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EL VIACRUCIS VENEZOLANO

Roberto Mansilla Blanco*

Venezuela vuelve a generar atención internacional. Los comicios presidenciales del pasado 28 de julio (28J) implicaron un nuevo episodio de la interminable crisis política venezolana. El Consejo Nacional Electoral (CNE) declaró ganador al presidente Nicolás Maduro. Inmediatamente, la oposición, liderada en la tarjeta electoral por Edmundo González Urrutia pero políticamente por María Corina Machado, denunció un masivo fraude, instando a la autoridad electoral a mostrar los actas definitivas del escrutinio, hasta ahora infructuosamente.

A consecuencia, el país caribeño y sudamericano ha registrado diversas protestas en las calles que dejaron decenas de muertes ante la represión por parte de las autoridades policiales. Este 17 de agosto, la oposición convocó masivas protestas contra Maduro en más de 300 ciudades a escala mundial. La comunidad internacional viene movilizándose para intentar alcanzar un acuerdo entre las partes que implique una solución postelectoral.

Brasil, Colombia y México impulsan una mediación toda vez piden a Maduro la entrega de los actas para garantizar la transparencia electoral. Varios países a nivel hemisférico pero también en Europa (España entre ellos) exigen igualmente la presentación de las actas; algunos de ellos reconociendo la victoria opositora, otros evitando pronunciarse expresamente. El reconocimiento presidencial de Maduro viene de sus tradicionales aliados, especialmente Rusia, China, Cuba, Corea del Norte, Nicaragua e Irán.

Existen algunos indicios que pueden apreciar la posibilidad de que, esta vez, los factores de poder que influyen en la crisis venezolana estén dispuestos a aceptar una transición pactada. El más importante de estos indicios puede identificarse en el hecho de que gobiernos de izquierdas que tradicionalmente han establecido una mayor predisposición a mantener relaciones con Maduro (Lula en Brasil y Gustavo Petro en Colombia) sean precisamente ahora los que estén impulsando una mediación toda vez desconocen los resultados hasta no se presenten los actas.

Estos gobiernos presionan a Maduro para entregar las actas como condición prácticamente inalterable para encontrar una salida y verificar la transparencia electoral. En el caso de Lula, incluso llegó a reprender al mandatario venezolano («debe aprender también a perder») tras las controvertidas declaraciones previas de Maduro de que en Venezuela se daría «un baño de sangre y una guerra civil» en caso de derrota electoral el 28J. Críticas similares las realizó también el presidente chileno Gabriel Boric.

No obstante, Lula, probablemente el interlocutor más eficaz a la hora de garantizar la posibilidad de éxito de la mediación, también recela de las pretensiones de la oposición venezolana y de las pruebas de actas electorales que aparentemente tienen en sus manos. El mandatario brasileño debe manejar difíciles equilibrios para la obtención de consensos.

Cabe destacar que estos países (Brasil, Colombia, México y Chile) son los que han recibido la mayor afluencia de emigrantes y refugiados venezolanos en los últimos años. La posibilidad de registrarse una nueva oleada de refugiados en caso de que Maduro y sus aliados si atrincheren obstinadamente en el poder supondría ampliar una crisis hemisférica que viene causando preocupación precisamente desde que Maduro llegó al poder en 2013. Por tanto, la mediación implica también una medida preventiva orientada a evitar esta eventual salida de venezolanos que huyen de la crisis económica y de la represión.

Dependiendo de la óptica política e ideológica hay quien quiere ver en Caracas una reproducción del levantamiento popular estilo Maidán similar a los acontecidos en Ucrania en los inviernos de 2003/04 y 2013/14. Esos contextos determinaron la caída de líderes políticos que, como en el caso de Maduro, estaban dentro de las esferas de influencia rusa. Otros fijan la mirada en una reproducción de la surrealista presidencia interina de Juan Guaidó (2019-2021), que en su momento contó con importantes apoyos internacionales (EEUU, Europa) pero que evidenció su esterilidad de poder interna. En ambos casos el foco está establecido en torno a los intereses de Washington en Venezuela y cuál será su capacidad efectiva para propiciar una transición, en caso de ser posible.

