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EL ENCUADRAMIENTO GEOPOLÍTICO INTERNACIONAL DE LA ACTUAL SITUACIÓN ESTRATÉGICA ARGENTINA

Grl Heriberto Justo Auel*

“La Geopolítica clásica proporciona una serie de análisis y reflexiones que en muchas ocasiones quedan olvidadas, como ideas del pasado, sin valor en el mundo de hoy”.

Pedro Sánchez Herráez[1]

 

  1. La restauración del conflicto entre talasocracias[2] telurocracias[3].
  2. La “anilla externa” del “rimland”.
  3. El despliegue chino en la disputa por la hegemonía mundial.
    • Europa del Este en el “rimland” y la frágil Unión Europea.
    • China y la contrarrevolución iberoamericana en la “anilla externa”.

 

1. La restauración del conflicto entre talasocracias vs. telurocracias.

Si bien los temas geopolíticos y estratégicos no tienen tratamiento público en la comunicación social diaria en nuestro país, tampoco lo encontramos en publicaciones académicas, ya fueren de carácter político o sociológico. Así es como, de las graves crisis sociopolíticas centrales que somatizamos en la región, solo tenemos un conocimiento “light”, superficial y anecdótico, en los que se soslaya lo esencial.

Es imposible que esta comunicación polemológica provenga del Estado Nacional —aunque este tiene como responsabilidad primaria la Seguridad Estratégica—, pues los simpatizantes de la “revolución neo-marxista” —que consciente o inconscientemente abundan en nuestra dirigencia política— lograron impedirlo por Ley —hace décadas— a través de las perversas e inconstitucionales leyes de Defensa Nacional y Seguridad Interior.

Con la finalidad de cubrir parcialmente esas ausencias, publicamos —en el año 2005— el ensayo “El Océano Político” y en el 2011 lo actualizamos bajo el título “La Actualidad de ‘La Tesis’ sobre el Océano Político”[iv], toda vez que compartimos totalmente el concepto del Dr. Pedro Sánchez Herráez que encabeza a este trabajo. El intelectual español lo hace motivado —seguramente— por su observación del ámbito europeo que ha influido significativamente en nuestro ambiente universitario, arrasado desde hace décadas por las ideologías totalitarias de aquel origen. Los clásicos están ausentes en el mundo posmoderno de currículas y profesores intrascendentes.

Decíamos ayer que “una de las características de la presente ´globalización planetaria’ —en la que ‘todos somos vecinos’— es la importancia que ha cobrado —en el diseño de nuestro futuro— la comprensión de la compleja circunstancia internacional, aún de aquella que en el pasado considerábamos irrelevante, por remota”.

Como lo expresa el título de este ensayo, deseamos darle a nuestra —ignorada— situación estratégica-revolucionaria un “encuadramiento geopolítico internacional”. Sin él no tendríamos la visión holística que exige el inédito y grave conflicto que enfrentamos los iberoamericanos. Es la única vía que nos permitirá lograr su resolución definitiva.

Finalizada la esquemática bipolaridad —en 1991— emergieron en el escenario internacional los actores “no estatales” —2001— que, aparentemente, daban fin a las “disputas clásicas” entre potencias e impulsaban serias confusiones teóricas. Simultáneamente Putin apareció en el escenario mundial con un neozarismo expansivo, China inicia su despegue —que la posicionó en el 2011 como la segunda economía mundial— y Turquía muestra sus afanes agresivos, que evidencian las debilidades de la UE.

Gran parte de Iberoamérica fue “ocupada” por gobiernos adheridos al Foro de San Pablo —FSP—, sostenido en aquel momento por los petro y narco dólares del “chavismo” y somatiza —aun hoy— los efectos de un renovado castro-comunismo.

Estos procesos de reacomodamientos geopolíticos en una situación internacional “líquida” —aún en curso— volvieron a despertar conflictos históricos —que permanecían adormecidos— entre las telurocracias y talasocracias. El acceso a los Océanos por parte de las potencias netamente terrestres dio siempre motivo —en la polemología clásica— a hechos históricos de trascendencia universal, que retienen importancia.

el sistema político que basa su poderío en el control de los mares.

Al alcanzar este punto de nuestro ensayo, deseamos recomendar a nuestros lectores repasar el ensayo “La Actualidad de ‘La Tesis’ sobre el Océano Político”. Abreviaríamos así la necesidad de desarrollar aquí —nuevamente— la Doctrina McKinder y en particular su Corolario Spykman. Ambas dieron lugar al mapa precedente.

2. La “anilla externa” del “rimland”.

Jinping ha exhortado recientemente a sus FF.AA. —de las que es Cte. en Jefe— a “mantenerse en alistamiento para el combate”. El Secretario de Estado Antony Blinken le respondió que ante cualquier acto de fuerza, la respuesta de EE.UU. será masiva. Biden y Putin intercambiaron misiles verbales inesperados y el 23 de marzo de 2021 —en Infobae— el Embajador García Moritán publicó: “EE.UU., dispuesto a enfrentar a China y a Rusia en simultáneo”. Boris Johnson teniendo muy en cuenta —probablemente— a la “Guerra del Opio”, aumentó en un 40% el presupuesto del arsenal nuclear británico.

El “área pivote” se encuentra cercada por una “anilla próxima” de tierras y aguas cercanas, que a su vez están rodeadas por otra “anilla externa” —como se observa en el mapa al pie—, en este caso de aguas y tierras “insulares” en donde se sitúa nuestra Iberoamérica, hoy bajo contraofensiva revolucionaria del FSP, desde julio de 2019.

Nicholas John Spykman —1893/1943— periodista y profesor estadounidense fue quien estableció en su obra “La Geografía de la Paz” —publicada en 1944 después de su fallecimiento— el concepto de “rimland”, complementario a la doctrina McKinder.

