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UCRANIA, PRIMERAS CONCLUSIONES TRAS DOS MESES DE GUERRA

F. Javier Blasco*

Cuando un conflicto bélico, creado y manipulado por Putin en este caso y que no le está dando los resultados esperados ni deseados, lleva ya dos meses en activo e in crescendo y en él se han empleado muchos medios y todo tipo de unidades, se puede decir que, tanto por cuestión del tiempo como por la forma, deben sobresalir un buen número de conclusiones que pongan de manifiesto gran parte de los aciertos y de los errores que se han cometido en el mismo.

En primer lugar, cabe destacar que por la parte rusa no se ha tenido en consideración ninguno de los siguientes tres ‘principios fundamentales’ que nosotros consideramos fundamentales para lograr el éxito en las operaciones.

No existía una determinada ‘voluntad de vencer’ en un ejército cuyos dos tercios, como mínimo, son de tropa de recluta, mal preparada y dotada de un material de dudosa capacidad y modernidad a la que se le sometió a más de un mes de constantes trasiegos y movimientos de distracción alrededor de las fronteras ucranias, aparentando estar de maniobras. Principio que, por el contrario, ha sido vital en las filas ucranias.

La más que necesaria ‘acción de conjunto’ de todos los medios terrestres, navales y aéreos implicados en la operación, debido a diversas circunstancias, errores y falta de previsión, munición o de entrenamiento, fundamentalmente del sector aéreo, tampoco se llevó a efecto cómo debía.

Por último, el principio de la ‘sorpresa’ nunca fue tenido en consideración, dieron tiempo a los ucranios a recibir todo tipo de información sobre el despliegue enemigo y los tres esfuerzos por donde iban a romper el frente. En definitiva, los ucranios, gracias a la inteligencia norteamericana conocían su orden de batalla y, debido a los dilatados amagos, les dio tiempo a recibir apoyos, instrucción o refuerzos, principalmente por parte de EEUU.

El ‘punto decisivo’ (aquel que se marca y define en toda operación y cuya toma, caída, mantenimiento o posesión determina el éxito o el fracaso de cualquier operación de envergadura), Kiev fue bien definido, pero no se emplearon los medios necesarios para su toma rápida, efectiva o total, tal y como estaba prevista en la maniobra inicial.

La ‘Doctrina’ rusa (documento base que marca la correcta manera de conducir el combate) es una mera evolución de la soviética de los años 30 del siglo XX. Doctrina que se basaba en el empleo en profundidad de unidades completas en masa que eran sobrepasadas cuando las de primera línea quedaban anuladas o muy desgastadas, no se puede aplicar en estos momentos, porque la entidad del ejército ruso es muy inferior a la del de la URSS.

Otro tanto sucede con la forma de ejecutar el ‘planeamiento y la conducción de la maniobra’ que, en este caso, ha sido totalmente ‘centralizada’ a pesar de haber requerido una descentralización en la ejecución, ya que esta era llevaba a cabo por tres frentes y ejes diferentes.

La pobreza de la capacidad logística del ejército ruso para alimentar la batalla en profundidad y por varios ejes diferentes, pone de manifiesto que esta lacra, arrastrada tradicionalmente por los rusos en otros enfrentamientos, no ha sido corregida ni mejorada a pesar de los fracasos pretéritos en el mismo tema, así como no ha mejorado mucho el empleo, recuperación y mantenimiento de los materiales en un terreno hostil en condiciones adversas.

Es de resaltar, que este conflicto ha puesto de manifiesto grandes cambios en los conceptos sobre el ‘valor táctico y en las formas de empleo de los carros de combate y de los buques armados’. Ambos elementos, considerados durante muchos años como auténticas y eficaces máquinas de guerra, cuasi inexpugnables, que proporcionaban un gran valor especifico a la capacidad de combate de las naciones y sus ejércitos, han demostrado una gran vulnerabilidad ante los medios modernos a base de misiles de largo alcance y elevada precisión o a los mortíferos efectos de simples drones, incluso de fabricación casera, guiados en proximidad, capaces de descargar sobre ellos bombas o artefactos explosivos de gran efectividad.

