TURQUÍA Y LOS BRICS

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: News.Az (Azerbaiyán)

El ministro turco de Exteriores, Hakan Fidan, anunció este 4 de junio la intención de Turquía de ingresar en los BRICS. La declaración fue bien recibida en Moscú. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, felicitó a Ankara por su decisión asegurando que esta petición se estudiará con atención en la próxima cumbre del organismo a celebrase en la ciudad rusa de Kazán en octubre. Antes, a mediados de junio, se celebrará en Nizhny Nóvgorod una reunión ministerial de los BRICS, donde muy probablemente la petición turca tendrá una aceptación de carácter más formal.

Fidan indicó que los BRICS podrían constituir para Turquía una «buena alternativa» a la Unión Europea, organismo al cual Ankara lleva décadas pidiendo su admisión ante el notorio retraso de Bruselas y el rechazo de varios países europeos. Visto entre líneas, esta declaración de Fidan podría constituir un definitivo portazo turco a sus históricas aspiraciones de ingreso en la UE, cuyas relaciones con Ankara se han visto mermadas desde la llegada al poder en 2003 del actual presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

De este modo, un Erdogan que aparentemente observa cierto declive político decidiría instalar a Turquía, miembro de la OTAN, en un nuevo mecanismo de integración, en este caso los BRICS, que le permita equilibrar los altibajos en sus relaciones con Occidente. Este eventual ingreso turco mide así el pulso dentro de los BRICS en un momento clave para la reconfiguración de los equilibrios de poder a nivel global. El pasado 1º de enero ingresaron en ese organismo Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, siendo todos ellos aceptados como miembros en la cumbre realizada en Johannesburgo en julio de 2023. Tailandia, Indonesia, Kazajstán y Venezuela, entre otros, también presentaron solicitudes de membresía.

Antes de la llegada de Javier Milei a la presidencia, Argentina también estaba en la lista de ingreso tras esa cumbre en Sudáfrica. Pero el propio Milei ya declaró durante la campaña electoral que, en caso de ganar, no aceptaría el ingreso argentino a los BRICS, como finalmente ocurrió. La razón principalmente argumentada desde Buenos Aires es que los BRICS alberga «regímenes autoritarios» como los de Rusia, China e Irán. Por tanto, la posibilidad del ingreso de Turquía en los BRICS serviría para este organismo para suplir esa negativa de Milei.

Durante este año también se especuló con el presunto interés mexicano por ingresar en los BRICS, finalmente negado por las actuales autoridades de ese país. No obstante, está por ver si con la nueva presidencia de Claudia Sheinbaum termine apostando por acercarse a este organismo multipolar y multilateral. México es uno de los principales socios comerciales de China además de mantener una relación de normalidad con Rusia, a pesar de la guerra en Ucrania.

Por tanto, el momento de los BRICS luce relevante aunque no menos condicionado por las actuales crisis internacionales. La cumbre de 2023 aceleró los mecanismos de «desdolarización» de  la economía mundial, reforzando con ello los imperativos geopolíticos del eje euroasiático sino-ruso, muy cohesionado desde el comienzo de la guerra en Ucrania. Un eje geopolítico y geoeconómico al que también están asociados, con diversos grados de intensidad, países emergentes como Turquía, Irán e India. La cumbre de Johannesburgo también aceleró las bases de una nueva arquitectura del poder global de perfil multipolar, que permita establecer equilibrios para estas potencias emergentes ante la preponderancia de organismos globales como el G7, el G20 y la ONU.

El 2024 también ha sido estratégicamente electoral para los miembros de los BRICS, confirmando con ello la continuidad en el poder de algunos de sus líderes. Han sido los casos del ruso Vladimir Putin, reelecto en marzo pasado para un nuevo período hasta 2030; y recientemente el indio Narendra Modi, quien acaba de ganar las elecciones en su país aunque con un margen más ajustado de lo previsto.

Mientras el presidente chino Xi Jinping y su homólogo brasileño Lula da Silva siguen en el poder sin aparentes atisbos de afrontar crisis políticas internas, la muerte en mayo pasado por accidente aéreo del presidente iraní Ibrahim Raïsi empaña ese momento clave para el relanzamiento de los BRICS. Por otro lado, el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa perdió a comienzos de junio las elecciones legislativas, poniendo fin a tres décadas de poder del Congreso Nacional Africano, partido fundado por Nelson Mandela. Irán y Sudáfrica deberán ahora definir nuevos liderazgos que, a priori, no afectarían sus respectivas membresías ni tampoco su peso geopolítico dentro del BRICS.

