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LA CONECTIVIDAD Y SU IMPLICANCIA ESTRATÉGICA PARA ARGENTINA EN LA «CONECTOGRAFÍA» MUNDIAL

Martín Rafael López*

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Desde las postrimerías del siglo XX se ha intentado identificar y comprender el impacto del exponencial desarrollo tecnológico y sus consecuencias para la sociedad a nivel local-global.

Tan es así que ya desde aquel entonces el prestigioso sociólogo alemán Ulrich Beck se preguntaba qué era realmente la globalización y/o el globalismo. La primera dificultad con la que se encontró el autor fue desentrañar la polivalencia y ambigüedad de estos términos y de sus múltiples dimensiones de análisis para su comprensión.

Los detractores al entendimiento de la emergencia de un mundo globalizado como un «nuevo fenómeno» plantearon que desde ya hacía mucho tiempo era posible aseverar la existencia de un mundo interconectado: con una sociedad abierta al mismo y en donde ninguna entidad política o grupo podía vivir al margen de los demás.

Sin embargo, presuponer esta postura de «sociedad mundial» como una «pluralidad homogénea» no tiene en cuenta la autopercepción disímil que puede poseer cada sociedad acerca de su propia identidad previa a ser inmiscuida en el entramado de la totalidad de relaciones sociales, económicas, políticas y/oi culturales que se pueden producir a nivel global.

Para una primera aproximación al concepto, Beck sugería que la globalización puede ser entendida como aquellos procesos a través de los cuales los Estados se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios.

Empero, la globalización no es lo mismo que la conectividad. De hecho, resulta dable aclarar que la globalización es sólo el volumen de uso de la conectividad, la cual es entendida como la creciente capacidad de interacción a través de las redes de transporte, energía y comunicaciones.

Impulsar la conectividad es imprescindible para mejorar la vinculación de las sociedades e impactar positivamente en sus estructuras productivas, logrando así promocionar las nuevas relaciones de producción propias de la denominada economía del conocimiento.

Dicho esto, resulta irrefutable que la conectividad es una necesidad fundamental de la era actual. El auge de las redes de comunicación, la big data, la infotecnología, la inteligencia artificial, el 5G y las criptomonedas son sólo algunos ejemplos de otros tantos servicios y productos logrados a partir de la planificación de políticas públicas que incentivaron la promoción de la investigación y el desarrollo de infraestructura crítica para la innovación.

Este contexto propició escalonadamente el origen del ciberespacio y delimitó una «nueva frontera digital» que, dado su carácter transnacional y no territorial, desafía la soberanía de los Estados y se convierte en un nuevo teatro de operaciones para la concreción y el resguardo del interés nacional.

Estas características, rasgos y tendencias que continúan moldeando el escenario internacional conllevaron a que también las tensiones y conflictos (que otrora se desarrollaban casi exclusivamente en el plano político-militar) se produzcan en nuevas dimensiones de carácter económico-tecnológico y en donde reviste de total importancia la «geoconectividad». Sin ir más lejos, el escalonamiento de las tensiones en torno al enfrentamiento tecnológico-comercial entre Estados Unidos y la República Popular China fue -y es- un ejemplo de ello.

El caso argentino en la «conectografía» mundial

El reconocido analista internacional de origen indio,  Parag Khanna, va más allá de los planteos preliminares y plantea la existencia de un nuevo orden mundial de «conexión». El mismo está signado por la emergencia y rápida expansión de redes que posibilitan la transferencia eficaz y eficiente no sólo de bienes y capital, sino también de conocimientos y tecnología.

Esta extensa conectividad geográfica global o «conectografía planetaria» se plantea como otra forma de estudiar y debatir la geografía, en función de dimensiones estratégicas como la construcción y el resguardo de infraestructura crítica o de cadenas de valor agregado de interés en términos geopolíticos y geoeconómicos.

Reflexionando en tal sentido, los incipientes debates académicos plantean que uno de los desafíos mundiales al desarrollo de la conectividad es la disputa contemporánea por la implementación de la red de cables submarinos.

Estos cables, que suman un total de 530 alrededor del mundo, son la base de la red global de telecomunicaciones que posibilitan el uso de Internet. Más allá del imaginario vulgar por el cual vinculamos la conectividad a una necesidad exclusivamente espacial y vinculada al uso de satélites, solo el 1% de la transferencia de datos a nivel mundial se transmiten por esta vía, mientras que el restante 99% viaja por redes de cables submarinos tendidos en los lechos marinos a escala global.

Mapa de cables submarinos, TeleGeography, https://www.submarinecablemap.com/

Frente a este panorama, la dotación de fibra óptica es un objetivo que reviste de importancia geoestratégica y que todo Estado debe contemplar y valorar como un activo crítico y vital.

