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INSENSIBLES

Iris Speroni*

Pasó a ser más caudaloso el dinero proveniente del gobierno que el de los pasajeros.

El lunes pasado, 22 de agosto de 2022, hacía 5º C a las 8 de mañana en la zona de Capital Federal. En el Gran Buenos Aires, un par de grados Celsius menos.

Quienes pretendían subirse a un colectivo formaban colas de 200 ó 300 metros de largo frente a las paradas, mientras rogaban no enfermarse por el frío inclemente. Decenas de miles de compatriotas insumieron hasta tres horas para llegar a su trabajo y luego la misma rutina para volver a su hogar.

Las razones fueron dos: un lockout patronal de los concesionarios de colectivos (transporte público) y la falta de organización de los trenes de pasajeros que buscara mitigar, aunque sea parcialmente, el defecto del servicio público.

El resultado fue: menor frecuencia de colectivos, unidades que salían completas de la terminal y pasaban de largo por las paradas intermedias. Las estaciones de trenes repletas con formaciones reprogramadas o canceladas, transbordos desincronizados, etc. En resumen: caos y desconsideración por parte de las autoridades a todas esas personas que deben ir a trabajar por transporte público.

Mientras, en televisión, nos distrajeron 7×24 con las reyertas entre las diferentes bandas criminales que tienen por rehén al estado argentino; las cuales llevaron a tribunales sus disputas por los cotos de fraude al erario público. Exhibicionismo obsceno de insensibilidad, codicia y narcisismo.

Razones del lock-out patronal

Ya hace más de una década, durante el gobierno de Néstor Kirchner, se implementó el sistema de subsidiar a las líneas de colectivo con el fin de no aumentar el precio del boleto. Eran las épocas en que el presidente intentaba manipular los índices de inflación.

Las consecuencias fueron nefastas. Cincuenta años atrás, la mayoría de las líneas de colectivo pertenecían a cooperativas de propietarios. Cada colectivero (dueño de una unidad) poseía uno o dos vehículos y se asociaba con otros de forma de cubrir las exigencias regulatorias (frecuencias, horarios nocturnos, guardias fines de semana y feriados, etc.). Contrataban choferes de colectivo (empleados no dueños), con el fin de hacer rendir más la inversión. No era un sistema ideal, pero, mal que mal, funcionaba o al menos lo hacía mejor que ahora.

Los subsidios cambiaron la dinámica del negocio. Primero, porque pasó a ser más caudaloso el dinero proveniente del gobierno que el de los pasajeros. Segundo, porque había que sentarse a negociar los subsidios con un funcionario. Si uno era un don nadie, lo ninguneaban, si era un “pesado”, lo atendían.

Es más, era fácil mandar una línea a la bancarrota por el sencillo procedimiento de cortarle los fondos. Ahí aparecía alguien “relacionado” y la compraba por monedas. Así quedaron todas en manos de políticos, empresarios en otros rubros y sindicalistas, despojando de su medio de ingreso a miles de familias. El negocio dejó de ser transportar gente sino tener una ventanilla de cobro de subsidios; el substrato pasó a ser anecdótico.

Resulta particularmente chocante este proceso de concentración de la propiedad —en este caso de concesiones— toda vez que la primera dama primero, y presidenta por dos mandatos después, era hija de un colectivero (propietario).

Hicieron con los colectivos lo mismo que con todas las actividades destinatarias de subsidios: quedar en manos amigas. Crony capitalism.

Las consecuencias para el público usuario y los trabajadores fue catastrófico: eliminación de frecuencias a la noche. (¿Cómo hace una persona pobre para ir a la guardia de un hospital? ¿Cómo hace un trabajador que ingresa a la madrugada?), menores frecuencias durante el día (actualmente 30′ ó 40′ durante el día en el conurbano), porque al propietario le importa cobrar el subsidio, no cobrar el boleto. Asaltos a los choferes y a los usuarios a toda hora, en particular a la noche. Un trabajador jamás podrá pasar a la categoría colectivero (propietario); no está en las cartas.

Los funcionarios dejaron de controlar las unidades. La limpieza brilla por su ausencia (con un breve interregno durante la cuarentena por COVID).

Por último, desde el cambio de la estructura del negocio, desaparecieron las carroceras (empresas que arman la carrocería del vehículo). Algunas fueron compradas por brasileños. Otras cerraron e importamos la carrocería de Brasil. Más personas se quedaron sin trabajo. Porque para un “gran empresario” nacional es más conveniente comprar unidades al por mayor en Brasil con créditos de los bancos oficiales de nuestro amigo del Mercosur, que a una empresa local.

En resumen: todo fue para bien de muy pocos y para mal de millones de personas. Como todo lo que toca este entramado de políticos y pseudoempresarios, el cual no deja resquicio alguno para que un gaucho se gane la vida. Por otro lado, los subsidios al transporte son un botín multimillonario, que no podían dejar pasar por alto ni tienen voluntad de desarmar. Por eso Macri siguió todo como estaba.

El conflicto de esta semana en particular se debió a que el gobierno autorizó aumentos del precio del gasoil que no transfirió a los subsidios, más un retraso en el pago de los mismos. Por lo que los peces gordos propietarios desafectaron unidades en protesta. Como si esto fuera poco, dejaron de pagar los salarios.

Los políticos y la población trabajadora

La mayoría de los políticos —excepto muy escasas excepciones— provienen de hogares humildes o un poco por arriba de ese umbral. Antes de hacerse políticos viajaban en transporte público y contaban las monedas.

Luego pasan a ser millonarios hasta acomodar a los nietos. Cambian de auto, casa y esposa (por un modelo más joven). Viajan en auto con chofer (que pagamos nosotros). No saben qué es un colectivo, ni les importa.

Les importa cero el destino de quienes dejaron atrás. No gastan ni un segundo de sus vidas en ocuparse en que algo —lo que sea— funcione. Si se les reclama, se enojan. Los muy atrevidos. Como fue el caso del presidente de la Nación que se hizo el ofendido, gritó como una verdadera diva, porque la población se quejaba por el faltante de gasoil, exclusiva responsabilidad de su gobierno, por la manipulación de precios y la baja de corte de biodiésel del 2021.

«Déjenme de embromar, hay que producir»

En el momento más próspero de la Argentina, probablemente de nuestra historia (desde que la soja estuvo a US$ 400 la tn con Néstor Kirchner hasta hoy), el pueblo nunca viajó peor. Hay que ir a las cinco de la mañana para sacar turno en un hospital público. Con toda la plata que roban, ni siquiera se ocupan de pintar las escuelas. La seguridad es un chiste.

El gobierno de Néstor Kirchner y sus sucesores gastaron fortunas en supuestas mejoras de las líneas de pasajeros de FFCC. Los concesionarios eran Macri, Roggio y Cirigliano. Con la anuencia de los sindicalistas, embolsaron el dinero que debía ir a las mejoras [1]. Todo terminó en el estrago de Once.

No hacen ni una cosa que mejore la vida diaria del pueblo. “Si sos pobre, jorobate”. Castigan a los pobres a ser pobres toda la vida. Los fuerzan a chapotear en el barro, comprar garrafas sin gas (llama roja en lugar de azul). A no tener servicio de salud. A escuelas en huelga permanente.

Están tan enfermos de soberbia, alejados adrede de quienes los pusieron en ese lugar, condenándonos a todos a algo peor que la pobreza: la indignidad. Son unos verdaderos psicópatas.

Mal rayos le parta.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Nota

[1] Excepto el Pollo Sobrero en la línea Sarmiento. Por todas sus denuncias sobre falta de mantenimiento, le armaron una causa, lo metieron preso; terminó en la renuncia del juez prevaricador. La anuencia vino de personas como Pedraza, que tenía armado un “racket” conjuntamente con el secretario de transporte.

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Artículo originalmente publicado el 27/08/2022 en Restaurar.org, https://restaurarg.blogspot.com/2022/08/insensibles.html

EL MAL CÁLCULO DE LENÍN MORENO

Imagen de Kurious en Pixabay

Después de 12 días de convulsión, el Gobierno de Lenín Moreno resolvió derogar el polémico decreto 883 que eliminaba los subsidios a los hidrocarburos, medida que había elevado los combustibles en más del 123%. Siete muertos, 1.340 heridos y 1.152 detenidos es el saldo de más de una semana en que Ecuador se transformó en un polvorín. Gracias a una mediación de la ONU y de la Iglesia Católica, hoy el país encara un diálogo para resolver el conflicto.

Las medidas adoptadas por Moreno estaban relacionadas con las condiciones que había impuesto el Fondo Monetario Internacional (FMI) para recibir un préstamo por 4.200 millones de dólares que debían permitir un ahorro de 1.300 millones de dólares al año y cubrir un déficit fiscal de 5.600 millones de dólares previsto para 2019.

Moreno defendió a capa y espada la eliminación de los subsidios por considerar que los mismos favorecían a los sectores pudientes de Ecuador y a los traficantes de carburantes que vendían los energéticos al contrabando. Todo subsidio es una distorsión económica que encierra un espejismo, en este caso, que lleva más de cuatro décadas en un país cuya moneda oficial es el dólar, lo que hace más grave su dependencia de recursos financieros.

A su vez, Lenín Moreno argumenta que recibió el poder en mayo de 2017 con una pesada herencia de parte del expresidente Rafael Correa, quien sustentó su poder en un sistema asistencialista, prebendalista y corrupto que llevó al colapso de las cuentas públicas.

Más allá de los argumentos de Moreno, el remedio resultó peor que la enfermedad. Y esto no es novedad con las denominadas “recetas del FMI”, que apuntan fundamentalmente a descargar las cuentas mal administradas en los bolsillos de la gente sin discriminación.

Ocurrió en Bolivia con el polémico decreto 21060 a mediados de los años 80 y con el impuestazo a los salarios de febrero de 2003 que llevaron a una eclosión estatal que todavía hoy debatimos. Y con el gasolinazo que impuso Evo Morales en enero de 2011, que desencadenó una crisis social que lo obligó a revertir la medida, tal como acaba de ocurrir con Moreno.

Gobernar a espaldas de los bolsillos de la gente puede ser peligroso, aunque las cuentas frías exijan medidas urgentes e impopulares. Argentina, Brasil, Perú, México y otros países europeos intentaron la misma “receta del FMI” y así les fue. El problema es que, cuando se heredan economías ya dañadas, queda una realidad complicada para los mandatarios que deben resolver lo que heredaron de sus antecesores.

Más que el remedio, deberíamos ver cuáles son las causas de la enfermedad. El despilfarro, el gasto público sin sustento y el ocultamiento de la información económica que, en muchos casos, lleva a desayunarnos con arcas vacías y economías inviables y que son situaciones que caracterizaron a los gobiernos populistas en el último tiempo.

Las lecciones que deja la historia de ajustes en América Latina debería servir para las siguientes administraciones en países donde la transparencia no es la moneda corriente. Es el caso boliviano.

¿Qué país dejará la actual administración de Evo Morales? ¿Es realmente un paraíso boyante como intenta mostrar su impresionante propaganda política? ¿Cuál es la real medida del déficit fiscal, de la caída de las reservas internacionales y del endeudamiento? Muchos temen que, al asumir en enero, el nuevo presidente, cualquiera que fuera elegido, se encontrará con una economía en problemas.

Los bolivianos no queremos un país que se ponga al borde de la cornisa, como en Ecuador o Argentina. Demandamos un país equitativo, ordenado y transparente que siente las bases de un desarrollo realmente sostenible para todos.

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://www.eldeber.com.bo/153295_el-mal-calculo-de-lenin-moreno>