Dichas “nuevas vulnerabilidades” exigirán cambios en la forma de empleo de los mismos, en su cobertura o protección y en las mínimas distancias del enemigo a las que deben o pueden ser empleados. De lo contrario, tales costosas maquinas dotadas con todo tipo de capacidad de destrucción, quedaran al albur y a la constante amenaza y alcance de unas armas sencillas, baratas y de gran efectividad.

El empleo de unidades de mercenarios y francotiradores a sueldo o por simpatía con la causa en ambos bandos, no es una buena solución, porque si bien puede proporcionar éxitos iniciales y selectivos en algunos momentos, suelen ser soldados de circunstancias que operan por una elevada soldada, que son más bien asesinos a sueldo o depravados saqueadores y violadores a los que no les importa expandir el odio y el terror entre la población civil y los mismos combatientes tradicionales y además, a la larga, su erradicación o extermino, supondrá un grave problema para los que finalmente gobiernen los territorios en liza.

En este conflicto, convertido en una ‘guerra total’, el liderazgo y la exaltación el sentimiento patriótico vienen jugando un papel muy importante en uno y otro sentido. Sin menospreciar en nada el rol desempeñado por la ‘propaganda y la desinformación’. Uno y otro bando, han conseguido que sus públicos objetivo, hayan recibido clara y nítidamente los mensajes que se les ha querido transmitir.

La guerra cibernética y también la electrónica (que parece haber recuperado gran parte de su protagonismo en el campo de batalla), unido a la poca calidad y eficacia de los medios de comunicación propios, principalmente los rusos, no solo han logrado atacar redes de mando y control esenciales de comunicación, también, han obligado al uso de medios comerciales propios en altos mandos, lo que ha facilitado su localización y aniquilamiento por francotiradores cercanos.

El empeño y obcecación de Putin en destruir y allanar los núcleos urbanos que se le resisten, incluso en las zonas prorrusas del Donbass, ha logrado un triple efecto negativo; aumentar el odio hacia él y los rusos por parte de los que han perdido sus hogares y ciudades; facilitar su defensa favoreciendo los efectos de las líneas y puestos de defensa, la colocación de minas y trampas y que el precio de la factura para la reconstrucción de los mismos se eleve a cifras insospechadas; elementos que le llegarán a perjudicarle de forma directa o indirecta.  

Zelenski ha sabido mantener hábilmente la presión sobre los principales parlamentos en Occidente mediante programadas y bastante arriesgadas videoconferencias para que, al menos, no decayese el ánimo o la intención en su apoyo en material de guerra. Apoyo que, realmente, se inició de forma timorata y casi testimonial, para ir subiendo y completándose con materiales que realmente le interesan; aunque no cabe la menor duda de que muchos de dichos apoyos han sido a base de material de surplus o no en muy buenas condiciones.

La enorme cantidad de bajas civiles y militares ponen de manifiesto que esta guerra no ha sido ninguna broma; que los excesos, abusos y crímenes de guerra han existido —y no en pocos casos— en ambos bandos y que la Comunidad Internacional (CI) deberá tomar cartas en el asunto de forma clara, patente y seria a pesar del peso que tiene Rusia y su apoyo incondicional chino en el mundo de las finanzas internacionales y en el CSNU.

Los refugiados y desplazados internos ucranios, mayoritariamente al menos de forma inicial, muestran su deseo de volver a sus hogares de procedencia; ello será más efectivo y real cuanto mayor, mejor y más rápida sea la reconstrucción del país desolado por una guerra injusta, que para el resto del mundo, solo sirve para mantenerlo entretenido tras los televisores, viendo y viviendo en directo una cruenta guerra con cientos y miles de cadáveres, destrucción y desolación, cuando hace muy pocos meses, escondíamos nuestros propios miles de fallecidos debido a una pandemia que en general no se supo gestionar bien a nivel global ni particular.  

Putin tenía varios ‘objetivos marcados en los niveles geoestratégicos, geopolíticos y geográficos’. Contrariamente a lo que se piensa, porque así le interesa lanzarlo a la CI, ya ha logrado algunos de ellos.

Está a punto de ocupar todo el Donbass y unir la península de Crimea con Rusia a través de aquellos y otros puntos neurálgicos. Le falta poco para denegar el acceso a Ucrania al mar con lo que le corta un gran lazo de unión con el exterior para exportar sus productos.

