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RIÑAS

Iris Speroni (gab: https://gab.com/Iris_Speroni)

Cristina Fernández explica cómo entiende que funciona el tipo de cambio.

Sus ideas son relevantes porque reflejan la ideología predominante en la mayoría de legisladores, políticos, funcionarios y economistas.

 

La vicepresidente de la Nación escribió dos cartas abiertas entrelazadas entre sí, una de octubre de 2020 y la actual, del 16 de septiembre de 2021.

La más interesante en lo que respecta a mis obsesiones es la primera de ellas. Quien fuera dos veces presidente de la Argentina explica cómo entiende que funciona el tipo de cambio. Es relevante porque su percepción no sale de la nada sino que refrita ideas que están vigentes por lo menos desde el gobierno de Illia. Me fue machacado mañana, tarde y noche cuando estudié en la UBA donde debí sufrir profesores en su mayoría radicales que a su vez recomendaban textos de radicales. Es lo que ellos autodenominaban estructuralismo.

A lo que voy es que las ideas de la señora vicepresidente ex presidente ex diputada nacional ex senadora nacional es la ideología predominante en la mayoría de los legisladores, políticos, funcionarios y economistas tanto del radicalismo, su derivados (PRO, CC, etc.) y de esta fusión radical-alianza-izquierda que conforma el Frente de Todos. En resumen, es la ideología dominante.

Es importante en cuanto refleja su cosmovisión en base a la cual toman decisiones que nos afectan a todos.

Otra aclaración. Voy a tomar los dichos de la vicepresidente bona fide. Obviamente, es una política y veterana. Debe de haber cosas que no dice pero no voy a pensar que tiene otra idea del tipo de cambio, manejo del BCRA, comercio exterior, ahorro, diferentes a las que manifiesta.

Entremos al texto.

26 de octubre 2020

TERCERA CERTEZA

Sin embargo, la restricción externa —léase: escasez de dólares o excesiva demanda de dicha moneda; según como se mire— que apareció luego de haber soportado 6 corridas cambiarias —la última durante el año 2011, en el que fui electa por segunda vez consecutiva Presidenta de la Nación— motivó la regulación cambiaria que los medios hegemónicos bautizaron “cepo”.

Todos los políticos y economistas hablan siempre de “escasez de dólares”.

Sin embargo omiten, todos ellos, ya sea por desconocimiento o malicia, que nunca escasearon dólares en Argentina. Lo que sucede es que el BCRA los vende a un precio inferior al que los agentes económicos (las familias y las empresas) están dispuestos a pagarlo.

Lo digo de otra manera. Un Mercedes Benz clase E está alrededor de US$ 128.000 más impuestos. Si mañana un concesionario se volviera loco y los vendiera a US$ 22.000 le sacan las existencias de las manos. Al final del día no le quedaría ninguna unidad.

Bueno, eso es lo que le pasaba al BCRA con Cristina Fernández. Vendían a $ 10 un dólar que en la calle querían comprar a $ 15.

Alguien les hizo creer a los políticos (el 98% de los economistas) que si “retrasaba” el dólar, influirían en la inflación, por lo tanto en el poder de compra de los asalariados, jubilados y pensionados y por lo tanto ganarían las elecciones.

Por lo que el funcionariado de CF pasó años haciendo malabarismos vendiendo dólares baratos por un lado y luego tratando de llenar un balde sin fondo. Les consumió energía, mala sangre, les distrajo de la tarea de gobernar y al final del camino, CF perdió las elecciones de mitad de término y Scioli no ganó las generales.

¿Por qué perdió Macri? Porque hizo exactamente lo mismo que Cristina Fernández: endeudó al país para tener dólares para venderlos “baratos”. Léase, para venderlos a menor precio que el que el público estab dispuesto a pagar.

No hace falta repetir que el gobierno de Alberto Fernández (en estos temas cruciales para la economía argentina) siguió los lineamientos de Mauricio Macri que siguió los del último gobierno de Cristina Fernández, en un contínuo desde el 2011.