En el caso de Argentina, «Firmina» es el nombre del último cable submarino que comenzó su funcionamiento a principios de este año e ingresó al país a través de una estación de amarre localizada en el balneario de la ciudad de Las Toninas, perteneciente al Partido de la Costa de la Provincia de Buenos Aires.

Su instalación estuvo a cargo de las empresas Google y Telxius y requirió el tendido de alrededor de 13.500 km de cable desde Myrtle Beach (playa ubicada en Carolina del Sur, en la costa este de Estados Unidos) hasta el balneario bonaerense.

Este nuevo tendido fue realizado con el objetivo de mejorar el funcionamiento y la prestación del servicio que brinda «Tannat», otro cable puesto en funciones en el año 2020 y gestionado por la misma empresa estadounidense en conjunto a Alcatel.

Empero, también se encuentran tendidos otros cables como el «Malbec», «SAM-1», «Atlantis II» o el «Unisur» operados por otras firmas joint venture o conglomerados creados para tal fin.

Exceptuando las especificaciones de seguridad técnicas y operativas del servicio, es interesante al menos advertir que el requerimiento logístico necesario para su funcionamiento involucra la garantía de seguridad del tendido físico de estos cables en el balneario argentino.

En un contexto de mayor vulnerabilidad a ataques cibernéticos o por medio del empleo de vehículos no tripulados (sin posibilidad de ser identificados), el empleo de los medios adecuados y pertinentes para el resguardo de la transferencia y el almacenamiento de la información se traduce como un imperativo estratégico crucial para nuestro Estado nacional.

 

* Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UCALP). Profesor de Relaciones Internacionales (UCALP). Diplomado en Estudios Estratégicos Chinos (UNDEF). Miembro investigador del Centro de Estudios Chinos (IRI – UNLP). Coordinador del Área Estudios Internacionales (IAPE – UCALP).

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EN BUSCA DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL

Giancarlo Elia Valori*

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El mundo se está desarrollando rápidamente hacia la multipolaridad, pero los países hegemónicos existentes no están dispuestos a renunciar a sus intereses creados. Algunos otros países tienen dudas sobre el desconocido mundo multipolar y carecen de consenso sobre los valores fundamentales del orden global.

Los países de buena voluntad siempre se han comprometido a crear un sistema multipolar justo en el que las Naciones Unidas ocupen un lugar central y un mundo de globalización económica universalmente inclusivo y no para unos pocos, excluyendo a los muchos en los que se encuentran los países más pobres y en desarrollo.

La obsoleta y unilateral literatura conflictiva occidental de «democracia versus autocracia» no puede resolver los desafíos actuales que enfrenta el mundo. El académico Zhao Hai ―director del Departamento de Investigación Política Internacional, grupo de expertos nacionales sobre estrategia global de la Academia China de Ciencias Sociales― sostiene que la comunidad internacional debe participar conjuntamente en la construcción de un nuevo sistema de verdadero multilateralismo y que la mayoría de los estudiosos de asuntos internacionales también están pensando en esta dirección.

Tras el fin de la Guerra Fría, el mundo entró en un «momento unipolar». Algunos países occidentales creían que todo esto anunciaba el «fin de la historia», es decir, una «era pacífica bajo el dominio estadounidense» que podría garantizar la paz y la prosperidad en el mundo con un dinero y un poder sin precedentes: una especie de paraíso en la Tierra para los occidentales privilegiados de siempre.

Sí, la unipolarización ha llevado al mundo a un período de «hiperglobalización», ha promovido el crecimiento económico global y el ascenso del Sur Global. Pero el problema es que los países hegemónicos son arrogantes y han perdido el autocontrol. Creen que su camino es el único viable, lo cual es un punto común entre los países hegemónicos. Como resultado, sus delirios condujeron a guerras continuas e imprudentes y divisiones internas, lo que finalmente socavó el orden internacional basado en reglas establecido después de la Segunda Guerra Mundial por la Organización de las Naciones Unidas y los Acuerdos de Helsinki de 1975.

La lógica detrás de todo esto es simple: si las reglas del juego no se aplican a los jugadores principales, ¿quién más querrá participar?

El politólogo noruego Glenn Diesen señaló en su libro de este año, La guerra de Ucrania y el orden mundial euroasiático, que el mundo de hoy probablemente esté pasando por un «período de vacío». El libro afirma que medio milenio de hegemonía occidental ha terminado y la mayoría de las personas en todo el mundo están cada vez más ansiosas por construir un orden mundial basado en la multipolaridad y la igualdad de soberanía. Agreguemos que, sin embargo, a pesar de los defectos fatales de la hegemonía liberal-capitalista, aún no se ha establecido un nuevo sistema multipolar de Westfalia. Sin embargo, se mantuvo la hegemonía del dólar estadounidense que, como todos sabemos, sirve a los intereses de Washington y es una herramienta de la Casa Blanca para explotar e imponer sanciones arbitrarias a otros países. Sin embargo, no parece haber ninguna alternativa viable al dólar que pueda cumplir mejor su papel como moneda estándar, intermedia o de reserva.

