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LA IMPORTANCIA DEL VIAJE DE KISSINGER A LA REPÚBLICA POPULAR CHINA

Giancarlo Elia Valori*

El 20 de julio, el presidente chino, Xi Jinping, señaló que Henry Kissinger había celebrado recientemente su cumpleaños número 100 y había visitado la República Popular China más de cien veces. La combinación de estos dos «cientos» hace que la visita de este tiempo a la República Popular China sea particularmente significativa.

El viaje de Kissinger a suelo chino fue precedido por la visita de Xie Feng, el nuevo Embajador de la República Popular China en los Estados Unidos de América. El diplomático viajó a Kent, Connecticut, para reunirse con Kissinger y expresar las felicitaciones de la República Popular China por su cumpleaños número 100. Las dos partes intercambiaron puntos de vista profundos sobre las relaciones chino-estadounidenses y los asuntos internacionales y regionales de interés común.

Hace cincuenta y dos años, la República Popular China y los Estados Unidos de América se encontraban en un punto de inflexión crítico. El presidente Mao Zedong, el primer ministro Zhou Enlai, el presidente Richard Nixon y el asesor de seguridad nacional Henry Kissinger tomaron la decisión correcta de la cooperación chino-estadounidense con una visión estratégica sobresaliente e iniciaron el proceso de normalización de las relaciones chino-estadounidenses. Ese avance cambió a los dos países y llevó al mundo a un estado de mayor distensión, sin olvidar que la Conferencia de Helsinki sobre Seguridad y Cooperación en Europa, celebrada en la capital finlandesa en julio-agosto de 1975, vio a Henry Kissinger, quien se convirtió en el 56º Secretario de Estado de los Estados Unidos, como una de las principales eminencias grises de ese evento diplomático. Fue un nuevo Congreso de Viena donde el nuevo «Metternich / Talleyrand» tuvo mucho que decir en el asunto detrás de escena.

Los chinos valoran y aprecian la amistad y no olvidan a su viejo amigo y su contribución histórica a promover el desarrollo de las relaciones mutuas y fortalecer la amistad entre los pueblos chino y estadounidense. El mundo está experimentando actualmente cambios importantes nunca vistos en un siglo en la estructura internacional. La República Popular China y los Estados Unidos de América se encuentran una vez más en una encrucijada para decidir a dónde ir y ambas partes se ven obligadas a tomar decisiones fundamentales.

Mirando hacia el futuro, China y los Estados Unidos pueden lograr el éxito mutuo y la prosperidad común. La clave es seguir los tres principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación de beneficio mutuo. Es sobre esta base que la República Popular China está dispuesta a discutir con los Estados Unidos cómo los dos países pueden llevarse bien y promover el desarrollo constante de los contactos, lo que es beneficioso para ambas partes y especialmente para el resto del mundo.

En este sentido, se espera que Kissinger y aquellos con una visión especial de la política exterior en los Estados Unidos, que no son la figura pusilánime que pro forma continúa desempeñando el papel de Jefe de Estado, continúen desempeñando un papel constructivo para volver a poner la relación entre Estados Unidos y China en el camino correcto que tomó hace más de medio siglo.

En su reunión con Xi Jinping, Kissinger expresó su gratitud al presidente chino por haberse reunido con él en el mismo edificio donde Kissinger había visto en secreto a altos líderes chinos del 9 al 11 de julio durante su primera visita a la República Popular China.

La parte china declaró que los principios establecidos en el Comunicado Conjunto de Shanghai de los Estados Unidos de América y la República Popular de China, un documento diplomático emitido por las partes el 27 de febrero de 1972, la última noche de la visita del Presidente Richard Nixon a suelo chino, deben ser respetados.

En ese documento, los Estados Unidos «reconocieron» que «todos los chinos a ambos lados del Estrecho de Taiwán sostienen que no hay más que una China». Sin embargo, hay que decir que el uso de la palabra «reconocido» en lugar de «aceptado» se cita a menudo como un ejemplo de la posición ambigua de los Estados Unidos con respecto al futuro de Taiwán, mientras que en la traducción china acordada hay las palabras «cheng ren (承认(承认)», que significan tanto «reconocimiento» como «aceptación».

El comunicado conjunto también incluyó el deseo de ampliar los contactos económicos y culturales entre los dos países, aunque no se mencionaron medidas concretas. El comunicado afirmaba que la normalización de las relaciones contribuiría a «aliviar la tensión en Asia y el resto del mundo».

Las relaciones con los Estados Unidos se iniciaron el 1° de enero de 1979 y se basaron en un compromiso inusual: la República Popular China nunca declararía que no usaría la fuerza contra Taiwán, pero al mismo tiempo no se opuso a que los Estados Unidos continuaran suministrando armamento al gobierno de Taipéi con quien la Casa Blanca había roto formalmente relaciones el 16 de diciembre de 1978.

Antes de reunirse con el presidente Xi Jinping, Kissinger se reunió con el consejero de Estado y ministro de Defensa chino, Li Shangfu, el 18 de julio. El ministro chino declaró que algunas personas en los Estados Unidos no desean encontrarse con China a mitad de camino y esto causó que las relaciones chino-estadounidenses oscilaran a su punto más bajo desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas antes mencionadas.

Se ignoró la realidad de la interdependencia entre los dos países, se distorsionó la cuestión de la cooperación de beneficio mutuo y se socavó en gran medida la atmósfera de comunicación amistosa.

La República Popular China siempre se ha comprometido a construir relaciones estables, predecibles y constructivas entre China y Estados Unidos y espera que la parte estadounidense trabaje con China para implementar el consenso alcanzado por los dos países y promover conjuntamente el desarrollo saludable y estable de la relación entre los dos países y sus respectivos ejércitos.

Kissinger respondió que estaba allí como amigo de China, pero que al mismo tiempo los desafíos y las oportunidades coexistían en el mundo de hoy: Estados Unidos y China deberían eliminar los malentendidos, coexistir pacíficamente y evitar la confrontación.

Kissinger enfatizó: «La historia y la práctica han demostrado continuamente que ni los Estados Unidos de América ni la República Popular China pueden darse el lujo de tratar al otro como un adversario. Si los dos países van a la guerra, no traerán resultados significativos a sus pueblos».

Kissinger reiteró que comprender y gestionar las relaciones entre Estados Unidos y China, especialmente la reversión de la difícil situación actual, requiere un pensamiento amplio, así como especulación histórica y filosófica. Es necesario que ambas partes muestren sabiduría, trabajen juntas y se desarrollen conjuntamente. Los dos ejércitos deben fortalecer la comunicación y hacer todo lo posible para el desarrollo de las relaciones bilaterales para lograr resultados positivos y salvaguardar la paz y la estabilidad mundiales.

El Dr. Qian Yaxu, del Centro de Estudios Regionales y Nacionales de la Universidad Jiaotong del Suroeste en China, dijo en una entrevista con la Agencia de Noticias por Satélite de Rusia que en la reunión con el ministro de Defensa, Li Shangfu, la declaración hecha por Kissinger expresó las opiniones de algunos políticos de la oposición estadounidense.

En las conversaciones entre Kissinger y Xi Jinping, también se discutió la guerra entre Rusia y Ucrania, ya que Kissinger, evitando la corrección política pro-Zelensky de los gobiernos exportadores de armas blancas, tiene su propia postura clara celebrada en el Foro de Davos en enero de 2023.

La primera declaración inconformista y contracultural de Kissinger es que Rusia es Europa y que es un error hacer que se vuelva hacia Asia. Este ha sido el caso desde que el zar Pedro I tomó la decisión a principios del siglo XVIII de priorizar su expansión hacia el oeste mediante el desarrollo de la capacidad naval y el modelo educativo, cultural y militar europeo y la derrota de Suecia, que era su adversario más importante en Occidente.

Desde entonces, aunque Rusia es una potencia geográficamente euroasiática, el centro de gravedad de sus conflictos ha estado en Occidente, con algunas excepciones, como la guerra ruso-japonesa (1904-1906). La historia ha demostrado que los intentos de invasión de Rusia por la Orden Teutónica ―en el siglo XIII, derrotado por San Aleksander Nevsky― por Suecia (en los siglos XIV, XV, XVI, XVII, XVIII y XIX), por Napoleón (en el siglo XIX), y por Alemania en las dos guerras mundiales del siglo XX, dio a Rusia una buena comprensión de sus enemigos europeos, especialmente en los roles relevantes desempeñados en la resolución del conflicto. Según Kissinger, esta situación no ha cambiado y sería un error aislar a Rusia de Europa, haciendo que se volviera hacia Asia.

