MOLDAVIA: ¿DE QUIÉN ES ESA «INTERFERENCIA»?

Roberto Mansilla Blanco*

El pasado 10 de octubre la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, viajó Chisinau, la capital de Moldavia, diez días antes de unas decisivas elecciones presidencias con referéndum incluido de adhesión a la Unión Europea. En 2022, al calor de la guerra ruso-ucraniana, Moldavia recibió súbitamente el estatus de candidato para ingresar en la UE, comenzando oficialmente en junio pasado las negociaciones de admisión con Bruselas.

En su visita, von der Leyen elogió la labor de la presidenta Maia Sandu, ferviente «europeísta» y acérrima crítica de Rusia. Sandu se jugaba la reelección en las elecciones del pasado domingo 20 de octubre. En Chisinau, la «dama de hierro» de la UE prometió un paquete de ayuda de 1.800 millones de euros a Moldavia, apetecible «regalo» si los moldavos aprobaban mayoritariamente el «Sí» a la adhesión a la UE.

Durante meses von der Leyen se prodigó en advertencias y críticas contra Moscú por su presunta política de «interferencia» vía guerra híbrida y desinformación contra las «aspiraciones europeístas» moldavas. Pongamos el tema en contexto histórico: Moldavia, ex república soviética fronteriza con Ucrania con una mayoría de población lingüística, cultural e históricamente ligada a la vecina Rumanía, pero también con presencia de importantes comunidades rusoparlantes, mantiene un litigio soberanista con la República Pridnestroviana de Transnistria, una república «de facto» declarada independiente de Chisinau desde 1991, año de la desintegración de la URSS.

Hasta 1992 Chisinau mantuvo infructuosamente una confrontación militar contra los irredentistas «transnistrios» para intentar recuperar su soberanía en ese territorio. No lo consiguió pero el conflicto sigue latente y ha logrado redimensionarse tras la invasión rusa de Ucrania. Moscú mantiene un consulado en Tiráspol, la capital de Transnistria, así como un destacamento del Ejército asentado en la margen oriental del río Dniéster que, curiosamente, es precisamente la mayor garantía de estabilidad local.

Bruselas, en su pretendida «cruzada civilizatoria» contra el presidente ruso Vladimir Putin, viene advirtiendo insistentemente que el Kremlin utiliza Transnistria como una reproducción de lo que supuso el Donbás como leitmotiv de la invasión a Ucrania en 2022. Visto en perspectiva, la «línea dura» de la UE y de la OTAN, de la que von der Leyen forma parte, interpreta que Moldavia correría el mismo riesgo que su vecina Ucrania: una eventual invasión militar rusa. Esa fue la idea y la perspectiva que atizaron desde los centros de poder y los mass-media. De allí la importancia de las «elecciones-referéndum» del pasado domingo 20 en Moldavia.

El problema para vor der Leyen y Sandu es que el «europeísmo» alcanzó apenas un 50,4% de los votos. Informaciones posteriores aseguran que 150.000 moldavos, un 10% de la población habilitada para votar, reconoció la «compra de votos» a favor del «Sí». Visto lo ajustado del resultado, no es poca cosa. Por cierto, la «europeísta» Sandu tampoco ganó en primera vuelta. Deberá disputar ahora la presidencia en una segunda vuelta contra el ex fiscal Alexander Stoianoglo el próximo 3 de noviembre.

Moscú denunció que las elecciones «no fueron completamente libres» y que el resultado plantea muchas «interrogantes». Algunas fuentes aseguran que la victoria del «Sí» se debió también al importante voto de la diáspora moldava, tradicionalmente «proeuropea». Mientras, Sandu denuncia la presunta campaña desde Moscú por parte de oligarcas como Ilan Shor, exiliado en Rusia, a quién acusa de aparentemente comprar votos contra Sandu y el «europeísmo».

Sólo un dato más para intentar explicar que fue lo que sucedió el pasado 20 de octubre en Moldavia. Durante la campaña electoral, Stoianoglo aseguró que, en caso de llegar al poder, llevará a cabo una política «equilibrada» con vínculos con EEUU, Rusia, la UE y China. Un ejercicio de realpolitik que por lo visto constituye una especie de sacrilegio para Bruselas y von der Leyen.

En Moldavia, el «europeísmo-otanista» de von der Leyen salió contrariado: ni siquiera puede celebrar una «victoria pírrica» ante un resultado que muestra tantas incertidumbres como las que estamos viviendo desde hace tiempo con la guerra ucraniana, donde las recientes tentativas de alto al fuego se ven condicionadas (y a veces entorpecidas) por las expectativas ante el resultado electoral en EEUU en las presidenciales del próximo 5 de noviembre.