Cristina Fernández sostiene que hubo una disrupción, ya que MM subió las tarifas que ella había retrasado (“Cuatro años de tarifazos impagables en los servicios públicos, cierre masivo de PyMES, pérdida del salario y jubilaciones”). Le da entidad a una política económica que no la tiene (excepto en los gastos del Tesoro). Porque el asalariado lo que no gasta en una cosa, la gasta en otra. Si yo pago $ 200 una cuenta de electricidad que debería valer $ 1000 y el Estado pone los $ 800 de diferencia, yo esos $ 800 los gasto en otra cosa. En un contexto inflacionario y con precios relativos distorsionados, lo único que hago es desplazar la actualización de precios a otro producto; al final del camino el índice de inflación da igual ¿cuánto da? Exactamente el porcentaje de emisión monetaria.

Pero vaya uno a explicar esto a un político. Lo que para CF fue la piedra basal de su mandato (la contención ficticia de las tarifas de servicios públicos) resultó al ñudo. ¿Cómo la puede uno convencer? Se va a morir creyendo que fue un acierto[1].

Vuelvo al tipo de cambio. Cristina Fernández con el auxilio de los ministros de economía Lorenzino y Kicillof y los presidentes del BCRA Marcó y Vanoli pusieron toda la política económica al servicio de contener ficticiamente el valor en pesos del dólar. Con una inflación del 25% (CF dixit).

“26 de octubre 2020…TERCERA CERTEZA…La inflación, medida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no superaba el 25% anual”.

¿Para qué tanto contorsionismo? Nos endeudó con China, retrasó los pagos de gas a Bolivia, subsidió exportaciones. El listado de decisiones demenciales en pos de “mantener” el dólar fijo en un contexto inflacionario fue innumerable. ¿Por qué? Porque los economistas educados en la UBA sostienen que la inflación es de costos, que el valor nominal en pesos del dólar (el tipo de cambio en criollo) “forma” los costos y que si uno ancla, fija, amura, el tipo de cambio, no va a haber inflación. Si no hay inflación, los obreros van a estar felices y la van a votar. Ésa es la fantasía radical (radical de UCR) que enseñaban en la facu.

Los resultados son otros.

En primer lugar están las consecuencias de un dólar “atrasado”, que traté muchas veces pero voy a repasar.

En segundo lugar están los costos de mantener la ficción.

Empiezo con las consecuencias de un tipo de cambio artificialmente retrasado.

– Desestimula las exportaciones, lo que provoca que haya menos dólares disponibles. Por lo tanto una de las razones de la “escasez” es, justamente, la decisión del BCRA de pagar $ 1 lo que vale $ 2. Un dólar bajo equivale a menos exportaciones. Hay menos exportaciones porque un dólar retrasado baja la rentabilidad de las producciones destinadas a la exportación y por lo tanto se opta o por no invertir o por dedicarse únicamente al mercado interno. Eso va para la gente que plantó 4 hectáreas de tulipanes en Chubut para exportar en contraestación a Holanda y ahora lo usa de atracción turística “porque los números no dan”, o para las pequeñas producciones de arroz de Entre Ríos que se volcaron a otros cultivos. Ni hablar del sector metalmecánico. En diez años las exportaciones de maquinaria agrícola bajaron de US$ 200 MM a US$ 60 MM cuando debieron crecer a US$ 2000 MM.

– Subsidia el costo de las importaciones. En efecto, al tener “barato” el dólar, salen baratos los productos importados. Tanto para substitución de insumos como para importación de productos finales. Constituye una competencia desleal con quienes producen en Argentina. El estado, a través de su política cambiaria, hace dumping de las importaciones respecto a lo producido en el país porque hace que el producto importado salga menos sólo porque vende los dólares a menor precio. Un ejemplo claro de la segunda presidencia de Cristina fue la importación de maquinaria agrícola de Brasil. No porque ésta fuera realmente más barata y ciertamente no es de mejor calidad, sino porque el dólar valía $ 15 y el BCRA lo cobraba $ 10. Por lo que el comprador obtenía un “descuento” de 33% financiado por el BCRA. La contracara era que los exportadores le vendían al BCRA a $ 10 lo que valía $ 15.

– Estimula al consumidor de comprar bienes y servicios importados. De ahí el boom de venta de autos caros importados del final del gobierno de CF, y el paseo por Europa de funcionarios públicos de tercera y cuarta categoría[2].

En resumen, con un dólar artificialmente retrasado se estimulan las importaciones y se desestimulan las exportaciones porque ambas actividades buscan su equilibrio en el precio del dólar que el BCRA fija.