Es indudable que la geopolítica es un activo clave para los BRICS. En este sentido comienzan a evidenciarse los movimientos tectónicos de las nuevas alianzas globales al calor de las transformaciones suscitadas por las guerras en Ucrania y Gaza. El presidente ucraniano Volodymir Zelensky realizó una sorprendente visita a Filipinas, un país con frecuentes tensiones con China por reclamaciones marítimas, para «agradecer» su apoyo a Kiev. Para mediados de junio está prevista en Suiza una conferencia de paz sobre Ucrania organizada por el gobierno suizo.

Esta visita ha generado suspicacias en un momento en que el eje «atlantista» EEUU-OTAN-UE refuerza su apoyo a Zelensky ante la ofensiva militar rusa toda vez se observa un dinamismo cada vez mayor dentro del sureste asiático en torno al AUKUS, alianza impulsada en 2021 por EEUU, Gran Bretaña y Australia y que comienza a ampliar sus esferas de influencia hacia Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y precisamente Filipinas.

Volviendo a la aspiración turca de ingresar en los BRICS, todo dependerá de la agilización de los mecanismos de admisión de cara a la cumbre de Kazán. La economía turca atraviesa un período de crisis y estancamiento, con elevada inflación y depreciación de su moneda, la lira turca. Con este panorama, y más allá de los intereses geopolíticos y geoeconómicos, ingresar en la arquitectura financiera de los BRICS podría suponer para Ankara una especie de salvavidas económico ante la posibilidad de acceder a una cartera de créditos y fondos que le permitan garantizar la estabilidad económica en estos tiempos convulsos.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. 

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MÉXICO CONFIRMA EN LAS URNAS UNA NUEVA HEGEMONÍA POLÍTICA

Roberto Mansilla Blanco*

Con Sheinbaum, México entra en una nueva etapa histórica iniciada en 2000 con la derrota del PRI tras 69 años en el poder

La contundente victoria de la candidata oficialista Claudia Sheinbaum con el 59,36% de los votos en las elecciones presidenciales mexicanas celebradas este 2 de junio consolida una nueva hegemonía política en el país azteca iniciada en 2018 con la llegada al poder del actual presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA)

La hoy recién elegida como nueva presidenta mexicana, considerada la «delfín» de López Obrador, lideró una coalición conformada por el propio MORENA, el PT y el Partido Verde. El triunfo de Sheinbaum, una reconocida académica y hasta ahora jefa de Gobierno de Ciudad de México, es igualmente histórico: se convierte así en la primera mujer en presidir México.

Una condición, la del género, que igualmente se vislumbraba en el caso de su contrincante electoral, Xóchitl Gálvez, quien obtuvo un 27,91% de los votos. Gálvez lideró una inédita coalición que incluyó a partidos ideológcamente distintos como el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Democrático (PRD), todos ellos dominantes en la esfera política y electoral mexicana hasta la aparición de MORENA y que, tras este resultado electoral, inician una especie de «travesía en el desierto», una crisis estructural que incluso amenaza con marginarlos del espectro político.

El sello de Sheinbaum

Tras oficializarse su triunfo, en su discurso como nueva presidenta, Sheinbaum lanzó un mensaje tan reivindicativo como revelador: «seré la primera mujer presidenta en 200 años de historia republicana de México»; «No llegué sola, llegamos todas»; y «gobernaremos en paz». Sin alejarse de los postulados ideológicos de su mentor AMLO, Sheinbaum ofrece una perspectiva propia orientada igualmente a imponer su sello en el debate político en México.

Se observan aquí con mayor nitidez algunas de las señales de identidad del gobierno de Sheinbaum: una mayor implicación ecologista, de políticas de género y de justicia social en un país de 136 millones de habitantes que si bien logró reducir la pobreza en estos años de gestión de AMLO, esta tasa aún se mantiene en el 36%. Toda vez, México tiene un alto índice de feminicidios y de violencia ciudadana lastrada por el poder de los carteles de crimen organizado: la violencia provoca anualmente unas 30.000 víctimas mortales. En los últimos meses fueron asesinados una treintena de candidatos.

Esta hegemonía de MORENA se observa igualmente a nivel regional, vital para analizar los equilibrios de la política mexicana: el partido gobierna actualmente en 21 de los 32 estados a nivel nacional. Sheinbaum obtuvo más de 35 millones de votos, cinco millones más que los alcanzados por AMLO en 2018.

