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EL ODIO INDUCIDO

F. Javier Blasco*

Para saber qué es lo que significa realmente este vocablo, es necesario consultar el diccionario de la RAE en el que aparece una sola definición “Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Definición que quizá sea demasiado tajante y hasta limitativa u orientada al campo que se encuadra en el mal deseado.

Sin embargo, si acudimos al diccionario de “Oxford languages” vemos que la definición de la misma palabra masculina no es única y tiene o presenta dos acepciones distintas, “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia” y “Aversión o repugnancia violenta hacia una cosa que provoca su rechazo” y cita como sinónimos “antipatía, aversión, repulsión, inquina, aborrecimiento y malquerencia”.

Por una vez y sin que sirva de precedente, prefiero quedarme con la información del diccionario de Oxford porque, aparentemente es más completa, amplia y convincente y creo que aglutina entre sus definiciones y el listado de sinónimos lo que hace más comprensible el significado del vocablo.

Analizar etimológicamente el origen, las causas, derivaciones y ramificaciones del odio, nos llevaría mucho tiempo y no me creo capacitado para ello y además tampoco es la principal razón que me llevó a escribir este pequeño trabajo.

El odio, sensación y actitud tan antigua como la propia humanidad, es uno de nuestros viejos conocidos y compañeros de viaje o un miembro muy allegado de la familia; siempre está a nuestro lado y dispuesto a aparecer a la menor circunstancia; con la particularidad de que sus resortes de contención son tan frágiles que, funcionan a duras penas y no tantas veces como deberían hacerlo.

El hombre en su proceso evolutivo y creador, dentro de su afán de intentar cambiar las cosas, al menos de cara a la galería y fundamentalmente a hora de la compra de votos o seguidores, ha encontrado en esta fea y despreciable actitud un filón de incalculable valor. Cómo de entrada nadie en su sano juicio se puede negar a rechazarlo, hemos hecho de su “aparente lucha para erradicarlo” algo para ser explotado políticamente con mucho éxito, y como casi siempre ocurre con los movimientos o tendencias para la agitación y la propaganda, la izquierda lo ha convertido en su bandera para llenar de basura a las “terribles derechonas que lo pisotean y desprecian todo”.

Así, en muchas partes del mundo en general y en España en particular, hemos creado los denominados “delitos de odio” que son aquellos que consisten en una infracción o acto penal motivado por prejuicios contra una o varias personas por el hecho de pertenecer a un determinado grupo social y que nuestro Ministerio del Interior define en su página web como:

“(A) Cualquier infracción penal, incluyendo infracciones contra las personas o las propiedades, donde la víctima, el local o el objetivo de la infracción se elija por su, real o percibida, conexión, simpatía, filiación, apoyo o pertenencia a un grupo como los definidos en la parte B”;

“(B) Un grupo debe estar basado en una característica común de sus miembros, como su raza real o perceptiva, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la  edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor similar. (OSCE, 2003)”.

En España, su gobierno y muchos de los partidos que le sustentan y apoyan sobreviven principalmente de y con la carroña, las noticias falsas y la sucia propaganda; por lo que este fenómeno de “oficial lucha para su erradicación” no solo debe quedar reflejado en su Código Penal, sino que es constantemente usado, manoseado y prostituido por el propio gobierno, su presidente, varios ministros del gabinete y diversos partidos o movimientos populistas y progresistas de variopinto pelaje y nada sanas intenciones.

Por si fuera poco, para darle un mayor empaque y oficialidad al tema, el gobierno ha creado una “Comisión contra los delitos de odio” que está presidida por el mismísimo presidente Sánchez; comisión que, a pesar de la norma no escrita pero tantas veces manida de no legislar en caliente, ha sido reunida estos días con carácter de urgencia para adoptar medidas al amparo o motivada por una noticia falsa sobre un inventado delito de odio.

El odio a secas y la amplia panoplia de los delitos de odio constituyen una esplendida arma arrojadiza que la izquierda suele sacar a colación siempre que haya cercano o por en medio un proceso electoral, le van mal las cosas al gobierno —para lo que no duda hasta en inventarse actos o amenazas que tengan toda la apariencia, aunque en breve quede demostrado ser mentira o un invento y las graves declaraciones y acusaciones queden aparcadas tras miles de litros de tinta y horas de publicidad— o cuando la derecha presenta claras indicaciones de que sube en las encuestas y puede poner en peligro la continuidad de un gobierno de izquierdas, basado en la mentira, las falsas promesas y la mezquindad.

Muchas de las múltiples denuncias de delitos de odio, quedan demostradas ser falsas o son exageraciones o desviaciones y constituyen una simple manera de buscar notoriedad o una forma zafia de atacar, sin fundamento, los principios y bases de la derecha sin más.

Para que el fenómeno tenga repercusión y notoriedad, hace falta la impagable colaboración de unos medios y redes vendidos al mejor postor que subsisten de las cuantiosas dádivas o subvenciones de un gobierno que no duda en comprar los deseos y la profesionalidad de cualquier persona o entidad por muy seria y digna que pueda o deba ser en función de su trabajo o por su aportación a la sociedad.

Medios y redes que, sin embargo, enmudecen cuando pasa el tiempo sin que hayan aparecido los execrables autores de cualquier tamaña indignidad por mucho que la policía y la sociedad se empeñen en desenmascararles o cuando a pesar de los esfuerzos para ocultarlo, se descubre el pastel de la ignominia y la falsedad de un hecho inventado, exagerado y publicitado hasta la saciedad.

El odio y sus delitos no son un fenómeno exclusivo de los ambientes o situaciones creadas entorno al género, las desviaciones o personales usos sexuales, la raza, el lugar o país de procedencia o la religión que se profesa. Es aún más grave cuando nace, crece y se desarrolla por culpa o a raíz de movimientos políticos de corte separatista o independentista.

Insisto en este punto, porque suele crear graves y despreciables situaciones que fácilmente derivan en sangrientos encontronazos, escisiones territoriales más o menos cruentas o incluso en auténticas guerras civiles; guerras estas, quizá aún más sucias si cabe entre aquellas, porque implican a hermanos contra hermanos o a compatriotas envueltos en unos falsos e inventados ideales que poco o nada tiene que ver con la realidad.

El concepto es un arma de doble filo; ampara o da pie a un gran abanico de posibles delitos bajo el epígrafe general de delitos de odio y, con ello, se abre el grifo para “oficialmente” tratar de combatirlos por todos los medios, incluso aún antes de que estos realmente se produzcan. El uso y abuso de esta posibilidad lleva fácilmente a la imposición de una subjetiva tabla rasa que puede derivar en coartar un derecho inalienable a las personas en todo país democrático como lo es el derecho a la libertad de expresión.

Es muy fácil disfrazar o caer en dicha confusión, incluso de manera no buscada. De ahí el peligro en permitir a los gobiernos usar en demasía o abusar amparándose en este concepto; es un hecho más que probado, que muchos gobiernos lo utilizan a modo de guadaña para impedir la crítica o protesta libre y sana ante situaciones de uso o abuso de actuaciones o decisiones muy dudosas por parte de la autoridad.

Es muy fácil dejarse influir para hacer un uso muy discriminatorio de este concepto; la tendencia a ver la paja en el ojo ajeno, cuando se desprecia o ignora la viga en el propio, hace que muchos piensen que sus cercanos, allegados o de la misma tendencia política están libres de toda carga al respecto. Casualmente, son siempre los del bando contrario los que practican el odio, lo ensalzan y, por el contrario, nunca ven actuaciones execrables e indignas en el propio. Es un hecho característico de las izquierdas, quienes suelen anunciar o incluso creen sinceramente que son los partidos de derechas los que constantemente y viven instalados en el odio a los demás.

Sucias artimañas que aunque parezca mentira, aún en nuestros días funcionan porque, en la sociedad actual el grado de desinterés, la incultura generalizada y la falta de aplicación o desconocimiento del pensamiento crítico para el análisis de lo que nos llega, es muy grande o total. Tanto, que en pocos años será imposible encontrar alguien con la mínima capacidad de discernimiento.

No debo terminar esta breve reflexión sin condenar con todas mis fuerzas a los insensatos que por motivos políticos mangonean los delitos de odio, en cualquiera de sus versiones, sin darse cuenta —o lo hacen a sabiendas— que el aireamiento, falsa presentación y la exageración de ellos aún en su fase de presunción supone, en la mayoría de los casos, una mayor y muy grave agitación de las personas —que fácilmente se contagia a las masas—, lo que rápidamente se traduce en crear mucho más odio individual y colectivo entre los que “oficialmente” pretenden manifestarse o actuar como repulsa para combatirlo.

Como conclusiones  a esta reflexión, se puede afirmar que el odio es algo malo, tenebroso, que consiste en una vehemente aversión de una persona hacia otra, o hacia algo más o menos identificado con esa otra o su grupo por razones diversas de género, región o país de procedencia, diversos usos y costumbres o convicción. Es algo tan ruin que son muchos los afamados autores que le han dedicado mucho tiempo a su estudio y definición.

Ya Aristóteles se esforzó en distinguir entre la ira y el odio. Nietzsche llegó a firmar que “El hombre de conocimiento debe ser capaz no solo de amar a sus enemigos, sino también de odiar a sus amigos”. El mismo Papa Francisco asegura que “El odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida”. “Ensucian el alma, la vida del que odia y de cuantos permanecen en derredor suyo”. En opinión de Nelson Mandela no es una tendencia o defecto innato ni surge de la nada, se adquiere con el tiempo o por el uso o abuso de las costumbres de donde uno se desarrolla “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión”.

Por lo tanto, el odio como algo inculcado es una mala cualidad autogenerada, adquirida o inducida y que generalmente se nos inocula, más o menos disfrazada, en la educación recibida. Contra el odio debemos luchar siempre, pero sin dejarnos arrastrar que por un exceso de celo, la propaganda perversamente dirigida o por falta de precaución, su honrada lucha nos llegue a cegar y confundamos torpemente dónde deberían encontrarse los auténticos principios y la verdad.

Precisamente el 11-S se cumplió el vigésimo aniversario de uno de los ejemplos más claros de odio que ha presenciado y conmovido a la humanidad. Esperemos que este fenómeno no se vuelva a repetir, ni siquiera en su mínima intensidad.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

©2021-saeeg®

 

 

SUPERVIVENCIA

 Iris Speroni (gab: https://gab.com/Iris_Speroni)

Los trabajadores argentinos pagan impuesto a las ganancias aunque tengan ingresos inferiores a los mil dólares mensuales.

En enero 2020, la Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario publicó una nota donde sugerí a los productores agropecuarios que ingresen en la lucha política. En defensa de sus intereses personalísimos, pero también otros más generales. El trabajo; el propio y el de todos los que dependen de las cadenas de valor que los involucran. De la tradición y las costumbres (ejemplo: la prohibición de ir en procesión a caballo a Luján). De un sistema de transporte eficiente y propio: FFCC que funcionen, flota mercante propia, astilleros. De los intereses generales del país (fuerzas armadas fuertes, presencia internacional, exportaciones que generen riqueza, recuperación de la calidad educativa, etc.).

No me limité a los productores agropecuarios, ni entonces, ni ahora. Los receptores deseados son todos aquellos perjudicados por este orden socialdemócrata que sufrimos.

Enumeración Jorge Luis Borges style:

  • Los jubilados y pensionados.
  • Los trabajadores formales.
  • Los comerciantes.
  • Los industriales pymes.
  • Los desarrolladores informáticos y exportadores de servicios en general (docencia, consultoría, auditoría, artes, turismo).
  • Todos los trabajadores asociados con la exportación, en particular astilleros, marina mercante, puertos, ferroviarios, frigoríficos.
  • Los trabajadores de la salud.
  • Los miembros de las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas.
  • Las familias que tienen hijos en edad educativa (pública o privada).
  • Quienes no consiguen trabajo, o si lo consiguen no está bien pago o es informal.
  • Los monotributistas.
  • Los productores agropecuarios.

El domingo 12 de septiembre se inicia el proceso electoral 2021. Pocos productores agropecuarios, dueños de pymes o sindicalistas se postularon.

