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PANDEMIA Y CAMBIO CLIMÁTICO: DOS EMERGENCIAS (PROBABLEMENTE INTERCONECTADAS) QUE REQUIEREN LA BÚSQUEDA DE NUEVOS MODELOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

Giancarlo Elia Valori*

¿Existe una correlación entre la pandemia de Covid-19 y el cambio climático?

Aparentemente no. Se supone que el virus se debilita con las altas temperaturas y —a diferencia de los meses de invierno, cuando las personas permanecen más en el interior (una situación que favorece las infecciones)— en el verano las personas tienden a permanecer más al aire libre o en habitaciones constantemente ventiladas y, por lo tanto, a estar menos expuestas a la agresión viral.

Un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts muestra que un clima templado debería inhibir la vitalidad del virus, pero la propagación de casos en el hemisferio sur muestra que este patógeno es más resistente al calor que los virus de la influenza “tradicionales”. Ahora, con la llamada “variante Delta”, el número de infecciones parece estar aumentando en toda Europa, una señal de que el virus mantiene su agresividad incluso a altas temperaturas.

De hecho, según muchos expertos y estudiosos, la pandemia que ha provocado una crisis global puede estar relacionada con el cambio climático en la medida en que este último está relacionado con el aumento de las tasas de contaminación causado por el uso desproporcionado de fuentes de energía no renovables (en primer lugar, el petróleo y el carbón). La contaminación del aire, a su vez, causa daños al sistema respiratorio, especialmente en los sujetos más débiles que representan el 90% de las víctimas de Covid-19.

Dicho daño puede considerarse corresponsable de las consecuencias letales del síndrome de la gripe. En agosto de 2020, los académicos que participaron en el Congreso sobre la relación entre “los factores climáticos, meteorológicos y ambientales y la pandemia de Covid-19”, organizado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), llegaron a la conclusión de que la pandemia “refleja el estado de tensión entre el hombre y la naturaleza”.

Según muchos de los investigadores que participaron en el Congreso de la OMM, las consecuencias más graves de la infección por Covid-19 se produjeron en pacientes expuestos con mayor frecuencia al aire contaminado por dióxido de carbono.

Aunque no se ha alcanzado un consenso científico unánime sobre las posibles interrelaciones entre la pandemia y el cambio climático, estudios autorizados muestran que el incremento medio de las temperaturas globales aumenta la capacidad del virus para propagarse, también debido al aumento de las precipitaciones y a la tasa media de humedad, ya que estos últimos factores estimulan la viabilidad y la resistencia del virus.

Según el “Quinto Informe de Evaluación” del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el aumento medio de la temperatura y las precipitaciones ha alterado la distribución y propagación de los vectores patógenos. Estos factores, relacionados con el aumento de la movilidad de la población y con los cambios en el hábitat de algunas especies animales (como los murciélagos) causados por el hombre, pueden considerarse corresponsales de la velocidad con la que el virus Covid-19 se ha propagado en todos los continentes, particularmente en áreas donde hay mayores niveles de industrialización y contaminación del aire por CO2.

Debido al impacto de la pandemia en la producción industrial y en la economía mundial, la tasa de contaminación ha disminuido, en general, también porque la brusca desaceleración impuesta a la producción y el consumo ha contribuido a la disminución de las emisiones de CO2 a la atmósfera que, solo en China, en los primeros cuatro meses de 2020 disminuyeron un 10,3%, mientras que a nivel mundial el descenso fue del 5,8%.

Ahora, gracias al éxito de la campaña de vacunación que en Europa está alcanzando niveles aceptables para la seguridad colectiva, muchos países, entre ellos Italia, están preparando —con un nuevo impulso productivo— la recuperación de la economía, interrumpida por los efectos de la pandemia. Como se puso de relieve en los trabajos del reciente G20 en Venecia, esta recuperación partirá de un nuevo compromiso con la producción de energía con fuentes renovables y con la disminución progresiva y marcada del uso de fuentes contaminantes, como el petróleo y el carbón.

Como se ha visto anteriormente, la pandemia ha causado al menos un efecto secundario positivo, a decir, la disminución de las emisiones de carbono a la atmósfera. Esta puede ser la oportunidad para un nuevo “renacimiento energético”, destinado a perdurar en el tiempo y a hacer que los modelos de producción sean más coherentes con el medio ambiente y, como resultado, con la salud pública.