Lo último, que no es menor, es la oportunidad para negocios o la especulación por la diferencia de valor entre el tipo de cambio que debía ser y el que era. Al final del gobierno de Cristina Fernández el dólar BCRA valía $ 10 y el libre $ 15. Cuando el BCRA se quedó sin dólares para vender, se dedicó a vender promesas de dólares (dólares futuros). Uno podía hacer la siguiente operación en el día: comprar dólares futuros vendidos por el BCRA a $ 10 y en el mismo día vender esa promesa en NY a $ 15. Por lo que ganaba un 50% sólo con esta intermediación. Fue una sangría fatal para el BCRA y por supuesto, de resultados nulos[3].

En la carta del 26 de octubre de 2020 continúa la vicepresidente:

“Dicha regulación establecía un tope para la compra de dólares para ahorro que era de USD 2.500 por mes. Si, tal como se lee: USD2.500 por mes”. 

En realidad lo que hace es administrar el privilegio de vender dólares a menor precio que el comprador está dispuesto a pagar.

Es como si el concesionario de Mercedes Benz del ejemplo dijera: “Vendo a US$ 22.000 lo que vale US$ 128.000, pero sólo uno por persona”.

¿Por qué el Estado debería vender a un precio menor un bien que tiene un valor público? Al privilegiar a unos ciudadanos sobre otros, resulta injusto, arbitrario y desleal.

No hay privilegiado bueno o privilegiado malo. Los exportadores con un dólar atrasado financiaron la compra de BMW a sectores acomodados, el giro de US$ 100 de familias bolivianas desde Liniers a La Paz, el viaje a Tailandia del muchacho del mostrador de tribunales y la compra de automóviles VW a Brasil[4].

La otra gran argumentación es que con un dólar contenido, los insumos importados no generan inflación. En una economía donde las importaciones constituyen el 20% del PBI, se le da más entidad de lo que tiene. Somos una economía cerrada; no nos engañemos, no tiene ninguna importancia en la generación de costos. Lo que sí importa son los impuestos (50% de la economía) y la inflación.

Continúa la carta:

«Tercera certeza: la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”.

No coincido con la señora vicepresidente. La economía bimonetaria no es el problema de la Argentina. El problema es querer vender dólares a menor precio del que los argentinos estamos dispuestos a pagar. El problema es la inflación del peso.

Y les recuerdo que tanto el tipo de cambio como defender el valor de la moneda propia (peso) son responsabilidad del Congreso (art. 75 incs. 11 y 19). No se requiere un gran acuerdo de sectores sociales, mediáticos, económicos, políticos, celestiales, galácticos o caprinos. Se necesita que las autoridades electas cumplan con la Constitución de 1994; Fernández fue la vicepresidente de la Asamblea Constituyente.

El resto, se arregla solo: si no emiten, no va a haber inflación. Si deja que todo el mundo compre y venda dólares al precio que se les ocurra, van a subir las exportaciones y se van a moderar las importaciones y los viajes a Europa. Se va a comprar un BMW solamente aquél al que le dé el cuero.

MM siguió con esta política, pero la financió de otra manera: con deuda. Nos endeudó en dólares para poder vender dólares a un precio menor. El mecanismo fue: endeudar al país en dólares, volcarlos al mercado por lo que la sobreoferta de divisas tiraba su precio a la baja. Lo hizo de dos maneras: convenciendo a fondos de inversiones externos a traer sus dólares, venderlos baratos por pesos, poner los pesos a 80% en LEBACs (Sturzenegger). Duró hasta que se asustaron, vendieron sus LEBACs y compraron dólares. Luego siguió (Caputo) endeudando el país en dólares, para repagar a los fondos de inversión que se fueron y para seguir con una sobreoferta pública de dólares. Endeudó al BCRA, al Tesoro y a YPF.

Alberto Fernández siguió con esta política. Dólar deprimido (a mitad del precio del dólar libre), elección de compradores privilegiados (amigos del poder), desestímulo de exportaciones y estímulo de importaciones —limitadas por la caída del poder adquisitivo de la población—, altas tasas de interés, deuda cuasifiscal.

Acá está la explicación de por qué el país no crece desde hace 10 años y por qué el salario actual es igual que en el 2002/2003. Acá está la explicación de por qué perdieron las elecciones.

Cuando digo que mantener la ficción de un tipo de cambio atrasado es costosa me refiero justamente a todo esto: PBI que no crece, desestímulo de inversiones, estímulo de importaciones, compra de bienes suntuarios, endeudamiento, déficit comercial eterno con Brasil, transferencia de riqueza desde el interior a las manzanas que van desde el BCRA a la AFIP.