Tal vez para el 2023 levantemos la puntería.

Entrar en la política es costoso en dinero, tiempo, energía y mala sangre. Pero, ¿qué camino queda? ¿aceptar que hagan con nuestras vidas lo que se les ocurra?, ¿que decidan si podemos trabajar o no, abrir nuestro comercio o no, comprar nuestra casa o no?

Los trabajadores argentinos pagan impuesto a las ganancias aunque tengan ingresos inferiores a los mil dólares mensuales. La clase política desmanteló el sistema de transporte de cargas argentinos y en el proceso dañó a decenas de miles de familias y generó perjuicios económicos para la nación. Los impuestos son abusivos. La inflación les carcome los ingresos a los asalariados a razón de 3% mensual, sin que nadie abra la boca en el Congreso en su favor. Particulares usurpan terrenos y tierras públicas ante la complicidad de los gobiernos provinciales y el gobierno federal. El país está indefenso frente a amenazas externas que son muchas. Se gastan fortunas en idioteces. Asaltan impunemente a la gente en la parada del colectivo a las cinco de la mañana, sin que haya políticas de seguridad serias. Los locos están en su casa y matan a miembros de su familia. Miles de personas (en particular varones) se suicidan por año sin que haya política de salud mental. Esa es nuestra realidad.

Mientras, los políticos están en otra.

El ministro de Economía sostuvo que la inflación era conveniente. Merece ser cubierto con brea y plumas y exhibirlo para su escarnio. El país hace diez años que no crece y quienes gobiernan no tienen solución para salir de este pozo. Podría seguir enumerando.

No saben encontrar soluciones: que se vayan.

Nosotros veremos cómo nos arreglamos. Quienes gobiernan actualmente no encuentran solución, más allá de frases grandilocuentes y repetir las mismas recetas que no sirvieron ni sirven.

Ahora bien, desplazar al régimen es costoso. Lo explica bien Curtis Yarvin en este texto (aquí).

Los errores sistemáticos de los gobernantes no tienen costo para ellos (siguen en su lugar, se alternan, etc.). Los únicos que pagamos los costos somos nosotros.

Somos los que ganamos menos de mil dólares por mes, los que pagamos impuestos, los que no podemos comprarnos una casa. En el caso de los empresarios, son los que tienen una carga impositiva del 80% mientras otros la “levantan en pala” para usar palabras de Cristina Fernández.

Por lo tanto, post Yarvin, entiendo las prevenciones para ingresar en política. Es costoso y con resultado incierto. Pero, ¿cuál es el costo de no participar?

El costo para los trabajadores es pagar impuesto a las ganancias por un magro salario, dejar en concepto de impuestos a la venta el 50% de lo que queda cada vez que se va al almacén o a la estación de servicio; viajar una hora y media en transporte público de ida y otro tanto de vuelta para ir a trabajar.

Si nuestra restricción para participar en política es nuestra energía/dinero, entonces es lo que debemos administrar con inteligencia.

Siempre con la convicción de que a esta gente hay que echarla. Así de simple. Porque su proyecto de supervivencia implica la infelicidad de todos nosotros.

Esta semana tanto el gobernador Kiciloff (verdadero interventor) como la vicepresidente Fernández apoyaron la medida de cerrar las exportaciones de carne vacuna. Quiero rebatir sus argumentos.

El gobernador sostuvo que las exportaciones a China se deben a un acuerdo que se firmó en el 2014 cuando él era ministro y Fernández presidente (verdad), que la demanda de alimentos de China es enorme (el nombre técnico que usó correctamente es “infinita”) y que puede absorber todo lo que produzcamos (verdad) y que para defender el consumo doméstico hay que poner límites a la exportación (falso) y que la solución es aumentar la producción (verdad).

Ahora bien, esta gente que se la da de estadista (la vicepresidente en su discurso afirmó saber gobernar; desconozco por qué lo dice cuando gobernar es programar, planificar, prever, prepararse; nada de eso hacen). Los políticos tuvieron 7 años para generar las condiciones para aumentar la oferta o poner reglas claras de qué se puede exportar o no. Nada de eso hicieron.

