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GUERRA HAMAS-ISRAEL. GUERRA DE 5ª GENERACIÓN: INFORMACIÓN Y PROPAGANDA.

José Abdala*

La campaña de relaciones públicas de Hamas está funcionando. Ha podido superar a Occidente, a su maquinaría comunicacional, todo su dinero y agencias de inteligencia. Occidente está persiguiendo la zanahoria desde atrás y reacciona constantemente a las jugadas de Hamas. No está siendo proactivo, sino que está siendo reactivo.

La primera semana de operaciones entre Israel y Hamas fue disputada, había un equilibrio de fuerzas en lo que respecta a información y propaganda; la segunda semana fue visible cómo Estados Unidos, el Reino Unido e Israel comenzaron a entrar en pánico.

El intenso bombardeo de Gaza y las víctimas civiles son la razón principal del fallido intento estadounidense-israelí de controlar la narrativa a nivel internacional. El cerco mediático israelí se ha roto.

Vale la pena mencionar que la campaña fallida en Ucrania fue el comienzo de la caída de Occidente en el dominio de la información y de la propaganda.

Como analista puedo ver que las FDI (Fuerzas de Defensas de Israel) creen que están perdiendo la guerra de información y propaganda y continuamente llevan a cabo control de daños. El problema es que en el medio de la operación de control de daños realizan otra acción cinética, como un bombardeo, que empeora más aún su imagen frente al público en general.

El Reino Unido, Estados Unidos e Israel siempre tuvieron éxito en el control total y absoluto del espectro de la información y propaganda; es la primera vez que lo están perdiendo.

Las redes sociales y los ciudadanos individuales que compartieron información fueron la razón principal de esta sorprendente derrota.

El problema es que cuando pierdes el control del espectro de la información y propaganda, no tienes más remedio que tratar de aplastar a tu enemigo y re-escribir la historia, o tu fin está casi asegurado. Se puede esperar que esto derive en un conflicto más amplio en todo Medio Oriente.

Asalto a Gaza

La demora en la ofensiva contra Gaza es consistente con el despliegue de sistemas de defensa aérea de los Estados Unidos en la región para «proteger» a las tropas estadounidenses. Puntualmente nos referimos al grupo de ataque naval liderado por el portaviones USS Gerald R. Ford (CVN-78) en el Mediterráneo y para resguardar a algunas bases estadounidenses en el Medio Oriente. Las armas más temidas de Irán son misiles, incluidos los hipersónicos «FATTAH», y los UAV (drones suicidas). Los ataques aéreos contra Israel podrían provenir desde Irán, desde el sur de El Líbano (Hezbolá), de los hutíes de Yemen y también UAVs de Siria e Irak. Por miedo a ataques desde Irán, Israel en su momento pensó en lanzar ataques aéreos contra este país desde Azerbaiyán. Una vez que los sistemas de defensa aérea Patriot y THAAD (defensa de área de alta altitud terminal) estén en su lugar, podría ser un punto pivote en la historia.

En caso de llevar a cabo un asalto a Gaza, se esperan grandes bajas de ambos lados. La complejidad de un asalto urbano es muy grande, especialmente en Gaza, independientemente de si hay edificios en pie o destruidos. Y a eso se le debe sumar la extensa red de túneles que tiene Al-Qassam desde los cuales pueden moverse de manera subterránea y preparar emboscadas sin ser vistos hasta último momento.

En este momento el portaaviones USS Dwight D. Eisenhower (CVN 69) transita por el océano Atlántico rumbo al Mediterráneo. Allí se unirá al grupo de ataque naval liderado por el portaviones USS Gerald R. Ford (CVN-78) y entre los dos se aseguran la posibilidad de operaciones aéreas casi continuas.

Guerra no convencional

Los Estados Unidos, el Reino Unido e Israel están empantanados ya que no pueden luchar  una guerra no convencional en un escenario con múltiples países al mismo tiempo. Simplemente no tienen la cantidad de hombres necesarios, ni la estructura, ni la logística y ni la mentalidad para una operación no convencional de estas proporciones.

Llegado el caso que varias fuerzas en varios países de Medio Oriente coordinen acciones de guerra no convencionales, la probabilidad de derrota total o parcial del eje Estados Unidos – Reino Unido – Israel es grande.

Intentar aplicar un enfoque convencional, lo que implica un altísimo grado de destrucción y muerte de civiles, no será tolerada esta vez. Ni en el extranjero, ni en casa. Con respecto a este tema, Europa debe tener mucho cuidado con su postura y evitar problemas en su propio territorio.

La OTAN no está preparada ni concebida como una máquina de guerra no convencional a gran escala. No importa cuánta tecnología y armamento tenga si no puede utilizarla.

Esto podría convertirse en una guerra no convencional de gran escala que será muy difícil de ganar y ni siquiera estoy considerando en la ecuación lo que sucedería si China ejerce más presión sobre Taiwán y Australia, Rusia sobre Polonia y Corea del Norte sobre Corea del Sur.

* Ex Oficial FOE FAA. Aresinforservice.

 

LA IA Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL: ECONOMÍA Y GUERRA (2)

Giancarlo Elia Valori*

Imagen: prince_trio en Pixabay.

En julio de 2017 el Centro Belfort para la Ciencia y Asuntos Internacionales de la Escuela Kennedy de Harvard publicó el informe Inteligencia artificial y seguridad nacional, argumentando que en el futuro la inteligencia artificial podría convertirse en un medio transformador comparable a las armas nucleares, los aviones, las computadoras y la tecnología de seguridad biotecnológica. Por lo tanto, es razonable incluir la Inteligencia Artificial en las discusiones que pueden influir en las relaciones internacionales.

El orden internacional incluye dos aspectos básicos, uno que es la estructura de poder y el equilibrio de poder de los principales países y grupos de Estados, y el otro son las reglas que deben seguirse en la gestión de las relaciones entre estos países.

El orden internacional es una situación en la que los países del sistema mundial deben adoptar métodos no violentos para resolver conflictos de conformidad con las normas internacionales. Sus elementos constitutivos son el jus gentium, las normas y reglamentos compartidos y las instituciones pertinentes.

Los cambios en este sistema son causados esencialmente por cambios en la estructura internacional, pero la estructura no es un elemento constitutivo del orden internacional. Por lo tanto, si se quiere cambiar el sistema falaz antes mencionado, se debe establecer un nuevo orden internacional, que no es más que la redistribución del poder, es decir, el contenido central de la reorganización de las instituciones internacionales.

La inteligencia artificial puede tener un impacto en las normas internacionales existentes y dar lugar a un nuevo jus gentium al cambiar el equilibrio de poder y las relaciones mutuas de los actores internacionales, influyendo así en los cambios.

En primer lugar, la Inteligencia Artificial afectará económicamente el equilibrio de poder entre los países e incluso desencadenará un nuevo ciclo de influencia y cogestión por parte de las grandes potencias.

Ya en 1989 Paul Kennedy argumentó en su libro The Rise and Fall of Great Powers. Economic Change and Military Conflict from 1500 to 2000 (El ascenso y la caída de las grandes potencias. Cambio económico y conflicto militar de 1500 a 2000), que a la larga había un vínculo obvio entre el ascenso económico y la caída de cada gran potencia mundial. En junio de 2017, Pricewaterhouse Coopers publicó Seize the Opportunity. 2017 Summer Davos Forum Report (Aprovechar la oportunidad. Informe del Foro de Davos de Verano 2017), el cual predice que para 2030 la contribución de IA a la economía mundial alcanzaría los 15,7 billones de dólares estadounidenses y que se espera que la República Popular China y América del Norte se conviertan en los mayores beneficiarios, con un total de 10,7 billones de dólares estadounidenses.

En septiembre de 2018, el informe Frontier Notes: Using Models to Analyse the Impact of Artificial Intelligence on the World Economy (Notas fronterizas: Uso de modelos para analizar el impacto de la inteligencia artificial en la economía mundial), publicado por el McKinsey Global Institute, estimó que la inteligencia artificial mejoraría significativamente la productividad global general. Excluyendo el impacto de los factores de costos de competencia y transformación, la Inteligencia Artificial podría contribuir con 13 billones de dólares estadounidenses adicionales al crecimiento del PIB mundial para 2030, con un crecimiento promedio anual del PIB de alrededor del 1,2 por ciento.

Esto es comparable o mayor que el impacto transformador de muchas otras tecnologías a lo largo de la historia, como la máquina de vapor en el siglo XIX, la producción industrial en el siglo XX y la tecnología de la información en el siglo actual. El informe también señaló que los países y regiones (principalmente economías desarrolladas) con posiciones de liderazgo en Inteligencia Artificial pueden lograr un crecimiento económico del 20 al 25 por ciento sobre la base actual, mientras que las economías emergentes pueden registrar solo la mitad de esta tasa.

La brecha de la Inteligencia Artificial puede conducir a profundizar aún más la brecha digital. La inteligencia artificial puede cambiar la cadena industrial global. La nueva industrialización representada por los robots industriales y la fabricación inteligente atraerá a la industria manufacturera de vuelta a las economías desarrolladas, e impactará la desindustrialización de muchos países en desarrollo antes de lo esperado. Por lo tanto, las oportunidades permanecerían bloqueadas en el país que proporciona “solo” el recurso o la materia prima.

El desarrollo y la implementación de la Inteligencia Artificial requieren una gran cantidad de fondos, contenido de alta tecnología y pueden conducir a cambios en la estructura de empleo, haciendo que los trabajos altamente repetitivos y de baja tecnología desaparezcan gradualmente.

Además, en otro informe de McKinsey de 2017, basado en investigaciones en 46 países, se predijo que para 2030 hasta 800 millones de personas en todo el mundo perderían sus empleos y serían reemplazadas por robots automatizados. Habrá un desplazamiento masivo de empleos en todo el mundo similar al visto a principios del siglo 20, cuando la mayoría de los empleos del mundo se trasladaron de la agricultura a la industria. Al mismo tiempo, la implementación generalizada de la tecnología de IA también aumentará la demanda de profesionales en este campo.

Según la investigación, hay tres tipos de países que tienen más probabilidades de beneficiarse del desarrollo de la tecnología de IA.

El primer tipo consiste en países con ventajas de primer nivel en Inteligencia Artificial, como Estados Unidos y China, y todos son favorecidos.

El segundo tipo está representado por países intensivos en capital y tecnología con una población pequeña o una tendencia a la baja, como Japón, Corea del Sur y Singapur, que no solo tienen el capital y las condiciones técnicas para desarrollar la Inteligencia Artificial, sino que también pueden usar el desarrollo de la IA para compensar la falta de población total o una tendencia a la baja, así como una estructura de población envejecida y otras desventajas.

El tercer tipo incluye países con más científicos, matemáticos, ingenieros o Estados que valoran y aprecian la formación profesional relacionada con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM).

Más allá de la cuestión económica, la Inteligencia Artificial cambiará militarmente el equilibrio de poder entre los países. Los defensores de la IA militar creen que subvertirá la forma y el estilo de la guerra. La guerra blindada o mecanizada utiliza materiales para liberar energía, confiando en el petróleo y el acero, mientras que la guerra computarizada utiliza redes para reunir energía, confiando en información, enlaces y conexiones. Según las expectativas actuales, una vez que la guerra entre en la era de la IA, será una confrontación de robots y automatización, controlada por la IA antes mencionada.

Se puede esperar que, en condiciones de IA, los elementos de la guerra, como los combatientes, los conceptos de batalla y los mecanismos de victoria, cambien por completo. En una guerra tradicional, incluso si hay una brecha en términos de armas y niveles de entrenamiento entre los lados opuestos, el lado desfavorecido puede luchar de todos modos con tiempos y lugares favorables, estrategias superiores y tácticas avanzadas. Por ejemplo, durante las guerras en Irak y Afganistán, los artefactos explosivos improvisados (IED) causaron problemas a los ejércitos estadounidenses y soviéticos en este último país. En cambio, bajo las condiciones de la guerra inteligente, la contribución tecnológica de un lado a través de la IA creará rápidamente una ventaja abrumadora en el campo de batalla, lo que hará imposible que el lado más débil defina un ciclo efectivo de observación-juicio-decisión-acción, permaneciendo siempre en una posición pasiva.

En su informe Artificial Intelligence Changing the World (Inteligencia artificial cambiando el mundo), la Brookings Institution propuso el concepto de “hiperguerra”, es decir, la guerra es un proceso de carrera contra el tiempo y, por lo general, prevalecerá el lado con el proceso de toma de decisiones y ejecución más rápido. La velocidad de toma de decisiones del sistema de comando y control asistido por IA superará con creces la del modo tradicional de guerra, combinado con el sistema de armas automáticas que puede decidir de forma autónoma lanzar armas letales, y acelerará en gran medida el proceso de guerra, de modo que una nueva expresión, “guerra de velocidad extrema”, será y debe ser acuñada para describir este modo de guerra. Con respecto a esto último, el artículo What Happens When Your Bomb-Defusing Robot Becomes a Weapon (Lo que sucede cuando tu robot que define la bomba se convierte en un arma), publicado por Caroline Lester en el sitio web The Atlantic el 26 de abril de 2018, utilizó muchos análisis para demostrar que los robots militares pueden reducir significativamente la amenaza de las bombas en las carreteras, con el debido respeto a los patriotas iraquíes y afganos.

La inteligencia artificial también conducirá a cambios revolucionarios en el equipo militar. El combate de racimo de armas automáticas letales no tripuladas podría convertirse en el protagonista y el principal método de combate en futuras guerras.

Una vez que se perfeccionen el avión no tripulado, el submarino no tripulado, el robot terrestre, el tanque no tripulado, la guerra de desgaste y las tácticas marítimas, harán que las plataformas de armas a gran escala, como portaaviones y aviones de combate, sean complejas y costosas, ya que estas últimas son menos ventajosas desde el punto de vista del costo de la guerra y la efectividad del combate.

Es como si un avión de combate F-35, con un costo único de cientos de millones de dólares y con un hombre a bordo luchando contra un grupo de drones armados de bajo precio, fuera equivalente a disparar mosquitos.

Lo que hay que explicar es que todavía hay una gran incertidumbre sobre el impacto de la IA en los ejércitos: no se sabe en qué medida y cómo se manifestará este impacto. En la discusión celebrada en la Conferencia de Inteligencia Artificial y Seguridad del 7º Foro Mundial de la Paz en la Universidad de Tsinghua en julio de 2018, algunos expertos señalaron que aunque las tendencias de desarrollo futuro del aprendizaje automático en robots industriales, ciencia de materiales y otras tecnologías pueden estudiarse en general, el impacto específico de la combinación de estas tecnologías en la guerra futura no se puede evaluar con precisión. En los primeros treinta años del siglo XX, las potencias militares europeas como Alemania, Gran Bretaña, la Unión Soviética, Francia e Italia desarrollaron tanques, aviones, misiles y tecnologías de comunicación por radio. Sin embargo, fue solo después de que Alemania libró la Blitzkrieg en la Segunda Guerra Mundial que el mundo descubrió que esas nuevas tecnologías juntas podrían traer cambios tan inimaginables a la guerra. Ahora, independientemente de la guerra algorítmica o tácticas similares, el acalorado debate en los círculos estratégicos sigue siendo analizar el impacto de la IA en las operaciones de una sola tecnología. Sin una comprensión holística de las aplicaciones militares de la tecnología de IA, las contramedidas planificadas podrían convertirse en una nueva Línea Maginot costosa e innecesaria.

 

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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LA GUERRA EN EUROPA RUSO-UCRANIANA

Marcos Kowalski*

Básicamente, desde el principio de la historia humana, la guerra, siempre se ha percibido como algo necesario. Heráclito la llama el “padre de las cosas”. Si no hay guerra, no hay división, pero tampoco hay paz. Así, en cierto sentido, la guerra se comprende como un acto cosmológico. Los teóricos griegos de la antigüedad como Tucídides y Sócrates romantizaron la guerra.

Desde el punto de vista etiológico de la guerra en Ucrania, compartimos la interpretación histórica del profesor John Mearsheimer[1]. Tal y como lo expresamos en nuestra nota “Líneas Rojas, Ucrania y la OTAN”[2]. Este conflicto es la consecuencia de la expansión de la OTAN hacia el este y del deseo de Estados Unidos de crear un bastión militar occidental en la frontera rusa mediante la integración de Ucrania en la OTAN.

Recordemos que Mearsheimer escribió el artículo no en defensa del Kremlin, sino de acuerdo con la tesis realista de las Relaciones Internacionales y que fue escrito en 2014 en un contexto distinto al actual. En aquellos años, la entrada de diversos Estados a la OTAN era sumamente visible y las maniobras rusas para anexar la península de Crimea como una región autónoma fueron pacíficas y sumamente eficaces.

La expansión de la OTAN es una estrategia que la Federación de Rusia ha declarado absolutamente inaceptable desde la Cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest en 2008, en la que se anunció por parte de la alianza atlántica la intención de integrar a Georgia y Ucrania.

Sin embargo y a pesar de la oposición de Rusia, en los años comprendidos entre 2008 y 2022, Estados Unidos intentó integrar gradualmente a Ucrania en la OTAN, aunque de facto y no de iure. En 2014 impulsó la desestabilización del gobierno en funciones y la instauración de un gobierno ucraniano favorable a Occidente y en los años siguientes puso a las FFAA ucranianas al nivel de preparación y armamento de la OTAN.

El año 2021 fue testigo de una importante aceleración de la integración de facto de Ucrania en la OTAN: importantes entregas de armas, grandes maniobras militares conjuntas y, en noviembre de 2021, la renovación del convenio bilateral entre Estados Unidos y Ucrania, que reafirmó la intención común de integrar a Ucrania en la OTAN también de iure.

En diciembre de 2021 la Federación de Rusia, que en los meses anteriores había desplegado un contingente militar en la frontera ucraniana listo para entrar en acción, propuso a Estados Unidos una solución diplomática, en la inusual forma de un proyecto de tratado hecho público.

Las demandas rusas son: una Ucrania neutral y la aplicación efectiva de los acuerdos de Minsk para la protección de las poblaciones ruso parlantes del Donbass, donde desde 2014 se desarrolla una guerra civil apoyada extraoficialmente por los gobiernos ucraniano y ruso. Estados Unidos respondió en forma ambigua y poco satisfactoria para los rusos.

Como es de público y notorio, el 24 de febrero de 2022, la Federación Rusa intervino militarmente en Ucrania. Las guerras no son divertidas y, ciertamente, no son eventos deportivos. Las guerras no se ganan enumerando el equipo que la OTAN o EEUU va a entregar a Ucrania, ni quejándose de eso, en el caso de los rusos; tampoco con NO informar sobre situaciones críticas y derrotas.

Sobre el desarrollo de los combates propiamente dichos, los rusos intervienen con un contingente militar de unos 180-200.000 hombres, superando en número al ejército ucraniano en aproximadamente 3:1; los manuales tácticos prescriben una proporción inversa atacante/defensor (al menos 3:1 a favor del atacante, para compensar la ventaja de la defensa).

Desarrollan ataques en cinco direcciones, tanto en el sureste como en el noroeste de Ucrania. Los ataques en el noroeste son ataques secundarios, una amplia maniobra de distracción destinada a aferrar las tropas ucranianas en defensa de Kiev y de los demás centros afectados por la maniobra, para configurar el campo de batalla en el sureste, en el Donbass, hacia donde se dirigen los ataques principales.

En tres o cuatro semanas, la maniobra de distracción rusa tuvo éxito. A finales de marzo, las tropas rusas que habían desarrollado ataques secundarios en el noroeste se retiraron, mientras que el grueso de las fuerzas rusas se desplegó en casi todo el Donbass, infligiendo grandes pérdidas principalmente materiales al ejército ucraniano gracias a su clara superioridad en artillería y potencia de fuego de misiles.

Hasta finales de marzo de 2022, parece que la “diplomacia armada” rusa pudo tener éxito: entre el 24 de febrero y finales de marzo, se celebraron siete reuniones diplomáticas entre Rusia y Ucrania y a finales de marzo, el presidente Zelensky declaró oficialmente a los medios rusos independientes que está dispuesto a negociar la neutralidad de Ucrania y la solución del problema de las poblaciones ruso parlantes del Donbass.

Pero el 7 de abril de 2022 el Primer Ministro británico Boris Johnson visitó al presidente ucraniano Zelensky, y declaró oficialmente que «Ucrania ha superado los pronósticos “desafiado las probabilidades” y ha hecho retroceder a las fuerzas rusas hasta las puertas de Kiev, realizando la mayor hazaña armamentística del siglo XXI. A partir de entonces, cesaron todas las relaciones diplomáticas entre Ucrania y la Federación de Rusia.

La interpretación según la cual la pequeña Ucrania derrotó a la gran Rusia en el campo de batalla se basa en una lectura de las primeras semanas de la guerra radicalmente distinta de la que hemos visto más arriba. Según esta interpretación, el objetivo ruso habría sido la toma de Kiev y el “cambio de régimen”, el derrocamiento del gobierno ucraniano y su sustitución por un gobierno títere prorruso.

Los ataques en el noroeste serían ataques principales fallidos, no ataques secundarios como parte de una amplia maniobra de distracción. Ésta es una posible interpretación, que de ser cierta denuncia una grave inadecuación militar y política de la Federación de Rusia: es imposible alcanzar objetivos tan ambiciosos con un despliegue de fuerzas tan reducido y una intensidad de conflicto tan baja.

A partir de esta interpretación, en Occidente ha cristalizado la certeza oficial de que es posible infligir una derrota militar decisiva a Rusia y que, por lo tanto, es realista fijarse objetivos estratégicos maximalistas, como la sangría de Rusia y su desestabilización política mediante la presión militar y las sanciones económicas, así como con la activación de las fuerzas centrífugas.

El objetivo final es la expulsión de Rusia de las filas de las grandes potencias, la instalación de un gobierno prooccidental y, posiblemente, la fragmentación política de la Federación Rusa. Estos objetivos maximalistas fueron reivindicados oficialmente el 24 de abril por los Secretarios de Defensa y de Estado estadounidenses, los países europeos y de la OTAN, con la excepción de Turquía y Hungría. Pero en el campo de batalla la realidad es que la relación entre las pérdidas ucranianas y las rusas es claramente desfavorable para los ucranianos, tanto por la superioridad de la potencia de fuego rusa como porque las operaciones militares ucranianas están fuertemente influenciadas por la necesidad de justificar, ante los gobiernos y la opinión pública occidentales, el colosal y casi unánime apoyo político y financiero a Ucrania.