Diez años de tipo de cambio atrasado nos destruyeron. Sin embargo, los políticos, todos, creen que una práctica conveniente.

Dos puntos adicionales.

Tangencialmente la vicepresidente toca el tema de los dólares como refugio de valor y fuga de capitales.

«26 de octubre…Tampoco es una cuestión de clase: los dólares los compran tanto trabajadores para ahorrar o para hacer una diferencia que mejore el salario, como empresarios para pagar las importaciones necesarias para hacer funcionar su empresa, para ahorrar y también, bueno es decirlo, para fugar formando activos financieros en el exterior, siendo esta última actitud una de las que más han contribuído a las crisis cíclicas de la Argentina».

Fuga de capitales es tanto depositar dólares en un banco extranjero como tener dólares en la caja de seguridad del banco. Es trasladar riqueza desde la moneda local a una extranjera y en lugar de invertirla, mantenerla como tesoro (inmóvil).

Llegamos a la razón principal por la cual los políticos mantienen el dólar retrasado. Porque el mejor negocio de la Argentina es comprar el dólar al precio que el BCRA lo vende y mantenerlo como tesoro o venderlo a precio libre. Los políticos atesoran (encanutan) el dinero robado en dólares. Si pueden comprar el dólar a mitad de precio, duplican los montos robados. Y la tasa de robo de dineros públicos se consolidó en 25% a partir del SXXI. Por lo que el tipo de cambio atrasado es el mejor negocio de la Argentina. Pero si el dólar fuera vendido por el BCRA a su valor, otras inversiones empezarían a ser más interesantes, incluso para los políticos corruptos que compran departamentos en Miami. Por lo que “fugar … activos financieros al exterior … actitud … que más ha contribuido a las crisis cíclicas” es una consecuencia de la política del BCRA y no la causa de la crisis.

En resumen, ¡oh, sorpresa!, las crisis cíclicas de la Argentina son consecuencia de las decisiones políticas de manejo del BCRA. Y una vez más, desde 1994, es responsabilidad indelegable del Congreso de la Nación; responsabilidad que a la fecha no ha asumido.

En su carta del 16 de septiembre de 2021 la vicepresidente revista estos temas, habla mucho de sus diferencias palaciegas con el Presidente (ajo y agua) pero lo que me interesa es lo que no dice. Sostiene que el Congreso le aprobó un déficit fiscal al ejecutivo que éste podría gastar en repartir entre los ciudadanos (supongo que para que los voten). De lo que no habla la vicepresidente es de cuánto dinero se gasta en pagar intereses. Que gran parte de los impuestos y del endeudamiento y de la caída de sueldos públicos y jubilaciones se destina a pagar billones de pesos en intereses. Lo cual sucedió en su gobierno, en el de Macri y en el actual.

Pero claro, del pago de intereses a la banca no se habla.

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Referencias

[1] Por si hay algún distraído, aclaro lo que pienso respecto a las tarifas. Que las cosas hay que cobrarlas lo que valen. Que el precio de la electricidad debe ser uno solo en todo país, considerando que tenemos un sistema interconectado. Que las tarifas deben ser libres de todo impuesto. Que las personas deben ganar buenos sueldos que le permitan pagar la garrafa de gas y el Kwh lo que vale producirlos.

[2] El turismo externo es una importación de servicios para las cuentas públicas.

[3] Lo explico en una entrevista que me hicieran @oconaf y @reaxionario https://youtu.be/Jjpwx_SFcCM

[4] De hecho los 12 años de kirchnerismo 2003-2015 nos costaron un déficit comercial con Brasil de US$ 55.000 millones.

 

Artículo publicado originalmente el 18/09/2021 en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2021/09/rinas.html

ARGENTINA Y URUGUAY ESTÁN DESPERDICIANDO FUENTES DE PROTEÍNAS Y TRABAJO

César Augusto Lerena*

Con el aval del Inidep, se autorizó una captura de 120.000 toneladas anuales de anchoíta, pero Argentina solo captura unas 8.300 toneladas.

