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INTELIGENCIA Y RELACIONES INTERNACIONALES

Daniel González Palau*

Según la Real Academia Galega, la «intelixencia» es «la capacidad de conocer, comprender y de formarse ideas» y acompaña la palabra de un ejemplo en la versión digital de su diccionario: «La inteligencia se considera una facultad exclusiva del ser humano». Desde los inicios de la psicología como ciencia en el siglo XX y especialmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la discusión en torno a las formas y profundidad de la inteligencia ha sido muy fructífera, popularizándose entre el gran público términos como inteligencias múltiples o inteligencia emocional, complementarias a las tradicionales inteligencia matemática o relacional.

En ese contexto y ambiente que definió el método científico en las ciencias sociales occidentales es cuando se atribuye la paternidad del concepto, Inteligencia Estratégica, a Sherman Kent, analista estadounidense entre los años 40 y 60. Desde la Oficina de Servicios Estratégicos, núcleo de la formación de la CIA, Sherman Kent construyó los cimientos y las ideas fuertes que impregnarían el desarrollo de los actuales servicios de inteligencia estadounidenses, de gran ascendencia en todo el mundo. Así lo definió en el manual fundacional de la disciplina, «Inteligencia Estratégica para una Política Mundial Americana» (1949) «La inteligencia, tal y como la describo, es el conocimiento que nuestros hombres, civiles y militares, que ocupan altos cargos, deben poseer para salvaguardar el bienestar nacional».

Para tener una visión histórica y panorámica de la relación entre los servicios de inteligencia y las relaciones internacionales, tuve la suerte de contar con el libro «Inteligencia y Relaciones Internacionales: un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones» de Marcelo Javier de los Reyes (Editorial Almatuz, 2019, Buenos Aires), Director de la Sociedad Argentina de Estudios Globales y profesor de Inteligencia Estratégica en la Universidad Nacional de la Plata y hasta su retiro de la Escuela Superior del Ejército Argentino. Además, Marcelo, entre muchas otras cosas, es investigador asociado del IGADI desde principios de siglo, lo que nos honra mucho.

El libro, que puede considerarse un manual sobre el tema, parte primero de la identificación concreta de conceptos a veces polisémicos y contradictorios, según quién o desde qué latitud del planeta los enuncia, delimitando ideas fuerza como Política Exterior, Régimen Internacional, Diplomacia o Sociedad Internacional. Tras el esclarecimiento inicial de estas piezas, el autor inicia un recorrido por la historia que muestra los vínculos entre la inteligencia y las relaciones internacionales desde antes de la Edad Media hasta la institucionalización de la Inteligencia Estratégica como disciplina básica de formación en todas las escuelas diplomáticas y militares del planeta. Así se va acercando a los antecedentes, a los primeros servicios secretos en forma de palomas mensajeras, engaños y salvoconductos imperiales de agentes secretos con licencia para matar…

Ya con la llegada del periodo de entreguerras y de la 2ª Guerra Mundial, el autor esboza los sentidos y formas de los servicios de inteligencia actuales. A partir de esas fotografías en blanco y negro, Marcelo nos lleva por episodios clave de la propia guerra contra los nazis, la posterior Guerra Fría y la actual modernidad líquida y la emergencia del mundo multipolar. Desde la encriptación de mensajes por la legendaria máquina Enigma, hasta la vigilancia planetaria de Echelon, desde la primera alianza UKUSA hasta los Cinco Ojos de hoy, así como todo lo que China ha aprendido de todos estos procesos a la hora de gestionar la vigilancia actual de su población.

El libro concluye finalmente con un capítulo centrado en la toma de decisiones desde la Inteligencia Estratégica, en un mundo en revolución tecnológica, donde en este caso, la inteligencia artificial, abre un nuevo mundo, pero en el que explicar, analizar y predecir seguirán siendo verbos necesarios en el marco de cooperación y conflicto entre los Estados del mundo en el siglo XXI.

