Malvinas 1982-2022. Una Gesta Heroica y 40 años de entrega. Pesca, la moneda de cambio», un libro de César Augusto Lerena, ex Secretario de Estado y experto en Atlántico Sur y Pesca
A la venta en la Librería Hernández (Av. Corrientes 1436 CABA)
Malvinas 1982-2022. Una Gesta Heroica y 40 años de entrega. Pesca, la moneda de cambio es un libro que describe lo ocurrido en los últimos 40 años en el Atlántico Sur, Malvinas y Pesca. Describe y cuestiona muchos de los hechos y efectúa propuestas de gobierno.
El autor entiende que la Argentina es un PAÍS MARÍTIMO e INSULAR. La superficie terrestre de nuestro país alcanza a 2.791.810 Km2, sin incluir la Antártida. Con una costa de 6.816 km según estudios del CONICET, una Zona Económica Exclusiva (ZEE) de 3.146.345 km2 y los archipiélagos de Malvinas que ocupan 11.410 km2 y el resto de las islas 8.597 Km2, sin incluir la Isla Grande Tierra del Fuego y los 965.597 km2 de la Antártida Argentina y las aguas correspondientes.
De esos espacios marítimos el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte invade 1.639.900 km2, es decir el 52% de la ZEE Argentina. Sumando a ello que los británicos disputan a Argentina 1.430.367 km2 de la plataforma continental y también la Antártida. Se concluye que los británicos pretenden quedarse con un territorio equivalente a la Argentina de La Quiaca a Ushuaia.
La Argentina rodeada por los ríos Paraná y Paraguay, junto al Río Uruguay, que cuenta con 3.442 km navegables desde Puerto Cáceres (Brasil) hasta Nueva Palmira (Uruguay), con más 290 km del Río de la Plata hasta el Atlántico, donde el mantenimiento está concesionado y, en su mayoría navegan buques extranjeros y, el comercio de granos en manos de unas pocas empresas extranjeras. El Atlántico Sur no solo está ocupado, sino que explotan sus recursos, buques chinos, españoles, coreanos, taiwaneses, británicos, etc. extraen un millón de recursos pesqueros originarios de Argentina valuados en cuatro mil millones de dólares por año, el doble de las exportaciones pesqueras nacionales. En Malvinas se capturan 250 mil toneladas por año valuadas en mil millones de dólares. Desde la firma de los Acuerdos de Madrid en 1989, el Reino Unido, a través de licencias ilegales, la suma de 32 mil millones de dólares.
El autor observa que mientras ello ocurre, gran parte de los argentinos están desinformados y creen que solo tenemos ocupadas Malvinas. Los aciertos en estos 40 años son escasos y los desaciertos múltiples, respecto al camino hacia la recuperación de la soberanía en Malvinas y a los otros espacios insulares, marítimos, la plataforma continental y la Antártida Argentina.
El Derecho Internacional Público, aunque delicado para mencionar los asuntos de Estados, es preciso y categórico para explicitar los desenvolvimientos de reclamos o pleitos interestatales. Igualmente, la normativa internacional se manifiesta muy concreta ante un evento que requiera atender un asunto contencioso, para lograr alcanzar las soluciones.
Lo anterior queda condicionado a lo siguiente: siempre y cuando las partes conflictuadas expresen manifiesta e inequívocamente las disposiciones a resolver el hecho litigioso.
Veámoslo así, en nuestro caso particular por la zona del Esequibo. Lo voy a decir directamente.
Si continuamos con la dejadez frente a lo que nos corresponde histórica y jurídicamente; si no nos pronunciamos a tiempo contra lo que aún se viene perpetrando, que vulnera nuestros intereses soberanos; si damos muestras de indiferencias, en vez de formular las denuncias oportunas y contundentes; o permitir que los gobiernos guyaneses sigan dando concesiones a empresas transnacionales para la exploración, explotación y comercialización de los vastos recursos que tiene la Guayana Esequiba, no solo en el territorio, sino en su proyección atlántica. Entonces, sépase que todas estas omisiones, desatenciones y desintereses conspiran contra nosotros en los reclamos que desde hace más de un siglo hemos hecho de esa zona; porque, nuestra conducta displicente se puede llegar a interpretar como desistimiento de nuestra causa.
Los silencios oficializados se pagan caros. Tales quietudes las conocemos como Aquiescencias. Las mencionadas actitudes estatales (o por lo menos, la de algunos funcionarios (in)competentes) conforman incomprensivas permisividades.
Resulta inaceptable que quienes deben reaccionar y protestar se quedan inermes (en poses pusilánimes) ante decisiones arbitrarias, hechos agresivos u ofensivos del Estado guyanés frente a Venezuela.
Entre nosotros los Esequibistas viene aflorando una común y compartida inquietud, que se manifiesta en interrogantes del tipo: por qué quienes tienen las competencias en materia de Relaciones Exteriores —particularmente en lo atinente a la Guayana Esequiba— no convocan a las mejores capacidades de compatriotas, densamente formados, para diseñar las expeditas estrategias, y comenzar a discernir nuestros escritos de alegaciones de Hecho y de Derecho, que debe nutrir al Memorial de Contestación de la demanda, que nos interpuso la excolonia británica, en la Corte Internacional de Justicia.
Nos llama la atención que siendo, como lo volvemos a mencionar, un asunto de Estado que debe concitar la unidad nacional, haya tanta opacidad por parte de quienes manejan la Política Exterior en nuestro país.
Abramos los ojos y analicemos que no es poca cosa la Pretensión Procesal de Guyana; y detrás de ellos, incontables empresas transnacionales en una lúdica de intereses de múltiples aristas.
Sabemos que ya el caso se encuentra en proceso jurídico en la CIJ; sin embargo, el gobierno actual de la excolonia británica continúa entregando concesiones, a diestra y siniestra, a las empresas transnacionales para que se instalen en la Zona de Reclamación y en su correspondiente proyección marítima.
Cada semana, se incorpora a este festín voraz una empresa diferente por la concesión otorgada desde el gobierno de Irfaan Ali; con la finalidad de emprender labores de explotación ilegal y abusiva, de nuestros recursos, contrariando el contenido del Acuerdo de Ginebra de 1966
De todos es sabido que Guyana está citada para el 08 de marzo del próximo año, para que insista o desista jurídicamente del recurso ya interpuesto contra nuestro país; y ratifique o retire la pretensión procesal que contiene en su petitorio.
Prestemos atención a lo siguiente. La interposición de acciones en nuestra contra, que es bastante, la conocemos en su totalidad. La hemos leído con precisión, analizado y estudiado académicamente. Cuyo contenido se resume (y sintetiza) de la manera siguiente: ellos insisten en pedirle a la CIJ que confirme la validez legal y efecto vinculante del Laudo Arbitral de París, dictado el 3 de octubre de 1899, documento que siempre ha sido considerado por Venezuela como írrito y nulo; dos adjetivaciones calificativas adosadas desde sus orígenes.
Guyana pide en su pretensión procesal que la CIJ ratifique que el citado Laudo constituyó una “liquidación completa, perfecta y definitiva” de todas las cuestiones relacionadas con la determinación fronteriza. En otras palabras, aspiran que Tribunal de La Haya sentencie como Cosa Juzgada, con base en los hechos que narra en su escrito.
Orgullosos de nuestra venezolanidad proclamamos que no hay nada que temer; porque lo que Guyana está pidiendo ante el Alto Tribunal de La Haya es rebatible y desmontable. El objeto de la demanda no tiene el menor asidero. La contra Parte no posee el menor documento que los respalde.
Los coagentes del gobierno guyanés, para esta controversia, tienen más de un año instalados en La Haya, sede de la CIJ; con honorarios carísimos y logística a todo dar; gastos sufragados por las empresas transnacionales que se encuentran esquilmando nuestros recursos.
Ese equipo, que litiga en la CIJ, está integrado por: Sean D. Murphy (inglés), de la Facultad de Derecho de la Universidad de George Washington y asesor jurídico de la embajada de EE.UU en La Haya; además, Paul Reichler (estadounidense) socio y codirector del Grupo de Litigación y Arbitraje Internacional de Foley Hoag; Payam Akhavam (Iraní) profesor en la Universidad McGill en Montreal, miembro de la Corte Permanente de Arbitraje y Shridath Ramphal (guyanés), exministro de Relaciones Exteriores y de Justicia de ese país.
Ese equipo no nos atemoriza ni nos arredra; porque lo hemos dicho, en muchas ocasiones, que nosotros estamos asistidos de plena razón y Justo Título traslaticio; además poseemos enjundiosos elementos probatorios: históricos, jurídicos, cartográficos, políticos, geográficos y morales.
Nuestra sugerencia —una vez más— a la Cancillería venezolana es para que estructure nuestro equipo multidisciplinario. Nosotros tenemos muy dignos y experimentados profesionales del derecho, historia, sociología, antropología, geografía etc. suficientemente conocedores de la controversia por la Guayana Esequiba, prestos a representar a Venezuela. Entonces convoquen y habiliten —oficialmente— nuestro equipo que el país quiere conocer. Equipo que con legítima disposición patriótica nos defenderá en marzo del 2023.
* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV).
En 1985 el profesor estadounidense Lawrence Harrison publicó su famoso libro “El subdesarrollo es un estado mental”, sobre el cual en 2005 hice algunos comentarios que vale recapitular, máxime al comprobar que muchas cosas siguen igual; no hubo cambio cualitativo auténtico ni en Bolivia ni entre sus vecinos. En su época el ya fallecido Harrison realizó varias giras latinoamericanas e incluso visitó Bolivia. Luego publicó diversos estudios vinculados con sistemas culturales y la forma en que ellos impactan reforzando el atraso, o viceversa, impulsando la innovación.
Los antropólogos definen la cultura en general como “el modo de vida de un pueblo”. El estado mental vendría a ser la forma en que el individuo visualiza su propia concepción del mundo, un “ethos” que se socializa globalmente en cada comunidad en función de la pauta dada a través del tiempo por la clase dirigente. Hasta ahora —dados hechos y realidades— el estado mental que nos sigue caracterizando en Bolivia difiere notablemente de lo que se precisa para avanzar hacia el cambio cualitativo.
Diversos autores prosiguieron la senda marcada por Harrison y a su turno ofrecieron explicaciones en torno a cómo la cultura de ‘x’ país o región afectaba su desarrollo. Sin embargo, la explicación más contundente sigue siendo la preconizada por Lawrence: todo está en la cabeza, en la forma de mirar las cosas; en suma, en el estado mental de un individuo y de la sociedad de la que forma parte. Solamente así se explican las diferencias de desarrollo y capacidad adaptativa, incluso entre comunidades muy parecidas racial y geográficamente.
Veamos dos ejemplos clásicos. En primera instancia, Barbados y Haití. Ambas son islas del Caribe habitadas por ex esclavos negros. Mientras Barbados prospera, Haití sigue sumida en la pobreza. ¿Razones? Obviamente, una manera distinta de ver las cosas y de ‘pensar’, más allá de similitudes. Veamos el segundo caso. Australia y Argentina poseen enormes territorios, ingentes recursos naturales y poca población, mayoritariamente de origen europeo. Australia pertenece al Primer Mundo mientras que Argentina desde 1930 decae y decae, llegando ya al nivel tercermundista ¿Razones? En cada uno de estos dos países se tiene una manera colectiva e individual distinta de pensar, de actuar y de proceder; esto hace que Australia sea más desarrollada que Argentina, también al margen de las similitudes.
En Bolivia tenemos mayoritariamente población mestiza e indígena y recordemos que los esquimales de Alaska son también pueblos originarios. Más allá del arrastre histórico de injusticias o discriminaciones, nuestra población persiste en su pobreza y cuando tiene ventajas sobre un recurso que puede explotar (caso actual del litio; hay varios del pasado: goma, plata, estaño, gas, etc.) la clase dirigente ahuyenta con sus actitudes casi toda posibilidad racional de inversión que genere empleos y avance socioeconómico. Todo lo contrario hicieron los dirigentes esquimales. Al descubrir recursos energéticos en su territorio y ante la falta de medios propios, apelaron a un mal necesario —las odiosas pero imprescindibles multinacionales— e hicieron acuerdos constructivos. Ahora los esquimales alaskeños son ricos. Acá en Bolivia seguimos pobres y por lo visto así continuaremos ¿Razones? Todo indica que los originarios esquimales tienen una manera de pensar distinta a la de los originarios y mestizos bolivianos; eso marca la diferencia.
La conclusión de Harrison que siempre compartí: no hay nada racial (ni otras tonterías por el estilo) para diferenciar rico y pobre, desarrollado y subdesarrollado. El problema radica en la manera de pensar. Si pudiéramos reemplazar una cultura del atraso por una del progreso, las cosas cambiarían. El subdesarrollo se ve reforzado por un negativo estado mental; si no se lo supera, será imposible avanzar al ritmo de naciones que modificaron su manera de pensar: Corea del Sur, Singapur, Bostwana, por citar claros ejemplos. Los tres países estaban por debajo de Bolivia medio siglo atrás…