 

Hace casi 50 años atrás, Argentina capturaba 40.000 toneladas por año de anchoíta (Engraulis anchoíta). El procesamiento de esa especie fue una de las actividades que dio inicio al crecimiento de un sector que hoy exporta US$ 2.000 millones al año. La captura y el procesamiento de esa especie generaban un importantísimo número de empleos y proveía de una fuente de proteína de alta calidad. Hoy la situación es absolutamente distinta en Argentina y Uruguay.

Ambas naciones, “decididos a sentar las bases de la más amplia cooperación entre los dos Países y estrechar los arraigados vínculos de tradicional amistad y hondo afecto que unen a sus Pueblos” firmaron en 1973 el Tratado de Río de la Plata y su Frente Marítimo, estableciendo una Zona Común de Pesca, donde se encuentra la anchoíta. Lo que se haga con esta especie es de interés de ambos países, quienes deberían repartirse sus capturas por partes iguales.

Con el aval del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep) se autorizó una captura de 120.000 toneladas anuales, pero Argentina solo captura unas 8.300 toneladas (80% patagónicas) por año y Uruguay no ha realizado capturas y estaría estudiando iniciativas para destinar la anchoíta a la fabricación de harina. Dos pésimas formas de administrar los recursos e ignorar la pobreza, el desempleo y la desnutrición de ambos pueblos.

Hay casi 120.000 toneladas disponibles que podrían generar alimentos, empleo y divisas. Destinar a la fabricación de harina la captura de anchoíta es un acto de irresponsabilidad total, absolutamente incompatible con lo previsto en dicho Tratado (Art. 74º, 80º y, 82º) y es una depredación indirecta (no obtener un mayor valor agregado sobre una misma unidad capturada) y una violación al Tratado: “…la adopción y coordinación de planes y medidas relativos a la conservación, preservación y racional explotación de los recursos vivos y a la protección del medio marino…”.

Si Uruguay destinase a harina las 60.000 toneladas de anchoíta que le corresponden, generaría un total de 3.950 jornales de trabajo al año, aunque sería imposible controlar el volumen, la madurez sexual y el tamaño capturado (Res 3/02 y 14/14 de la Comisión Técnica Mixta). Por el contrario, si este volumen extraído se lo destinase al salado y venta a granel, se obtendrían unos 264.000 jornales. Si, además de ello, le agregase el fileteado, podría generar unos 6.000 empleos más.

Enviar la anchoíta y otras especies acompañantes a la fabricación de harina es una depredación indirecta inaceptable y, tanto es así, que desde 2004 esa práctica está prohibida por la provincia de Buenos Aires, cuyas aguas se comparten en la Zona Común, por entender que esta extracción destinada a la reducción “atenta contra sustentabilidad de la anchoíta y de las especies que dependen de ésta; provoca mayores costos y genera menor valor respecto a la utilización de su proteína para consumo humano; ocupa menor cantidad de mano de obra…”.

Por cierto, que esta acción uruguaya afectaría también a aquellos recursos reservados para Argentina, por lo cual la embajadora Mariana Llorente, presidenta de la delegación argentina ante la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo, debería oponerse firmemente a esta iniciativa uruguaya. Cuestión que hasta ahora no hizo esta comisión y, llama mucho la atención, porque está integrada, además de la citada embajadora, por el subsecretario de pesca Carlos Liberman; el director del Inidep, Oscar Padín; la Directora de Planificación de la subsecretaría Gabriela Navarro; el representante del PEN ante el Consejo de Pesca Carlos Lasta y ex del Inidep, Ramiro Sánchez. Todos funcionarios que no deberían ignorar este tema.

Aunque no debería llamar la atención porque explotar solo 8.300 toneladas sobre las 60.000 disponibles para Argentina deja en evidencia una lamentable incapacidad administradora de la Subsecretaría de Pesca de Argentina y, una violación del artículo 1º de la Ley 24.922: “La Nación Argentina fomentará el ejercicio de la pesca marítima en procura del máximo desarrollo compatible con el aprovechamiento racional de los recursos vivos marinos (…) la obtención del máximo valor agregado y el mayor empleo de mano de obra argentina” porque implica perder un aumento del tercio del total de operarios que genera toda la actividad pesquera nacional, en un país con 11,3% de desocupación, 19 millones de pobres, 4,5 millones de indigentes y millones de personas que necesitan de proteínas de la excelente calidad y de las inmejorables grasas insaturadas que provee la anchoíta.