El flamante «Plan de la Victoria» recientemente declarado por el presidente ucraniano Volodymir Zelensky se ve contrariado ante la certeza de que Ucrania no tiene efectivos militares para resistir una ofensiva rusa de alto nivel. Y tras incesantes «advertencias» de presunta «interferencia rusa» en las elecciones moldavas, el resultado electoral en ese país define las incongruencias de Bruselas y las aspiraciones de von der Leyen, de la OTAN y de la UE, quienes no dudaron en intentar «atraer votos» con prebendas económicas. Entonces, en Moldavia, al final, ¿de quién viene siendo esa «interferencia» de la que tanto hablan los grandes mass-media?

 

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/moldavia-de-quen-e-esa-interferencia-roberto-mansilla-blanco/

 

ISRAEL Y EL MANTO DE IMPUNIDAD

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: hosnysalah en Pixabay.

Un año después de los ataques de Hamás en territorio israelí, que dieron paso a la desproporcionada e inhumana invasión militar de Gaza, ¿cuál es el panorama en Oriente Próximo? Existe una nueva crisis de refugiados ante el desplazamiento de población palestina hacia el sur de la Franja de Gaza, Israel inicia una nueva guerra invadiendo el sur del Líbano con la finalidad de descabezar al movimiento islamista Hizbulá, al mismo tiempo que ataca posiciones en Yemen de la comunidad hutí, aliado iraní.

Esta nueva ofensiva israelí dio paso a la respuesta iraní y del Hizbulá con el lanzamiento de misiles y drones contra territorio israelí. Israel ha hecho patente su absoluto desprecio por la ONU, incluso atacando algunos de los puntos y convoyes de este organismo en un claro ejercicio de amenaza disuasiva, tal y como ha venido realizando con prácticamente todas las resoluciones de la ONU en lo relativo al tema palestino.

El resultado, un año después, es más guerra en Oriente Próximo y una escalada de tensiones que implica observar con atención la posibilidad de un enfrentamiento directo entre Israel e Irán.

Los acontecimientos interpretan que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu está acelerando el viejo proyecto del «Gran Israel» buscando sellar definitivamente las denominadas «fronteras históricas» y diseñando una nueva geopolítica regional. La posibilidad de difusión de un conflicto a gran escala contra Irán, Irak y Siria no es un escenario para nada descartable.

Por mucho que la retórica oficial israelí se esfuerce en justificar sus acciones bajo la recurrente perspectiva de «victimización», queda claro que Netanyahu no está librando una guerra «por la supervivencia» ni por la «vitalidad del Estado de Israel». Lo hace bajo el argumento de existencia de enemigos frecuentes (Irán, Hizbulá, Hamás) pero no menos convenientes para mantener su poderoso establishment militar-industrial israelí, verdadero factor de poder que nutre la existencia del Estado de Israel como entidad estatal, obviamente con el apoyo de EEUU y Europa.

Por otra parte, el sorprendente ataque de Hamás en octubre de 2023 abrió una brecha dentro de la sociedad israelí, rompiendo el mito de su imbatibilidad militar y de la impenetrabilidad de su territorio. Los dos ataques masivos de misiles por parte de Teherán en lo que va de 2024 (abril y octubre) confirman igualmente esa perspectiva. No obstante, la sociedad israelí no parece mostrar mayores críticas o cuestionamentos contra la «línea dura» consolidada por Netanyahu y sus aliados, amparados bajo un proyecto supremacista que denigra y demoniza al contrincante. Israel desistirá de cualquiera mea culpa así como tampoco atenderá (cómo viene siendo costumbre) la legalidad internacional siempre que los resultados militares sean eficaces para neutralizar a sus enemigos.

No obstante, no queda claro que Israel esté avanzando militarmente en estas dos guerras simultáneas (Gaza y Líbano) que pueden prolongarse con el tiempo. Un año después del ataque de Hamás, Tel Aviv apenas logró liberar una decena de los más de 200 israelíes secuestrados. Si bien golpeados y asesinados sus principales líderes (Ismail Haniya y Yahya Sinwar por parte de Hamás; Hasán Nasralá del Hizbulá) ambos movimientos distan notoriamente de mostrar cualquier atisbo de desaparición; incluso refuerzan su condición de actores de resistencia y han revitalizado, al menos de cara al exterior, una causa palestina que parecía adormecida. Y en el trasfondo también está Irán, el eje vertebrador de esta especie de cinturón contra Israel dentro de un volátil e inestable mapa regional pero que sabe que sus respuestas contra Israel deben ser calculadas tomando en cuenta la posibilidad de manifestar un desequilibrio militar y de apoyos geopolíticos a favor de Tel Aviv.

