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CHINA: LA NECESIDAD DE MIRAR AL PASADO PARA ENTRAR EN EL SIGLO XXI

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

El Partido Comunista de China (PCCh) siempre ha otorgado gran importancia a la síntesis de la experiencia histórica. Ya en el período de Yanan en 1945, Mao Zedong señaló: “Si no aclaramos la historia del Partido y el camino que el Partido ha tomado en la historia, no podremos hacerlo mejor”.

Al entrar en la nueva era de reforma y apertura al mercado, Deng Xiaoping dijo: “La experiencia exitosa en la historia es un activo valioso, pero también la experiencia incorrecta y la experiencia del fracaso son un activo valioso. De este modo, se pueden formular políticas para unificar todo el pensamiento del Partido y lograr una nueva unidad”.

En 1981, la Sexta Sesión Plenaria del 11º Comité Central del PCCh adoptó la “Resolución sobre ciertas cuestiones en la historia de nuestro Partido desde la fundación de la República Popular China”.

Setenta y seis años han transcurrido desde la redacción de la primera Resolución histórica de Mao Zedong y cuarenta años desde la redacción de la segunda Resolución histórica. De pie en un nuevo punto, mirando hacia atrás al pasado y mirando hacia el futuro resume plenamente los principales logros y experiencias del Partido en el siglo pasado, especialmente los principales logros de los últimos 40 años de reforma.

El Comité Central del Partido cree que la coyuntura importante e histórica del centenario de la fundación del Partido —cuando el Partido y el pueblo logran el primer objetivo del centenario y construyen una sociedad moderadamente próspera— significa que está dando grandes pasos hacia el logro del segundo objetivo del centenario, es decir, la construcción de un poder socialista moderno.

En una coyuntura histórica importante, una síntesis exhaustiva de los principales logros y la experiencia histórica del Partido en un siglo de lucha es de gran importancia para promover una mayor unificación del pensamiento del Partido —unificación de la voluntad y la acción unificada— uniendo y dirigiendo así a la gente de todos los grupos étnicos en todo el país para lograr nuevas victorias del socialismo con características chinas en la nueva era. Importancia práctica e histórica de gran alcance.

El Comité Central del Partido cree que la lucha centenaria del Partido ha sido fructífera: durante un largo período de tiempo, se han abordado una amplia gama de temas y se deben estudiar muchos más. De acuerdo con las necesidades de resumir la historia, así como comprender el significado de las leyes, fortalecer la confianza y avanzar hacia el futuro, es necesario resumir la historia del Partido, así como sus logros en la unión y dirección del pueblo chino. En particular, es necesario estudiar en profundidad los siglos de revolución, construcción y reforma.

Combinando los principios básicos con la realidad específica de China y su excelente cultura tradicional, el país ha avanzado continuamente en la sinización del marxismo, profundizando así la comprensión y el dominio de la teoría innovadora en una nueva era.

La historia de siglos de la autoridad y dirección centralizadas y unificadas del Partido ha comprendido profundamente las características distintivas y las ventajas políticas del propio Partido Marxista, fortaleciendo así el poder político, en un rejuvenecimiento tanto de los ejecutivos del Partido como de la nación china.

La coexistencia de la armonía y la persistencia asegura que el Partido se convierta siempre en el núcleo de una dirección fuerte y joven en el proceso histórico de adhesión y desarrollo del socialismo con características chinas en la nueva era. El coraje y la fuerza para establecer metas sucesivas y avanzar vigorosamente hacia el futuro.

El Comité Central del Partido considera que, al resumir los principales logros y la experiencia histórica de los siglos de lucha, es necesario adherirse a la metodología del materialismo dialéctico e histórico, y considerar la historia del Partido desde un punto de vista específico, objetivo, integral y evolutivo, sin confundir y menos aún repetir los errores que llevaron a otros partidos marxistas a desaparecer o, lo que es peor, a convertirse en sirvientes de dos amos como Arlequín: primero el Kremlin y luego la Casa Blanca.

Los chinos creen que es necesario comprender con precisión el tema principal y la naturaleza tradicional del desarrollo histórico de su Partido, como la forma de lidiar adecuadamente con los errores y puntos de inflexión experimentados, aprender del éxito y aprender de la derrota, y allanar constantemente el camino para el logro de nuevos objetivos.

Por lo tanto, consideran necesario fortalecer la orientación ideológica y el análisis teórico, así como aclarar las comprensiones vagas y unilaterales de algunos de los principales problemas históricos, y corregirse lo mejor que puedan.

Desde la fundación del Partido hasta el comienzo de las reformas, las principales cuestiones del bien y el mal —y las declaraciones y conclusiones fundamentales relacionadas— se han aplicado fundamental y exitosamente hasta ahora.

En general, aunque ha habido algunos problemas, después de la reforma y la apertura, la dirección progresista ha sido correcta y los resultados han atraído la atención del público mundial en muchos Estados.

De la 3ª a la 6ª Sesión Plenaria del 11º Comité Central, se resumieron sistemáticamente los resultados y la experiencia del nuevo curso de reformas y apertura, así como el impulso hacia la modernización socialista. Con motivo de los 20º y 30º aniversario de la 3ª Sesión Plenaria, el Comité Central del Partido elaboró tesis resumidas. Destacaron el enfoque de la nueva era del socialismo con características chinas, y ayudaron a guiar y fortalecer aún más la confianza del pueblo chino en el Partido: centrándose en lo que está haciendo y entrando en un nuevo camino con una actitud más vigorosa.