En realidad, el problema tiene tres aspectos: primero, los países hegemónicos se niegan a renunciar a sus intereses creados. En segundo lugar, las partes interesadas temen el caos y la viabilidad de nuevos sistemas «no probados». En tercer lugar, en el proceso de reestructuración del orden internacional hay una falta de consenso sobre el principio de la distribución equitativa. En resumen, el mundo está atrapado en una situación incómoda.

Aunque es inevitable avanzar hacia la multipolaridad, nadie está seguro de cómo se desarrollará el futuro porque sus visiones e intereses son diferentes e incluso opuestos entre sí, por lo que son fómites de guerra y conflictos de alta y baja intensidad.

Del mismo modo que la globalización desequilibrada ha creado «ganadores» y «perdedores» en el desarrollo económico y ha sumido a muchos países en la polarización política, la tendencia hacia la multipolaridad también ha aumentado significativamente la ansiedad de algunos.

Con el arma de las finanzas y el comercio y la frontera entre el espacio físico y el ciberespacio, muchos estudiosos han comenzado a creer que el futuro mundo multipolar se convertirá en una peligrosa «zona de guerra» impredecible y volátil y que la política de las grandes potencias y sus icónicas leyes de la selva volverán a primer plano. Los países han tenido que formar alianzas de seguridad para protegerse, formar bloques económicos para el mantenimiento de la cadena de suministro y se han unido a organizaciones afines para la estabilidad política e institucional.

El modelo de gobernanza global, oxímorónicamente ingobernable año tras año, y establecido durante las décadas anteriores, se está desmoronando a medida que el sistema internacional se fragmenta y destruye la capacidad de la sociedad humana para responder a los desafíos comunes y colectivos.

Más importante aún, si el mundo multipolar se desliza en una «competencia feroz» fuera de control, entonces la contribución de una inteligencia artificial controlada por unos pocos es capaz de provocar un apocalipsis nuclear que, una vez fuera de las manos humanas, puede llevar a esos colapsos totales. A menudo los disfrutamos en proyecciones distópicas de ciencia ficción o ficción en nuestros cómodos sillones en casa o en un multicine, pensando «es solo una película».

Cada día los titulares se llenan de noticias negativas, pero la realidad no es del todo pesimista y desesperanzadora. Dado que el orden existente es incapaz de hacer frente a los desafíos actuales, ¿qué tipo de nuevo orden debería construir el mundo?

La única posición de principio es la de un mundo multipolar justo y ordenado y una globalización económica universalmente amplia, beneficiosa e inclusiva. La multipolaridad equitativa significa encarnar la igualdad de derechos, la igualdad de oportunidades y la igualdad de normas entre todos los países. La multipolaridad ordenada significa acatar conjuntamente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y adherirse a las normas fundamentales reconocidas de la política internacional.

Hoy en día, los BRICS y muchos otros países del Sur Global esperan mejorar el sistema internacional con las Naciones Unidas en su núcleo y se oponen resueltamente a cualquier intento de debilitar o eludir este sistema.

La base de una propuesta racional es que las Naciones Unidas representen un verdadero multilateralismo, vinculando estrechamente a varios países y respetando las reglas reconocidas. El sistema de gobernanza multilateral, con las Naciones Unidas en el centro, se construyó sobre la victoria duramente ganada en la guerra antinazi y sobre la dolorosa experiencia de la guerra mundial anterior, definida por el Papa Benedicto XV, la masacre inútil, el 1° de agosto de 1917: «Con la paz ―dijo― nada se pierde, con la guerra todo puede ser».

Sin embargo, estas intenciones han sido pisoteadas y destruidas durante mucho tiempo por las luchas de poder bipolares y unipolares, con el apoyo de las fuerzas monopolistas y liberales-capitalistas. Por lo tanto, la necesidad de un verdadero multilateralismo nunca ha sido más urgente, ni sus perspectivas más prometedoras.

Lo que el mundo necesita hoy no es la narrativa binaria y conflictiva de Occidente de la predicha e hipócrita «democracia contra autocracia», sino un multilateralismo eficaz para gestionar y resolver las fricciones y problemas multipolares actuales y potenciales.

Desde esta perspectiva, la comunidad internacional necesita que los países que alimentan esas esperanzas y propósitos unan y mejoren conjuntamente los sistemas e instituciones multilaterales dentro del sistema de las Naciones Unidas. Muchos países están a la vanguardia de la nueva vía multipolar mundial y están proponiendo iniciativas de seguridad y desarrollo mundiales, así como posturas civilizatorias y desempeñando el papel de mediadores en las disputas internacionales.

