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UN G7 PARA UN OCCIDENTE CONVULSIONADO

Roberto Mansilla Blanco*

Los líderes mundiales en la reunión del G7. Foto: AFP

Entre el 13 y 15 de junio se celebró en la región de la Apulia italiana, la 50º Cumbre del Grupo de los Siete (G7) Un foro de impacto y trascendencia a la hora de discutir y tomar decisiones sobre problemáticas globales, con particular incidencia para los intereses occidentales. Están ahí presentes la Unión Europea, EEUU, Canadá, Japón, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido pero también participan organismos como la OTAN y la Unión Africana y otras economías emergentes que no son miembros (Brasil, Argentina, India, Sudáfrica, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, entre otros) en gran medida alineados dentro de las esferas de intereses occidentales.

En el pasado, cuando las relaciones con Rusia no eran de la tensión permanente que observamos desde la invasión militar a Ucrania de 2022, este foro se llegó a denominar el G7+1, muy probablemente concebido de acuerdo con las expectativas occidentales de atraer a Moscú hacia sus esferas de influencia y, eventualmente, alejarla de cualquier asociación estratégica con China, el eterno «dolor de cabeza» occidental. Pero el momento 2024 indica otra realidad: la intransigencia occidental y «atlantista» vía sanciones y aislamiento hacia Moscú derivó precisamente en un reforzamiento ruso de sus alianzas euroasiáticas, especialmente con China. Así, la segunda economía mundial y una potencia llamada a liderar el siglo XXI, en este caso China, no está presente en el G7.

Esta edición de 2024 incluyó, entre otros temas, las crisis de Ucrania y Gaza, el desarrollo de África, el cambio climático, la migración, la seguridad económica en la región Indo-Pacífico, los retos de la inteligencia artificial y la energía. Con este panorama resultaba evidente que esta cumbre implicaría la adopción de una especie de «frente común» por parte del G7 occidentalizante para afrontar un convulsionado panorama internacional.

El cerco a Rusia y China

La presencia en Apulia del presidente ucraniano Volodymir Zelensky fue una confirmación de esta perspectiva y más cuando la misma se realizaba como antesala de la cumbre de la Paz para Ucrania en Suiza (15 y 16 de junio).

Una cumbre, la de la paz en Ucrania, en la que Rusia, parte integral del problema, no fue invitada, algo incomprensible si realmente se quiere llegar a una paz en ese conflicto. Y más aún cuando, con anterioridad, ese Occidente que se antojaba pacifista se volvió repentinamente belicista, despreciando otras iniciativas de paz como las de China, Brasil y Sudáfrica.

A pesar de los esfuerzos de la gira internacional de Zelensky y de sus apoyos occidentales, otros países con peso como China, India o Arabia Saudí, entre otros, declinaron asistir a ese encuentro en Suiza argumentando la falta de equidad de esta cumbre precisamente por la ausencia rusa. En total confirmaron su participación 92 países: 57 a través de jefes de Estado y de Gobierno y los otros 29 con embajadores y ministros.

Putin entró súbitamente en escena mientras finalizaba la cumbre del G7 y como antesala de la cumbre de paz de Ucrania. En Apulia se fortaleció el apoyo occidental a Ucrania con la dotación de 40.000 millones de euros vía activos rusos congelados por las sanciones y la renovación de las promesas por iniciar negociaciones de admisión ucraniana en la OTAN.

Consciente de que su ausencia condicionaba cualquier avance de la cumbre de Suiza, el presidente ruso quiso tomar la iniciativa reclamando protagonismo: respondió ofreciendo la posibilidad de un alto al fuego en el frente ucraniano a condición de que Kiev retirara sus fuerzas de las localidades de Zaporiyie, Jersón, Donetsk y Lugansk y anunciara su renuncia a ingresar en la OTAN. Washington se apresuró a rechazar estas peticiones rusas.