Esto implica aceptar que, para la visión geopolítica de Rusia, las antiguas repúblicas soviéticas como Estonia, Letonia y Lituania (los Estados bálticos) y Bielorrusia, Ucrania (fuera o algún día dentro de la OTAN) y Moldavia, son un área de interés estratégico que juega un papel relevante entre Rusia y Europa Central y Occidental: una deseada zona de amortiguación de estabilidad.

Dentro de este punto de vista, encontrar formas de convivencia en el continente europeo se convierte en la clave de la seguridad intraoccidental.

Desde esta perspectiva, el objetivo de la OTAN ―en opinión de Kissinger― sería prevenir la guerra y no librarla. Por el contrario, la intención actual tanto de los Estados Unidos como de la Unión Europea ―y podríamos añadir de las diversas colonias con gigantes económicos, enanos políticos y gusanos militares al timón― de poner fin al poder de Rusia, quitándole su capacidad de guerra, es explícita. Este es el tipo de situación que la actual doctrina de seguridad de Rusia considera un «riesgo para la existencia del Estado ruso», como lo demostró la historia en 782 años.

Kissinger también argumentó la necesidad de evitar empujar a Rusia a una alianza con la República Popular China. El reciente viaje del presidente Biden (mayo de 2023) a Japón y Corea del Sur, dos aliados clave de Estados Unidos en la región del Indo-Pacífico, ejemplificó este riesgo con hechos concretos. Aviones militares de Rusia y de la República Popular China patrullaron conjuntamente Taiwán, en clara respuesta a la importancia de la provocadora visita del inestable presidente de los Estados Unidos, que presentó más que la posición tradicional de su país en términos de apoyo militar a Taiwán en caso de un ataque, a pesar de la posición formal de los Estados Unidos antes mencionada en el Comunicado de Shanghái de 1972.

Por lo que respecta a la Unión Europea, es sólo un almacén para la venta de armas.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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LA PESCA CHINA EN ARGENTINA CON LA COMPLACENCIA DEL GOBIERNO NACIONAL

César Augusto Lerena*

Publicado por Seafood Media Group, 11/08/2023

Los peces, crustáceos y moluscos argentinos no pueden ser capturados por buques de bandera extranjera, ya que el artículo 37º de la Ley de Pesca 24.922 establece, que solo se autorizarán mediante tratados internacionales aprobados por ley del Congreso Nacional y, únicamente, cuando tengan por objeto la captura de especies subexplotadas. Lo mismo cuando se trata de los recursos migratorios originarios de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) en alta mar, porque la Argentina en los artículos 4º, 5º y 21º a 23º de la citada ley se reservó el derecho de regular y conservar. Pese a esto, la Autoridad de Aplicación no administra adecuadamente y buques del Estado chino pescan en aguas argentinas y en alta mar los recursos migratorios argentinos originarios de la ZEE, con la complacencia de la Subsecretaría de Pesca, del Consejo Federal de Pesca y, en lo que le atañe, como responsable de la política exterior del Atlántico Sur, la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería Argentina.

Esta repartición nunca entendió lo que Lord Shackleton ya había dicho hace 47 años, la riqueza no está en las Malvinas, sino en el Atlántico Sur que las rodea; ni que los chinos, se llevan nuestros recursos.

Nos referiremos a cuatro formas que demuestran que los buques pesqueros chinos se están apropiando de nuestros recursos pesqueros con la complacencia argentina e, incluso, en muchos casos, con habilitación de la Autoridad de Aplicación. La primera, es el otorgamiento de permisos de pesca a buques chinos destinados a empresas del Estado chino radicadas en la Argentina. La segunda, comprando empresas habilitadas para la pesca en la Argentina; la tercera, apropiándose de los recursos migratorios originarios de la ZEE Argentina en alta mar y, la cuarta, la pesca de buques chinos y otras nacionalidades en las aguas argentinas de Georgias del Sur con permisos otorgados por la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Antárticos (CCRVMA).

