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¿POR QUÉ LOS ESTADOS UNIDOS QUIEREN EXPULSAR A FRANCIA DE ÁFRICA?

Raphaël Chauvancy*

Artículo originariamente publicado el 27/08/2023 en francés en la revista Conflits https://www.revueconflits.com/pourquoi-lamerique-veut-elle-chasser-la-france-dafrique /

Michael Shurkin, especialista estadounidense en el Sahel y del ejército francés, acaba de escribir la oración fúnebre de Francia en África[1] un artículo sin concesiones, pero revelador de las intenciones encubiertas de los Estados Unidos.

¿Debería Francia abandonar el continente negro? Para Michael Shurkin, la suerte está echada. “Se acabó el tiempo para Francia en África”, escribe este antiguo analista de la RAND y de la CIA, reflejando el sentir de los círculos militares y diplomáticos estadounidenses.

Considera que Francia no tiene ningún interés fundamental en el Sahel; de hecho, su ”patio trasero” en África ya no existe salvo en algunas mentes enfermas. También señala con razón que algunas de las masas sahelianas no culpan a Francia por lo que hace, sino por estar allí.

Así pues, no se trata de que Francia se aferre a un miserable y superpoblado trozo de desierto donde ya no la quieren, sino de encontrar una forma de resolver entre la renuncia y la obstinación. Es imperativo que Francia revise a fondo sus modos de acción y las condiciones de su presencia en África, asegurándose al mismo tiempo de no seguir consumiendo sin beneficio una parte demasiado grande de sus fuerzas.

Intenciones estadounidenses ocultas

Pero Shurkin va mucho más lejos. Cree que Francia debería repatriar sus tropas, cerrar sus bases y renunciar a cualquier papel estratégico en África, aunque ello signifique conservar un resto de poder blando a través de la francofonía.

En su opinión, ese sería el problema, incluso más que Rusia, ya que la actual ola pro rusa no es más que la expresión de una francofobia que se ha vuelto endémica en el continente. De hecho, la pobreza creciente y la inseguridad persistente predispusieron a las poblaciones a encontrar un chivo expiatorio. Los operadores rusos de la guerra informacional proporcionaron el blanco ideal al nombrar y avergonzar al antiguo colonizador. Sólo que, y esto se pasa por alto en silencio, tenían la ventaja porque el terreno había sido preparado hacía mucho tiempo por el “French bashing” y las operaciones de influencia estadounidenses.

De hecho, Shurkin adopta una narrativa estratégica estadounidense clásica cuando escribe que sus relaciones con Francia “han obstaculizado sin duda el desarrollo económico y político de los países africanos”. Por el contrario, podemos reprochar a los franceses de haber fomentado el complejo de un hijo pródigo en algunos de ellos al recibirlos generosamente en París tras cada desencuentro o bancarrota. Se gastaron en ello más de lo que los recursos y los intereses justificaban. Es dudoso que alguna otra potencia haga lo mismo.

En el trasfondo, los ataques al laicismo[2] por parte de la prensa y de los funcionarios estadounidenses alimentan las sospechas de islamofobia de parte del Estado francés, incluso en países amigos como Senegal. La promoción de la desastrosa política anglosajona de minorías ha erosionado al proyecto de sociedad post-racial que era uno de los factores de la influencia universalista de Francia. La financiación del movimiento extremista “descolonial” por Washington ha tenido efectos nocivos en los suburbios franceses, pero también en el África francófona. Sus teorías de victimismo conspirativo, a veces retransmitidas por las diásporas en Francia, se han tomado al pie de la letra. Si Rusia financió y retransmitió el discurso francófobo del activista Kémi Séba, Estados Unidos promovió el de Rokhaya Diallo. Ambos imperios tenían el mismo interés en eliminar el “poder de equilibrio” francés. París no vio venir el peligro y quedó atrapada en un cerco narrativo.

Paralizados por las frustraciones e impregnados de narrativas descolonizadoras, una parte de la juventud urbana, ociosa y protegida del terrorismo, se levantó contra Francia. Sin embargo, las ONGs presentes en el terreno constataron que el sentimiento antifrancés florecía allí donde la amenaza se reducía y los soldados franceses estaban ausentes… En las zonas donde estaban desplegados, por el contrario, aparecían sistemáticamente como una garantía de seguridad e incluso de prosperidad, regando la economía local[3]. Obsesionada con sus compromisos en el terreno, Francia ha abandonado y perdido la batalla informacional.

