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LA ARGENTINA NO EJERCE SOBERANÍA EN EL ATLÁNTICO SUR

César Augusto Lerena*

Somos un Estado Marítimo invadido y disputado y no ejercemos en el mar argentino y sus archipiélagos una administración plena.

 

La soberanía política. De resulta del siguiente análisis y de los temas que abordaremos podemos lastimosamente afirmar que la Argentina no ejerce soberanía plena sobre el Atlántico Sudoccidental, además de en las islas Malvinas, San Pedro (Georgias del Sur) y Sándwich del Sur que no se encuentran en nuestro poder y, como claramente indica la Disposición Transitoria Primera de la Constitución, «la recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía (…) constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino» y, en los hechos, desde los Acuerdos de Madrid I (1989) y II (1990) la Argentina ha quedado congelada, mientras el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (Reino Unido) ha avanzado con prisa y sin pausa hasta la fecha y la Cancillería Argentina y su Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur se han limitado a la acción inconducente de propiciar el diálogo con el Reino Unido, cooperar en forma unilateral y buscar el apoyo de países para la promoción del referido diálogo.

El Consejo Nacional de Malvinas creado en el año 2020 por Ley 27.558 está integrado por varios miembros que intervinieron en la política de sumisión de los años 90; autores intelectuales de los ruinosos acuerdos con el Reino Unido y, entre ellos, Marcelo Kohen, quien en 2018 les propuso a los isleños un referéndum para determinar si querían ser británicos o argentinos, manteniendo el régimen migratorio actual de las islas, lo que hace suponer que poco hay que esperar de este cuerpo respecto a la recuperación de Malvinas y la administración de las aguas y archipiélagos argentinos.

Mientras ello ocurre, el control de la parte meridional del Atlántico Sudoccidental se encuentra en manos del Reino Unido, quien viola sistemáticamente la Res. 31/49 del 1º de diciembre de 1976 de las Naciones Unidas que “Insta a las dos partes a que se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación, mientras las Islas están atravesando por el proceso recomendado en las resoluciones arriba mencionadas (1514/60, 2065/65, 1965/73, 3160/73)”, podemos ver que, entre otras cosas, construyó una pista aérea para grandes aviones de guerra y carga; una base naval y misilística; modernizó el sistema de radares; llevó adelante obras de infraestructura logística, comunicación y transporte; emplazó un nuevo puerto en la isla San Pedro y licitó para la construcción de otro en Malvinas que concentrará todo el tráfico pesquero, mercante, comercial, científico y turístico de la región, controlando de esta manera la región y el acceso a los Océanos Pacífico e Índico y fortaleciendo su acceso a la Antártida.

El gobierno ilegal de Malvinas otorga licencias ilegales de pesca a buques extranjeros y a partir del 1º de enero de 2023 lo hará por 25 años. Estos buques extraen unas 250.000 toneladas por año (más los descartes) de especies pesqueras argentinas, poniendo en riesgo la sostenibilidad del ecosistema, en una clara demostración del desinterés por el dominio y cuidado de los recursos migratorios originarios de la ZEE Argentina, su sostenibilidad y desprecio por la contaminación del medio marino.

Por otra parte, vuelos de la RAF hacen escala en Brasil y Uruguay previo a su descenso en Malvinas y vuelos comerciales de LATAM, con la autorización del uso del espacio aéreo argentino, facilitan el tráfico de trabajadores y tripulantes, intercambio de materias primas frescas y otros insumos y, el Puerto de Montevideo recibe más de 700 buques por año que realizan pesca ilegal en el Atlántico Sur y Malvinas.

Podemos afirmar que, mal que nos pese, las aguas y recursos argentinos del Atlántico Sudoccidental no son administrados por el gobierno argentino e, incluso, organizaciones extrañas, por acción u omisión de los responsables del gobierno argentino, intervienen en el diseño de la política de administración de los territorios marítimos y sus recursos.

Por ejemplo, ¿por qué la norteamericana Wildlife Conservation Society (WCS) diseñó el Área Marina Protegida Bentónica de 164.000 Km2 enclavada en un sector aledaño al área marina ocupada y disputada por el Reino Unido? dando lugar a un proyecto de ley que ya tuvo media sanción en la Cámara de Diputados de la Nación y contó con el apoyo de la Cancillería y la Secretaría de Malvinas, a pesar de todos los argumentos en contrario de científicos, pesqueros, medioambientales, económicos, territoriales y estratégicos de los expertos que se opusieron al aparente “infundado” proyecto.

La citada Fundación WCS, cuenta con el apoyo, entre otros, de OCEANS 5, organización que, sus «primeras subvenciones apoyaron el trabajo en los territorios de ultramar del Reino Unido, la Antártida, el Ártico y varias grandes Zonas Económicas Exclusivas (ZEE), entre ellas, la de Estados Unidos» (sic) incluyendo entre sus socios y miembros, a trece fundaciones de los Estados Unidos, el Reino Unido y los Países Bajos, y esto, que podría pasarse por alto, adquiere suma importancia, ya que la citada “Área Marina Protegida” completaría el “blue belt” (cinturón azul) que ya en 2017 los ingleses anunciaron que rodearían a Malvinas (entre otros territorios de ultramar) asegurándose el control y la explotación de los recursos pesqueros en las islas, que se inició en 1990 con el Acuerdo de Conservación (FOCZ) al este de Malvinas firmado por Cavallo y el Santuario Ecológico al sur de Malvinas, establecido en forma unilateral por el Reino Unido alrededor de la isla San Pedro y Sándwich en 2011.

Pero, además de ello, la referida WCS es propietaria de dos islas (Grand Jason y Steeple Jason o las islas Sebaldes o Sebaldinas para la Argentina) desde 2001 en el archipiélago de Malvinas y entonces entendemos el interés de esta Fundación por el Agujero Azul, que pasaría a cerrar el “cinturón azul” al norte de Malvinas y, también, su especial preocupación, por el cuidado de los albatros de ceja negra que se encuentran en las islas de “su propiedad” y, estando esta especie, según el informe de la filial local de WCS, relacionada al Agujero Azul-ZEE.

La Fundación WCS no solo administra estas islas, sino que «está trabajando con el gobierno local para proteger aún más todo el archipiélago de las Islas Jason y el área marina circundante» (Christopher J. Mckenzie, Wildview, WCS, agosto 15 de 2017). Es obvio que este solo hecho impide toda participación de esta organización en el territorio argentino, por cuanto sería violatorio de la DTP de la Constitución Nacional.

