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LA 24a CUMBRE ANUAL DE LA ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN DE SHANGHAI EN KAZAJISTÁN: «REFORZAMIENTO DEL DIÁLOGO MULTILATERAL – ASPIRACIÓN A LA PAZ Y EL DESARROLLO SOSTENIBLES».

Isabel Stanganelli*

Foto: Embajada de la República Popular China en Ecuador.

Introducción

Los días 3 y 4 de julio de 2024 se celebró en Astana, capital de Kazajstán, la 24ª Cumbre Anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Esta Organización reconoce su origen en abril de 1996 como «Grupo de los Cinco de Shanghai», formado por China, Kazajistán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán. En 2001 se incorporó Uzbekistán, la organización adoptó su nombre actual e incluyó la «Convención de Shanghái para la supresión del Terrorismo, Separatismo y Extremismo (religioso)». Desde entonces ha buscado dar respuesta a los desafíos mundiales y regionales y al mismo tiempo se preparó para incorporar a los Estados que solicitaran su admisión. Hoy su propuesta es ofrecer alternativas a la hegemonía mundial. Uno de los pilares fundamentales de la OCS es respetar el derecho de cada Estado a elegir su modelo de desarrollo propio. De esta manera la OCS se ha vuelto cada vez más poderosa, sus objetivos se han adaptado en forma muy dinámica a las cambiantes realidades políticas y económicas del mundo y se mantiene dispuesta a encontrar soluciones negociadas, colaborativas y conjuntas entre sus miembros. Estos comparten valores e intentan proteger sus derechos e intereses en un mundo cada vez más multipolar y con situaciones complejas.

Desde sus inicios, la OCS señaló su compromiso ante el rol coordinador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a apoyar las normas universalmente reconocidas del derecho internacional y a colaborar en la construcción de un sistema mundial multipolar representativo, justo y democrático que permita a los países acceso equitativo a las oportunidades de desarrollo. En las últimas cumbres ha destacado la tendencia en ciertas regiones a la toma de decisiones unipolares que afectan a pueblos libres del mundo. En esta última Cumbre, y en presencia del Secretario General de ONU, se sostuvo la permanencia de esta tendencia.

La Cumbre Presidencial de la OCS en 2024

La presidencia rotatoria de la OCS estaba a cargo de Kazajistán por lo que su presidente, Kasim-Yomart Tokáev, presidió la reunión. A la misma asistieron el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, el presidente de Kirguistán, Sadyr Zhaparov, el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, el presidente de Tayikistán, Emomalí Rahmón, el presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, el presidente interino de Irán, Mohammad Mokhber, y el representante de la India, cuyos países son Estados miembros de la OCS. Del mismo modo, participaron de la cumbre el secretario general de la OCS y otros funcionarios.

Con estatus de Estados observadores permanecen Afganistán y Mongolia y 14 países revisten como «Asociados en el Diálogo»: Azerbaiyán, Armenia, Bahréin, Egipto, Camboya, Qatar, Kuwait, Maldivas, Myanmar, Nepal, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Turquía y Sri Lanka.

Si consideramos solamente a los diez países miembros permanentes de la OCS, éstos superan el 40% de la población mundial. Con los 16 países restantes, la OCS se acerca al 48% de la población total, representa el 32% del PBI mundial y contiene 20% del petróleo y el 44% del gas del planeta[1].

Cabe destacar que en 2024, además de la reunión del Consejo de Jefes de Estado de los Estados miembros, el foro internacional incluyó una reunión «OCS plus», denominada «Fortalecimiento del Diálogo Multilateral», con los dirigentes de los Estados observadores, el presidente de Turkmenistán (Gurbanguly Berdimuhamedov), invitados de honor y jefes de organizaciones internacionales como el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, representantes de la ASEAN y el Secretario General de la OCS, Zhang Ming.