Para el IGADI, disponer de una Inteligencia Estratégica en la acción exterior de Galicia es fundamental para una prosperidad que será muy disputada en las próximas décadas. De la mano de la sociedad, las instituciones y las empresas, se está construyendo esa inteligencia gallega global, que prioriza la cooperación y el conflicto desde nuestros atributos en la sociedad internacional: posición geoestratégica en el Atlántico, diáspora, lengua, cultura… Tenemos una herramienta más en el libro de Marcelo, ¡felicidades!

 

* Director del IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional), Pontevedra, España.

 

Artículo publicado originalmente en gallego el 19/07/2022 por el IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional), https://www.igadi.gal/web/analiseopinion/intelixencia-e-relacions-internacionais

FRONTERAS ETNICAS, ¿UNA SOLUCIÓN VIABLE Y DURADERA PARA LA PAZ? EL CASO DE BOSNIA-HERZEGOVINA.

Cristian Beltrán*

Extraído de: El Orden Mundial.com

«Los Balcanes no son en realidad ningún polvorín. El polvorín es Europa y los Balcanes son la mecha. Eso es lo peligroso. Los conflictos que allí se originan no permanecen en aquella región, no se quedan aislados. Y justo en la situación actual, en la que el mundo se ha vuelto más inestable, donde no hay una verdadera supremacía».

Norbert Mappes-Niediek, periodista y autor alemán.

«Para explicar cómo se puede alcanzar más fácilmente la paz, se requiere la comprensión de las causas de la guerra».

Kenneth Waltz

 

Mostar, marzo de 2006, contemplo las verdosas aguas del Neretva correr mansamente por debajo del puente, los últimos rastros del invierno se hacen sentir en la gélida mañana. El silencio, es solo interrumpido por el clérigo llamando al rezo matinal desde lo alto del minarete de la mezquita cercana. El Neretva no solo es una barrera geográfica que divide a la ciudad, también es política, de un lado se agrupa la mayoría de la población musulmana; es la parte vieja de Mostar en donde los minaretes de las mezquitas se elevan recortando el cielo de la mañana, la de los bazares y el aroma a café turco y mujeres en yihab. Hay que cruzar el puente para entrar a la parte bosnio-croata y católica, amparada desde lo alto del monte Hum por una enorme cruz, símbolo de quien domina ese sector de la ciudad. Al comienzo de la guerra, bosniacos[1] y bosnios-croatas expulsaron y derrotaron a los serbios; la guerra se extendió al interior de aquella alianza hasta que en el año 1994, un tratado de paz reunió nuevamente a ambos bandos con el objetivo de recuperar territorios de manos serbias. Las batallas en Mostar se cobró la vida de civiles y de militares, y pusieron fin al puente Kriva Cuprija («Puente inclinado»), construido en 1558 por el arquitecto otomano Cejvan Kethoda. Terminado en 1566 y aclamado como uno de los mayores logros arquitectónicos en los Balcanes controlados por el Imperio otomano, sería destruido en 1993; más que un objetivo militar, su desaparición fue un gesto simbólico de la guerra y la imposibilidad de una convivencia. Musulmanes y croatas se acusaron mutuamente de ese crimen cultural. Terminada la guerra, se reconstruyó el puente usando piedras originales y el mismo diseño. Al acto de inauguración asistieron distintas personalidades políticas de la entonces Comunidad Europea, las mismas que vieron expectantes el mayor genocidio de la historia europea posterior a la II Guerra Mundial. Mostar es una sucesión de edificios a medio derrumbar y casas marcadas por las bombas; los cementerios musulmanes y cristianos se amontonan en pequeñas plazas y al pie de los cerros. Terminada la guerra y con los auspicios de los Estados Unidos y del apoyo europeo, nació la “Federación Bosnio-croata”, una de las dos entidades que conforman la República de Bosnia-Herzegovina. Abandonamos Mostar, desde donde se siente la cálida brisa del Adriático, en dirección a Sarajevo, la región de Herzegovina, la parte occidental del país, salpicada de aldeas de mayoría católica y banderas croatas flameando en cada techo.