Shurkin llega a la conclusión de que los Estados Unidos y otras naciones europeas no provocan la misma reacción que Francia y pide a ésta que les ceda el paso en el Sahel. Sin embargo, las necesidades de la región están relacionadas principalmente con la seguridad, y nadie se imagina seriamente a los alemanes abandonando sus tiendas con aire acondicionado para acompañar a los ejércitos locales a la batalla. La referencia a los europeos es puramente semántica. Los estadounidenses quieren sacrificar la presencia francesa para sustituir y perpetuar la suya.

Entre la hostilidad y la pérdida de confianza

Para comprender el punto de vista estadounidense, es necesario recordar dos constantes en la forma en que se ve en Washington al ejército y a la diplomacia francesa. La primera es la exasperación respecto a su autonomía. Los estadounidenses tienen una lógica de bloque y ven a la alianza como una alineación. Cualquier distorsión es vista como una traición. Recordemos la aguda crisis provocada por la negativa de Francia a apoyar la invasión de Irak. El premio Pulitzer Thomas Friedman resumió el estado de ánimo del otro lado del Atlántico cuando escribió que Francia no merecía su puesto en el Consejo de Seguridad. Hace poco, el Wall Street Journal describía a Francia como “el aliado y enemigo más antiguo de los Estados Unidos”[4]. Una idea común y corriente es que Francia ya no existe en la escena internacional salvo por su capacidad y propensión a oponerse a los Estados Unidos.

Otra tendencia estadounidense, recurrente desde 1940, es dudar de la capacidad de Francia para asumir responsabilidades internacionales. Así, al tiempo que prestan lealmente un apoyo vital a la operación antiterrorista “Barkhane”, han avanzado sus peones y han desarrollado sus propias redes. Desde su retirada de Malí, ya no creen que París sea capaz de mantener un frente, aunque sea secundario en África, en la nueva Guerra Fría que le enfrenta al buey chino y a la rana rusa. Los Estados Unidos tienen los medios para olvidar sus propios fracasos, pero no perdona los de los demás. Su cultura de los resultados lo incita a retirar de la mesa al socio que ha perdido sus fichas[5].

Desde su punto de vista, el único acto brillante de Francia en los últimos veinte años ha sido su oposición a la guerra de Irak, que Washington sigue echándole en cara. Por lo demás, Francia ha mostrado un flagrante amateurismo diplomático a través de su intervención en Libia, desestabilizando todo el Sahel a largo plazo; sólo logró salir dolorosamente de la trampa marfileña; se puso en fuera de juego en el Levante; pensó demasiado a lo grande en el Indo-Pacífico antes de ser devuelta a la realidad por la alianza AUKUS; a pesar de sus notables éxitos militares tácticos, ha sido ridiculizada en República Centroafricana, Malí, Burkina Faso y Níger, donde se ha dejado sorprender sistemáticamente sin reaccionar; ha mostrado su incoherencia en Ucrania al pasar del diálogo con Putin, “a quien no debemos humillar”, a promover la adhesión de Ucrania a la OTAN; por último, sus proyectos europeos de defensa se han topado con la amenaza rusa, contra la que ha podido desplegar un millar de hombres, mientras que los estadounidenses han desplegado 100.000.

Neutralizar a Francia normalizándola

Para Michael Shurkin, “salir de África disminuiría, en cierta medida, la estatura global de Francia, pero la realidad es que Francia ―al igual que el Reino Unido― tiene muchos recursos y, francamente, otras prioridades que reflejan mejor sus intereses”. Estas prioridades se limitarían a una mayor participación en la defensa del glacis europeo dentro de un marco atlantista y, posiblemente, a una presencia exótica en el Indo-Pacífico, donde carece de un espacio susceptible de perturbar el sistema estadounidense.

París entraría en la carrera por ser el mejor aliado de Washington, como las demás naciones del Viejo Continente, en lugar de cultivar su propio excepcionalismo.

El estatus de Francia en África confiere a París un prestigio y un margen de maniobra irreconciliables con el proyecto “occidental” alineado tras la bandera estrellada. El juego estadounidense consiste en hacer pasar la excepción estratégica de Francia por una anomalía; por el peligroso capricho “separatista” de un pueblo simpático, pero pretencioso cuyos mejores intereses se verían beneficiados si se uniera al bloque occidental y de consolidarlo. Esta curiosa antífona encuentra eco no sólo en las naciones europeas que han abdicado de su soberanía ante el protectorado estadounidense, sino también en el resto del mundo. Difunde la idea de que París es ilegítimo para desempeñar un papel internacional independiente.