Esta hegemonía tiene también repercusión en el poder legislativo ya que la coalición oficialista posee ahora una mayoría aplastante: 243 de los 365 representantes en la Cámara de Diputados. En el Senado es igualmente contundente esta mayoría de la coalición: 82 de 128 escaños. Estos resultados le permitirán a Sheinbaum y la coalición gobernante sacar adelante un ambicioso programa de reformas constitucionales denominada «La Cuarta Transformación», iniciado seis años atrás con AMLO en la presidencia.

Revitalización progresista; freno a la ultraderecha

Pero el triunfo de Sheinbaum debe igualmente medirse en clave hemisférica; aquí destacan aspectos como el género y la seguridad ciudadana, con una implicación cada vez más importante en las agendas políticas regionales.

Con Sheinbaum podemos observar también una revitalización de las izquierdas progresistas latinoamericanas tanto como su triunfo implica igualmente un ‘freno de mano’ ante el ascenso de tendencias más derechistas, ultraliberales, e incluso de ultraderecha, radicalmente opuestos a esas agendas progresistas e imbuidos en una perspectiva de «batalla cultural» contra la izquierda.

Esa tendencia derechista la vemos claramente en el caso del presidente argentino Javier Milei pero también ampliada en el campo de la seguridad ciudadana con el mandatario salvadoreño Nayib Bukele. Curiosamente, previo a las elecciones mexicanas, Bukele inauguraba un nuevo período presidencial en una toma de posesión en la que fue significativa la visita de Milei, marcando una sintonía política que comienza a cosechar adeptos a nivel continental.

Con Sheinbaum se intuye también una continuidad con el legado de AMLO en lo relativo a la política exterior multilateral pero que puede observar importantes implicaciones de cara a la resolución de problemas globales, en particular el cambio climático y las actuales guerras (Ucrania, Gaza)

Siguiendo con el legado de AMLO, Sheinbaum (que no olvidemos tiene origen judío sefardita) podría mostrar una mayor predilección al reconocimiento del Estado palestino, siguiendo la tendencia que recientemente observamos en Europa con países como España, Noruega e Irlanda.

Con Sheinbaum, México entra en una nueva etapa histórica iniciada en 2000 con la derrota del PRI tras 69 años en el poder; y en 2018 con la llegada a la presidencia de un partido de izquierdas, MORENA. Trazando una nueva hegemonía de carácter progresista amparada por el apoyo popular en las urnas, Sheinbaum tendrá ahora la tarea de ampliar los esquemas de la «Cuarta Transformación» iniciada hace seis años por su mentor López Obrador, particularmente en materia de derechos políticos y sociales.

Retos y desafíos indiscutibles para uno nuevo liderazgo en un país constantemente ‘bendecido’ por los centros de poder económico y financiero como un «mercado emergente» y llamado a adquirir un protagonismo en el mundo en transformación de este siglo XXI.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/mexico-confirma-unha-nova-hexemonia-politica-roberto-mansilla-blanco/

GUAYANA ESEQUIBA: UNA RESTITUCIÓN OPORTUNA Y DE VERDAD

Abraham Gómez R.*

En la controversia con Guyana por la Zona del Esequibo, nos hemos encontrado con todo. Conjeturas inimaginables; además posiciones contradictorias de quienes se arrogan alguna dudosa designación para asumir la «absoluta defensa» de los intereses del Estado venezolano. Súmele a lo ya descrito, silencios cómplices, declaraciones destempladas o extemporáneas, publicación del mapa mutilado, elogiosas frases al contrincante en escenarios internacionales; permisividades ―por acción u omisión— para la explotación de recursos en la zona.

Las últimas prácticas arriba señaladas configuran los principios de aquiescencia y estoppel, suficientemente conocidos y aplicados en el Derecho Internacional.

Ha habido de este lado ―lo reconocemos― un enjambre de decisiones que de entrada lucen inverosímiles o extravagantes; a pesar de tales características nos hemos visto obligados a estudiarlas y analizarlas.

En reiteradas ocasiones, y en distintos eventos y circunstancias, los gobiernos guyaneses desde Forbes Burnham hasta el actual Irfaan Ali han sostenido determinantemente que la figura del Buen Oficiante ha constituido una perdedera de tiempo y no se había visto -según ellos- que evolucionara el discernimiento con resultados satisfactorios para ninguna de las dos partes en controversia.