Por supuesto, la valerosa resistencia ucraniana no debe atribuirse únicamente a a la necesidad de justificar la ayuda que recibe, para una gran parte de la población, el conflicto con Rusia se ha convertido en una guerra de supervivencia nacional, que se integra con una guerra civil y una guerra por poderes entre Rusia y los Estados Unidos de América y la OTAN.

Pero ¿Puede Ucrania, con el apoyo y alianza de la OTAN y Estados Unidos, realmente ganar este conflicto? En términos simples pero claros: para ganar, la potencia más débil debe asegurarse de que para la potencia más fuerte, el juego de la victoria no vale la pena de la guerra total.

Ucrania es el faible, Rusia el fuerte. Incluso con la ayuda occidental, los recursos estratégicos de Ucrania (población, poder económico latente, poder militar manifiesto, tropas movilizadas y movilizables, profundidad estratégica) siguen siendo órdenes enteros de magnitud inferiores a los recursos estratégicos de Rusia.

Para repetirlo: una potencia claramente más débil sólo puede ganar a una potencia claramente más fuerte si hace que la relación coste/beneficio de la victoria sea desfavorable para la potencia enemiga. Es una victoria costosa (Guerra de Vietnam: 58.000 bajas estadounidenses, 849.000 bajas vietnamitas + 300-500.000 desaparecidos, estimaciones del gobierno), pero es una victoria posible.

Así es como Vietnam y Afganistán ganaron contra Estados Unidos y la URSS, ambos con recursos estratégicos muy superiores. Si las dos grandes potencias hubieran decidido comprometer plenamente sus recursos estratégicos, Vietnam y Afganistán no habrían podido evitar la derrota total. Estados Unidos y la URSS no lo hicieron porque lo consideraron políticamente insostenible: pérdidas demasiado elevadas, compromiso político, económico y militar a largo plazo inaceptable, creciente oposición interna a la guerra, etc.

Los objetivos declarados de Occidente suponen una amenaza existencial para el gobierno, el Estado, la sociedad y las naciones rusas. Por tanto, los dirigentes rusos están persuadidos de que en la guerra de Ucrania se juegan el todo por el todo, están dispuestos a hacer literalmente cualquier cosa para ganarla, y lo dicen repetidamente de forma oficial.

Por tanto, están dispuestos, de hecho, obligados, a desplegar al máximo todos los recursos estratégicos rusos para ganar la guerra a la OTAN y a Ucrania, sin embargo, ganar no significa ocupar Ucrania, situación que podría volverse políticamente inaceptable, ganar la guerra para Rusia es asegurar sus fronteras y las líneas rojas que proporcionen seguridad a las mismas. Queda demostrado con la escalada política rusa que es la anexión a la Federación de Rusia de las cuatro provincias de Donbass. El gobierno propone a la Duma que en octubre vote unánimemente a favor, la anexión de cuatro oblasts del Donbass: las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporizhzhya y Jersón, tras un plebiscito organizado por las autoridades rusas de ocupación.

Ésta, que no fue mencionada en Occidente, es la escalada política más decisiva de toda la guerra, porque con ella Rusia quema sus naves a sus espaldas y anuncia implícitamente su firme decisión de comprometer todos sus recursos estratégicos hasta el amargo final para lograr la victoria sobre Ucrania y sus aliados occidentales.

Para que Rusia se retire de la anexión, devolviendo a Ucrania territorios que se han convertido formalmente en territorio nacional de la Federación de Rusia, Ucrania y sus aliados tendrían que infligir una derrota decisiva a toda la Federación Rusa y hacerla capitular.

En la filosofía de combate “guerra de maniobra”, en alemán Bewegungskrieg, “guerra de movimiento”, se busca destruir la cohesión enemiga mediante una serie de acciones rápidas, violentas e inesperadas que produzcan un deterioro rápido y turbulento de la situación a la que el adversario no pueda hacerle frente.

Mientras que la denominada guerra de fricción, pretende desgastar gradualmente las capacidades de combate del enemigo con la aplicación prolongada y constante de una fuerza superior; la guerra de maniobra pretende destruir rápidamente las capacidades de combate del enemigo encontrando o creando, y explotando hábilmente, el Schwerpunkt, el punto decisivo vital y débilmente defendido en el despliegue del enemigo.

Como señala Clausewitz, no existe una “ciencia de la victoria” y la lógica que rige la guerra no es lineal, sino paradójica, como ilustra el dicho romano “si vis pacem para bellum”. La guerra de maniobra se ve favorecida por ejércitos que sufren una clara desventaja en la guerra de desgaste: ejércitos más pequeños, con capacidades materiales o logísticas inferiores a las del enemigo.