Señalaba en su libro el alto significado del “anillo marginal”, “zona de circunvalación” o “shatterbelt”[5] que rodeaban a la masa territorial en la que se aposentaba “la esencia del poder mundial”, que permitiría la supremacía mundial. Según el profesor americano, quien controla el “rimland” mantendría aislada y sin posibilidad de expansión a la potencia que dominara a la “Tierra Corazón”.

Como puede observarse la Rusia de Putin y gran parte de la China de Xi se encuentran en el “área pivote o heartland”. Debemos considerar su renovada importancia y también su posición relativa. Desde allí parten las señales y acciones que han recalentado la actual situación estratégica mundial, influenciada por la pandemia del Covid-19.

Si en 1945 la dimensión aérea —vertical— dio lugar al “corolario Spykman”, la nueva dimensión espacial da lugar —en nuestros días— a la silenciosa importancia de la “anilla externa”, que abarca a las Américas.

La clave —para Spykman— no era la posesión de la “Isla Mundial”, sino el control del “rimland” que la cercaba. El “oso ruso”, cercado por la “estrategia de la contención” en los años ´50 y ´60, “saltó” por sobre el cerco —para expandir el comunismo en los años subsiguientes— y así negar recursos a la alianza occidental.

Para ello quebró con sus blindados los compromisos de Potsdam y Yalta e impulsó guerras no convencionales a través del terrorismo revolucionario, en todo el Hemisferio Sur —en la “anilla externa”—.

Con la “Declaración Truman” —1947— se inició una nueva guerra mundial —la Guerra Fría—. EE.UU. lanzó el “Plan Marshall” para Europa y Japón, estableció numerosas bases aéreas y navales en el “rimland” y se vio forzado —para sostener la “contención”— a enfrentar las guerras de Corea —1950—, Vietnam —1955— y Afganistán —1979—.

En 1949 Mao toma el poder en China. Surge un nuevo “rival” para Occidente dentro del “rimland”. Es el que hoy sugiere la probabilidad de una “nueva guerra fría” y nos hace pensar que la “contención” ya no puede quedar hoy en manos de una sola potencia, aunque militarmente fuere la “primum inter pares” y que el “corolario Spykman” —la mera ocupación geográfica del “rimland”— está totalmente superada. La estrategia china es de otra naturaleza y es imprescindible entenderlo. No le preocupa la confrontación de las “autocracias Vs. democracias” —como a Biden—. Centralmente le preocupa y ocupa el poder imperial chino en ascenso.

La evolución de la civilización posindustrial —y la consecuente aceleración en la innovación tecnológica— ha afectado a la antigua valorización del “rimland”. Uno de sus factores, que obliga al replanteo de bloques y alianzas, es el de la energía. El paso de las “arterias del planeta” que llevan los hidrocarburos rusos —verdadero “maná” para el Kremlin— a través del “rimland” a espacios fuera del control de Putin, origina aproximaciones pragmáticas entre viejos rivales.

Tales son los casos de Rusia, Turquía o Irán, potencias intermedias que obstaculizan la presencia de Occidente en la línea de borde con Oriente y muestran belicosidad, sin pudor alguno ante Israel, avanzada Occidental en el Gran Medio Oriente.

El imperio soviético —implosionado en 1989/1991— cedió de hecho —gradualmente— el bastón imperial a la China post-Mao —un comunismo con “capitalismo de Estado”— dentro de la “Isla Mundial”. La expansión estratégica del comunismo estalinista —desde aquel momento— cambió de impronta ante un Occidente en crisis de identidad. A Clausewitz lo reemplazó Sun Tzu y emergió un innovado comunismo chino, escasamente asimilado aún en nuestro hemisferio.

Históricamente Rusia demostró una alta hipersensibilidad en la seguridad de sus fronteras y buscó —sin pausa— sus “glacis estratégicos”[6]. Es por ello que Putin inaugura las Guerras de Séptima Generación[7] en Ucrania y ocupa Crimea y el Puerto de Sebastopol, sobre el Mar Negro, base principal de su Armada.

Xi se aproximó a Moscú —interesado en su arsenal— y con ello a la “alianza invencible” planteada por el Cap Haushofer en su “Tesis” ciertamente más fuerte que la de Xi—[8]. Sigilosamente —desde el 2011— con estrategias indirectas y “zonas grises”[9] China se posiciona en el “anillo exterior” a modo de “contra cerco” sobre el Occidente talasocrático, desplegando su nueva capacidad expansiva en Iberoamérica, África, Australia y también en su vecindario limítrofe —en el “anillo interior”.

En la Argentina está presente con finanzas, bancos, puertos, ferrocarriles[10], producción de alimentos, minería, etc. Cuenta con una base estratégica espacial en la Bajada del Agrio y ha ingresado a espacios culturales en las principales universidades nacionales[11].

En el pico de la pandemia, el retardo de Xi en la entrega de la vacuna Sinopharm a Buenos Aires ha provocado variados supuestos acerca de promesas KK incumplidas. Cuenta en el gobierno —desde el 2020— con figuras que llenan el rol de Rasputín ante la zarina: el “Chino” Carlos Zannini, —profundo lector de los “Cinco Escritos Militares de Mao”[12] y el “Perro” Verbitstky, leal seguidor de la doctrina estratégica de Sun Tzu. Ambos, factores operativos centrales de Ella. La oposición demuestra un total desconocimiento de las maniobras estratégicas en curso. Su lectura de la situación es totalmente superficial.

3. El despliegue chino en la disputa por la hegemonía mundial.

China ha superado su categoría de potencia “emergente”. Continúa participando en las cumbres de los BRICS —la última en noviembre de 2019— por variadas conveniencias. Pero hace diez años —2011— alcanzó el rango de segunda economía mundial y la pandemia la impulsa a ocupar el primer lugar. Ha emergido. Xi ha logrado que se le autorice permanecer en el cargo sin límites de tiempo y el PCCh celebra este año su primer centenario.