Los protagonistas de este cambio de paradigma en la producción industrial serán las fuentes de energía renovables, incluyendo la energía marina y el hidrógeno.

En agosto del año pasado, como parte del ambicioso programa de desarrollo denominado “European Green Deal», la Unión Europea lanzó una verdadera “Estrategia del Hidrógeno” en la que se hace hincapié en que el hidrógeno “limpio” (es decir, el que se extrae del agua a través de la electrólisis) debe ser una parte integral de la transición ecológica prevista y financiada por el “Plan de Recuperación”, con el objetivo —en el muy corto plazo— de producir, para 2024, 6 GW por año de energía “verde” de electrólisis de hidrógeno.

China también se está moviendo concretamente en esta dirección, gracias no solo al compromiso asumido por el presidente Xi Jinping, también en el G20, de reducir drásticamente las emisiones de carbono para 2030 en cumplimiento del Acuerdo de París de 2012, sino también al trabajo del joven Ministro, Lu Hao, que dirige un Departamento que incluye seis Ministerios anteriores y está a la vanguardia en la estrategia de conversión ecológica de toda la producción china.

Esta estrategia prevé el uso más amplio de la energía producida por el movimiento de las olas y las corrientes marinas. Es en este contexto que el Ministro Lu Hao ha ordenado la creación, en Shenzhen, del “Centro Nacional de Tecnología Oceánica” (NOTC), un centro para el estudio y desarrollo de tecnologías avanzadas para la producción de energía “verde” a partir de las mareas, energía abundante y limpia que puede utilizarse ampliamente para la producción de hidrógeno. Este último, de hecho, requiere grandes cantidades de electricidad que, cuando se produce con el uso de sistemas tradicionales, como el petróleo o el carbón, no contribuye a mejorar las condiciones ambientales.

Con el uso de la energía marina para activar las células electrolíticas necesarias para “separar” el hidrógeno del oxígeno, se puede crear un ciclo de producción “virtuoso” mediante la extracción de hidrógeno del agua con energía suministrada «a cero kilómetros» del agua misma.

Las corrientes eléctricas del mar se pueden producir con convertidores de energía; con extractores de energía de las mareas; con convertidores térmicos que explotan las diferencias de temperatura a varias profundidades, así como con herramientas que pueden explotar incluso las diferencias de salinidad.

Con esta tecnología y equipos se pueden extraer enormes cantidades de energía sin causar ningún daño al medio ambiente o a la flora y fauna marinas y las emisiones de CO2 a la atmósfera se reducirán en miles de millones de toneladas.

Esto no es ciencia ficción, sino una realidad tangible: cada océano tiene un potencial estable de sobreabundancia de energía que se puede extraer de las olas, las corrientes y las mareas, energía a costos más bajos que los de las otras energías renovables.

Incluso el Mediterráneo debe considerarse una excelente fuente potencial de energía marina.

En Rávena ENI ya ha puesto en funcionamiento el «Inertial Wave Converter», un convertidor de energía de las olas diseñado para extraer 50 Gigavatios del movimiento cíclico de ondas, corrientes y mareas.

Junto con Escandinavia, Italia es el líder europeo en la investigación y aplicación práctica de estas tecnologías y su uso en la producción de hidrógeno a través de la electrólisis, con un proyecto piloto en el estrecho de Messina.

En todo el mundo, con China a la cabeza, actualmente hay más de cincuenta proyectos activos para la investigación y producción de energía limpia a partir del agua de mar, parte de los cuales se dedica a la futura producción de hidrógeno verde. En definitiva, todos estos proyectos están dedicados a reconstruir una relación entre el hombre y la naturaleza que, lejos de soñar con un “decrecimiento placentero”, es decir, un crecimiento negativo sostenible, pretende conseguir un modelo de desarrollo coherente con las necesidades de producción, pero también con la necesidad ineludible de “volverse verde”.

Estamos saliendo de una crisis sanitaria y económica muy grave causada por una pandemia que —como afirman investigaciones y estudios científicos autorizados— se ha generalizado y ha sido más letal por el cambio climático y la contaminación ambiental.