Tal vez por eso procedieron ―ingratamente― a demandar a Venezuela por ante la Corte Internacional de Justicia.

Una vez más preguntamos: por qué los representantes diplomáticos nuestros, que actúan desde la cancillería, estuvieron evadiendo la vía jurídica, en tanto salida a la contención que sostenemos contra Guyana por la Zona del Esequibo. Y ahora mismo, a algunos integrantes de la Alta Comisión también los percibimos esquivos y llenos de dudas e incertidumbres cada vez que mencionamos ―públicamente― que no son excluyentes los dos escenarios de arreglo, que ya hemos presentado con anterioridad.

Primero, insistir con la posibilidad de que la delegación guyanesa avenga a un diálogo sincero, franco directo para alcanzar una solución «práctica y satisfactoria para ambas partes» conforme lo mandata el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, que se suscribió y ratificó; además dicho documento se promulgó como ley en ambas naciones.

La otra alternativa, que no debe ser nunca desdeñada, consiste en seguirnos preparando para la fase de pruebas, a la cual seremos llamados próximamente, dentro del Proceso jurisdiccional que cursa en el Alto Tribunal de La Haya. No hay nada que temer. Esa expresión de racional optimismo la he venido utilizando siempre; por cuanto, nos asiste un denso acervo de probanza, que la contraparte sabe que poseemos, como también el digno jurado de la Sala Juzgadora.

No vamos a pedir más que lo que por justicia nos ha correspondido y ha sido nuestro histórica y jurídicamente.

Vamos a solicitar «en justo y puro derecho» al Cuerpo Jurisdicente que se le restituya a Venezuela esa séptima parte de su extensión territorial que le fue desgajada en una tratativa perversa.

Nos resulta incomprensible que el gobierno venezolano refleje, ante la comunidad internacional, una ligera evasiva en este álgido asunto; y no es desde ahora, si nos atenemos a unas declaraciones del presidente Nicolás Maduro, del 13 de noviembre de 2016:

«Cualquier opción que tome el Secretario General de las Naciones Unidas debe ser aceptada por las partes de manera amistosa y de mutuo acuerdo. Es un acuerdo sabio, que excluye la vía judicial».

Fíjense que el señor Antonio Guterres no excluyó la vía judicial, la cual fue precisamente a la primera que apeló, cuando envió el 19 de enero de 2018 el caso controvertido para que lo decidiera la Corte Internacional de Justicia conforme al derecho aplicable.

Y procedió de esa manera, según el actual Secretario General, basado en el artículo IV, numeral 2 del vigente Acuerdo de Ginebra:

«Si dentro de los tres meses siguientes a la recepción del Informe final el Gobierno de Venezuela y el Gobierno de Guyana no hubieren llegado a un acuerdo con respecto a la elección de uno de los medios de solución previstos en el Articule 33 de la Carta de las Naciones Unidas, referirán la decisión sobre los medios de solución a un órgano internacional apropiado que ambos Gobiernos acuerden, o de no llegar a un acuerdo sobre este punto, al Secretario General de las Naciones Unidas. Si los medios así escogidos no conducen a una solución de la controversia, dicho órgano, o como puede ser el caso, el Secretario General de las Naciones Unidas, escogerán otro de los medios estipulados en el Articule 33 de la Carta de las Naciones Unidas, y así sucesivamente, hasta que la controversia haya sido resuelta, o hasta que todos los medios de solución pacifica contemplados en dicho Articule hayan sido agotados».

Prestemos atención a la presente explicación lógica: si nos sabemos poseedores de las razones socio históricas, jurídicas y cartográficas.

Agreguemos, concretamente, si tenemos los elementos probatorios (para explayar en el trayecto de alegatos en la Corte) del vil despojo que se nos hizo; más aún, si contamos con compatriotas suficientemente preparados en Derecho Internacional, y de manera particular en los detalles e intersticios de este litigio; pregunto, ¿por qué evadir la vía del arreglo judicial, como nos viene encarando el gobierno guyanés?

Por lo visto, han arreciado, en los dos últimos años. Se las están jugando completa; pero queremos que sepan que nosotros también vamos con todo, con nuestra incuestionable alforja de pruebas.

La solicitud de restitución, por parte de Venezuela, constituye una petición procesal legítima e irrebatible; cuya finalidad procuramos que concluya mediante una Resolución coherente y satisfactoria, donde se haga justicia a nuestro país.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Asesor de la Comisión de la Asamblea Nacional por el Esequibo y la Soberanía Territorial. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela. Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba.