Desde las postrimerías del siglo XX se ha intentado identificar y comprender el impacto del exponencial desarrollo tecnológico y sus consecuencias para la sociedad a nivel local-global.
Tan es así que ya desde aquel entonces el prestigioso sociólogo alemán Ulrich Beck se preguntaba qué era realmente la globalización y/o el globalismo. La primera dificultad con la que se encontró el autor fue desentrañar la polivalencia y ambigüedad de estos términos y de sus múltiples dimensiones de análisis para su comprensión.
Los detractores al entendimiento de la emergencia de un mundo globalizado como un «nuevo fenómeno» plantearon que desde ya hacía mucho tiempo era posible aseverar la existencia de un mundo interconectado: con una sociedad abierta al mismo y en donde ninguna entidad política o grupo podía vivir al margen de los demás.
Sin embargo, presuponer esta postura de «sociedad mundial» como una «pluralidad homogénea» no tiene en cuenta la autopercepción disímil que puede poseer cada sociedad acerca de su propia identidad previa a ser inmiscuida en el entramado de la totalidad de relaciones sociales, económicas, políticas y/oi culturales que se pueden producir a nivel global.
Para una primera aproximación al concepto, Beck sugería que la globalización puede ser entendida como aquellos procesos a través de los cuales los Estados se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios.
Empero, la globalización no es lo mismo que la conectividad. De hecho, resulta dable aclarar que la globalización es sólo el volumen de uso de la conectividad, la cual es entendida como la creciente capacidad de interacción a través de las redes de transporte, energía y comunicaciones.
Impulsar la conectividad es imprescindible para mejorar la vinculación de las sociedades e impactar positivamente en sus estructuras productivas, logrando así promocionar las nuevas relaciones de producción propias de la denominada economía del conocimiento.
Dicho esto, resulta irrefutable que la conectividad es una necesidad fundamental de la era actual. El auge de las redes de comunicación, la big data, la infotecnología, la inteligencia artificial, el 5G y las criptomonedas son sólo algunos ejemplos de otros tantos servicios y productos logrados a partir de la planificación de políticas públicas que incentivaron la promoción de la investigación y el desarrollo de infraestructura crítica para la innovación.
Este contexto propició escalonadamente el origen del ciberespacio y delimitó una «nueva frontera digital» que, dado su carácter transnacional y no territorial, desafía la soberanía de los Estados y se convierte en un nuevo teatro de operaciones para la concreción y el resguardo del interés nacional.
Estas características, rasgos y tendencias que continúan moldeando el escenario internacional conllevaron a que también las tensiones y conflictos (que otrora se desarrollaban casi exclusivamente en el plano político-militar) se produzcan en nuevas dimensiones de carácter económico-tecnológico y en donde reviste de total importancia la «geoconectividad». Sin ir más lejos, el escalonamiento de las tensiones en torno al enfrentamiento tecnológico-comercial entre Estados Unidos y la República Popular China fue -y es- un ejemplo de ello.
El caso argentino en la «conectografía» mundial
El reconocido analista internacional de origen indio, Parag Khanna, va más allá de los planteos preliminares y plantea la existencia de un nuevo orden mundial de «conexión». El mismo está signado por la emergencia y rápida expansión de redes que posibilitan la transferencia eficaz y eficiente no sólo de bienes y capital, sino también de conocimientos y tecnología.
Esta extensa conectividad geográfica global o «conectografía planetaria» se plantea como otra forma de estudiar y debatir la geografía, en función de dimensiones estratégicas como la construcción y el resguardo de infraestructura crítica o de cadenas de valor agregado de interés en términos geopolíticos y geoeconómicos.
Reflexionando en tal sentido, los incipientes debates académicos plantean que uno de los desafíos mundiales al desarrollo de la conectividad es la disputa contemporánea por la implementación de la red de cables submarinos.
Estos cables, que suman un total de 530 alrededor del mundo, son la base de la red global de telecomunicaciones que posibilitan el uso de Internet. Más allá del imaginario vulgar por el cual vinculamos la conectividad a una necesidad exclusivamente espacial y vinculada al uso de satélites, solo el 1% de la transferencia de datos a nivel mundial se transmiten por esta vía, mientras que el restante 99% viaja por redes de cables submarinos tendidos en los lechos marinos a escala global.
Frente a este panorama, la dotación de fibra óptica es un objetivo que reviste de importancia geoestratégica y que todo Estado debe contemplar y valorar como un activo crítico y vital.
En el caso de Argentina, «Firmina» es el nombre del último cable submarino que comenzó su funcionamiento a principios de este año e ingresó al país a través de una estación de amarre localizada en el balneario de la ciudad de Las Toninas, perteneciente al Partido de la Costa de la Provincia de Buenos Aires.
Su instalación estuvo a cargo de las empresas Google y Telxius y requirió el tendido de alrededor de 13.500 km de cable desde Myrtle Beach (playa ubicada en Carolina del Sur, en la costa este de Estados Unidos) hasta el balneario bonaerense.
Este nuevo tendido fue realizado con el objetivo de mejorar el funcionamiento y la prestación del servicio que brinda «Tannat», otro cable puesto en funciones en el año 2020 y gestionado por la misma empresa estadounidense en conjunto a Alcatel.
Empero, también se encuentran tendidos otros cables como el «Malbec», «SAM-1», «Atlantis II» o el «Unisur» operados por otras firmas joint venture o conglomerados creados para tal fin.
Exceptuando las especificaciones de seguridad técnicas y operativas del servicio, es interesante al menos advertir que el requerimiento logístico necesario para su funcionamiento involucra la garantía de seguridad del tendido físico de estos cables en el balneario argentino.
En un contexto de mayor vulnerabilidad a ataques cibernéticos o por medio del empleo de vehículos no tripulados (sin posibilidad de ser identificados), el empleo de los medios adecuados y pertinentes para el resguardo de la transferencia y el almacenamiento de la información se traduce como un imperativo estratégico crucial para nuestro Estado nacional.
* Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UCALP). Profesor de Relaciones Internacionales (UCALP). Diplomado en Estudios Estratégicos Chinos (UNDEF). Miembro investigador del Centro de Estudios Chinos (IRI – UNLP). Coordinador del Área Estudios Internacionales (IAPE – UCALP).
Sólo hay dos fuerzas que pueden iluminar todos los rincones del globo: el sol en los cielos y la Associated Press aquí en la tierra.
Mark Twain (1835 – 1910)
Información y agencias de noticias
El mundo de la información está dominado por las agencias de noticias, las que representan un verdadero «oligopolio de la información».
En las últimas décadas hemos asistido del paso del periódico en papel, con una línea editorial propia, a una digitalización de los mismos medios y a una incorporación de los viejos diarios a grandes corporaciones de multimedios vinculados a otros intereses ajenos a un verdadero interés por la información objetiva o, al menos, coherente con una política editorial del periódico. En este sentido, el diario tradicional, el noticiero que informaba con cierta objetividad proporcionándole al lector, al oyente en el caso de la radio y al televidente una noticia que le permitía formar su propia opinión respecto a un determinado hecho o tema, han desaparecido. Hoy el lector, el oyente y el televidente recibe la información «masticada» por «opinólogos» y «periodistas» ―si se los puede llamar así porque en verdad tienen un comportamiento mercenario― empleados por estos multimedias con la intención de «orientar» al ciudadano de a pie en lo que debe pensar.
Ya desde principios de este siglo XXI aparecieron algunos libros que ponían la lupa sobre las agencias de información, sobre la concentración de los medios y cómo a través de ellos se manipulaba a la población.
Ignacio Muro Beneayas, con una interesante trayectoria en lo que hace a la información, escribió el libro Globalización de la información y agencias de noticias. Entre el negocio y el interés general[1], en cuya nota introductoria nos dice que «de las agencias de noticias se sabe muy poco». El autor nos dice que estas agencias son «un pilar fundamental de la información» pero que hasta veinte años antes de la aparición de su libro ―en 2006― era un sector que se mantenía oculto pero que, debido a la denominada «sociedad de la información», se han visto obligadas «a salir de sus espacios reservados para mostrarse y competir, dentro de una función más abierta, como proveedores de contenidos e incluso como medios»[2].
Como señala el autor, es el momento de la globalización en el que las «empresas han pasado de depender de un mercado nacional y protegido a lanzarse a la intemperie de un mercado internacional y desprotegido»[3].