Si, como podemos prever, estalla una nueva pandemia en unos pocos años, será bueno que el mundo esté preparado, habiendo hecho que el ecosistema sea más saludable y limpio para dificultar la propagación de nuevos virus con una estrategia de prevención global, también a nivel ambiental y climático.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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EL LADO CLARO (PEQUEÑAS Y MEDIANAS EMPRESAS Y AHORRISTAS) Y EL LADO OSCURO (MONEDA VIRTUAL) DE LA SITUACIÓN EN ITALIA TRAS LA PANDEMIA DE COVID-19

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Julien Tromeur en Pixabay

Con el fin de evaluar el impacto de la pandemia que azota a Italia desde principios de 2020, creo que deberíamos examinar el cuidadoso análisis realizado por la Comisión Nacional de Empresas Cotizadas y Bolsa de Valores (Consob) en su informe sobre el año 2020.

2020 fue uno de los peores años para Italia en términos económicos y sociales desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Después de experimentar una caída significativa del PIB, el país ha estado avanzando hacia la recuperación económica desde la segunda mitad del año y, más marcadamente, en los primeros meses de 2021, y está mostrando su propia voluntad de abordar los problemas no resueltos, aprovechando también el cambio en la actitud de la política fiscal de la UE, que es una base necesaria para la cohesión entre los Estados miembros.

Los resultados de 2020 confirmaron la evaluación de que el ahorro y las exportaciones son los dos pilares de la fortaleza económica y social del país. La protección del ahorro por parte de las instituciones públicas sigue reglas que han sido probadas y perfeccionadas a lo largo del tiempo. No obstante, deben actualizarse a la luz de las innovaciones tecnológicas en el ámbito financiero. La protección más sólida, sin embargo, sigue siendo su anclaje a la actividad real, cuyo progreso está determinado en Italia por los resultados de exportación. Por otro lado, el consumo privado y el gasto público muestran que no tienen el impulso que tienen en otras grandes economías mundiales.

Uno de los pocos aspectos positivos que se desprenden del informe es que la tasa de ahorro de los hogares italianos en comparación con su renta disponible creció un 50% en 2020. Excluyendo los ahorros invertidos en empresas cotizadas, su rendimiento se mantuvo bastante bajo, cerca de cero.

Teniendo en cuenta la cantidad de activos financieros propiedad de los hogares italianos, cada punto porcentual de rendimiento se puede estimar en alrededor de 30 mil millones de euros, es decir, casi el 2% del PIB, el tamaño de un buen plan presupuestario público y la maniobra fiscal del pasado.

Teniendo en cuenta los gastos de gestión, el ahorro ha contribuido significativamente a sostener la estabilidad del mercado, pero sin producir un crecimiento real, aunque este efecto es ahora el resultado de una crisis que surgió por razones particulares y contingentes.

Las exportaciones experimentaron dificultades, disminuyendo en volumen en aproximadamente una séptima parte en comparación con 2019, debido al efecto concomitante de la caída de la demanda mundial y los obstáculos relacionados con la cuarentena a la producción nacional. Las importaciones cayeron de forma más pronunciada, lo que permitió que la balanza por cuenta corriente exterior de Italia se mantuviera positiva y aumentara ligeramente en relación con el PIB.

En 2020, la posición de inversión internacional de Italia mejoró aún más, mostrando un superávit por primera vez en tres décadas. El mercado financiero internacional sólo registró y reconoció parcialmente esta posición estructural favorable del país.

En el primer trimestre de 2021, el comercio mundial aumentó a niveles superiores a los niveles anteriores a la crisis y las exportaciones de Italia siguieron creciendo al doble de su ritmo, confirmando así la resistencia y el dinamismo de las empresas italianas en el sector, una piedra angular tradicional de nuestra economía.

El saldo de la cuenta financiera con países extranjeros, que había resultado ligeramente negativo en 2020, también se volvió positivo, confirmando así el papel del ahorro italiano como pilar de la estabilidad, otro punto de fortaleza de Italia.

La confianza en la capacidad de reacción de la economía italiana ha aumentado, como lo demuestra la significativa reducción del diferencial entre los tipos de interés del BTP y del Bund. Este es también el resultado de las decisiones adoptadas por el BCE para comprar cantidades significativas de bonos públicos y por la Comisión Europea de suspender —aunque sea temporalmente— el Pacto de Estabilidad y lanzar el Plan de la UE de próxima generación (NgEU).

Sin embargo, el informe que estamos examinando afirma que para que la fase de recuperación continúe, necesitamos complementar las decisiones tomadas hasta ahora para impulsar el capital de riesgo de las empresas con vistas a mejorar su apalancamiento financiero y hacerlas más dispuestas a emprender nuevas iniciativas.