La convergencia entre federalistas europeos y atlantistas contra la autonomía estratégica francesa refuerza esta tendencia. En Le Monde, Pierre Haroche pide que Francia reoriente sus esfuerzos militares en Europa[6]. Se hace eco de Shurkin quien pretende confundir la adaptación del ejército francés a los enfrentamientos de alta intensidad con una opción de capacidades convencionales pesadas volcadas hacia el este. Afortunadamente, la ley de programación militar ha evitado este escollo, salvaguardando sus capacidades de proyección global.

De todas las amenazas estratégicas a las que se enfrenta Francia, las más amenazadoras son la provincialización y la normalización. El fin de su identidad estratégica significaría su absorción definitiva en el mundo anglosajón. Perdería su alma y el mundo un defensor del multilateralismo.

Francia dispone aún de los fundamentos de una potencia mundial

¿Tienen los franceses los medios para invertir la tendencia? Probablemente, siempre que demuestren un mayor rigor y coherencia estratégicos que en las dos últimas décadas. Su situación no es tan mala como nos quieren hacer creer sus competidores. A falta de un gran número de tropas, han desplegado sólidos destacamentos en Estonia y Rumanía frente a la amenaza rusa. Desempeñan un papel importante en el entrenamiento de los combatientes ucranianos y en el suministro de material a Kiev.

En Oriente Medio, los puntos de apoyo en Yibuti y en los Emiratos Árabes Unidos confieren a París capacidades de intervención reconocidas y apreciadas en la región.

América Latina es otra zona prometedora para la acción francesa. La reciente conclusión de una asociación anfibia entre las Troupes de Marine y el Corpo de Fusileiros Navais de Brasil simboliza un interés renovado por la región y una toma de conciencia de las oportunidades que se presentan.

En el Indo-Pacífico, el éxito de la misión Pegasus de este verano, en la que se envió a la región una fuerza aérea de 19 aviones, entre ellos diez Rafale, demostró una capacidad de proyección de potencia única en Europa, hasta el punto de suscitar reacciones hostiles por parte de Corea del Norte y entusiasmo por parte de Corea del Sur, Japón e Indonesia. Invertir en ella y reasignarle algunos de los recursos ya desplegados en el Sahel, la Polinesia y Nueva Caledonia, hasta ahora infravalorados y mal defendidos, constituiría un activo notable. ¿Es totalmente utópico imaginar que Nouméa se convierta un día en una pequeña Singapur francesa y concebir una ambiciosa política indopacífica, que sería la contrapartida moderna de la política árabe de Gaulle?

París también podría volver a centrarse en el “África útil”, la del litoral. Aunque ha perdido su posición de socio exclusivo, sigue siendo un actor importante y solicitado. Sus bases de Dakar, Libreville y Abiyán han sido rebautizadas como “centros de cooperación operativa”, lo cual supone una valiosa garantía de estabilidad para los países beneficiarios. También le permiten llegar al África no francófona, donde tiene muchos más intereses económicos y ningún pasado colonial. Las alianzas estratégicas y militares con Francia son buscadas y están en pleno apogeo fuera del agujero negro del Sahel. Potencia no alineada cuya excelencia operativa es unánimemente reconocida, Francia ya no dispone de medios para ser verdaderamente intrusiva. Por tanto, está especialmente bien adaptada a las necesidades y aspiraciones multipolares del continente.

Así pues, lo que está en juego no es simplemente la presencia de Francia en el Sahel o en África, sino si sigue siendo una potencia mundial soberana o si queda reducida a una potencia periférica “edulcorada” en Europa. Por extensión, de ello depende la propia naturaleza de las relaciones entre las grandes democracias: ¿formarán un bloque rígido e imperial detrás de Estados Unidos o serán capaces de formar una alianza flexible en un marco multilateral, mucho más capaz de defender sus intereses y valores?

Probablemente, Estados Unidos y Europa necesitan una voz que les recuerde los peligros respectivos de su arrogancia y de su debilidad. Sin duda, el mundo necesita potencias intermedias autónomas como Francia para encontrar nuevos equilibrios, dar su lugar a las naciones emergentes, apoyar a los Estados más frágiles sin asfixiarlos y evitar la lógica del enfrentamiento directo entre bloques.

 

* Raphaël Chauvancy, alto oficial de las tropas marinas, es también profesor en la Escuela de Guerra Económica, donde es responsable del módulo de inteligencia estratégica dedicado a la política de poder. Es, en particular, el autor de Cuando Francia era la primera potencia del mundo y de Nuevas Caras de la Guerra.

Referencias

[1] https://www.politico.eu/article/france-africa-sahel-niger-al-qaeda-islamic-state/

[2] ¡La violencia de los ataques de los medios anglosajones contra el concepto francés de laicidad obligó incluso al presidente Macron a reaccionar públicamente en 2020!

[3] https://www.revueconflits.com/la-france-au-risque-du-decrochage-reputationnel-et-strategique-en-afrique/

[4] https://www.wsj.com/articles/france-us-history-australia-naval-deal-china-11632257691.

[5] En un contexto radicalmente diferente, las relaciones entre Francia y Estados Unidos en Indochina siguieron el mismo patrón. Al final, los Estados Unidos se resignaron en apoyar a Francia y a dejarla dirigir la lucha contra el comunismo en esta parte del mundo, proporcionándole el apoyo militar masivo indispensable para sus operaciones, al tiempo que se infiltraba en las redes de poder autóctonas. Después de Diên Biên Phu, considerando que París había tenido su oportunidad y se había mostrado ineficaz, los estadounidenses aniquilaron por completo la influencia francesa.

[6] https://www.lemonde.fr/idees/article/2023/08/22/la-crise-de-la-presence-militaire-francaise-en-afrique-peut-etre-l-occasion-d-un-reequilibrage-en-faveur-de-l-europe_6186144_3232.html.

Artículo traducido del francés por el Equipo de la SAEEG.

 

LA IA Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL: ECONOMÍA Y GUERRA (2)

Giancarlo Elia Valori*

Imagen: prince_trio en Pixabay.

En julio de 2017 el Centro Belfort para la Ciencia y Asuntos Internacionales de la Escuela Kennedy de Harvard publicó el informe Inteligencia artificial y seguridad nacional, argumentando que en el futuro la inteligencia artificial podría convertirse en un medio transformador comparable a las armas nucleares, los aviones, las computadoras y la tecnología de seguridad biotecnológica. Por lo tanto, es razonable incluir la Inteligencia Artificial en las discusiones que pueden influir en las relaciones internacionales.

El orden internacional incluye dos aspectos básicos, uno que es la estructura de poder y el equilibrio de poder de los principales países y grupos de Estados, y el otro son las reglas que deben seguirse en la gestión de las relaciones entre estos países.

El orden internacional es una situación en la que los países del sistema mundial deben adoptar métodos no violentos para resolver conflictos de conformidad con las normas internacionales. Sus elementos constitutivos son el jus gentium, las normas y reglamentos compartidos y las instituciones pertinentes.

Los cambios en este sistema son causados esencialmente por cambios en la estructura internacional, pero la estructura no es un elemento constitutivo del orden internacional. Por lo tanto, si se quiere cambiar el sistema falaz antes mencionado, se debe establecer un nuevo orden internacional, que no es más que la redistribución del poder, es decir, el contenido central de la reorganización de las instituciones internacionales.

La inteligencia artificial puede tener un impacto en las normas internacionales existentes y dar lugar a un nuevo jus gentium al cambiar el equilibrio de poder y las relaciones mutuas de los actores internacionales, influyendo así en los cambios.

En primer lugar, la Inteligencia Artificial afectará económicamente el equilibrio de poder entre los países e incluso desencadenará un nuevo ciclo de influencia y cogestión por parte de las grandes potencias.

Ya en 1989 Paul Kennedy argumentó en su libro The Rise and Fall of Great Powers. Economic Change and Military Conflict from 1500 to 2000 (El ascenso y la caída de las grandes potencias. Cambio económico y conflicto militar de 1500 a 2000), que a la larga había un vínculo obvio entre el ascenso económico y la caída de cada gran potencia mundial. En junio de 2017, Pricewaterhouse Coopers publicó Seize the Opportunity. 2017 Summer Davos Forum Report (Aprovechar la oportunidad. Informe del Foro de Davos de Verano 2017), el cual predice que para 2030 la contribución de IA a la economía mundial alcanzaría los 15,7 billones de dólares estadounidenses y que se espera que la República Popular China y América del Norte se conviertan en los mayores beneficiarios, con un total de 10,7 billones de dólares estadounidenses.

En septiembre de 2018, el informe Frontier Notes: Using Models to Analyse the Impact of Artificial Intelligence on the World Economy (Notas fronterizas: Uso de modelos para analizar el impacto de la inteligencia artificial en la economía mundial), publicado por el McKinsey Global Institute, estimó que la inteligencia artificial mejoraría significativamente la productividad global general. Excluyendo el impacto de los factores de costos de competencia y transformación, la Inteligencia Artificial podría contribuir con 13 billones de dólares estadounidenses adicionales al crecimiento del PIB mundial para 2030, con un crecimiento promedio anual del PIB de alrededor del 1,2 por ciento.

Esto es comparable o mayor que el impacto transformador de muchas otras tecnologías a lo largo de la historia, como la máquina de vapor en el siglo XIX, la producción industrial en el siglo XX y la tecnología de la información en el siglo actual. El informe también señaló que los países y regiones (principalmente economías desarrolladas) con posiciones de liderazgo en Inteligencia Artificial pueden lograr un crecimiento económico del 20 al 25 por ciento sobre la base actual, mientras que las economías emergentes pueden registrar solo la mitad de esta tasa.

La brecha de la Inteligencia Artificial puede conducir a profundizar aún más la brecha digital. La inteligencia artificial puede cambiar la cadena industrial global. La nueva industrialización representada por los robots industriales y la fabricación inteligente atraerá a la industria manufacturera de vuelta a las economías desarrolladas, e impactará la desindustrialización de muchos países en desarrollo antes de lo esperado. Por lo tanto, las oportunidades permanecerían bloqueadas en el país que proporciona “solo” el recurso o la materia prima.

El desarrollo y la implementación de la Inteligencia Artificial requieren una gran cantidad de fondos, contenido de alta tecnología y pueden conducir a cambios en la estructura de empleo, haciendo que los trabajos altamente repetitivos y de baja tecnología desaparezcan gradualmente.

Además, en otro informe de McKinsey de 2017, basado en investigaciones en 46 países, se predijo que para 2030 hasta 800 millones de personas en todo el mundo perderían sus empleos y serían reemplazadas por robots automatizados. Habrá un desplazamiento masivo de empleos en todo el mundo similar al visto a principios del siglo 20, cuando la mayoría de los empleos del mundo se trasladaron de la agricultura a la industria. Al mismo tiempo, la implementación generalizada de la tecnología de IA también aumentará la demanda de profesionales en este campo.

Según la investigación, hay tres tipos de países que tienen más probabilidades de beneficiarse del desarrollo de la tecnología de IA.

El primer tipo consiste en países con ventajas de primer nivel en Inteligencia Artificial, como Estados Unidos y China, y todos son favorecidos.

El segundo tipo está representado por países intensivos en capital y tecnología con una población pequeña o una tendencia a la baja, como Japón, Corea del Sur y Singapur, que no solo tienen el capital y las condiciones técnicas para desarrollar la Inteligencia Artificial, sino que también pueden usar el desarrollo de la IA para compensar la falta de población total o una tendencia a la baja, así como una estructura de población envejecida y otras desventajas.

El tercer tipo incluye países con más científicos, matemáticos, ingenieros o Estados que valoran y aprecian la formación profesional relacionada con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM).

Más allá de la cuestión económica, la Inteligencia Artificial cambiará militarmente el equilibrio de poder entre los países. Los defensores de la IA militar creen que subvertirá la forma y el estilo de la guerra. La guerra blindada o mecanizada utiliza materiales para liberar energía, confiando en el petróleo y el acero, mientras que la guerra computarizada utiliza redes para reunir energía, confiando en información, enlaces y conexiones. Según las expectativas actuales, una vez que la guerra entre en la era de la IA, será una confrontación de robots y automatización, controlada por la IA antes mencionada.

Se puede esperar que, en condiciones de IA, los elementos de la guerra, como los combatientes, los conceptos de batalla y los mecanismos de victoria, cambien por completo. En una guerra tradicional, incluso si hay una brecha en términos de armas y niveles de entrenamiento entre los lados opuestos, el lado desfavorecido puede luchar de todos modos con tiempos y lugares favorables, estrategias superiores y tácticas avanzadas. Por ejemplo, durante las guerras en Irak y Afganistán, los artefactos explosivos improvisados (IED) causaron problemas a los ejércitos estadounidenses y soviéticos en este último país. En cambio, bajo las condiciones de la guerra inteligente, la contribución tecnológica de un lado a través de la IA creará rápidamente una ventaja abrumadora en el campo de batalla, lo que hará imposible que el lado más débil defina un ciclo efectivo de observación-juicio-decisión-acción, permaneciendo siempre en una posición pasiva.

En su informe Artificial Intelligence Changing the World (Inteligencia artificial cambiando el mundo), la Brookings Institution propuso el concepto de “hiperguerra”, es decir, la guerra es un proceso de carrera contra el tiempo y, por lo general, prevalecerá el lado con el proceso de toma de decisiones y ejecución más rápido. La velocidad de toma de decisiones del sistema de comando y control asistido por IA superará con creces la del modo tradicional de guerra, combinado con el sistema de armas automáticas que puede decidir de forma autónoma lanzar armas letales, y acelerará en gran medida el proceso de guerra, de modo que una nueva expresión, “guerra de velocidad extrema”, será y debe ser acuñada para describir este modo de guerra. Con respecto a esto último, el artículo What Happens When Your Bomb-Defusing Robot Becomes a Weapon (Lo que sucede cuando tu robot que define la bomba se convierte en un arma), publicado por Caroline Lester en el sitio web The Atlantic el 26 de abril de 2018, utilizó muchos análisis para demostrar que los robots militares pueden reducir significativamente la amenaza de las bombas en las carreteras, con el debido respeto a los patriotas iraquíes y afganos.

La inteligencia artificial también conducirá a cambios revolucionarios en el equipo militar. El combate de racimo de armas automáticas letales no tripuladas podría convertirse en el protagonista y el principal método de combate en futuras guerras.

Una vez que se perfeccionen el avión no tripulado, el submarino no tripulado, el robot terrestre, el tanque no tripulado, la guerra de desgaste y las tácticas marítimas, harán que las plataformas de armas a gran escala, como portaaviones y aviones de combate, sean complejas y costosas, ya que estas últimas son menos ventajosas desde el punto de vista del costo de la guerra y la efectividad del combate.

Es como si un avión de combate F-35, con un costo único de cientos de millones de dólares y con un hombre a bordo luchando contra un grupo de drones armados de bajo precio, fuera equivalente a disparar mosquitos.

Lo que hay que explicar es que todavía hay una gran incertidumbre sobre el impacto de la IA en los ejércitos: no se sabe en qué medida y cómo se manifestará este impacto. En la discusión celebrada en la Conferencia de Inteligencia Artificial y Seguridad del 7º Foro Mundial de la Paz en la Universidad de Tsinghua en julio de 2018, algunos expertos señalaron que aunque las tendencias de desarrollo futuro del aprendizaje automático en robots industriales, ciencia de materiales y otras tecnologías pueden estudiarse en general, el impacto específico de la combinación de estas tecnologías en la guerra futura no se puede evaluar con precisión. En los primeros treinta años del siglo XX, las potencias militares europeas como Alemania, Gran Bretaña, la Unión Soviética, Francia e Italia desarrollaron tanques, aviones, misiles y tecnologías de comunicación por radio. Sin embargo, fue solo después de que Alemania libró la Blitzkrieg en la Segunda Guerra Mundial que el mundo descubrió que esas nuevas tecnologías juntas podrían traer cambios tan inimaginables a la guerra. Ahora, independientemente de la guerra algorítmica o tácticas similares, el acalorado debate en los círculos estratégicos sigue siendo analizar el impacto de la IA en las operaciones de una sola tecnología. Sin una comprensión holística de las aplicaciones militares de la tecnología de IA, las contramedidas planificadas podrían convertirse en una nueva Línea Maginot costosa e innecesaria.

 

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

©2023-saeeg®

 

DOS MIL BUQUES PESQUEROS SIN CONTROL EN EL PUERTO DE MONTEVIDEO

César Augusto Lerena*

Hace décadas que escribimos sobre la incapacidad o desinterés argentino por controlar la pesca ilegal en el Atlántico Sur. De igual modo, meses atrás, nos referimos al apoyo del Puerto de Montevideo a la pesca ilegal que realizan buques chinos, españoles-británicos, coreanos y taiwaneses.

Hoy la Auditoría Interna de la Nación de Uruguay ratifica en detalle nuestros dichos. Montevideo sería un colador para la pesca ilegal y el crimen organizado. Sería bueno tener una auditoría de igual rigurosidad de los manejos de la Subsecretaría de Pesca de Argentina y de los puertos argentinos.   

Denunciamos entonces que más de 700 buques extranjeros pesqueros que operan en el Puerto de Montevideo capturan ilegalmente recursos pesqueros argentinos en Malvinas y, los migratorios originarios de la ZEE de ambos países en alta mar; violando ―Uruguay― las declaraciones de la CELAC de 2011 y 2014, la Res. del UNASUR de Asunción del 17/03/2012, etc., y el Tratado del Río de la Plata de 1973/4. En este Puerto se recambia el combustible, se reemplazan tripulantes, se transbordan capturas, se arma y repone alimentos e insumos, etc., de buques que pescan ilegalmente. Operaciones que representarían a Uruguay un ingreso de 300 millones dólares anuales (Baubeta Mario; Mercopress, 20/12/11), aunque violando todas las normativas.  

También recordamos que los tres Estados ribereños de América del Sur oriental (Argentina, Brasil y Uruguay) suscribieron la “Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur” y que ésta es el ámbito adecuado para tratar, también, cuestiones relativas al trabajo esclavo, contrabando y narcotráfico que, atrás del descontrol en los puertos, van de la mano de la pesca ilegal.

Por su parte, el 29 marzo de 2023 (Radio Sarandí) Jaime Coronel, el director del Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (DINARA) manifestó que «el puerto de Montevideo es seguro y no se desembarca pesca ilegal, porque se revisan las bodegas y se hacen seguimientos satelitales»; pero, la citada auditoría oficial demuestra lo contrario y, ello es grave, porque el flagelo de la pesca ilegal le extrae a Latinoamérica y al Caribe recursos pesqueros del orden de los 12 mil millones de dólares anuales, empobreciendo a sus pueblos, quitando empleos y competitividad a las empresas.

La Auditoría del Ministerio de Economía y Finanzas de Uruguay realizada en junio de 2023 a la DINARA es terminante y de sus conclusiones surge con claridad que en el Puerto de Montevideo no hay control de la Pesca Ilegal, además, de estar fuera de control otras irregularidades.

La Asociación de Funcionarios del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay alertó sobre el “conjunto de conclusiones y hallazgos con criticidad extrema” de esta Auditoría y, entienden, que el informe “demuestra el grave problema de funcionamiento que presenta la DINARA, como resultado de un desmantelamiento que impacta negativamente en la gestión, generación de información, investigación y control de los recursos pesqueros, así como el control higiénico-sanitario e inocuidad de los productos de la pesca” (Montevideo Portal, 28/07/2023). Un durísimo comunicado de los propios funcionarios del área.

La conclusión de la Auditoría de la Nación refiere a que «el proceso de emisión y renovación de los permisos de pesca comercial industrial presentó debilidades de control interno, que no permiten asegurar que los mismos cumplan con los requisitos establecidos por la normativa vigente, la eficiencia de las operaciones, la confiabilidad e integridad de la información y la protección de los recursos hidrobiológicos»; por «ausencia en la actividad de control y seguimiento, a fin de garantizar que los permisionarios no se aparten de las autorizaciones otorgadas, en referencia a la cantidad, tipo de pesca, en el estado y uso de los recursos hidrobiológicos»; es decir, que la pesca en el Puerto de Montevideo carece de todo control y, ello supone desconocer el origen y trazabilidad de las capturas y desembarcos, la eventual apropiación ilegal de recursos originarios de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) del Uruguay y Argentina o, migratorias desde éstas en alta mar, al igual que en la Zona Común de Pesca de ambos países; la extracción de mayores volúmenes a los autorizados; la captura de tallas inferiores a las permitidas o de especies plenamente explotadas; el descarte y la sustitución de especies al desembarque o transbordo; entre otras irregularidades que podrían incluir operaciones de narcotráfico y trabajo esclavo. Situación que se ratifica cuando la auditoría indica: «El organismo no cuenta con un Registro de Pesca integral, la información es parcial y está segmentada en distintas áreas, no permitiendo realizar una trazabilidad del proceso, ni ejercer los controles necesarios para una adecuada y oportuna toma de decisiones»; contrariando, las recomendaciones de la FAO, que se agravan cuando Uruguay es parte de la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) y del Estado Rector del Puerto (Ley 19.017; Decreto 323/17).

Estas irregularidades podrían ser suficiente motivo para que los mercados internacionales descarten al Puerto de Montevideo como estación de carga y, descarga de productos pesqueros. Situación que debería llevar a la Cancillería Uruguaya, al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y a la Comisión del Tratado del Río de la Plata ―por aplicación de los Art. 74º, 80º y 82º de éste, las normas de la FAO y el Preámbulo y los art. 59º, 87º, 116º a 118º de la CONVEMAR― a efectuar urgentes y profundas correcciones, por cuanto la categorización de evidencias “extremas” por parte de la Auditoría están indicando que “las debilidades detectadas son muy significativas”, pudiendo poner en riesgo recursos pesqueros originarios de ambos países, tanto en la Zona Común de Pesca, en la ZEE y, alta mar, como los argentinos en Malvinas; cuya soberanía Argentina el Uruguay ha reconocido expresamente, aunque de esta forma se esté convirtiendo en una retórica sin ningún efecto práctico.