Sólo cuando más países participen en la construcción de un nuevo sistema de multilateralismo, el mundo podrá salir más rápidamente del dilema actual del «período de vacío» del que hablaba el mencionado erudito noruego.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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LOS RIESGOS DE ABANDONAR LA EXPERIENCIA EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Alberto Hutschenreuter*

Imagen: geralt en Pixabay

Tal vez debido a un exceso de expectativas centradas en las tecnologías mayores, acaso por la falta de liderazgos de escala, o quizá por el alto grado de discordia existente entre los poderes preeminentes, pareciera que cada vez importa menos la experiencia en las relaciones internacionales, algo que no sólo se refleja en hechos importantes que tienen lugar en el mundo actual, sino que se trata de una realidad que nos lleva a planteos inquietantes sobre el curso del mismo.

Como en otras disciplinas, la experiencia en las relaciones internacionales es un bien vital al momento de analizar situaciones. Las analogías tienen un carácter estratégico, pues permiten considerar posibles resultados sobre decisiones tomadas, y hasta permiten considerar eventuales escenarios. Podríamos decir que la experiencia es un activo o bien público casi único en las relaciones internacionales. Nadie como Maquiavelo supo advertirlo mejor: «Todo aquel que desee saber qué sucederá debe examinar qué ha sucedido: todas las cosas de este mundo en cualquier época tienen su réplica en la Antigüedad».

Por ejemplo, sabemos que sin orden internacional difícilmente habrá estabilidad, incluso si un orden resulta insuficiente o demasiado ideal, pues, precisamente, la experiencia nos permite trabajar sobre errores, omisiones y vulnerabilidades, más hoy cuando la tecnología nos puede aportar mucho en materia de análisis y prognosis estratégica.

En alguna medida, el orden reduce la condición anárquica de las relaciones entre Estados. Un orden no eliminará nunca la competencia y el principio de la incertidumbre existente entre los «gladiadores», los Estados, pero reducirá el factor de imprevisibilidad y hasta evitará que determinados conflictos intra e interestatales acaben por desbordarse. Por ello, siempre será preferible un orden a una situación de aumento e incluso descontrol de todos los «tensiómetros» en las relaciones internacionales.

Para utilizar un término de moda, el orden supone la resiliencia de los poderes mayores en lo que se considera la tragedia de la política entre Estados: la anarquía y rivalidad entre ellos. Y esto continúa siendo válido en tiempos de globalización, un fenómeno que para algunos supone cierto relajamiento del patrón clásico en la disciplina, pues, como muy bien sostiene Henry Kissinger: «El sistema económico internacional se ha vuelto global, mientras que la estructura política del mundo continúa basándose en la nación-Estado».

Para tomar un caso actual que muestra el alejamiento de los poderes preeminentes de la lógica pretérita, la guerra en Ucrania es sin duda pertinente.

En una situación de orden, e incluso de cierta discordia, dichos poderes habrían mantenido algunos patrones que impidieran el descenso de la seguridad internacional, es decir, nunca un Estado intermedio (como Ucrania en este caso) habría mantenido sus preferencias estratégicas hasta producir una ruptura. La necesidad de equilibrio lo habría impedido y el Estado perturbador, más allá de su soberanía e independencia, tendría que considerar otras opciones no desestabilizadoras del nivel superior de las relaciones internacionales.

Sucede que el lugar del equilibrio ha sido sustituido por el de la supremacía monopolar internacional, un modelo que históricamente ha tendido a la inestabilidad, pues, como advierte Kenneth Waltz, la concentración excesiva de poder provoca, tarde o temprano, acciones de corrección a través de la violencia.

Además, algo que corrobora también la experiencia, la ausencia de equilibrio dispara el incremento de la desconfianza y, por tanto, el aumento de las capacidades de los Estados, es decir, su grado de autoayuda.

Nada nuevo aquí, hasta que en materia de capacidades aparece en escena el armamento nuclear. Hasta el momento no hemos vivido un estado de desorden internacional con armas nucleares. Lo estamos haciendo en los años que llevamos en este siglo. Y la realidad se torna cada vez más inquietante, pues los Estados nucleares mayores (Estados Unidos y Rusia) se han marchado de los marcos regulatorios, quedando con vida un solo tratado cuya prórroga vence en poco tiempo.

En suma, desde hace tiempo las relaciones internacionales se mantienen en una especie de piloto automático, la globalización. Es un sucedáneo de orden, pero no es orden. Implica ganancias económicas, pero no soportes estratégicos. Además, la experiencia no respalda situaciones de estabilidad con base en la globalización. Si así fuera, la Primera Guerra Mundial no habría ocurrido.

 

* Alberto Hutschenreuter es miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

 

Artículo publicado el 31/07/2023 en Abordajes, http://abordajes.blogspot.com/2023/07/los-riesgos-de-abandonar-la-experiencia.html.