La evaluación de eventos importantes, reuniones significativas y figuras prominentes en la historia china son fuentes de experiencia, enseñanza y aprendizaje. En reuniones importantes se resumió y discutió la historia del Partido, reflexionando y entendiendo cada decisión del Comité Central en un siglo de su historia.

En marzo de 2021, el Buró Político del Comité Central decidió que la 6ª Sesión Plenaria del 19º Comité Central debería centrarse en investigar y resumir exhaustivamente los principales logros y la experiencia histórica en el siglo de lucha del Partido, y estableció un grupo de estudio para redactar los documentos.

El Partido recuerda sus objetivos y su misión original, así como la firme voluntad y determinación de mantenerlo vital. Encarna plenamente la comprensión profunda del desarrollo histórico y siempre ha promovido las iniciativas y responsabilidades de su misión por la causa y el desarrollo de su país.

Todas las regiones y departamentos del país son conscientes de que en los últimos cien años el Partido unió y llevó al pueblo a continuar su lucha en sus diversos períodos históricos de revolución, construcción y reforma, hasta el punto de que, mirando desde el exterior a lo que China solía ser hace mucho tiempo, hoy podemos ver un milagro tanto en el desarrollo del país como en el del socialismo mundial y la sociedad humana.

El Partido ha invertido completamente el proceso histórico de la nación china desde los días en que la consideraba un país exportador de drogas y un coto de caza para imperialistas, colonialistas y capitalistas, y ha escrito vívidamente un magnífico capítulo nacional e ideológico sobre el desarrollo del marxismo.

Durante esta larga marcha, el Partido y el pueblo chinos han adquirido una experiencia histórica extremadamente rica y valiosa, y estos son los puntos dignos de una síntesis sistemática..

De acuerdo con la solicitud del Comité Central, el comité de redacción ha estudiado diligentemente los importantes documentos históricos del Partido; opiniones y sugerencias plenamente asimiladas de todas las regiones y departamentos del país; investigó las principales cuestiones y redactó diligentemente las resoluciones.

El 6 de septiembre de 2021, de conformidad con la decisión del Buró Político del Comité Central, el proyecto de resolución fue sometido a evaluación dentro del Partido, incluidas las opiniones de algunos miembros de alto rango, cuyas opiniones son altamente representativas.

Se conviene en que la característica más distintiva del proyecto de resolución es la búsqueda de la verdad de los hechos y el respeto de la historia. Esto refleja la misión original del Partido a lo largo de un siglo de lucha y se ajusta plenamente a los hechos históricos.

El debate del proyecto de resolución y la evaluación de los principales acontecimientos deben estar en consonancia con los documentos históricos de la Parte y deben vincularse las descripciones y conclusiones existentes. El proyecto de resolución seguramente aparecerá como el manifiesto político de los comunistas chinos en la nueva era, a fin de tener en cuenta su misión original y adherirse y desarrollar el socialismo con características chinas.

En el proceso de solicitud de opiniones, varias regiones y departamentos han hecho sugerencias. El comité de redacción ha ido analizando progresivamente esos dictámenes uno por uno para extraer lo más posible de ellos. Tras repetidas investigaciones y deliberaciones, se han hecho 547 enmiendas y revisiones al proyecto de resolución, que reflejan plenamente las opiniones de cada región y departamento.

Además del preámbulo y las observaciones finales, el proyecto de resolución consta de siete partes.

La primera parte explica que las principales tareas que enfrenta el Partido en este período son oponerse al imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático, luchar por la independencia nacional y la liberación, y crear condiciones sociales básicas para el rejuvenecimiento de la nación china. Analiza los antecedentes históricos de los que surgió el Partido. Resume los grandes logros del Partido que dirigió al pueblo en la lucha revolucionaria a partir de 1921, marcando la fundación de la República Popular China hasta la actualidad. Destaca el pensamiento de Mao como un logro clave en el avance del gran proyecto de redención nacional: de una autocracia feudal durante miles de años a una democracia popular actualmente en la cima del mundo. El tiempo en que la nación china fue masacrada y victimizada por las potencias europeas y atlánticas ha terminado para siempre, creando así una nueva era.

La segunda parte deja claro que la principal tarea que enfrenta el Partido en este período es completar la transición del nuevo sistema económico al socialismo, que es un requisito político fundamental para la nación china. Después de la fundación de la Nueva China, el pueblo ha superado una serie de desafíos difíciles, fortalecido el nuevo sistema de producción y creado una nueva situación en los asuntos exteriores y la política internacional. Se ha dado un gran salto adelante de un país pobre, poblado y “oriental” a una sociedad muy diferente a la que dejaron las guerras y los enfrentamientos ideológicos, políticos y estratégicos con las potencias imperiales-colonialistas, en un primer momento, y más tarde con la Unión Soviética y los Estados Unidos de América. El Partido y el pueblo chinos pueden declarar solemnemente, con la cabeza en alto, que sólo a través de una lucha valiente y tenaz es posible no sólo destruir un viejo mundo, sino ante todo construir uno nuevo. Además, todo esto se ha hecho proporcionando una audaz e innovadora interpretación del Marxismo en vistas al desarrollado socialismo y China.

