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EL POPULISMO

Héctor Melitón Martínez*

Trataré de sintetizar en este escrito lo que he leído sobre este concepto, el populismo, con la finalidad de colaborar sobre lo que se entiende sobre él y la lógica y las teorías en las cuales se apoya, ya que si no conoces lo que busca tu oponente seguramente te equivocarás en tus decisiones, así como hace unos años escuchábamos a la izquierda decir: “el imperialismo es la etapa superior del capitalismo” hoy podríamos decir que la autocracia es la etapa superior del populismo, por lo tanto veamos qué es.

Hasta no hace muchos años este era un concepto no muy bien definido por la ciencia política. Para un sector, este era una forma de demagogia por la cual gobiernos con mucha autocracia, tanto de izquierda como de derecha, gastaban los caudales públicos para hacer demagogia y cooptar voluntades populares.

Para algunas corrientes relacionadas con pensamientos más liberales- conservadores, se referían como una postura que rompe normas de lo políticamente correcto, una postura negativa, es tomado como un fenómeno disruptivo, con fuertes liderazgos  y de carácter negativo.

En 1977, un politólogo llamado Ernesto Laclau (1935-2014), de origen argentino, escribió un artículo donde mencionaba y analizaba el populismo, lo tituló “Hacia una Teoría del Populismo”, en el cual intenta darle un estatus teórico a estas ideas, haciéndolo desde el interior de la teoría marxista.

En otro texto llamado “Política e Ideología en la Teoría Marxista, capitalista, socialista”, trata de enhebrar el populismo con la democracia y el socialismo; esto se daba a la luz de lo que fue la efímera “primavera camporista” como la llamaron a esta trágica y nefasta época donde imperaba el concepto de “patria socialista”, dando lugar al nefasto peronismo de izquierda, que era una mutación producto del entrismo en el marco de una guerra fría que en América del Sur se daba con una acción violenta y revolucionaria.

Luego, en los años de la década de 1980, los socialistas Emilio De Ipola y Juan C. Portantiero reflotaron el concepto de populismo, una versión nacional y popular, disputada por el Alfonsinismo (Tercer movimiento histórico). Estos eran socialdemócratas y disputaban al peronismo la concepción nacional y popular.

Recién en 2005, con el texto escrito por Laclau, “La Razón Populista”, se abrió el debate acerca de la idea de la irracionalidad de las masas populares; él invierte la ideología en ese momento creando la idea de que el populismo es la racionalidad de las masas. Dice Laclau: “el populismo es la racionalidad política del pueblo”.

Los principales rasgos de esta teoría que desarrolla las apoya en:

  • Prioriza la influencia de Altuser, y Gramsci
  • El vocablo Nacional y Popular y Hegemonía tomados de Gramsci es empleado por Laclau.
  • Hay una gran influencia del psicoanálisis; él se ubica igual que su compañera Chantal Mouffe como pos-marxistas y se sitúan en el psicoanálisis, pos estructuralismo y pos marxismo y su referente es el psicólogo Jackes Lacan. El psicoanálisis es tomado como perspectiva de lo real y de la dinámica del sujeto político, el psicoanálisis pasa a ser lo constitutivo de la realidad, del sujeto político
  • Lo real se construye por el discurso (relato). Lo discursivo es una práctica de lo social, el discurso define la realidad
  • La idea de sujeto incorpora la idea la idea del sujeto político popular, distinto al sujeto político del marxismo que es el proletariado.
  • El psicoanálisis plantea otro sujeto político, por afuera de las relaciones productivas de la sociedad, como lo hacía el marxismo
  • Podemos sintetizar que el pensamiento de Laclau pasa por:

Derrida, deconstrucción

Gramsci, hegemonía

Lacan, construcción de nuevo tipo de relaciones sociales.

Conceptos centrales

Su propuesta principal está en el capítulo IV, “El pueblo y el discurso pasivo del vacío”.

El concepto de discurso es una articulación lingüística importante, aparecen dos conceptos, el de significante vacío, que es cuando una condición particular puede representar una mayoría; es una figura, palabra o un nombre que agrega un conjunto de contenidos; la retórica es lo contrario al significado lineal de las cosas.

El otro concepto es el de la demanda social, que son demandas democráticas; las demandas populares son las que se articulan con otras. Aquí aparecen otras visiones para el análisis que se basan en la lógica de la diferencia y en la lógica de la equivalencia. La primera, la de la diferencia, se mantiene sí o no por su particularidad. La preferencia se va enhebrando y articulando, es la que predomina es la que tiene en común más que la diferencia.

De todo esto se desprenden tres grandes momentos:

– Construcción de un “Nosotros” (pueblo) con identidad compartida.

– Al conformarse el pueblo, el populismo divide la sociedad, crea una grieta, traza un exterior que es el “enemigo” que lo identifica con la clase dominante, el neoliberalismo, el imperialismo, las corporaciones, etc. Esto deriva de la teoría de la política como guerra sostenida en los años treinta del siglo pasado por Carl Schmitt.

– al crear un Nosotros, constituye un Ellos

– el momento de la identidad popular que es el momento simbólico, le da unidad al campo popular que no es permanente, se logra por medio del “líder”.

Conclusiones

La Razón Populista deriva de la “primavera Camporista” de los setenta, donde surge el peronismo revolucionario de izquierda, se reaviva en 2003 y se actualiza e inspira en el movimiento chavista de Venezuela con el Socialismo Siglo XXI.

En las democracias el sujeto político es el pueblo, en el marxismo es el proletariado y en el populismo el sujeto político se conforma con el relato, un líder y una construcción social conformada en base a aspectos sentimentales abstractos y apoyados en un relato y eslóganes. En nuestro caso y en estas épocas aparece un nuevo sujeto político que es la clase política tomada como una corporación oligárquica.

El populismo puede ser de derecha o de izquierda, pero para Laclau el populismo es emancipatorio, deja de hablar de revolución para hablar de emancipación. El término revolución es propio de la modernidad, en la pos modernidad el término es emancipación. El pensamiento pos marxista tiene otros parámetros, entre ellos la emancipación, pero no descarta la revolución.

 

* Profesor de Grado Universitario y Licenciado en Ciencia Política graduado en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Coronel (R) del Ejército Argentino.

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LA TIERRA QUEMADA

F. Javier Blasco*

Se conoce como la estrategia de “tierra quemada” al conjunto de acciones sobre el propio terreno y los diferentes tipos de recursos que se encuentran o se producen en el mismo, a fin de que estos no puedan ser empleados, al menos de forma inmediata, por el enemigo y para que además, sus efectos supongan un retraso para la recuperación por el mucho tiempo y el gran esfuerzo que se precisa en lograr que posteriormente vuelvan a ser producidos en el mismo lugar en cantidades semejantes.

Estrategia, popularmente famosa en las dos últimas invasiones sobre Rusia (Napoleón y Hitler) y que ha venido siendo empleada durante siglos por aquellos mandos militares o dirigentes políticos sobre su territorio frente al avance impulsivo y en masa de un enemigo, muy superior en medios y entidad, que se dispone a invadirles para conquistarlo.

Los efectos de esta teoría, aunque a la larga pueden ser perjudiciales para los propios intereses de los que la empelan, suelen ser francamente beneficiosos para frenar los impulsos iniciales de cualquier invasión; ya que, aunque la dependencia real de la llamada “explotación local” de los recursos necesarios para alimentar la batalla y a las tropas implicadas va disminuyendo por la mejora de las tecnologías y la mayor capacidad de los medios de transporte a gran distancia entre otras características, los recursos locales aún siguen siendo necesarios para evitar gran parte de las largas colas logísticas y exigencia de medios que supone la continuidad en la guerra.

Así, una vez llevada a cabo según lo planeado con el máximo detalle, todo resultará francamente difícil de ejecutar para el invasor en un territorio donde todo quedó arrasado, las comunicaciones y los medios a emplear no funcionarán o estarán severamente dañados, los recursos alimenticios serán difíciles o imposibles de encontrar y explotar, la población civil resultará altamente hostil por la hambruna y desesperación que les amenaza, parte de los recursos básicos, que aún se puedan encontrar, estarán muy deteriorados y hasta puede que estén envenenados.

Pues bien, esta estrategia y teoría, no solo se emplea en la guerra; como bien es sabido, la influencia de las estrategias militares en la vida social, empresarial y en el liderazgo es francamente importante y en algunos casos, sirve de ejemplo y guía en dichos sectores. Por lo tanto, esta maquiavélica actividad no ha pasado desapercibida a muchos políticos que piensan que tras su paso, goce y disfrute por las máximas representatividades de cualquier Estado y forma de gobierno, no les importa, y hasta, en ciertos casos, buscan que cuando ellos desaparezcan o les echen, llegue “el diluvio universal”.

Y uno se puede preguntar ¿Qué ganan los que lo aplican, si los ciudadanos ven que tras el paso de aquellos, el país queda hecho una ruina? La respuesta es bien sencilla, además de ganar tiempo para que los demás puedan encauzar o logren la incipiente recuperación y la vuelta a la normalidad, las penurias que se verán forzados a imponer sobre la población —para subsistir y mejorar poco a poco el clima social, económico y político— serán tantas que lograrán que la poco paciente población se desespere, no invierta el tiempo necesario para ver los frutos y empiece a añorar las prebendas que el previo tirano bien se había encargado de regar entre las facciones más pobres o aquellos que son más fáciles de comprar con un miserable plato de lentejas.

La versión política de la tierra quemada suele consistir en la degradación de casi todas las cosas, los principios y las personas tanto individual como colectivamente, empezando por la educación; por la supresión de los valores morales de tipo religioso, ético, social o familiar; en fomentar las diferencias sociales de forma aparente y patente aunque no sean verdad; saber presentar a los enemigos internos del país como grupos o personas necesarias para la convivencia, la relación y la mejora de la situación política en general; criticar y tratar de derogar todo lo hecho anteriormente por la oposición, aunque a claras luces aquello fuera muy necesario y beneficioso para la relación interna y la marcha nacional.

También es preciso exaltar como imprescindible y fundamental la loa y defensa a ultranza a grupos francamente minoritarios que representan tendencias, ideas o costumbres no muy comunes, partidistas, contrarias y hasta perniciosas en la sociedad en general; manosear las ayudas interesadas a los partidos o regiones que les apoyan a mantenerse en el poder, aun a costa de dejar en franca desventaja a las otros grupos o regiones, que por justicia equitativa o valor real, se merecen mucho más.

Sin olvidarse de gastar desmesuradamente el dinero que no se tiene sin tener en cuenta la deuda, el déficit y los problemas económicos que a la larga, dichas políticas nos pueden acarrear y para colmo, olvidarse de todo lo prometido, legislar a conveniencia y criticar a los demás para acabar gobernando despóticamente como un tirano vulgar, cargándose los principios democráticos, aunque eso sí envolviéndose, cuando se precise, en la bandera nacional prometiendo igualdad.

En lo referente a otros factores fundamentales, no suelen dejar ninguno sin tocar, manosear o prostituir. Para estos rufianes es absolutamente necesario que la separación de poderes desaparezca; hay que legislar al máximo por Decreto, a conveniencia e incluso con nocturnidad; no se deben olvidar apoyar a empresas de amigos, países de su cuerda o incluso a los que más tajada a las arcas propias puedan aportar, es prioritario aún a costa de los que más se lo merecen y deben proteger o salvar y, por último, es preciso modificar el Código Penal a conveniencia y condonar o indultar las penas y deudas; todo ello está en su ADN y debe ser aplicado sin límite, sobre todo, a aquellos que les facilitan su forma y manera de gobernar.

Su rastrera actividad también pasa por hundir el prestigio internacional como una forma de dejar de cumplir con las engorrosas obligaciones internacionales contraídas por los que les precedieron en el puesto; suelen vivir casi exclusivamente de la propaganda, la falacia y la falsedad al ser el medio en el que mejor se manejan para aunar esfuerzos y tratar de convencer a sus poco letrados adeptos y finalmente, como un recurso fundamental, deben buscar la ayuda o el apoyo comprado de la banca, las grandes empresas e incluso la Iglesia a cambio de “promesas” en el horizonte, cuando los recursos a entidades sociales o políticas que lo necesitan más, no dan de sí o nunca llegarán.

Todo esto y algunas negras y sucias cosas más, gota a gota, como si de una tortura china se tratase, van calando en la conciencia de muchos ciudadanos. Los unos cansados de protestar sin resultado alguno, hartos de verse humillados sin que nadie, aparentemente, salga en su defensa y ven que los aprovechados nunca son llevados ante la justicia; los que forman parte de las masas de adeptos por conveniencia como aplicación de alguna dadiva, regalía o sueldo, más aquellos plenamente convencidos por sí mismos; finalmente, todos ellos se van aunando para formar la pléyade de los silenciosos, los silenciados, los conversos o los que han decidido tirar la toalla, dejarse llevar, mirar para otro lado y vivir sin más; lo que les permite a los tiranos perpetuarse o, al menos, respirar en el poder un tiempo más.

Reconstruir tanto daño moral, ético, político, económico y social no es nada fácil; verse obligado a terminar con las prebendas establecidas de forma sistemática e injusta es aún más difícil; porque a la larga, siempre habrá personas que al aplicar las medidas correctoras resulten perjudicadas aunque sus méritos reales no lleguen para cubrir los mínimos requisitos que les hicieron valedores de tales apoyos en contra de lo que se valora en una sociedad que pretende ser justa y equitativa con los necesitados y vigilante o exigente con los que viven de la mamandurria, el favor y la injusticia social.

Son gobiernos que, por norma general, suelen acabar con la economía hundida tanto interna como externamente por su déficit descomunal, con una desproporcionada deuda basura que nadie querrá comprar, máxime en los momentos en los que las medidas de apoyo internacional, a precio de saldo, se acaben y vuelven las exigencias que requieren mucho sacrificio y estricta seriedad. Situación, que no es plato de gusto, porque cuanto mayor sea el desastre económico infligido, mayores medidas correctoras serán impuestas desde fuera; medidas que aunque no se quieran aceptar, todos se las tienen que tragar.

Ejemplos de esta forma de gobernar hemos tenido muchos a lo largo de la historia, se suceden en la actualidad y por desgracia, aunque nos resistamos a ello, también están por llegar. Han sido, son y serán gobiernos que desprecian el valor de la vida de sus gobernados, se ciscan en los valores y principios morales y éticos, no les importa abusar de sus prerrogativas ni en hacerlas agrandar y constituyen un pésimo ejemplo, una desvergüenza y una lacra para la sociedad.

España, como país de los más antiguos en la historia reciente y actual en el mundo, difícilmente se iba a escapar de esta lacra que corroe y reconcome todo el espectro político y social; hemos sido incluso exportadores de esta forma de gobernar, de este mal ejemplo y de cómo cargarse los valores enraizados, las riquezas propias y naturales, así como del verdadero valor de lo nuestro en los aspectos físico y moral.

Ciertamente, y para nuestra desgracia, hoy atravesamos una de las peores épocas de su historia en la que todo lo dicho anteriormente se cumple, elevado a la enésima potencia; nuestro gobierno está dejando el solar patrio, otrora rico y próspero, como una tierra yerma, quemada, vacía y arrasada en la que pocos, muy pocos valores y con mucho esfuerzo, se podrán salvar.

No es una terea de los últimos pocos años, que va; es el resultado de un plan trazado con alevosía y lleno de maldad por ciertos, muchos o demasiados personajes, que recubiertos de diversos pelajes, entendieron que tras casi cuarenta años de dictadura, la llegada de una incipiente, tímida y muy dubitativa democracia, daría paso a la posibilidad de ir medrando poco a poco, atacando sus pilares más pétreos que con el tiempo han sido barrenados y destruidos dejándolos derribados por tierra o sin efecto al no tener nada que sustentar.

Somos un país lleno de adocenados, de personas incapaces de reaccionar a nada que sea injusto, sectario o mendaz y solo mostramos cierto orgullo patrio ante determinados partidos “heroicos” de la selección nacional de futbol; selección, a la que por cierto, muchos desprecian e incluso prohíben que se la pueda ver públicamente en las calles y plazas de ciertas ciudades entre las más importantes de nuestra geografía nacional.

Nos hemos convertido en un país pionero y puntero en aceptar y promulgar inverosímiles leyes que no importan a casi nadie, que no se necesitan ni ilusionan grandemente por su sectarismo y parcialidad, salvo a aquellos que prohíben que se emplee el castellano para enseñar en nuestras aulas o utilizarlo a la hora de hablar o rotular; que reniegan del hecho que significa el que la justicia sea imparcial y a los que implantan el aborto, la execrable ley transexual o la eutanasia como derechos a cualquier edad y a los que nadie debe renunciar a pesar de afectar a unos pocos y ser poco o nada fundamentadas científicamente, muy revanchistas, sectarias y de un interés o eficacia bastante banal.

Como hechos destacables por vergonzosos y muy de actualidad, se puede comprobar que no les importa y bajan la cabeza cuando los indultados les ningunean, aíslan e incluso les ultrajan junto a Su Majestad el Rey (Jefe del Estado), el mismo día y en la misma ciudad que se agasaja a los que trataron de dar un golpe de Estado del que el gobierno pretende que todos nos debamos olvidar. Cuando los golpistas, a pesar de estar inhabilitados, ejercen sus cargos en sede oficial o al reunirse el presidente del gobierno con el de la generalidad para escuchar en su cara que ellos solo aspiran a la amnistía general y a la escisión de España mediante un referéndum que sea solo catalán. Ahora, tras tantos traspiés dados a ciegas, parece que el gobierno quiere, de nuevo, jugar el papel constitucionalista, pero estoy seguro de que no es verdad. Para este viaje no hacía falta tanta alforja y menos seguir hurgando en los tribunales de justicia, como ahora el de cuentas, para perdonarles también los millones de euros que han defraudado a tutti plen a costa de erario nacional.

Dice el acervo popular que cada uno tiene lo que se merece y creo que dicha afirmación es verdad; aunque aleguemos que se nos ha venido adoctrinado poco a poco, los españolitos de a pie y sus sucesivos gobiernos hemos sido testigos silentes e incluso promotores conscientes y culpables de dichos cambios dañinos y envenenados con los que hemos convertido España en una tierra quemada y muy difícil o imposible de recuperar.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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POPULISMOS Y POPULISTAS DEL SIGLO XXI

F. Javier Blasco Robledo*

Mucha gente, en su afán por sintetizar, suelen decir que un populista es aquel que actúa y piensa de manera totalmente contraria a un liberal o, simplemente, que el populista es antiliberal. La historia reciente y pretérita cercana y no tanto, nos ha dejado grandes ejemplos de dirigentes o políticos populistas, hombres y mujeres desquiciados por su ego, tiranos, reyes o emperadores y ensangrentados guerreros o saqueadores en busca de hacer siempre lo que les viene en gana para satisfacer su fuero interno, alegando que todo lo hacen por y para el pueblo, aunque sin pensar en el verdadero bien de sus subordinados ni en cumplir seriamente con los preceptos de su responsabilidad.

El populismo, según el diccionario de la RAE se define como “la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. En definitiva, es una actuación o modo de ser, con la que para conseguir sus fines lo que hace es —mediante un engaño bien estudiado y premeditado— aparentar y presentar unos valores que, en realidad, no piensan cumplir jamás; por ello, y no es por casualidad, su mejor y más claro sinónimo sea el término “demagogia”.

Los líderes populistas suelen ser tremendamente egoístas, bastante o muy narcisistas incluso, aunque su apariencia no sea para tanto o todo lo contrario; suelen aparecen rodeados de personas que les veneran y creen ciegamente en ellos, en sus predicas o actuaciones, que les ríen todas las “gracias” y aparentan que nunca verán en sus actos algún atisbo de falsedad o maldad. Su execrable cohorte es incapaz de decirles la verdad o echarles en cara los errores cometidos por grandes y patentes que estos sean en sus constantes cambios de actitud, de rumbo y de preceptos a seguir; cosa que con mucha frecuencia, y siempre en su propio beneficio, suelen aplicar.

Sus campañas son apocalípticas y sin cuartel contra todo el que pretenden derribar; a la par que muy esperanzadoras para el embobado seguidor que haya caído o esté presto a caer en sus redes. Sin titubear un ápice, ofrecen una arcadia sin parangón donde todos los problemas y necesidades previstas o por imaginar tienen fácil solución; llenas de todo tipo de beneficios, comodidades o servicios públicos que colmen sus deseos de forma gratuita y sin igual.

Beneficios y consuelos, que con el paso del tiempo, sus seguidores nunca verán llegar, aunque, sin embargo, sí percibirán cambios en la actitud, gustos y comportamientos personales del gran embaucador y la comparsa o guardia pretoriana que sobreviva a las continuas purgas a las que el dictador somete a los más cercanos para evitar que estos le puedan hacer sombra o mínimamente criticar.

Aunque muchos pretenden encasillar este fenómeno en una ideología política concreta, no es cierto. Tiene cabida en todo tipo de tendencias de izquierda o derecha aunque siempre bien cercana a sus respectivos extremos. Extremos, que suelen compartir bastantes espacios e ideas y que por ello, algunas veces son difíciles de diferenciar. El odio que destilan hacia el adversario político es tremendo y sin cortapisas o mesura. Suelen despreciar a los demás con toda tranquilidad. Les gusta mucho usar las redes sociales para hacer ver y dejar plasmadas sus fobias y tirrias sobre los demás; sin embargo, suelen tener la piel muy fina cuando alguien osa a devolverles su misma “medicina”; en cuyo caso, pronto recurren a los tribunales en busca de amparo o la compensación económica por el agravio recibido.

Suelen aparentar ser muy valientes y critican el valor real y la necesidad de las fuerzas y cuerpos de seguridad como garantes de la Ley y el orden; pero cuando llegan a ser alguien en la vida política y social, rápidamente se refugian tras ellas, se rodean de guardaespaldas, protegen sus vidas y casas como si fueran las joyas de la Corona o corren a refugios blindados cuando ven que las turbas enfurecidas —aunque estén así por su culpa— les puedan atacar.

Viven de, por y para la propaganda, el control de las redes y medios, así como el manejo de la información privilegiada. Entre sus objetivos a corto y medio plazo también figuran: el control de los cuerpos de policía, del sistema judicial y de la cúpula militar. Durante sus campañas presumen de total transparencia y de la absoluta visibilidad de sus gestiones, acuerdos y demás; para transformarse de inmediato, en cuestión de días, en lo más opaco y oscuro que se haya visto jamás.

Suelen mantener contactos entre sus pares para compartir información, dar la sensación de movimiento fuerte y no ser fruto de una calentura o ensoñación particular y para aprovechar en beneficio las lecciones aprendidas por los demás. Las agendas ocultas de países perversos o grandes mafiosos de renombre internacional suelen tener cabida en alimentar las acciones de estos energúmenos de la vida social, porque el caos que estos suponen y practican, suele transformarse en pingües beneficios para aquellos, que sin escrúpulos, hacen negocio con el sufrimiento y la desgracia de los demás.

Se mueven en las entrañas y marañas de los fraudes y paraísos fiscales como pez en el agua. Sus grandes fortunas proceden de extrañas subvenciones, de robar los esfuerzos del ciudadano a base de desproporcionados impuestos o de la explotación sin norma ni control de los recursos naturales del país o de la empresa privada, una vez quedan estas nacionalizadas, expropiadas o constantemente acosadas por altas o inasumibles presiones de impuestos y miles de trabas administrativas. Una vez instalados en el poder y controlados los necesarios resortes previamente mencionados, suele resultarles relativamente fácil todo tipo de cambio legislativo, lo que les permite el reparto de dádivas entre sus cercanos o la creación de emporios propios o de allegados que consiguen la prioridad, si no la exclusividad para dichas empresas por parte de la administración o del gobierno a escala nacional.

Su grado de tiranía y real desprecio por la vida de sus gobernados va in crescendo a medida que se ven más acosados por la repulsa y presión popular. Aunque basaron sus campañas en el respeto a la vida y la igualdad de sexos, razas y religión; a medida que pasa el tiempo, ese respeto, fundamentalmente por la vida se convierte mediante una mutación progresiva, en todo lo contrario. Alegando infundados derechos a decidir sobre tu cuerpo, vida y razón de ser, se empieza por el aborto libre y sin edad para practicarlo, la amoralidad religiosa y social, fomentar todo tipo de derechos al mundo bisexual o transexual, el amor libre y sin seguridad y la libertad para el uso y disfrute de las drogas; para finalmente, llegar a la legalización de la eutanasia y como último paso, a la esterilización de aquellos con determinados problemas físicos o cognitivos y de difícil adaptación a las exigencias de la vida actual.

Los ataques a la familia, a la religión y a la moralidad van tomando mayor forma e intensidad a medida que la Iglesia, las propias familias u otro tipo de grupos políticos y sociales se interponen en su camino y denuncian claramente sus pretensiones. Las mejores herramientas para lograr sus objetivos consisten en la propaganda; la profusa difusión en todos los medios posibles de informaciones falsas, sesgadas e interesadas; cambiar el sistema educativo hasta cotas estrambóticas o muy bajas y en promover películas, obras de arte y todo tipo de actos culturales y sociales en pro de exaltar el libertinaje y en contra de la conciencia moral y social. Promover el “café para todos” sin limitaciones —desprestigiando el esfuerzo personal y colectivo— las peticiones exageradas, las huelgas sin razón y exaltar los separatismos por aquello del “divide y vencerás”, para ellos son pautas a seguir y cuidar porque, según su ideario, más pronto o tarde, producen efectos y resultados que quedan indelebles para toda la vida o son muy difíciles de erradicar.

Los populistas se pasan la vida amenazando a los demás, no tienen reparo ante nada ni nadie; cualquiera que se interponga en su camino, les critique o les dificulte lo más mínimo en su tarea y objetivos, es objeto de sus duras críticas, insultos e incluso muchas y nada veladas amenazas, aunque no esté en disposición física, económica o moral de hacerlas realidad. Es una forma de sentirse más fuerte y poderoso de lo que son en realidad y, al mismo tiempo, para mostrar ante sus comprados o paniaguados seguidores su “potencia y animosidad”.

La evolución y puesta en práctica de este fenómeno político y social ha ido evolucionando en los últimos tiempos; si hasta hace bien poco pensábamos que era propio de estados fallidos, las conocidas como repúblicas bananeras o países con poca tradición democrática, el siglo XXI nos muestra claros ejemplos; algunos arrastrados de tiempos pretéritos y otros de nuevo cuño, en países muy dispares y hasta incluso con larguísima tradición democrática.

Los regímenes populistas intentan anular, debilitar o hacer superfluas las existentes estructuras político-institucionales democráticamente establecidas. La propaganda populista sostiene que dichas estructuras son el opio del pueblo porque anulan, confiscan o debilitan e impiden su poder soberano en beneficio de las élites tradicionales; élites a las que tachan de ilegales y de no ser capaces de representar al pueblo y sus necesidades. Las ideologías populistas culminan sus objetivos cuando logran manipular con éxito el imaginario e ideario colectivo al, supuestamente, pretender suprimir la enorme distancia entre gobernantes y gobernados; postulado que por su gran atractivo, casi siempre ha gozado del fervor popular y cuya capacidad de movilización social es ampliamente conocida y muy sufrida por los demás.

Hoy en día existe una cierta unanimidad en entender que el mayor auge de los populismos actuales se debe en gran parte a la putrefacción o al mal desempeño de sus funciones por parte de los precedentes gobiernos neoliberales, lo que trajo una gran ineptitud técnico-administrativa, una elevada mediocridad política tanto en los aspectos programáticos como de las personas para llevarlas a cabo y una extendida corrupción en el plano ético, práctico y moral. Hechos, que sin duda, han contribuido decisivamente en la instauración de regímenes populistas con el cambio de siglo.

Son esos gobiernos de régimen neoliberales los que por sus descuidos, malas praxis y un constante mal ejemplo destruyeron o depreciaron la representatividad democrática y favorecieron la insurgencia y la aparición de la conocida como la “democracia caudillista”, la cual se caracteriza por una creciente concentración de atribuciones en el Ejecutivo, el debilitamiento del resto de poderes del Estado y de los sistemas parlamentarios, electorales y de funcionamiento de los partidos y por el distanciamiento real entre gobernantes y gobernados.

Tal y como se ha mencionado, los dirigentes populistas han sabido instrumentalizar eficazmente amplias redes sociales y los medios de comunicación, a través de las cuales y de los Boletines Oficiales de sus países, hacen circular según los casos, todo tipo de bulos, falsas noticias o una serie de dádivas, subvenciones y bienes materiales y simbólicos en favor de los más pobres y vulnerables, aunque realmente sean de dudosa o muy complicada eficacia o realidad, con los que consiguen establecer ciertos vínculos de lealtad y obediencia a su favor.

Ejemplos de lo dicho y con mayor o menor grado de cumplimiento en todas sus facetas e implicaciones, ha habido y aún hay muchos países —cada vez más— en la arena internacional. No es el momento de estudiarlos todos ellos porque no es el objeto de este pequeño trabajo de análisis y, de hacerlo, se alargaría mucho más; simplemente mencionar algunos cómo la Federación Rusa, China, EEUU, Polonia, Hungría, España, Reino Unido, Corea del Norte, Siria, Libia, Irán, Arabia Saudí, Turquía, varios países latino americanos como Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y algunos más.

Tarde o temprano, los líderes populistas suelen acabar mal y, en muchos casos, son arrollados por los mismos que fueron engañados en su día por estos vendedores de humo y charlatanes sin par; suele ocurrir más fácilmente en países en los que no se habían consolidado plenamente, porque las profundas raíces democráticas consiguieron resistir los embates de dicha pandemia o donde la formación cultural y los conceptos morales, políticos y sociales consiguen finalmente desenmascarar esta tragedia que, de continuar así, podría terminar fatal.

Solo persisten en aquellos países en los que poco a poco han ido calando en la formación y el pensamiento de un pueblo ignominiosamente dominado por verdaderos artífices de la mentira, las falsas esperanzas y la maldad hasta que han pasado a integrarse en su ADN o forma de vivir con auténtica normalidad; Corea del Norte, Rusia y China, son los ejemplos más claros de lugares donde seguramente va a ser muy difícil erradicar.

A pesar de sus malos ejemplos y peores resultados, muchos populistas mantienen un elevado grado de popularidad entre sus adeptos e incluso aumentan cegados por otro tipo de logros, que si bien son beneficiosos en algunos aspectos, no compensan ni ciegan los errores en otros que tienen una trascendencia fundamental. Es el caso de EEUU y el ínclito Trump, un hombre polémico desde muchos años antes de llegar a la Casa Blanca, rodeado de problemas económicos personales, con amigos e influencias muy discutibles y tremendamente acosado por Hacienda y por una bragueta demasiado nerviosa que no le deja descansar.

Polémico en todos sus actos desde el primer momento de pisar el despacho oval, acostumbrado a hacerlo todo de forma desproporcionada, impulsiva y muy poco reflexiva; actos, que corrobora con una aparatosa firma que presuroso mostraba a las cámaras cada vez que firmaba un decreto o una orden ejecutiva, aunque muchas de ellas pudieran poner el mundo a temblar. A pesar o quizá gracias a ello, ha sido capaz de conseguir más de setenta millones de votos en la primera y más longeva democracia del mundo, entre los que aglutinaba todo tipo de castas sociales y grupos de presión, hasta los más trogloditas norteamericanos sacados de cuevas ancestrales, el mundo del rifle, las armas y el rodeo, los barrios bajos y marginados o caravanas vivienda de las que en EEUU hay millones usadas a diario y que, casualmente, no albergan lo mejorcito de su sociedad.

Ha sido tan grande el golpe que consiguió dar a la democracia norteamericana, que estoy seguro de que sus ciudadanos jamás lo podrán olvidar. Un presidente de los Estados Unidos de América que ha destruido la historia y tradición de su país porque, como un vulgar mal perdedor, desde su puesto alentó a las hordas hasta enfurecerlas para ir a tomar su civil y sacrosanto altar y que ahora tras varios días del ruin acto, aconsejado por alguien, se olvida de aquellas y las desprecia por su forma de actuar. Todo en un movimiento tardío y fuera de lugar para tratar de evitar ser expulsado del poder por la fuerza, incapacitado por problemas de salud mental o que sus poderes sean mermados para evitar que en uno de sus arrebatos siga haciendo daño o pueda provocar una situación irreversible y letal.

Para terminar, quisiera hacer mi última reflexión sobre aquellas horas que el mundo vivió con sorpresa, en muchos casos con indignación y hasta con cierto tipo de miedo porque el mal ejemplo pudiera cundir en otras latitudes sin solución de continuidad. No es el momento ni motivo para tomarse a sorna lo ocurrido esta semana en el Capitolio de Estados Unidos, porque, como dice el Evangelio, aquel que esté libre de pecado que tire la primera piedra y en este tipo de actos y teatros, aunque sin llegar a tamaña intensidad, nosotros tenemos ejemplos muy recientes en Madrid, Barcelona y Sevilla. Situaciones alentadas y jaleadas por populistas que ahora, en otra medida pero al igual que Trump, están en un gobierno nacional o regional tan contentos y convencidos de que ninguna fuerza divina ni humana les puede arrebatar lo que consideran que es suyo por muchos años o para toda la eternidad y veremos que sucederá el día cuando, legalmente y por mandato de las urnas, de sus puestos se les tenga que desplazar.

Lo dicho, como resumen simple y si más adornos; los populismos y los populistas no traen nada bueno a ninguna sociedad oriental ni occidental; son como los bombones de almendra amarga que son malos a rabiar aunque vengan envueltos en hermosos y atractivos papeles de colores fabricados en celofán.

 

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España.  Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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