis de la realidad que la humanidad está viviendo y en ciertos indicios, que por información básica o simplemente sentido común, me llevan a esa conclusión. Y a ese respecto digo que, si el anticristo es una persona, la primera y excluyente conclusión que debe reunir esa persona es que sea un anticristiano, un enemigo manifiesto y declarado de Nuestro Señor Jesucristo y de los cristianos. Y en tal sentido, desde el punto de vista teológico, según varios autores, entre ellos el Padre Leonardo Castellani, esa persona debería ser de origen judío. El padre Julio Meinvielle en su magistral obra «El Judío en el Misterio de la Historia», en las páginas 45 y 46 nos señala: «La ley contenida en el Talmud, que rige al judío, le manda, en efecto, despreciar y odiar a todos los pueblos, en especial a los cristianos, y no parar hasta dominarlos y sujetarlos como a esclavos». Netanyahu es de origen judío y sionista, y adscribe a estas pautas del Talmud respecto de Nuestro Señor Jesucristo y de los cristianos.

En segundo lugar, obviamente que esa persona debe ser alguien con una ambición desmedida de poder y capaz de las acciones más perversas con tal de alcanzar sus objetivos de dominación. Y tuvo que acontecer el Genocidio de Gaza que hoy toda la humanidad contempla sin poder detenerlo. No hay explicación para tanta maldad y perversidad, ninguna autoridad mundial, ninguna iglesia, ninguna organización ha logrado detener a Netanyahu en el exterminio de toda una población civil. Si al anticristo se lo conoce como «el amo del Mundo», Netanyahu ha demostrado que lo es, y a él obedece la potencia militar más importante de toda la humanidad. Él a través de todo el poder mundial sionista judeo masónico domina e impone su voluntad al resto. Y es tan, pero tan grande el pecado que está cometiendo en Gaza, que es uno de los peores y más graves insultos y desafíos que haya podido recibir Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de la Historia. Personalmente veo a Netanyahu como un demonio hecho hombre, lo veo como el anticristo.

Todo ha sido dicho y todo ha quedado escrito. Las puertas del infierno No prevalecerán. ¡Ven Señor Jesús!

 

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva María Reina!

¡Por Dios y por la Patria!

Hugo Reinaldo Abete

Ex Mayor E.A.

«¡GAZA! … EL PUNTO DE INFLEXIÓN DE LA HUMANIDAD»

Hugo Reinaldo Abete

Foto: Palestina Hoy

Buenos Aires, 5 de agosto, † Día de la Virgen de las Nieves,

Patrona de las tropas de Montaña del Ejército Argentino, de 2025.

 

Sr. Director:

«¡Gaza!… El punto de inflexión de la humanidad»

Aunque para algunos el título del presente escrito pueda parecerle un tanto ampuloso y poco creíble, trataré de demostrar que es muy real.

Para ello voy a insistir en aquello que, a lo largo de muchos años vengo desarrollando en la mayoría de mis cartas y artículos: «estamos viviendo tiempos teológicos, tiempos de Dios, tiempos apocalípticos». Y al respecto digo que para muchos no estoy diciendo nada nuevo ya que hay pensadores y escritores que vienen sosteniendo lo mismo, aunque para otros tantos, todo lo que tenga cercanía con cuestiones apocalípticas les resulta sencillamente fantasioso y descreen totalmente de las mismas.

Sin embargo, para estos últimos incrédulos resulta ilustrativo recordarles que nunca como en los tiempos que estamos viviendo se ha hablado tanto sobre las profecías de los últimos tiempos. Nunca se han usado como en la actualidad palabras que eran desconocidas totalmente para la mayoría de la sociedad. O acaso era común escuchar que alguien pronunciara palabras tales como apostasía, masonería, apocalipsis o sionismo. Las mismas sólo estaban reservadas para un público reducido con cierta formación religiosa. La mayoría de ellas contenidas en la Biblia o en textos de carácter religioso surgidos en épocas más modernas.

Y sobre todo a partir de 1717, que nace la masonería con la Gran Logia de Londres y posteriormente el sionismo creado por Teodoro Herlz en 1897, la palabra Israel mencionada en infinidad de veces en las Sagradas Escrituras, comienza a pronunciarse con una significación distinta a la de su origen, ya que se pone especial énfasis en la victimización del pueblo judío, como respuesta a lo que ellos consideraban antisemitismo y discriminación que sufrían en Europa a fines del siglo XIX.