Respecto a la primera, según nos informa el medio especializado más importante del mundo, Seafood Media Group (09/08/2023): «el 7 de agosto de 2023 la oficina agrícola y rural del distrito de Jiangbei, de la ciudad de Ningbo, provincia de Zhejiang, anunció que el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales autorizó el barco pesquero Yongfa Nº 8 de la empresa Ningbo Yongfa Ocean Fishery Co. a ingresar a la ZEE Argentina. Según Wu Mengnan, gerente general de la citada empresa que compró este gran barco de pesca de calamar llegó a un acuerdo de cooperación con Argentina para obtener cuotas de calamar. Una vez que el proyecto se ponga en producción, espera capturar 2.000 toneladas de calamar al año, con un valor de producción de 5,5 millones de dólares, donde el 90% de las capturas se enviarán de regreso a China» (Guo Shuang/Chinanews). Rara esta afirmación gerencial que parece devolver a China un calamar que es argentino y si bien no pudimos constatar la información en las Actas del año 2023 del Consejo Federal Pesquero, sí pudimos ver como se degrada la pesca cuando este cuerpo encargado de fijar la política pesquera, lo preside un director de Fiscalización (Actas 17 a 23), en lugar del Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca como fija la ley o, su delegado el Subsecretario de Pesca.

Los chinos no son una novedad en la Argentina, la mayoría de los poteros que integran la Cámara de Armadores Poteros Argentinos (CAPA) que agrupa una flota de 65 buques pesqueros, que “capturan más del 90% de la extracción total argentina”, que en 2022 capturaron 167.110 toneladas del calamar Illex; aunque, muy por debajo de lo que se capturaba hace 25 años (233.000 tn), lo que seguramente está influido por la pesca en alta mar.

Son barcos en su mayoría de origen chino y que, en gran parte, pertenecen a empresas del Estado chino y que pese al nombre de la Cámara, está integrada por un 68% de buques de empresas asiáticas (mayoritariamente chinas), 18% españolas y solo el 14% argentinas.

La segunda. Son varias las empresas adquiridas total o parcialmente por China en la Argentina y aquí debemos recordar que las empresas chinas no son privadas, pertenecen al Estado chino. Entre las principales exportadoras argentinas (2019) de este origen encontramos el Grupo Fenix; Arbumasa S.A. del grupo Dalian Huafeng Acuatic Prod Co. Ltd; Ardapez; Conarpesa, a partir de la adquisición de un porcentual importante de su paquete accionario por parte de la española Wofco integrada con capitales chinos; Altamare de Shanghai Jinyou Deep Sea Fisheries Co., etc., con exportaciones del orden de los 280 millones de dólares anuales. China, por otra parte, está entre los cinco principales países importadoras de productos pesqueros argentinos (2021), aunque con U$S 3.700/tonelada, es la más baja respecto a los cuatro países restantes. Una fórmula que evita la intervención del Congreso para capturar con empresas extranjeras en la ZEE Argentina que debe revisarse.

La tercera. Son más de 300 buques chinos que pescan en alta mar los recursos migratorios originarios de la ZEE Argentina, de los cuales, unos 270 son poteros y otros 30 arrastreros, que se estima se deberían estar llevando en la temporada del Atlántico Suroccidental 1.440.000 toneladas de calamar; a las que deberíamos agregar las capturas de 24 buques españoles, 19 buques españoles-británicos (Malvinas), 45 buques coreanos y 70 taiwaneses, en alta mar y Malvinas.  

Como resultado de los estudios de Science.org (Katherine Seto y colab.) se determinó que, “mediante sistemas satelitales, se detectan las luces de buques poteros en el océano durante la noche. Mediante esta información se estimó el esfuerzo de pesca, verificándose un aumento en el esfuerzo de pesca de calamares del 68% durante 2017-2020. La cantidad total de esfuerzo de estas embarcaciones en las cuatro regiones observadas aumentó de 149.000 días en 2017 a 251.000 días en 2020, de los cuales, un 61/63% no transmitían mediante sistemas de identificación automática (AIS)”. (Seafood Media Group, 14/03/2023).

A todo ello, ni la Cancillería Argentina, la Secretaría de Malvinas o la Subsecretaría de Pesca denunciaron a esta pesca como ilegal. Tampoco efectuaron ninguna denuncia ni aplicaron sanción alguna a los buques extranjeros que pescan en Malvinas, cuya principal especie es el calamar Illex argentinus y Loligo, violándose la ley 24.922 y 27.564. Ante la imposibilidad de controlar esta última área por parte de Argentina, correspondería dictar una Ley de emergencia pesquera y ambiental alrededor de Malvinas.  