Precisamente los recientes acontecimientos dentro del contexto de la guerra ucraniana pueden complicar esos intereses rusos en Venezuela. La reciente ofensiva militar ucraniana en territorio ruso, en este caso en torno a la localidad de Kursk, y los combates en el frente militar en Donbás determinan para Moscú imperativos estratégicos de mayor urgencia (un posible enfrentamiento directo con la OTAN) que pueden eventualmente limitar la tradicional asistencia del Kremlin a Maduro, sin que esto signifique degradar su apoyo en los foros internacionales. Misma perspectiva puede observarse con respecto a China, que vuelve a tener una implicación económica dentro de Venezuela tras algunos de cierto distanciamiento. De este modo, mantener obstinadamente a Maduro en el poder ante una masiva protesta y presión internacional sin atender otras iniciativas que impliquen abordar consensos puede terminar resultando demasiado costoso y contraproducente para los intereses de Moscú y Beijing.

Mirando en perspectiva geopolítica global, la implicación estadounidense en torno a la crisis venezolana (con miras también a los comicios presidenciales de noviembre próximo en EEUU, particularmente en torno al voto hispano) y los avatares del conflicto ucraniano, en el que antes de la reciente ofensiva de las tropas ucranianas en territorio ruso se estaban estableciendo algunas iniciativas de negociación impulsadas por Hungría y China, son aspectos que pueden ejercer algún tipo de influencia, más indirecta, en lo relativo a la mediación hemisférica en Venezuela y las intenciones de Washington (con apoyo de aliados como Ucrania e Israel) en sus expectativas de neutralizar a aliados de Maduro como Rusia e Irán (en este último caso tras el reciente asesinato en Teherán del líder de Hamás Ismail Haniye), obligándolos a mantener la atención estrictamente en sus esferas de influencia geográficamente más inmediatas.

La administración de Joseph Biden intenta así retomar la iniciativa apoyando tácitamente la ofensiva ucraniana en Rusia, tal y como reconoció expresamente el general ucraniano Oleksander Syrskyi, quien llegó a declarar que «consulta directamente» con Washington en torno a la ofensiva militar en territorio ruso.

En todo caso, en una atmósfera tan incierta como la venezolana, cualquier nivel de análisis no deja de entrar en el terreno de la especulación. Otros actores de poder también entran en juego. Destacan aquí el establishment militar y las nuevas oligarquías económicas establecidas en Venezuela durante estos años de «chavismo-madurismo» y que ejercen un importante nivel de influencia en las decisiones tanto de Maduro cómo de la oposición.

No obstante, la justicia internacional (Corte Penal Internacional) así como las sanciones de EEUU y de la UE también ocupan su protagonismo por sus investigaciones contra altos cargos del gobierno de Maduro y de las Fuerzas Armadas por presuntos delitos de crímenes de lesa humanidad cometidos durante las protestas de 2017.

Desenredar este difícil rompecabezas supone una clave de poder a tener en cuenta en este terreno sinuoso e impredecible de la mediación y negociación y ante las posibilidades, aún embrionarias, de una transición pactada o de una «huida hacia adelante» por parte de Maduro en su intención de atrincherarse a toda costa en el poder.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico (https://www.novasdoeixoatlantico.com/o-viacrucis-venezolano-roberto-mansilla-blanco/)

SAN MARTÍN NUEVAMENTE NO DESEMBARCARÍA

Marcelo Javier de los Reyes*

El mejor gobierno, no es el más liberal en sus principios sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen empleando los medios adecuados a este fin.

José de San Martín

Las denominadas Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 introdujeron al Río de la Plata en el conflicto mundial de ese momento, el que enfrentaba al Reino Unido con la Francia imperial y sus aliados. Hasta ese momento el Virreinato del Río de la Plata llevaba una vida normal dentro del Imperio español y no había ningún movimiento independentista ni nada que pudiera ocasionar sobresaltos en su población. Sin embargo, las invasiones de los británicos llevaron a la formación de las unidades militares para defender el virreinato y también despertó en los criollos la necesidad de abogar por el libre comercio, aunque la introducción de los productos británicos ponían en riesgo las industrias regionales.

Buenos Aires era una aldea de unos pocos miles de habitantes, llegando a unos 45.000 en 1810, pero también era el puerto más importante vinculado al Atlántico Sur.

Mientras esto ocurría en el sur de América, en Europa la guerra se propagaba por el continente, los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII eran prisioneros de Napoleón, las tropas españolas libraban enconados combates contra el francés y se aliaban a su tradicional enemigo: el Reino Unido.

Por esos años también el oficial José de San Martín, nacido en Yapeyú ―en el Virreinato del Río de la Plata, actual Provincia de Corrientes― el 25 de febrero de 1778, desarrollaba su carrera militar en España. Su familia se estableció en Cádiz en 1784, cuando él contaba con seis años de edad. Bajo el pabellón del Imperio español combatió en el norte de África, luego contra las fuerzas de Napoleón, destacándose en las batallas de Bailén y La Albuera. En esta última, que tuvo lugar en 1812, las fuerzas españolas ―paradójicamente― estaban bajo el comando del brigadier general William Carr Beresford, el mismo que en 1806 se rindió ante Santiago de Liniers tras el fracaso de la primera Invasión Inglesa.

San Martín es una figura polifacética que de ninguna manera puede ser reducida a la escena militar. Además de un gran estratega era un hombre de una considerable cultura, un buen administrador como lo ha demostrado en su paso por la gobernación de Cuyo y no puede soslayarse que fue un gran pilar en lo que se refiere a la educación, como lo demuestra su primer testamento de 1818, en el que incluyó la donación de sus libros para la biblioteca de Mendoza, la creación de la biblioteca de Santiago de Chile y la fundación de la Biblioteca Nacional del Perú, la que creó mediante el Decreto firmado el 28 de agosto de 1821. San Martín llegó a expresar: «Las bibliotecas, destinadas a la educación universal son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia». Quizás ésta sea una frase que nuestros dirigentes actuales debieran leer y releer.

Su cruce de la Cordillera al comando del Ejército de los Andes, la independencia de Chile junto a Bernardo O’Higgins, la proclamación de la Independencia del Perú y su encuentro con Simón Bolívar en Guayaquil, ya se encuentran bien registrados en sus diversas biografías y libros de historia.

Del mismo modo son conocidos otros hechos pero siempre es bueno recurrir a la historia, maestra de la vida, para reflexionar sobre ella desde la actualidad.

San Martín se negó dos veces a involucrar sus tropas en la guerra civil, cuando así se lo requirieron Juan Martín de Pueyrredón y luego José Rondeau, quien no es recordado como se merecería por sus leales servicios a la Patria. Desobedeció las órdenes y continuó con su objetivo, que no era el de empuñar las armas en contra de la propia sangre americana. En ese sentido debemos recordar que en una carta expresó: «Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón».

En el mismo sentido cabe mencionar otra célebre frase de San Martín: «Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas». Y fue coherente en palabras y en obras como lo demostró al negarse a desembarcar en Buenos Aires luego de haberse anoticiado en Río de Janeiro de la revolución llevada a cabo por Juan Lavalle, del derrocamiento de Dorrego y luego de su fusilamiento y del caos en el que se encontraba su patria.

Otra muestra de esa coherencia fue el rechazar la presidencia del naciente Estado Oriental cuando se encontraba en Montevideo en 1829. En esa oportunidad, algunos militares orientales como Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera le ofrecieron la presidencia de la nueva república pues deseaban un presidente neutral en un contexto de convulsión política, pero San Martín rechazó el ofrecimiento dado que no deseaba involucrarse en los conflictos políticos que afectaban a las nuevas naciones.

De ese modo, retornó a Europa para ya no volver. Falleció en Francia el 17 de agosto de 1850.

En su testamento, San Martín dispuso que su sable corvo ―de origen árabe y adquirido en Londres en 1811― le fuera «entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla…».

Así Rosas recibió el sable que el Libertador se negó a desenvainar por opiniones políticas.

La imaginación me lleva a pensar que si San Martín llegara en barco nuevamente a Buenos Aires se negaría, una vez más, a desembarcar. Los argentinos parece que tenemos en nuestra genética esa anarquía que se remonta a los primeros momentos del nacimiento de nuestra Patria, la cual parece haberse transmitido de generación en generación, la que nos impide hoy alcanzar la unidad que el general desearía para esta población. En sus objetivos siempre estuvo el «bien y la felicidad», algo que no hemos alcanzado. Lo expresó claramente y en más de una oportunidad:

Mi objeto desde la revolución no ha sido otro que el bien y felicidad de nuestra patria y al mismo tiempo el decoro de su administración.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019 (2da edición, 2024). Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB). Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

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CONTRA LA AMENAZA FANTASMA

Francisco Carranza Romero*

El politólogo peruano Farid Kahhat ha publicado «Contra la amenaza fantasma» (2024, Crítica, Lima). Desde la carátula hay motivación de lectura porque aparecen cinco fantasmas de la actual política latinoamericana cuyos rostros son reconocibles. Los menciono y describo de izquierda a derecha: Keiko Fujimori empuña en la mano derecha una espada que se parece a una guadaña. Jair Bolsonaro sostiene el fusil amenazador con las dos manos. López Aliaga (alcalde de Lima), en el centro, tiene la pose de un perrito que goza del ambiente y compañía fantasmal. Javier Milei con una motosierra en la mano izquierda muestra su puño derecho agresivo. El quinto es Nayib Bukele con la pistola en cada mano. La figura de la cabeza de león con la boca abierta y mostrando los dientes como bandera de los cinco fantasmas simboliza fuerza, poder y bravura.  El siguiente texto en la parte baja sintetiza el contenido del libro: «La derecha radical latinoamericana y la reinvención de un enemigo común».

Los dos primeros fantasmas gritaron «¡fraude!» al perder las elecciones presidenciales en sus respectivos países. Y se marcharon muy enojados para relajarse en ambientes estadounidenses.

Leyendo el libro se comprende el porqué del cuadro simbólico de la carátula: los cinco fantasmas son los adalides de la derecha radical que predica el nacionalismo, autoritarismo y populismo; y se considera enemiga acérrima de cualquier movimiento de izquierda; y hasta se alía con los grupos religiosos tradicionales que demonizan a los que piensan diferente y cuestionan sus dogmas.

El libro consta de cinco capítulos: I. La derecha radical en el contexto internacional. II. El Foro Madrid (o el foro bueno). III. Javier Milei o lo que calla un libertario. IV. Algunos puntos ciegos en el discurso de la derecha radical iberoamericana. V. Bukele y la derecha radical desatando (bajas) pasiones. Cuando el autor recurre a los datos de otros pensadores, hace las referencias con notas en cada capítulo. Es la demostración de la honestidad académica.

Como estudioso de la política nos comparte su opinión: «Antes que giros ideológicos a diestra y siniestra, lo que prevalece en América Latina es un profundo descontento con el oficialismo, sea cual sea su orientación política» (p. 15). Es verdad, el interés por los asuntos políticos está bajando en América Latina. Además, no hay una izquierda ni una derecha. Ambas se odian y se insultan para la tribuna; pero, ante un pastel delicioso (aumento de sueldo, bonificación extra, viajes al exterior, impunidad y repartija de cargos), se juntan para saborearlo.

Kahhat describe que el actual gobierno peruano es un sistema híbrido de democracia y autoritarismo. Los que protestan contra el régimen son acusados de terroristas; por tanto, pueden ser victimados por los poderes fácticos (fuerzas armadas y policiales). Después de las muertes, nadie asume la responsabilidad. Los ejecutores dicen que cumplieron las órdenes superiores. Las autoridades dicen que ellos no ejecutaron. «A septiembre de 2023, la presidenta Boluarte seguía culpando públicamente a las víctimas por sus propias muertes» (nota 28).

¿El Foro Madrid es un intento de «civilizar» Hispanoamérica como en los tiempos de la colonia? Varios políticos latinoamericanos participaron en el Foro recibiendo lecciones y bendiciones. Sin embargo, hay hechos históricos que no han sido olvidados: ejecuciones de los indígenas americanos defensores de sus territorios y de su libertad, usurpaciones de facto o con leguleyadas y el tráfico de esclavos.

Hablando de la empresa Odebrecht que colaboró con muchos políticos en sus campañas electorales o ya en el poder: «…(A)lgunas empresas privadas no se enriquecen compitiendo, sino confabulándose con los gobernantes… (que les) otorgarán concesiones y contratos sobrevaluados» (p. 127-8).

Los liberales o libertarios como Milei gritan eufóricos «¡Viva la libertad, carajo!» Sin embargo, hay cuestionamientos sobre la teoría y praxis de la libertad: suicidio, eutanasia, aborto, venta de órganos humanos y adopción. Gobernar no es actuar siempre con euforia; la reflexión y prudencia son necesarias porque el gobernante representa a todo el país.

Algunas autoridades admiran el modelo bukeliano de «limpiar» arrestando a todos los sospechosos para dar seguridad social. Kahhat cita al alcalde del distrito limeño de Jesús María, admirador de Bukele: «Yo estoy completamente de acuerdo en que a todos los metan presos, y comienzas a limpiar, y comienzas a sacar a sacar a los que son inocentes. Pero al principio tienes que meterlos a todos» (p. 142). El mencionado alcalde usa el pronombre indefinido «todos» no como inclusivo sino como exclusivo porque habla de otros que no son de su entorno. Además, hay delincuentes que no son capturados ni condenados.

Este libro ayuda a comprender la política no sólo de América Latina sino de todo el mundo donde hablando de libertad, justicia y democracia se usa el autoritarismo; y no todas las invasiones y genocidios son condenados como en los casos de Ucrania y Palestina.

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.

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