Machaconamente, se nos viene repitiendo el mantra de que se ha logrado un gran efecto positivo en los organismos de la CI como la OTAN, la UE y la ONU; cosa que no es así del todo o más bien lo contrario.

Podríamos afirmar que la OTAN se ha fortalecido, aunque parcialmente al aumentar su “intención” de gastar más en defensa y en despertar ante la comprobación de que el enemigo, que la originó, sigue vivo y con deseos de expansión. Pero, por otro lado, esa manifiesta piña, proclamada a todos los vientos, ha sido fruto y entorno a una falacia que denota una gran debilidad individual y colectiva y una alarmante falta de compromiso ante los excesos de los sátrapas contra las personas, la cultura y la democracia en territorios vecinos a su área de interés y responsabilidad. Falacia que realmente consiste en hacer creer al mundo que la Alianza no entra ni entrará en el conflicto para evitar que se desencadene una tercera guerra mundial; guerra que con mucha probabilidad podría degenerar en un conflicto de índole nuclear.

La ONU y la UE han demostrado su ineficacia e inutilidad para afrontar e influir en este tipo de conflictos y, al día de hoy, se puede asegurar que varios miembros de la propia Unión son los que le están subvencionando la guerra a Putin al seguir comprándole gas y petróleo para mantener su esfera de confort; lo que está provocando no pocos conflictos y diferencias en la misma UE a la hora de decidir cómo y cuándo se deben o no, cortar dichos suministros.  

La capacidad de ‘disuasión del empleo o amenaza del arma nuclear’ por parte de Putin ha logrado el efecto deseado; la CI debido al miedo creado con ello, ha decidido sin pestañear ni dudarlo por un instante, dejar solos a los ucranianos frente al invasor y calmar sus conciencias a base de prestarles información y algo de adiestramiento y que sean ellos los que desgasten o incluso, de ser posible derroten —al falazmente proclamado por todos los occidentales como super poderoso ejército ruso— con un importante derramamiento de su sangre, en sus propias tierras y ciudades a cambio de unas palmaditas en la espalda, el envío de pequeñas cantidades de armas y con visitas guiadas del tipo de campaña electoral o de propaganda política indigna de quienes presumen de lo que no saben, ni son.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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UNA RUSIA DÉBIL QUE LOGRA GANANCIAS DE PODER INTERNACIONAL

Alberto Hutschenreuter*

Durante los últimos años, aproximadamente desde la anexión o reincorporación de Crimea a su territorio nacional, Rusia ha tenido un desempeño económico cada vez más declinante. Las sanciones internacionales (incrementadas recientemente) han hecho mella y finalmente la pandemia no solo precipitó más las cifras de bajo crecimiento económico, sino que la situación social se tornó muy dificultosa.

En 2020 las inversiones directas extranjeras en Rusia alcanzaron apenas los 1.400 millones de dólares, el nivel más bajo desde mediados de los años noventa, la década que, salvo los magnates de entonces, nadie quiere recordar en Rusia. Aquel “año anti-estratégico» para buena parte del mundo, el crecimiento económico ruso fue -3,4 por ciento y los niveles de desigualdad y pobreza se elevaron sensiblemente.

Frente a tal situación, el ambicioso programa económico de 2019-2024, destinado a evitar que Rusia retroceda en los próximos lustros más allá del lugar 15 en el ranking de economías del mundo, ha sufrido un reajuste de seis años más.

De modo que, en la década actual Rusia definirá nada más y nada menos que su bienestar y seguridad nacional y, por tanto, su estatus internacional. Sin duda, por ubicación, tamaño, activos militares (convencionales y atómicos), condición “V3” en la ONU (voz, voto y veto), ascendente geopolítico regional, poder aeroespacial, proyección de poder, tradición religiosa-cultural, etc., Rusia siempre será un actor del selecto lote de preeminentes en la política internacional y mundial. Pero una cosa es ser un “actor de orden internacional”, y otra ser un “actor estratégico del orden internacional”.

La diferencia entre una y otra condición radica en la lateralización y falta de consultas (a Rusia en este caso) por parte de los pares que implica la primera, y en la capacidad de deferencia internacional y de ser consultado por los pares que supone la segunda.