Los funcionarios no parecieran comprender que el calamar es una especie estratégica en el Atlántico Suroccidental y su administración adecuada, permitiría terminar con la pesca ilegal en alta mar y con el sustento de los británicos en Malvinas. La logística que le presta Uruguay en Montevideo es central para dar sostén a esta actividad ilícita. Para ello, el gobierno argentino tiene que empezar a entender que, como venimos denunciando, la pesca en alta mar, en la forma que se viene realizando, es ilegal (INDNR).  

La pesca en alta mar es ilegal porque los Estados de pabellón no controlan presencialmente los buques de su bandera; no se realizan investigaciones en alta mar para determinar las capturas máximas sostenibles, por lo que toda captura se presume depredadora y, por que dañando intereses de terceros ―ya que el ecosistema es uno solo (ZEE-Alta Mar)― los Estados de pabellón deben acordar la explotación con los Estados ribereños (Argentina, Brasil y Uruguay), desde donde migran a alta mar los recursos pesqueros de las respectivas ZEE, para que la distribución de la pesca sea equitativa y sostenible. Para terminar con esta pesca ilegal el gobierno debe comenzar por denunciarla ante los organismos multilaterales, con todos los elementos de prueba puestos a su disposición (César Lerena “La pesca ilegal y expoliación de los recursos migratorios de Latinoamérica y el Caribe”, 2023), los disponibles en la Armada Argentina y la Prefectura Nacional y, ahora la Auditoría Interna de la Nación al DINARA del Uruguay.

A todo esto, se agrega el interrogante y, el gobierno debería verificarlo, si los buques chinos al dar de alta la bandera argentina han dado de baja su bandera del registro correspondiente de China, ya que de otro modo ―como se ventila en los ambientes portuarios― no estarían pagando derechos de importación en China de los productos extraídos de Argentina; como tampoco lo hacen los buques que pescan en alta mar, en una evidente competencia desleal con el resto de las exportaciones argentinas a ese país. Aquí el gobierno debería investigar al respecto y, si ello se confirmara, agregarle a esas embarcaciones el valor equivalente a los aranceles de ingreso a China o compensar económicamente a los buques que deban pagar derechos en los países asiáticos. Otro tanto, podría estar ocurriendo con los buques coreanos, taiwaneses o japoneses.

La cuarta, son las capturas de buques chinos en las aguas argentinas de Georgias del Sur con permisos otorgados en el marco de la CCRVMA, pese a que la Argentina es miembro activo y las autorizaciones se otorgan por consenso. No podemos perder de vista que, no obstante, que las Georgias son argentinas, integran la subárea 48.3. de la Convención, por lo cual, no se entiende por qué la Secretaría de Malvinas y el diplomático afectado a esta función, presta consentimiento para la pesca de merluza negra y krill en las Georgias, donde (y también en el Área 48.1) barcos chinos ―ahora el buque pesquero Shen Lan (BZVK5)― extraen 47.605 toneladas de Krill (2021) y también Noruega ―que tiene relaciones pesqueras en el Atlántico Norte con el Reino Unido― captura unas 241.000 toneladas y durante el año pasado el Reino Unido autorizó sin consenso la pesca de 4 buques con bandera de Santa Helena, de la Armadora Noruega Ervik Havfiske. La Argentina no puede seguir dando consenso para pescar en Georgias y no debería esperar que Rusia, sea quien niegue la autorización, como ocurrió con estos cuatro buques de Santa Helena, fundando en que “la pesca en Georgias es insostenible porque tiene una media del 25% de peces inmaduros”. Evidentemente, como también respecto a Malvinas, tampoco el gobierno tiene políticas para cuidar el territorio marítimo y sus recursos pesqueros de Georgias.

Los chinos están tirando por la calle del medio, mientras el gobierno argentino hace la vista gorda”.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena (Fundada el 21/10/2002), Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, CESPEL (Fundada el 02/04/1989).

Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021) y de “Pesca Ilegal y Recursos Pesqueros Migratorios Originarios de los Estados Ribereños de Latinoamérica y El Caribe” (2022).