Durante la Cumbre se aprobaron más de veinte documentos. Entre ellos:

    1. La Declaración de Astana: adherirse al «espíritu de Shanghai» y el compromiso de construir un nuevo modelo de Relaciones Internacionales basado en el futuro compartido de la humanidad.
    2. La iniciativa de la OCS de solidaridad entre Países para Promover la Justicia, la Armonía y el Desarrollo Mundiales,
    3. La Declaración de la OCS sobre los Principios de Buena Vecindad, Confianza Mutua y Asociación.
    4. Programa de cooperación contra el terrorismo, el separatismo y el extremismo para el período 2025/2027[2].
    5. Una estrategia antinarcóticos 2024/2029.
    6. Estrategias conjuntas en el sector energético, económico y financiero hasta 2030. Estos se relacionan con los «objetivos de desarrollo sostenible» de la agenda 2030 de la ONU pero se diferencian al no imponer ni limitar el desarrollo de los países sino respetar las decisiones soberanas de cada Estado que podrá establecer sus propias metas.[3]

En cuanto al mencionado en primer lugar, el «espíritu de Shanghai», el presidente de China presentó cinco sugerencias[4]:

    1. Construir una comunidad de solidaridad y confianza mutua, principalmente a través de una comunicación estratégica y el intercambio de experiencias entre sus miembros.
    2. Que sea un lugar de paz, tranquilidad y seguridad. Ayudaría la construcción de un Centro Antidrogas, el intercambio de inteligencia y la realización de operaciones conjuntas. Al respecto pidió especial atención a los vecinos de Afganistán para colaborar en su paz y reconstrucción.
    3. Atender a la prosperidad y al desarrollo, proponiendo 2025 como el año del desarrollo sostenible, principalmente atendiendo los proyectos de la Franja y de la Ruta como facilitadoras de intercambios y de avances tecnológicos agrícolas, comerciales, ambientales. Al respecto instó a los miembros a usar el sistema de navegación satelital chino BeiDou (BDS) y que sean parte de la construcción de la Estación Internacional de Investigación Lunar. También promueve en esta sugerencia la capacitación en tecnologías digitales para una mayor eficacia organizativa.
    4. Establecer lazos de amistad y buena vecindad, incluyendo el Foro de Medicina Tradicional, el Foro de Amistad entre Pueblos, campamentos de intercambio juveniles, foros de desarrollo verde, de mujeres.
    5. Construir un mundo de equidad y justicia multipolar, igualitaria, con una globalización económica que beneficie e incluya a todos de forma multipolar y logre una gobernanza global justa y razonable.

Los líderes se mostraron de acuerdo con el devenir de la OCS a lo largo de los años y también aceptaron las propuestas sugeridas para los próximos años y emitieron una declaración sobre los principios de buena vecindad, confianza mutua y asociación así como cooperación en áreas como la energía, inversiones y seguridad de la información[5].

Se destaca que una de las direcciones más importantes y facilitadoras de la armonía en la OCS son los emprendimientos en infraestructura. La Iniciativa de la Franja y la Ruta; el enorme gasoducto Poder de Siberia 2; la Ruta de Transporte Internacional Transcaspiana a través de Kazajstán, el mar Caspio, Georgia, Turquía y el mar Negro; el Expreso Transcaspiano China-Europa que permitió a los productos chinos llegar al mar Caspio a través de Kazajstán[6] o el ferrocarril China-Kirguizistán-Uzbekistán que es prioritario pues Beijing no puede utilizar el Transiberiano como ruta comercial hacia Europa ante el riesgo de ser sancionada.

Ya existe el proyecto de estrategia de desarrollo de la OCS hasta 2035 para lograr una mayor expansión de la cooperación en política, economía, energía, agricultura, altas tecnologías e innovación. Tal proyecto es parte de los planes quinquenales de China hasta ese año. Esta iniciativa ya era parte de la asociación estratégica de ese país y Rusia.

Declaración final

En la declaración final los miembros se comprometieron a aumentar el papel de la OCS en la creación de un nuevo orden internacional democrático, justo, político y económico en consonancia con los principios de la ONU. Están a favor de una solución justa a la cuestión palestina, en contra de las sanciones unilaterales ―occidentales―, se proponen crear un fondo de inversión y apoyan la creación de un banco común de la OCS y también defienden las disposiciones del Tratado de No Proliferación nuclear del que todos son miembros. Ante la situación reinante en Europa, consideran que pueden colaborar en la construcción de una nueva arquitectura de seguridad eurasiática basada en garantías bilaterales y multilaterales, abierta a todos los países euroasiáticos, incluidos los miembros de la OTAN. Como prioridad proponen el retiro de la presencia militar de potencias externas en sus territorios y lograr alternativas a los mecanismos económicos controlados por Occidente, incluyendo el dólar.