Esta fase ofrece una oportunidad importante para la reforma fiscal que se ha instado durante algún tiempo y reafirmado en el marco del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (NRRP) que implementa el Plan de la UE de próxima generación.

La intervención estatal con fines sociales ha alcanzado formas y niveles inusuales, sin reducir de ningún otro modo la presión de los ciudadanos sobre los recursos públicos. Esto no es sorprendente porque el contenido racional de la acción humana lleva a elegir la obtención del mejor resultado al menor costo.

Las empresas privadas, especialmente las exportadoras, se han visto obligadas por la competencia a resolver sus problemas sin demora, a fin de evitar quedar excluidas del mercado. Su capacidad para hacerlo es una piedra angular del crecimiento y una base para el buen funcionamiento del sistema democrático, que tiene el poder de corregir la distribución del ingreso determinada por la actividad productiva y conmutativa a través de regulaciones, impuestos y gravámenes.

Por el contrario, cuando estas formas son insuficientes y el ahorro no es utilizado por particulares, el Estado recurre a la deuda, pero no siempre tras una evaluación bien fundamentada de los efectos redistributivos intergeneracionales.

En este sentido, el informe insiste en el hecho de que —sobre la base de la vara de medir que proporcionan las leyes vigentes— ya no es posible distinguir —con seguridad técnica y jurídica— en qué consisten legalmente en la actualidad moneda y productos financieros,  un contenido que se interrelaciona debido a la conexión que aseguran las plataformas de conversión entre instrumentos virtuales y tradicionales.

El mercado utiliza un criterio diferente del de la legislación vigente, que debe incorporarse e integrarse en él. La actividad en bienes muebles, valores y formas que se desarrolla en el ámbito de la información financiera también está interfiriendo cada vez más en las relaciones internacionales y en los equilibrios geopolíticos, cuya estabilidad juega un papel importante para los intercambios con divisas y fondos nominales, especialmente como resultado del peso creciente que tienen en un escenario político que ya no está en la cima de la paz y la prosperidad alcanzadas en los últimos treinta años de integración y cooperación entre los Estados.

Sin embargo, la voluntad expresada en diversos programas por las autoridades gubernamentales de aprovechar las oportunidades que ofrecen las innovaciones tecnológicas en los movimientos de capitales y la gestión no debe verse como una aquiescencia a la pérdida de transparencia del mercado, sino como un deseo de recuperarla haciendo uso de las mismas innovaciones financieras.

Por lo tanto, la actitud favorable hacia las nuevas técnicas debe ir acompañada de normas claras sobre la aparición y el intercambio de instrumentos cifrados y su entrelazamiento con los activos/pasivos monetarios y financieros tradicionales, estén digitalizados o no, como guía esencial para los operadores que gestionan la liquidez y el ahorro.

La difusión de los instrumentos virtuales ha impulsado la aparición de “plataformas tecnológicas” que permiten formas más rápidas y baratas de acceder a los servicios de pago y negociación de valores que las ofrecidas por los bancos y otros intermediarios y corredores.

Sin embargo, tenemos que tener cuidado, ya que las funciones de custodia e intercambio que realizaron inicialmente han evolucionado para dar cabida a transacciones cada vez más articuladas y complejas, incluida la concesión de créditos garantizados por instrumentos virtuales propios o de otros, o la celebración de contratos derivados utilizando criptomonedas (Altcoin, Crypto token, Stabe coin, Bitcoin, INNBC, etc.) como garantía, incluso para varias transacciones del mismo tipo.

Estos nuevos segmentos de mercado están evolucionando rápidamente y parece haber una peligrosa repetición de la experiencia anterior a la crisis de 2008, cuando los contratos de derivados crecieron a diez veces el tamaño del PIB mundial.

Aunque con las distinciones necesarias, es probable que algo similar esté sucediendo en el mercado de productos monetarios y financieros virtuales, especialmente los cifrados.

El uso de estos instrumentos en formas cerradas fuera de los participantes en la iniciativa (sin permiso) impide la supervisión privada (como la que llevan a cabo los consejos de auditores y los organismos de certificación) o la supervisión pública (por parte de las autoridades de supervisión). Sin salvaguardias adecuadas (normas y órganos), el resultado es un deterioro de la transparencia del mercado, que es la base de la legalidad y de las opciones racionales de los operadores.