Visegrad, abril de 2011, al este del país, en la frontera con Serbia. Solo pasaron unos cuantos minutos cuando a través de un laberinto de calles y edificios de monoblocks dejé Sarajevo oriental para adentrarnos en la «República Srpska», la parte autodenominada serbia en Bosnia-Herzegovina. En esta parte del país las mezquitas van dando paso a los monasterios ortodoxos. Viajamos a través de escarpados montes y suaves ondulaciones plagadas de cultivos frutales y antiguas casonas de piedra y techo a dos aguas, cada tanto, los restos ennegrecidos de alguna casa son testigos de los violentos combates sucedidos en los ‘90. Las huellas de la guerra han dejado su marca, como en toda Bosnia, las aldeas, de mayoría bosnio-ortodoxa se suceden una tras otra. Arribamos a Visegrad a las 10 de la mañana, a lo alto, los restos de la fortaleza medieval se elevan como centinelas sobre la ciudad. Atravesé el puente construido por los musulmanes en 1571, obra del arquitecto imperial otomano Sinan por orden del Gran Visir Mehmed Paša Sokolović, un devirshe[2]; en ambos extremos de la construcción ondea la bandera serbia. El puente sirvió de inspiración para la novela del premiado Ivo Andric «Un Puente sobre el Drina». Andric relata los pormenores de la construcción, la historia de una Bosnia multiétnica en épocas en que la ciudad estaba bajo dominio otomano. En 1992, el minarete de la antigua mezquita fue volado y el sitio de su construcción arrasado por las radicales serbios; la población musulmana, mayoría en la ciudad, fue expulsada en medio de un bacanal de sangre y violaciones. En los montes circundantes, las fuerzas bosnias combatieron contra voluntarios rusos: las tumbas de cuarenta de estos se encuentran en Visegrad. La ciudad cayó finalmente en poder del ejército serbo-bosnio pasando a integrar la «República Srpska», una de las dos entidades de Bosnia-Herzegovina. Solo una mezquita queda en la ciudad, a la cual asisten unos pocos fieles y familiares de las víctimas de la guerra venidos de otras partes de Bosnia. En una esquina del puente, ondea en un mástil la bandera de Serbia. Desde hace unos años, Visegrad es el lugar de encuentro de los sectores más radicalizados del nacionalismo serbios, los «chetniks», en cuyas banderas negras, se encuentra estampada la figura de Draza Mihailovich, héroe de la resistencia serbia contra la Alemania nazi. Visegrad fue testigo de las masacres de musulmanes en los años 90’ cuando el Drina se tiñó de sangre. Después de la guerra ya no quedarían familias musulmanas en la ciudad. En ninguna parte, salvo en algún edificio público, ondea la bandera bosnia.

Mayo de 2011, nos abrimos paso a través del Valle de Presevo en el sur de Serbia; a nuestra derecha, las montañas que delimitan las fronteras de Serbia con Kosovo; contra ellas se asienta la ciudad de Presevo. A nuestra izquierda, más allá, las tierras búlgaras, al sur Macedonia del Norte, el próximo destino. El valle de Presevo, de suaves planicies y sembradíos multicolores está salpicado de pequeñas aldeas y alguna que otra ciudad en importancia. En esta región las banderas albanesas salpican los paisajes. A lo lejos, a través de los cristales del bus observo los lejanos minaretes que brillan bajo el sol matinal. Esta parte de Serbia es una encrucijada religiosa, étnica y política, la mayoría de la población es musulmana y se identifica como albanesa, otra parte importante, son refugiados bosnios, los «bosníacos». La guerra en Kosovo a fines de los ‘90 trajo también sus consecuencias en todo el valle, la policía serbia debió enfrentarse con grupos autodenominados liberadores que aspiraban a separar una parte del territorio serbio y unificarlo con la vecina Albania. El enfrentamiento dejó cientos de muertos y una frágil paz. A medida que el bus se acerca a la frontera con Macedonia del Norte, como se denomina ahora a la antigua República de Macedonia, el mundo bizantino va dando paso al oriental, más parecido al mundo construido alguna vez por el Imperio Otomano.