Con el fin de esta Cumbre culmina el año de dirección de la OCS por Kazajstán y se inicia el de China que designó a la ciudad de Tsingtao como sede de la próxima Cumbre Presidencial 2025.

En palabras de Xi Jinping: «La victoria está asegurada cuando las personas unen sus fuerzas; el éxito está asegurado cuando la gente se une».

 

Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Directora del CEID y Secretaria Académica de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.

 

Referencias

[1] «Lista de países ordenados por población». PopulationPyramid.net, 2023, https://www.populationpyramid.net/es/población-por-pais/2023/ [consulta: 24/07/2024].

[2] La OCS cuenta con una Estructura Regional Antiterrorista (RATS) con actividades de seguimiento constante.

[3] Considera injusta la imposición por parte de naciones que, en su momento, se han beneficiado de los recursos de otros países.

[4] «Xi Jinping Asiste a Reunión “Organización de Cooperación de Shanghái Plus” en Astaná y Pronuncia Importante Discurso». Embajada de la República Popular China en Venezuela, 07/07/2024, http://ve.china-embassy.gov.cn/esp/zgxw/202407/t20240707_11449406.htm [consulta: 16/01/2025].

[5] «Xi Jinping Asiste a XXIV Reunión de Consejo de Jefes de Estados Miembros de Organización de Cooperación de Shanghái». Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China, 04/07/2024, https://www.mfa.gov.cn/esp/zxxx/202407/t20240707_11449404.html, [consulta: 16/01/2025].

[6] Por Kazajstán pasa el 80% de las mercancías chinas hacia Europa. La nueva Ruta de la Seda sería imposible sin ese Estado como país de tránsito.

 

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EL «NUEVO-VIEJO ORDEN» DE TRUMP II

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: gregroose en Pixabay

 

Empieza el nuevo gobierno de Donald Trump en la Casa Blanca con un perfil bastante similar al de su anterior mandato (2017-2021) pero políticamente más reforzado.

Tal y como había advertido, el anuncio de deportación de miles de inmigrantes ilegales realizada por Trump el día de su investidura como el 47º presidente de los EEUU este 20 de enero, calificando este como el «día de la liberación», confirma que las señales de identidad en este retorno del «trumpismo» siguen intactas.

Unas señas mucho más reforzadas políticamente, con una agenda global más uniforme y elaborada, aderezada por el apoyo y los intereses de una elite oligárquica y tecnócrata, principalmente proveniente de Silicon Valley, con pretensiones de carácter «futurista», en la que Elon Musk tendrá, a priori, un protagonismo clave a través de su ministerio de Eficiencia de Gobierno (sin desestimar a Jeff Bezos y Mark Zuckerberg), ampliando incluso su margen de actuación hacia nuevas perspectivas dentro de la industria militar y de defensa estadounidense.

Como hizo en 2017 con Barack Obama, en 2025 Trump ha mantenido inalterable su vocación de «pasar página» del legado de la administración anterior, en este caso de Joseph Biden. Mucho se ha hablado del tono revanchista que presagiaba esta toma de posesión de Trump en su retorno a la Casa Blanca. Sus declaraciones tras jurar la Constitución dejaron clara su visión de no olvidar el pasado. «El camino para volver no ha sido fácil (…) pero el 20 de enero de 2025 es el Liberation Day», dijo Trump antes de firmar unas 200 medidas y decretos de aplicación inmediata, bajo un ritmo frenético orientado mediáticamente a satisfacer las expectativas políticas y electorales previas.

Aupado por sus aliados internacionales, destacando aquí la presidenta de gobierno italiano Giorgia Meloni (cuya pretensión es convertirse en el eco del «trumpismo» en Europa), los presidentes de Argentina, Javier Milei, y El Salvador, Nayib Bukele, Mateusz Morawiecki, ex primer ministro polaco y líder en el Parlamento Europeo del grupo Conservadores y Reformistas, y el líder del VOX español Santiago Abascal (por su parte no pudo asistir el presidente húngaro Viktor Orbán, uno de sus principales aliados), Trump se prodigó en mensajes emocionales de corte subliminal: «La edad de oro de EE.UU comienza ahora» dijo toda vez la «mano dura» se prevé con la declaración de emergencia en la frontera con México, el final del pacto sobre energías limpias y una posición conservadora en materia de identidad sexual: «Habrá solo dos géneros, hombres y mujeres».