La globalización también desdibujó las fronteras de la información y los ciudadanos «nacionales» comenzaron a convertirse en ciudadanos del mundo marcado por el «pensamiento único» que, a pesar de la resistencia de quienes desean mantener sus principios y valores, no deja de esparcirse urbi et orbi , al menos por el mundo occidental dominado por las usinas de pensamiento de la angloesfera y sus «filiales» ―fundaciones, ONGs, medios, ciertas personalidades, etc.― dispersas por todo el mundo.
El público en general no conoce cómo llega la información a los medios y tampoco que, de acuerdo con intereses particulares, estatales o globales, existe información que sale de las agencias pero que los medios no publican. Efectivamente, si uno tiene acceso a los cables, como en algún momento yo lo he tenido, sabrá que hay informaciones que no llegan al periódico, a la radio o a la televisión. No se publican porque no es conveniente para ciertos intereses o gobiernos.
Las noticias emanadas de las agencias de noticias serán usadas por editores o periodistas que muchas veces parafrasean lo que recibieron de la «mayorista de la información» ―la agencia―, le agregan o modifican algunos párrafos y sale una nueva nota con nombre del autor, más o menos así lo explica el propio Muro Benayas.
Muchas de las grandes agencias de noticias y medios son estatales lo cual también condiciona la información que emiten: Agencia Efe (España), RTVE (España) BBC (Reino Unido), Telam (Argentina), etc., y otros no son estatales pero reciben un fuerte financiamiento de un Estado y entonces es funcional a quien lo sostiene. Prefiero no mencionar a ninguno.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos saturan con información lo que nos lleva a una tarea difícil y a veces improbable que es la de corroborar la veracidad de la información.
Todd Gitlin, en su libro Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas, también contemporáneo del libro mencionado anteriormente, hace referencia a cómo los medios de comunicación nos rodean[4]. Gitlin dice:
Los medios no sólo transmiten información. Una imagen o banda sonora no es sólo un conjunto de signos abstractos que describen, designan o representan realidades que se encuentran en otro lugar. No sólo designan, sino que son. Son presencias envolventes con las que convivimos durante gran parte de nuestra existencia. Mc Luhan se aproximó más a la verdad cuando asignó a uno de sus libros el jocoso título de El medio es el masaje.[5]
Los medios no sólo invaden nuestros hogares sino también todo lo que nos rodea. Entramos a un bar o a una confitería, a un local cualquiera, y por lo general hay algún televisor encendido, aunque quizás sin volumen pero la imagen nos interpela. Ahí estamos en esa transición de homo sapiens al homo videns de Giovanni Sartori. Sin que nos lo propongamos, la imagen «ingresa» en nosotros con su zócalo que detalla de qué se trata la noticia o lo que se está emitiendo.
A través de nuestro teléfono inteligente, smartphone, nos llegan mensajes de Whatsapp, Telegram, Signal, WeChat o de cualquier red social. No desdeñemos Facebook ni Instagram ni X (ex Twitter). La información, los mensajes, nos abruman y se hace difícil saber si lo que nos ha enviado algún contacto es real y, en general, las personas redistribuyen sus mensajes, videos, fotos y memes sin corroborar la veracidad de los mismos. De esa invasión también participan Netflix, Prime Video y otras plataformas de entretenimiento que contribuyen a fortalecer al homo videns y a limitar nuestra capacidad de análisis, en buena medida por la falta de lecturas largas, de libros y de la pérdida de nuestros momentos de silencio y de introspección. En este punto sugiero la lectura de mi artículo titulado El Arte de Pensar [6] que, al igual que los contenidos de éste, formaron parte del «Taller de Análisis de Inteligencia» que dicté en la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.
Retomando el tema, pareciera que precisamos de estar permanentemente «aturdidos». Y «aturdido» viene de «tordo», pero no se refiere a la simpática ave sino a otra acepción que nos da el diccionario de la Real Academia Española: tordo2, da. Del lat. torpĭdus. 1. adj. Torpe, tonto. Y «tórpido, da», término derivado de ese otro término en latín, es un adjetivo del ámbito de la medicina que significa «que reacciona con dificultad o torpeza».
Quizás sea apropiado aquí citar a Deepak Chopra: «Sin silencio no puede existir una apreciación real en la vida, la cual es tan delicada como un capullo de rosa cerrado». El silencio nos ayuda a incrementar nuestra percepción.