La tercera parte se refiere a la aplicación de la reforma, la apertura del mercado y la modernización. Se aclara que la principal tarea que enfrenta el Partido durante este período es continuar explorando el camino correcto para liberar y desarrollar las fuerzas productivas sociales; sacar a las personas de la pobreza, hacerse ricas lo antes posible y proporcionar nuevas garantías institucionales vigorosas para el logro de estos objetivos. Los logros que están atrayendo la atención mundial son los siguientes: responder con cautela a unas pruebas arriesgadas sobre la situación general después de las grandes reformas, en favor de la estabilidad del país; promover la gran causa de la reunificación de la Patria y mantener y promover la paz mundial.

La cuarta parte se refiere al análisis del socialismo con características chinas. Es una nueva orientación histórica para el desarrollo de China, ya que resume las innovaciones teóricas del 18º Congreso. Gobernar el propio Partido de manera integral y autodisciplinada; continuar construyendo el país económicamente; profundizar las reformas y aperturas de manera integral, así como la construcción política, el estado integral de derecho, el liderazgo cultural, el liderazgo social, el respeto al medio ambiente, la defensa y la organización militar para salvaguardar la seguridad nacional. Esto también significa adherirse al sistema de “un país y dos sistemas”. Las áreas de estudio también incluirán el trabajo diplomático, centrándose en ideas originales, prácticas transformadoras y progresos y logros históricos en los últimos nueve años, para proporcionar una garantía de sistema más integral, una base material más sólida y una fuerza espiritual más activa.

La quinta parte trata sobre el significado histórico de los siglos de lucha del PCCh a través de la base de una revisión exhaustiva y un resumen de las muchas décadas de su actividad política y la liberación del país, que han cambiado radicalmente el futuro y el destino del pueblo chino. Todo esto ha demostrado sin duda la fuerte vitalidad del marxismo en China, y ha influido profundamente en el proceso de la historia mundial a través de las tres lógicas: la lógica histórica, la lógica teórica y la lógica práctica de la lucha.

La sexta parte trata de la experiencia histórica del Partido Comunista Chino a lo largo de un siglo de vida. Resume las experiencias históricas con un significado fundamental y a largo plazo, a saber, la adhesión a la innovación teórica de la ideología, a la independencia nacional y a las necesidades del mundo, cuando piden el fin del hegemonismo por parte de quienes reclaman el derecho a dirigir el planeta sin ser llamados por la gente. Estas experiencias históricas son un todo orgánico, sistemáticamente completo e interconectado, que revela la garantía fundamental para el éxito continuo de las políticas internas y externas de China. Revelan la fuente de la fuerza de China y la razón fundamental por la que el Partido siempre ha tomado la iniciativa en la historia, sin desear padres o protectores, es decir, mantener su naturaleza autónoma avanzada. Las experiencias históricas son gemas acumuladas a través de la práctica a largo plazo. Son la riqueza espiritual creada por el Partido y los chinos… por lo tanto, deben ser apreciados, así como durar mucho tiempo y enriquecerse continuamente.

La séptima parte se centra en el Partido Comunista Chino en la Nueva Era. Se detiene en la entrada en el segundo centenario, para el cual todo el Partido debe trabajar arduamente para lograr el objetivo establecido, con la perseverancia de aferrarse a su país y no dejarlo ir, y para lo cual se deben cumplir las teorías básicas del Partido. La línea de política básica y la estrategia de fomentar el desarrollo de alta calidad y comprometerse con la promoción de la prosperidad del pueblo, el país y la belleza multimilenial de China. El Partido siempre debe mantener contacto de carne y hueso con el pueblo y salvaguardar y desarrollar los intereses fundamentales del pueblo y los grupos étnicos de China. Para los líderes del Partido, el principio a tener en cuenta es «nacer en problemas y morir en felicidad». Significa tener siempre una visión de largo plazo, estar preparado para el peligro en tiempos de paz y seguir impulsando el nuevo gran proyecto de construcción nacional.

El Partido nos insta a no olvidar los sufrimientos del pasado, para ser dignos de la misión de hoy, que conduce a los grandes sueños del futuro. Para el PCCh, es esencial aprender de la historia, crear y dar forma al futuro, trabajar duro y avanzar con coraje. Debe seguir esforzándose incansablemente para entrar en el segundo centenario.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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1991: EL ÚLTIMO AÑO ESTRATÉGICO DEL SIGLO XX

Alberto Hutschenreuter*

El 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov renunció como presidente de la URSS. Para entonces, el dirigente que en 1985 había sido encumbrado por el Partido-Estado para dirigir y revitalizar a la gran potencia, se encontraba políticamente débil, aislado y desamparado. Si bien durante los días previos había realizado importantes esfuerzos para evitar la disolución del país proponiendo nuevas estructuras continuadoras, por caso, una Comunidad Euroasiática de Estados Independientes, ya era muy tarde.

El proceso final del derrumbe tuvo lugar el 8 de diciembre en una localidad de Bielorrusia próxima a Brest Litovsk (la ciudad donde en marzo de 1918 los bolcheviques, para salir de la guerra, firmaron un humillante tratado ante los alemanes).

Allí, en la localidad de Belavezha, el presidente del Soviet Supremo de la República Socialista Soviética de Bielorrusia, Stanislav Shushkiévich, el presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, Boris Yeltsin, y el presidente de la República Socialista Soviética de Ucrania, Leonid Kravchuk, firmaron un tratado que contenía los siguientes términos: “Nosotros, las repúblicas de Bielorrusia, Rusia y Ucrania, en calidad de Estados fundadores de la URSS y firmantes del Tratado de Unión de 1922, en adelante designados como altas partes contratantes, constatamos que la URSS como sujeto de derecho internacional y realidad geopolítica deja de existir”. Seguidamente, las partes fundaron la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Considerando el propósito de la declaración, el “contrato” de Belavezha es uno de los momentos estratégicos del siglo XX, pues el mismo no solo puso fin a un Estado, sino a uno de los dos poderes mayores que desde 1945 (cuando no desde 1917) habían reducido la casi totalidad de las relaciones internacionales a su granítica razón ideológica y de poder.