En esta fase, el conflicto ucraniano, que en las dos fases anteriores fue una combinación de maniobras y fricciones, se estabiliza en forma de guerra de desgaste, el tipo de conflicto en el que más pesa la disparidad de recursos estratégicos entre los contendientes.

Desde un punto de vista militar, los ucranianos harían mejor en tomarse un descanso, reorganizar sus reservas, reforzarlas y entrenarlas, y ahorrar hombres y medios para futuras contraofensivas. En efecto, una potencia con muchos menos recursos estratégicos que el enemigo sólo puede esperar derrotarlo con una guerra de maniobra hábil, agresiva y, sobre todo, rápida: en una guerra de desgaste, el tiempo juega a favor de la potencia con mayores recursos estratégicos.

Debemos considerar posible que el Alto Mando occidental (la OTAN y EEUU) este cometiendo un tremendo error en este conflicto ucraniano. Han subestimado enormemente los recursos actuales de Rusia: de este error de la inteligencia militar se derivan las constantes proclamas de que Rusia estaba a punto de agotar sus reservas de misiles, proyectiles de artillería, etc. Proclamas que se han ido revelando cada vez más grotescas y alejadas de la realidad; han subestimado gravemente su capacidad de generar nuevas fuerzas humanas y materiales a corto y medio y largo plazo: de ahí la errónea valoración del impacto de las sanciones económicas sobre Rusia, erróneamente consideradas como rápidamente incapacitantes.

Se subestimaron gravemente la cohesión política y social de los dirigentes rusos, su voluntad de lucha y de agruparse en torno a la bandera: de ahí los anuncios cada vez más ridículos de un inminente derrocamiento del gobierno ruso como consecuencia de la disidencia de la población y de sectores decisivos de la clase dirigente.

No todos en Estados Unidos son favorables a una escalada maximalista en Ucrania, ni están convencidos de que se puede derrocar a Rusia. En noviembre y de nuevo en diciembre de 2022, el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, hizo declaraciones públicas, en las que pedía la apertura de conversaciones diplomáticas con Rusia y afirmaba que “no se puede pedir más a los ucranianos”.

En enero de 2023 el gobierno ruso reconfiguró el mando militar de las operaciones en Ucrania y anunció una reforma estructural más general de sus Fuerzas Armadas. El militar ruso de más alto rango, el General Gerasimov[3], Jefe del Estado Mayor de las FFAA rusas, recibe el mando general de las operaciones en Ucrania, mientras que el General Surovikin retoma su anterior función de Comandante de las Fuerzas Aeroespaciales.

En esta nueva restructuración el Kremlin restablece los distritos militares de Moscú y Leningrado, ordena la formación de un nuevo grupo del ejército en Carelia, en la frontera finlandesa, y la creación de doce nuevas divisiones del ejército. También anunció que para 2026 aumentaría el tamaño de su aparato militar en servicio permanente efectivo hasta 1,5 millones de hombres.

Al mismo tiempo, los principales dirigentes rusos comienzan a declarar públicamente que la guerra en curso en Ucrania es, de hecho, una guerra entre Rusia y la OTAN. Estas declaraciones públicas tienen un valor propagandístico interno, pero interpretadas a la luz de las reformas militares en curso sugieren con un alto grado de verosimilitud que los responsables rusos se están preparando para el peor de los escenarios, es decir, para una intervención directa de las fuerzas occidentales en el conflicto ucraniano.

Es imposible, mientras dure la guerra, tener cifras fiables de bajas. Tanto Ucrania como Rusia juegan sus cartas e intentan imponer su línea narrativa Y más allá de las evidencias incontestables que expone la brutalidad de la guerra, hay cada vez más espacio para falsas afirmaciones sensacionalistas, que encuentran en las redes sociales un gran altavoz, especialmente entre los jóvenes.

El auge de plataformas como Twitter, Telegram o TikTok incentivan el consumo de contenido breve, fácil de digerir y con gran carga emocional, que a menudo incluyen llamadas a la acción, una táctica efectiva para activar a las personas y hacerlas partícipes de un movimiento o ideología.

A finales de enero de 2023, fuentes occidentales como Strategic Forecasting, vinculada a la CIA, habla de más de 300.000 muertos ucranianos, con unas pérdidas totales irrecuperables de unos 400.000 hombres. Las evaluaciones occidentales no oficiales más recientes de las pérdidas irrecuperables rusas hablan de 20.000 muertos y 30.000 desaparecidos y heridos graves.