No dejaré de indicar que las especies no explotadas (excedentarias), además, deben ser puestas a disposición de terceros países (Convemar Art. 62, 69, 70 y 297), lo cual sería gravísimo, no solo desde el punto de vista de la administración del recurso, sino por la pérdida de nutrientes para nuestro pueblo. 

Es imprescindible e impostergable que ambos países apliquen el Código de Pesca de la FAO (“llevar a cabo la pesca teniendo en cuenta los aspectos biológicos, tecnológicos, económicos, sociales, ambientales” y “otorgar prioridad a las necesidades nutricionales de las comunidades locales”) y usen, responsablemente, la disponibilidad del recurso; a mi entender, promoviendo y apoyando la constitución de pequeñas y medianas empresas que se dediquen a la explotación para el consumo humano directo de esta especie, evitando la transformación en terceros países (Estados Unidos, España, Perú, Francia, Marruecos, etcétera) para asegurar el empleo en la Argentina.

Nos dice al respecto Juan Manuel Otero Ferres “en el Cantábrico, Francia y España, comparten un recurso idéntico, pero, tienen como Total Admisible de Captura (TAC) unas 29.000 toneladas por año, es decir 40 % menos que Uruguay, sin embargo, generan divisas anuales globales de unos 250 millones de euros con la participación de más de 400 empresas pesqueras que generan más de 35.000 puestos de trabajo directos”. Las exportaciones argentinas de anchoíta salada alcanzan un valor de U$S 3.445 la tonelada, un valor superior a los filetes de merluza y del calamar, según los valores oficiales.

En Uruguay se encuentra durmiendo desde hace un año (30/8/2020) en la Cámara de Representantes un proyecto que apunta a la constitución de nuevas pymes y cooperativas; la promoción del consumo directo y la exportación de anchoítas; la profesionalización de la pesca artesanal; la creación de nuevos puestos de trabajo; el aprovechamiento del remanente en la producción de aceites, levaduras, proteínas o concentraciones solubles con finalidades farmacéuticas o alimentarias, etc. y, sólo destinar los residuos a la harina.

Un proyecto similar en Argentina podría dar lugar a la creación de unas 25 nuevas empresas con una cuota anual de unas 2.000 toneladas de anchoíta y otras especies cada una generando empleos industriales y construcción naval. Aunque, debo reiterar, el modelo debería mutar porque se administra mal y se dilapidan recursos que necesitan todos los argentinos.

(*) ExSecretario de Estado y experto en Atlántico Sur y Pesca

Nota publicada en El Economista, 17/09/2021, https://eleconomista.com.ar/2021-09-argentina-y-uruguay-estan-desperdiciando-fuentes-de-proteinas-y-trabajo/  

 

EL ODIO INDUCIDO

F. Javier Blasco*

Para saber qué es lo que significa realmente este vocablo, es necesario consultar el diccionario de la RAE en el que aparece una sola definición “Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Definición que quizá sea demasiado tajante y hasta limitativa u orientada al campo que se encuadra en el mal deseado.

Sin embargo, si acudimos al diccionario de “Oxford languages” vemos que la definición de la misma palabra masculina no es única y tiene o presenta dos acepciones distintas, “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia” y “Aversión o repugnancia violenta hacia una cosa que provoca su rechazo” y cita como sinónimos “antipatía, aversión, repulsión, inquina, aborrecimiento y malquerencia”.

Por una vez y sin que sirva de precedente, prefiero quedarme con la información del diccionario de Oxford porque, aparentemente es más completa, amplia y convincente y creo que aglutina entre sus definiciones y el listado de sinónimos lo que hace más comprensible el significado del vocablo.

Analizar etimológicamente el origen, las causas, derivaciones y ramificaciones del odio, nos llevaría mucho tiempo y no me creo capacitado para ello y además tampoco es la principal razón que me llevó a escribir este pequeño trabajo.

El odio, sensación y actitud tan antigua como la propia humanidad, es uno de nuestros viejos conocidos y compañeros de viaje o un miembro muy allegado de la familia; siempre está a nuestro lado y dispuesto a aparecer a la menor circunstancia; con la particularidad de que sus resortes de contención son tan frágiles que, funcionan a duras penas y no tantas veces como deberían hacerlo.