Los efectos negativos bien conocidos incluyen el blindaje que estas técnicas permiten para actividades delictivas, como la evasión fiscal, el blanqueo de dinero, la financiación del terrorismo y el secuestro. La concentración en la posesión de criptomonedas que se ha comprobado recientemente puede reflejar este aspecto del problema.

Para Italia, el problema planteado tiene connotaciones particulares en comparación con otros países debido a la existencia de una disposición constitucional que atribuye a la República la tarea de fomentar y proteger el ahorro en todas sus formas, así como la tarea de regular, coordinar y controlar el ejercicio y la operación del crédito.

Sería impropio atribuir a la frase específica “ahorro en todas sus formas” y al “crédito a proteger” una connotación que abarcaría también los instrumentos virtuales, sin pasar por un reglamento específico.

Si esto sucediera, la responsabilidad de las consecuencias sufridas por los ahorristas podría recaer en el Estado, como ya ha ocurrido en el pasado, debido a la legitimación encubierta o evidente de su existencia y a la conciencia de que a través de las innovaciones financieras se puede lograr la manipulación del mercado y la consiguiente ruina de los ahorristas.

Por lo tanto, la existencia y el funcionamiento de un sistema de seguridad —aunque se deje en manos de particulares— debe ser garantizada y supervisada por el Estado que, sin embargo, debe tener en cuenta que la difusión de las técnicas digitales en las finanzas plantea requisitos y necesidades específicas que deben abordarse a nivel mundial. De lo contrario su eficacia se verá reducida.

La legitimación de la existencia del “ahorro virtual”, en diversas formas, es ahora una realidad que se cruza con el ahorro generado de la manera tradicional, es decir, sin gastar una parte de los ingresos producidos por el trabajo o el capital.

Nos enfrentamos a cambios radicales que deben abordarse siendo plenamente conscientes de su contenido y urgencia con vistas a evitar consecuencias negativas en la estabilidad micro y macro-sistémica del mercado de valores y, de este modo, en el ahorro y el crecimiento económico necesarios para protegerlos y utilizarlos adecuadamente.

Un paso obligatorio es reafirmar que la validez legal de los contratos sólo está garantizada por su denominación en moneda soberana. Si —como parece ser el caso— pretendemos reconocer la existencia de monedas privadas, los usuarios deben dejar claro en una cláusula contractual específica que son conscientes de los riesgos que corren al utilizar monedas no públicas.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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LOS DIEZ TRASTORNOS DE CUBA

Alberto Hutschenreuter*

Mucho se ha dicho desde que las protestas sociales se extendieron por toda Cuba. Casi de súbito (porque muchas realidades eran conocidas), una pluralidad de dificultades mayores que tenían lugar en la isla fueron quedando en evidencia. En gran medida, pandemia, economía y redes fueron el epítome para comprender un fenómeno de escala que prolonga el desenlace o capítulo final de una historia que se inició en plena Guerra Fría.

Con el fin de ampliar y, si es posible, enriquecer el enfoque, existe, sin duda, una pluralidad de realidades pertinentes en relación con la situación. Consideremos a continuación diez situaciones clave.

1. La revolución no condujo a ningún paraíso

A fines de los años cincuenta, el líder soviético Nikita Krushev advirtió que para 1980 sería alcanzado el horizonte del comunismo, es decir, una sociedad sin clases y, por tanto, sin Estado, según rezaba la proyección de la ideología marxista-leninista. No solo sabemos que ello jamás sucedió, sino que el mismo país de los trabajadores y del enorme Partido-Estado acabó derrumbándose. Se trató, como sostuvo Zbigniew Brzezinzki, del “gran fracaso del siglo XX”.

No ocurrió lo mismo en China, donde la dirigencia de cuño ideológico maoísta instrumentó, a fines de los años setenta, una estrategia que mixturó leninismo y mercado, decisión que llevó al país asiático a un notable crecimiento económico en las cuatro décadas siguientes. Vietnam siguió también una vía propia, convirtiéndose en un triunfante actor en el siglo XXI.