Las tres escenas representadas anteriormente, de mis sucesivos viajes, describen la complejidad de la coexistencia en Bosnia, especialmente en ciertas regiones en donde comunidades niegan la existencia del estado bosnio o definitivamente no se sienten parte del mismo. En ese contexto se desarrolla una de las problemáticas que aún quedan por resolver en este viejo rincón de Europa. En 2021, el llamado «non paper»[3], una especie de documento anónimo comenzó a circular en las cancillerías europeas y entre las más altas esferas políticas. El documento hace referencia una “solución pacífica” de la cuestión bosnia y de su partición según criterios étnicos, lo que convalidaría la limpieza de los años ‘90. De esta manera, el documento atribuido a los eslovenos rediseñaría el mapa según cual las regiones bosnias de mayoría bosnio-croata, esto es el oeste del país recostado sobre el Adriático formarían un Estado autónomo lo que alentaría su incorporarían a Croacia, las regiones bosnias del este, de mayoría serbo-bosnia seguirían el mismo camino dejando a los bosníacos, únicos herederos del Estado bosnio, reducidos a una pequeña porción centro-norte con capital en Sarajevo, siendo los bosnios musulmanes la mayoría de la población de Bosnia-Herzegovina. Por su parte, los distritos norte de Kosovo, de mayoría serbia se integrarían con Serbia y el resto pasaría a formar una «Gran Albania».

Mapa balcánico de acuerdo al «non paper». En rojo, la Gran Albania incluyendo Kosovo, en azul la Gran Croacia incluyendo las regiones occidentales de B-H y la Gran Serbia incluyendo el norte y el sudeste de Bosnia-Herzegovina, que quedaría reducida a las zonas de mayoría musulmana en verde.
Extraído de: https://twitter.com/theFWolf14/status/1382972288597889025

La publicación en los medios del “non paper” generó muchas divergencias entre los políticos bosnios y en especial, de los bosníacos que ven el plan como una reivindicación de la limpieza étnica sufrida por el pueblo musulmán en los años ‘90. Desde Occidente, en especial la Unión Europea y el Alto Comisionado en Bosnia, el «non paper» carece de sustento y es inviable, pero ¿qué implicancias tiene una propuesta semejante? Bosnia-Herzegovina, como los Balcanes en general, representa un mosaico étnico que se extiende por Bosnia, Macedonia, Kosovo, Serbia, siendo menos pronunciado, debido a las guerras de los años ‘90 en Croacia. Pero ese mosaico, siempre complejo, también se extiende al Cáucaso y otras regiones de la Europa oriental como Ucrania o Moldavia en donde los recientes acontecimientos amenazan con desintegrar territorialmente a esos estados. En este contexto, lo que se esperaría como una solución a las querellas históricas, en especial en Bosnia, podría derivar en otra guerra e incluso extenderse al resto de los Balcanes. Por otra parte, un modelo territorial basado en criterios étnicos ¿podría aplicarse a regiones tan explosivas como el Cáucaso, en especial Azerbaiyán o las costas del Mar Negro que dan sobre Transnitria o el sur de Ucrania? En el primero de estos casos, la minoría armenia fuertemente enclavada en Nagorno-Karabah, lo que se tradujo en continuas guerras desde la desaparición de la Unión Soviética, mantiene lazos con Armenia mientras se encuentra rodeada de fuerzas azeríes desde la última guerra en 2020. En cuanto a Transnitria, un Estado solo reconocido por Rusia y de facto autónomo, los deseos de independencia se acrecentaron en estos últimos tiempos desde el comienzo de la guerra en Ucrania. Por último, en este conflicto, la avanzada rusa sobre el este ucraniano amenaza con desmembrar al país, que ya perdió el control de la región oriental. En definitiva tanto en el Cáucaso como en los territorios ribereños al mar Negro, el mosaico étnico se fue definiendo en el transcurso de los últimos dos siglos y sólo se mantuvo firme a la sombra de los diversos sistemas internacionales instaurados por las grandes potencias, que impedían cualquier tipo de desestabilización. En el caso de Bosnia-Herzegovina, primero el Imperio Otomano, luego la primera Yugoeslavia y por último la Yugoeslavia de Tito, a partir de 1945, lograron mantener a raya el caldero étnico siempre a punto de explotar. Antes de la guerra, ciudades como Visegrad, Mostar, Foca o Srebrenica eran multiétnicas, la convivencia entre serbo-bosnios y musulmanes, hoy bosníacos, era relativamente calma incluso en esas ciudades, los musulmanes representaban la mayoría de la población.