El hombre en su proceso evolutivo y creador, dentro de su afán de intentar cambiar las cosas, al menos de cara a la galería y fundamentalmente a hora de la compra de votos o seguidores, ha encontrado en esta fea y despreciable actitud un filón de incalculable valor. Cómo de entrada nadie en su sano juicio se puede negar a rechazarlo, hemos hecho de su “aparente lucha para erradicarlo” algo para ser explotado políticamente con mucho éxito, y como casi siempre ocurre con los movimientos o tendencias para la agitación y la propaganda, la izquierda lo ha convertido en su bandera para llenar de basura a las “terribles derechonas que lo pisotean y desprecian todo”.

Así, en muchas partes del mundo en general y en España en particular, hemos creado los denominados “delitos de odio” que son aquellos que consisten en una infracción o acto penal motivado por prejuicios contra una o varias personas por el hecho de pertenecer a un determinado grupo social y que nuestro Ministerio del Interior define en su página web como:

“(A) Cualquier infracción penal, incluyendo infracciones contra las personas o las propiedades, donde la víctima, el local o el objetivo de la infracción se elija por su, real o percibida, conexión, simpatía, filiación, apoyo o pertenencia a un grupo como los definidos en la parte B”;

“(B) Un grupo debe estar basado en una característica común de sus miembros, como su raza real o perceptiva, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la  edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor similar. (OSCE, 2003)”.

En España, su gobierno y muchos de los partidos que le sustentan y apoyan sobreviven principalmente de y con la carroña, las noticias falsas y la sucia propaganda; por lo que este fenómeno de “oficial lucha para su erradicación” no solo debe quedar reflejado en su Código Penal, sino que es constantemente usado, manoseado y prostituido por el propio gobierno, su presidente, varios ministros del gabinete y diversos partidos o movimientos populistas y progresistas de variopinto pelaje y nada sanas intenciones.

Por si fuera poco, para darle un mayor empaque y oficialidad al tema, el gobierno ha creado una “Comisión contra los delitos de odio” que está presidida por el mismísimo presidente Sánchez; comisión que, a pesar de la norma no escrita pero tantas veces manida de no legislar en caliente, ha sido reunida estos días con carácter de urgencia para adoptar medidas al amparo o motivada por una noticia falsa sobre un inventado delito de odio.

El odio a secas y la amplia panoplia de los delitos de odio constituyen una esplendida arma arrojadiza que la izquierda suele sacar a colación siempre que haya cercano o por en medio un proceso electoral, le van mal las cosas al gobierno —para lo que no duda hasta en inventarse actos o amenazas que tengan toda la apariencia, aunque en breve quede demostrado ser mentira o un invento y las graves declaraciones y acusaciones queden aparcadas tras miles de litros de tinta y horas de publicidad— o cuando la derecha presenta claras indicaciones de que sube en las encuestas y puede poner en peligro la continuidad de un gobierno de izquierdas, basado en la mentira, las falsas promesas y la mezquindad.

Muchas de las múltiples denuncias de delitos de odio, quedan demostradas ser falsas o son exageraciones o desviaciones y constituyen una simple manera de buscar notoriedad o una forma zafia de atacar, sin fundamento, los principios y bases de la derecha sin más.

Para que el fenómeno tenga repercusión y notoriedad, hace falta la impagable colaboración de unos medios y redes vendidos al mejor postor que subsisten de las cuantiosas dádivas o subvenciones de un gobierno que no duda en comprar los deseos y la profesionalidad de cualquier persona o entidad por muy seria y digna que pueda o deba ser en función de su trabajo o por su aportación a la sociedad.

Medios y redes que, sin embargo, enmudecen cuando pasa el tiempo sin que hayan aparecido los execrables autores de cualquier tamaña indignidad por mucho que la policía y la sociedad se empeñen en desenmascararles o cuando a pesar de los esfuerzos para ocultarlo, se descubre el pastel de la ignominia y la falsedad de un hecho inventado, exagerado y publicitado hasta la saciedad.

El odio y sus delitos no son un fenómeno exclusivo de los ambientes o situaciones creadas entorno al género, las desviaciones o personales usos sexuales, la raza, el lugar o país de procedencia o la religión que se profesa. Es aún más grave cuando nace, crece y se desarrolla por culpa o a raíz de movimientos políticos de corte separatista o independentista.

Insisto en este punto, porque suele crear graves y despreciables situaciones que fácilmente derivan en sangrientos encontronazos, escisiones territoriales más o menos cruentas o incluso en auténticas guerras civiles; guerras estas, quizá aún más sucias si cabe entre aquellas, porque implican a hermanos contra hermanos o a compatriotas envueltos en unos falsos e inventados ideales que poco o nada tiene que ver con la realidad.