Este es el gran reto de Rusia en el siglo XXI. Dicho de un modo más local, el desafío de Rusia en los años venideros es dejar de ser un país basado en una “economía Kalashnikov”, como la denominan en Occidente, es decir, una economía barata, irrompible y con baja tecnología, y convertirse en un país apoyado en una economía moderna y cabal. Si Rusia, con Putin u otro líder, supera tal reto, entonces será lo que nunca ha podido ser: un poder grande, rico e integralmente estratégico. En esa condición, nadie podrá considerar a Rusia como una potencia por preponderancia de la economía A, la de las capacidades estratégicas-militares, sobre la economía B, la del consumo y las “capacidades suaves”. Será una potencia completa, sin ambages.

Pero ello aún está por verse; y si bien el buen precio de sus principales materias primas (petróleo, gas y minerales) es clave para movilizar la economía, en el corto plazo podría dejar a Rusia en una vieja situación conocida: la “des-modernización”.

Lo curioso es que, encontrándose Rusia hoy en una situación económica débil (Estados Unidos y China se encuentran muy por delante y han comenzado a retomar el crecimiento), logra ganancias relativas de poder o beneficios en relación con sus intereses en varios frentes externos.

Por caso, la relación de Rusia con Alemania se mantuvo (hecho que demuestra que, más allá de la crisis Occidente-Rusia y de las dos grandes guerras del siglo XX, desde el siglo XVIII las relaciones entre los dos países siempre fueron satisfactorias). Si bien el “caso Navalny” en 2020 (y hoy) elevó el tono crítico de la canciller Angela Merkel ante Rusia, la estrategia de Washington relativa con afectar el vínculo energético entre Berlín y Moscú no tuvo resultados.

En cuanto a Ucrania, Rusia ha dejado más que en claro que la tentación de la OTAN por sumar miembros pertenecientes a su área geopolítica sensible o selectiva, implica para Rusia ejercer la técnica más decisiva en materia de ganancias de poder: la guerra. Si bien Crimea sumó descrédito internacional a Rusia, la anexión le permitió proyectar presencia y capacidades en Europa del este y el Mar Negro, un área estratégica selectiva y de acumulación militar creciente del globo. Como sostiene Angela Stent en un reciente análisis realizado en “Foreign Affairs”, en el Mar Negro Rusia está resurgiendo como potencia naval.

En Siria, Rusia ha logrado al menos tres ganancias: regresar a la región y ampliar su presencia, revertir la situación en el teatro de confrontación y sostener al régimen cliente, y reforzar su proyección en el Mediterráneo oriental, una medida que se complementa con la proyección naval rusa en el Mar Negro. En alguna medida, Moscú ha logrado reparar la desafección estratégica regional que implicó la decisión de la última Unión Soviética de apoyar incondicionalmente a Occidente cuando Irak (otro viejo cliente de Moscú) invadió Kuwait.

Por último, los recientes hechos en Afganistán implican (en principio) relativas ganancias de poder para Rusia, si consideramos que su rival, Estados Unidos, se retira del país asiático. Básicamente, ello supone que desaparece toda presencia e influencia occidental en una zona próxima a su bajo vientre de interés, las ex repúblicas soviéticas del Asia central (es pertinente recordar que, durante la guerra soviética-afgana, en Occidente se llegó a considerar incitar levantamientos anti soviéticos en esas repúblicas, iniciativa que se descartó por los altos riesgos). Asimismo, también supone que Moscú podría ofrecer cooperación a las nuevas autoridades de Kabul, esperando de éstos atender dos cuestiones que preocupan a Rusia: la actividad terrorista en la zona del Cáucaso y el narcotráfico.

Existen otras situaciones que podrían implicar ganancias relativas para Rusia, por caso, mayor cooperación con China, compromiso formal en relación con la continuidad de suministros por ductos que pasan por Ucrania, relativa vigorización de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), venta de sistemas antimisilísticos a Turquía, etc.

Lo extraño y alarmante es que se trata de ganancias que continúan “recargando” las responsabilidades de una Rusia cuyo frente socioeconómico se halla peligrosamente débil.

La duda es si el Kremlin, empujado por la autopercepción de estar logrando compensar (y hasta revertir) estratégicamente la victoria occidental en la Guerra Fría más los “dividendos de la victoria”, por ejemplo, expansión de la OTAN, decida incrementar tales responsabilidades postergando, una vez más, los cambios estructurales que demanda la economía nacional. Pero si finalmente así sucede, ello podría comprometer seriamente a Rusia.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG. 