El nuevo mapa político de Bosnia-Herzegovina surgido de la guerra de 1992-1995, fue un preludio a esta propuesta que circula hoy en Europa, los Acuerdos de Dayton bajo presión de Estados Unidos y con la anuencia de Europa y una debilitada Rusia, transformaron a Bosnia en un Estado con dos entidades étnicamente homogéneas, producto del traslado forzoso de poblaciones y las masacres. De esa manera, la «República Srpska» que ocupa el 49% del territorio quedó con mayoría serbo-bosnia donde antes eran minoría y en la «Federación croata-musulmana», la otra entidad, sucede lo mismo. Visto de esta manera, la solución definitiva según el «non paper» no revestiría mayores inconvenientes, pero sería convalidar la limpieza étnica de los años ‘90 en donde la población musulmana o bosníaca ha sido la principal víctima que además no está dispuesta a ceder territorio, por otra parte, ese modelo de solución podría generar una escalada de violencia en Kosovo, Macedonia del Norte y como señalamos anteriormente, en la cuenca del Mar Negro, ya en marcha con la guerra ucranio-rusa. En este marco, el papel de la UE es clave a medida que se retrasa la incorporación de los Balcanes a la unión, en especial el estatus de candidatos de Bosnia-Herzegovina. La incorporación de Bosnia al concierto de naciones de Europa, podría resolver gran parte de los problemas que debe afrontar aún el país, en especial, el de su desintegración. Por otra parte, la integración de Bosnia-Herzegovina al concierto europeo no puede llegar a buen puerto sin resolver las tensiones internas, como señala Timothy Less, en este conflicto existen dos puntos básicos, «las minorías no quieren ser parte de un estado si eso implica ser ciudadanos de segunda clase sin una adecuada seguridad, derechos y oportunidades. Y segundo, es que las mayorías no quieren que las minorías se vayan con los territorios que relaman como suyos…». En este punto, Bosnia-Herzegovina presenta esa contradicción.

 

* Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigador free lance sobre asuntos balcánicos y del Cáucaso. Adscrito a la Cátedra de Historia Contemporánea (2011-2012) en la Escuela de Historia de la misma facultad. Docente dependiente del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. Miembro de la SAEEG.

 

Bibliografía Consultada

Bugajski, Janusz “Return of the Balkans:: Challenges to European Integration and U.S. Desingagement”. Strategic Studies Institute, US Army War College (May. 1, 2013)

Čeperković, Marko, Gaub, Florence. “Balkan Futures: Three Scenarios for 2025”. https://www.iss.europa.eu/content/balkan-futures-three-scenarios-2025

Judah,Tim. “Bosnia: ¿un Futuro en Suspenso?”.En https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/bosnia-un-futuro-en-suspenso-ari/

Less, Timothy.  “Multi-ethnic States Have Failed in the Balkans”. En https://balkaninsight.com/2017/01/16/multi-ethnic-states-have-failed-in-the-balkans-01-16-2017/

Less, Timothy. “Dysfunction in the Balkans. Can the Post-Yugoslav Settlement Survive?”. En https://www.foreignaffairs.com/articles/bosnia-herzegovina/2016-12-20/dysfunction-balkans

Milosevich-Juaristi, Mira. “¿Es posible la partición de Kosovo?”. En https://www.iss.europa.eu/content/balkan-futures-three-scenarios-2025https://www.realinstitutoelcano.org/es-posible-la-particion-de-kosovo/

Martinez, Jorge. “Un polémico referéndum en Bosnia trae viejos odios del pasado”  En https://geopolitico.es/un-polemico-referendum-en-bosnia-trae-viejos-odios-del-pasado/