La presencia de Zelensky en la cumbre del G7 implicaba la necesidad de mostrar, cuando menos formalmente, el compromiso de ayuda occidental al aliado ucraniano, mismo volviendo a mencionarse la posibilidad de un ingreso express de Ucrania en la OTAN. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (quien debía dejar este cargo el año pasado pero aún no existe consenso sobre su sustituto) propuso un paquete de ayuda de € 100.000 millones para Kiev hasta 2029; precisamente coincidiendo con el período de legislación del próximo Parlamento Europeo salido de las elecciones del pasado 9 de junio (9J) e, igualmente, con la mayor parte del actual período presidencial de Putin hasta 2030.

El mensaje es claro: Occidente no abandonará a Ucrania, cuando menos no durante los próximos cinco años. Pero hay matices: el compromiso con Zelensky quedó en € 40.000 millones para este 2024 pero aún debe avanzarse en ese consenso, que tampoco es total entre los miembros del G7, de la OTAN y de la UE.

Sigamos con el contexto global en el que se celebran estas cumbres del G7 y de la Paz en Ucrania y que pueden ofrecer pistas importantes sobre las decisiones que se tomen ahí.

Con estos encuentros en marcha la fragata rusa Gorshkov, con submarino nuclear incluido, se acercó al puerto de La Habana, lo que es decir a escasas millas de las costas estadounidenses. Toda vez la maquinaria mediática se puso en marcha, comprometida con el sensacionalismo y la espectacularidad de la noticia comparándola con hechos históricos como fue la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962, desde Washington se apresuraron a restar importancia al asunto porque esta aproximación de la fragata rusa «no constituye una amenaza».

Desde Moscú, Putin argumentó «compromisos militares» con su aliado cubano. Mirando el trasfondo, con el foco en las repercusiones globales de la guerra ucraniana, el peligro de una escalada nuclear siempre está presente entre Washington (6.800 armas nucleares) y Moscú (7.000), algo que conocen muy bien desde hace décadas.

Seguimos con el peligro nuclear. Estos días aparecieron noticias sobre la renovación de las tensiones fronterizas entre tres potencias nucleares, China (270 armas nucleares), India (130) y Pakistán (140). Recordemos que en la cumbre del G7, el tema de la seguridad en la región del Indo-Pacífico es unos de los temas estratégicos. China, y con menor intensidad India, son aliados rusos, más firme en el caso de Beijing, en la guerra ucraniana; además estos tres países son miembros de un BRICS en ascenso.

Pakistán es un aliado importante chino precisamente para contrarrestar el peso geopolítico de una India que viene de reelegir como presidente al nacionalista radical Narendra Modi. India juega complejos equilibrios entre Occidente, China y Rusia además de manejar sus propios intereses, particularmente imperativos en las disputas fronterizas con Pakistán (región de Cachemira) y China (Tíbet). Y aquí se enmarcan algunos de los objetivos occidentales «atlantistas» relativos a intentar implosionar el eje sino-ruso, desde Ucrania hasta o Indo-Pacífico, sin desestimar Taiwán.

Miremos ahora al Cáucaso, donde el presidente armenio Nikol Pashinyan, de orientación prooccidental, anunció precisamente esta semana la salida de Armenia de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), organismo defensivo constantemente comparado con la OTAN pero impulsado por Rusia en el entorno euroasiático.

Armenia, fuertemente dependiente de la energía rusa y ruta de tránsito de oleoductos y gasoductos desde el mar Caspio, se ve igualmente convulsionada en protestas contra Pashinyan por sus cesiones territoriales a la vecina Azerbaiyán tras la «guerra relámpago» de finales de 2023 en torno al enclave (ahora ex armenio) de Nagorno Karabaj, hoy prácticamente en manos azeríes. El mandatario armenio acusa a Moscú y a la OTSC de inclinarse a favor de los intereses azeríes en detrimento de los armenios. Pero tras la caída de Nagorno Karabaj llegaron a Armenia millares de refugiados descontentos con Pashinyan.