Claro, la desinformación tiene objetivos
Ante este bombardeo de información debemos estar atentos a la desinformación, la cual abunda más de lo que uno presupone. Las denominadas fake news, falsas noticias, no son más que desinformación. El «exceso» de información sobre un determinado tema a veces también procura desinformar o tapar algún otro tema que se evita que llegue a conocimiento del público.
Los conflictos y las campañas electorales suelen estar invadidas por la desinformación. Los diferentes actores, estados y políticos, acusan a sus contrapartes de utilizar la desinformación. Existen agencias de noticias y ONGs que dicen combatir la desinformación pero también lo hacen desde sus propios puntos de vista, sus sesgos y sus intereses … o responden a quienes financian su existencia. No se olviden de mirar en sus páginas webs, si tienen, quienes les proporcionan sus recursos.
En los conflictos de Ucrania y de Medio Oriente abunda la desinformación desde las diferentes partes enfrentadas.
Guy Durandin, en su libro La información, la desinformación y la realidad, precisa el sentido de la palabra «desinformación». Nos dice que este término viene de la traducción literal del término ruso dezinformatsia y que el periodista Pierre Lorrain, especialista en temas de Ucrania, de la URSS y de Rusia, autor de una biografía de Vladimir Putin, nos recuerda que ese término fue utilizado por los soviéticos desde principios de la década de 1920, es decir, poco después de la revolución bolchevique, para referirse a las campañas de «intoxicación» que, según los soviéticos, tenían su origen en los países capitalistas y tenían por objetivo la URSS[7].
Dezinformatsia fue incluida en el diccionario de la lengua rusa de S. Olegov en 1949, donde se la define como:
La acción de inducir a error mediante el uso de informaciones falsas.
De ahí en más, el término se replica en otros diccionarios y enciclopedias.
Sin embargo, la propaganda es utilizada por todos los gobiernos desde hace mucho tiempo. En 1917, el presidente Woodrow Wilson creó el Comité de Información Pública, un aparato de propaganda para convencer a sus ciudadanos de ir a la I Guerra Mundial, mediante el cual se divulgaban de noticias y publicidad que sería el origen de la moderna propaganda de Estado.
La desinformación tiene como principal objetivo «el control social». Para el homo videns la imagen es primordial y constituye uno de los principales elementos para manipular las emociones de los individuos o de las masas. Por supuesto que detrás de esta manipulación existen equipos de psicólogos, sociólogos, especialistas en marketing, asesores de imagen y otros profesionales capacitados para lograr los objetivos predeterminados. Con buenos recursos económicos se logra no sólo apelar a las emociones de los individuos sino también a «coachear» a un potencial candidato político, es decir, prepararlo para que toque las fibras íntimas de sus potenciales votantes. Y la política ha dado muestras de experimentos exitosos en este sentido.
Las «noticias falsas» sirven para desinforman, para «manchar» a un personaje, por ejemplo a un político, el cual a veces no logrará sacarse de encima la mácula aunque se haya demostrado la falsedad de la información o su inocencia respecto de un determinado hecho del que fue acusado. Del mismo modo sirven para desmotivar y/o cambiar tendencias entre ciertos sectores de la población. Obviamente que la tecnología también ayuda y así la inteligencia artificial hace su contribución en el proceso de manipulación social. Se trata de un procedimiento «eficiente» ―claro está que en función del objetivo propuesto― y en general imperceptible.
¿Cómo identificar noticias falsas?
Igual que el pensamiento vertical, el pensamiento lateral es un modo de usar la mente. Constituye un hábito y una actitud mental.
Edward De Bono (1933 – 2021)
Primero, es relevante comprender que poseer mucha información no implica un adecuado manejo de la misma. Como ha expresado Carl Sagan: «Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también juicio para manejarla». Por tanto, cantidad no es calidad pero el análisis de la información es esencial.
Segundo, es importante ir abandonando el «pensamiento lineal» para desarrollar el «pensamiento lateral». Sin este pensamiento se nos hará difícil comprender la realidad en estos tiempos vertiginosos y de incertidumbre.
Tercero, hay que empezar por dudar de todo. René Descartes lo tenía claro. He aquí algunas pistas:
No limitarse a leer los títulos de las noticias. Leer la noticia entera. Confirmar si el contenido es coherente con el título.
Confrontar la noticia con otras fuentes. Triangular la información.
Escribir el título de la noticia en un buscador.