China: «en tiempos de paz, por si acaso prepárense para la guerra»

Vale la pena destacar la reacción que el regreso de Trump a la Casa Blanca generó en su principal rival geopolítico, China. Un día antes de la investidura, el vicepresidente chino Han Zheng se reunió con el nuevo vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, a quien las cábalas políticas le otorgan el presunto papel protagonista de ser el sucesor de Trump y quien formaría parte de una supuesta logia “ilustrada y oscurantista”, aparentemente configurada como una importante base de poder del nuevo «trumpismo».

Desde Washington, Zheng aseguró que «China está lista para trabajar con EEUU para adherirse a la orientación estratégica de la diplomacia del jefe de Estado y dar seguimiento al importante consenso alcanzado entre el presidente chino, Xi Jinping, y el presidente electo Donald Trump, a fin de impulsar el desarrollo estable, sano y sostenible de los lazos bilaterales». Una declaración oficial que refuerza el tradicional tono pragmático y protocolario de Beijing, una apuesta por la conciliación, la distensión y el diálogo sin ocultar las bases inalterables e ineludibles de los intereses geopolíticos chinos.

Mientras Trump asumía su cargo, en Beijing, Xi Jinping, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), presidió una reunión del Buró Político del Comité Central del PCCh. Quedaba claro que no era una reunión casual: el objetivo era coordinar estrategias y afinar detalles concretos sobre lo que supone para China este nuevo período presidencial de Trump hasta 2029.

Un análisis de la agencia estatal Xinhua también revelaba estas claves sobre la relación entre China y EEUU con el regreso de Trump. Allí se explicaba que «aunque la relación entre China y EEUU está marcada por la cooperación, la competencia y, a veces, la tensión, cada vez más se caracteriza por la interdependencia. La cooperación económica y comercial se ha convertido en la piedra angular de los lazos bilaterales, con un comercio que ha crecido más de 200 veces. Las inversiones bilaterales han superado los 260.000 millones de dólares, con más de 70.000 empresas estadounidenses operando en China y generando ganancias anuales de 50.000 millones de dólares. Además, las exportaciones a China sostienen 930.000 empleos en EEUU». Aviso para navegantes desde Beijing ante las expectativas de aranceles proteccionistas por parte de la nueva administración de Trump.

De forma colateral, las amenazas de Trump hacia Groenlandia y el Canal de Panamá (sin olvidar Canadá) advirtiendo utilizar incluso la intervención militar para recuperar la soberanía estadounidense tienen en mente a China.

En Groenlandia está en juego la carrera geopolítica de poder por el control del Ártico, donde Rusia y China también juegan sus cartas. En el caso del Canal de Panamá, el objetivo es alejar a China del hemisferio occidental, en particular por su condición de socio comercial y de cooperación estratégica con varios países latinoamericanos (Brasil, México, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Uruguay) y ante las expectativas de Beijing de avanzar en la concreción de otro canal, el de Nicaragua, que una al Atlántico con el Pacífico.

Consciente de que el «enemigo» en esta especie de «neo-guerra fría» es China, Trump deberá contemporizar entre mantener una posición de distensión y neutralidad con Rusia y, al mismo tiempo, intentar romper el eje euroasiático que lidera China, con unos BRICS en ascenso que precisamente observan a China y Rusia como socios económicos alternativos a la hegemonía «atlantista» que Trump quiere reconvertir en plenamente «estadounidense» o en todo caso «anglosajona».

El otro gran retorno: Trump y Putin

Si la reacción china ante Trump II es relevante, igualmente importante lo es la del otro gran actor global, Rusia. Al igual que su aliado chino, el Kremlin ha reflejado una posición de mesura y expectación con el foco en las previsibles negociaciones que lleven a una reunión de Trump con su homólogo ruso Vladimir Putin, con Ucrania en el epicentro de atención.

Como era de esperar, durante una reunión extraordinaria en Moscú del Consejo de Seguridad, Putin felicitó a Trump como 47º presidente de EEUU y se mostró dispuesto a reanudar los «contactos directos» con la Casa Blanca bajo la perspectiva de «evitar una Tercera Guerra Mundial». La alusión a una guerra mundial no es baladí en el imaginario histórico y político ruso. En su página de X, el ministerio de Exteriores ruso dejó claras cuáles son las prioridades de su país ante el contexto actual rememorando un hecho histórico como el 82º aniversario del levantamiento del sitio de Leningrado a manos del Ejército soviético tras 872 días de asedio nazi.