Como en la vecina Georgia con la aprobación de la «Ley Rusa» contra agentes extranjeros, en Armenia se libra un pulso geopolítico entre Rusia y Occidente que puede explicar la eventual ampliación de un «frente de guerra» de Ucrania hasta o Cáucaso.

Volvemos a Ucrania. En Kiev los servicios de seguridad se felicitaron porque las armas de la OTAN prometidas para las fuerzas armadas ucranianas ya están teniendo efecto en ataques dentro del territorio de la Federación rusa. Lo que es lo mismo; ya comienza a evidenciarse en Ucrania una guerra directa a cámara lenta entre la OTAN y Rusia. No obstante, en Kiev y Bruselas son conscientes del desequilibrio militar con  respecto a Rusia, de los avances de la contraofensiva militar rusa (Járkov), de los problemas de Zelensky para reclutar efectivos y de la necesidad imperiosa de una ayuda occidental que no se traduzca únicamente en armamento y dinero sino también en tropas especializadas. Cuando menos si atendemos las declaraciones de algunos de sus líderes, Europa ya observa casi como inevitable este conflicto con Rusia.

Ante la pretendida «amenaza rusa», Alemania ensaya retornar al servicio militar obligatorio; Polonia lleva tiempo acelerando la instrucción militar entre la población civil. También comienzan a tener incidencia mediática y política nuevos escenarios conflictivos que se vislumbran en los países bálticos; Polonia; Moldavia-Transnistria.

Una UE cada vez menos «europeísta»

Finalmente, la UE vive la resaca del ascenso de los populismos, de la ultraderecha y de los partidos euroescépticos en las recientes elecciones parlamentarias del pasado 9 de junio. Se estima que estos partidos ocuparían casi el 25% del próximo Parlamento europeo hasta 2029.

El momento político en la UE no es sencillo para sus élites y menos para algunos de sus presidentes, como es el caso del francés Emmanuel Macron, quien debió convocar a elecciones legislativas anticipadas, muy golpeado por el ascenso de la ultraderecha de Marine Le Pen. De hecho, figuras de la derecha francesa comienzan a acercarse a Le Pen con algunas consecuencias políticas, como fue la expulsión de Éric Ciotti como líder del conservador Los Republicanos. Las divisiones en la derecha tradicional y la izquierda francesas abren las expectativas de una posible abrumadora victoria de Le Pen en las próximas legislativas.

Tampoco le va bien al canciller alemán Olaf Schölz, que ve el ascenso de la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD), partido acusado desde diversos círculos políticos y mediáticos de presuntamente tener vínculos con el Kremlin. Macron y Schölz, presentes en el G7, ven condicionado y golpeado el histórico eje París-Berlín que siempre manejó el europeísmo da UE.

El horizonte electoral es preocupante para ellos: Alemania (2026) y Francia (2027) tendrán elecciones generales en un contexto de guerra en Ucrania, quien sabe si guerra directa con Rusia y ascenso de la ultraderecha y de los populismos euroescépticos. Si bien no está en la UE desde el Brexit, el primer ministro británico Rishi Sunak, también presente en la cumbre de Savelletri, se juega su cargo en las elecciones generales convocadas para el próximo 4 de julio. Por su parte la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, busca consolidar un nuevo mandato hasta 2029 pactando si es necesario con la ultraderecha en ascenso.

Mientras se habla con normalidad de una escalada bélica como si fuera de una Champions League militar, la «amenaza rusa» es el «enemigo conveniente» para un Occidente «atlantista» que intenta reconstruirse pero que se observa trastornado por el hecho de que precisamente Rusia resiste y sigue en pie; y porque los recientes resultados electorales en Europa no son los esperados por Bruselas mientras Moscú juega también con fuerza en este escenario.

Antecediendo a la cumbre del G7 se celebró en San Petersburgo un Foro Económico Internacional (5-7 de junio) con exitosas alianzas para Rusia con países asiáticos, africanos y latinoamericanos. Moscú maneja con China un nuevo eje Sur-Sur que también tiene incidencia dentro de los BRICS: Turquía, miembro de la OTAN, anunció su interés en ingresar en ese organismo, que puede tener su antesala en la próxima cumbre de los BRICS a celebrarse en noviembre en la localidad rusa de Kazán. Manteniendo igualmente sus equilibrios geopolíticos, Turquía comienza cada vez más a apostar por un ascendente eje euroasiático sino-ruso «despidiéndose» discretamente de Occidente.

Todo esto gravitaba en torno al G7. Le tocaba a Italia realizar esta cumbre por su presidencia rotativa en el organismo. La anfitriona Giorgia Meloni, exultante por sus buenos resultados electorales del 9J, hizo del encuentro un espacio de relajación estilo Dolce Vita para preparar un segundo semestre de 2024 que se apremia convulso y difícil. Porque el ojo de Bruselas está en Washington, en esas presidenciales en EEUU entre Trump y Biden, cada quien apremiado, directa o indirectamente, por escándalos con la justicia. Un Biden que busca la reelección pero atenazado en dos guerras en las que manifiesta o su «doble rasero»: mientras arma a Ucrania pide el cese al fuego en Gaza.

En la Apulia estuvieron también presentes el presidente brasileño Lula da Silva, un crítico con la ayuda a Ucrania y muy próximo al eje sino-ruso vía BRICS, y el polémico y extravagante mandatario argentino Javier Milei, aliado de Meloni y nueva «superstar» de la ultraderecha populista y liberal transatlántica. Mientras desmantela el Estado, Argentina está viviendo protestas por el programa de shock de Milei y el aumento de los índices de pobreza, calculado en un 55% de acuerdo con algunas investigaciones. En esta cumbre del G7, Meloni busca también su escaparate internacional para potenciar una agenda «ultra» y «antiprogresista», cada vez más afianzada a nivel global.

Por cierto, este 14 de junio comenzó en Alemania la Euro 2024. Y la próxima semana  vendrá la Copa América. Un mes completo de fútbol de alto nivel, con Messi, Mbappé, CR7, Bellingham….en el centro de atención. Y ya sabe, fútbol, pan y circo para el pueblo mientras el mundo se desliza hacia el escenario más peligroso y convulso desde la II Guerra Mundial.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/un-g7-para-un-occidente-convulsionado-roberto-mansilla-blanco/.

PRESENTACIÓN DEL ANUARIO DEL CEID 2023

Los Equipos del CEID y de la SAEEG

Quienes integramos el Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo (CEID) y la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEGG) tenemos el agrado de presentar el Anuario del CEID 2023, el que contó con la contribución de diecinueve autores de Argentina, Bolivia, Cuba, España, Jordania, Perú y Venezuela.

El Anuario del CEID 2023, ahora bajo la dirección de la Dra. Isabel Stanganelli ―quien también tiene bajo su comando al CEID― aborda algunos de los tantos y tan importantes temas que acapararon la atención internacional durante 2023. Los artículos abarcan diversas cuestiones que se encuentran en sus diferentes secciones geográficas y temáticas.

Como lo ha expresado la Dra. Stanganelli, «intentamos aportar con este Anuario elementos de análisis y reflexión con el objetivo de colaborar en el intercambio de ideas y, en lo posible, de propuestas».

El Anuario del CEID 2023, como siempre se destaca en su tapa, constituye «un análisis del mundo desde el sur», una visión que procura favorecer la comprensión de un escenario mundial profundamente complejo.