En septiembre de 2013, Xi visitó Kazajistán, dentro del “rimland”, en Asia Central. Lanzó desde allí “La Ruta de la Seda Continental” y treinta días después lo hizo con la “Ruta de la Seda Marítima”, ambas proyectadas hacia a todo el planeta. El objetivo declarado por Beijing es el de “crear una esfera de prosperidad compartida” incrementando las posibilidades de movilidad e interconexión. Como puede observarse en el mapa al pie, se circunvala la “tierra corazón” y la ruta se desplaza a lo largo de todo el “rimland”. Xi ha expresado su intención de abrir otro gran eje por el Norte, cabalgando al Transiberiano. Putin no lo acompaña en la iniciativa, pero deja hacer.

Esta “agresividad” expansiva de China afecta la sensibilidad rusa en su glacis estratégico de seguridad, sobre el que retiene “un interés privilegiado”. El despertar del Dragón perturba al Oso —que añora tiempos pretéritos—. Así ocurre en Bielorrusia y los Balcanes Europeos. Es muy probable que este conflicto se haga público cuando Xi plantee la “Ruta de la Seda Polar”. Putin se sentirá afectado por su “aliado” pues hace tiempo los rusos la transitan y exploran. El deshielo provocado por el “cambio climático” ha despertado la búsqueda de recursos en el desierto blanco del Norte.

A la “tierra corazón” se le está abriendo el flanco Norte, hasta hace poco tiempo asegurado por los hielos y Moscú lo somatiza, más aún cuando en la vecindad se extiende la inmensa Siberia anaecuménica, con sus yacimientos de hidrocarburos, tan necesarios para Beijing.

Ambas iniciativas —terrestre y marítima— con sus monumentales infraestructuras, parques empresariales, áreas logísticas, puertos, aeropuertos, oleoductos, líneas de comunicaciones, etc., están afectando —a las comunidades que atraviesan— en su calidad de vida, tradiciones y desarrollos sociales. La televisión alemana nos ha hecho conocer en detalle —recientemente— el avance admirable de ambas rutas y sus inconvenientes, que hasta el momento fueron superados de la mano de la “diplomacia de las mascarillas” o de las “vacunas contra el Covid-19”.

La iniciativa de las “Rutas de la Seda” evidencia la actitud estratégica ofensiva de China —desde el 2013— que abarca a todo el “rimland” por tierra y mar, la zona Ártica y el eje de la “tierra corazón”. Esta maniobra decidida y coordinada alertó no solo a Putin, sino también a la OTAN.

El sistema de poder chino no diferencia al sector político del militar, en el alto nivel. De allí que la enorme infraestructura en marcha abarca —de hecho— también a la seguridad de Occidente. Bruselas —hasta el 2010— no había previsto la rivalidad entre las grandes potencias. Actualmente desarrolla nuevos enfoques —fundados en las “zonas grises” y “guerras híbridas”— como ya lo hemos tratado en los recientes ensayos del IEEBA[13].

EE.UU. ha concentrado su Política Exterior y de Defensa en el atropello a los Derechos Humanos de Beijing sobre la minoría de los uigures. China está haciendo una limpieza étnica de esta minoría musulmana en la región de Xinjiang. Dos millones de personas han sufrido allí un intenso adoctrinamiento político, trabajos forzados, torturas y abusos sexuales en un área estratégica sensible, que demuestra la caracterización del tipo de gobierno de Xi.

  • Europa del Este en el “rimland” y la frágil Unión Europea.

Europa del Este fue uno de los epicentros de las últimas guerras mundiales y es la puerta de ingreso a la “tierra corazón”. Recientemente —a esta región— se le ha llamado “Plataforma 17 + 1” —que incluye a Europa del Este, los Balcanes y los países bálticos + China—, reunidos en un marco de cooperación económica, comercial y de desarrollo de infraestructuras. 

La UE retiene una actitud estratégica pasiva, resultado de su larga caída cultural y política en el mundo de la posguerra fría, convulsionada por imponderables conflictos y reacomodamientos geopolíticos. Su debilidad y sus contradicciones la incapacitan para tomar posiciones firmes en las nuevas disputas y aún en la defensa de sus valores históricos, como lo son la democracia y la libertad.

Ello queda en evidencia cuando países del Este o del Grupo de Visegrado[14] hacen oídos sordos a pautas y normas dictadas por Bruselas, que la “diplomacia de la vacuna” rusa ha hecho más ostensible. La vacuna rusa es estatal. Es el gobierno quien elige a quien vende o no vende. Los millones de vacunas orientadas a los espacios externos de interés geopolítico de Moscú fueron cuestionados en Bruselas por el hecho de que no estaba aprobada por la Agencia Europea del Medicamento.

A la vacuna se la consideró —en la OTAN— como un instrumento de la guerra híbrida y si en Buenos Aires no ocurrió algo homólogo —en el ámbito de la dirigencia— fue porque se ignora totalmente la situación estratégica global y aún a la propia[15].

Hay una nueva lucha por el control del “rimland”, pero a los actores del pasado ahora se agrega China, que lo hace en la búsqueda de su primacía mundial. Rusia también aspira mejorar allí su estatus y Turquía pretende disputarle a Irán la hegemonía en el Gran Medio Oriente que ostenta Israel, aliado de Occidente.

  • China y la contrarrevolución iberoamericana en la “anilla externa”.

China tiene 1400 millones de habitantes. El doble que Iberoamérica y más de cuatro veces la población de EE.UU. Ergo, su necesidad de materias primas es inmensa. Necesita hidrocarburos, minerales y alimentos. Solo el 13% de su superficie es cultivable y no ha logrado detener el proceso de desertificación de su suelo. Desde el momento en que cambió su modelo económico empezó a alimentar a su enorme población y se convirtió en un poderoso importador de alimentos e insumos. Ello repercutió fuertemente en nuestra región.