En clave pertinente, allí también se manifestó lo que ha sido una “regularidad” en las relaciones entre Ucrania y Rusia: la oposición y desconfianza de la primera en relación con las ambiciones centralizadoras de la segunda (hay que recordar que, a principios de diciembre de 1991, el 90,3 por ciento de los ucranianos votó por la independencia). Como bien señala la experta Hélène Carrère d’Encausse en “Seis años que cambiaron el mundo. 1985-1991, la caída del imperio soviético”, una obra imprescindible para comprender detalladamente lo que sucedió en los años terminales de la URSS, el mandatario ucraniano se preocupó en dejar en claro que cuando se hablaba de “comunidad”, en ningún caso se trataba de una estructura de integración, sino de una fórmula de “divorcio civilizado”.

Por otro lado, había que resolver la cuestión relativa con las armas nucleares desplegadas en las repúblicas de Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán. Para ello, un acuerdo alcanzado el 21 de diciembre entre Rusia y estas repúblicas estipuló que dicho armamento sería transferido a la RSFS de Rusia durante los meses siguientes.

Ese mismo día, otras ocho repúblicas siguieron lo que Bielorrusia, Ucrania y Rusia habían pactado en Belavezha, en tanto que los Estados Bálticos y Moldavia ya habían elegido antes la independencia (los primeros no adhirieron a la CEI).

Pero la CEI (de la que finalmente no formaron parte Ucrania y Georgia) no fue la sucesora de la URSS. El “Estado-continuador” fue la Federación Rusa, es decir, la nueva entidad estatal mantuvo su condición “V3” en la ONU (voz, voto y veto) y la relación o la membresía con otras instituciones; finalmente, Rusia retuvo las armas estratégicas y tácticas.

El experto Leon Aron definió de un modo preciso a la Federación Rusa tras el final de la URSS: una superpotencia nuclear, una superpotencia regional y un gran poder mundial. Claramente, el notable descenso interno y externo de Rusia en los años noventa la alejó de cualquier status de superpotencia.

Durante su primera década de vida, Rusia transitó dos situaciones: la primera, durante 1992-1994, fue una Rusia extraña, desconocida. Los funcionarios y asesores del presidente Yeltsin, sobre todo, su ministro de Exteriores, su primer ministro y el propio mandatario, consideraron que había que transformar a Rusia en un país moderno y, para ello, no había que repetir ninguna nueva transformación extraña (recordando lo que consideraban el horror bolchevique). Y para ello era necesario tener las mejores relaciones con Occidente, al punto de “seguir a Occidente”. La segunda situación fue cuando Moscú cayó en la cuenta de que su política exterior romántica no implicaba ninguna reciprocidad de la otra parte. Pero su condición general era muy comprometida; por tanto, su reacción no fue más allá de la retórica.

Pero Occidente, que había ganado la Guerra Fría, no estaba interesado en ningún tipo de cogestión internacional rusa-occidental. Por ello: ¿implicó el final de la Guerra Fría que Occidente dejara de considerar a Rusia como un eventual nuevo desafío? A juzgar por lo que ha sucedido desde el mismo final de la contienda, la respuesta es no.

Por tanto, lo que tenemos desde entonces hasta la crítica situación actual es una nueva rivalidad. En gran medida, el desenlace del estado actual de “ni guerra ni paz” entre ambos actores determinará el curso internacional en los próximos lustros.

En cuanto al porvenir de Rusia, el mismo está muy asociado a las medidas que finalmente se adopten en relación con la reestructuración de la economía rusa. En buena medida, hay paralelos con el tiempo de Gorbachov, pues la suerte de Rusia (y de Putin) depende de ese cambio (como pasó cuando Gorbachov fue encumbrado al poder soviético). Si finalmente hay un “Putin III”, su desafío será trascender al “Putin I”, el que logró ordenar Rusia hacia dentro y ser respetada desde fuera. El “Putin II” es el líder post-Crimea, el que está dispuesto a defender los intereses vitales rusos hasta las últimas consecuencias. Pero el contexto socioeconómico actual de Rusia es menos fuerte que hace una década. Por tanto, ¿podrá Rusia afrontar una nueva era de competencia militar sin que se resienta más su economía?

Breves sobre el curso de la URSS en el siglo XX

1991 fue el último año estratégico del siglo XX y tuvo, una vez más, a la URSS como protagonista. Hasta entonces, había cuatro eventos o acontecimientos de escala que permitían explicar el siglo: la Gran Guerra, la Revolución Rusa, la Segunda Guerra Mundial y el proceso de descolonización en Asia y África. En 1991 se sumó la ruptura de la Unión Soviética. Allí se acabó la centuria, la que se había iniciado con la guerra ruso-japonesa en 1904, la primera catástrofe de Rusia en el siglo XX, si dejamos de lado la tremenda hambruna que experimentó el país en la región del Volga en la última década del siglo XIX junto con epidemias de cólera y tifus. Para el historiador Orlando Figes, estos acontecimientos marcaron el comienzo de la descomposición de la autoridad del zarismo en Rusia.