Expresamos nuestro enorme agradecimiento a los prestigiosos investigadores que nos acompañaron en esta versión de 2023:

Salam Al Rabadi (Jordania, España), C. María Elena Álvarez Acosta (Cuba), Francisco Carranza Romero (Perú), Miguel Ángel Cúneo (Argentina – España), Sunamis Fabelo Concepción (Cuba), Daniel González Palau (España), Ruvislei González Sáez (Cuba), Yoslán Silverio González (Cuba), Alberto Hutschenreuter (Argentina), Roberto Mansilla Blanco (Venezuela – España), Elio Perera Pena (Cuba), Octavia Quiroga Mendizabal (Bolivia), Marcelo Javier de los Reyes (Argentina), Xulio Ríos (España), Lía Rodríguez de la Vega (Argentina), Gleydis Sanamé Chávez (Cuba), Claudia Sánchez Savín (Cuba), Juan José Santander (Argentina – España) e Isabel Stanganelli (Argentina – España).

Finalmente, deseamos informar que el Anuario del CEID 2023 puede ser descargado gratuitamente  desde la página https://saeeg.org/wp-content/uploads/2024/05/CEID-ANUARIO-2023.pdf.

Agradecemos su difusión.

ZELENSKY, MILEI Y LAS ELECCIONES EUROPEAS

Roberto Mansilla Blanco*

Cancelada con anterioridad, la reciente visita del presidente ucraniano Volodymir Zelensky a Madrid (27 de mayo) que precede al reconocimiento anunciado por el gobierno de Pedro Sánchez al Estado de Palestina realizado este 28 de mayo, indica las expectativas que maneja el jefe de gobierno español de cara a las elecciones parlamentarias europeas del próximo 9 de junio.

El contexto de la visita de Zelensky viene igualmente precedido por la surrealista crisis diplomática con Argentina ante la reciente visita a España del mandatario argentino Javier Milei, invitado para un acto de VOX. La guerra dialéctica, con fuertes acusaciones personales, instalada entre ambos gobiernos antes y después de esta visita determina la peor crisis diplomática entre Madrid y Buenos Aires, cuando menos en décadas.

Con todo, en Madrid, Milei también hizo gala de sus expectativas igualmente con el foco puesto en las elecciones europeas. Estos intereses traducen la configuración de una plataforma trasatlántica «anti-socialista» de partidos de derechas y de la extrema derecha populista que cobran fuerza de cara a estos comicios europeos. Se imponen aquí el nombre de la jefe de gobierno italiana Giorgia Meloni, a quién muchos observan como la principal abanderada política de esta nueva oleada derechista y «ultra» en Europa.

Precisamente, en febrero pasado, Italia fue el primer destino europeo que visitó Milei tras ser investido como presidente, mostrando una total sintonía política con su anfitriona Meloni.

Dos ejes: Ucrania y Palestina

Volviendo a Zelensky, Sánchez acordó contratos para suministros de armas por valor de 1.100 millones de euros, una ayuda militar considerada sin precedentes para España que espera sirva para relanzar la industria militar española. Zelensky pidió a Sánchez mayores sistemas de defensa antiaérea, aspecto que revela la debilidad estructural militar ucraniana con respecto a Rusia. Todo esto en un momento en que Europa, con el presidente francés Emmanuel Macron y la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen a la cabeza, plantean seriamente la autonomía estratégica en Defensa a través de la potenciación de un complejo militar industrial autónomo de la OTAN.

No obstante, Zelensky tiene problemas en casa. Rusia vuelve a tomar la iniciativa bélica amparada en su superioridad de efectivos y de armamentos. Kiev tiene serios problemas de reclutamiento de efectivos para el frente militar: precisa de más de 500.000 soldados. España, y también Portugal, acogen una importante diáspora ucraniana.