Actualmente China se ha convertido en una potencia exportadora, importadora y poderosa agencia financiera para Iberoamérica, en donde doce mil empresas chinas han invertido en los más diversos frentes de producción. La consolidación de su influencia política está directamente relacionada con la utilidad que le representan los votos de la región en la OMC y otros organismos multilaterales.

Con una estrategia indirecta —progresivamente— ocupa espacios llaves en la “anilla exterior” a través de una maniobra planetaria, que la posiciona como gran potencia.

La “revolución socialista iberoamericana” se ha enancado en dicha maniobra y Beijing, apelando a su milenaria cultura la explota, pero no se compromete. ¿Hasta dónde llegará la hipócrita intencionalidad de los KK? Acaban de situar al lado del sillón de Xi a un chinólogo, “embajador especializado”, formado en su niñez en La Habana.

La práctica negociadora china —exclusivamente mercantilista— ignora aquellas acciones violatorias del Derecho Internacional o de los Derechos Humanos de sus contrapartes. Tal ha sido el caso de su relación con Chávez y Maduro. Hoy Venezuela debe 60.000 millones de dólares a Xi y por ello se hizo cargo de PDVSA, para cobrar las acreencias de los últimos veinte años. Ese desembarco se está desarrollando en conjunto con el aliado ruso, que tiene allí intereses y tropas que acompañan a las cubanas, establecidas en Caracas hace años.

En la Argentina el encubierto gobierno de Ella está demoliendo lo que queda de la economía “de mercado”. Es condición necesaria para dar “el salto de garrocha” —que venimos anticipando en los últimos meses— y así legitimar el desembarque chino en nuestro país —sumido en un caos provocado—, para pasar —sigilosamente— a la órbita imperial de Beijing y al “capitalismo de Estado”, redentor de la Argentina Nac&Pop, que estrenaría simultáneamente una nueva Constitución Nacional, hecha a medida.

Es la fórmula que anticipan los enérgicos últimos discursos de Ella —que ignoran a Tartufo— y los hechos —dosificados— que ejecutan los alfiles alquilados. El nombramiento del nuevo ministro de Justicia es sumamente elocuente, frente a las eventualidades inmediatas.

Mientras tanto y navegando en superficie, la oposición sigue descansando y ejercita el diálogo. Vive en un aletargado período sabático, plagado de anécdotas televisivas.

El cambio de sistema es la maniobra central —y única— que persigue el “gobierno de científicos”, conducido desde el “Instituto Patria”. Ello explica lo inentendible: la más absoluta ineficiencia y pasividad en todos los frentes del gobierno de Tartufo. El cambio de Constitución, un nuevo alineamiento regional con las autocracias y el cambio de inserción internacional, encubren la absolución de Ella y su encumbramiento histórico: la heroína que logró —luego de setenta años de luchas revolucionarias— los fines últimos de la Revolución Socialista Iberoamericana.

Se consagraría así el encuentro combinado de la compleja contraofensiva revolucionaria local —encubierta por los kk— con la maniobra exterior —planetaria— de la super potencia “in partibus”.

Pero, la salida de la zona de seguridad de Occidente no será fácil ni gratuita. Un Lula políticamente rehabilitado les será imprescindible. Y el FSP deberá garantizar la contención de la reacción de los pueblos, que por el momento parece imposible.

El posicionamiento internacional de Xi —en toda la “anilla exterior”— prevé acuerdos en infraestructura, energía, minería, transporte y exportaciones de alimentos. En la Argentina el acuerdo porcino y la construcción de la central Nuclear IV en Campana son los dos más importantes. Contemplan inversiones por 30 mil millones de dólares.

Además de lo invertido por Beijing en nuestra Patria en las últimas décadas, BAE Negocios nos hace saber que el gobierno “en una videoconferencia con la ‘Academia China de Ciencias Sociales’ realizada la semana pasada —19/23 de marzo de 2021— manifestó que “hay más de 20 proyectos relacionados con la energía y la infraestructura que se están negociando” con China. Con una economía golpeada por el coronavirus, Alberto Fernández busca aumentar la cooperación con el país gobernado por Xi Jinping, en una unión similar a la ‘alianza estratégica integral´ que sellaron Argentina y China durante el gobierno de Cristina Kirchner”.

Tartufo prevé visitar China en mayo para firmar los acuerdos bilaterales más importantes. Ambos países se encuentran en plenas negociaciones a cargo del secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Beliz; el Ministro de Economía Martín Guzmán, Matías Kulfas y el nuevo embajador argentino en China, el cuasi cubano Sabino Vaca Narvaja. ¿Lo logrará? Como ya hemos dicho, Xi es mercantilista y autócrata, necesita posicionarse en la “anilla externa” pero no cruzará la línea roja de la “zona gris”.

Según El Cronista el gobierno avanzaría con un total de 15 planes que significarían un desembolso de US$ 30.000 millones por parte de Beijing, entre los que se encuentran la rehabilitación del sistema Ferroviario San Martin; mejoras en la línea del FC Roca, obras de infraestructura en el sistema del Mitre y del Urquiza y la interconexión con los FC chilenos en la Patagonia. Proyectos que China necesita para sus importaciones.

El conocido y debatido proyecto de granjas porcinas inteligentes es resistido por la Unión Vegana Argentina y organizaciones medioambientales por sus consecuencias en el ecosistema. Prevé que la producción de carne aumente en más de 800.000 toneladas, gracias a inversiones que rondarían los US$ 3.800 millones. Todo esto significaría nuevas exportaciones por unos US$ 2.500 millones, para una población china que evoluciona socialmente.