Averiguar la fuente de la información: periodista, autor, medio, fundación, financiamiento del medio o de la ONG, la pauta publicitaria, etc.
Verificar los datos, cifras y demás información proporcionados por la noticia o el artículo.
Verificar la fecha de publicación. Muchas veces se distribuyen noticias que son viejas.
Verificar el contexto de la publicación.
Si se trata de una parte de la noticia, de un video o de un audio, corroborar que no haya sido sacada de contexto.
Si la recibimos de un contacto, preguntarle de quién la recibió y si verificó la información.
Desconfiar de los audios. Muchas veces están «armados» con la intención de confundir o desinformar. Este es un fenómeno que abunda en WhatsApp.
Si se trata de una imagen, es recomendable indagar en un buscador para verificar si es real o está sacada de otro contexto o si ha sido adulterada.
No hay que olvidarse lo que oportunamente nos recomendó Abraham Lincoln:
Siempre debe prevalecer la duda, aquella a la que se ha referido Descartes, pero el conocimiento y el ejercicio que un analista lleva a diario con la información también agudiza su intuición, lo que hace que ante una noticia, un mensaje de WhatsApp, un video u otro tipo de mensajes, se le enciendan las luces amarillas y comience a verificar la autenticidad o la veracidad de lo que tiene ante sí.
Esta capacidad desarrollada durante años es lo que a veces provoca en otros una sensación de que su interlocutor ―en este caso me refiero a un analista o a un experto en comunicación― presenta una actitud de desconfianza ante todo e, incluso, que quizás observa conspiraciones por todos lados. Sin embargo, la historia nos apabulla con las conspiraciones … y si no, si leemos a Suetonio, ¿por qué Julio César le habría dicho a Marco Junio Bruto «Καὶ σὺ τέκνον» («¿También tú, Bruto?»). Si lo dijo o no lo dijo sigue siendo un debate entre los historiadores pero lo que sí es seguro es que lo de los idus de marzo (el 15 de marzo del año 44 a.C.) ocurrió y que fue una conspiración.
* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019. Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB). Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.
Referencias
[1] Ignacio Muro Benayas. Globalización de la información y agencias de noticias. Entre el negocio y el interés general. Barcelona: Paidós Ibérica, 2006, 228 p.
[4] Todd Gitlin, en su libro Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005, 310 p.
Los hechos culturales viven gracias a dos movimientos contrastantes: innovación (fuerza centrífuga) y conservación (fuerza centrípeta); apertura y cierre.
En la lengua se observa este movimiento entre el cambio y la conservación, entre el localismo y el universalismo. La lengua como código de comunicación de seres inteligentes está en constante cambio partiendo desde el idiolecto, sociolecto y dialecto. La lengua sobrevive gracias al esfuerzo de los usuarios por entenderse recíprocamente. Es el mejor medio de comunicación oral o escrita tanto en las ciudades como en las áreas rurales. Pero la urbe, que tampoco es uniforme, creyendo que habla mejor una lengua, trata de imponer su manera de hablar al área rural. Y la ciudad capital del país, creyéndose el modelo lingüístico, espera que las provincias la imiten.
En el nivel internacional, algunos españoles usuarios de la lengua castellana se creen los modelos lingüísticos sin tomar en cuenta la amplitud geográfica y el factor demográfico, y sin el conocimiento de que todas las lenguas viven con variedades dialectales por razones geográficas, históricas y culturales (como la influencia de las lenguas indígenas). Ante los hablantes de Hispanoamérica, Guinea Ecuatorial y Filipinas dicen con mucha ligereza: «En España se habla el mejor español”. Ellos ignoran que no hay dialecto mejor ni peor. Por tanto, ningún dialecto debe ser objeto de menosprecio.
Esta actitud imperialista se da también en otras lenguas. El cusqueño que habla quechua dice que su dialecto es el auténtico. El británico dice que su «Royal English» es mejor sin considerar que su población no es relevante frente a la población anglohablante de todo el mundo.
Las diferencias entre España e Hispanoamérica
En lo fonético. El seseo es general en Hispanoamérica y en algunas áreas de España (Andalucía e Islas Canarias). El yeísmo se da tanto en las urbes de Hispanoamérica y España; pero en las zonas americanas con influencia de las lenguas indígenas se realizan las diferencias de ye (fricativo palatal sonoro) y elle (lateral palatal sonoro).