En América, Cuba se mantuvo graníticamente dentro de la línea ideológica. Si bien es cierto que los niveles de alfabetización y, más relativamente, la salud son logros, en modo alguno ello alcanza para considerar que la isla alcanzó el sueño revolucionario. Como en la ex Unión Soviética, ningún “hombre nuevo” produjo la revolución. Si así hubiera sido, en la Rusia de los noventa no habrían tenido lugar las desmesuradas ambiciones materialistas que, casi como en su momento las hordas mongolas, asolaron el país. Asimismo, si en Cuba la revolución hubiera creado una “nueva situación social”, jamás habría pasado lo que sucedió en 1994 y en 2020-2021. En buena medida, en Cuba se reprodujo la situación que tenía lugar en la URSS: una dictadura eterna del proletariado, un Partido-Estado predominante dirigido por “una nueva clase” (término utilizado hace más de 60 años) y una sociedad postergada y sumida en crecientes necesidades de insumos básicos.

2. Se murió el liderazgo

Aquí también existe una situación de “retardo de los hechos”. La desaparición física de los grandes líderes del siglo XX determinó el propio fin de una centuria más corta todavía de lo que habitualmente se considera.

Por razones de generación, claro, el “liderazgo genuino” en Cuba; es decir, los Castro, o más precisamente Fidel Castro, fueron un factótum en Cuba. El crédito y la personalidad de Fidel Castro era (casi) como la presencia de Napoleón en las batallas: era sentido y percibido como la mitad de las fuerzas. Cuba era Fidel y Fidel era Cuba; sin él, Cuba ya no fue, como la URSS ya no fue la URSS tras la desaparición de Stalin. Existió al frente de la potencia mayor un liderazgo colegiado con un cabecilla, Brezhnev, que “invernó” régimen y sociedad durante años, hasta que la crisis acumulada produjo en la década del ochenta lo que recordamos: Gorbachov, un reformador que salvaría el sistema, y el desplome del sistema y del mismo país. Pero Raúl Castro no fue como Brezhnev. Fue un líder más apagado y tímido al que finalmente le tocó definir la sucesión.

3. El totalitarismo no pudo sostenerse

Podríamos decir que, así como el totalitarismo soviético se fue con Stalin, el totalitarismo en Cuba se fue con Castro, incluso antes de su muerte. Dejó de haber totalitarismo, es decir, identificación ideológica total (y si fuera necesaria violenta) entre Estado y sociedad. Como en aquel país, continuó existiendo en Cuba, utilizando categorías del alemán Karl Lowenstein, una “autocracia autoritaria”. Pero socialmente comenzaron a abrirse espacios para respirar (ello explica el surgimiento de movimientos como San Isidro y el N27, que son los que desde 2020 crearon en Cuba una “nueva realidad”.

Esa transición política suele herir de muerte a los regímenes centralizados, pues desaparece o se debilita significativamente un instrumento de control clave del régimen: la “segmentación” de la sociedad, esto es, la estrategia basada en mantener separada a las personas para evitar la (peligrosa) comunicación entre ellas, puesto que la  conectividad entre la gente va dejando al descubierto, por un lado, las “perversidades” del sistema de control, y por otro, lo que sucede y cómo se vive fuera del país, sobre todo en el territorio del capitalismo.

4. No hay valedor externo

En gran medida Cuba está sola, pues aventurar que Rusia se va a involucrar en caso de que la situación se oriente hacia una situación relativamente parecida a la que sucedió a fines de los años ochenta en los países de Europa central pertenecientes a la esfera de influencia soviética, es una equivocación mayor. Sin duda, Moscú elevará el tono de sus reservas ante un escenario complejo y, llegado el momento, hará pesar su condición en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero Cuba no es parte del “área geopolítica roja” de la potencia, que es la de las ex repúblicas soviéticas de Europa del este, Georgia y las repúblicas centroasiáticas.

En segundo lugar, no es la ideología la que lleva a que Rusia defienda al régimen de La Habana sino la necesidad de reparación estratégica que lleva adelante Moscú frente a lo que considera el mayor reto por parte de occidente: la proximidad de la OTAN a sus líneas rojas. Lo mismo podemos decir en relación con el lazo Moscú-Caracas. Tanto Cuba como Venezuela se encuentran en el primer y segundo anillo en relación con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en el continente; por tanto, el apoyo de Rusia a estos regímenes implica, ante todo, la réplica rusa a la rentabilización que ha llevado adelante Estados Unidos tras su victoria en la Guerra Fría.

Por último, la difícil situación socioeconómica de Rusia la lleva a que priorice su frente interno durante los próximos años. Sin duda, si están en liza intereses vitales en sus zonas sensibles, Rusia aplicará su concepción de “defensa ofensiva”, como lo hizo en Georgia y en Ucrania; pero compromisos militares de escala más allá no harán más que complicar el frente interno. Rusia no es una potencia ideológica como lo era la URSS, pero sí puede sucumbir como la ex superpotencia si antepone más allá de lo necesario la geopolítica a la economía.

