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FRENOS Y ESTÍMULOS PARA CRECER CON LIBERTAD ECONÓMICA

Agustín Saavedra Weise*

Joseph Alois Schumpeter (1883-1950) 

El gran economista austríaco Joseph Alois Schumpeter, creador de la teoría de la innovación y divulgador del proceso de destrucción creativa (1883-1950) repetía una metáfora que —dicha ya en su ancianidad— sigue siendo válida para este agitado tercer milenio: “un auto anda más rápido por la sencilla razón de tener frenos”. Y el capitalismo los debe tener también, si es que quiere marchar ordenadamente. En la empresa privada no todo son ganancias, existe además una importante función comunitaria. El ingrediente social es básico, ahí cabe la intervención estatal como ente regulador y factor de equilibrio, no como propietario o competencia, ya que —por lo general— cuando el Estado administra en forma directa nunca lo hace bien.

El Estado debe actuar imponiendo carriles de funcionamiento y mecanismos reguladores, todo ello en un marco de libertad económica y con respeto al mercado, pero respetando aún más —y vigilando— la obligación imperiosa de las grandes empresas de servir a la comunidad, no servirse de ella. Sin un Estado que regule y arbitre, el capitalismo tiende a ser salvaje, se transforma en un Ferrari sin frenos, en un bólido ultra peligroso al no tener quien lo pare. Ese freno, moderado e inteligente, pero freno al fin, es tarea esencial del Estado.

Ahora bien, una cosa es el freno para controlar excesos de velocidad y otra es forzar el freno de mano para trancar, obstaculizar y parar la máquina. Ese jamás debe ser el propósito del Estado, pues una de sus inherentes obligaciones radica en su capacidad de estimular el desarrollo sobre la base de la confianza, la estabilidad económica y la fundamental seguridad jurídica de la propiedad privada. En la práctica, no es siempre fácil ni sencillo lograr un balance adecuado, pero hay que intentarlo. Una empresa libre de frenos puede llegar a ser incontrolable y frenos excesivos pueden parar el proceso de creación de fuentes de riqueza o de empleo; es más, por una regulación excesiva se puede parar hasta la producción misma. Este tercer milenio —que ya entra en su tercera década— viene arrastrando los excesos del reciente pasado, tanto por el lado de las liberalizaciones como por el lado de las regulaciones. Es tarea de una dirigencia inteligente estudiar la mejor manera de crear nuevas condiciones aptas para los tiempos actuales. Esto es válido aquí en nuestra Bolivia y en el ámbito de las naciones emergentes en general.

Conviene recordar siempre que el capitalismo productivo precisa incentivos al mismo tiempo que requiere frenos para así crecer equilibradamente, seguir produciendo y generar más empleos. Tal como un diminuto átomo debidamente tratado puede provocar una explosión nuclear y así libera una enorme cantidad de energía, de la misma manera se logrará lo propio en la economía nacional, siempre que estímulos y regulaciones se sintonicen con el impulso productivo a la par de contar con buenos frenos para aplicarlos con firmeza cuando hay peligro por exceso de velocidad. Eso debemos lograr en Bolivia: una fina sintonía entre regulación y estímulo que genere impulsos capaces de acelerar el crecimiento. El Estado debe regular y frenar cuando corresponda, pero si únicamente frena y no estimula, poco margen quedará para lograr el cambio cualitativo que el país imperiosamente precisa en este flamante 2020.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de Diario Nuevo Sur, Bolivia, https://diarionuevosur.com/frenos-y-estimulos-para-crecer-con-libertad-economica/

Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación

Iris Speroni*

El orden socialdemocrata requiere un Estado que cuesta el 50% del PBI y un alto endeudamiento. Esto implica una alta carga impositiva o alta inflación o ambas. Impide la capitalización (ahorro) de familias y empresas.

El último censo agropecuario demostró la desaparición de 100.000 explotaciones en menos de dos décadas, un tercio del total.

Existe un proyecto de Nación desde el fin de la Guerra de Paraguay hasta el fin de la Guerra de Malvinas. Este proyecto implicó a) la ocupación del territorio, decisión de Avellaneda de conquistar tierra de indios y extender el Ferrocarril, b) educar al soberano, esto es, al Pueblo de la Nación Argentina, c) Iniciar el desarrollo en industria, agricultura, ciencias, artes, d) Posicionarnos en el mundo, comerciar, y liderar la región.