Por otro lado, también está la doble vara de medir de una comunidad internacional cada vez más incongruente e insignificante. La misma que demonizó al presidente ruso Vladimir Putin con la invasión de Ucrania en 2022, aplicando una oleada de sanciones nunca antes vista contra un país, hoy busca tomar distancia de los crímenes que Israel comete en Palestina y ante sus aspiraciones hegemónicas regionales.

Occidente poco tiene que ofrecer cuando un eje euroasiático China-Rusia-Irán-Turquía (e incluso India) comienza a pisar con fuerza en la arena internacional, creando y fortaleciendo alternativas multilaterales (OCS, BRICS+) y alterando los cimientos de poder de ese interregno denominado «post-postguerra fría», hoy prácticamente sepultada. La cumbre de los BRICS a celebrarse en Kazán (Rusia) entre el 22 y el 24 de octubre plantea la posibilidad de ingreso del Turquía en este organismo multipolar toda vez que otros actores emergentes y potencias energéticas como Indonesia, Malasia, Tailandia, Vietnam y Argelia piden también su ingreso.

Por otra parte, el silencio de los principales países árabes (Egipto, Arabia Saudí, Qatar) sobre lo que sucede en Gaza y Líbano podría confirmar colaterales factores de complicidad con Israel. La eventual desarticulación de dos movimientos islamistas (Hamás y Hizbulá), que tienen demostrada su eficacia en la resistencia y lucha armada contra Israel, y su consecuente efecto neutralizador hacia Irán puede suponer para las élites árabes un beneficio político orientado a neutralizar cualquier síntoma de simpatía popular hacia esos movimientos, especialmente ante la presencia de otros movimientos islamistas como la Hermandad Musulmana, con múltiples redes de apoyo regionales.

Un año después de la guerra desatada por Netanyahu, el conflicto en Oriente Próximo entra en terreno desconocido. La única certeza es que Israel solo conoce el militarismo y la guerra como ethos y razón de ser, incapacitado para impulsar cualquier iniciativa diplomática o de paz que no sea bajo sus condiciones y amparada en los históricos apoyos occidentales.

Un año después también vemos como se derriba definitivamente esa pretendida pax americana en Oriente Próximo, otrora proyecto hegemónico de la «posguerra fría» en el que Washington, igualmente incapacitado para solucionar la actual crisis, parece ahora convencido de la necesidad de derogar esa tarea en su aliado regional, perpetuando así la impunidad israelí.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/a-eterna-impunidade-israeli-roberto-mansilla-blanco/

 

LA TRADUCCIÓN DERRIBA LAS BARRERAS LINGÜÍSTICAS

Francisco Carranza Romero*

Imagen: geralt en Prixabay

Desde hace muchos milenios la especie humana vive dispersa en muchos lugares del planeta Tierra, adaptada a la realidad física (orografía, clima y biósfera) y situación gracias más a su inteligencia que a su fuerza física. En el proceso de su sobrevivencia ha desarrollado su cultura: aprovechamiento de los recursos alimenticios, elaboración de ropas para cubrir su intimidad y para protegerse del frío y viento, fabricación de herramientas y remedios, construcción de sus viviendas y vías, y explicación de los fenómenos naturales y de su propia vida.

Nacimiento de las lenguas

En este esfuerzo de sobrevivencia los homines sapientes crean y desarrollan los códigos de comunicación entre los miembros de su clan y tribu para transmitirse los mensajes. Cuando los gestos y sonidos se convierten en palabras nacen las lenguas en cada lugar donde viven.

Las palabras (elementos mínimos independientes con significados) ―fuera de los de origen onomatopéyico y del habla infantil considerados universales lingüísticos― son realizaciones fonéticas que se refieren a seres, acciones y sentimientos. Y esas denominaciones, aunque parezcan arbitrarias, son realizaciones según el cuadro fonológico de cada lengua; por eso, hay vocabularios diferentes. Luego se crean los elementos mínimos significativos (morfemas) dependientes de las palabras. Estos elementos pueden anteponerse o posponerse a las palabras. Las combinaciones de los elementos que forman sintagmas menores y mayores también tienen su orden.