Milanovic, Branko. “Los Balcanes y el Futuro de Europa”. En https://elpais.com/elpais/2013/07/02/opinion/1372759528_022678.html

Non Paper. En https://necenzurirano.si/clanek/aktualno/objavljamo-slovenski-dokument-o-razdelitvi-bih-ki-ga-isce-ves-balkan-865692 (non paper)

 

Referencias

[1] «Bosniacos» es la denominación con la que se conoce a la población musulmana de Bosnia-Herzegovina; «bosnios» hace referencia a cualquier habitante de Bosnia-Herzegovina independiente de su religión.

[2] Una de las costumbres del Imperio Otomano en tierras balcánicas fue la de llevarse los niños varones de las aldeas cristianas para incorporarlas al servicio imperial. Además de la educación religiosa en el Islam, muchos de estos niños podía pasar a pertenecer al cuerpo especial de combatientes y muchos otros realizar tareas como funcionarios administrativos o incluso políticos de alto rango.

[3] Primož Cirman / Vesna Vuković. «Objavljamo dokument o razdelitvi BiH, ki ga išče ves Balkan». Necenzurirano.si, 15/04/2021, https://necenzurirano.si/clanek/aktualno/objavljamo-slovenski-dokument-o-razdelitvi-bih-ki-ga-isce-ves-balkan-865692 

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GUAYANA ESEQUIBA: OCASIÓN PARA RESPONDER Y DEMOSTRAR LA TITULARIDAD (I)

Abraham Gómez R.*

Hoy, más que nunca, se hace imprescindible la absoluta unidad de todo el país, sin excepciones.

Construyamos sin recelos ni mezquindades —con pruebas irrefragables— un bloque de defensa compacto para contrarrestar las acechanzas de quien nos rivaliza, con motivo del pleito unilateral que la excolonia británica interpuso en la Corte Internacional de Justicia.

Incurriríamos en un gravísimo error, si nos peleamos internamente por este caso litigioso, que requiere solidaridad venezolanista; así también, sería un desacierto si nos ausentamos o no comparecemos ante la Sala Juzgadora de la ONU, para el día 08 de marzo del próximo año, cuando nos corresponderá consignar el Memorial de Contestación de la demanda; porque, de todas maneras, el juicio sigue su curso. No hay vuelta atrás.

Asumamos en todos los sectores, del gobierno y de la oposición —sin diferenciaciones por lo menos para este álgido asunto— que nos encontramos ante un hito histórico disyuntivo.

Estamos obligados a presentar nuestras pruebas históricas y jurídicas irrebatibles y demostrar procesalmente, un hecho de vital trascendencia para la vida de la nación: la Guayana Esequiba siempre nos ha pertenecido.

No ha sido poca cosa la que nos han usurpado. Para que tengamos un referente: La séptima parte de nuestra geografía territorial, 159.500 km2, la misma que nos arrebataron con vileza concuerda en extensión con todo el occidente de Venezuela y parte de algunos estados del centro del país. Hay que agregar allí la legítima proyección atlántica que se genera por derecho.

Los reclamos que hemos sostenido, hace más de un siglo, no están anclados en una malcriadez diplomática, un capricho nacional o un empecinamiento sin asidero.

Nuestra contención tiene suficiente validez y eficacia jurídica, cartográfica e histórica; además, la fortaleza moral de saber que no estamos cometiendo ningún acto de deshonestidad contra nadie.

En una controversia fronteriza, uno de los Estados concernidos en el pleito puede completar, pero nunca contradecir un título jurídico heredado y alegado en el juicio, por la contraparte.

Los Justos Títulos traslaticios, en los juicios similares en la Corte, han sentado absoluta jurisprudencia y se les han admitido como elementos de probanzas, revestidos de intangibilidad.

Los argumentos jurídicos, históricos, cartográficos que nos asisten confirman nuestra propiedad sobre esa extensión territorial.