Nuestra clase dirigente consideraba que la Argentina era un fenómeno excepcional, un pueblo con algo para dar al mundo. Somos el error en la Matrix.

De Avellaneda en más, todos cumplieron con ese mandato. Conservadores del PAN, radicales, gobiernos de facto y peronismo. 

Ejemplo: el gobierno de Sáenz Peña-de la Plaza decidió que debíamos tener un instituto de estudios de enfermedades infectocontagiosas humanas. Se lo encargaron al Dr. Malbrán sin reparar en gastos. El 23 de diciembre de 1916 el Presidente Yrigoyen inaugura el bello edificio con laboratorios de punta en esa época. Tenemos 102 años ininterrumpidos de investigación con resultados notables.

La Argentina, con sus limitaciones (falta de capital, falta de población, falta de fondos públicos) prosiguió. Ocupó el territorio: ferrocarril, regimientos, puertos militares y civiles, escuelas de frontera, nuevas ciudades (actualmente se cumplen 100 años de vida de numerosas localidades), inversión en educación, en particular la escuela primaria, la que verdaderamente importa.

Desarrollo en todas las latitudes de las actividades ganaderas, agrícolas, industriales. Nos insertamos en el mundo comercial, cultural y geopolíticamente. En su segunda presidencia, Roca instaló bases en la Antártida y cedió dos barcos artillados a Japón para su guerra contra Rusia. Perón, post-mortem, arruinó la Conferencia de Población de Bucarest de 1974.

La Argentina emprendió un plan de desarrollo que implicó una mejora de los planteles ganaderos (importación de madres y sementales) y agrícola (domesticación de tierras vírgenes). No es cierto que la Argentina no tuviera industria en el siglo XIX. La tuvo. Y la mejoró. Pellegrini, Savio, Mosconi, Fabricaciones Militares, la Fábrica Militar de aviones. Perón inauguró la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Balseiro. Inversiones privadas como Aluar o Siderca, con apoyo público y construcción de infraestructura de soporte (como El Chocón). Infraestructura: caminos, puentes, puertos, energía, centros de investigación, YPF. El Estado además brindó salud, educación, justicia, seguridad y defensa. 

Entre ambas guerras usamos un 25% de nuestra riqueza anual en tener un Estado moderno (inversiones más gastos corrientes).

NOS ENRIQUECIMOS

Estos 112 años de paz (100 si tomamos la guerra civil contra la subversión) sirvieron para una fenomenal construcción de patrimonios familiares. 

No sólo las grandes familias patricias que pudieron adquirir campos a principios del siglo XIX. La zona de frontera con el indio era indeseada por los riesgos que se corrían, lo que reducía el precio de la tierra.

No, me refiero a la formación de pequeños patrimonios familiares. Locales minoristas (panaderías, venta de telas, calzados, ramos generales, corralones, cafés y bares, mueblerías, bazares, ferreterías, pensiones) e innumerables fábricas pequeñas o no tan pequeñas, de loza, calzado, sombreros (se exportaban a Inglaterra), ladrillos, productos alimenticios, cosméticos. Desde Rigolleau o Bagley o Aguila (grandes) hasta un ferretero de Azul. 

En el caso de los trabajadores a sueldo o independientes, hubo décadas enteras que facilitaron el acceso a la vivienda. El procedimiento usual era comprar un lote y construir de a poco. Las viviendas estatales eran de alto valor simbólico (Ciudad Evita) pero poca cantidad. 

En esos 100 años de paz, la Argentina recibió millones de personas, conquistó millones de hectáreas. Millones de familias construyeron sus casas, locales comerciales, galpones, talleres, compraron vehículos, tornos, maquinarias. 

Se desarrolló la industria textil, química, de vidrio, del plástico, metalmecánica, de la alimentación, del calzado, marroquinería, y su industria pesada (Aluar, Somisa, polo petroquímico de Bahía Blanca), energía (embalses, CNEA, termoeléctrica). 

A través de golpes de estado y de distintos gobiernos constitucionales (conservadores, radicales, peronistas), tenemos más de un siglo de capitalización de las familias y al mismo tiempo capitalización del estado argentino. Todo esto se logró con un 25% del PBI administrado por el Estado y un 75% administrado por los particulares.