Los usuarios más cultivados intelectualmente son los que sistematizan las realizaciones fonéticas, las variaciones de las palabras y el orden de los elementos en función al campo semántico. Por ejemplo: los nombres, pronombres y adjetivos se declinan en muchas lenguas según el género, número y caso (nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo). Los verbos se conjugan según la voz (activa y pasiva), modo (indicativo, subjuntivo, condicional, imperativo, participio, gerundio), tiempo (simple y compuesto), número y persona. Además, hay varias declinaciones y conjugaciones. Todo esto constituye la gramática. Estas variaciones según el lugar, la realidad sociocultural y tiempo diferencian a las lenguas que dificultan la comunicación humana.

Como el lenguaje hablado es la realización momentánea, se recurre a la representación gráfica para que los mensajes perduren y ayuden a la memoria: esculturas, cerámicas, pictogramas, ideogramas y representaciones fonéticas que también difieren según el lugar y tiempo.

La diversidad de lenguas habladas y escritas dificultan la comunicación humana. Esta dificultad la podemos describir como barrera o abismo entre las gentes. Pero, esta dificultad es superada gracias a los bilingües o multilingües que derriban las barreras lingüísticas o se ponen como puentes sobre el abismo para acercar a los que quieren comunicarse. A estos personajes los llamamos intérpretes para la lengua hablada y traductores para la lengua escrita.

La expresión «interpretación auténtica» de ciertos abogados, es una simple pretensión de omnisapiencia (alteración mental conocida también como síntoma de Hubris).

¿Se puede reproducir todo el mensaje de una lengua a otra lengua?

La traducción es un esfuerzo de trasladar el mensaje de una lengua fuente a otra lengua meta. Y este esfuerzo es un proceso de muchos riesgos y niveles.

La traducción de cierta facilidad es de los textos de lenguas de la misma familia, como entre las lenguas románicas donde el léxico, la morfología y la sintaxis son similares. Las diferencias no son tan distantes. La traducción de los textos de temas técnicos es también más fácil porque el léxico técnico de origen grecolatino es usado en muchas lenguas.

La traducción de mayor dificultad. La traducción de textos de lenguas de familias diferentes crea muchas dificultades. Como ejemplo comparo dos lenguas: español y quechua.

El español, lengua románica, tiene artículo y preposición. El quechua, lengua andina, carece de artículo y preposición; los morfemas enclíticos indican las ideas de objetos directo, indirecto y circunstancial (lugar, origen, dirección, meta, modo, causa…).

En español todos los nombres y adjetivos tienen el género masculino o femenino. En quechua los nombres y adjetivos carecen del morfema de género. Sólo algunas palabras heterónimas diferencian el género como en el trato fraternal:

wawqi: hermano (de varón a varón); turi (de mujer a varón)

ñaña: hermana (de mujer a mujer); pani (de varón a mujer)

Traducción de textos literarios

Esta labor es la de mayor dificultad. Entre la prosa y la poesía, la segunda es más difícil porque el lenguaje sintético y figurado tiene también el objetivo de expresar la belleza fonética. Por eso exige condiciones especiales del traductor; no basta hablar, leer y escribir una segunda lengua para estar en condiciones de realizar una buena traducción. El traductor de obras literarias debe ser un buen lector de las obras literarias en la lengua fuente y en la lengua meta para comprender el mensaje y sentir la estética verbal. Por algo hay tantas obras bellas e interesantes en su lengua original que no tienen aceptación ni éxito en la versión traducida. Es que hay traducciones ad pedem litterae (al pie de la letra o traducción literal) y ad sensum (según el sentido). Una breve muestra del orden oracional.

Oración simple. Castellano: sujeto, verbo, objeto. Quechua: sujeto, objeto, verbo. 

Oración compuesta. Castellano: oración principal, oración subordinada. Quechua: oración subordinada, oración principal. Ejemplo de un texto quechua:

Punkuta wichqar, yarquy.

Traducción literal: Cerrando la puerta, sal.

Traducción ad sensum: Al salir, cierra la puerta.

Además, el traductor tiene que conocer todo el entorno de una obra porque los textos literarios expresan realidades históricas, económicas, políticas, religiosas y otros elementos culturales. Hasta las expresiones lingüísticas varían de significado según la época, grupo social y localidad. (En el blog: Francisco Carranza Romero, universo quechua, traducir no es tan fácil como se cree).

En conclusión, no hay una traducción perfecta, todo es un esfuerzo de pasar el mensaje de una lengua a otra. La traducción es la recreación de la obra.

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.

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