Incluso con toda la cautela necesaria, es bastante probable que la proporción de pérdidas ucranianas frente a las rusas se sitúe entre 10:1 y 5:1. Recordemos que, en las principales batallas de la II Guerra Mundial, la proporción de pérdidas entre vencidos y vencedores fue de aproximadamente 1,3 a 1,5: 1.

El ejército ucraniano no parece capaz de preparar una contraofensiva a gran escala en un futuro próximo: debido al elevadísimo número de bajas, especialmente de oficiales y suboficiales veteranos; debido a la escasez de material bélico, a pesar de los renovados envíos de armamento occidental; debido a la creciente desorganización de las estructuras de mando militar; y debido a la creciente y progresiva degradación de las condiciones económicas y sociales en toda Ucrania.

En los análisis de las guerras mientras estas están ocurriendo, solo se pueden hacer diagnósticos y nunca pronósticos pero, en resumen, en esta fase de la guerra empieza a quedar claro que el aparato militar ruso ha conseguido, o está a punto de conseguir, las condiciones necesarias y suficientes para dar al conflicto la dirección deseada por su mando militar y político. Obviamente, sólo el kremlin y su Alto Mando sabe, o sabrá, cuál es esta dirección.

Para Rusia es hoy ventajoso evitar una aceleración del conflicto, tanto por los riesgos de fracaso y los costes humanos siempre asociados a las acciones ofensivas a gran escala, como para no servir una carta decisiva al “partido de la guerra total” estadounidense, que en la onda de la emoción podría iniciar una implicación directa y formal de las fuerzas occidentales en la guerra.

Como, por ejemplo, el lanzamiento de una “coalición de voluntarios” como propuso en noviembre de 2022 el General (retirado) David Petraeus, es decir, con tropas polacas, rumanas, bálticas, etc., interviniendo bajo su propia bandera, pero no como miembros de la OTAN, a raíz de una petición de ayuda militar del gobierno ucraniano: una estratagema legal para evitar un conflicto directo abierto OTAN-Rusia.

En pocas palabras, un año después del comienzo de la guerra está claro que una victoria militar ucraniana decisiva sobre Rusia es materialmente imposible, por mucho que la ayuda occidental continúe, o incluso aumente, en su forma actual. La situación sólo puede cambiar con una implicación directa de las tropas occidentales.

Sin embargo, empieza a surgir la duda, incluso en las direcciones político-militares occidentales, de que una implicación directa de las tropas occidentales en la guerra no sea suficiente para asegurar, o al menos hacer altamente probable, una victoria decisiva sobre Rusia. Dudas tienen sobre todo los militares: por eso la facción estadounidense partidaria de la desescalada se apoya en el Pentágono; en un conflicto directo entre las fuerzas occidentales y Rusia, las bajas occidentales se contarían por decenas de miles, un coste humano difícil de justificar políticamente.

Para este observador el conflicto presenta dos alternativas de resolución: la primera alternativa es la reducción de daños, una desescalada del conflicto ucraniano que se traduzca, en Occidente, en una clara derrota político-diplomática, una fuerte pérdida de prestigio disuasorio, la posible apertura de fallas de crisis en el sistema de alianzas y graves reacciones políticas internas, por ejemplo, una grave deslegitimación general de la clase dirigente.

La segunda alternativa es la huida hacia adelante, una escalada total del conflicto, con la posible —de hecho probable— implicación directa de tropas occidentales; el riesgo de una guerra convencional de alta intensidad para la que Estados Unidos y la OTAN no están preparados; la posible implicación futura de territorio nacional estadounidense y, en perspectiva, la creciente posibilidad de una degeneración nuclear del enfrentamiento.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

Referencias

[1] El artículo de John Mearsheimer, “Why the Ukraine Crisis Is the West’s Fault. The Liberal Delusions That Provoked Putin” (“Por qué la crisis en Ucrania es culpa de Occidente”), https://www.mearsheimer.com/wp-content/uploads/2019/06/Why-the-Ukraine-Crisis-Is.pdf, ha desatado discusiones entre los teóricos de las Relaciones Internacionales desde que fuera publicado en el año 2014.

[2] Marcos Kowalski.  “Líneas Rojas, Ucrania y la OTAN”. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG, 06/01/2022, https://saeeg.org/index.php/2022/01/06/lineas-rojas-ucrania-y-la-otan/

[3] Sobre el Gral. Valeri Gerasimov, ver: “Conflictos híbridos y la doctrina Gerasimov. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG, 10/07/2022, https://saeeg.org/index.php/2021/07/10/conflictos-hibridos-y-la-doctrina-gerasimov/

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