El comunicado del Kremlin ante la toma de posesión de Trump fue lo suficientemente elocuente y sugerente a la hora de emitir su mensaje en perspectiva geopolítica y una velada despedida a Biden: «por supuesto, saludamos ese espíritu y felicitamos al presidente electo de EEUU por su toma de posesión. Escuchamos las declaraciones del presidente electo y su equipo sobre el deseo de reanudar los contactos directos con Rusia, rotos por la Administración saliente no por nuestra culpa».

Por otra parte aumentan los preparativos por parte de la Administración Trump para una posible reunión con Putin con el foco en una eventual tregua en la guerra ucraniana. Con ello se evidencia el reseteo y la nueva era (que no necesariamente se prevé cordial) en las relaciones ruso-estadounidenses, muy diferentes al antagonismo preponderante durante la administración Biden por su irrestricto apoyo a Ucrania y su pretensión de luchar «hasta el último ucraniano» enviando ayuda militar y financiera cuando la guerra parece entrar ahora en una fase de tregua y negociación más favorable a los intereses geopolíticos y militares rusos.

Este contexto deja en una delicada posición a la pieza «atlantista» de Biden en Ucrania, el presidente Volodomir Zelensky, quien también participa en esta carrera de obstáculos y de preparativos para la presidencia de Trump aceptando negociar con Rusia (y sus ganancias territoriales) a cambio de un ingreso en la OTAN que se observa prácticamente imposible y. aparentemente, aún menos con Trump en la Casa Blanca.

Buscando complicidad orientada a ganar espacios ante esta negociación, Zelensky felicitó a Trump argumentando que «es un día de esperanza para la resolución de muchos problemas». Con todo, Zelensky prepara también su terreno político y personal: previo a la investidura de Trump acordó con Gran Bretaña un tratado de asociación de 100 años que establece la cooperación militar y tecnológica contra la «amenaza rusa».

Kiev teme que la previsible sintonía de Trump con Putin implique la degradación de la importancia estratégica del conflicto ucraniano y la expectativa de confirmar la insignificancia de Zelensky como líder político en la Casa Blanca. El impulso de un ultranacionalismo ucraniano legitimado ahora por una narrativa «heroica» de su resistencia contra el «invasor ruso» podría tener el beneplácito de una OTAN que precisa mantener la Kiev en su órbita de influencia.

Por su parte, la certificación de la presencia rusa en el Donbás, Zaporiyie, Mariúpol, territorios ya integrados desde 2022 en la estructura estatal de la Federación rusa (así como lo fue anteriormente Crimea desde 2014) puede intuir un reacomodo de equilibrios políticos dentro del Kremlin en esta nueva etapa presidencial de Putin hasta 2030, con el posible ascenso de una nueva élite de poder constituida por nuevos «oligarcas» y funcionarios actualmente establecidos en esos territorios y ocupados en la tarea de reconstrucción bajo la soberanía rusa.

Groenlandia, Europa y la crisis dentro de la OTAN

A la espera de lo que suceda con Ucrania en esta cumbre Trump-Putin aún en preparación salió inesperadamente a la luz la crisis de Groenlandia, la cual implica a dos miembros de la OTAN como EEUU y Dinamarca, en un momento estratégicamente delicado para la Alianza Atlántica, obsesivamente preocupada por el desafío que comprenden Rusia y China.

Esta crisis entre Washington y Copenhague ante las advertencias de Trump de pretender ocupar militarmente la enorme masa glacial pone en el foco el tantas veces mencionado artículo 5 de defensa común ante una hipotética agresión, que en este caso no sería exterior sino interna, aumentado así los recelos en Europa ante las intenciones de Trump de desarticular la cooperación trasatlántica, obligando a la UE a acelerar las expectativas de autonomía estratégica defensiva.

No sería por tanto descartable que Trump «tense la cuerda» con esta crisis por Groenlandia con la finalidad de advertir sus expectativas por diluir los compromisos de Washington con la OTAN y de que los socios de la Alianza aumenten exponencialmente el gasto militar incluso más allá del 2% del PIB acordado en la cumbre de Madrid de 2022. Trump pretende que ese gasto aumente al 5%.

Como ya se mencionó con anterioridad, el objetivo «trumpista» en Groenlandia también es geoeconómico motivado por los intereses empresariales en torno a los minerales existentes en las «tierras raras» así como ganar espacios en la carrera por el control del Ártico en la que Rusia y China ya tienen terreno abonado. Trump y Musk tienen aquí un interés específico.

Volviendo a Europa está por ver cuál será la óptica definitiva de la nueva administración de Trump, si seguirá siendo un aliado estratégico ante el eje euroasiático sino-ruso, un estorbo derivado de los compromisos estadounidenses en materia de seguridad o una avanzadilla para la consolidación de un «trumpismo» continental ya abonado en figuras como Orbán, Meloni, Abascal, Marine Le Pen, Gert Wilders, el FPÖ austriaco y la nueva estrella emergente de la ultraderecha populista europea, Alternativa por Alemania (AfD), formación a la que el propio Musk ha pedido el voto al electorado alemán en las elecciones generales de febrero próximo.

La internacional «trumpista» transatlántica aterrizaría así con bases firmes en Europa, cuestionando los compromisos militares vía OTAN, erosionando las estructuras institucionales de la Unión Europea y estableciendo un canal de transmisión con Rusia con la pretensión, a priori bastante improbable, de ejercer una brecha entre Moscú y Beijing que desarticule ese eje euroasiático igualmente consolidado tras la guerra en Ucrania.

América Latina, Oriente Medio y Asia Pacífico

La llegada de Trump a la Casa Blanca generó una vertiginosa «carrera contra reloj» por parte de los principales líderes mundiales a la hora de ganar posiciones ante la nueva administración estadounidense. Los efectos de esa «carrera contra reloj» se dejaron sentir con mayor impacto en Oriente Medio y América Latina.

Desde Cuba hasta Gaza observamos treguas, altos al fuego y liberación de presos políticos (en el caso cubano) y de rehenes (Hamás) En este último caso es de prever que Trump mantenga inalterable su apoyo irrestricto al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, cuyos conflictos regionales (Gaza, Líbano, Siria) contra el decaído «eje de la resistencia» (Hamás, Hizbulá, Irán) puede abrir nuevos canales de confrontación.

No deben pasarse por alto las suspicacias de Netanyahu con esta tregua de carácter táctico para ganar tiempo. Las presiones de los sectores ultranacionalistas dentro de la coalición de gobierno y su influencia en el estamento militar pueden alterar las condiciones de esta tregua, toda vez Netanyahu es consciente de que su sintonía personal con Trump puede resultar decisiva en caso de volver al campo de batalla.

Tras la caída de Bashar al Asad en Siria, Moscú y Teherán observaron un visible revés geopolítico. Para asegurar posiciones, el Kremlin viene de completar un acuerdo defensivo de cooperación con Irán por 20 años, una medida muy probablemente diseñada para contrarrestar esa pérdida de peso geopolítico en una Siria cuyo nuevo gobierno comienza a ser cortejado por países europeos y árabes vía relaciones diplomáticas y acuerdos económicos.

Por otro lado, el objetivo de la UE no es únicamente la estabilidad siria como mecanismo de seguridad para estos intereses «atlantistas» en Oriente Próximo (con Israel como pieza estratégica clave para Washington) sino la posibilidad de abrir la veda de un retorno de refugiados sirios en Europa con la perspectiva de aminorar el alza electoral y política de los partidos de ultraderecha en Europa, en especial el ya mencionado AfD, acusado desde Bruselas de ser una presunta pieza estratégica del Kremlin.

Un apunte final: Turquía, miembro estratégico de la OTAN que, al mismo tiempo, tiene conexiones con Rusia y China. Ankara ha ganado peso en la Siria post-Asad a través de la milicia islamista HTS y del Ejército de Liberación Sirio (ELS). Durante su primer mandato, sin menoscabar algunos roces, existió una sintonía personal entre Trump y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

El nuevo contexto en Siria puede abrir retos ineludibles para una Turquía que busca configurar sus esferas de influencia desde Asia Central hasta el Mediterráneo. La preocupación de Ankara es evitar la materialización de un corredor kurdo en sus amplias fronteras con Siria e Irak. Las fuerzas separatistas kurdas en Siria, con una especie de autonomía de facto en la región de Rojavá, cuentan con el apoyo de Washington.