El concepto es un arma de doble filo; ampara o da pie a un gran abanico de posibles delitos bajo el epígrafe general de delitos de odio y, con ello, se abre el grifo para “oficialmente” tratar de combatirlos por todos los medios, incluso aún antes de que estos realmente se produzcan. El uso y abuso de esta posibilidad lleva fácilmente a la imposición de una subjetiva tabla rasa que puede derivar en coartar un derecho inalienable a las personas en todo país democrático como lo es el derecho a la libertad de expresión.

Es muy fácil disfrazar o caer en dicha confusión, incluso de manera no buscada. De ahí el peligro en permitir a los gobiernos usar en demasía o abusar amparándose en este concepto; es un hecho más que probado, que muchos gobiernos lo utilizan a modo de guadaña para impedir la crítica o protesta libre y sana ante situaciones de uso o abuso de actuaciones o decisiones muy dudosas por parte de la autoridad.

Es muy fácil dejarse influir para hacer un uso muy discriminatorio de este concepto; la tendencia a ver la paja en el ojo ajeno, cuando se desprecia o ignora la viga en el propio, hace que muchos piensen que sus cercanos, allegados o de la misma tendencia política están libres de toda carga al respecto. Casualmente, son siempre los del bando contrario los que practican el odio, lo ensalzan y, por el contrario, nunca ven actuaciones execrables e indignas en el propio. Es un hecho característico de las izquierdas, quienes suelen anunciar o incluso creen sinceramente que son los partidos de derechas los que constantemente y viven instalados en el odio a los demás.

Sucias artimañas que aunque parezca mentira, aún en nuestros días funcionan porque, en la sociedad actual el grado de desinterés, la incultura generalizada y la falta de aplicación o desconocimiento del pensamiento crítico para el análisis de lo que nos llega, es muy grande o total. Tanto, que en pocos años será imposible encontrar alguien con la mínima capacidad de discernimiento.

No debo terminar esta breve reflexión sin condenar con todas mis fuerzas a los insensatos que por motivos políticos mangonean los delitos de odio, en cualquiera de sus versiones, sin darse cuenta —o lo hacen a sabiendas— que el aireamiento, falsa presentación y la exageración de ellos aún en su fase de presunción supone, en la mayoría de los casos, una mayor y muy grave agitación de las personas —que fácilmente se contagia a las masas—, lo que rápidamente se traduce en crear mucho más odio individual y colectivo entre los que “oficialmente” pretenden manifestarse o actuar como repulsa para combatirlo.

Como conclusiones  a esta reflexión, se puede afirmar que el odio es algo malo, tenebroso, que consiste en una vehemente aversión de una persona hacia otra, o hacia algo más o menos identificado con esa otra o su grupo por razones diversas de género, región o país de procedencia, diversos usos y costumbres o convicción. Es algo tan ruin que son muchos los afamados autores que le han dedicado mucho tiempo a su estudio y definición.

Ya Aristóteles se esforzó en distinguir entre la ira y el odio. Nietzsche llegó a firmar que “El hombre de conocimiento debe ser capaz no solo de amar a sus enemigos, sino también de odiar a sus amigos”. El mismo Papa Francisco asegura que “El odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida”. “Ensucian el alma, la vida del que odia y de cuantos permanecen en derredor suyo”. En opinión de Nelson Mandela no es una tendencia o defecto innato ni surge de la nada, se adquiere con el tiempo o por el uso o abuso de las costumbres de donde uno se desarrolla “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión”.

Por lo tanto, el odio como algo inculcado es una mala cualidad autogenerada, adquirida o inducida y que generalmente se nos inocula, más o menos disfrazada, en la educación recibida. Contra el odio debemos luchar siempre, pero sin dejarnos arrastrar que por un exceso de celo, la propaganda perversamente dirigida o por falta de precaución, su honrada lucha nos llegue a cegar y confundamos torpemente dónde deberían encontrarse los auténticos principios y la verdad.

Precisamente el 11-S se cumplió el vigésimo aniversario de uno de los ejemplos más claros de odio que ha presenciado y conmovido a la humanidad. Esperemos que este fenómeno no se vuelva a repetir, ni siquiera en su mínima intensidad.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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