5. Fracasó la modernización

La modernización en los países con regímenes iliberales implica una mejora o transformación de su estructura económica con el propósito de vigorizar la economía y evitar así desarreglos que pudieran poner en riesgo la “igualdad social”. China no logró evitar que se formara una numerosa clase media, pero el trascendental crecimiento económico (que por años llegó a ser de dos dígitos) moderó descontentos.

En Cuba, la modernización implicó, centralmente, cambios económicos; una especie de NEP (Nueva Economía Política) que, si bien no siempre se destaca, produjo cambios notables en la estructura de exportación de la isla. Como bien destaca Emily Morris, mientras que las exportaciones de azúcar proporcionaron más del 70 por ciento de los ingresos de divisas en 1990 (tiempos de severa crisis), en los últimos años ha representado menos del 3 por ciento. Asimismo, reorientó inversiones hacia el turismo y la minería del níquel. Con las exportaciones de servicios (el principal sector económico de la Cuba actual), petróleo refinado y medicinas, como así con las remesas, aumentó las divisas.

Con estos cambios, Cuba se alejó de la primera parte de los años noventa, cuando la economía se contrajo más de un 34 por ciento. Pero, evidentemente, las medidas fueron exiguas, no se pudo evitar el crecimiento del mercado negro y el retiro del Estado fue insuficiente. Las consecuencias fueron un sistema con dos monedas, que provocó que calificados profesionales del sector público se marcharan al sector privado, se elevarán los precios y cayeran las exportaciones.

Por otro lado, si en La Habana se consideraron modelos a seguir, por caso, los cambios en el socialismo de Vietnam, hubo insuficiencia en reparar, entre otras, que en el país asiático los servicios no comprendían una porción elevada del PBI como en Cuba; en Vietnam, el sector productivo representa casi el 70 por ciento del PBI, dato que explica categóricamente el éxito de este país y el fracaso de aquel.

6. No se construyó poder nacional

Si Cuba hubiera logrado resultados en las reformas, entonces habría logrado un margen de legitimidad que hubiera sido decisivo en relación con lo que ha desaparecido en la isla: el ascendente del liderazgo de Fidel Castro. En China, la muerte de Mao fue seguida, prontamente, por un proceso de reformas que alejó al país del desastre que causó la Revolución Cultural y la puja de poder, y colocó a China en un indetenible crecimiento económico: se construyó lo que en China denominan “poder agregado”, indispensable para la conversión en un gran poder. Salvando proporciones, también Vietnam logró lo mismo. No obstante, la gran potencia aún es deficitaria en matera de “poder blando”.

Sin construcción de poder nacional, difícilmente un país dispondrá de proyección internacional. En el caso de Cuba la situación fue acaso peor, pues el “poder nacional” quedó reducido a la ideología, pero una ideología que se ha devaluado. No obstante, el régimen ha insistido en ella, hecho que hasta le ha significado problemas en materia de concretar acuerdos con Rusia, su propio “socio estratégico”.

Alfabetización y salud son activos importantes, sin duda; pero no son suficientes si no van acompañados de otros componentes del poder nacional.

7. El sector duro fue (y es) predominante en el PCC

En buena medida, algunos de las realidades explicadas aquí tienen como base que en el PCC nunca se impuso el sector reformista. Siempre acabó predominando el sector duro, y cuando pareció que este sector sería pragmático, nunca había referencias a cambios estructurales: todo cambio se realizaría dentro de una lógica coyuntural. Y ello ha continuado siendo así con Miguel Diaz-Canel al frente de Cuba, es decir, durante los últimos años.

Dicho sector sabe que todo cambio económico de escala tendrá, tarde o temprano, correlato político. Pero frente a los recientes acontecimientos, prácticamente no queda otra opción. La pregunta es, como bien sostiene la analista de “Geopolitical Futures”, Allison Fedirka, ¿cuánto más se puede hacer sin revisar el sistema?

8. La geografía es inalterable

La ubicación de Cuba en el mundo no admite discusiones: se encuentra dentro del área de intereses selectivos de los Estados Unidos. Dicha área se extiende a Colombia y Venezuela, para disminuir a medida que se desciende al sur.