DE AQUEL «PRIMER ORDEN NUCLEAR» A ESTE ESCENARIO INCIERTO

Alberto Hutschenreuter*

Giada_jn  en Pixabay

 

Se cumplen 78 años del lanzamiento de las bombas nucleares estadounidenses sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

Por entonces, había poca información sobre el uso militar del átomo. El Proyecto Manhattan había sido tan hermético que cuando en la Conferencia de Potsdam, celebrada a mediados de julio de 1945 entre Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, Stalin recibió comentarios sobre la bomba, el líder soviético dio relativa importancia a la cuestión.

Pocos días después, aquellas ciudades ardieron y desaparecieron bajo un poder de destrucción jamás experimentado. Japón no se rindió tras la primera bomba, de modo que tres días después del 6 de agosto otro artefacto, cargado esta vez con plutonio-239, explotó sobre otra población japonesa (un día antes, el 8 de agosto, cumpliendo promesas hechas en la Conferencia de Yalta meses antes, la URSS declaró la guerra a Japón).

Alcanzar la rendición del Japón imperial fue el primer propósito que se buscó con los lanzamientos. Los soldados nipones luchaban hasta morir y se calculaba que una invasión a la isla costaría cientos de miles de estadounidenses muertos. Pero hubo otros objetivos: había que experimentar la bomba sobre un escenario real, pues detonarla en un desierto aportaba muchos datos, sin duda, pero no los datos verídicos totales.

Por otra parte, como lo dice Churchill en su obra sobre la Segunda Guerra Mundial, con el Ejército Rojo ya ocupando países de Europa centro-oriental era muy difícil pensar que allí habría elecciones libres. La rivalidad Estados Unidos y la Unión Soviética, que en rigor existía ya desde que los bolcheviques capturaron el poder en Rusia en 1917, era un hecho. Por ello, era necesario ostentar esa poderosísima nueva capacidad a la URSS y al mundo.

Así se inició la era nuclear en la historia. Como generalmente ocurre en relación con nuevos acontecimientos asociados al poder, a partir de un hecho violento; en este caso, la guerra total. Desde entonces y hasta 1949, cuando la URSS tuvo su primer artefacto atómico, Estados Unidos detentó un poder absoluto: si en ese momento hubiera atacado a su rival, el mundo habría tenido medio siglo de orden unipolar.

A partir de entonces, el orden atómico entre los dos grandes poderes transitó ciclos relativos con las capacidades de golpe de uno y otro, ciclos que nadie como el general francés André Beaufré supo analizar. Pero aunque los dos reunían un poder letal, no fue hasta que la URSS colocó el satélite Sputnik en el espacio, en 1957, que Estados Unidos se sintió vulnerable por primera vez, pues ello significaba que su rival poseía capacidad de rango intercontinental. Ese temor de Washington impulsó una gran suba del gasto de defensa nacional en tiempos de la administración Kennedy.

En los años sesenta ocurrieron los primeros desajustes en la relación basada en lo que se conoció como Mutua Destrucción Asegurada (MAD), pues en la carrera nuclear ambos poderes desarrollaron tantos sistemas misilísticos que los sistemas antimisilísticos de cada uno podían llegar a ser superados en un ataque, rompiéndose el equilibrio del terror, es decir, la «cultura estratégica» que predominaba entre los dos megapoderes atómicos, pues los dos asumían que una guerra nuclear no se podía ganar. Por ello, en los años siguientes se alcanzaron los acuerdos SALT sobre limitación de armas estratégicas y se firmó en 1972 el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM), sin duda el marco regulatorio clave en la era de las armas nucleares, pues era la base que sostenía la disuasión nuclear.

A pesar de las tensiones, en los años ochenta los presidentes Reagan y Gorbachov continuaron considerando que en una guerra nuclear no habría victoria. Posteriormente, tras el final de la contienda bipolar y el desplome de la URSS, la «cultura de tratados» prosiguió. Rusia se volvió un poder asombrosamente débil durante los años noventa, pero no dejó de ser una superpotencia nuclear, la única capaz de destruir a Estados Unidos. El hecho relativo con el consenso que había para que Rusia concentrara todo el armamento atómico de la ex URSS mostraba que la confianza en ese actor se mantenía.