El léxico varía en significante y significado (Ferdinand Saussure) en cada localidad porque las realidades geográficas, históricas y culturales condicionan el pensamiento y el lenguaje. Con este criterio comprendemos las diferencias entre Hispanoamérica y España sin ninguna supervaloración ni subvaloración. Superando el localismo estrecho (espíritu del campanario) aprendemos y asimilamos nuevas palabras. Así podemos entender el habla y el material escrito en otras localidades. En la variedad también está la riqueza lingüística.
Cuando se edita un libro en España, el corrector de la editorial interviene cambiando el léxico de Hispanoamérica por la de España como si existiera el colonialismo lexical. Esto se nota más en las traducciones. En los cinco ejemplos cito primero la versión hispanoamericana, luego la española:
Carro (del latín carrus). En España: coche (del húngaro kocsi).
Estacionamiento. En España: cochera. Por la influencia del francés también se usa garaje tanto en Hispanoamérica como en España.
Chofer. Influencia del francés, conductor del vehículo. En España: chófer y chóferes (plural). La diferencia está en la ubicación del acento de intensidad.
Papa. De origen quechua, tubérculo americano. En España: patata. Esto puede explicarse así:
Confusión con “batata” (Ipomoea batatas, otro tubérculo americano).
Desconocimiento del caso acusativo «papata» de «papa» en quechua.
Polla. Femenino de pollo (que aún no pone huevo o recién está poniendo), apuesta, lotería, mujer joven, coctel de licor, esputo. En España: coprolalia referente a pene.
¿Cómo llamar al ave carroñera Coragyps atratus de muchos nombres? Cito en orden alfabético: aura (España), chulo (Colombia), gallinazo (Perú), jote (Chile), urubú (Paraguay), zamuro (Venezuela), zoncho (Costa Rica), zopilote (México), etc.
El cerdo también tiene muchas denominaciones: chancho, cochino, marrano, porcino, puerco.
En una de mis visitas a Madrid entré a una juguería de La Gran Vía. Al ver la toronja en la vitrina, pedí: Jugo de toronja. El mozo no me comprendió o se hizo que no me comprendía. Me acerqué a la vitrina, señalando la fruta, dije: «Quiero jugo de toronja». Entonces el mozo me contestó en voz alta: «Zumo de pomelo» enfatizando la pronunciación de la zeta como fonema fricativo interdental sordo. Me estaba enseñando el español madrileño. Por mi aspecto físico, era evidente: yo no soy un hispanígena ni europeígena. Recibí el jugo y bebí sentado recordando las expresiones lingüísticas y paralingüísticas. Al pagar le dije con sonrisa: «Pomelo, de origen inglés. Toronja, de origen árabe. Zumo (imitando su pronunciación) de origen griego. Jugo, de origen latino». ¿Sabría el mozo que fueron los árabes los que llevaron a España la naranja y toronja?
La vida del castellano depende de todos los usuarios
Nadie pone en duda el origen del idioma castellano como variación del latín vulgar. Pero, la vida del castellano por siglos es gracias a sus hablantes en España, Hispanoamérica, Guinea Ecuatorial y Filipinas. España no es el amo ni dueño del castellano.
La vigencia y unidad del castellano es y será el resultado de la voluntad, esfuerzo y responsabilidad de todos sus usuarios de allá y acullá. Si podemos comunicarnos en español es gracias al esfuerzo de cada hablante y del que estudia y reflexiona sobre la lengua. La lengua culta, usada en las conferencias, clases, documentos oficiales, libros y periódicos (con la excepción de las publicaciones que, para agradar a ciertos grupos, descuidan las normas) es la base para la unidad de la lengua.
Repito: para entendernos necesitamos la apertura mental y tolerancia entre los hablantes. A pesar de nuestras diferencias étnicas, económicas, políticas y culturales debemos aceptarnos porque somos usuarios de una lengua común con sus diferencias fonéticas, léxicas y morfológicas. Y debemos esforzarnos en conocer la lengua que usamos para hablar y escribir; conocerla en su sincronía y diacronía.
En cuanto a la producción literaria tomemos en cuenta la opinión del venezolano Ángel Rosenblat: «(…) toda la literatura española es patrimonio nuestro, patrimonio común de nuestra lengua común» (Sentido mágico de la palabra, 1977, Caracas).
* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.