Se ha especulado con una invasión militar turca al norte de Siria que recuerda la realizada por Turquía en Chipre (1974) configurando la actual República Turca del Norte de Chipre, un Estado de facto sólo reconocido por Ankara. Si la crisis de Groenlandia ocurre en el seno de dos países de la OTAN, en caso de eventual invasión turca al norte de Siria, la Alianza Atlántica se vería igualmente inmiscuida colateralmente en un conflicto que involucra a un aliado estratégico. ¿Mantendrá Trump la distancia ante este eventual escenario o se implicará directamente, quizás con la finalidad de evitar un reforzamiento del poder geopolítico turco que afecte los intereses de su aliado israelí?

En el caso de América Latina, el anuncio de la administración Biden de disminuir las sanciones contra Cuba, de eliminar a la isla caribeña de la lista de países fomentadores del terrorismo y la ampliación de las medidas de Protección de Residencia Temporal, que beneficia a cientos de miles de inmigrantes latinoamericanos en situación irregular (en el caso de los venezolanos, unos 600.000) son medidas que apuntan a dos escenarios clave para la próxima administración Trump: obstaculizar la promesa de aplicar una deportación masiva de inmigrantes; y la óptica que tendrá el nuevo gobierno en la Casa Blanca con respecto a Cuba y Venezuela, ahora con un Maduro reforzado con otro período presidencial hasta 2031.

No debemos pasar por alto que el próximo secretario de Estado en Washington es un «halcón» cubano-estadounidense, Marco Rubio, firme detractor de los regímenes cubano y venezolano. Pero la realpolitik puede también funcionar en este escenario de relaciones hemisféricas para disgusto, por ejemplo, de la oposición venezolana y sus expectativas de derribar el régimen «madurista».

Finalizamos en Asia-Pacífico. Aquí no hay mayores misterios: la estrategia de contención geopolítica y militar contra China alcanzará mayores cotas de materialización en alianzas para Trump (Taiwán, Japón, Corea del Sur, Australia) y de reacomodo de estrategias previas (AUKUS; Pivot to Asia) toda vez está igualmente por ver si se mantendrá el deshielo con una Corea del Norte mucho más reforzada en sus alianzas exteriores (Rusia, Irán, China).

La guerra comercial EEUU-China también dictará sus reglas en este escenario ante las expectativas proteccionistas de Trump que podrían resultar incluso contraproducentes para la economía estadounidense tomando en cuenta esa condición de interdependencia con China.

La era Trump II ya ha empezado en la Casa Blanca, más experimentado y reforzado políticamente pero sin modificar sustancialmente su ideario político. No obstante, el efecto impredecible del tándem Trump-Musk augura eventos vertiginosos para la política global en los próximos años, una especie de «montaña rusa» que acelerará la inevitable confrontación geopolítica con China y sus esferas de influencia globales.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

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ESTADOS UNIDOS, CHINA Y EL ORDEN MUNDIAL APOLAR

Salam Al Rabadi*

Todas las proposiciones que indican y predicen el declive o el ascenso de las potencias globales siguen sujetas a debate e incertidumbre. Donde no existe ningún método científico que permita hacer predicciones precisas sobre el futuro del sistema global. Por ejemplo, si consideramos que las recientes guerras en Ucrania, Gaza y el Líbano han podido plantear serios interrogantes sobre el equilibrio de poder global.

Pero aquí hay que tener en cuenta, al contrario de lo que es común entre muchas élites académicas, que los cambios en el equilibrio de poder a nivel de las relaciones internacionales ya no están sujetos en gran medida a un juego de suma cero (Non Zero-Sum Game). Es decir, un aumento de la influencia, la autoridad y el poder de un país no significan necesariamente que otros países pierdan su influencia.

Además, el hecho de que un país sea el más poderoso ya no significa en absoluto que sea el único país que posee o monopoliza el poder y la influencia. En este contexto, podemos abordar la problemática de intentar comparar el creciente poder de China y la posición decreciente de Estados Unidos. Aquí debemos llamar la atención sobre el hecho de que este declive se debe más al cambio en la naturaleza del sistema global que a la debilidad militar o política de Estados Unidos, o a ambas. Esto es resultado de la inevitabilidad de los profundos cambios y transformaciones que ha experimentado la estructura de la sociedad global.

Está claro que las relaciones internacionales contemporáneas se basan ahora en un sistema con poder distribuido más que concentrado en una dirección, ya que existen intersecciones y entrelazamientos de intereses e influencias. Pero a pesar de todos estos hechos, no podemos ignorar la dialéctica básica:

¿Cómo es posible que la influencia real del poder estadounidense no durara más de 25 años?