Todos señalan afirmativamente que la Guayana Esequiba siempre ha sido nuestra; mientras que —hasta el día de hoy— la única alegación de Guyana en su pretensión procesal está centrada en el írrito y nulo Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899, para el cual piden que la Corte le dé carácter de cosa juzgada y lo imponga como válido y vinculante para nosotros.

Guyana no ha presentado más nada; porque la supuesta acta de demarcación de 1905 —que la quieren hacer pasar como un “Acuerdo” — ha resultado un grueso contrabando indigerible; mucho menos se han atrevido a argumentar o exponer en este juicio las inefables Líneas Schomburgk.

Por nuestra parte, ¿Qué podemos argumentar?

Comencemos por reposicionar, como alegatos,  nada más y nada menos que La Bula menor Inter Caetera, de fecha 04 de mayo de 1493, otorgada por el Papa Alejandro VI  en favor de Fernando e Isabel, reyes de Castilla y Aragón; donde queda definido que todas las tierras «halladas y por hallar» pertenecerían a los Reyes Católicos, porque serían descubiertas por navegantes castellanos, auspiciados y financiados por los mencionados monarcas; con Cristóbal Colón como figura principal y entre uno de sus acompañantes, Juan de Esquivel , de quien se debe  el epónimo del río Esequibo, por haberlo descubierto y navegado en su 1000 km; desde su nacimiento en la Serranía de Icaraí ( frontera con Brasil) hasta su desembocadura en el océano Atlántico.

Analicemos este otro aporte valedero: la provincia de Guayana fue creada el 18 de noviembre de 1568, cuya margen derecha (por el este) delimitaba con la mitad del río Esequibo. Aunque, en verdad, el nombre de “Guayana” se originó en 1532.

Debemos suponer que en el juicio que se sigue en la Corte no sólo debe importar la narrativa de los hechos sino también el contenido en estricto derecho para que se sentencie la inmediata restitución de lo que nos arrebataron con añagaza y vileza.

Nuestro portafolio cartográfico ha adquirido la condición de incuestionable y pulcro argumento; porque sus elementos constituyentes (los mapas que lo componen) resultan, en sí mismos, premisas de certificación histórica.

Los mapas —no obstante ser pruebas extrínsecas— todos arrojan interpretaciones concluyentes de que la Guayana Esequiba ha estado siempre en el contexto cartográfico venezolano.

Veamos. Condensa un legajo incuestionable todo el mapeado, denominado Carta de América, del reconocido geógrafo y académico francés Guillaume Delisle, de 1774.

También los estudios y publicaciones de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla del año 1775. La labor de este reconocido español se basó en un mural realizado con ocho planchas de cobre, valorado como el más completo mapa que se haya hecho de América del Sur, hasta que se inicia la utilización de métodos cartográficos contemporáneos.

Poseemos más elementos para aducir; por ejemplo, de presentarse en este juicio un cotejo cartográfico, los mapas del estadounidense Henry Tanner de 1836 nos favorecen ampliamente.

Igual estamos respaldados por el trabajo geodésico del inglés Jeremy Greenleaf.

Por si fuera poco, hay bastante sustentación argumentativa en la obra cartográfica del inglés Joseph Hadfield, de 1839; la cual fue hallada en Londres en el año 2018, por el abogado Ugo Giuliani, quien donó al Estado venezolano esos mapas legítimos y auténticos, que demuestran la pertenencia de la Guayana Esequiba a la geografía de Venezuela.

Más soportes al respecto. El mapa político y atlas de las provincias venezolanas, realizado por Agustín Codazzi, en 1840; el cual ha sido considerado un elemento de suprema consideración (respaldado por investigaciones geográficas, sobre todo por la especificidad estudiada en la provincia de Guayana).

Añadamos, también, el elogiable aporte cartográfico, plasmado en el enjundioso trabajo del ingeniero y ex rector de la UCV, Muñoz Tébar, en 1897, fundamentalmente hacia la parte oriental de nuestro país.

El atlas de la cartografía de Venezuela, año 1922, del eminente sacerdote e investigador Hermánn González Oropeza.

