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SECRETARÍA GENERAL DE ALADI: NO URUGUAY Y SÍ BOLIVIA

Agustín Saavedra Weise*

La Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) inició actividades en 1980 como sucesora de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) creada en 1960. Ante los escasos resultados de la ALALC se decidió darle una nueva dinámica. ALADI avanzó en sus sanos propósitos y tiene 13 países miembros que representan en conjunto 20 millones de kilómetros cuadrados y más de 510 millones de habitantes.

El Tratado de Montevideo de 1980 es el marco jurídico constitutivo y regulador de ALADI. Estableció los siguientes principios generales: pluralismo en materia política y económica; convergencia progresiva de acciones parciales hacia la formación de un mercado común latinoamericano; flexibilidad; tratamientos diferenciales en base al nivel de desarrollo de los países miembros; y multiplicidad en las formas de concertación de instrumentos comerciales.

A todo esto —como bien manifestó el conocido escritor Alfonso Gumucio— algo sospechoso o raro sucede ahora en ALADI, entidad en la que se aproxima la elección de su principal ejecutivo (Secretario General) y sigue la incertidumbre, no exenta ésta de triquiñuelas.

Primeramente, para la elección había dos opciones: el Secretario General saliente —un ciudadano de México que quería su reelección por tres años, a lo cual tiene derecho— y la Canciller de Bolivia, Karen Longaric Rodríguez. Inesperadamente, luego se presentó el Dr. Sergio Abreu, ex canciller del Uruguay, auspiciado nada menos que por el actual presidente uruguayo Luis (“Cuquito”) Lacalle Pou. Es más, el flamante mandatario se preocupó de hablar con todos sus colegas de los países miembros de la ALADI para tratar de conseguir apoyo, inclinando así injustamente la balanza en favor de su candidato. Y seamos francos: por ser Uruguay sede de la ALADI ya ha tenido dos secretarios generales de esa nacionalidad; es improcedente que en estos momentos aspire a tener otro por tercera vez, ya está buena la cosa.

La República Oriental del Uruguay (ROU), pese a su escasa población, se las ha ingeniado para tener cargos importantes en diversos entes internacionales. Nadie duda de la competencia profesional de sus candidatos y funcionarios, pero sí creemos que debe haber un equilibrio en la representación; es lo mínimo que se puede pedir y mientras, Bolivia siempre ha estado relegada en lo que hace a cargos jerárquicos en los organismos hemisféricos. Por otro lado, en este momento la doctora Karen Longaric Rodríguez es el mejor candidato posible, por su edad y dada su trayectoria profesional. Además, para quienes critican la designación de Karen por ser el actual gobierno de Bolivia un gobierno transitorio, vale el recalcar que el gobierno de la presidente Jeanine Añez es, en primer lugar, constitucional y legítimo; en segundo lugar, la postulante es una reputada profesional, apolítica y diplomática de carrera que se la está postulando en función del interés nacional y del espíritu integracionista que anima a Bolivia, no por ninguna situación parcializada o de coyuntura. En lo personal, estoy convencido de que la Dra. Longaric es de lejos una óptima opción para ocupar la Secretaría General de la ALADI.

Apelo a la conciencia de Cuquito (a cuyo padre conocí y traté) para que desista de la candidatura del colega Abreu en ALADI; bien puede ser nombrado para otra función interna o externa. No sería correcto que, abusando de ser la sede Uruguay ocupe por tercera vez una Secretaría que en 2020, por justicia, derecho, méritos y hasta por simple rotación geográfica, le corresponde a Bolivia.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/secretaria-general-de-aladi-no-uruguay-y-si-bolivia_198143

MAR ÁRTICO: CALENTAMIENTO LITERAL Y GEOPOLÍTICO

Agustín Saavedra Weise*

 

Imagen de 358611 en Pixabay 

Al contrario que su contraparte austral, donde existe un continente helado (Antártida), el Ártico es puro hielo. Y éste ha ido disminuyendo progresivamente debido al calentamiento global. Se ha pronosticado el casi total deshielo ártico para fines del presente siglo XXI, algo realmente catastrófico. El área de influencia del Círculo Polar Ártico incluye a Dinamarca (poseedora de Groenlandia), Estados Unidos (por Alaska), Canadá, Islandia, Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia. Años atrás, Vladimir Putin ordenó desplegar una bandera rusa de titanio en el fondo del Polo Norte, creando conmoción en la comunidad internacional por dicha acción, ejercida por un submarino nuclear.

A falta de un tratado formal como el que sí existe para la Antártida se creó el Consejo Ártico, un foro intergubernamental para fomentar la cooperación, coordinación e interacción entre los estados parte y con la participación de las comunidades indígenas de la región. Ha funcionado bien pero no tiene el poder efectivo de su par antártico; es más un foro de consultas y búsqueda de consensos.

Se calcula que debajo del mar Ártico existen gigantescas reservas de minerales, gas y petróleo. Ahora que el deshielo permite la explotación de algunos de esos recursos y se han abierto varias zonas aptas para nuevas exploraciones, se están creando susceptibilidades de todo tipo. La firma de un Tratado Ártico formal de paz y de cooperación se impone, ya que solamente así se podrá regular la protección del medio ambiente, lograr armonía en la explotación de materias primas e intentar conciliar las diversas pretensiones territoriales sobre el lecho marino. Por otro lado, la Convención del Mar de 1982 deberá ser revisada para lograr acuerdos por el tema de las 200 millas de zona económica exclusiva.

Los expertos vaticinan una crisis mayor —y de proporciones universales— si prosigue el deshielo polar ártico y se liberan materiales tóxicos hacia la atmósfera. Todos los países del área obviamente tienen y tendrán su opinión, pero la verdadera solución (o el conflicto) se dará entre el oso ruso y el águila estadounidense. El Ártico es el punto focal ahora de un posible conflicto ruso-americano. A medida que la capa de hielo ártico se derrite están surgiendo nuevas rutas comerciales de navegación y nuevos desafíos geopolíticos. Rusia ha reconstruido su presencia militar en la zona y EEUU procedió de la misma forma; ambos poseen flotas de rompehielos equipados para la guerra antisubmarina. La OTAN ha expresado preocupación por el aumento de los movimientos navales rusos cerca de la estratégica brecha GIUK (Groenlandia, Islandia, Reino Unido) y hasta China también pretende —por cuenta propia— intentar explotar recursos árticos. El panorama es álgido y cambiante.

Mientras el deshielo avanza han habido incendios forestales, el magnífico oso blanco —símbolo ártico por definición— está al borde de la extinción y otros problemas ecológicos, ambientales y humanos están cada vez más complicados por el cúmulo de intereses económicos surgidos en esa conflictiva zona del mundo. Sin ir muy lejos, cabe hacer notar que las instalaciones rusas de petróleo y gas en el Ártico representan el 45% de su capacidad productiva.

El Ártico sigue en vilo, esta vez hasta con presencia militar. Ojalá se logren entendimientos que brinden tranquilidad a esa región; urge solucionar pacíficamente asuntos pendientes, poder explotar en armonía sus ingentes recursos naturales e intentar detener el desastre ambiental.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Debe, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/mar-artico-calentamiento-literal-y-geopolitico_196173

ENTRE LA FE, LA RAZÓN Y LA IRRACIONALIDAD

Agustín Saavedra Weise*

La fe y la razón son relativamente inconciliables. Con respecto a la fe tenemos que creer sin ver ni razonar, solo confiar y fortalecer un algo que está más allá de nuestro ser. La razón, en cambio, nos dice que debemos investigar todo y encontrar el origen de las cosas mediante los métodos de la lógica formal.

El ser humano es el rey de la creación, ya sea por obra de Dios o —para los ateos— por simple derivación de su intelecto superior con respecto al resto de los seres de este planeta. Pero también es muy cierto que el hombre es el primer gran depredador, es el primate más cruel, el único animal que mata por placer y voluntariamente deteriora el propio medio ambiente en donde vive.

Hay muchos ejemplos de destrucción de fauna y flora; en esta breve nota baste citar como víctimas inocentes del desbarajuste ambiental —fruto de la propia humanidad— al magnifico jaguar, hoy en peligro de extinción por su implacable cacería. En otras partes del globo podemos citar al tigre de Bengala y al oso blanco. En siniestras ocasiones y para colmar la copa de la crueldad, los humanos han matado masivamente a otros humanos o se han matado entre sí por millones. No existe una sola especie —ni siquiera entre los insectos— que cometa actos tan atroces y devastadores.

Se dice del ser humano que es “racional”; más vale decir que es un ser lleno de emociones y que sí, claro, tiene un raciocinio que lamentablemente pocas veces lo usa. Esa falta de racionalidad en alguien que la tiene y que nació con ella es aberrante, pero explica -con simples ejemplos- tragedias ocasionadas por conducir y al mismo tiempo hablar o enviar textos mediante el teléfono celular. Asimismo, hemos percibido otras múltiples, absurdas e incomprensibles irracionalidades, hasta el punto de hacernos dudar seriamente acerca de la definición del humano como un ser racional.

En la Academia de Platón se estaba discutiendo en una oportunidad cuál era la mejor definición del hombre y se lo llegó a calificar como un “bípedo implume”. Ante esta situación, al día siguiente —desde las afueras de la Academia— el cínico Diógenes lanzó por encima de los muros del ilustre recinto ateniense un pollo desplumado…. Aristóteles por su lado definió al hombre como un “zoon politikon”, como un animal de la “polis”, de la ciudad, del lugar en el que se desempeñaba socialmente y transcurría su vida. Y esa es una definición bastante correcta que muchos la han tergiversado al expresar que el hombre es un “animal político” y se refieren por tal a la actividad política como la entendemos hoy. Craso error. El humano es un ser de la polis (ciudad); allí vive, lucha, prospera, se empobrece, muere, etc. El gran estagirita definió al humano como un ser social cuya vida transcurre en comunidad, no en solitario. En la polis el hombre podía interactuar con otros humanos en diversos ámbitos y acciones, no solamente en la acción política, como se entiende hoy (erradamente) a la expresión aristotélica.

En definitiva —aunque siempre habrán polémicas al respecto que nunca terminarán— mi modesto criterio prefiere reiterar en una visión objetiva de la realidad la definición más correcta del humano: especie provista de una avanzada capacidad de razonar pocas veces utilizada, ya que mayoritariamente sus acciones son impulsadas por emociones e irracionalidades.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Debe, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/entre-la-fe-la-razon-y-la-irracionalidad_195245