La vicepresidente sostuvo que los productores quieren exportar para tener más ganancias, que su afán de lucro atenta contra los habitantes del país y que no lo iba a permitir. Acá quiero hacer varias aclaraciones. Todo el mundo trabaja para ganar plata. Ella, por ejemplo, quiere ganar plata cuando reclama su pensión de presidente, la de su esposo y además cobra como vicepresidente y cobró como senadora 2017-2019; lo hace cuando administra sus propiedades; lo hizo cuando tramitó la sucesión de su esposo. Todos queremos ganar dinero y estar en poder de nuestras posesiones. Ella también. ¿Por qué lo reprocha en otros? Segundo, si dice que ella y su coalición política saben gobernar ¿cómo es que no saben qué medidas hay que tomar para aumentar el rodeo vacuno? Si la cadena de la carne no gana dinero, en particular la cría, no hay carne. Así de simple. Ella no es vicepresidente gratis. ¿Por qué el que se ocupa de que haya terneros, ayuda a parir a las cuatro de la mañana y da la mamadera a las crías huachas debería hacerlo?

Pero además, con esa frase, reafirmó que no le importa que no se aumente el rodeo. Lo sabíamos porque durante sus ocho años de presidencia el mismo cayó en millones de cabezas. Recuerdo a los lectores que el presidente Perón pidió que lo subiéramos a 200 millones (*).

Al país siempre lo salvan los privados

De lo que la casta política no se ocupó en su infinita ineptitud, esto es, de preparar el país para el acuerdo con China que la propia casta firmó, sí se ocuparon los privados. 

Se aumentó la producción de carne porcina, al punto de substituir las importaciones de Brasil, de carne aviar y hubo un significativo aumento del rodeo ovino para carne en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos (los ovinos patagónicos son para lana). 

Los privados, a diferencia de la casta política, siguieron las recomendaciones del presidente Perón en 1973 quien propuso el aumento de la producción y consumo doméstico de carnes alternativas para generar excedentes de exportación.

Plan Trienal, Tomo 1, página 32, política agropecuaria.
En la web MECON

Daños de las medidas

La medida de prohibir la exportación de carne vacuna baja artificialmente su precio porque genera una sobreoferta momentánea (los cortes destinados a la exportación quedan acá). Esto perjudica a las otras carnes, ya que a igual o menor precio el consumidor prefiere comer novillo y no cerdo. Por lo cual manda a jugar a la B a todas las personas que invirtieron desde 2014 a hoy en ovinos, porcinos y aves. 

No es cierto que los argentinos no coman carne. Un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario sostiene que en el 2020 (plena pandemia) los argentinos comimos más de 100 kilos de carne por habitante, uno de los máximos mundiales. El consumo de carne vacuna “bajó” a “sólo” 50 kg/cápita, que es más o lo mismo que el consumo per cápita norteamericano y uno de los más altos del mundo.

Las medidas de los funcionarios nacionales defendidas por la dupla Kicilloff-Fernández esconden una pelea entre rufianes para dirimir quién se queda con la cuota exportadora a China. En el medio estamos todos.

La vicepresidente dijo que no se puede dejar sin comer a los argentinos para exportar. Sin embargo eso es exactamente lo que su esposo, ella, Macri y Fernández hicieron con el pescado. Los argentinos dejamos de comer pescado para poder exportar toda la producción local. Llegamos a exportar más pescado que carne vacuna.

El gobierno estimula la exportación del 100% de lo pescado. Toda pesca destinada al mercado doméstico debe pagar impuesto a los IIBB, impuesto al cheque y trasladarlo a enormes costos de flete a las urbes (el 50% del valor del combustible es impuestos). Mientras que si la empresa exporta por puertos patagónicos recibe un subsidio sobre la facturación. Sobre el pescado y la mesa de los argentinos no hay discursos grandilocuentes de cierre de campaña.

¿Por qué los funcionarios prolongaron el cierre de exportaciones de carne vacuna? Porque no les pasó nada. Porque no hubo consecuencia alguna a su política criminal. No tuvieron amparos ante el fuero contencioso administrativo federal, no sufrieron denuncias penales en el fuero federal. Ni siquiera se difundió por radio y televisión que era todo una pantomima para favorecer a los frigoríficos X, Y y Z. Les salió gratis penal y reputacionalmente. A pesar de que ponen en riesgo miles de puestos de trabajo en frigoríficos y dañan patrimonialmente a otros miles de personas.

¿Por qué lo hicieron? Por la misma razón que les da la cara para cobrar impuesto a las ganancias a alguien que cobra mil dólares de sueldo: porque no les pasa nada.

Me imagino que los damnificados pensaron “es por tres meses y luego vuelve a la normalidad”, “no nos vamos a enfrentar si en poco tiempo se arregla solo”. Eso es no querer entender cómo funciona la menta de estas personas. Quienes dirigen el país van contra los intereses del pueblo argentino y van hasta el hueso. Por eso hace más de una década que le cobran impuesto a las ganancias a los trabajadores. Por eso la mitad del costo de la comida es impuesto. Por eso los trabajadores deben mandar a sus hijos a escuelas que viven en huelga permanente (pre pandemia). Porque al no encontrar resistencia, avanzan.

Retroceder, aceptar, declinar no los apacigua: los envalentona. Discursos de esta semana pre-electoral como pruebas al canto.

Hay que guerrear. Hasta que se vayan.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Nota:

Discurso General Perón 25 de octubre 1973.

Artículo publicado originalmente en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2021/09/supervivencia.html

EL REQUISITO ELEMENTAL DEL ORDEN PÚBLICO

Agustín Saavedra Weise*

Nos quejamos —con razón— del desorden e inseguridad crecientes en esta nuestra querida Santa Cruz de la Sierra. La tendencia negativa en esos campos es creciente. Cada día hay más vandalismo, más suciedad, más accidentes, más gente tirando basura en las calles, más borrachos al volante, mayor tasa de criminalidad, etc. Apelamos a la “conciencia ciudadana” y a otros factores morales para disuadir o convencer, pero no pasa nada… ¿Saben por qué? Porque falta el elemento fundamental de la Ciencia Política, su ecuación básica, sin la cual ninguna sociedad resulta viable para la vida en común. Ese elemento no es otro que una función de la relación entre castigos (posibilidad concreta de cárcel, multas o sanciones) y obediencia. A mayor probabilidad de sanciones, la gente tenderá a obedecer por miedo a ellas. A menor probabilidad de ser penalizada, la gente hará lo que le venga en gana. Así de simple.

Con el tiempo, la relación entre castigos y obediencia puede transformarse en obediencia voluntaria en la medida en que la gente internalice ciertas pautas de conducta colectiva y las “legitime”, pero siempre tiene que estar presente la amenaza concreta de la sanción posible. Sin ello, ninguna sociedad funciona.

Y aquí es donde la ciudad y sus autoridades locales o nacionales fallan miserablemente. Si un día se imponen sanciones, al día siguiente se las abandona o se las deja de lado. No hay constancia en la aplicación de la fuerza legal como control de deterioros sociales ilegales. Si se precisa mayor cantidad de policías para imponer el orden, quien tiene que proporcionarlos no los otorga o no deja que se cree un cuerpo propio en la región. Así sucesivamente, se suman los factores del caos. Obviamente, con ese errático proceder se resta la posibilidad de hacer que se obedezca continuamente y se viva con respeto mutuo entre todos como también hacia la urbe que nos cobija.

Podrá haber mil campañas, pero si no se cumple el requisito esencial del uso continuo de la fuerza —vía cárcel, multas y sanciones diversas— todo lo que se intente será un fracaso. El requisito esencial del orden en cualquier comunidad es el equilibrio entre aplicación de castigos y generación de obediencia. Ha sido así y será siempre así en todo grupo humano, desde una tribu primitiva hasta una comunidad contemporánea. Quien no entienda ni aplique este principio esencial, jamás podrá mandar adecuadamente ni formular políticas urbanas de naturaleza permanente. La única verdad es la realidad.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/el-requisito-elemental-del-orden-publico_246866