En tiempos de Guerra Fría, cuando ambos contendientes pugnaban por proyectar poder e influencia, Cuba y la adopción de la ideología revolucionaria resultó funcional para la URSS: supuso ganancias que Estados Unidos no pudo revertir, a menos que arriesgara una confrontación con su par nuclear. Pero ese ciclo internacional terminó. No existe una nueva Guerra Fría: existe una nueva competencia; de manera que ha declinado sensiblemente aquello relativo con que Cuba era una espina en el bajo vientre de Estados Unidos.

Casi no se habla más de esferas de influencia, pero continúan existiendo en todas las zonas adyacentes de los poderes preeminentes. Se trata prácticamente de una de las “leyes de la geopolítica”.

Además, es muy posible que la ascendencia de La Habana en países de América Latina (un activo “duro” y “blando” del régimen castrista por décadas) pierda fuerza, algo que representa una ganancia de poder para Estados Unidos en relación con considerar alguna nueva doctrina para la región.

En estos términos, el problema para Cuba no es tanto el bloqueo estadounidense sino su ubicación geográfica.

9 La pandemia

La expansión de los contagios por coronavirus en la isla (más de 250.000 contagiados y casi 2.000 muertos a mediados de julio de 2021, según cifras oficiales) ha dejado en evidencia que el “factor salud” en Cuba no es el bien público inmaculado. Algo de ello se dijo cuando el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, desoyendo consejos, eligió someterse a la medicina cubana para superar su enfermedad.

La respuesta a la pandemia expuso las dudas sobre las vacunas cubanas, pues las producidas allí (que son tres: Soberana 01, Soberana 02 y Abdala) no siempre han demostrado eficacia y seguridad, pues, como ha ocurrido también en otros países donde se han utilizado otras vacunas, en Cuba se ha contagiado gente que se había aplicado las vacunas (que aún no están aprobadas; aparte, Cuba no forma parte de COVAX, el Fondo de Acceso global para Vacunas Covid 19). De manera que si Cuba tenía la posibilidad de hacer valer su activo blando de poder que es la salud, hasta el momento ello no pudo ser o bien ha sido relativamente.

Pero la pandemia trajo otro problema (también letal) para la economía de Cuba: la fuerte caída del turismo, el segmento que provee a Cuba de importantes ingresos.

10. La conectividad es indetenible

La extensión del parque de la telefonía móvil en la isla es, sin duda, el hecho clave para entender la movilización de la sociedad. En 1994, cuando ocurrieron protestas, las mismas tuvieron lugar en la capital. Hoy, las protestas tuvieron lugar a lo largo y ancho de toda la isla; y ello fue posible por la conectividad. De hecho, las protestas se iniciaron en San Antonio de los Baños, desde donde la información se expandió a toda la isla; casi inmediatamente, los hechos pasaron a reportarse a todo el mundo. En buena medida, lo que sucedió en Cuba en materia de conectividad ciudadana nos retrotrae a los sucesos que se vivieron en El Cairo en 2011, cuando las redes fungieron como el instrumento de convocatoria a las calles.

El régimen respondió de la manera esperada: bloqueó el servicio de internet. Pero el fenómeno de la conectividad es prácticamente indetenible. De hecho, el bloqueo del segmento digital en Cuba reactivó en Estados Unidos las fuerzas que pugnan por convertir en ley proyectos que permitirían que las personas, a pesar de bloqueos, continúen comunicadas entre sí y con el exterior.

En otros términos, la conectividad torna prácticamente imposible preservar el totalitarismo, incluso en China, cuyo régimen ha aprovechado la pandemia para mejorar el sistema de vigilancia digital pues sabe que la conectividad, ante una situación de descontento social, podría tornar incontrolable los levantamientos. Pero China, a diferencia de Cuba, cuenta con otros activos que le permiten mantener la “legitimidad”.

El régimen cubano podría seguir el “modelo venezolano” en matera de conectividad, es decir, bloqueo, vigilancia y represión permanente. Pero el precio sería muy alto: una de las insuficiencias que sufre, la energía, si se llegaran a cortar los aportes del exterior, empeoraría tanto que el colapso en la isla sería total.

En suma, la pandemia complicó severamente el escenario político, social y económico de la isla. Pero, en rigor, Cuba afronta una pluralidad de trastornos que dejan al régimen conservador en una situación casi terminal, aunque por ahora haya “controlado” las protestas.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG. 

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