Al respecto, la Auditoría ha calificado esas debilidades relativas a la información como “altas” y, de “extremas” la responsabilidad de la autoridad del DINARA, el trámite de permisos, los registros, controles y seguimiento. Todas cuestiones que, sin entrar en mayor detalle, son suficientes para calificar a Montevideo como un puerto sin control pesquero y, por tanto, absolutamente permeable a la pesca ilegal.

Sin agotar el cúmulo de irregularidades que detecta la Auditoría, ésta verifica respecto a la Dirección, delegaciones inapropiadas, acefalías continuadas. debilidades contables, no detección de irregularidades por falta y/o debilidades de controles, inadecuado seguimiento de las gestiones, comunicaciones informales por fuera de los canales administrativos, incumplimiento de las normativas vigentes y, entre otras, la mayoría de la información calificada de “reservada o confidencial” de acceso exclusivo de los Encargados de Áreas, “los dueños de datos” dice la Auditoría, pudiendo dar lugar a actos de corrupción, en lugar de procesos y documentos transparentes, de libre acceso a todos los ciudadanos. Todo esto, sin lugar a duda, podría constituirse en un soporte necesario, para encubrir la pesca ilegal, que necesita de controles laxos, información confusa y trámites sin plazos. “Falsificación de permisos de pesca emitidos por el sistema VUCE” dice la Auditoría y, diversas observaciones graves administrativas y relativas a la aplicación de sanciones que, están todas indicadas en el pormenorizado informe de los auditores oficiales.

Se detecta falta de personal en áreas claves. Esto podría deberse a las habituales restricciones del Estado pero es inviable controlar el origen, la trazabilidad y legalidad de la pesca si las descargas se validan con meras declaraciones juradas empresarias o el puerto carece del personal oficial adecuado para realizar las tareas de policía sanitaria; obligación habitualmente indelegable, que no puede dejarse librada al usuario o a eventuales controles privados concesionados. En 1998, cuando Estados Unidos y luego la Unión Europea comenzaron a exigir la aplicación de planes HACCP (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control), la ejecución de estos sistemas de autocontrol, nunca dejaron en manos privadas el control del tránsito, el embarque o desembarque y los pertinentes controles y la certificación oficial. Dejar a los puertos sin control oficial presencial y no llevar una organización del Estado segura, transparente, técnica, eficiente y eficaz es promover el mejor escenario para la pesca ilegal, el narcotráfico, el trabajo esclavo y la evasión fiscal.

Pero ¿qué pasa con Jaime Coronel? Que, no obstante, la ejemplar Auditoría que lo incrimina, el pasado 16/08/2023 firmó en nombre de Uruguay junto a Ecuador, lo que llamaron “Memorando de Entendimiento histórico a fin de fortalecer sus lazos y desarrollar maneras cooperativas de combatir la pesca ilegal, en ambas costas de Sudamérica”. Se ve que los ecuatorianos no conocen ese documento, cuyas conclusiones se agravan precisamente cuando Don Jaime refiere a que Uruguay “alberga algunos de los puertos más transitados del mundo que, colectivamente reciben más de 2.000 buques pesqueros al año” (Tahiana Fajardo Vargas, PEW, 17/08/2023) que no son de bandera uruguaya sino de diversas nacionalidades que pescan ilegalmente los recursos pesqueros originarios de los Estados ribereños y los de Argentina en Malvinas.

Respetuosamente entendemos que las Autoridades de Uruguay deberían tener muy en cuenta lo prescripto en la Ley 19.175 que, en su art. 16º, refiere a la aplicación de criterios de «precaución en la conservación, ordenación y explotación de los recursos…» y, muy especialmente, los art. 76º a 79º que califican como grave la pesca ilegal, que causa depredación, sobrepesca e insostenibilidad de las especies.

Se dice también en los ambientes portuarios, que el 80% de la flota merlucera de altura se habría vendido a empresas rusas en aparente violación del art. 36º de la Ley de Pesca y que, a su vez, se habrían sustituido embarcaciones en contravención a lo establecido en el art. 31 del Decreto 115/018, lo cual de confirmarse sería otra demostración elocuente del descontrol, violación de la ley y consecuente pesca ilegal.

«No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad» (José G. Artigas)

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena (Fundada el 21/10/2002), Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, CESPEL (Fundada el 02/04/1989).

Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021) y de “Pesca Ilegal y Recursos Pesqueros Migratorios Originarios de los Estados Ribereños de Latinoamérica y El Caribe” (2022).