Y lo concreto es que esa victimización ha perdurado a través del tiempo, llegando a convertirse en una construcción ideológica basada fundamentalmente en el concepto de antisemitismo. Y fue en ese tiempo, largo por cierto, que el sionismo mundial logró posicionarse en el mundo de las finanzas y sus miembros llegar a conformar lo que hoy conocemos como «el poder del dinero» y a los dueños de esas inmensas fortunas que manejan prácticamente todas las industrias y medios de comunicación, como «los amos del mundo». Y fue gracias a como avanzaron técnicamente las comunicaciones, sobre todo con la aparición de las redes sociales, que el resto del mundo se fue enterando que ese poder del dinero, manejaba gobiernos, armaba revoluciones, golpes de Estado y dictaba las políticas que debían regir al resto del mundo. Sin embargo, nunca oficialmente se cuestionaba nada que pudiese salir del Estado de Israel, al contrario, siempre fue apoyado por las grandes potencias del mundo y por la prensa mundial. Obviamente, en el presente escrito estamos haciendo abstracción de acontecimientos históricos y religiosos que han tenido importante gravitación a lo largo de los años. A los fines perseguidos con este escrito, interesa señalar cómo el poder judeosionista mundial, ha logrado victimizarse a lo largo de los años y, a través de esa conducta, obtener la comprensión y solidaridad del resto del mundo. El éxito de semejante victimización radica en asumir permanentemente, su condición de perseguidos y víctimas, incluso cuando no existe ningún indicio de la persecución aludida.

Dicho esto, como una introducción necesaria, ahora vamos al meollo de por qué sostengo que «Gaza es el punto de inflexión de la humanidad en la era moderna». En efecto, el genocidio que Israel está cometiendo en Gaza haciendo un abuso inconmensurable de soberbia, desoyendo al resto del mundo y eliminando a un pueblo de la faz de la tierra sin que nadie pueda detenerlo, sin dudas como todo lo que tiene que ver con Israel, tiene una lectura teológica, más allá de lo político. Y la lectura teológica indica que, a partir del genocidio de Gaza, nada será igual para Israel, tanta maldad e iniquidad, marcan un antes y un después de Gaza.

Nunca como a partir de ese hecho, el sionismo por su soberbia puso al descubierto su esencia perversa de dominación y el resto del mundo pudo conocerla y rechazarla. Gaza, a juicio de quien esto escribe, será la tumba del sionismo.

Israel perdió su histórica condición de víctima para transformarse en un Estado despiadadamente genocida. Y por si faltara algo que decir a nivel político, habría que señalar la lectura surgida a partir del hecho de que Israel, de la mano del genocida Netanyahu, con pedido de captura internacional, en pleno exterminio de la población de Gaza, decidió bombardear a Irán, en otra muestra más de autoerigirse como el «amo del mundo» y actuar en consecuencia. Semejante acto de soberbia fue apoyado inmediatamente por EEUU que, a riesgo de desatar una nueva guerra mundial, presionado y dirigido por Israel, que maneja la política norteamericana, no dudó en atacar también a Irán. Semejantes hechos, antes inimaginables, hoy nos aclaran cómo realmente funciona el mundo… y si EEUU cumple obedientemente las políticas de Israel, ¿cuál es entonces, la primera potencia mundial?

Señalamos al principio que estamos viviendo tiempos teológicos. Lo acontecido en Gaza con Israel, bien podría estar indicándonos que vamos en camino hacia aquello que nos ha sido profetizado…

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva María Reina!

¡Por Dios y por la Patria!

Hugo Reinaldo Abete

Ex Mayor E.A.

SÍNTESIS HISTÓRICA DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO. Primera Parte.

Marcos Kowalski*

Declaración de Sócrates en su juicio

“Si, con relación a esto, me dijerais: Te absolvemos, pero con esta condición: que dejes esos diálogos examinatorios y ese filosofar; si eres sorprendido practicando eso todavía, morirás. Yo os respondería: Os estimo, atenienses, pero obedeceré a los dioses antes que a vosotros y mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con quien tope. Pues eso es lo que ordenan los dioses. Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo, ni, aunque se me impongan mil penas de muerte. Absolvedme o no me absolváis”

 

Trataremos de hacer en una breve síntesis de cómo se desarrolla el pensamiento filosófico occidental desde la antigüedad hasta la fecha, por supuesto al ser sintético no desarrollaremos las teorías de los numerosos y diversos pensadores, si no, solamente los principios básicos de sus postulados, dejando al lector la libertad, si así lo quiere y su curiosidad lo impulsa, de consultar las fuentes.

Limitados al espacio de este artículo, solo nombraremos algunos pensadores de la filosofía, los que consideramos más significativos para la formación y el estudio de la comprensión que el ser humano tiene del universo que lo rodea. Aquellos filósofos que discurrieron sobre la forma en que conoce el hombre, es decir los que estudiaron al ser humano y sus circunstancias, desde el punto de vista antropológico.