Pero también era cierto que Estados Unidos había ganado la Guerra Fría y podía rentabilizar esa victoria en el segmento de las armas nucleares. Posiblemente por ello, por la afirmación nacional que significó Putin, por el impacto que le significó el ataque del 11-S y por la supremacía que ostentaba por entonces Estados Unidos, que se afianzó durante la primera década del siglo al punto que llegó casi a identificar el sistema internacional con sus intereses nacionales (algo así como un «wilsonismo militar»), la potencia mayor comenzó a distanciarse de los compromisos que implicaba el duopolio estratégico. Fue así que en 2002 se retiró del ABM, un hecho que fue vinculado con la decisión de alcanzar la supremacía nuclear, es decir, prepararse para eventualmente ganar una confrontación con esas armas.

Además, el otro pilar para evitar la dispersión atómica, el Tratado de No Proliferación (TNP), hacía tiempo que había comenzado a desfondarse, pues surgieron nuevos actores nucleares. Por su parte, pero siempre en este contexto, hechos como la intervención en Irak, la relativización de las soberanías nacionales como consecuencia de la lucha global contra el terrorismo, y, posteriormente, la intervención de una fuerza multinacional en Libia, recentraron en algunos países la cuestión relativa con lograr la seguridad absoluta, es decir, poseer la bomba, pues nadie se entrometía con un actor atómico.

Por su parte, Rusia adoptó medidas «compensatorias» y salió del Régimen sobre Control de Plutonio; más recientemente, Estados Unidos abandonó el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. Y así el segmento estratégico más alto y sensible de la seguridad internacional se fue debilitando, al punto que entre Estados Unidos y Rusia solo quedó en pie un tratado sobre reducción e inspección de armas estratégicas, el START III o New START, que entró en vigor en 2011, fue prorrogado por cinco años en 2021, aunque este año Putin anunció la suspensión de su cumplimiento por parte de Rusia.

En estos términos, se han profundizado las incertidumbres relativas con el equilibrio del terror. ¿Es posible que todavía se mantenga? Es la gran pregunta, pues los desajustes que se han producido desde hace dos décadas en ese segmento vital para la supervivencia posiblemente hayan erosionado ese principio, y por ello posiblemente se estrechó el margen del uso del armamento nuclear. Más todavía, puede que nos hallemos en un escenario de «guerras nucleares ganables».

En relación con la reducción de los márgenes de utilización del arma atómica, el experto Andrew F. Krepinevich advierte que, por caso, Rusia ha aprobado una doctrina militar que habilita el uso de armamento nuclear si este arsenal se encontrara en riesgo o si Rusia estuviera perdiendo una guerra. Asimismo, una línea similar de pensamiento podría estar arraigándose en China, donde los políticos y militares han insinuado que ciertos tipos de armas nucleares podrían utilizarse en un conflicto de naturaleza convencional como las que se usan para generar un pulso electromagnético que pueda desactivar dispositivos electrónicos. En relación con la rivalidad entre China y Estados Unidos, donde prácticamente no hay equilibrio entre ambos, dicho uso no es ajeno a las capacidades relativas con la negación de acceso a los armamentos y complejos militares. Pero el experto advierte sobre otra situación altamente preocupante: los cambios que podrían haber tenido lugar en torno a la lógica de la disuasión. Es decir, como concepto teórico la disuasión se basaba en la suposición de que cuando existe riesgo los hombres actúan racionalmente, en el sentido de que basan sus decisiones en un cálculo de costo-beneficio y actúan solamente cuando las ganancias esperadas superan a los costos. Pero durante las últimas cuatro décadas, la investigación en materia de economía del comportamiento ha arrojado grandes dudas sobre esta suposición. Se estima que los hombres están dispuestos a asumir grandes riesgos y aceptar altos costos con el fin de evitar pérdidas. O sea, la toma de decisión podría basarse más en las pérdidas (para mantener una situación lograda) que en las ganancias.

Concluyendo, el segmento más elevado de la seguridad internacional y mundial se encuentra en un estado incierto, pues podría haberse desvanecido el equilibrio nuclear, es decir, la predominancia de una cultura estratégica entre los dos mayores poseedores de armas nucleares. En este contexto, el estado de guerra indirecta entre Occidente y Rusia o los puntos de discordia mayor entre China y Estados Unidos nos llevan a plantearnos escenarios apocalípticos sobre las consecuencias que podría tener un incidente mayor en el Mar Negro o en el Mar de la China, por tomar dos zonas geopolíticas y militarmente volcánicas.

 

* Alberto Hutschenreuter es miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

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