Además, basándose en conclusiones extrapoladas relacionadas con la caída de los imperios o la realidad actual de la política mundial, está claro que el declive relativo del poder estadounidense continuará independientemente de los intentos de corregirlo. En consecuencia, las preguntas más lógicas pueden centrarse no en si China se convertirá en la primera superpotencia del mundo, si no:

  • ¿Cuándo sucederá eso? Y ¿China realmente quiere o piensa en asumir la responsabilidad del liderazgo mundial?
  • Y si China tiene ese deseo, ¿está dispuesta a hacerlo? ¿Esto sirve a sus intereses estratégicos en el momento actual?

Según de las repercusiones de las recientes guerras, conflictos y crisis a todos los niveles, es posible abordar los problemáticos de clasificación del sistema global que están vinculados a los términos unipolaridad o bipolaridad, que han perdido su significado. Parece difícil ver un sistema global controlado por uno o incluso dos polos. Esto se debe a muchos factores cualitativos, ya sean militares, económicos, políticos, culturales, ambientales, tecnológicos, etc., que se han convertido entre los determinantes más importantes de las relaciones internacionales, incluidos, entre otros:

  • No existe un solo país que goce de superioridad en todos los elementos del poder.
  • La era del conocimiento que traspasa fronteras políticas, culturales y de seguridad.
  • Fenómeno del terrorismo en todas sus manifestaciones.
  • La cuestión ambiental y el cambio climático en todos sus aspectos.
  • Las problemáticas demografía y migración.
  • Dilemas de la inteligencia artificial y el progreso científico y tecnológico a todos los niveles.
  • La interconexión y multiplicidad de influencia de muchas fuerzas dentro de la economía global.
  • Cambios radicales en los estándares para medir las capacidades militares y de seguridad.

Por lo tanto, se puede decir que el mundo de las relaciones internacionales hoy está sujeto a un sistema apolar. Como resultado del patrón inevitable de cambios que han aumentado el alcance de las complejidades asociadas con las cuestiones del terrorismo, el medio ambiente, la tecnología, medios, virus reales y electrónicos, etc. Este patrón sustenta el sistema no polar según varias tendencias o caminos, que incluyen:

  • Muchos flujos se producen fuera del control de los estados y, por tanto, limitan la influencia de las grandes potencias.
  • Algunos desarrollos sirven a los países regionales y aumentan su margen de efectividad e independencia.
  • La existencia de enormes riquezas e influencias sujetas al control de nuevas fuerzas activas, como organizaciones no gubernamentales, corporaciones transnacionales, movimientos políticos, individuos,…etc.

A la luz de lo anterior,  que actualmente nos encontramos en una era muy alejada de las clasificaciones clásicas asociadas al término polaridad, sin mencionar la dificultad de comprender plenamente las enormes transformaciones estructurales en la estructura de la economía global y la realidad de la política internacional.

Por tanto, hay que tener en cuenta que aunque el sistema apolar es inevitable, requiere precaución, ya que puede generar más aleatoriedad e inestabilidad. En este marco, lógicamente, la problemática ahora reside en cómo encontrar el tipo de equilibrios y entendimientos asociados con la configuración del mundo no polar.

En el contexto de hablar de equilibrios, debemos recordar el hecho de que el sistema de regularidad no surgirá por sí solo ni de forma automática. Incluso si se deja que el sistema apolar funcione según su aleatoriedad o espontaneidad, esto lo hará más complejo y peligroso y, por lo tanto, avanzará hacia más caos y absurdo. En consecuencia, la atención debe dirigirse a los riesgos potenciales, donde un orden mundial apolar complicará la diplomacia política y las alianzas perderán gran parte de su importancia, porque requieren una visión estratégica para enfrentar amenazas y compromisos predecibles.

Pero, lamentablemente, no se espera que todos estos estándares estén disponibles en un mundo no polar. Sobre esta base, resulta extremadamente difícil predecir escenarios políticos futuros, lo que parece una tarea científica de enormes proporciones, que nos obliga a adoptar y plantear una serie de preguntas sobre la naturaleza de las potencias capaces (en concreto, China) de tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad del liderazgo global a la luz de un sistema no polar.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España.

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