A partir de la derrota frente a Japón y hasta la muerte de Stalin en 1953, Rusia transitó casi continuamente eventos disruptivos de violencia variable que hicieron del país euroasiático una desgraciada excepción en el mundo. Sólo consideremos los siguientes “impactos”.

1905-1907: disturbios internos.

2011: asesinato del primer ministro reformador Piotr Stolypin

1914: Primera Guerra Mundial, derrota ante las fuerzas alemanas.

1917: dimisión del zar, revolución, gobierno dual y toma del poder por los bolcheviques.

1918: Tratado de Brest Litovsk, capitulación y cesión de importantes territorios a Alemania.

1918-1921: guerra civil, comunismo de guerra y hambruna.

1919: exclusión de la Conferencia de Versalles y de la Liga de las Naciones.

1920: guerra con Polonia, pérdidas territoriales.

1923-1924: pugnas por el poder.

1927: comunismo de guerra II, socialismo en un solo país, colectivización forzosa de los campesinos.

Década de 1930: hambruna en Ucrania, industrialización forzosa, terror y persecución implacable a opositores y sospechosos.

1939: guerra con Japón. Segunda Guerra Mundial.

1941: invasión de Alemania y guerra de exterminio.

1945: victoria de la URSS (24 millones de muertos). Inicio de la Guerra Fría.

1945-1953: tercer ciclo de comunismo de guerra.

1953: muerte de Stalin.

Hay que señalar que la toma del poder por parte de los bolcheviques implicó un seísmo integral en Rusia, sobre todo porque la sociedad pasó a vivir bajo un régimen de violencia sin precedente (eso fue el comunismo de guerra). Se trató de un fenómeno político, social ideológico y económico nuevo, un experimento desde una alternativa cuyos resultados se desconocían (el economista John K. Galbraith decía que a principios del siglo XX las alternativas al capitalismo eran muchas y gozaban de respaldo). Asimismo, también fue novedosa la política exterior del nuevo régimen, pues la misma implicó una ruptura con la diplomacia clásica, la que suponía relaciones “de Estado a Estado”. Ahora, la relación era de Estado a clase trabajadora de Estados capitalistas, es decir, suponía una “diplomacia de subversión”, pues trabajaba para que dichas clases se levantaran contra el orden reinante, como había ocurrido en Rusia.

Sin duda alguna, la guerra con Alemania entre 1941 y 1945 fue el reto mayor que afrontó el país. Si la URSS finalmente no hubiera prevalecido, Alemania habría conseguido «colonizar» el país, es decir, hacerse con sus recursos vitales y esclavizar a su población. Esto fue lo que estuvo en juego en la URSS durante aquellos años de “guerra de exterminio”, como bien la definió Laurence Rees.

La URSS comenzó a convertirse en superpotencia a partir de la Operación Ofensiva Bagration, en 1944, el equivalente soviético al desembarco en Normandía en el oeste. A pesar de la victoria en la Gran Guerra Patria, en 1945 la URSS se encontraba debilitada tras el tremendo esfuerzo de guerra. Pero, como sostiene Adam Ulam, Stalin no sólo hizo creer a Occidente que la URSS se mantenía fuerte, sino que incluso estaba dispuesta a enfrentarlo militarmente. Pero sabemos que entonces y hasta 1949, cuando la URSS tuvo su artefacto nuclear, Estados Unidos poseyó un poder incontestable.

En los años cincuenta, la URSS comenzó a “saltar” la barrera de contención que le impuso Occidente. Lo hizo a través de tres instrumentos: el aeroespacial, pues desde el momento que la URSS colocó el Sputnik en el espacio, quedó claro que la potencia preeminente poseía capacidad misilística intercontinental, una capacidad estratégica que preocupó sobremanera a Estados Unidos (ello explica el aumento notable del gasto militar en tiempos de Kennedy); el apoyo a los movimientos de liberación nacional; y, por último, estableciendo sistemas de cooperación con países que no coincidían ideológicamente con Moscú, pero se oponían a la influencia de los poderes coloniales, por caso, Egipto, Ghana, Indonesia, etc.

El otro dato en los años cincuenta fue que, con la desaparición de Stalin, desapareció el totalitarismo en la URSS. Como sostiene el francés Alain Besançon, a partir de 1953 ya no hubo en la URSS «comunismo de guerra». El régimen mantuvo el patrón autocrático, pero ya no hubo olas de violencia sobre la sociedad. Ello explica la publicación de obras literarias como las de Pasternak y, sobre todo, Solzhenitsyn.

Esto fue posible porque Krushev intentó cierta modernización de la URSS. Es cierto que algunos del “equipo de Stalin”, para usar palabras de Sheila Fitzpatrick, ya no estaban; pero la estructura del Partido, particularmente en relación con el segmento de jefes regionales, resistió la modernización. Ello y la crisis de los misiles definió la suerte de Krushev en 1964.

Siguiendo la estrategia del almirante Serguéi Gorshkov, en los años cincuenta la URSS comenzó a construir un poder naval de alcance oceánico (hasta entonces dicho alcance era costero), transformación que llevó a que el poder naval soviético se desplegara globalmente en los años setenta. En buena medida, Gorshkov sumó la condición geopolítica marítima a la predominante geopolítica terrestre rusa.

Esta última década fue estratégica para la URSS. Aunque el comunismo estaba lejos de ser alcanzado y en su lugar existía lo que Ulam denominó “comunismo de vitrina” (Brezhnev consideraba que había un “socialismo maduro”), la URSS fue reconocida por Estados Unidos como par estratégico y la incorporó al diseño interestatal de Kissinger, basado en el equilibrio de poder entre ambos poderes y China.

Pero la URSS continuaba siendo lo que había advertido tiempo atrás George Kennan: un actor igual a los demás, pero a la vez diferente a los demás. Por tanto, negociar con ella era prácticamente inútil, pues se trataba de una potencia ideológica que no aceptaba el statu quo. Se comprometió a respetarlo en Europa tras la Conferencia de Helsinki de 1975, pero no en el resto del mundo. Precisamente, en esta cuestión se fundó Brzezinski en sus memorias, “Power and Principle”, para objetar la política de equilibrio de poder pretendidas por las administraciones de Nixon y Ford.

Sin embargo, la notable extensión geopolítica de la URSS no estaba respetando la situación económica interna, situación que se volvió más preocupante cuando la superpotencia intervino en Afganistán, escenario que, como bien se dijo, acabó convirtiéndose en el “Vietnam soviético”, y cuando Estados Unidos brindó su asistencia a los movimientos que luchaban contra los gobiernos pro-soviéticos en todos los rincones del mundo.

Aunque el mundo ingresó a fines de los setenta en una era de nueva tensión bipolar, la URSS ya acusaba serias dificultades económicas, producto, en gran medida, de problemas relativos con la productividad económica, los que se iniciaron, como bien sostiene el economista Vladimir Kontorovich, en los años cincuenta.

El experto Severyn Bialer definió muy bien la crisis de la URSS en los ochenta: en su libro “The Soviet Paradox”, Bialer fundamenta los términos de esta ecuación que la URSS nunca pudo resolver. Lo paradójico fue que el hombre elegido para hacerlo, Mijail Gorbachov, el “séptimo secretario”, acabó siendo, como muy bien sostuvo un analista francés, el hombre responsable del fin de la URSS.

Pero a pesar de las dificultades, nadie podía imaginar que la URSS desaparecería. Hubo algunos pocos que se acercaron bastante con sus análisis, por ejemplo, el francés Emmanuel Todd y el economista austriaco Frederick Hayek, mas no tanto los sovietólogos, tal vez con la excepción de Carrère d’Encausse y Brzezinski, quienes se refirieron a los problemas que implicaban para el régimen político del Partido-Estado los nacionalismos en las repúblicas y los retos tecnológicos.

 

Pero la ruptura del país no parecía un escenario próximo. Cuesta creer que haya sucedido. Pero ocurrió, y por la dimensión del hecho y por lo que había sido la URSS, una de las dos potencias de escala sobre las que se fundó no solo el régimen internacional por casi medio siglo, sino la misma posibilidad de supervivencia de la humanidad, sin duda alguna 1991 fue un año estratégico, el último del siglo XX.

 

Referencias

Adam Ulam, La Unión Soviética en la política mundial 1970-1982, GEL, Buenos Aires, 1985.

Alain Besançon, Breve tratado de sovietología, Buenos Aires, 1977.

Alberto Hutschenreuter, Carlos Fernández Pardo, El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy, Editorial Almaluz, Buenos Aires, 2017.

Emmanuel Todd, La caída final. Ensayo sobre la descomposición de la esfera soviética, Emecé Editores, Buenos Aires, 1978 (la obra original en francés fue publicada en 1976).

Frederick Hayek, La fatal arrogancia. Los errores del socialismo, Unión Editorial, Madrid, 2011.

Hélène Carrère d’Encausse, Seis años que cambiaron el mundo.1985-1991, la caída del imperio soviético, Ariel, Barcelona, 2016.

Laurence Rees, Una guerra de exterminio. Hitler contra Stalin, Crítica, Barcelona, 2006.

Leon Aron, The Foreign Policy Doctrine of Postcommunist Russia and Its Domestic Context, en Michael Mandelbaum, The New Russian Foreign Policy, A Council On Foreign Relations Book, USA, 1988.

Orlando Figes, La Revolución Rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo, Edhasa,

Barcelona, 2000.

Orlando Figes, Revolutionary Russia, 1891-1991, Penguin Books, London, 2014.

Severyn Bialer, The Soviet Paradox. External expansion, internal decline, Alfred Knopf, New York, 1987.

Sheila Fitzpatrick, El equipo de Stalin. Los años más peligrosos de la Rusia soviética, de Lenin a Jrushchov, Crítica, Barcelona, 2016.

Vladimir Kontorovich, “The Economic Fallacy”, National Interest, Number 31, Spring 1993.

Zbigniew Brzezinski, Power and Principle. Memoirs of the National Security Adviser, 1977-1981, Farrar Straus & Giroux, 1983.

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LA CRISIS DEL DERECHO INTERNACIONAL

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

La idea de promover la agenda de derechos humanos a imagen y semejanza de los principios de los países occidentales —como depositarios de la Verdad Absoluta— es contraproducente y directamente dañina en el Cercano Oriente, Oriente Medio y Asia Central, ya que no considera la experiencia histórica de estas regiones geopolíticas. Además, muchos expertos en Occidente hablan de tales temas, pero realmente no conocen la cultura o los idiomas locales. Por lo tanto, cuando escriben sobre estos países, se basan en los idiomas clásicos del imperialismo —inglés y francés— con todo lo que inevitablemente sigue en progresión geométrica.

El declive del sistema bipolar en las relaciones internacionales a principios de la década de 1990 fue acompañado por grandes expectativas de políticos y expertos, que soñaban con el advenimiento de un mundo basado en el estado de derecho. Una especie de Paraíso en la Tierra, donde todos de repente serían felices, y las guerras, pero ante todo el hambre, desaparecerían. Sus sueños, sin embargo, no estaban destinados a hacerse realidad, ya que las guerras se han multiplicado y el hambre se está cobrando más víctimas que nunca, con el espectro de las guerras que ahora se ciernen sobre los recursos hídricos.

Las especificidades de las relaciones internacionales están determinadas por los tres componentes más importantes: el derecho internacional, la geopolítica y la ideología. Los primeros sistemas de tratados internacionales aparecieron en el mundo antiguo: después de la batalla de Qadeš entre los egipcios y los hititas a finales de mayo de 1274 a.C. En 1.258 se concluyó un tratado justo con respecto a la tierra que se gobernaría alrededor de la frontera que Ramsés II no pudo mover más al norte que Qadeš. Pero la diplomacia, en el sentido moderno de la palabra, solo comenzó a tomar forma después de la Guerra de los Treinta Años de 1618-1648.

El 15 de mayo de 1648 los príncipes protestantes firmaron el primer tratado de la Paz de Westfalia, en Osnabrück, que marcó el final del conflicto entre Suecia y el Imperio de los Habsburgo. Los príncipes católicos más tarde firmaron dos tratados más en Münster (el 24 de octubre del mismo año).

Westfalia y, en mayor medida aún, el Congreso de Viena (1º de noviembre de 1814 – 9 de junio de 1815) que lo reemplazó, también se basó en tres componentes: la multipolaridad, el equilibrio de poderes y el concierto de poderes, lo que significó principalmente la importancia de las grandes potencias: Austria, Prusia, Rusia y el Reino Unido. En muchos sentidos, los mismos principios eran característicos del sistema Yalta-Potsdam, que determinó las relaciones entre las dos superpotencias durante la Guerra Fría. Las normas del derecho internacional se respetan sobre todo porque hay una fuerza detrás de ellas que no puede ser ignorada. Es por eso que la paz reinó en Europa y los intereses de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos de América chocaron principalmente en los países de la periferia, es decir, al trasladar la Segunda Guerra de los Treinta Años (1914-1945) a los países del Tercer Mundo y a los Balcanes, para que las industrias de guerra de Occidente y Oriente tuvieran sus teatros de guerra como salidas para sus armas. Poco podría hacer la República Popular China definiendo tanto a los primeros como a los segundos socialimperialistas como imperialistas tout court, y tildándolos a ambos de hegemonistas. En la década de 1990 el mundo cambió. Se convirtió en “centrado en Estados Unidos”.

Después del colapso de la Unión Soviética, los Estados Unidos de América se convirtieron en la única superpotencia que asumió la responsabilidad del destino de la humanidad, es decir, de su propio “destino manifiesto”. El concepto del “fin de la historia”, desarrollado por el famoso politólogo estadounidense y profesor de la Universidad Johns Hopkins, Francis Fukuyama —aunque criticado por algunos expertos en los Estados Unidos de América— no ha sido revisado seriamente. A su vez, las diversas guerras en Asia, Yugoslavia y la difícil situación en África (el genocidio en Ruanda en 1994, en medio de la indiferencia de las Naciones Unidas y múltiples guerras locales) plantearon la cuestión del derecho a interferir en los asuntos internos de los países para proteger los derechos humanos.

La situación en la antigua Unión Soviética también cambió. Los líderes locales parecían estar decidiendo abandonar su soberanía por completo e integrarse en la medida de lo posible en las estructuras políticas occidentales.

Vale la pena mencionar la conversación entre el ex Presidente de los Estados Unidos de América, Richard Nixon (el último gran Presidente de los Estados Unidos), y el ex Ministro de Relaciones Exteriores de Boris Yeltsin, Andrey Vladimirovič Kozyrev, en junio de 1992. Cuando el presidente Nixon le preguntó cómo el gobierno ruso decidió las prioridades nacionales de su país, Kozyrev respondió que sus líderes se guiaban por valores universales: “¿Probablemente usted, como amigo de la democracia rusa, ayudará a formular estos intereses?”, preguntó Kozyrev. El ex presidente de los Estados Unidos respondió brevemente que no se comprometería a hacerlo, con la esperanza de que el Ministro los formulara él mismo. Sin embargo, después de que el presidente Nixon dejó el Ministerio de Relaciones Exteriores, no pudo resistirse a afirmar que era poco probable que tal Jefe de la diplomacia rusa pudiera ganarse el respeto de sus compatriotas.

La idea principal de los Estados Unidos de América, después del colapso del sistema bipolar, era tomar medidas para evitar la aparición de competidores serios en el ámbito internacional, especialmente en Eurasia. Ese esfuerzo, sin embargo, ocultaba una contradicción estructural: el mundo es demasiado complejo y diverso para ser controlado por un solo centro. La humanidad se enfrenta actualmente a situaciones en las que el sistema de derecho internacional es cada vez menos funcional.

Las potencias en la arena mundial se han visto alteradas y, sin el respeto del derecho internacional por todos, es imposible hablar de la existencia de un sistema de equilibrio, sino sólo del derecho mundial, considerado como una construcción únicamente en interés del país hegemónico, cuyo papel es cada vez más reclamado por los Estados Unidos de América.

La razón de la crisis en la que la diplomacia mundial se tambalea ahora son las ambiciones exorbitantes de Estados Unidos, que se han expresado en el intervencionismo “liberal” del Partido Demócrata y la ideología neoconservadora del Partido Republicano.

El ascenso económico de la República Popular China, así como la creación de las bases de política exterior por parte de la Federación de Rusia, que se ha recuperado de las consecuencias de la “terapia de choque” y la venta de cuasi-liquidación operada por Yeltsin, ha sentado gradualmente las condiciones para la creación de las bases de una nueva multipolaridad en el equilibrio de poder. El problema radica en el hecho de que es extremadamente desventajoso para los Estados Unidos reconocer esta nueva realidad, porque la posición única de los Estados Unidos después del final de la Guerra Fría le trajo considerables dividendos económicos y políticos. Además, la Casa Blanca dominó nuevos mecanismos para controlar las actividades de sus socios. Por ejemplo, muchas de las tecnologías estratégicamente importantes que muchos países necesitan se encuentran basadas en patentes de Estados Unidos.

Obviamente, para los Estados Unidos de América, la intensificación de la política exterior rusa desde la segunda mitad de la década de 2000 ha sido en muchos sentidos una revelación desagradable. Mientras que la República Popular China se desarrolló gradualmente, por el momento sin criticar a los Estados Unidos en temas controvertidos, la posición de Rusia, comenzando con el discurso de Vladimir Putin pronunciado en Munich en 2007, y especialmente después de la entrega de Crimea a la patria en 2014, comenzó a ser percibida por la Casa Blanca como un desafío destinado a restaurar la influencia perdida en Eurasia y el mundo en su conjunto.

¿Fue posible evitar el conflicto, que condujo a choques de intereses entre los Estados Unidos-OTAN y Rusia en el territorio de Georgia, Ucrania y Siria? Algunos expertos piensan que sí. El conocido politólogo británico, Richard Sakwa —profesor de la Universidad de Kent— señaló que el principal problema de Occidente es que durante muchos años no encontró mecanismos efectivos para integrar a países como Rusia y la República Popular China en la órbita de sus valores. Desarrollando esta idea, podemos ver que las condiciones para tal asociación deberían haber sido discutidas en pie de igualdad y no impuestas desde afuera.

¿Habrá un político en la Europa de hoy que sepa cómo volver a la cooperación y el compromiso con Rusia, reviviendo la idea de De Gaulle de una “Europa del Atlántico a los Urales”? En Italia ciertamente no; probablemente en Francia y Alemania. Mientras que, en general, los políticos actuales de la UE —excepto cuando intentan prohibir decir “Feliz Navidad”, por razones de inclusión políticamente correcta— están más interesados en servir a los intereses de los Estados Unidos.

Por lo tanto, la razón de la alienación surgida entre Rusia, la República Popular China y Occidente radica en la arrogancia de los llamados países desarrollados, que en realidad niegan a los demás la existencia de prioridades nacionales, imponiendo así —como buen Gauleiter— la esfera de interés de terceros.

El desarrollo de las relaciones de Rusia con los países orientales, y especialmente con la República Popular China, tiene por objeto compensar las pérdidas que Rusia ha sufrido como resultado de su confrontación con Occidente. Sin embargo, según algunos expertos, China no confía plenamente en la actual élite política rusa. Las complicaciones actuales en sus relaciones con los Estados Unidos y la Unión Europea a veces se ven aquí como nada más que contraste y oposición, que pueden terminar tan pronto como los políticos occidentales ofrezcan una compensación decente. Todo esto con la esperanza de que luego la Federación de Rusia cambie a una política anti-china consistente. Tales temores no son irrazonables, pero es poco probable que el lobby antirruso en el Congreso de los Estados Unidos encuentre estrategas lo suficientemente sutiles como para garantizar tal división.

Actualmente mucho depende de la política de la Casa Blanca. No se puede descartar que las acciones inciertas del presidente de los Estados Unidos —véase la huida literal de Afganistán— probablemente ayuden a aclarar la plataforma sobre la cual surgirá un concepto diferente de política exterior de los Estados Unidos. Un concepto que probablemente se adapte mejor a la realidad cambiada, ya que la pérdida de poder y confianza de los aliados se vio inevitablemente socavada en Afganistán.

Cada año resulta cada vez más evidente que el mundo moderno necesita nuevas bases de valor para su desarrollo. Con todos los reconocidos méritos de la democracia liberal, abandonará el escenario histórico. Pero, ¿qué conceptos lo reemplazarán y ayudarán a la humanidad a salir de la crisis? ¿Habrá algún modelo de meritocracia o transhumanismo, que ahora está de moda en ciertos círculos? Es demasiado pronto para responder a esta pregunta de manera definitiva. El hecho es que, un cuarto de siglo después del final de la Guerra Fría, ha resurgido la enemistad ideológica entre Europa y Rusia. Una razón importante de su aparición radica en los esfuerzos de Estados Unidos para evitar el resurgimiento de la idea de “Europa desde Lisboa a Vladivostok”. Con el fin de sentar las bases para superarlo, debemos reconocer el derecho de la Federación de Rusia y de la República Popular de China a seguir una línea de política exterior independiente y a intensificar los contactos con Rusia y China en el marco de los proyectos de integración de multilateralismo que había asegurado la estabilidad hasta la implosión de la Unión Soviética (25 de diciembre de 1991).

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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