Según El Cronista, China tiene entre sus planes de inversión en Argentina los siguientes proyectos:

    • Construcción de la planta Hidroeléctrica El Tambolar y la de Chihuido en Neuquén y la hidroeléctrica Potrero del Clavillo en Catamarca/Tucumán.
    • Instalación de una estación de Energía Fotovoltaica de Jujuy Cauchari que podría convertirse en el más grande de Sudamérica en su tipo, incluye más de 1.180.000 paneles solares ubicados a 4.020 mts. sobre el nivel del mar, construido por Power China y Shanghái Electric.
    • Inversión en el Parque Eólico «Cerro Arauco» de La Rioja y la estación Hidroeléctrica «Los Blancos».
    • Dragado del Río El Salado.
    • La transmisión eléctrica del complejo Hidroeléctrico Cóndor Cliff-La Barrancosa.
    • Acuerdos para la construcción del Polo Energético Zárate (Gas) y desarrollo de gasoductos en Vaca Muerta.
    • Vaca Muerta es otro de los proyectos que China busca potenciar.

A futuro, también tiene en carpeta los siguientes proyectos:

    • Realización de un acueducto y plantas potabilizadoras.
    • Remodelación del puente Chaco-Corrientes y Corredores Viales.
    • Desarrollo de un polo logístico de envergadura en Tierra del Fuego.

Por último, Xi Jinping sueña con cerrar la llegada de la tecnología 5G a Argentina de la mano de Huawei y de esta manera competir con EE.UU. por las telecomunicaciones, elemento central en las guerras de 7ma. generación.

La acelerada caída del gobierno de Tartufo —desde la salida del Gabinete de la Dra. Losardo— ha prendido las luces rojas y las máscaras caen, una a una, difuminando a los restos del relato. ¿Y si los chinos no atendieran el teléfono? La Sinopharm muestra interferencias en las líneas. ¿Queda tiempo? …, ¿Hay resto?… ¡¿Hay plan B?!… Es para ello que se ha nombrado un “talibán” en Justicia… Macri —preventivamente— desenvainó y se plantó en la palestra… Las definiciones están a la vista.

Por todo ello entendemos que llegó la hora —para que los argentinos libres— reflexionen a la luz de la sentencia del acápite:

“La Geopolítica clásica proporciona una serie de análisis y reflexiones que en muchas ocasiones quedan olvidadas, como ideas del pasado, sin valor en el mundo de hoy”.

 

* Oficial de Estado Mayor del Ejército Argentino y del Ejército Uruguayo. Ha cursado las licenciaturas de Ciencias Políticas, de Administración, la licenciatura y el doctorado en Relaciones Internacionales. Se ha desempeñado como Observador Militar de la ONU en la Línea del Cese de Fuego del Canal de Suez.

Se ha desempeñado como Profesor Titular de Polemología, Estrategia Contemporánea y Geopolítica, en Institutos Militares Superiores y en Universidades Públicas y Privadas. Ha sido conferencista invitado en el país y en el exterior. Ha publicado numerosos artículos sobre su especialidad y cinco libros acerca de la evolución de la situación internacional en la posguerra fría. Actualmente se desempeña como: Presidente del “Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires” (IEEBA), Presidente de la “Academia Argentina de Asuntos Internacionales” (AAAI) y Director del “Instituto de Polemología y Estrategia Contemporánea” (IPEC), de la Universidad Católica de la Plata (UCALP). Es miembro activo de la Asociación Argentina de Derecho Internacional y miembro Honorario del Instituto de Teoría del Estado.

 

Referencias

[1] P. Sánchez Herráez. “Siglo XXI: ¿el retorno a la lucha por el Rimland? Boletín Electrónico del IEEE. 17/03/2021. www.ieee.es.

[2] Talasocracias: Se refiere al dominio imperial o a la potestad que se ejerce sobre los océanos. El concepto también corresponde el sistema político que basa su poderío en el control de los mares.

[3] Telurocracias: Son aquellos imperios continentales en los que su fuerza depende del control del territorio. Surgen de países que por su naturaleza geográfica tienen necesariamente vocación terrestre. Es decir, países con mucho territorio continental.

[4] H. J. Auel. “La Actualidad de ‘La Tesis’ sobre el Océano Político”. IEEBA, septiembre de 2011. www.ieeba.org.ar.

[5] Shatterbelt: Se dice de una región atrapada entre fuerzas políticas y culturales externas en colisión, bajo una tensión persistente y a menudo fragmentada por rivales agresivos.

[6] Glacis: Espacio geográfico de seguridad en las líneas de borde imperiales.

[7] H. J. Auel. “La amenaza híbrida en la Quinta Campaña”. IEEBA, julio de 2020, www.ieeba.org.ar.

[8] H. J. Auel. “La Actualidad de ‘La Tesis’ sobre el Océano Político”. IEEBA, septiembre de 2011. www.ieeba.org.ar.

[9] H. J. Auel. “La amenaza híbrida en la Quinta Campaña”. IEEBA, julio de 2020, www.ieeba.org.ar

[10] “Proyectos Ferroviarios respaldados por China cobran impulso en Chile y Argentina”. MercoPress, 25/03/2021, https://es.mercopress.com/rs

[11] H. J. Auel. “La amenaza híbrida en la Quinta Campaña”. IEEBA, julio de 2020, www.ieeba.org.ar.

[12] Los Cinco Escritos Militares de Mao.  Obra escrita por Mao Tse-tung para sintetizar las experiencias de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria y dada a conocer en una serie de conferencias en la Academia del Ejército Rojo, en el Norte de Shensí. De vasta difusión en Occidente.

[13] H. J. Auel. “La amenaza híbrida en la Quinta Campaña”. IEEBA, julio de 2020, www.ieeba.org.ar.

[14] Grupo de Visegrado:  El Grupo de Visegrado —también conocido como V4— es el nombre que recibe la alianza política y cultural formada por cuatro países de Europa Central que comparten raíces, valores culturales e intereses: Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, todos miembros de la OTAN y de la Unión Europea.

[15] H. J. Auel. “La Geopolítica del “virus chino”. IEEBA, mayo de 2020, www.ieeba.org.ar.

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BIDEN SE CALZA EL TRAJE DE WILSON Y DE REAGAN FRENTE A RUSIA (Y EL MUNDO)

Alberto Hutschenreuter*

David Lienemann / Casa Blanca Oficial

Para aquellos que seguían los escritos del Joseph Biden desde bastante antes de que llegara a la presidencia de Estados Unidos, en modo alguno fueron sorprendidos cuando hace pocos días, ante la pregunta que le hizo su entrevistador de la cadena ABC en relación con si consideraba que el presidente Putin era un asesino, respondió afirmativamente; asimismo, agregó que “pagará las consecuencias” por interferir en las elecciones de 2020.

Aunque fue la primera vez que como mandatario realizó una afirmación tan extrema y categórica sobre su par ruso, efectivamente, en textos escritos en años anteriores se refirió a Rusia y a su régimen en términos muy críticos, llegando a calificar al sistema encabezado por Putin como cleptocrático con fines asociados con socavar a las democracias occidentales; por tanto (siempre en sus palabras), había que “erradicar las redes a través de las cuales se extendía la influencia maligna del Kremlin”.

Más allá del calificativo del que difícilmente podrá volver el presidente estadounidense, el dato que hay que tener presente es la visión centrada no solo en dividir en “buenos” y “malos” a los regímenes políticos, sino la absoluta convicción de que la calificación se realiza desde el lugar o territorio del “bien” o, para ser un poco menos tajante, desde un sistema de valores mayores o superiores a cualquier otro en la tierra. En estos términos, no podemos dejar de pensar en el gran jurista Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos entre 1913 y 1921 y creador de la Sociedad de las Naciones.

Existe sobre este mandatario demócrata una concepción tal vez algo simplificada en relación con sus ideas. Casi automáticamente se lo asocia con el idealismo en las relaciones internacionales, lo cual no deja de ser cierto. Básicamente, la corriente idealista o wilsonianismo plantea la primacía de la diplomacia y la seguridad colectiva como herramientas mayores frente a las rivalidades y disensos entre los Estados, a diferencia del realismo que, en un contexto de anarquía entre los Estados, antepone la primacía de los intereses, la seguridad y la capacidad de los mismos, por tanto, no queda excluida la guerra, el fenómeno social regular (no excepcional) en la historia, como sentenciaba Emery Reves.

Pero Wilson no hablaba desde una comunidad de valores internacionales: lo hacía desde los valores y normas estadounidenses. Es decir, si era posible un orden internacional, dicho orden debería reflejar y estar inextricablemente ligado a la urdimbre institucional-jurídica de génesis y desarrollo estadounidense. Para Wilson, sencillamente no existía otra opción. Y acaso lo más importante: su concepción implicaba una estrategia de coerción moral y jurídica, es decir, como lo advirtió Carl Schmitt, una situación prácticamente de hegemonía ideológica. Y cuando hablamos de hegemonía (o incluso de “imperialismo moral”) nos alejamos del idealismo, o bien tenemos que relativizarlo, pues tal condición implica disposición de ir a la guerra para preservarla.

De modo que Wilson, que en su formación había estudiado con atención las apreciaciones histórico-geopolíticas de Frederick Jackson Turner, identificaba la sustancia del orden entre Estados con el orden jurídico imperante en el territorio estadounidense. Dicho bien público internacional solo era posible desde una construcción institucional-jurídica concebida en ese país, un territorio inmunizado contra la guerra; por tanto, un territorio del “bien”, situándose el “mal” (es decir, las confrontaciones armadas casi permanentes) en el resto de la tierra.

Por otra parte, en ese orden basado en “la diplomacia primero” no podía haber lugar para otras propuestas igualmente de cuño universal, aunque totalmente diferentes al orden que propugnaba Wilson.

En este sentido, la revolución bolchevique implicó el despliegue de una diplomacia de nuevo cuño, donde la clásica relación Estado-Estado fue suplida por la relación Estado-clases trabajadoras con el fin de minar gobiernos burgueses y reemplazarlos por gobiernos de trabajadores. Había nacido un régimen basado en la subversión internacional, hecho que fue determinante para que Rusia, derrotada por el derrotado, Alemania, y en estado de guerra civil, no fuera invitada a la Conferencia de Paz.

Salvando diferencias, cuando Biden realiza consideraciones sobre el régimen de Rusia y sobre su mandatario, y no solo sobre el régimen de este país, lo está haciendo desde esa condición de excepcionalidad que supone Estados Unidos en el mundo. No se trata solamente del único país grande, rico y estratégico, sino del único dotado de valores políticos, jurídicos, institucionales, morales, etc., como para ser el “inmejorable” capaz de proporcionar al “resto del mundo” aquellos bienes públicos que supongan un orden internacional. En pocas palabras, una nación mundialmente redentora.

En este marco, desde la visión del mandatario demócrata, Rusia, más allá del régimen, continúa siendo un actor carente de modernización, es decir, no de modernización económica, sino de aquella modernidad político-institucional que la “habilite” para ser “reconocida” por los demás poderes (de Occidente, claro) como un actor confiable. En estos términos, una Rusia “homologada” por Occidente haría innecesario continuar exigiendo “pluralismo geopolítico” sobre este país, es decir, que sea un actor que respete la soberanía de los países vecinos y abjure de todo revisionismo geopolítico, que para Occidente pareciera se trata (este último) de una “regularidad” que trasciende a cualquier régimen, salvo aquel que suponga el menor riesgo para Occidente y sea el más dócil, por ejemplo, el encabezado por Yeltsin a principios de los años noventa.

Asimismo, como sucedió tras la toma del poder por los bolcheviques, cuando acaso se inició la misma Guerra Fría pues el “patrón bolchevique” implicó un reto ideológico en las relaciones internacionales, la Rusia bajo el mando de Putin supone, desde la visión occidental, un riesgo para las relaciones internacionales en el siglo XXI, aunque la misma no sea portadora de ideología o alternativa sociopolítica alguna, a menos que se considere que una autocracia basada en el capitalismo de Estado lo sea.

Por tanto, no solo es preciso defender a Occidente de la subversión rusa y erradicar la extensión de su influencia maligna (para expresarlo en las mismas palabras de Biden), sino debilitar a Rusia hasta el punto de reducir al mínimo su condición de gran poder, no superpotencia, porque Rusia es grande, rica pero no cabalmente estratégica.

El envenenamiento del líder opositor Alekséi Navalny, en agosto de 2020, fungió como el hecho que precipitó ese objetivo, si bien el origen de dicho propósito hay que rastrearlo tras el mismo final de la contienda bipolar, cuando Estados Unidos mantuvo, frente a una extraña y complaciente Rusia, un enfoque y manejo dirigido a erosionar las posibilidades de recuperación de Rusia, siendo sin duda la expansión de la OTAN la principal estrategia para contener y vigilar a este país, e incluso afectar el activo geopolítico ruso basado en la profundidad territorial. En otros términos, ir más allá de la victoria en la Guerra Fría, algo que Clausewitz nunca habría recomendado tras un triunfo militar.

Con Biden desde la presidencia, muy difícilmente se alcancen acuerdos con Rusia en relación con la situación de “ni guerra ni paz” que existe entre ambos países, no solo ya por la OTAN “ad portas” de Rusia, sino por otros múltiples temas que van desde el suministro de gas ruso a Europa hasta las armas estratégicas, todo en un contexto de crecientes sanciones por parte de Occidente.

Desde estos términos, hay cierto paralelo de los Estados Unidos de hoy con aquel de los años ochenta, cuando el presidente republicano Ronald Reagan amplificó la estrategia iniciada por el demócrata James Carter hacia fines de los ochenta, logrando ventajas estratégicas decisivas frente a la entonces Unión Soviética.

Sabemos qué sucedió después: el derrumbe se produjo principalmente por cuestiones económicas que el país arrastraba desde los años cincuenta, sobre todo en materia de baja productividad; pero la presión externa desempeñó un importante papel.

En breve, no sorprenden las recientes consideraciones de Joseph Biden en relación con Putin y su régimen. Se enmarcan en el sentido de excepcionalidad y misión redentora de los Estados Unidos. La cuestión es si en el siglo XXI, cuando ya se agotó el orden internacional liberal que nació en 1945, es posible sostener tales convicciones sin padecer consecuencias, aun siendo el único actor grande, rico y estratégico del mundo.

 

* Alberto Hutschenreuter es doctor en Relaciones Internacionales. Su último libro, publicado por Editorial Almaluz en 2021, se titula «Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante».

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JOE BIDEN Y SUS PRIMEROS MOVIMIENTOS CONTRADICTORIOS DE POLÍTICA EXTERIOR

Giancarlo Elia Valori*

Joe Biden, presidente de los Estados Unidos. Foto: The White House.

Aquellos que pensaban que el anciano presidente estadounidense, ex vicepresidente de Barack Obama, entraría en el centro de atención internacional como el sabio y moderado estadista que había sido durante la campaña electoral han tenido que revisar su juicio.

Apenas unas semanas después de asumir el cargo, Joe Biden llevó abruptamente a Estados Unidos de vuelta a los escenarios de Medio Oriente con una doble maniobra político-militar que ha despertado una considerable perplejidad y protestas en los Estados Unidos y en el extranjero.

Como señaló el portavoz del Pentágono, John Kirby, la primera medida sorpresa decidida directamente por el presidente fue ordenar un bombardeo aéreo contra dos bases de milicianos que se cree están cerca de Hezbolá e Irán, ubicadas en Siria cerca de la frontera con Irak.

Se informa que entre 22 y 27 personas, ya sean milicianos o civiles, murieron en el ataque, que tuvo lugar durante la noche del 25 de febrero.

La orden de atacar a las milicias pro-iraníes estuvo motivada por la necesidad de Biden de reaccionar a un ataque en Erbil, en el Kurdistán iraquí, a principios de febrero contra una base logística del ejército estadounidense, que resultó en la muerte de un empleado filipino de la base.

Al comentar sobre el incidente, el portavoz del Pentágono Kirby dijo: “Los ataques aéreos han destruido almacenes y edificios utilizados en la frontera por las milicias pro-iraníes Kathaib Hezbollah y Kataib Sayyid al Shuhaba y han transmitido el mensaje inequívoco de que el presidente Biden siempre actuará para proteger al personal estadounidense. Al mismo tiempo, la acción tiene por objeto perseguir deliberadamente el objetivo de desescalar la tensión tanto en el este de Siria como en Irak”.

Aparte del hecho de que suena ambiguo justificar un ataque sorpresa en el territorio de un Estado soberano (todavía) como Siria con la necesidad de “reducir la tensión” en la región, la iniciativa del presidente Biden no ha despertado pocas perplejidades también en Estados Unidos, además de las protestas obvias del gobierno en Damasco.

Mientras que muchos senadores republicanos y congresistas han aprobado las acciones de Biden porque, como ha argumentado el senador republicano Pat Toomey, “Biden tiene derecho a responder con armas a los recientes ataques apoyados por Irán contra intereses estadounidenses”, los miembros de su propio partido no han ocultado sus críticas y perplejidad porque supuestamente el presidente no respetó las prerrogativas exclusivas del Congreso en términos de «acciones de guerra».

El senador demócrata Tim Kane fue muy duro y explícito: “una acción militar ofensiva sin la aprobación del Congreso es inconstitucional”.

Su colega del mismo partido, Chris Murphy, dijo a CNN que “los ataques militares requieren la autorización del Congreso. Debemos exigir que esta Administración se adhiera a las mismas normas de comportamiento que hemos exigido a las administraciones anteriores…

Exigimos que siempre haya justificación legal para todas las iniciativas militares estadounidenses, especialmente en un teatro como Siria, donde el Congreso no ha autorizado ninguna iniciativa militar”.

Con el fin de subrayar la inconsistencia de la justificación de la Casa Blanca de que los ataques iban a “reducir la tensión” en la región, el congresista demócrata Ro Khana intensificó públicamente las críticas diciendo: “Tenemos que salir de Medio Oriente. Me pronuncié en contra de la interminable guerra de Trump y no me callaré ahora que tenemos un presidente demócrata”.

Como podemos ver, las críticas al presidente Biden han sido duras y muy explícitas, marcando así el final prematuro de la “luna de miel” entre la Presidencia y el Congreso que, según la tradición estadounidense, marca los primeros cien días de cada nueva Administración.

La demostración militar de fuerza del presidente Biden parece estar marcada no sólo por las dudas sobre la constitucionalidad planteadas por los principales miembros de su propio partido, sino también por la naturaleza contradictoria de las motivaciones y justificaciones.

Según la Casa Blanca, en vista de la reducción de la tensión en Siria, es necesario enviar bombarderos, sin perjuicio de la necesidad de «transmitir una señal amenazante» a Irán, en el mismo momento en que el propio presidente está declarando que quiere reabrir el «acuerdo nuclear» con Irán, es decir el diálogo sobre la cuestión nuclear abruptamente interrumpido por su predecesor.

En resumen, los movimientos iniciales del nuevo Presidente en la región de Medio Oriente no parecen diferir demasiado de los de sus predecesores que, como él, pensaban que la acción militar —incluso sangrienta y brutal— siempre podría considerarse una opción útil como sustituto de la diplomacia.

Esta acción militar, sin embargo, apenas parece justificable en sus motivaciones si es cierto que el presidente Biden tiene la intención de reducir la tensión en las relaciones con Irán, que se han vuelto cada vez más tensas debido a iniciativas como las de su predecesor, Donald Trump, quien a principios del año pasado ordenó el asesinato del miembro de más alto rango de la jerarquía militar iraní, Qassem Suleimani, que fue tiroteado por un dron cerca de Bagdad.

La otra medida del presidente Biden en un teatro delicado y sensible como el Cercano Oriente, parece al menos inoportuna: fue autorizar a la CIA a desclasificar el informe sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado en 2018 en las instalaciones del consulado saudí en Turquía.

El informe de la CIA acusa sin rodeos al príncipe heredero Mohammed Bin Salman de ordenar el asesinato del periodista disidente. Su publicación, autorizada por el presidente Biden, ha desatado una tormenta de controversia dentro y fuera de Estados Unidos, poniendo así en duda la relación estratégica entre Estados Unidos y Arabia Saudí, que a lo largo de los años se ha construido minuciosamente con el doble objetivo de contrarrestar la presencia e influencia de Irán en el Líbano, Siria e Irak, así como controlar los impulsos extremistas de socios regionales ricos y peligrosos como Qatar.

El príncipe Bin Salman, ahora firmemente establecido como único heredero al trono saudí, es una contraparte obligatoria de los Estados Unidos.

En vano (e imprudentemente), el presidente Biden ha declarado públicamente su preferencia por un diálogo directo con el rey Salman. 

El Rey, de 85 años, sin embargo, no sólo se encuentra en malas condiciones de salud, sino que también ha dicho claramente a los estadounidenses que tiene la máxima confianza en “su único y legítimo heredero” a quien ya ha delegado realmente la gestión de los asuntos del Reino.

La Administración del presidente Biden, y su nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, nunca han ocultado que prefieren a otro príncipe heredero como posible homólogo, a saber, Mohammed Bin Nayef, que es muy cercano a la CIA gracias a los buenos oficios del ex jefe de los servicios de inteligencia saudíes, Saad Al Jabry. Sin embargo, en el complicado mundo de la Corte Saudí, las cosas no siempre avanzan de la manera simple y directa preferida por los estadounidenses.

Mohammed Bin Najef está actualmente en prisión por cargos de corrupción y por lo tanto está definitivamente fuera de la carrera por el trono, mientras que su enlace con la CIA, Al Jabry, se ha autoexiliado en Canadá para escapar de la “persecución” que cree que ha sido orquestada por los cortesanos saudíes.

Si los Estados Unidos quieren seguir desempeñando un papel en Medio Oriente y posiblemente ejerciendo una función estabilizadora en una región que fue muy desestabilizada por la desafortunada aventura iraquí de George W. Bush, que efectivamente entregó a Irak a los chiítas cercanos a sus “hermanos” iraníes y le dio a Irán las claves para controlar el golfo Pérsico, el Presidente y su Secretario de Estado tendrán que confiar en una buena dosis de realismo político, dejando fuera del diálogo con Arabia Saudí las consideraciones éticas que, aunque justificadas, no parecen apropiadas, también porque Estados Unidos nunca ha parecido haber tenido muchos escrúpulos a la hora de eliminar físicamente a sus “adversarios” con métodos muy apresurados, ya sea un general iraní, dos docenas de milicianos sirios no identificados o sus familiares.

En resumen, las primeras etapas de la Presidencia de Biden no parecen muy prometedoras. Tanto los aliados como los adversarios están esperando que Estados Unidos vuelva al terreno en las zonas más sensibles con pragmatismo y realismo, dos factores que parecen bastante escasos en las medidas preliminares de política exterior de Joe Biden.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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