Pasemos ahora a referir, sucintamente, algunos elementos de probanza intrínseca.

Carlos III, de la dinastía Borbón, llevó a cabo una serie de cambios político-administrativos en ultramar, conocidas como las “Reformas Borbónicas”. Para el caso concreto que nos ocupa, las seis provincias: Maracaibo, Caracas, Nueva Andalucía (Cumaná), Margarita, Trinidad y Guayana fueron integradas, mediante una Cédula Real, en la denominada Capitanía General de Venezuela, el 08 de septiembre de 1777. Con tal denominación y documento nacemos ante el mundo. Leamos:

“…El Rey. – Por cuanto teniendo presente lo que me han planteado acerca de los inconvenientes que produce el que mis indicadas Provincias por la distancia en que se hallan de su capital Santa Fe, siguiéndose por consecuencia el retardo en las providencias con graves perjuicios de mi Real Servicio. Por tanto, para evitar estos y los mayores males que se ocasionarían en el caso de una invasión; he tenido a bien resolver la absoluta separación de las mencionadas Provincias y agregarlas en lo gubernativo y militar a la Capitanía General de Venezuela, del mismo modo que lo están, por lo respectivo al manejo de mi Real Hacienda, a la nueva Intendencia erigida en dicha Provincia, y ciudad de Caracas, su capital, que obedezcan y cumplan las órdenes que en asuntos de mi Real Servicio les comunicare en todo lo gubernativo y militar, que así es mi voluntad. Dada en San Ildefonso a ocho de septiembre de mil setecientos setenta y siete. –  Yo el Rey…”

Atendamos también a este otro argumento. Hubo necesidad de aligerar, con las autoridades del Imperio Español el reconocimiento de la Independencia de Venezuela, por las insistentes sospechas de que los ingleses estaban persuadiendo a España para que no procediera, en consecuencia, a nuestro favor; y les confiriera a ellos el Título Traslaticio de la zona en cuestión, 159.500 km2, la Guayana Esequiba.

“La República de Venezuela por una parte y Su Majestad la Reina de España doña Isabel II y animados del mismo deseo de borrar vestigios de la pasada lucha y de sellar con un acto público y solemne de reconciliación y de paz las buenas relaciones que naturalmente existen ya entre los ciudadanos y súbditos de uno y otro Estado…con beneficio de ambos, han determinado celebrar con tan plausible objeto, un Tratado de Paz, apoyado en principios de justicia y de recíprocas conveniencias (…). Art. 1.- Su Majestad Católica…renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que le corresponden sobre el territorio americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela…” (Tratado de paz y amistad entre Venezuela y España. 30 de marzo de 1845)

Con esta Cesión de derecho que nos hizo España, de otro Justo Título, la absoluta propiedad de Venezuela sobre la conocida Guayana Esequiba queda consolidada jurídicamente, frente a la voracidad de Inglaterra.

El Imperio Español, a pesar del Decreto de Guerra a Muerte, no puso reparos ni tuvo resentimientos.

Recordemos un capítulo vergonzoso protagonizado por el Imperio Inglés. Ellos propusieron al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica — el 23 de marzo de 1869– repartirse exactamente por la mitad, todo el territorio de Venezuela; para que EE. UU reubicara en el occidente, a la población negra procedente de África, que había participado en la Guerra de Secesión; porque, según los ingleses “ese país llamado Venezuela, que actualmente, se debate en medio de la mayor anarquía y cuyas ´minor authorities´, no pueden ni siquiera considerarse como sujetos de Derecho Internacional».

A la propuesta anterior, EE.UU. responde: “…este gobierno manifiesta formalmente al gobierno de su majestad británica, que no sólo no coopera en la operación que se le propone en referencia al territorio de la República de Venezuela, sino que se opondrá a ella con todos los medios de que dispone».

Venezuela se encuentra, entonces, munida de Títulos Jurídicos y soportes cartográficos que la respaldan en el presente juicio por ante la Corte Internacional de Justicia.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro del Instituto de Estudios fronterizos de Venezuela (IDEFV). Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba.