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PROTECCIONISMO VERDE: EFECTOS COMERCIALES DE LAS MEDIDAS AMBIENTALES

Mauro Céspedes*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

El comercio internacional constituye un eslabón clave en el desarrollo y la prosperidad de una nación. Dada su importancia, es vital la necesidad de constituir los medios necesarios para garantizar su transparencia, fluidez, dinamismo, equidad, reciprocidad, y principalmente, desarrollar un marco de acción libre de impedimentos de terceros que puedan entorpecer su actividad sin una debida justificación.

Durante décadas los postulados de la política comercial conocida como proteccionismo han jugado un papel central en las restricciones del comercio internacional. Las denominadas barreras arancelarias y para-arancelarias han sido los instrumentos utilizados para permitir o no, o incluso limitar las cantidades y volúmenes de productos que ingresan desde el exterior. De esta manera se expresa un fin fundamental y básico de esta doctrina, proteger o privilegiar a los productos nacionales y/o determinados sectores económicos o productivos de la sociedad por encima de la competencia extranjera.

En este tiempo, donde la globalización se ve acelerada y acrecentada por los beneficios de la tecnología, las prácticas comerciales se intensifican año tras año. La injerencia de los organismos internacionales y los tratados celebrados por los Estados o bloques económicos ayudan, en cierta manera, a este incremento en las transacciones comerciales. Pero las prácticas proteccionistas siguen vigentes, quizás no de formas tan obvias como en décadas atrás, pero si a través de nuevos instrumentos que, de alguna u otra manera, facilitan su implementación. El proteccionismo a través del medio ambiente, o como los expertos denominan “proteccionismo verde”, es una nueva variante de esta política comercial que comenzó a tomar mayor fuerza en las últimas décadas, dadas las crecientes preocupaciones por el cuidado ambiental y la lucha contra el cambio climático en las agendas políticas de varios países, ocasionando así la interrupción del comercio internacional.

El proteccionismo en pocas palabras

Para dejar sentadas las bases de ¿Qué es el proteccionismo? me remitiré a la siguiente definición:

“En el terreno comercial corrientemente se aplica el término proteccionismo a la utilización de barreras comerciales arancelarias o para-arancelarias, que impiden o dificultan la importación de bienes, y por lo tanto están orientadas a proteger a los productos nacionales”.[1]

Se suele sostener que el proteccionismo como política economía surge de manera paralela al mercantilismo, entre el siglo XVI y hasta comienzos del siglo XVIII, donde el poderío, la importancia y la prosperidad de un imperio, estaban directamente relacionados a la capacidad de acumular grandes cantidades de metales preciosos en función de las transacciones primitivas y/o tempranas de comercialización de esa época. Para este fin, la intervención de las importaciones de bienes era crucial, al igual que el dominio sobre una red de colonias esparcidas a lo largo del globo, que funcionaban como fin único de abastecimiento de recursos primarios, y en menor medida como un mercado de destino.

Por supuesto como toda política comercial, ésta arrastra en su haber ventajas y desventajas. Entre las primeras podemos nombrar el amparo a nacientes industrias nacionales que comienzan a operar[2] en el mercado, el fomento de la industrialización nacional para paralelamente impulsar el empleo y la mano de obra, y la protección de industrias consideradas estratégicas o de gran importancia para el país. Dentro de las segundas, encontramos alzas en los precios, posibles surgimientos de monopolios u oligopolios, sometimiento de la población a adquirir productos sin posibilidad de un sustituto, inflación, entre otras.

Con la llegada de la corriente liberal, el proteccionismo perdería su auge, pero continuaría siendo una opción de política comercial a la que los Estados siguen recurriendo al momento de afrontar crisis o desajustes económicos. Un ejemplo válido de citar es el de EE.UU. luego de la crisis económica de 1929, donde el país recurrió duramente al proteccionismo, originando a su vez un desajuste en la cadena de suministro a nivel global.

Pero debemos tener en cuenta que, a veces, el proteccionismo suele ser camuflado bajo la máscara del nacionalismo económico. Podría argumentarse que la línea que separa un término del otro es delgada a la hora de referirnos al cuidado del mercado interno. Un Estado puede enarbolar la bandera del nacionalismo con el fin de aplicar políticas proteccionistas que le permitan mantener un control riguroso de la economía interna de su territorio. Así, promociona la compra de productos hechos dentro del país como forma de enaltecer la dignidad de la nación y el valor de lo producido a partir de la mano de obra nacional, frente a las empresas extranjeras, mientras aplica restricciones al ingreso de respectivos productos que puedan competir dentro del mismo segmento de mercado.

Como ya mencioné antes, los instrumentos utilizados como herramientas para la aplicación del proteccionismo son las barreras arancelarias y para-arancelarias. Estas juegan un papel central dentro de las prácticas proteccionistas de un país. Ya sea a través de aranceles o cuestiones propiamente técnicas, administrativas, estructurales u orgánicas de un producto, estas medidas sirven para regular el ingreso de productos extranjeros, y así proteger el mercado interno y a las industrias que se encuentran en etapas iniciales, a la vez que funcionan como un método de recaudación de fondos para las arcas del Estado aplicante.

Las barreras arancelarias implican el pago de un arancel en las aduanas, sea específico[3] o ad-valorem[4]. Mientras que las barreras para-arancelarias funcionan a través de cuotas de mercados, prohibiciones, normas sanitarias y fitosanitarias, normas de etiquetado, certificaciones, entre otras.

Los organismos internacionales como las Naciones Unidas (ONU) o la Organización Mundial del Comercio (OMC), o acuerdos como el caso del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, según siglas en inglés), han desempeñado papeles sin duda importantes para el sistema multilateral de comercio procurando la disminución de dichas barreras con el fin mismo de permitir una mayor facilitación y fluidez en las transacciones comerciales, evitando la imposición de medidas restrictivas o discriminatorias entre sus miembros, y así permitir la existencia del libre mercado.

La considerable disminución en los porcentajes de los aranceles a nivel global a lo largo del tiempo da cuenta de estos esfuerzos. Pero, aun así, los Estados todavía encuentran nuevos métodos para seguir amparando a la producción nacional, lo cual no significa que esté mal, a menos que esa protección perjudique las reglas del libre mercado.

Mientras las barreras arancelarias disminuyeron, las para-arancelarias proliferaron. Estas últimas, resultan más difíciles de controlar dada la diversidad de las mismas y el enfoque desde donde se contemple. De esta manera, elevan las exigencias y estándares necesarios para la introducción de los productos en los territorios a través de las aduanas.

Estas nuevas exigencias constituyen un freno, sobre todo para países en vías de desarrollo que buscan entablar relaciones comerciales fructíferas con países desarrollados. Para una PyME promedio establecida en uno de los primeros, implica una serie de dificultades en cuanto a la adaptación de su producto con el fin de cumplir con dichos requerimientos e ingresar a estos nuevos mercados. Además, en muchas ocasiones, no solo encarece su producto la necesidad de cumplir con determinados procesos de producción o certificaciones, afectando directamente a su competitividad y ganancias, sino que implica incluso la continuidad o no de sus prácticas comerciales con determinados mercados externos.

Lo curioso es que son los países más desarrollados los que hacen uso del discurso de libre comercio y de lo perjudicial que resulta el proteccionismo, introduciendo sus productos en los mercados de todo el mundo, mientras mantienen a raya a los países en vías de desarrollo a través de barreras que les imposibilita la libre comercialización con ellos, impuestas incluso a veces en forma imperceptible al momento, por acuerdos celebrados para la facilitación del comercio. Una contradicción.

El medio ambiente como barrera comercial, el nuevo proteccionismo

Hoy en día, los países económicamente más avanzados demuestran mayor interés en las prácticas cuidadosas y amigables con el medio ambiente. La Unión Europea (UE), por ejemplo, ha mostrado tener un ferviente interés en alcanzar altos estándares de cuidado ambiental dotando a sus miembros de herramientas y recursos para aplicación de medidas. El pacto verde europeo busca promover el crecimiento del bloque hacia una economía moderna, sostenible y más eficiente respecto a la utilización de sus recursos, aumentando también la competitividad de sus productos.

La Política Agrícola Común (PAC), conocida política proteccionista del sector agrario europeo y generadora de controversias, fomenta la agricultura ambiental sostenible. La UE destina gran parte de su presupuesto para financiar a sus agricultores, casi 387.000 millones de euros para el período comprendido entre 2021-2027 (Comisión Europea, 2021). Existen diversas justificaciones para este increíble desembolso millonario y una de ellas es que los agricultores enfrentan un doble desafío, producir alimentos mientras que paralelamente se protege la naturaleza y biodiversidad. Por lo tanto, la UE pone el énfasis en el correcto aprovechamiento de los recursos naturales y en la implementación de nuevas tecnologías y prácticas que permitan una agricultura de mayor precisión como también un mayor cuidado en la crianza de ganado, su sanidad y bienestar animal.

Pero estos altos estándares ambientales no son iguales en todos los países del globo, por lo tanto, posibilitar el ingreso de productos que hayan sido producidos bajo menores exigencias, y por lo tanto menores desembolsos económicos, claramente representa un riesgo competitivo para el mercado de un país donde su gobierno, sus productores e industrias se ven sometidos a realizar grandes inversiones para cumplir con lo establecido. Es ahí, donde el medio ambiente se transforma en una barrera comercial, y se origina lo que en la actualidad los autores denominan “proteccionismo verde”:

“Concepto utilizado para referirse a medidas de protección comercial donde se invocan justificativos ambientales. El concepto ha sido utilizado en una perspectiva crítica, cuando se sostiene que esas medidas ambientales no son justificadas y en realidad encubren el propósito de generar una protección comercial, como en un sentido positivo, al defenderse la necesidad de regular el comercio atendiendo a criterios ambientales legítimos. Diversos países agroexportadores de América Latina (particularmente Argentina) han cuestionado diversas medidas en la producción agrícola de los países industrializados, especialmente la UE, como un proteccionismo verde injustificado…”.[5]

Respecto a argumentos que se utilizan para la implementación de este tipo de prácticas proteccionistas, el informe publicado en la Revista Argentina de Economía Internacional en 2013, titulado “El “proteccionismo comercial verde”: un análisis de tres nuevas cuestiones que afectan a los países en desarrollo”[6], realiza una distinción entre los argumentos ambientales y los económicos que justifican este tipo de medidas.

Entre los primeros, sus autores, distinguen tres:

    • El cuidado del medio ambiente del país comprador del producto por los futuros daños que podría ocasionar el consumo de los mismos dentro del territorio importador.
    • El cuidado del ambiente compartido. Ejemplo de esto sería la capa de ozono o el habitad de especies compartidas por más de un Estado.
    • Y la protección del ambiente del país desde donde proceden estos productos. La cual puede verse como una imposición de valores por parte de una nación a otra sobre como operar correctamente respecto a sus recursos naturales dentro de sus fronteras territoriales.

Respecto a los segundos, distinguen dos:

    • La ya mencionada pérdida de competitividad de los productos de países que son elaborados u obtenidos bajo la rigurosidad de políticas ambientales más duras que derivan en mayores costos procedentes de sus cumplimientos.
    • Y la afirmación de que las inversiones podrían migrar hacia países con regulaciones y políticas ambientales menos exigentes (refugios de contaminación). Consecuentemente esta actividad podría jalar los estándares ambientales hacia abajo como bien mencionan. 
Cooperación conjunta para avanzar

Resulta obvio decir, que el avance de las economías en función del desarrollo productivo de cada país ha desencadenado un daño profundo en nuestro medio ambiente colectivo, el cual es vital reparar como factor principal para la continuidad y desarrollo de las futuras generaciones. El papel de las energías renovables y de los avances tecnológicos, acordes a posibilitar nuevas formas de producción, de maneras más sustentables, son necesarios. La cooperación internacional para el cuidado de nuestros recursos a través de compromisos serios y realmente compartidos es fundamental.

Esta necesidad de cooperación conjunta es lo que impulsa a los gobiernos de distintos países y organismos internacionales desde hace décadas a trabajar en acuerdos relativos al cuidado del medio ambiente, el progreso económico, desarrollo social, modelos de inversiones, comercio, entre otros; donde el fin fundamental en sí deriva en la transición hacia un nuevo modelo de economía. Este nuevo modelo es denominado en la actualidad como “economía verde”, y es definida por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como:

“[…] aquella que da lugar al “mejoramiento del bienestar humano e igualdad social, mientras que se reducen significativamente los riesgos medioambientales y la escases ecológica”.[7]

Ésta es reconocida, además, como un factor importante para la consecución de las metas de desarrollo sostenible[8] y la erradicación de la pobreza, tal como se expresó durante la Conferencia Río+20[9].

En cuanto al término antes mencionado, “desarrollo sostenible”, éste se ha citado y utilizado en varios acuerdos desde su primera implementación en 1987 en el informe “Nuestro futuro común”[10]. En 1992, en Río de Janeiro (Brasil), durante la celebración de la primera Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), se reconoció la importancia del sistema multilateral de comercio para la contribución del mismo.

Entonces, se evidencia la importancia de la cooperación, la apertura, equidad y la no discriminación imparcial en las operaciones comerciales internacionales para alcanzar los objetivos que se expresan a través de los conceptos que he desarrollado, entrelazándose en una cadena de causa efecto continuo en su consecución. Por lo tanto, es importante evitar caer en restricciones mezquinas y unilaterales que no permitan el libre flujo del comercio o, mejor dicho, en prácticas proteccionistas.

Es por eso que, en vista de la posibilidad de la presencia de escenarios comerciales interrumpidos por protecciones recurrentes a temas ambientales, se ha dejado expresada en diversos fragmentos de tratados y acuerdos internacionales, la importancia del sistema de comercio internacional como piedra angular hacia la obtención de los fines perseguidos. Por ejemplo:

El “Principio 12” de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992:

Los Estados deberían cooperar en la promoción de un sistema económico internacional favorable y abierto que llevara al crecimiento económico y el desarrollo sostenible de todos los países, a fin de abordar en mejor forma los problemas de la degradación ambiental. Las medidas de política comercial con fines ambientales no deberían constituir un medio de discriminación arbitraria o injustificable ni una restricción velada del comercio internacional. Se debería evitar tomar medidas unilaterales para solucionar los problemas ambientales que se producen fuera de la jurisdicción del país importador. Las medidas destinadas a tratar los problemas ambientales transfronterizos o mundiales deberían, en la medida de lo posible, basarse en un consenso internacional.

El Programa 21, acompaña los principios establecidos en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, y constituye un plan de acción para llevar adelante dichos esfuerzos por alcanzar el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente, tanto a nivel mundial como nacional. De él, podemos destacar la Sección I: “dimensiones sociales y económicas”, Capítulo 2 “cooperación internacional para acelerar el desarrollo sostenible de los países en desarrollo y políticas internas conexas”.

El párrafo 5 del artículo 3 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992:

Las Partes deberían cooperar en la promoción de un sistema económico internacional abierto y propicio que condujera al crecimiento económico y desarrollo sostenibles de todas las Partes, particularmente de las Partes que son países en desarrollo, permitiéndoles de ese modo hacer frente en mejor forma a los problemas del cambio climático. Las medidas adoptadas para combatir el cambio climático, incluidas las unilaterales, no deberían constituir un medio de discriminación arbitraria o injustificable ni una restricción encubierta al comercio internacional.

La OMC, por su parte, ha contribuido también en la elaboración y celebración de distintos acuerdos, con el fin de promover el desarrollo sostenible y la economía verde, mientras que intenta impedir las restricciones injustificadas entre sus Miembros, y facilitar a través de distintos mecanismos e instrumentos de transparencia el comercio internacional. Entre ellos están los acuerdos sobre: Obstáculos Técnicos al Comercio, Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, Subvenciones y Medidas Compensatorias, Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual y el Acuerdo Plurilateral sobre Contratación Pública. También, es importante destacar el trabajo del Comité de Comercio y Medio Ambiente (CCMA), que pretende identificar y comprender la relación que existe entre el comercio y el medio ambiente en busca de promover el desarrollo sostenible.

Además, debemos tener en cuenta el Articulo XX del GATT “Excepciones generales”, apartados b) y g)[11], que permite la posibilidad de invocar estas excepciones como medias de protección ambiental relacionadas al comercio internacional, siempre y cuando el Miembro que acusara pueda demostrar la existencia de una relación entre su objetivo de política ambiental y el litigio que denuncia. Para lo cual intervendrá un Órgano de Apelación con el fin de evaluar la situación, sopesando y confrontando una serie de factores para emitir una conclusión final.

El Protocolo de Kioto y, más adelante, el Acuerdo de París tomaron también importancia en las tratativas respecto al cuidado del medio ambiente. El primero sirvió para comprometer a los países a reducir, mitigar o limitar, mediante la adopción de políticas y medidas, los gases de efecto invernadero (GEI), y que eventualmente se realicen evaluaciones e informes. El segundo, reconocido como un gran avance en la lucha contra el calentamiento global de manera multilateral, tiene como objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza. Para dicho fin, se debe mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 °C respecto de los niveles preindustriales, de preferencia 1,5 °C, lo que reduciría considerablemente los riesgos y efectos del cambio climático. También busca aumentar las capacidades de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima, brindando a su vez, un marco para el apoyo financiero, tecnológico y fomento de la capacidad para los países en desarrollo.

Tratado de Libre Comercio MERCOSUR-UE. Los efectos del proteccionismo verde.

Un ejemplo del proteccionismo verde, y de la utilización de instrumentos como el Acuerdo de París para interrumpir la mecánica del comercio internacional, puede verse en las distintas controversias desatadas con el Tratado de Libre Comercio MERCOSUR-UE. Acuerdo negociado y discutido durante más de dos décadas, pero que desde julio de 2019 parecía que había encontrado la culminación a las negociaciones de manera exitosa para su ratificación, lo cual no fue así.

Varios países sostuvieron lo perjudicial que resultaría la ratificación de este tratado, en el estado actual del mismo, en materia ambiental. Entre los principales acusantes de este hecho, Francia encabezó la lista, junto a otros países como Irlanda, Bélgica, Polonia, Austria, entre otros. El incremento de la deforestación constituyó un punto relevante, sobre todo luego de los incendios acontecidos en 2019 en Brasil. Hecho que repercutió a nivel global y que, además, desató un intercambio poco amistoso entre Jair Bolsonaro y Emmanuel Macron, sosteniendo este último que el país sudamericano incumplía con lo establecido y pactado en el Acuerdo de París. Cuestiones relevantes a los métodos de siembra y cosecha, crianza, cuidado y hacinamiento del ganado, liberación de CO2 al ambiente, también formaron parte de las múltiples acusaciones.

Pero lo que realmente podría impulsar el rechazo, no es precisamente la preocupación por el impacto ambiental. La verdadera causa, podría radicar en el impacto negativo que produciría la entrada de productos del sector agrícola del MERCOSUR dentro de un mercado históricamente protegido por la PAC.

Ya en 2010, mientras se anunciaba el relanzamiento de las conversaciones comerciales entre ambos bloques[12], pudo observarse la preocupación por el ingreso de los productos sudamericanos. En una reunión del Consejo de Agricultura de la UE, el ministro francés de Agricultura en ese entonces, Bruno Le Maire, reiteró la oposición de Francia al acuerdo y advirtió que la eliminación de los aranceles de importación a los productos agrícolas llevaría a un aumento del 70% de las importaciones de carne vacuna y un 25% de las importaciones de aves de corral. Junto con él, el entonces ministro de Agricultura de Italia, Giancarlo Galan, se expresó en cuanto al riesgo que significaba para los agricultores europeos estas negociaciones y como la UE no podía reducir los aranceles de importación al mismo tiempo que se reduce el apoyo a las exportaciones agrícolas en el contexto de la reforma de la PAC de ese entonces. Irlanda fue otro de los que expresó su descontento respecto al impacto negativo sobre su sector de carne vacuna en competencia con países como Argentina y Brasil. En España, los agricultores elaboraron y publicaron una carta advirtiendo el impacto del acuerdo sobre los puestos de empleos en el sector, estimando pérdidas, para ese entonces, por 5.000 millones de euros, sobre todo en la industria cárnica.

Las organizaciones sindicales también alzaron la voz, La Federación Nacional de Sindicatos de Explotadores Agrícolas (FNSEA) de Francia, estimó, en 2018, que la ratificación de este acuerdo, ponía en peligro entre 20 mil y 25 mil explotaciones agrícolas francesas, señalando, además, que no se respetan las reglas sanitarias, medioambientales y sociales de Europa. Para el FNSEA, el MERCOSUR ingresaría sus carnes al mercado por valores muy inferiores que las de Francia debido a los métodos utilizados para la crianza de los animales. En 2019, el COPA[13] COGECA[14] criticó la política comercial de la UE y como ésta aumentaba la brecha entre lo que se les exige a los agricultores europeos y lo que se les toleraba a los productores de MERCOSUR dada la distintas normas sanitarias y medioambientales.

En octubre de 2020 el Parlamento Europeo rechazó la ratificación del acuerdo por mayoría de votos[15]. El informe sobre la aplicación de la política comercial común sobre el que se discutió, deja claro en su enmienda 36 las razones:

“36.  Subraya la importancia de la reciente modernización del Acuerdo de Asociación UE-México y de la celebración del Acuerdo de Asociación Mercosur, que tienen el potencial de profundizar nuestra asociación estratégica con América Latina, de crear oportunidades adicionales en nuestras relaciones comerciales con estos países y de ayudar a diversificar las cadenas de suministro para la economía europea; considera que el acuerdo de asociación entre la UE y el Mercosur representa el mayor acuerdo de «bloque a bloque» de este tipo y tiene el potencial de crear un mercado abierto beneficioso para ambas partes que abarque aproximadamente a 800 millones de ciudadanos; señala que este acuerdo, al igual que todos los acuerdos comerciales de la Unión, debe garantizar unas condiciones de competencia leal y el respeto de las normativas y los modos de producción europeos; recuerda asimismo que el acuerdo contiene un capítulo vinculante sobre desarrollo sostenible que debe aplicarse, ponerse en práctica y evaluarse plenamente, así como compromisos específicos relativos a los derechos en materia laboral y a la protección del medio ambiente, incluida la ejecución del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático y las normas de desarrollo conexas; subraya que no se puede ratificar el acuerdo entre la UE y el Mercosur en su estado actual”.[16]

En febrero de 2021, durante la presidencia Pro Tempore del MERCOSUR por parte de Argentina, el Secretario de Relaciones Económicas Internacionales y Jefe Negociador de la Argentina, Jorge Neme, estuvo en videoconferencia con la Representante en el país de la Unión Europea, Aude Maio-Coliche, y los Embajadores de sus Estados miembros para analizar los desafíos vinculados al Acuerdo MERCOSUR-UE. Entre los temas que se tocaron, la cuestión ambiental fue parte de ellos, donde se destacó la importancia de asumir el papel de socios en la protección del medio ambiente, abordándolo desde un compromiso vinculado, y no de manera aislada[17].

Mientras tanto, el pasado 3 de septiembre de 2021, Emmanuel Macron reafirmó nuevamente la oposición de Francia al acuerdo, adelantando también que su país mantendrá su decisión cuando asuma la presidencia rotatoria de la UE en 2022. Expresó también: “Debemos reinventar nuestras políticas comerciales para que sean coherentes con nuestras políticas climáticas, con nuestras políticas de biodiversidad, es una necesidad”[18]. Respecto a lo anterior, es importante destacar que Francia posee casi medio millón de agricultores y se posiciona como uno de los primeros, y más importantes, países agrícolas de la UE, y cuyo sector agrario ha sido de los mayores opositores a este acuerdo desde el principio.

Los productores agrarios europeos, en diversas ocasiones, han expresado su descontento con la posibilidad de competir con los productos del MERCOSUR. Ellos no están dispuestos a perder su cuota de mercado ni a enfrentar caídas de precios como resultado de su política agraria proteccionista. Y a ellos se les suma la injerencia de las asociaciones ambientales que luchan para frenar el mismo.

Es entonces cuando, si se analiza desde el tema central de este trabajo, quizás lo primordial no es proteger al medio ambiente, sino mantener los beneficios que la política proteccionista de sus mercados les ha proporcionado, utilizando al Acuerdo de París, y las diferencias en cuanto a políticas y tratativas de las cuestiones ambientales como escudo para estos mercados. Esto constituiría un claro ejemplo de proteccionismo verde.

Conclusión

Como ya mencioné, el comercio internacional constituye un eslabón clave en la prosperidad de cualquier nación. El desarrollo económico y social pueden impulsarse a través del correcto funcionamiento de los engranajes de las políticas comerciales adecuadas. Los organismos internacionales, conscientes de esto, han demostrado a lo largo del tiempo su compromiso por facilitar los intercambios de bienes y servicios, impulsando a los actores globales a cooperar para la liberalización del mercado a lo largo y ancho del globo. El Acuerdo de París promueve a la colaboración entre las partes para una lucha conjunta contra el cambio climático. Este acuerdo y sus beneficios podrían acelerar la carrera en la implementación de una economía verde, de una mejora en la calidad de vida de las comunidades y en una evolución hacia nuevas formas de producir, a través de los avances y esfuerzos compartidos. La transparencia, fluidez, dinamismo, equidad y reciprocidad en las transacciones comerciales internacionales, no pueden darse bajo consignas proteccionistas, que utilizan al medio ambiente como forma de escudar sus mercados.

No hay duda en la existencia de una relación estrecha entre el crecimiento económico y productivo de los Estados, el incremento de los flujos de productos a nivel internacional y la contaminación ambiental. Es una cadena de causa-consecuencia derivada directamente del avance incesante de las economías mundiales y las naciones. Cuanto más aumentan el consumo y las ventas, más se produce, por lo tanto, se utiliza mayores cantidades de recursos, de energía, el transporte de dicha producción del punto A al B requiere de vehículos que emiten altos volúmenes de CO2 a la atmosfera, y una vez efectuado el consumo se originan desechos que difícilmente sean reciclados en su totalidad.

El accionar de los Estados debe apuntar al crecimiento económico de todos los actores del comercio, desde las PyMEs hasta aquellas que cuentan con el potencial de llegar a convertirse en grandes multinacionales, y las que ya lo son, pero sin recurrir a la monopolización de los mercados o la protección excesiva de estos. Las políticas ambientales deben ser tratadas urgentemente, pero lejos de las posibilidades de ser utilizadas como arma de doble filo para resguardar beneficios propios, por el contrario, deben ser abordadas con el fin único de propiciar avances benévolos para la humanidad y su bienestar, para encontrar maneras menos contaminantes de producir, ayudando a las naciones menos desarrolladas a alcanzarlas también.

Quiérase o no, vivimos en un mundo interconectado, aislarse no es una opción viable. Y en esa interconexión de nuestras relaciones sociales y comerciales, es parte fundamental el medio ambiente que nos rodea. Las agendas políticas no deben contemplar una u otra opción, el comercio internacional debe seguir creciendo, debe seguir abriendo fronteras y mercados, pero dentro del marco de nuevas situaciones que beneficien al medio ambiente.

* Licenciado en Comercio Internacional, graduado en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), Sede Regional Rosario.

 

Bibliografía

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Referencias

[1] Gudynas, E., & Buonomo, M. (Nobiembre de 2007). Integración y comercio – Diccionario latinoamericano de términos y conceptos. Montevideo, Uruguay: Coscoroba. doi:978-9974-7893-4-0.

[2] La lógica de esta protección seria hasta que la industria alcance la madurez competitiva.

[3] El monto a pagar está determinado por la cantidad de unidades importadas o exportadas. También puede determinarse por cuestiones como el peso o volumen del producto.

[4] El monto a pagar corresponde a un porcentaje del valor del producto que se comercialice.

[5] Gudynas & Buonomo. Op. cit.

[6] Lottici, M., Galperín, C., & Hoppstock, J. “El proteccionismo comercial verde: un análisis de tres nuevas cuestiones que afectan a los países en desarrollo”. Revista Argentina de Economía Internacional, 01/02/2013, p. 39-62, http://www.cei.gov.ar/userfiles/nota4.pdf.

[7] Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible y Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. (2014). Manual de comercio y economía verde (Tercera ed.). Ginebra, Suiza: Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible.

[8] Capacidad de satisfacer las necesidades humanas en el presente, sin comprometer la satisfacción de las necesidades futuras.

[9] Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de 2012.

[10] Informe elaborado por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.

[11] b) necesarias para proteger la salud y la vida de las personas y de los animales o para preservar los vegetales;

  1. g) relativas a la conservación de los recursos naturales agotables, a condición de que tales medidas se apliquen conjuntamente con restricciones a la producción o al consumo nacionales;

[12] Las negociaciones para este acuerdo tomaron más de 20 años, pasando por varios momentos de interrupción en las mismas.

[13] Comité de Organizaciones Profesionales Agrícolas.

[14] Confederación General de Cooperativas Agrícolas.

[15] “La Eurocámara rechazó ratificar el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur por la política ambiental de Jair Bolsonaro”. Infobae, 07/10/2020, https://www.infobae.com/america/mundo/2020/10/07/la-eurocamara-rechazo-ratificar-el-acuerdo-entre-la-union-europea-y-el-mercosur-por-la-politica-ambiental-de-jair-bolsonaro/, [consulta: 05/09/2021].

[16] Parlamento Europeo. (2020). “Resolución del Parlamento Europeo, de 7 de octubre de 2020, sobre la aplicación de la política comercial común: informe anual de 2018 (2019/2197(INI))”. Bruselas, https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2020-0252_ES.html, [consulta: 04/09/2021].

[17] Ministerio de Relaciones Exteriores, C. I. (2021). Mercosur-UE: Argentina y la UE junto a sus Estados miembros analizaron los pasos a seguir para la firma del acuerdo entre ambos bloques. Información para la Prensa N°: 028/21. Recuperado el Septiembre de 2021, de https://www.cancilleria.gob.ar/es/actualidad/noticias/mercosur-ue-argentina-y-la-ue-junto-sus-estados-miembros-analizaron-los-pasos

[18] “Emmanuel Macron reafirmó que Francia se opone a un acuerdo Unión Europea-Mercosur”. La Nación, 03/09/2021, https://www.lanacion.com.ar/politica/emmanuel-macron-reafirmo-que-francia-se-opone-a-acuerdo-union-europea-mercosur-nid03092021/, [consulta: 04/09/2021].

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EL PROBLEMA MUNDIAL DEL PLÁSTICO

Giancarlo Elia Valori*

La contaminación plástica mundial es cada vez más grave. Según un informe de la revista semanal alemana Focus, recientemente se han encontrado partículas de plástico en muestras recogidas en todo el mundo: desde el Ártico hasta ríos e incluso aguas profundas.

Incluso en el monte Everest, la cima del mundo, se han encontrado partículas de plástico. Los Estados Unidos han acusado durante mucho tiempo a los países en desarrollo de ser los principales responsables de la contaminación plástica. El enfoque de los residuos ha eclipsado la “importante contribución” de los Estados Unidos a la crisis de la contaminación plástica. Si también consideramos la exportación de residuos plásticos y las últimas estadísticas sobre vertidos ilegales y basura, los Estados Unidos son una de las fuentes más graves de contaminación plástica en el medio ambiente costero y marino mundial, ocupando el tercer lugar en el mundo.

El informe de investigación publicado por Science Advances afirma claramente que Estados Unidos culpa a los países asiáticos del problema de contaminación por desechos plásticos, aunque es el mayor productor mundial de residuos plásticos. El informe fue escrito en colaboración con académicos de la Asociación Americana para la Educación Marina, la Universidad de Georgia y la Asociación Nacional Geográfica.

El Estudio de Evaluación Exhaustiva sobre cuestiones mundiales de desechos plásticos, publicado en 2015, declaró que los cinco principales países que producen la mayoría de los residuos plásticos son China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Tailandia.

El último informe, sin embargo, concluye que el estudio de 2015 ignoró cualquier mala gestión de los residuos después de haber sido exportados a otro país para su reciclaje.

El informe de investigación también revisó la afirmación de 2015 de que China es el mayor emisor mundial de residuos plásticos marinos.

El último informe de investigación publicado por Science Advances calculó la cantidad total de residuos plásticos generados por países de todo el mundo en 2016, basándose en datos de generación de residuos y características de 217 países y regiones reportados por el Banco Mundial.

La producción mundial de plástico en 2016 fue de 422 millones de toneladas, con un aumento del 26% con respecto a 2010. La proporción de plásticos en residuos sólidos aumentó del 10% al 12% en 2010. En 2016, la generación mundial de residuos plásticos alcanzó los 242 millones de toneladas.

El informe indica claramente que en 2016 los Estados Unidos fueron el país que produjo la mayor cantidad de residuos plásticos (42 millones de toneladas). También ocupó el primer lugar en términos de producción anual per cápita de residuos plásticos (130 kilogramos).

Los 28 Estados miembros de la UE que ocupan el segundo lugar producen 54,56 kilogramos de residuos plásticos per cápita al año, que es sólo la mitad de los residuos plásticos de los Estados Unidos, mientras que la India ocupa el tercer lugar. En 2016, China ocupó el cuarto lugar en términos de producción de residuos plásticos (21,6 millones de toneladas), equivalente a la mitad de la cantidad estadounidense, pero su producción anual de residuos plásticos per cápita fue de sólo 15,67 kilogramos, equivalente a sólo el 12% de la cantidad producida por los Estados Unidos.

Nick Mallos, director senior del Programa de Océanos Libres de Basura de la Organización para la Conservación Marina, declaró: “Los desechos plásticos generados en los Estados Unidos son la mayor cantidad de cualquier país, pero hemos estado ignorando el problema, externalizándolo a los países en desarrollo. Y estamos haciendo una fuerte contribución a la crisis del plástico en los océanos”.

En términos de basura, vertido ilegal, basura y otros productos de desecho mal gestionados en la costa, los Estados Unidos ocupan el tercer lugar entre los países costeros y son la principal causa de contaminación en las zonas costeras del mundo.

El estudio también dijo que Estados Unidos recogió 3,91 millones de toneladas de plásticos en 2016, más de la mitad de las cuales fueron enviadas al extranjero, y exportaron 1,99 millones de toneladas de residuos plásticos a 89 socios comerciales. “Más del 88% de los residuos plásticos se exportan a países que no pueden gestionarlos y deshacerse adecuadamente debido a la insuficiencia de recursos”. Gran parte de estos residuos plásticos exportados no pueden ser reutilizados, lo que eventualmente contaminará el medio ambiente local.

Uno de los autores del informe de investigación, la profesora de oceanografía Cara Lavender Law, declaró: “Durante varios años, muchos de los productos plásticos que tiramos en la basura se pueden exportar a países donde ya es difícil gestionar sus propios residuos para su reciclaje. Por no hablar de la gran cantidad de plásticos enviados desde los Estados Unidos. Teniendo en cuenta la gran cantidad de nuestros residuos plásticos que en realidad no es reciclable porque es de bajo valor, contaminado o difícil de eliminar, no es sorprendente que muchos plásticos terminen contaminando el medio ambiente”.

Los datos pertinentes muestran que el 5% de los residuos plásticos generados en los Estados Unidos se desechan o son vertidos ilegalmente debido a una “manipulación y gestión inadecuadas” o no se pueden eliminar adecuadamente después de ser transportados a otros países.

El informe subraya que parece que sólo el 5% está “mal gestionado” pero, teniendo en cuenta la cantidad total de residuos plásticos, esta cifra no puede ser ignorada.

También debe indicarse que ocho millones de toneladas de plásticos entran en los océanos cada año, lo que equivale a una carga de plástico que se derrama en el mar cada minuto.

Estos productos plásticos han emprendido un largo y destructivo viaje desde el momento en que han llegado al mar. Winnie Liu, una alta funcionaria del Proyecto de Prevención de Plásticos Marinos de The Pew Charitable Trust, dijo: “Los plásticos que llegan a los mares serán llevados lejos por las corrientes oceánicas. Se encuentran en todo el mundo, incluso en el borde de la Antártida y el lugar más profundo de la Tierra. Los plásticos se pueden encontrar en la Fosa de las Marianas. A medida que se desvían con corrientes, penetrarán en el ecosistema y causarán daños inconmensurables a la vida marina”.

A pesar de la gravedad de este problema, la producción mundial de plástico continúa y está planteando crecientes amenazas para los mares. ¿Qué hace que los océanos sean tan vulnerables a la contaminación plástica? ¿Cómo podemos controlar los plásticos que entran en el océano? ¿Qué tienen de malo los plásticos?

En nuestra vida diaria difícilmente podemos evitar los plásticos. Desde envases de alimentos hasta artículos de aseo, ropa, muebles, computadoras y coches, los plásticos están por todas partes. La durabilidad de los plásticos dificulta su biodegradación. En cierto modo, se puede comparar con una larga decadencia nuclear.

Dependiendo de su tipo, algunos plásticos pueden tardar décadas o incluso millones de años en descomponerse en vertederos. Por lo tanto, a menos que los plásticos sean incinerados (un proceso que, a su vez, causa contaminación), prácticamente todos los plásticos que hemos producido hasta ahora todavía existen en el mundo y, una vez introducidos en el océano, su impacto durará cientos de años.

¿De dónde vienen los residuos? El mundo produce más de 300 millones de toneladas de residuos plásticos cada año, y esta cantidad sigue creciendo. Sólo el 9% de estos residuos plásticos se reciclan. El resto se incinera o se desecha. La mayoría de los residuos plásticos desechados están en vertederos. La razón de esto es que la mitad de los plásticos que producimos son plásticos desechables, es decir, productos plásticos como sorbetes, bolsas de plástico y botellas de agua que se tiran después de haber sido utilizados.

Es precisamente porque los plásticos desechables son fáciles de producir y desechar y conducen a un aumento continuo de la cantidad de residuos vertidos, que inevitablemente aumentan la cantidad de residuos plásticos que contaminan el medio ambiente.

¿Por qué es tan grave el impacto de los plásticos en los océanos? Los vastos y profundos océanos son como un tanque de retención de contaminantes, que recoge material tóxico de todo el mundo. Además de la carga caída de los barcos, las redes de pesca de plástico y los palangres (conocidos como “artes de pesca fantasma”) también son una fuente importante de residuos plásticos en los océanos, que representan alrededor del 10%. Además, la expansión del poliestireno utilizado en la acuicultura para hacer jaulas también es una fuente de contaminación plástica marina.

La gran mayoría de los desechos marinos, sin embargo, provienen de la tierra. Las condiciones climáticas extremas y los fuertes vientos barren los desechos a lo largo de la costa, que es rápidamente recogido por la marea. Los océanos son también el destino final de miles de ríos, transportando grandes cantidades de residuos de vertederos y eventualmente hundiéndolo en el mar.

Una vez que los residuos plásticos entran en el océano, se descomponen en partículas con un diámetro inferior a 5 mm, llamados microplásticos. Esto sucede debido a las duras condiciones y los interminables movimientos oceánicos.

Esta forma de plásticos se extenderá cada vez más profundamente en el océano. Invadirá más hábitats biológicos y en realidad no se puede reciclar en absoluto. ¿Qué pasará con nosotros si también miles de animales marinos quedan atrapados en desechos plásticos cada año, especialmente en “artes de pesca fantasma”? Además, el daño a la vida marina por la ingestión de plásticos es menos evidente: las aves marinas, las tortugas marinas, los peces y las ballenas a menudo confunden los desechos plásticos con los alimentos porque su color y forma son similares a sus presas. Terminamos comiéndolos. Una vez que ingerimos estas partículas tóxicas, nuestros órganos serán dañados, lo que nos hará más propensos a enfermedades. Nuestra fertilidad también cambiará, con grandes riesgos de mutaciones genéticas.

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO: UNA REVOLUCIÓN COPERNICANA PARA PASAR DEL AMBIENTALISMO “DEFENSIVO” A LA PROPULSIVA TRANSICIÓN ECOLÓGICA.

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de jacqueline macou en Pixabay

El 17 de noviembre de 2018, a las 7.30 de la mañana, cerca de la estación de metro de París de Porte Maillot varios cientos de personas, todas con el chaleco reflectante amarillo de los motociclistas, iniciaron una protesta contra el gobierno del presidente Macron, una protesta que luego se extendió por todo el territorio metropolitano francés y duró casi un año a costa de 15 muertos y varios cientos de heridos.

Fue la protesta de los “Chalecos Amarillos”, empleados y trabajadores de todos los niveles que salieron al campo, tras una movilización llevada a cabo a través de Facebook, para protestar —al menos inicialmente— contra el aumento de los combustibles decidido por el Elíseo para limitar las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y tratar, por tanto, de alcanzar el umbral para limitar las emisiones de CO2 previsto por los acuerdos de París de 2012 destinados a combatir el calentamiento global y la emergencia climática.

La decisión de Macron y sus ministros de proteger el medio ambiente aumentando los impuestos, desencadenando las manifestaciones violentas de los “Chalecos Amarillos”, es un ejemplo clásico de lo que podemos llamar “ambientalismo defensivo”: es ese tipo de enfoque, por desgracia estrechamente vinculado a una ideología ecológica desfasada que, ante el daño real o potencial que el hombre causa a la naturaleza con las herramientas esenciales para el desarrollo de las economías del tercer milenio, intenta limitar su impacto negativo con prohibiciones, controles, barreras, impuestos y impuestos especiales.

Es un tipo de “defensa” del medio ambiente que, lejos de provocar ese “final feliz” tan querido por Rousseau y su epígono contemporáneo, está obligado inevitablemente a provocar un “final infeliz” y el inevitable colapso de las economías con un alto índice de industrialización sin el cual sería imposible asegurar la supervivencia de los siete mil millones de habitantes de este planeta.

Esto no pretende apoyar el argumento de que el progreso económico debe proceder independientemente del daño que su persecución causa al medio ambiente.

Lejos de eso.

Hoy en día existen las condiciones y herramientas para equilibrar las necesidades de progreso y crecimiento con las necesidades sacrosantas de mejorar la protección del ecosistema en el que vivimos.

Durante siglos el hombre ha alimentado y calentado con el uso de las primeras fuentes de energía disponibles: madera y carbón.

Este último fue entonces el protagonista de la primera revolución industrial, cuando se utilizó no sólo para calentar casas, sino sobre todo para alimentar las turbinas de vapor de agua que movían máquinas textiles, barcos y trenes.

El carbón como fuente de energía también fue el protagonista de la Segunda Revolución Industrial, junto, principalmente, con el petróleo y sus derivados gaseosos y, en última instancia, con la (peligrosa) energía nuclear, ayudando a construir los cimientos del mundo en el que vivimos hoy, un mundo en el que el crecimiento de la población y el impresionante aumento de la vida media de la población son testigos de un éxito innegable de la capacidad de la ciencia y la capacidad del ser humano para emprender.

Todo esto ha tenido costos: para crecer y mejorar hemos empobrecido y dañado progresivamente el entorno en el que vivimos y esto ha aumentado el empuje a su defensa con el enfoque antes mencionado.

Defender a través de prohibiciones.

Reducir el uso de fuentes de energía contaminantes aumentando los impuestos sobre su producción, sin tener en cuenta los efectos económicos y sociales negativos relacionados que luego causan consecuencias políticas y subversivas como el fenómeno de los “chalecos amarillos”.

En los últimos años, sin embargo, gracias al compromiso de buenos investigadores y “valientes capitanes” de pequeñas, medianas y grandes empresas, se ha hecho la idea a nivel mundial de que el medio ambiente puede defenderse sin aprovechar los avances con los costos y prohibiciones que llueven desde arriba a menudo a raíz de presiones ideológicas anticientíficas.

Este importante cambio de paradigma se basa en el descubrimiento de que las fuentes naturales de energía renovable como el sol, el viento y el mar no sólo pueden reducir los niveles de contaminación planetaria, sino que sobre todo contribuyen al crecimiento saludable y “limpio” de toda la humanidad.

No es casualidad que China, después de tres décadas de crecimiento arremolinado que, si bien mejoró significativamente las condiciones de vida de la población, condujo sin embargo a tasas de contaminación ambiental y atmosférica a veces incompatibles con la vida humana y, en todo caso, mortales para la flora y la fauna, decidió a finales del año pasado poner en marcha un plan quinquenal, el decimocuarto, que prevé para 2030 reducir las emisiones de CO2 en un 65% en comparación con 2005.

Para lograr estos resultados, el gobierno de Pekín ha promovido acuerdos de cooperación con Europa y, gracias al compromiso del joven Ministro de Recursos Naturales Lu Hao, con la investigación y el desarrollo en el campo de las energías renovables para la producción de electricidad a partir de agua y hidrógeno.

El hidrógeno puede convertirse en el vínculo entre el progreso, el desarrollo y la protección del ecosistema y el motor de esa “transición ecológica” que ahora consideran muchos gobiernos, incluido el nuestro, un elemento fundamental del crecimiento económico basado en un “ambientalismo propulsor”, un ecologismo, es decir, ya no paralizante y poco científico, pero que es la fuente de conversión industrial dirigida al crecimiento y al desarrollo global tanto “limpios”.

El hidrógeno no es sólo el primer elemento de la tabla de elementos de Mendeliev, sino que también es la sustancia más abundante del planeta y en todo el universo. Sin embargo, no está disponible en su forma gaseosa en la naturaleza, estando siempre vinculado a otros elementos, como el oxígeno, en el agua (H2O) y el metano (CH4).

Por esta razón, el hidrógeno que se utilizará como forma de energía gaseosa debe primero ser “separado” de los demás elementos que lo unen, un proceso que requiere energía y que, en lo que respecta a la separación del metano, puede producir gases de efecto invernadero contaminantes y dañinos para el medio ambiente, el llamado “Hidrógeno Gris”.

Pero ¿por qué usar hidrógeno? La respuesta es muy simple: porque es un gas más ligero que el aire, no tóxico, que si se extrae y almacena adecuadamente para ser utilizado como fuente de energía para calefacción, para la propulsión de coches, trenes y cohetes y reemplazar todas las fuentes de energía no renovable y contaminante en los procesos de producción industrial.

La mejor manera de producir hidrógeno limpio, el llamado “hidrógeno verde” para distinguirlo del “gris” procedente del metano, es extraerlo del agua a través del mecanismo de electrólisis, un proceso químico de división de agua, que tiene, sin embargo, el defecto de requerir una cantidad considerable de electricidad —producida en este momento con sistemas tradicionales y es con energías no renovables— para obtener cantidades significativas de gas almacenado y utilizable.

En resumen, la paradoja es la siguiente: para obtener una fuente de energía limpia y abundantemente disponible en la naturaleza es necesario utilizar herramientas costosas y contaminantes.

La paradoja frenó la producción de hidrógeno industrial, hasta que tomó forma la idea de crear una especie de “economía circular” en el ciclo de producción de hidrógeno, un ciclo que pretende utilizar la electricidad producida por las ondas naturales o artificiales del mar para activar el proceso de electrolito que, separando hidrógeno del oxígeno en el agua de mar, produce una fuente prácticamente inagotable de energía renovable, con costes cada vez más bajos y, en cualquier caso, competitivos con los incurridos para la producción de fuentes de energía tradicionales (carbón, petróleo y gas) y altamente contaminantes.

El uso de fuentes renovables, sol, viento y sobre todo mar, para producir un gas energético y tan limpio como el hidrógeno, puede representar la solución de la ecuación desarrollo-medio ambiente de una manera aceptable y asertiva.

El hidrógeno puede ser, si se apoya adecuadamente en la atención y el empuje de la política, la base para el reinicio de nuestro país al final de la crisis pandémica y ser una fuente no sólo de energía no contaminante, sino también una fuente de cooperación científica, económica y política entre Europa (con Italia a la vanguardia para el nivel de su investigación aplicada), los Estados Unidos y China , contribuyendo así no sólo a la recuperación de las economías y el medio ambiente, sino también a la de las relaciones internacionales.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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