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CONFLICTOS HÍBRIDOS Y LA DOCTRINA GERASIMOV

Marcos Kowalski*

Foto: © Sergey Guneev ©  Sputnik

Actualmente, en la época de la globalización, del debilitamiento de las fronteras entre estados, del desarrollo de los medios de comunicación, el cambio de las formas de resolver las contradicciones entre estados ha pasado a ser un factor de la máxima importancia. En los conflictos contemporáneos es cada vez más frecuente que se dé prioridad a un uso conjunto de medidas de carácter no militar, políticas, económicas, informativas y de otro tipo, que se ponen en práctica con el sostén de la fuerza militar. Son los llamados métodos híbridos

Jefe del Estado Mayor General ruso, Valeri Gerasimov

 

En el mundo contemporáneo la línea que separa a la guerra de la paz es cada vez más difusa, dentro del campo de análisis de la defensa y de la seguridad de las naciones; ocupa un lugar de importancia la “hibridación” de los conflictos armados y las amenazas transnacionales, esto demanda, sin duda una particular atención

La referencia al conflicto hibrido, apunta a la heterodoxa forma de guerra que plantea un eventual oponente que abandona los cánones tradicionales e integra diversas formas de combate y también, por otra parte, la amenaza puede ser híbrida en sí misma, en función de sus características intrínsecas, con independencia de su circunstancial protagonista. A priori, puede decirse que una amenaza híbrida combina, en cierto grado, características propias de al menos dos amenazas en su formato “puro”, o de una amenaza en estado puro y otro fenómeno o situación, de ribetes claramente diferenciados.

Las amenazas híbridas como explicaba el Coronel español Calvo Albero en 2009, en la “Guerra Híbrida” … al menos uno de los adversarios recurre a una combinación de operaciones convencionales y guerra irregular, mezclada esta última con acciones terroristas y conexiones con el crimen organizado

Desde hace bastante tiempo especialistas occidentales, estimaban que cualquier actor, que quisiera enfrentar en el plano armado a una superpotencia, debería echar mano a una variedad de combinaciones tecnológicas y tácticas para compensar la superioridad de su enemigo.

Los conflictos híbridos expresan una “metamorfosis de la violencia” que para muchos analistas irrumpe en el escenario internacional en el año 2006, momento en que sus rasgos son suficientemente nítidos para permitir su identificación y la consecuente elaboración de una tipología. La ocasión para esa novedad fue, para la mayoría de los estudiosos del tema, la llamada Segunda Guerra de El Líbano, denominación que se aplica usualmente a la “Operación Recompensa Justa”, ejecutada por Israel contra la organización chiita Hezbollah en suelo libanés.

Los estudios que realizó en 2007 el teniente coronel Frank G. Hoffman sobre el caso libanés definieron como guerra híbrida a “una combinación de la letalidad de la guerra estatal con el fanatismo de la guerra irregular”. En otras palabras, a la conjunción de modos de combate clásicos e irregulares, por parte de actores no estatales, en su enfrentamiento con instrumentos militares más poderosos, con el objetivo de lograr efectos favorables, no solo físicos, sino también psicológicos.

Es decir que la guerra híbrida se asemejaría más a lo que se concibe como un conflicto multimodal, en el que al menos uno de los contendientes utiliza en forma simultánea y complementaria formatos asimétricos para conseguir una mayor letalidad en sus acciones.

Así definido este tipo de guerra, observamos que tanto China como Rusia, con doctrinas propias, incursionan con estrategias estatales de hibridación de conflictos, echando mano a recursos heterogéneos. Esas estrategias involucran acciones en el límite de lo permitido por el Derecho Internacional, incluyendo formatos que obligan a replantear el concepto de paz vigente.

La versión china de guerra híbrida difiere tanto de la concepción rusa como de la de Occidente; su rasgo más notorio consiste en excluir la violencia directa y en Estados Unidos se le dio el nombre de guerra irrestricta, traducción no literal del libro que en 1999 redactaron los coroneles Qiao Ling y Wang Xiangsui. Transformada recientemente en doctrina oficial china al ser adoptada por el Ejército Popular de Liberación.

Estos autores sostienen que, simultáneamente a la reducción relativa de la violencia militar en el tablero internacional, se incrementa la violencia en los ámbitos políticos, económicos y tecnológicos, violencia que se ejerce a través de la desinformación o información errónea para controlar sectores sensibles de la sociedad.

La rusa, también conocida como doctrina Gerasimov en referencia a su creador y actual Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Rusas Valeri Gerasimov, que introdujo esta doctrina en su discurso “El valor de la ciencia radica en la anticipación” publicado por Voienno-Promyshlenny Kurier en 2013 donde formula una novedosa versión de la guerra no lineal.

En un ulterior discurso en 2016, incluye por primera vez en el léxico militar ruso el término “hibrido”. Para Gerasimov, la guerra actual se desarrolla simultáneamente en los planos legal, económico, comunicacional, cibernético y mediático, creando una confusión y logrando la fragilidad de los adversarios mediante campañas psicológicas utilizando herramientas tecnológicas de avanzada.

En este discurso Gerasimov analiza que en los conflictos contemporáneos ya no existe una distinción entre zonas aliadas y enemigas y que en la actualidad tienden a diluirse los límites claros entre paz y guerra, por eso le otorga una altísima importancia a las capacidades no militares del contendiente que persigue un objetivo político o estratégico subrayando que en un conflicto de este tipo se aplican cuatro veces más medidas no militares que militares.

La doctrina describe la nueva forma de guerra con utilización de represalias económicas, propaganda, subversión política y operaciones psicológicas, por lo tanto, para lograr el triunfo se tiene que conseguir supremacía en el manejo de la información y comunicación estratégica.

Se postula que la ventaja de las acciones de carácter “hibrido” es que dificulta la identificación por parte del oponente en razón de los limites difusos de la paz y la guerra, pudiendo los Estados amenazarse y agredirse sin echar mano al instrumento militar que se deja para una incorporación en una segunda etapa del conflicto y para explotar lo logrado con las políticas antes descriptas.

Las reflexiones de 2013 estaban basadas en una serie de experiencias ajenas, mientras que los últimos años han ofrecido a las Fuerzas Armadas rusas numerosas ocasiones prácticas para poner a prueba conceptos, procedimientos y materiales. El caso icónico, fue la crisis desatada en Ucrania en el año 2014, que culminó con la anexión de Crimea donde la doctrina Gerasimov se puso en práctica, explotando Rusia intensamente los planos psicológicos y mediáticos, incluyendo las denominadas redes sociales, alcanzando con eficacia casi todas sus metas.

Las acciones que se realizaron consistieron en desacreditar a su oponente y erosionar su imagen internacional, explotar las diferencias étnicas de la población ucraniana para fragmentar el cuerpo social, promocionar los éxitos de los rebeldes pro rusos, y envolver en un halo de misterio las acciones de unidades de combate propias, las acciones bélicas estuvieron ejecutadas por unidades especiales y milicias locales.

En los términos de la estrategia militar rusa, los hechos fueron efectuados dentro del concepto de “maskirovka” (mimetización, enmascaramiento) con operaciones de engaño y distracción para favorecer las acciones de la propia tropa, capitalizando el efecto sorpresa y confundiendo al enemigo.

En la utilización de esta doctrina se utilizan un abanico de opciones que incluyen la generación de inestabilidad interna del país oponente, la presión externa al régimen para impedir que utilice la fuerza en el restablecimiento del orden interno, La asistencia militar y económica a las insurgencias y grupos opositores y recién, de no ser suficiente, el uso de la fuerzas militares propias.

En el discurso de Gerasimov, la discusión sobre los procedimientos híbridos ocupa un lugar central. Podemos añadir que, en la práctica, Gerasimov llega casi a identificar “métodos híbridos” con “subversión”. De hecho, entiende que las “revoluciones de colores” son magníficos ejemplos de acciones híbridas.

Aunque el concepto “revolución de color” empezó a utilizarse para nombrar revoluciones incruentas (o casi) en el espacio postsoviético, Gerasimov lo amplía para incluir en él fenómenos similares ocurridos en otros países. En particular, caracteriza como “revoluciones de colores” los movimientos ocurridos en diversos países del Norte de África y Oriente Medio durante la llamada “primavera árabe”.

Entre las características de los “métodos híbridos”, el ruso destaca la dificultad para prever las consecuencias de su uso. Algo que contrastaría con la predictibilidad de los efectos de los métodos militares tradicionales, pero el factor que subraya, el Jefe del Estado Mayor General ruso, es la importancia que en la “guerra híbrida” tiene la “guerra informativa”. Sus efectos, son comparables a los del uso masivo de tropas.

También destaca esta doctrina un gran interés por la Defensa Territorial siempre en el contexto de hacer frente a posibles amenazas híbridas, que se materializarían probablemente como “revoluciones de colores” como en la práctica, el interés ruso por la Defensa Territorial parece ser aún muy limitado y, en cualquier caso, inferior al que puede advertirse en otros países postsoviéticos, como Bielorrusia o Ucrania.

Al menos en publicaciones abiertas rusas, las referencias a la defensa territorial son excepcionales y no parecían existir en 2014 estudios sobre ejemplos clásicos de sistemas de defensa territorial, como la Defensa Popular Total y Autoprotección Social yugoslava o la Guerra de Todo el Pueblo cubana. Por eso, Gerasimov pide a los pensadores militares agrupados en la Academia de Ciencias Militares que dediquen una atención mayor a este tema.

Recordemos que hace dos décadas, se desarrolló en Estados Unidos un interesante debate sobre la utilidad de las inversiones en medios militares de alta tecnología cuando la probabilidad de un enfrentamiento con ejércitos bien equipados era muy baja y el uso normal de las Fuerzas Armadas sería en operaciones contra la insurgencia, como las de Iraq o Afganistán.

Precisamente, el concepto de “guerra híbrida” surge, al menos en parte, como consecuencia de este debate. No se podían abandonar las costosas inversiones en material militar de alta tecnología porque guerra regular y guerra irregular no constituían necesariamente dos opciones alternativas, sino que podían ser las dos caras de una misma moneda. Gerasimov llega a una conclusión similar.

Tras analizar los rasgos definidores del entorno de los conflictos del siglo XXI, Gerasimov concluye que es necesario para Rusia un enfoque integral de la Defensa y Seguridad como habilitador para las acciones hibridas en las guerras futuras, recomendando un esfuerzo gubernamental para que se integre el aparato militar con las actividades de otros organismos y departamentos del Estado ruso, considerando esta cooperación cívica- militar como la base de las medidas en la resolución de los conflictos.

En la IX Conferencia de Seguridad Internacional en Moscú, entre el 23 y el 24 de junio de 2021, organizada por el Ministerio de Defensa de Rusia, en la que se discuten temas como las amenazas y los retos modernos para la seguridad en Europa, Asia, África y América del Sur. Donde los participantes del coloquio internacional abordaron cuestiones como el control de armamentos, la cooperación militar, la transparencia de la actividad militar, así como la ciberseguridad, la desinformación y la prevención de la propagación del covid-19.

Valery Gerasimov, consultado en su condición de Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Rusia, expresó su preocupación por el desarrollo de armas de destrucción masiva, las nucleares, biológicas y químicas, e hizo hincapié en la necesidad de tratados internacionales para mantenerlas bajo control, pero califico al arsenal nuclear de Rusia como “puramente defensivo”.

Sin embargo, consideró que si bien la política de Rusia no es ser agresiva con ese tipo de armas, señaló que el país “se reserva el derecho de implementar el uso de armamento de destrucción masiva, como el nuclear, como respuesta a una situación provocada por otro país si se utilizaran armas de destrucción masiva, nucleares o de otro tipo, o incluso en casos de agresión con armas convencionales contra Rusia o sus aliados si se pone en peligro la existencia del Estado.

El 3 de julio de 2021, el actual presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, aprobó la estrategia de la seguridad nacional de Rusia y el documento entró en vigor a partir de la fecha de su firma. Es un documento básico de planificación estratégica que define los intereses nacionales y las prioridades estratégicas del país, así como los objetivos y medidas en el campo de la política interna y externa en aras de fortalecer la seguridad nacional y garantizar el desarrollo sostenible de Rusia a largo plazo.

En este nuevo instrumento se ve reflejada claramente que la estrategia de Defensa de los rusos se basa en la doctrina Gerasimov toda vez que prioriza en el mismo la colaboración cívico-militar, sobre todo en materia de información, ciberguerra, comunicaciones, incluyendo acciones en casi la totalidad de los organismos rusos, incluida la salud pública.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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