PAIS INTERVENIDO

Luego de perder la Guerra del Atlántico Sur fuimos intervenidos por la socialdemocracia. Es un proceso que empezó con cierto disimulo. Actualmente la adhesión a la agenda global es vertiginosa. 

El orden socialdemócrata requiere un estado que cuesta el 50% del PBI y un alto endeudamiento.
Esto implica una alta carga impositiva o alta inflación o ambas. Impide la capitalización (ahorro) de familias y empresas. ¿Por qué? Porque les quita rentabilidad que las familias y las empresas invierten y capitalizan.

Si un trabajador pudiera cobrar la totalidad del dinero que le cuesta al empleador prácticamente le aumentaría su salario en un 40%. Si además no pagara impuestos sobre los alimentos, su salario doblaría el poder de compra.

Imaginen todos los lectores que son asalariados o jubilados o pensionados que de un día para otro pudieran comprar el doble de bienes… 

Lo mismo sucede con las empresas. 

Todo taller, fábrica, explotación agropecuaria, cooperativa se ve limitada por la enorme carga impositiva. Es dinero que no se puede reinvertir en el negocio: comprar nueva maquinaria o vehículos, aumentar stocks, construir galpones, modernizar los sistemas (hardware). 

Al mismo tiempo, la caída de poder de compra de los ciudadanos, también baja la rentabilidad de las empresas al reducir los volúmenes de ventas. 

SALIDA TRUNCA

La salida podría ser exportar, lo que es imposible por: a) la alta carga impositiva, los importadores de otros países no son tontos, están dispuestos a comprarnos bienes, pero no nuestros impuestos, b) el tipo de cambio artificialmente atrasado como forma de proselitismo político, c) la falta de calidad de nuestros productos por la falta de inversión en maquinaria, capacitación de personal y diseño, d) los altos costos de logística (peaje, impuestos al combustible, puertos sucios, ausencia de FFCC).

La falta de excedentes en el bolsillo del trabajador/cuentapropista/pequeño industrial/comerciante/ganadero, no es exclusivo de Argentina, sino de la socialdemocracia. Esta descapitalización de las familias la vive Europa. El Estado favorece a los grandes conglomerados empresariales mediante exenciones impositivas, créditos blandos, barreras arancelarias, reglamentaciones que expulsan a las pequeñas empresas.

La concentración de la economía tiene como correlato los cierres de las pequeñas fábricas y comercios locales, el aumento del empleo público, y la precarización del empleo. Esa es la razón de las protestas en Francia en los últimos seis meses.

La segunda consecuencia es que al subir la carga fiscal las pequeñas explotaciones no pueden pagar al mismo tiempo insumos, trabajo e impuestos. Por lo que lleva a la concentración económica. El último censo agropecuario demostró la desaparición de 100.000 explotaciones (1) en menos de dos décadas, un tercio del total. La AFIP sabe cuántos talleres, industrias, cooperativas han desaparecido en Argentina. 
Personas con trabajo precario que alquilan su vivienda sufren angustia, posponen la conformación de una familia o limitan la cantidad de hijos. 

Todos nuestros políticos, desde Alberdi (pre Guerra del Paraguay) hasta la intervención socialdemócrata, pensaron un país donde los desposeídos —trabajosamente— se convirtieran en propietarios. El hombre propietario es un hombre libre.

PROPUESTAS 
 

* Barrer a la socialdemocracia y a sus representantes locales de la escena política.

* Retomar el proyecto nacional.

* Bajar la carga impositiva para recapitalizar a las familias argentinas y favorecer el acceso a la propiedad.

* Mantener el tipo de cambio alto para revitalizar a las economías regionales y estimular las exportaciones.

(1) Fuente INDEC, Censo agropecuario nacional, año 2002: 333.533 explotaciones, año 2018: 236.601.

* Licenciada de Economía UBA, Master en Finanzas, Ucema. Posgrado Agronegocios, Agronomía UBA.

** Tomado de La Prensa, Argentina, http://www.laprensa.com.ar/477615-Nuestra-verdadera-tragedia-fue-haber-cancelado-en-1982-el-proyecto-de-Nacion.note.aspx