De acuerdo con fuentes oficiales de La Moncloa, para finales de marzo pasado habitaban en España 293.131 inmigrantes ucranianos con documentación de residencia en vigor. En Portugal son aproximadamente 60.000, muchos de ellos con nacionalidad portuguesa. Desde el comienzo de la guerra unos 14 millones de personas debieron abandonar Ucrania. Esto provocó algunos casos de críticas en Kiev ante la masiva marcha de hombres entre 18 y 60 años, necesarios para el esfuerzo bélico

Para Sánchez, conocedor de la polarización existente en Europa sobre la ayuda militar y financiera a Ucrania (en particular por parte de países como Hungría y Eslovaquia, señalados desde Bruselas de tener mayor sintonía con Rusia y China), esta visita de Zelensky implica retomar cierto protagonismo internacional haciendo gala de europeísmo y «atlantismo» apoyando sin fisuras al aliado ucraniano.

Por otra parte, reconocer al Estado de Palestina en un momento en que las protestas propalestinas en universidades estadounidenses y europeas son igualmente visibles le permite a Sánchez contar con otros apoyos, cuando menos simbólicos, toda vez que una parte de la ultraderecha europea (como Milei en la Argentina) muestra mayores simpatías con un Israel cuya imagen internacional está en horas bajas. Mientras Zelensky llegaba a Madrid, Israel lanzó una cruenta ofensiva en Rafah que provocó 50 muertos, la mayoría mujeres y niños.

Tras reconocer al Estado palestino, Sánchez recibió en Madrid a una delegación del Comité Ministerial Árabe y al primer ministro palestino, quienes no dudaron en expresar su agradecimiento, un aspecto que implica observar con mayor detenimiento cuáles son los objetivos geopolíticos que se traza ahora la política exterior española. Por otro lado, el líder de VOX, Santiago Abascal, realizó una visita relámpago a Israel para mostrar su total apoyo al primer ministro Benjamín Netanyahu. Como Sánchez, VOX y Abascal también juegan sus cartas con la mente fija en las próximas elecciones europeas.

El momento de la coalición en La Moncloa

Pero la visita de Zelensky debe ser igualmente medida en torno a la situación de la coalición gobernante en La Moncloa. Toda vez que mostraron su irrestricto apoyo a Sánchez en la crisis con Milei así como en el reconocimiento del Estado palestino, socios como Unidas PODEMOS (UP) y Sumar hicieron ver igualmente sus reticencias y contrariedades sobre el aumento de la ayuda militar a Ucrania prometida por el presidente español. Tanto como el PSOE, ambos partidos, SUMAR y UP, con su voz discordante sobre esta ayuda militar se juegan mucho su situación política en estos comicios europeos, tomando en cuenta sus magros resultados en las recientes convocatorias electorales en Galicia, Euskadi y Catalunya.

Por otra parte, el ex presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, hoy mucho más cercano a Sánchez, discrepa también de la estrategia militarista a ultranza a favor de Ucrania considerando que, visto el terreno bélico, no hay solución militar y debería darse paso a la negociación con Rusia.

Zelensky y Milei, dos contextos antagónicos en los que Sánchez prima también sus intereses a la hora de fortalecer tanto su imagen política y su liderazgo en Madrid como a la hora de impulsar una plataforma continental de freno a la agenda «ultra» y un eje de conexión con la actualidad internacional. Este parece ser el objetivo político del PSOE y de Sánchez de cara a las elecciones europeas: erigirse en el dique de contención contra una especie de plataforma de ultraderecha transatlántica, desde Argentina hasta Hungría, con objetivos geopolíticos tanto en Europa como ante las expectativas de retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

En un momento de desconcierto preelectoral en Europa y de arriesgada volatilidad internacional, Sánchez, también acosado por el escándalo de presunta corrupción y tráfico de influencias que implica a su entorno, en particular su esposa Begoña Sánchez, mide minuciosamente sus opciones políticas tanto internas como externas. Pero a pesar de su audacia y firmeza diplomática, en estos terrenos de alto riesgo como Ucrania y Gaza, el presidente del gobierno español debe manejarse con prudente destreza.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/zelensky-milei-e-as-eleccions-europeas-roberto-mansilla-blanco/