Como antecedente de nuestra cultura debemos mencionar a los sumerios que construyeron nada menos que la piedra basal de lo que conocemos como civilización sobre este planeta. A finales del cuarto milenio a.C. crearon la escritura como un sistema de pictogramas al principio que, con el tiempo, se simplificaron y se hicieron más abstractas, dando lugar a lo que se conoce como escritura cuneiforme.

La escritura cuneiforme a partir de 2600 a.C. adquirió un carácter poético notable, preservada en tabletas de arcilla, la mayoría de las cuales pertenece a ejercicios escolares, pero aún los escribas administrativos eran educados en el aprendizaje de la poesía tradicional [1]. Actualmente existen unas 5 mil tabletas y fragmentos sumerios y sólo un tercio de ellos ha sido publicado. En ellas se conservan al menos unos 20 mitos y creencias sumerios. Dan cuenta de la creación y organización del universo, del nacimiento de los dioses, de la creación del hombre, la inundación y del enigma y misterio de la muerte.

En el segundo milenio antes de Cristo, en un conjunto de pueblos, principalmente en la isla de Creta, al sur del mar Egeo y en Micenas en el Peloponeso, se desarrollaron los dos principales focos de una cultura que pasará a denominarse Civilización Egea y que fue el origen de la civilización helénica, la civilización de las ciudades Estado griegas y el nacimiento del pensamiento filosófico organizado. Se extendió por la Península Balcánica, las islas del mar Egeo y las costas de la península de Anatolia, en la actual Turquía, constituyendo la llamada Hélade.

Los pensadores del primer período de la filosofía griega o helénica, fueron llamados presocráticos, por ser anteriores al filósofo Sócrates (470 a. C. – ib., 399 a. C.) son Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito, Diógenes de Apolonia, Jenófanes, Pitágoras, Parmenides y sus discípulos de Elea, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo y Demócrito. Los filósofos presocráticos desarrollaron la cosmología explicada a partir de la naturaleza (physis) y el cosmos.

Los presocráticos compartieron la preocupación por la búsqueda de los elementos que como principios constituían particularmente la realidad material. Algunos hablaron de un solo elemento, por ejemplo Anaxímenes (588-535 a. C.), quien planteó que el aire era la causa primera, debido a que tomaba forma de espíritu que infundía vida, movimiento y pensamiento.

Empédocles, que vivió alrededor del 450 a. C. en Sicilia, desarrolló una explicación del universo en la que todo es considerado como resultado de la mezcla de los cuatro principios o elementos: agua, fuego, aire y tierra. Todo lo que ocurría era una continua colocación y dislocación de los elementos subyacentes.

En la misma línea de preocupación podemos citar a Heráclito de Éfeso (aproximadamente 540 a. C.), a Tales de Mileto (637-548 a. C.), a Leucipo (540-440 a. C.) y a Demócrito (460-370 a. C.). Los dos últimos sostuvieron la llamada “teoría atomista” predecesora de la teoría atómica de la materia. Demócrito pensaba que los átomos se habían desplazado en el vacío desde la eternidad; no propugnaba ninguna causa primera.

El verdadero cambio en la forma de enfocar el pensamiento devino con Sócrates, quien se erigió como el pilar fundamental de la filosofía occidental por una simple razón: fue el primero que dio a la filosofía su función principal, la búsqueda interior del ser humano, y su “Mayéutica”, siendo el mismo hijo de una partera, (mujeres que se enfocaban en el arte de hacer parir o “arte de partear”). Sócrates la focalizó en “el arte de ayudar a parir conocimientos”.

El estilo socrático consiste en que, a base de preguntas, el interlocutor medite y encuentre las respuestas él mismo. Conocemos en parte sus ideas desde los testimonios de sus discípulos: Platón, Jenofonte, Aristipo y Antístenes. No escribió ninguna obra porque creía que “cada uno debía desarrollar sus propias ideas”.

Creyó sinceramente que podíamos comprender objetivamente los conceptos de justicia, amor y virtud, defendiendo la idea de que todo ser humano debía y podía conocerse a sí mismo. Según Sócrates, el hombre es un compuesto entre cuerpo y alma. El alma es algo que existe dentro de nosotros, pero que no se capta por los sentidos. El alma es sinónimo de alma racional, de inteligencia. Además, el alma tiene una vertiente práctica, relacionada con lo que nos permite decidir nuestra conducta. Ésta función ética es la más importante para Sócrates.

La influencia de Sócrates modificó con profundidad el pensamiento filosófico occidental, pues su enseñanza estaba dirigida a orientar a las personas en la búsqueda del bien y de la justicia convencido de que la virtud puede enseñarse. Identificaba la virtud con el conocimiento. No se puede hacer lo justo si no se lo conoce, pero también es imposible dejar de hacer lo justo una vez que se toma conocimiento del mismo. Según esto, se alcanza la felicidad si se es virtuoso, para lo cual es necesario enseñar en que consiste la virtud verdadera.

Con sus frases, de profundo significado moral, ético y científicamente filosófico, “Solo sé que nada se” y “conócete a ti mismo”, exalta su concepto de la virtud y en su concepción filosófica, la práctica de la virtud es lo más útil para el hombre porque es el medio de alcanzar el mayor bien, que es la felicidad. Para Sócrates la virtud es bella, buena y útil para todos.

Alrededor del año 387 a.C., en los jardines de Academo en Atenas, Platón uno de los discípulos de Sócrates, fundó la escuela filosófica llamada Academia. Platón es el creador del llamado idealismo genético donde el ser humano es un alma racional encadenada a un cuerpo material y sensible, que busca salir de él para retornar a un estado original de perfección a través de una continua lucha por el logro de mayores y más perfectos conocimientos y evitando caer en los apetitos de su ser sensible y material.

Para realizar una alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento, Platón creó la parábola o “mito de la caverna” tratando de mostrar en sentido figurativo que nos encontramos “encadenados” desde que nacemos, a sombras que vemos reflejadas y que consideramos reales. En su postulado idealista, el hombre solo percibe reflejos de una realidad que se desarrolla en el mundo de las ideas.

El mito de la caverna es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación filosófica a la sociedad y los individuos.

En este diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás.

Sócrates dice a Glaucón que los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos. Más adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega y casi le hace volver a la oscuridad.

Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar. Sócrates propone que éste es un primer paso en la adquisición de conocimiento. Después, el hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente.

Finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. Sócrates sugiere que el hombre aquí razona de forma tal que concibe a ese mundo exterior (mundo de las ideas), como un mundo superior. El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a ascender al mundo real.

Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera. Platón, a través de Sócrates, afirma que estos prisioneros harían lo posible por evitar dicha travesía, llegando a matar incluso a quien se atreviera a intentar liberarlos.

En una de sus obras más leídas y discutidas, Platón[2] dice que como la sociedad debe existir para satisfacer las necesidades de los hombres, y que éstos no son independientes unos de otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer fin que debe garantizar toda sociedad es un fin económico.

Los hombres tienen diferentes capacidades y habilidades, siendo preferible que cada uno desarrolle las que posee por naturaleza. En una ciudad (Estado o República) ideal deberán existir, por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores, herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas queden garantizadas, porque en una ciudad ideal no puede faltar de nada.

Esta propuesta política que realiza Sócrates, como personaje de los diálogos que escribió Platón, define una sociedad que si sólo atendiera las necesidades materiales básicas sería una sociedad demasiado dura, pues el hombre necesita también satisfacer otras tendencias de su naturaleza relacionadas con el arte, la poesía, la diversión en general.

El fin de la Republica, que comienza siendo estrictamente económico, no se limita a la producción de bienes, sino que se encamina más bien a hacer posible una vida feliz para el hombre dimensionándolo en todos sus aspectos.

Platón decía que las sociedades debieran tener tres clases de personas y las diferenciaba comparándolas con las tareas que debían realizar los hombres, las cuales respondían a una estructura según el apetito, el espíritu y la razón del alma de cada individuo. Donde artesanos o labradores correspondían a la parte de “apetito” del alma. Eran los únicos que tenían derecho a poseer bienes materiales, a ser propietarios.

La clase de los guerreros o auxiliares, formaban el “espíritu” del alma, por el contrario, no puede tener acceso la riqueza, para evitar la tentación de defender sus intereses privados en lugar de los intereses colectivos y terminar utilizando la fuerza contra los ciudadanos, estarán desprovistos de propiedad privada, y tampoco tendrán familia.

Debiendo vivir en unos barracones en los que tengan todo lo necesario para realizar sus actividades, en los que vivirán de forma comunitaria, compartiéndolo todo, hombres y mujeres, pues no hay ninguna razón para excluir a las mujeres de ningún tipo de actividad, ya que tanto en el hombre como en la mujer se encuentran similares dones o cualidades naturales, igualmente útiles para la ciudad.

La clase de los verdaderos guardianes o gobernantes, estos formaban la “razón” del alma, debido a su responsabilidad y a las elevadas tareas que les encomienda la sociedad, (el buen gobierno y el consiguiente beneficio del conjunto), tampoco tendrá acceso a la propiedad privada ni a la familia, debiendo velar únicamente por el buen gobierno de la ciudad; deberán centrarse en el estudio a fin de conocer lo bueno para gobernar adecuadamente la ciudad, por lo que su vida estará alejada de todas las comodidades innecesarias para cumplir su función.

La propuesta política de Platón se intentó poner en práctica en Siracusa la principal ciudad de Sicilia, en dos oportunidades, donde Dionisio, tirano, pidió su ayuda y su consejo. Platón viajó, fracasó en el primer intento y regresó accidentadamente a Atenas[3] para volver a ser convocado por Dionisio II, fracasando el proyecto.

La existencia de este viaje, sobrepasa el dato meramente biográfico o histórico. Ilustra la tesis del propio Platón; la experiencia general de la inutilidad de los filósofos en este mundo equivale, en realidad, a una declaración de que el mundo está en quiebra y no dice nada en contra de la propia filosofía.

Tras los fracasos del primer y segundo viaje, Platón aceptó volver de nuevo en el año 361 a.C.; más que la invitación obligada del tirano, estaban los requerimientos de sus amigos y alumnos de la Academia, entre ellos Aristóteles. Posiblemente, resultara más importante el hecho de que Platón fuera el responsable de los lazos políticos entre Tarento y Siracusa y temiera peligrar esos lazos si no acudía a la llamada de Dionisio II.

La preocupación fundamental de Platón fue la de encontrar una forma de vida feliz para los hombres, tanto en su vida individual, como en la social, totalmente unidas para el pensador. Platón supo pronto que, La moral y el Estado, necesitan de forma previa una teoría del hombre y del universo, a eso los pensadores lo llaman metafísica. Pero también es necesario investigar en que consiste el saber, si es posible el conocimiento y enfrentarse con nuestras propias dudas.

Si para Platón el mundo verdadero reside por encima del mundo sensible y lo que percibimos es reflejo de la realidad, la del mundo de las ideas, para su discípulo Aristóteles, el mundo verdadero es el sensible, y la esencia de las cosas reside en ellas mismas, en su materia y su forma, impulsando el concepto de “realismo genético”.

Si Platón hablaba de la existencia de dos dimensiones distintas de la realidad, el mundo sensible y el mundo inteligible, de las ideas, Aristóteles apostó por la idea de que el mundo es solamente uno, sin compartimentos. La crítica a la teoría platónica de las ideas será un punto clave de su filosofía.

Para Aristóteles somos alma, cuerpo y razón. En la “Metafísica” denominada por él “primera filosofía”, es en la que enuncia una de sus teorías más famosas y que tantísima influencia posterior tendrá: el hilomorfismo[4], que establece que la sustancia es un compuesto de materia (el principio indeterminado) y forma (la esencia de la sustancia, que determina que sea lo que es).

Esta teoría también la aplicará a la antropología, sosteniendo que todo cuerpo está constituido por materia y forma, que componen un todo único. Así, el ser humano es un compuesto de alma con forma de cuerpo, cuya principal característica es la razón.

Dice el Estagirita que todo aquello que se mueve es movido a su vez por una causa, y así sucesivamente. Estableciendo el principio de causa y efecto, por tanto, ha de existir algún tipo de motor en el inicio, algo que no sea movido por nadie y que sea lo que desencadene el proceso. Este primer “motor inmóvil” es lo que él relaciona con algún tipo de ser divino, responsable, además, de la unidad del mundo y del orden y las reglas que lo rigen.

En lo referente a la física, Aristóteles explicó el movimiento, característico de los seres naturales, en términos de acto y potencia. Acto será el cumplimiento, realización y pleno desarrollo de las potencialidades de una sustancia, mientras que potencia, la posibilidad de llegar a ser algo que todavía no se es (por ejemplo, una semilla: semilla en acto, pero árbol en potencia).

En el pensamiento de Aristóteles, la piedra angular del conocimiento es la experiencia y la información que nos llega por los sentidos. Información que, más tarde, nuestra razón se encarga de abstraer y analizar. Se trata, por tanto, de un aprendizaje inductivo. Mediante la observación de reglas particulares, podemos llegar a tener una premisa universal. Siendo este el enfoque del conocimiento, el primer paso hacia el método científico tal y como lo conocemos.

También se debe a Aristóteles una de las más grandes aportaciones al mundo científico como lo fue la invención de la Lógica, que se constituye en la primera investigación sistemática acerca de los principios que ha de tener un razonamiento para ser válido y correcto y su impactó resultó vital para la historia del pensamiento[5].

La ética de Aristóteles es teleológica, es decir, que identifica el bien con un fin. El filósofo defiende esta idea porque entiende que cuando los hombres actúan es porque buscan alcanzar un objetivo concreto, principalmente, la felicidad en la vida, identificando la felicidad con las virtudes[6].

Divide las virtudes en dos ramas, las éticas, que son aquellas que están destinadas a dominar la parte irracional de nuestra alma y las dianoéticas, que se corresponden con la naturaleza racional del ser humano. Entre las primeras encontramos la fortaleza, la templanza y la justicia, mientras que en el segundo grupo estarían la prudencia y la inteligencia.

Esta ética desemboca en la política y en ella sostiene la idea de que el hombre, como ser racional que es, desarrolla sus fines dentro de la comunidad, es un ser social. Existen tres formas de gobierno puras y sujetas a la virtud, mientras que existen también tres formas desvirtuadas de las mismas.

Entre las primeras, estarían la monarquía (el gobierno de los reyes), la aristocracia (el gobierno de unos pocos considerados los mejores) y la democracia (el gobierno de la mayoría) Las formas puras se desvirtúan; la monarquía en tiranía, la aristocracia, en oligarquía y la democracia en demagogia.

Para Aristóteles, la elección de cada uno de estos sistemas se debe hacer de acuerdo con las circunstancias de cada país. Aun cuando para el estagirita el mejor gobierno sería la monarquía, pero adolece de un gran problema, es el sistema más difícil de alcanzar y el que está sujeto a la peor degradación, la tiranía.

Con el advenimiento del cristianismo, comienza a través de la patrística a emerger una síntesis filosófico-religiosa entre los filósofos griegos, principalmente, Platón y Aristóteles y los denominados Padres de la Iglesia Cristiana. Estos son un grupo de escritores cuyas enseñanzas tuvieron gran peso en el desarrollo del pensamiento y la teología cristiana según su interpretación de la Biblia, la incorporación de la Tradición y la consolidación de la Liturgia, por lo que fueron dejando una doctrina en conjunto.

A menudo los Padres de la Iglesia tuvieron que dar respuesta a cuestiones y dificultades emergentes, planteadas por la moral, la filosofía y la política vinculada a la teología, en medio de un ambiente convulsionado por persecuciones externas y conflictos internos producidos por herejías y cismas de la Iglesia pos apostólica.

Los cuatro Padres de la Iglesia griegos son: San Atanasio de Alejandría, San Basilio el Grande, San Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo. Y los cuatro Padres de la Iglesia latinos son: San Ambrosio de Milán, San Jerónimo de Estridon, San Agustín de Hipona, San Gregorio Magno.

Dentro de los nombres que se escriben con grandes letras en el pensamiento cristiano está el de Agustín de Hipona. La obra de San Agustín, (354 – 430) primer doctor de la Iglesia, fue la primera que puso en contacto la filosofía griega con la dogmática cristiana, ambas piedras angulares de la civilización occidental, constituyéndose en el pensador más importante desde la Antigüedad hasta bien entrada la Edad Media.

Por un lado Dios, y por el otro, el alma. Dos grandes conceptos que fue capaz de enlazar con las enseñanzas de los neoplatónicos Plotino y Porfirio, hasta darle a sus teorías un enfoque nuevo, que seguirá vigente hasta el Medievo. La filosofía fue para él el amor y esfuerzo del alma entera hacia la sabiduría y hacia la verdad. La verdad era para San Agustín el ideal supremo al que se entregó con pasión.

Las ideas platónicas tuvieron una enorme influencia en el pensamiento de San Agustín, cree que la totalidad de la existencia tiene un origen divino. Ambos. Platón y él se acogerán a la existencia de un “mundo de las ideas”, pero San Agustín lo contemplará de un modo diferente relacionándolo con la creación divina. Dios creó todas las cosas que existen previamente en su espíritu y las ideas son los modelos pensados por Dios para dar forma a dichas cosas.

Para él, el descubrimiento de las llamadas “verdades eternas” es más un proceso de iluminación interior que una reminiscencia, (como defendía Platón). Para el griego el alma tiene en sí misma todas las verdades y por ello el hombre puede acceder a ese conocimiento innato. San Agustín defenderá algo parecido, pero en este caso ese conocimiento llega de Dios, al que podemos acceder a través del alma, la parte de la divinidad que habita en nuestro interior[7].

Hace un análisis del mal, que ha de ser entendido ontológicamente (la ontología es la rama de la metafísica centrada en el estudio del ser) y a partir de estos conceptos, donde del mismo modo que lo más alejado del Ser es el No-Ser, el mal ha de ser entendido no como una creación divina, sino como la ausencia del bien.

Es, por tanto, dependiente de la libertad humana. De esta manera, consiguió infiltrar el pensamiento platónico dentro de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, dando paso a una filosofía que estaría vigente durante siglos, hasta la llegada de la escolástica.

En el desarrollo post agustiniano del pensamiento, donde todavía encontramos ideas del estoicismo integradas junto al desarrollo de un naciente escolasticismo, aparece el filósofo romano Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, (480 – 524 d.C.), conocido simplemente como Boecio.

En lo esencial, la doctrina de Boecio dice que no es la sola razón humana lo que hace al hombre libre, sino su fin, que es Dios como ser eternamente presente a los procesos necesarios y contingentes del universo.

El mensaje principal de Boecio es: “Es necesario que tengas la posibilidad de equivocarte en tus decisiones y elegir el mal, para que te des cuenta de sus terribles consecuencias y así comprender que el único camino final para todos es optar por el bien. Cuando sean otros los que actúen mal contigo, mantén siempre tu libre decisión de asumir con tranquilidad lo que te ocurra, sabiendo que el mal nunca vencerá de manera definitiva”[8].

Tras la patrística, una corriente teológica filosófica nació en Europa en el año 1100 y se extendió hasta el 1700. Se apoya en la filosofía platónica y aristotélica, que complementan con la verdad de la revelación cristiana, es decir, con las enseñanzas y escrituras de los Padres de Iglesia. La filosofía escolástica.

Se puede definir como “perteneciente a la escuela” y es la corriente que domina en el pensamiento medieval, e intenta ser una combinación entre fe y razón, aunque siempre subordinando la segunda a la primera, subordinando la razón a la fe. La escolástica, hace su análisis en el fenómeno del cristianismo, pero hace más énfasis en la razón, fundamentándose en las teorías de Platón y Aristóteles.

El tema central de la filosofía escolástica es Dios y el problema de la relación entre razón y fe, entre filosofía y teología. Esta relación, sería de dependencia; la filosofía puede ayudar a la teología a comprender las verdades de la revelación, pero nunca suplantarlas, ya que la razón, siempre estará sometida a la fe.

Como consecuencia de este análisis escolástico, se pueden observar tres posturas diferentes, la denominada dialéctica, que defiende que las verdades de la fe han de apoyarse siempre en la razón, representada principalmente por Escoto Erigena[9].

La antidialectica que sostiene que todo conocimiento proviene de la Fe y la razón humana no puede llegar a alcanzarla. Uno de sus principales representantes es San Pedro Damiano[10] y la tercera intermedia, de Santo Tomas de Aquino[11].

Santo Tomás afirma que la fe y la razón son dos vías distintas para llegar a la verdad, ya que las dos vienen de Dios, y si están bien argumentadas, las conclusiones de la filosofía, no pueden contradecir a las de la teología. Además, desde la Filosofía se puede demostrar la existencia de Dios o la inmortalidad del alma, es decir, ciertas verdades de fe. La Teología, por su parte, puede a través de la Revelación, proporcionar un mayor conocimiento de Dios.

Santo Tomás como pensador cristiano y teólogo considera que Dios es el Bien Supremo, por ello la ética y la vida humana tienen como referencia última a Dios, que es el mayor Bien, por encima de los bienes particulares de este mundo el hombre puede encaminar su vida hacia la virtud y hacia Dios, obrando bien; pero también puede obrar mal (desde un punto de vista moral) porque tiene libertad o libre albedrío.

De acuerdo con las líneas generales de su pensamiento sobre el ser humano, el mundo y Dios, intenta conjugar los planteamientos filosóficos propios y de Aristóteles, con sus creencias religiosas y el contenido de la teología cristiana, para dar una visión de cómo debe ser la vida humana para alcanzar el bien y llevar una vida virtuosa.

Santo Tomás considera que en todo ser humano está la disposición y la capacidad de conocer y entender los principios morales con los que debe dirigir su conducta para obrar bien y realizar acciones buenas. El ser humano es capaz de conocer la ley natural con la que debe guiar su vida, es decir que tiene conciencia moral.

Siguiendo a Aristóteles da una importancia fundamental a las virtudes entendidas como hábitos adquiridos, modos de actuar encaminados a obrar bien dirigidos por la razón y la inteligencia, buscando un justo medio y evitando los extremos. Como Aristóteles, diferencia entre virtudes intelectuales y morales.

Pero a diferencia de aquel a las morales les llama cardinales y se fija fundamentalmente en la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Sigue considerando a la justicia como virtud clave, por la repercusión que tiene en las demás personas.

Hay en Tomás de Aquino una honda preocupación por la dimensión social del ser humano, por la justicia, por el bien común, por las formas de gobierno que pueden conseguirlas. Trata de responder al problema de las relaciones entre Estado e Iglesia, especificar las funciones autónomas de cada uno de ellos.

Justificar la primacía de la Iglesia y el poder religioso en los asuntos relativos al fin sobrenatural del hombre y a la organización de la vida en torno a su destino definitivo, más allá de la vida terrenal, en Dios.

Dios gobierna y organiza el mundo con la ley eterna, dictada desde siempre para todos los seres. Su reflejo en la naturaleza y en los seres naturales es la ley natural, que dirige el funcionamiento de los seres, las plantas, los animales y el ser humano, único capaz de conocerla a través de la razón. Los humanos crean leyes para organizar su vida terrenal, son las leyes positivas. Estas leyes humanas solo serán justas si están de acuerdo con la ley natural racional.

Santo Tomás distingue, como Aristóteles, diversas formas de gobierno, pero propone la monarquía como la mejor, porque garantiza más el orden unitario de la sociedad y por su semejanza con el gobierno ideal que Dios tiene con respecto del mundo. El fin de la sociedad y del Estado es el bien común, la justicia. El gobernante o el rey no pueden actuar de forma caprichosa o arbitraria. El hecho de tener el poder no justifica sus comportamientos injustos.

El Estado, el gobierno civil o humano, tiene como asuntos de su competencia la organización social de los hombres en aquellos campos propios de la vida en este mundo, pero en aquellos que hacen relación a la dimensión religiosa, al Bien Supremo divino, la competencia pertenece a Dios y sus representantes en la tierra.

Estado e Iglesia son independientes. Sin embargo, hay una subordinación de lo civil a lo religioso, puesto que lo humano tiene como fin último sobrenatural a lo divino. Existe por tanto una primacía de la Iglesia sobre el Estado en aquellos asuntos humanos en que ambas interactúan. Volvemos a encontrar la visión general que Santo Tomás tiene de la organización y gobierno del mundo por Dios y el lugar que ocupan el ser humano y la sociedad.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

Referencias

[1] El poema de amor más antiguo del mundo. Eso, al menos, dicen de él en el Museo Arqueológico de Estambul, donde se expone la placa de arcilla en que fue plasmado, en escritura cuneiforme y lengua sumeria, hace unos cuatro mil años. El eminente sumeriólogo Samuel Noah Kramer nos cuenta cómo lo descubrió en 1951. El poema dice:

“Novio de mi corazón, amado mío;

tu encanto es dulce, dulce como la miel.

Querido de mi corazón, amado mío;

tu encanto es dulce, dulce como la miel.”

[2] Platón. La República.

[3] Accidentado el intento de Platón, al regresar después de haber sido apresado por unos piratas, esclavizado y finalmente rescatado. Fue reconocido en el mercado de esclavos de Egina por Aníceris de Cirene, filósofo amigo que lo reconoció, pagó su rescate y volvió a Atenas.

[4] Hilomorfismo: doctrina aristotélica seguida por la mayoría de los escolásticos según la cual los cuerpos se hallan constituidos por materia y forma; la materia es lo informe, la sustancia amorfa, mientras que la forma es la determinación de la materia.

[5] Los enunciados de lógica de Aristóteles son recogidos en “Órganon”, que es un conjunto de obras de lógica escritas por Aristóteles y compiladas por Andrónico de Rodas siglos más tarde. Recibió su nombre en la Edad Media.

[6] La Ética a Nicómaco comienza afirmando que toda acción humana se realiza en vistas a un fin, y el fin de la acción es el bien que se busca.

[7] San Agustín escribió La Ciudad de Dios (De civitate Dei), un libro apologético (defendiendo racional e históricamente los dogmas cristianos) que se convertiría en la primera obra de filosofía de la historia, pues hace de la misma, la historia, el escenario de la libertad humana en su lucha continua del bien con el mal, o como explica en el texto, de la lucha entre el reino de Dios y el reino terrenal.

[8] Boecio en el último año de su vida, cuando estaba en la cárcel a la espera de que se ejecutara la condena a morir torturado y decapitado, escribió un libro que se ha convertido en un clásico, y que lleva por título La consolación de la filosofía. El libro contiene un diálogo entre el propio Boecio y Filosofía, que es un personaje que se le aparece para aclararle sus dudas sobre el sentido de la vida, el destino y la lucha entre el bien y el mal.

[9] Juan Escoto Erigena (815-877). Filósofo medieval; irlandés de origen, vivió en Francia. Basándose en el neoplatonismo, fundó su doctrina.

[10] San Pedro Damiano(Ravena 1007–Faenza 1072), santo y doctor de la Iglesia, fue un cardenal benedictino de la Iglesia católica y reformador del siglo XI.

[11] Santo Tomás de Aquino, durante los últimos años de su vida escribió un tratado, La Suma teológica (escrita en latín entre 1265 y 1274), cuyo título en latín es Summa Theologiae, a veces llamada simplemente la Summa. En ella desarrolla las Quinque viae (lit. en latín, Las cinco vías) son cinco argumentaciones a favor de la existencia de Dios incluidos en la cuestión 2ª de la Suma teológica (Summa Theologiae).

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