Además, pareciera que el CONICET colabora eb actividades de la WCS para trabajos de investigación en Malvinas: “…Ian publicó extensamente sobre las aves de New Island (Isla de Goicoechea en Malvinas), y fue autor de trabajos de investigación con los investigadores asociados de WCS P. Dee Boersma, Juan Masello y Andrea Raya Rey”, siendo esta “Investigadora Principal del CADIC, cuya especialidad es la Ecología y Conservación de Aves y mamíferos marinos de Tierra del Fuego y el Atlántico Sudoccidental con implicancias en la conservación, manejo y sustentabilidad regional y global”.

Por otra parte, el pasado 20 de septiembre de 2022 en Washington, la Argentina habría firmado una “Declaración Conjunta sobre la Cooperación Atlántica” junto a Brasil, Canadá, Irlanda, Países Bajos, Noruega, Portugal, España, el Reino Unido y los Estados Unidos, entre otros, varios de ellos pescadores ilegales, con el compromiso de tener “una región atlántica pacífica, próspera, abierta y cooperativa, preservando al mismo tiempo el océano como una región saludable, recurso sostenible, (evitando) la piratería; la delincuencia organizada transnacional; la pesca ilegal; el cambio climático; la contaminación y degradación ambiental (…) la cooperación en la región (…) y la gobernanza marítima a través del Atlántico (…) desarrollar un enfoque compartido de las cuestiones del Océano Atlántico (…) comprometidos a ver el Atlántico Sur como una zona de paz y cooperación que contribuya significativamente al fortalecimiento de la paz internacional (…) asociarnos con otras organizaciones apropiadas, incluidos los organismos regionales de pesca…”. “región abierta”; “cooperación regional”; “gobernanza marítima”; “organismos regionales de pesca” (léase OROP), etc., una serie de decisiones absolutamente contrarias al interés nacional y la sola firma del Reino Unido que ha incumplido con todas consignas que en esta Declaración se citan, manteniendo una base naval y misilística, depredando los recursos pesqueros argentinos y pretendiendo constituir las OROP que le permitirían, ya no seguir explotando los 1.639.900 Km2 que le usurpa de territorio marítimo a Argentina, sino administrar los recursos de todo el Atlántico Sur, incluso la ZEE Argentina, junto a sus principales socios en Malvinas, los españoles.

Pero llama la atención que con el mismo objeto de “Gobernanza Marítima” dos Fundaciones cuyos integrantes no tienen ninguna experiencia en materia marítima y mucho menos pesquera: la Fundación Argentina Global y la Konrad Adenauer Argentina, el día 20 de septiembre convoquen a participar siete días después en forma presencial (¿?) en Puerto Madryn del “primer taller federal del ciclo de conversatorios titulados “Gobernanza Marítima: de las ideas a la acción”, de 10 a 13 horas (este tiempo no alcanzaría ni siquiera para tratar la pesca incidental y mucho menos para proponer acciones) para dialogar “acerca de la relevancia estratégica del mar y en la necesidad de mantener el buen orden en los espacios marítimos (…) contribuyendo a la elaboración de un documento conjunto de conclusiones (…) sobre la base de un seminario previo realizado en Buenos Aires (¿?) y, además, el lugar de convocatoria, que podría ser cualquiera de los puertos del litoral marítimo, parecería desconocer que la provincia de Tierra del Fuego es la principal responsable junto al Estado Nacional, de las cuestiones de la Antártida e islas y mares del Atlántico Sur.

Nada es casual, revisando los integrantes de las Fundación Global que presidiría Fulvio Pompeo, apreciamos que provienen de una alianza de gobierno que entre otras cosas otorgó concesiones petroleras offshore en el área austral a empresas británicas violando la ley 26.659, firmó el pacto de Foradori-Duncan que hubiera facilitado la logística de Malvinas con vuelos a San Pablo y, desde ahí, la inserción al mundo post-Brexit y ratificó las investigaciones conjuntas pesqueras con el Reino Unido que le permitían a este otorgar licencias ilegales en Malvinas para la captura de los recursos pesqueros argentinos y compró patrulleros oceánicos a Francia que pudieron fabricarse en Argentina y la Fundación Konrad Adenauer en Argentina, presidida por Susanne Kass, que no entendemos que puede aportar sobre la materia esta organización alemana.

Políticas extrañas; intereses externos e internos; incapacidades; dependencias económicas; falta de cultura marítima y alimentaria pesquera, son el motivo, entre otros, de la administración laxa del mar argentino y de su consecuente intromisión, ocupación, apropiación, depredación y pérdida de soberanía política.

La soberanía territorial. La Argentina tiene, entre la superficie marítima e insular 6.247.842 Km2, mientras que la superficie bicontinental alcanza solo a los 3.757.407 km2. La Zona Económica Exclusiva (ZEE) Argentina es de 3.146.345 Km2 y la superficie continental (sin la Antártida) llega a los 2.791.810 Km2. Es decir que la acreditada “Pampa Húmeda”, la de los granos y el bife de chorizo, tiene una superficie menor al mar argentino; pero, “no todo lo que reluce es oro”, el Reino Unido no ocupa solo 11.410 Km de Malvinas, como se suele divulgar, sino 1.639.900 Km2 de territorio marino e insular argentino y nos disputa 1.430.367 Km2 de la plataforma continental argentina extendida y 2.426.911 Km2 del Continente Antártico y sus aguas correspondientes. Es decir, tenemos invadido —proporcionalmente— un 52% de la ZEE Argentina; el equivalente a toda la Patagonia, las provincias de Cuyo, Salta, Jujuy y Formosa y, junto a los territorios disputados, unos 5.497.178 Km2; es decir, dos (2) continentes argentinos (sin contar la Antártida). Seguramente, muchos lectores recién se están anoticiando que no son solo los 11.410 Km2 de Malvinas los que están ocupados o en disputa. Y es que ningún gobierno argentino quiere pagar el costo político de contarnos que el problema no se limita a unas pequeñas (aunque dolorosas) islas del Atlántico Sur. Es un relato. Pero eso no es todo. Cuando se aprobó la Ley 27.557 y nos mostraron un mapa bicontinental a todo color y lo exhibieron como un maravilloso triunfo de la diplomacia argentina por el cual nuestro país incorporaba 1.782.000 Km2 de Plataforma Continental extendida, se olvidaron contarnos que los técnicos de la Comisión de Límites que funciona en la oficina de las Naciones Unidas solo recomendaron 351.633 Km2 y no trataron 1.430.367 Km2 por encontrarse en disputa con el Reino Unido. Fue un mensaje para la tribuna. Nos siguen mostrando como los eternos campeones morales y, mientras tanto, el Reino Unido, pese a la “Fórmula del Paraguas”, ha seguido avanzando territorialmente: en 1982 tenía ocupados unos 20.000 Km2 insulares (Malvinas, más San Pedro y Sándwich del Sur) más tres millas alrededor y hoy, como dije, ocupa y/o disputa 5.497.178 Km2.

En contraste con ello, la Patagonia, que es la región más extensa de la Argentina continental, tiene la densidad más baja poblacional con 2,5 habitantes por km2 y la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur una densidad poblacional de 0,1 habitantes por Km2 y, evidentemente, es una debilidad importante frente a un Atlántico Sur ocupado por potencias extranjeras y, misiles en Malvinas apuntando al continente.

La soberanía económica y laboral. La extracción de los recursos pesqueros en el Atlántico Sudoccidental, son del orden de las 2.250.000 toneladas/año (incluidos los descartes), donde operan entre 350 y 500 buques chinos, españoles, coreanos, taiwaneses, británicos, portugueses y otros (rusos, polacos, noruegos en su momento). Ello supone una extracción de recursos pesqueros por unos 4.500 millones de dólares/año (FOB); lo que equivale a decir, que en los últimos 40 años se han extraído unos 180.000 millones de dólares (FOB) de los cuales, 26.000 millones de dólares (FOB) son divisas producto de las licencias británicas de Malvinas otorgadas a buques extranjeros.

En este escenario, los gobiernos argentinos no han colocado una sola sanción desde 1998 (Leyes 24.922 y 26.386) a los buques extranjeros que pescan en Malvinas, ni con posterioridad al 2020 donde se aumentaron las sanciones (Ley 27.564) y, en los últimos 40 años, se apresaron un promedio de dos buques por año por pesca ilegal en la ZEE Argentina, con una población de pesqueros ilegales de entre 350 a 500 buques.

La extracción de hidrocarburos offshore por parte del Reino Unido en el área de Malvinas, por el momento, no puede ponderarse, pero se estima que de subir los valores del petróleo las Malvinas se habrán de consolidar económicamente con solo este recurso (Hoy el PBI per cápita de los isleños es de US$ 100.000). A ello se agrega la licitación de áreas (100.000 Km2) para la explotación offshore por parte del gobierno argentino en 2019, donde se adjudicaron a empresas británicas vinculadas a Malvinas, pese a la Ley 26.659 (Solanas) de 2011 que lo prohibía. No se han ponderado tampoco los recursos minerales.

Gustavo Baruj y Sergio Drucaroff del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Ciencia, la Tecnología e Innovación (CIECTI, Informe Nº 10, 2018) entendieron que el potencial económico del mar de 2016-2035 es de los US$ 669.598 millones y generaría unos 568.751 empleos directos, sin evaluar los recursos mineros. Potencial que entendemos muy conservador, en atención al avance en explotaciones petroleras offshore; las potencialidades y acuerdos pesqueros sobre los recursos migratorios originarios de la ZEE,; los derivados de los fletes marítimos donde la Argentina ha perdido la bandera; la administración de la logística portuaria a miles de buques de gran porte que comienzan a transitar por el estrecho de Magallanes; la construcción y reparación naval, etc.

Se estima que la Argentina está perdiendo unos 50.000 empleos directos por no administrar y/o acordar y/o capturar los recursos migratorios originarios de la ZEE Argentina.

La debilidad en el aprovechamiento del Atlántico Sur también se ve cuando la Argentina importa buques navales y pesqueros, a pesar de tener suficiente capacidad pública y privada para la construcción de embarcaciones y, como contrapartida, exporta productos pesqueros con bajo valor agregado transfiriendo el trabajo a los países más desarrollados, en un comportamiento retrógrado, después de etapas, donde la Argentina, tuvo una importante producción industrial naval nacional. Esta política, es seguramente un plan, destinado a desocupar el mar y depender de terceros en el comercio.

Complementariamente a ello, el Paraná, «entre el puerto de Santa Fe y las aguas profundas del Río de la Plata exterior (1.477 km) es el principal curso de agua argentino, donde ingresan y egresan 4.000 buques de bandera extranjera que en el año 2020 transportaron 74 millones de toneladas de carga, más del 90% del comercio exterior argentino» (Lugarini, Fabian. Informe Marítimo, 08/09/2022), lo que demuestra la debilidad argentina respecto a la autonomía en el comercio y las dificultades de control e integración entre los cursos fluviales y el mar argentino, además de dejar en manos extranjeras la administración de esas vías navegables fluviales y el desarrollo regional consecuente en manos extranjeras, que el 20 de noviembre de 1845 motivaron la recordada Batalla de la Vuelta de Obligado, en defensa de nuestra soberanía nacional.

La soberanía alimentaria. La Argentina carece de política de consumo interno de productos pesqueros. A pesar de estar entre los que más captura de Latinoamérica y el Caribe, después de Perú, Chile y México y es de los países que menos consumen sus habitantes con 4,8 Kg de consumo per cápita/año, estando por debajo de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Uruguay, entre otros. Por cierto, muy por debajo del consumo promedio de Latinoamérica con 9,8 Kg., de África con 10,1 Kg. o del mundo con 20,2 Kg. No es casual que no se promueva en la Argentina el consumo interno: se evita que los argentinos miren el mar y cuiden a este y sus recursos.

Si no se descartasen pescados en el mar (en la ZEE, en alta mar y en Malvinas) se podrían disponer de unas 750.000 toneladas/año de productos pesqueros aptos para el consumo. Con 300 mil toneladas de los descartes que se industrialicen se podría proveer raciones a 3 millones de niños y adolescentes por día de proteína de la mejor calidad, todos los días, todo el año, en un país con 37,3% de pobreza y 8,2% de indigencia (INDEC, 30/03/22).

Pobreza, indigencia, subalimentación y descuido de los recursos naturales es parte de la colonización.

La defensa del territorio. No hay política de disuasión. Los distintos gobiernos han declarado que la Argentina no tiene hipótesis de conflicto, una llamativa calificación ante semejante escenario, mientras la Ley General de Pesca de México (DOF 24/4/2018, Art. 17º) indica: «El Estado reconoce que la pesca es una actividad que fortalece la soberanía alimentaria y territorial de la Nación. Un asunto de seguridad nacional y prioridad para el desarrollo nacional». La Argentina debería cuadruplicar su capacidad existente naval y aérea para controlar solo la ZEE Argentina y asignarle un presupuesto a la Armada Argentina y a la Prefectura Naval que, en la actualidad, está dentro de los más bajos de Latinoamérica. En el hipotético caso de aprobarse el Área Marina Protegida Agujero Azul, la Argentina para controlar esos espacios marinos, necesitaría unos US$ 15 millones anuales, lo que da una idea de la falta de presupuesto para vigilar y gobernar nuestros mares.

Desculturalización y relaciones con el Reino Unido. El 2 de febrero de 1825 las Provincias Unidas del Río de la Plata firmaban el Tratado de Amistad, Libre Comercio y Navegación con el Reino Unido. El mismo reconocía, entre otras cosas, la independencia de nuestro país, no obstante «para la obtención de dicho reconocimiento la Corona británica requirió que Buenos Aires contrajera un empréstito de la banca inglesa Baring Brothers por 1 millón de libras esterlinas (llegaron solo £ 550 mil) y dicho monto fue devuelto 81 años más tarde, pagándose 5 veces la cifra inicial». En 1831 Luis Vernet apresó tres goletas norteamericanas que pescaban en forma ilegal. En 1833 y pese al Tratado de Paz citado el Reino Unido destruyó la población argentina en Malvinas. Desde entonces, los gobiernos han mantenido relaciones diplomáticas con el fin de obtener la restitución de las islas y, desde 1982 se inició un proceso de desmalvinización y desculturalización que, se profundizó en 1989, con la aceptación de la ocupación del territorio marítimo y los recursos pesqueros argentinos, cuando en los prolegómenos de la firma de los Acuerdos de Madrid el diplomático negociador argentino indicó: “No nos preocupa la exclusión pesquera sino la militar”. Esa desmalvinización sigue hasta nuestros días.

Necesitamos la determinación del Gral. Manuel Belgrano (“un Estado sin pesca nada puede sobre la mar”); la preclaridad del Almirante Segundo Storni (“el Mar será el vehículo y el sostén de su fortuna y de su gloria”); el esfuerzo del Almirante Guillermo Brown (“El honor nacional requiere un esfuerzo”) y de todos los combatientes que mantienen viva la llama de Malvinas.

“Nada está hecho mientras quede algo por hacer” (Romain Rolland)

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena (Fundada el 21/10/2002), Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, CESPEL (Fundada el 02/04/1989).

Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021) y de “Pesca Ilegal y Recursos Pesqueros Migratorios Originarios de los Estados Ribereños de Latinoamérica y El Caribe” (2022).

El ÁREA MARINA PROTEGIDA AGUJERO AZUL ES UN ATENTADO A LA PRODUCCIÓN Y A LA SOBERANÍA ARGENTINA Y NO ELIMINA LA PESCA ILEGAL EXTRANJERA

César Augusto Lerena*

En el Congreso de la Nación se ventila el proyecto 1039-D-2022 de la diputada Graciela Camaño “Área Marina Protegida Bentónica Agujero Azul¨ categorizada como Reserva Nacional Marina Estricta que abarca un área de la Plataforma Continental Argentina más allá de las 200 millas marinas, con una superficie de 148.000 km2, trece veces el tamaño del Archipiélago de Malvinas y, una nueva área de “protección” de las Islas ocupadas por el Reino Unido, por obra de los británicos, pero también de los argentinos.

Las Malvinas están militarizadas, la plataforma continental extendida alrededor de Malvinas en disputa (1.430.367 km2 según la Comisión de Límites de las Naciones Unidas); al este de Malvinas, la Zona de Conservación (FOCZ) acordada por Cavallo en 1990; al sur la Reserva ecológica de 1.070.000 km2 establecida en forma unilateral por el Reino Unido en 2011 alrededor de las Georgias del Sur y Sándwich del Sur y violando el Tratado Antártico; alrededor de Malvinas la FICZ ilegal de unos 438.000 km2 establecidas por el Reino Unido; al oeste las 18 áreas licitadas de unos 100.000 km2 para la explotación offshore en 2019 que se adjudicó a varias empresas británicas violando la Ley 26.659; al noroeste la ocupación ilegal británica de 1.900 km2 de un área de alta concentración de calamar denominada GAP. Faltaba el noreste y llegó el área Marina Protegida Bentónica de 148.000 km2 que favorecerá el otorgamiento de licencias ilegales pesqueras por parte de las autoridades ilegales de los usurpadores de Malvinas y muy probablemente generará la ocupación de nuevos espacios por parte del Reino Unido y, un muy probable conflicto extraño al Atlántico Sur, contrario a la “Zona de Cooperación y Paz” firmada por todos los países occidentales de África y orientales de América.

Ya nos hemos referido sobre este tema (César Lerena “El Proyecto Bentónico Agujero Azul hace agua”, 21/01/2022) por lo que me ha parecido interesante hacer algunos comentarios al artículo de Rodolfo Chisleanschi “Argentina: los intereses que demoran la creación de un área marina protegida en el Agujero Azul” publicado el 02/06/2022 por MONGABAY. Periodismo ambiental independiente en Latinoamérica (https://es.mongabay.com/2022/06/), un trabajo que, aun no concordando en algunos temas, resulta una mirada independiente, poco frecuente en estos temas, donde se mezclan cuestiones ambientales con intereses políticos.

Dice entonces Chisleanschi, con mis comentarios en algunas afirmaciones o comentarios:

«En la plataforma continental argentina existe un gigantesco “supermercado marino” donde acuden a alimentarse especies de toda la cadena trófica y que es conocido como el Agujero Azul.

La falta de gobernanza sobre la pesca en aguas internacionales permite que cientos de barcos ocupen la zona y realicen sus capturas sin ningún tipo de control. (CESAR LERENA: El Área Marina Protegida Bentónica (lecho y subsuelo) no habrá de impedir la pesca en los cursos de agua que no son de jurisdicción argentina).

Un proyecto de ley solicita declarar el lugar como área protegida. La posibilidad de que en el subsuelo haya reservas de hidrocarburos y metales estaría frustrando su creación. (CESAR LERENA: Este mismo artículo indica que no hubo presión del sector petrolero al respecto, sino del pesquero).

El cuerpo va girando hasta completar los 360 grados; los ojos intentan llegar más allá de donde permite la mirada, pero donde sea que enfoquen, el paisaje solo devuelve agua y cielo. El Atlántico Sur se abre inabarcable y bajo la superficie, un torrente de vida, un auténtico “supermercado” alimenticio atrae a una multitud de especies: invertebrados, peces de todos los tamaños, mamíferos marinos, aves, etc.

También hay barcos, muchos barcos. Medianos, grandes, inmensos, y con las más diversas banderas. Están los poteros que buscan calamares (Illex argentinus), los arrastreros que capturan abadejos (Genypterus blacodes) o merluzas negras (Dissostichus eleginoides), los reefers que conservan la pesca en cámaras frigoríficas para trasladarla a los puertos, y los buques tanque que se ocupan de reabastecer con combustible a todos los demás.

La zona se conoce como Agujero Azul, se encuentra sobre la plataforma continental argentina, a más de 300 kilómetros de la costa del golfo San Jorge, en la Patagonia, y además de poseer una riqueza marina extraordinaria, es el eje de una áspera polémica de muy difícil resolución donde se mezclan la biología, el conservacionismo, las leyes internacionales, los intereses económicos y hasta la geopolítica global.

En 2015, las autoridades que por entonces gobernaban el país se plantearon por primera vez la necesidad de proteger esa región oceánica. Hasta ahora las desavenencias entre las diferentes visiones y pretensiones con las que se mira el lugar, que van desde la conservación estricta al desarrollo extractivo sin límite de los recursos mineros y pesqueros, lo han impedido. (CESAR LERENA: El sector pesquero nacional pesca muy poco en esa área, si bien entiende que pueden afectarse sus intereses futuros y, no los de los buques extranjeros, a quienes esta Área Marina no les impedirá pescar con o sin redes de arrastre). Este año, el Congreso argentino tiene una nueva oportunidad de promulgar la ley de creación de un Área Protegida Marítima, y de hecho, el proyecto presentado ya ha superado la etapa de estudio en comisiones y se encuentra apto para ser debatido en la Cámara de Diputados. Que llegue a concretarse o no dependerá de algunas de las razones que se explican a continuación.

Las razones para proteger el Agujero Azul

Las plataformas continentales son las zonas más productivas debido que al tener profundidades que no sobrepasan los 200 metros, la luz penetra favoreciendo la vida. Esa es una de las razones por las que el Agujero Azul es tan biodiverso, pero no la única. En el gigantesco acantilado submarino que marca el fin del continente, en el llamado Frente del Talud, se encuentran dos masas de agua: la corriente de Malvinas y las aguas de la plataforma continental provocando un fenómeno conocido como surgencia. Este último consiste en que masas de agua profundas frías y ricas en nutrientes ascienden a la superficie, “poniéndose a disposición de las algas que están arriba en la columna de agua”, explica Valeria Falabella, bióloga y directora de Conservación Costero-Marina de la filial argentina de Wildlife Conservation Society (WCS). (CESAR LERENA: Su central en Nueva York).

El resultado del fenómeno es la generación de un área de enorme productividad biológica donde pueden encontrarse todos los eslabones de la cadena trófica, desde fito y zooplancton a ballenas o tiburones.

La combinación de factores otorga al lugar un magnetismo irresistible. Por un lado, la existencia de cañones todavía inexplorados y supuestamente intactos que penetran en las paredes del talud atrae a los científicos y alienta los pedidos para que la región sea protegida cuanto antes. Por el otro, la industria pesquera de distintos países del mundo —con China, Corea del Sur y España a la cabeza— aprovecha esta riqueza para extraer grandes cantidades de recursos. (CESAR LERENA: El AMP Agujero Azul está fuera de la jurisdicción argentina -salvo la plataforma- y no se impedirá con esta Ley de AMP Bentónica que sigan pescando). 

Los intereses pesqueros

Hasta el 2016, solo una pequeña parte del Agujero Azul estaba incluido en el territorio argentino, pero ese año la Comisión de Plataforma Continental de Naciones Unidas aprobó el pedido del país para ampliar su jurisdicción hasta las 350 millas de la costa y de ese modo todo el Agujero pasó a estar bajo la jurisdicción nacional. Sin embargo, la resolución de la ONU tiene una salvedad: la potestad argentina solo comprende el suelo y el subsuelo. Las aguas, en cambio, siguen considerándose internacionales, es decir continúan abiertas a quien eche sus redes en ellas. (CESAR LERENA: No lo impedirá esta ley de AMP de la diputada Camaño, porque los cursos de agua son de libre acceso a la pesca según la CONVEMAR).

En abril de este año, el Arctic Sunrise, un barco de la organización Greenpeace, viajó hasta la zona. Las condiciones climáticas impidieron que los científicos a bordo pudieran realizar las tareas que tenían previstas —sobre todo, investigar los fondos a bordo de un submarino— pero la excursión valió para comprobar lo que ocurre sobre el Agujero Azul.

“Es impresionante estar en un lugar en medio de la nada y ver tanta vida alrededor”, relata Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace que integró la tripulación. “Hay ballenas y delfines que saltan, pingüinos, elefantes marinos, aves… También hay muchos barcos. Habíamos ido en noviembre de 2018 y vimos menos, tal vez porque se ha extendido la temporada. Hoy el tránsito en medio del mar es brutal”. Falabella, quien también fue parte de la expedición es más gráfica. “Llegué a contar hasta cien barcos. De noche parece una ciudad”, dice. La razón, explica Vueso, se debe a la falta de gobernanza en aguas internacionales. “Por eso creemos que es tan necesario acordar un Tratado General de los Océanos que proteja al menos un 30 % de los mares del planeta”, agrega (CESAR LERENA: Como dije no se resolverá la pesca con esta AMP porque el curso de agua es internacional y además con la Reserva Ecológica de 1.070.000 km2 que declaró en forma unilateral en 2012 el Reino Unido alrededor de las Georgias del Sur y Sándwich del Sur tiene más del 30% de su mar donde los buques argentinos no pueden pescar, además, de las AMP Namuncurá I y II, AMP Yaganes y, en total la Argentina tiene ocupado por el Reino Unido 1.639.900 km2 es decir el equivalente al 52% de la ZEE Argentina).

Desde el punto de vista comercial, el calamar es la gran estrella del lugar. Especie migrante cuyo ciclo vital se completa en un solo año, su presencia congrega la atención de la mayor parte de la flota pesquera que se aglomera en el Agujero Azul (CESAR LERENA: El calamar se captura mayoritariamente con buques poteros cuyos sistemas de pesca selectivo no dañan el fondo submarino porque no utilizan redes de arrastre de fondo. No obstante, ya hemos dicho: esta AMP no puede impedir por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) que se pesque en aguas internacionales y no es la forma de resolver la Pesca Ilegal).

La sobrepesca del calamar es uno de los problemas graves que plantean los científicos, aunque coinciden en señalar que el mayor daño lo provoca el uso de redes de arrastre que pescan abadejos y merluzas negras en los sectores donde la profundidad es todavía somera. “Pudimos bajar cámaras a 160 metros de profundidad y la depredación del fondo se aprecia a simple vista. Los biólogos especialistas en vida bentónica (aquella que se asienta en el fondo del mar) nos decían que debería estar lleno de corales de agua fría y de esponjas que cumplen un rol fundamental en los ecosistemas marinos, pero no había nada”, dice Vueso.

Marcelo Acha también repara en la “pobreza” de fauna que encontró en los suelos del Agujero: “No es un desierto, pero tampoco una región muy rica”, afirma. Sin embargo, evita ser categórico acerca de los males que producen las redes de arrastre porque “casi toda la información que tenemos es sobre la plataforma continental argentina, de ahí hacia afuera sabemos muy poquito y no tenemos estudios anteriores para comparar si está más o menos arrasado”, dice el biólogo, quien es jefe del proyecto de Ecología Pesquera en el Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero que encabezó una travesía al área en noviembre de 2021.(CESAR LERENA: la opinión de este experto es central porque se trata de nada menos que el Jefe del Proyecto de Ecología Pesquera del INIDEP, el Instituto de Investigación más importante en la materia y, para pensar en establecer un Área Marina Protegida hay que tener una información científica previa).

Pero más allá de los matices, la necesidad de crear una figura de protección para la zona resulta unánime y es a partir de este punto que comienzan las discusiones (CESAR LERENA: No se trata de un matiz, se trata de la opinión de uno de los científicos más importantes en la materia que indica que hay escasa fauna en la plataforma y no hay estudios previos). 

Los intereses mineros

“El primer proyecto de ley trabajado por distintas áreas del Poder Ejecutivo argentino en 2015, buscaba proteger la columna de agua y el fondo marino de la porción del Agujero Azul que está dentro de las 200 millas del territorio argentino, más un pedazo representativo del lecho y el subsuelo que sobrepasa esa distancia”, recuerda el biólogo, Juan Emilio Sala, quien es miembro del Consejo Asesor Científico y actual coordinador de Pampa Azul, una iniciativa interministerial creada en 2014 con el fin de promover el desarrollo y la innovación tecnológica en el amplio espacio del Mar Argentino. El cambio de color político del gobierno en aquel año echó por tierra la idea (CESAR LERENA: sobre ese proyecto no hubo consultas serias a nivel del sector empresario ni en el Consejo Federal Pesquero, ya que, pretender establecer un AMP dentro de la ZEE (las 200 millas) sobre los cursos de agua hubiera sido letal para la industria pesquera y, sobre este último proyecto la intercámara industrial formada por todas las Cámaras del país presentó un informe fundado lapidario).

En 2021, el tema recuperó su vigencia, promovido por la diputada nacional Graciela Camaño. En este caso, el proyecto extiende de manera ostensible el espacio a proteger a partir de la ancha superficie de plataforma que Argentina ganó en 2016. “Fuimos más ambiciosos porque entendimos que los diez años de trabajo de nuestra cancillería para lograr que nos otorgaran la ampliación de nuestra plataforma tienen que traducirse en el cuidado del ambiente marino y en evitar que esa zona se explote de cualquier manera”, sostiene Camaño (CESAR LERENA: el trabajo lo inició la COPLA de la Cancillería en 1996 y la Comisión de Límites -que funciona dentro de ONU- efectuó su informe en 2016/17, es decir 20 años después,  recomendando solo 351.633 km2 sobre el total de 1.782.000 km2 presentados por Argentina. Aun así parte de esta AMP Bentónica parte del sur se superpone a la zona en disputa con el Reino Unido).

Pero el recorrido parlamentario del proyecto fue dispar. En un principio, según relata la diputada, el proyecto contó con el apoyo de varios bloques de legisladores, así como del Ministro de Ciencia y Tecnología, impulsor del proyecto original de 2015. También contó con el apoyo del director de la Administración de Parques Nacionales y de las áreas del Poder Ejecutivo vinculadas con el tema. Parecía estar bien encaminado, pero no llegó a tratarse en el Congreso y aunque volvió a ser presentado este año la situación ya no es la misma (CESAR LERENA: nunca contó con el apoyo del sector pesquero y, el Consejo Federal Pesquero y el INIDEP fueron consultados una vez elaborado el proyecto).

La región a proteger se estima que podría ser rica en hidrocarburos y nódulos polimetálicos, y en el último año el gobierno argentino ha colocado en un plano prioritario la explotación offshore como solución a las crónicas crisis energética y económico-financiera del país. La mera sospecha de la existencia de recursos estratégicos bajo esos fondos oceánicos ha modificado la mirada y encendido el debate, porque si todo el Agujero Azul se transformara en área protegida estricta sería imposible extraerlos. (CESAR LERENA: el proyecto de AMP de la diputada Camaño coloca área como de protección estricta y por lo tanto también sería imposible para los buques argentinos pescar, no así a los extranjeros).

“El proyecto presentado por la diputada Camaño está íntegramente elaborado por WCS, una ONG internacional cuyos intereses no son necesariamente los del país”, dice Juan Emilio Sala. “Todos vemos como positivo crear una herramienta normativa de protección para controlar lo que pasa en esa zona, pero en mi opinión personal esta no puede impedirnos desarrollar alternativas productivas como los hidrocarburos offshore que le permitirían a la Argentina alcanzar la independencia energética absoluta, duplicar lo que hoy desarrolla en tierra y habilitar la generación de divisas genuinas”, sostiene. (CESAR LERENA: Emilio Sala pertenece al proyecto Pampa Azul y podríamos repetir su opinión en materia pesquera, más aún cuando el Consejo Federal Pesquero y el INIDEP tienen herramientas suficientes para, en todo caso, una vez investigada adecuadamente el área y, si fuera necesario, prohibir la pesca de arrastre de fondo y para ello no se necesita ningún Área Marina protegida y, sería de aplicación a todos los Estados (incluso los Estados no ribereños extranjeros) porque se estaría afectando la Plataforma continental).

El apoyo entre la citada ONG y la diputada Camaño es público, y no es negado por ninguna de las partes, pero la legisladora asegura que la única crítica recibida por el proyecto estuvo relacionada con algunas quejas de la industria pesquera y agrega que “nadie del área de hidrocarburos se contactó con nosotros, no tenemos noticias de la existencia de lobbies que hayan actuado en este tema ni de otras acciones que hayan retrasado el tratamiento del proyecto”. Para la diputada, el proyecto de ley “se trabó debido a los disturbios coyunturales de la Argentina. Fue uno de los 18 proyectos que el Presidente Alberto Fernández envió a sesiones extraordinarias y ninguno de ellos fue tratado”, dice.

Islas Malvinas y geopolítica global

El aspecto geopolítico añade otro componente de discusión. El sector sur del área protegida propuesta casi rozaría el límite de la zona de exclusión total decretada por las autoridades británicas en torno a las Islas Malvinas, el archipiélago que se levanta dentro de las 200 millas de plataforma continental argentina y que en 1982 fue escenario de una guerra. Su ocupación por el Reino Unido es objeto de una antigua y persistente reivindicación de soberanía por parte de la nación sudamericana (CESAR LERENA: no se trata solo de eso, se trata que la propia Comisión de Límites integrada por expertos que funciona dentro de las Naciones Unidas no estudió parte del área seleccionada para la AMP Bentónica por entender que se encuentra en disputa entre Argentina y el Reino Unido.

Aunque para la diputada Camaño esto no representa un problema, puesto que el proyecto de ley está ajustado a los límites territoriales, algunos expertos temen que al estar tan cerca ambos espacios, la creación del área protegida sea considerada como una provocación por parte de Argentina (CESAR LERENA: no está tan cerca: una parte sur se superpone al área en disputa).

“El área que declararon los británicos comienza apenas unos grados de latitud más hacia el sur del Agujero Azul y en ella los barcos autorizados por el gobierno de las islas pescan las mismas especies que capturan los buques un poco más arriba”, explica Sala. “Se trata de un área militarizada donde la Argentina no puede intervenir porque se desataría un nuevo conflicto bélico. Es un escenario muy complejo que funciona dentro de una lógica geopolítica más global”, analiza el experto.

Por debajo de estas discusiones “globales” subyacen otros puntos de debate en torno a la postergada área marina protegida. “No hay duda de que sería una herramienta muy interesante que obligaría al Estado a financiar investigaciones, pero no tengo en claro cuál debería ser su tamaño”, confiesa Marcelo Acha. (CESAR LERENA: el principal experto que debió ser consultado por los autores del proyecto de ley de AMP no tiene claro cuál debería ser el tamaño). “Además la declaración de una región tan enorme tendría la dificultad práctica de poder monitorearla”, sostiene. Sala coincide con él: El área propuesta “es mucho más grande de lo que un país como Argentina estaría en condiciones de monitorear si queremos que sea un área con un plan de manejo adecuado”. (CESAR LERENA: La Argentina no controla las actuales Áreas Marinas Protegidas de Namuncurá I y II y Yaganes. Y por cierto controla con mucha dificultad la Zona Económica Exclusiva Argentina y no puede controlar los 1.639.900 km2 ocupados por el Reino Unido del mar argentino).

Para Acha, sería más práctico crear pequeñas áreas protegidas interconectadas entre sí a lo largo de todo el talud. “Sería un instrumento más elástico y se le podría dar a cada lugar un grado de restricción diferente”, afirma. Claudio Campagna, biólogo integrante del Programa Marino de WCS Argentina, opina diferente. “El control no demandaría ningún esfuerzo porque hoy los satélites permiten ver hasta las patentes de los barcos desde la costa. (CESAR LERENA: el biólogo Campagna no puede ignorar que los sistemas satelitales se apagan, se modifican, etc. y además sería inocuo este accionar porque los barcos extranjeros como los nacionales pueden pescar sobre los cursos de agua, además, de cualquier accionar de este tipo, supone disponer de naves de control cerca, para apresar a quienes realicen pesca ilegal, que no sería este caso). Para saber lo que está pasando en alta mar ya no hay que enviar buques que consumen petróleo, gastan mucho dinero y provocan calentamiento global”, sostiene.

Los fundamentos biológicos para extender la zona de protección sobre un territorio mucho más amplio también forman parte del debate. “La realidad es que necesitamos generar una mejor información de base antes de declarar la protección”, estima Sala. (CESAR LERENA: Con este testimonio de Sala y el precedente de Acha, sería suficiente para desestimar esta iniciativa extemporánea y con graves connotaciones productivas y soberanas).

“Este es un sitio al que se debe mirar de manera distinta a cómo se mira el mar en cualquier otro lugar y momento”, dice Campagna y añade: “Aquí hay aspectos que son comunes a las áreas protegidas, pero también cuestiones muy particulares que tienen incidencia política, estratégica y ética, argumentos que deberían pesar tanto como los ecológicos a la hora de entender lo que ocurre y de actuar para buscar una solución” (CESAR LERENA: efectivamente es el conjunto de elementos que hay que ponderar en forma integrada para establecer este tipo de limitaciones, sobre todo cuando no han sido debidamente evaluados sus beneficios y perjuicios).

Pero la incertidumbre sobre el destino que pueda correr el área no pareció preocupar a la ballena Atrevida/Antares cuando a principios de este año eligio esas aguas inquietas para llevar a su cría,  convencida de que allí encontraría una zona de alimentación ideal para garantizar su crecimiento (CESAR LERENA: la propia ballena nos está indicando que el Área está sana. Suelo confiar más en el instinto animal que en las decisiones poco evaluadas de los hombres). “Declarar el Agujero Azul como área marina protegida no va resolver todos los problemas, pero sería como iluminar una calle para bajar las probabilidades de crímenes”, sentencia Campagna. Por ahora, las discusiones impiden que se concrete. El “gran supermercado” del Atlántico Sur sigue aguardando una decisión final (CESAR LERENA: el ejemplo no parece aplicable a cuestiones que requieren un análisis científico y productivo más serio).

 

* Presidente de la Fundación Agustina Lerena (fundada 21/10/2002). Presidente Centro de Estudios para la Pesca (CESPE). Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex-Secretario de Estado. Ex-Asesor en la H. Cámara de Diputados y en el Senado de la Nación. Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021).

NI EBRIOS NI DORMIDOS, PACTANDO CON EL ENEMIGO

César Augusto Lerena*

El Ministro para las Américas del Reino Unido Alan Duncan escribió en sus memorias que, al momento de concretarse el llamado Pacto de Foradori-Duncan, el vicecanciller argentino «Carlos Foradori estaba tan borracho que al día siguiente no podía recordar los detalles del documento» (Télam, 26/04/2022). Si esto fuera verdad, estaríamos en graves problemas, ya que nuestra Cancillería viene tomando decisiones muy favorables a los intereses del Reino Unido y, si ello lo atribuyésemos al alcohol, se trataría de una epidemia que no podríamos imputarla a la Pandemia del Coronavirus COVID-19, porque hace más de 40 años que los británicos avanzan sobre nuestros territorios insulares y marinos. En 1982 ocupaban 11.410 km2 y desde hace muchos años tienen invadido 1.639.900 km2 equivalentes al 50% de la Zona Económica Exclusiva Argentina.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) «El uso nocivo del alcohol desafía al desarrollo social y económico de muchos países, incluidos los de las Américas, donde el consumo es de aproximadamente un 40% mayor que el promedio mundial. En general esta población consume alcohol en un patrón que es peligroso para la salud, así como para la violencia doméstica, la pérdida de productividad, y muchos costos ocultos» (www.paho.org/es/temas/alcohol). Tal vez, dentro de estos costos ocultos, la OPS pudo haber ponderado los probables efectos negativos del alcohol en las decisiones de los altos diplomáticos; pero, nosotros no creemos que esta sea la causa, aunque ya ello lo mantenía preocupado Mariano Moreno cuando decía: “hay determinaciones que no se pueden tomar ni ebrios ni dormidos”, es decir, bajo ninguna circunstancia.

Pensar que Foradori, sobrio o beodo, tomó solo la decisión de semejante cesión intenta quitar de responsabilidad al Presidente y Ministro de entonces y, por cierto a la Cancillería Argentina y a un personaje con gran poder dentro del Ministerio de Relaciones Exterior: el Director General de la Consejería Legal Internacional, en su momento la influyente Susana Ruiz Cerutti y el intermitente Subdirector y ahora Director, su ahijado Holger Federico Martinsen.

Para descartar la cuestión del alcohol de una vez por todas, tengamos en cuenta que el entonces embajador Mark Kent era afecto al buen whisky escocés y, sin embargo, ello no dio motivo a que este odioso pacto termine siendo una decisión desfavorable a los británicos, sino todo lo contrario. A esta altura, si fuésemos tolerantes, podríamos pensar que Foradori al menos estaba dormido, y preguntarnos ¿cómo se le pudo haber ocurrido a un diplomático de carrera cerrar semejante acuerdo en “una fabulosa bodega, con las paredes llenas de botellas de Merlot” y que ésta se encuentre —precisamente— en la embajada del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Arrancamos mal, “firmando” la cesión en territorio británico, en un ámbito que parece más propicio para trasnochadas libaciones que para el tratamiento de cuestiones relativas a la soberanía argentina. Sí sabemos, que fue trabajoso el pacto, Foradori entró a la bodega el día 12 de septiembre y selló el pacto, el fatídico martes 13 por la madrugada.

En realidad, nadie en su sano juicio o que no tuviese el mandato de favorecer los intereses británicos en Malvinas podría acordar «adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos». Una verdadera cesión incondicional; una entrega definitiva del ejercicio de la soberanía plena de Malvinas y una clara violación de la Disposición Transitoria Primera de la Constitución.

Deberíamos descartar entonces que para “cerrar” el Pacto el vicecanciller Foradori estuviese borracho. Porque si fuese así, ¿cuál sería el tenor etílico de los funcionarios posteriores que habiendo pasado ya seis años del Pacto, aún lo mantienen vigente?

Refiere el secretario de Malvinas de la Cancillería Argentina Guillermo Carmona, que el «Gobierno del presidente Alberto Fernández llevó a cabo una serie de acciones para dejar sin efecto todas las cuestiones prácticas y los acuerdos posteriores derivados del comunicado conjunto emitido en septiembre de 2016».

Aquí el secretario, con intencionalidad o erróneamente, manifiesta que el Gobierno llevó a cabo acciones para limitar los acuerdos posteriores que derivaron del Pacto en cuestión y, omite decir que el más grave daño que provoca este acuerdo —de eso se trata cuando el llamado “comunicado conjunto” refiere en su texto siete veces a la palabra “acordar”— es la ratificación “de hecho” de los Acuerdos de Madrid y la fórmula del Paraguas, pudiéndose interpretar que el diálogo que reiteradamente la Cancillería Argentina demanda, está siendo llevado a cabo por el Reino Unido, a punto tal, que la Argentina promete quitarle todos los obstáculos para el desarrollo de Malvinas y la continuidad de los citados Acuerdos de Madrid.

Del mismo modo, el Reino Unido sigue otorgando licencias pesqueras ilegales a terceros países en violación a la Res. 31/49 de las Naciones Unidas sin iniciar acciones a las empresas licenciadas, por violación a las leyes 24.922 (1998) y 27.564 (2020) y en algunos casos la Ley 26.386 que impide a las empresas radicadas en el continente argentino operar en Malvinas y, ello significa, la extracción anual de recursos pesqueros argentinos del orden de las 250.000 toneladas, valuadas sin proceso en unos mil millones de dólares.

De igual forma las autoridades argentinas no han cancelado la autorización a los vuelos de Latam de Malvinas a Chile y viceversa y la Secretaría de Malvinas, a instancias del autopostulado Marcelo Kohen, le propuso en diciembre de 2021 al Reino Unido, efectuar “vuelos humanitarios” con la compañía Aerolíneas Argentinas para que los isleños puedan salir de las islas a reunirse con sus familiares, constituyéndose en el hecho inédito que el país invadido ofrezca vuelos humanitarios al invasor, encuadrándose en una política reiterada e inconducente argentina de cooperación unilateral.

Igualmente sigue vigente el otorgamiento por licitación en 2019 de un área con más de 100 mil km2 para la explotación hidrocarburífera offshore en la Cuenca de Malvinas, entre los archipiélagos y el continente argentino a empresas petroleras de origen británico y/o que han intervenido en explotaciones en Malvinas, en abierta violación a la Ley 26.659 (Ley Solanas), tales como Shell, BP Exploration Operating Company Ltd; Tullow Oil y Equinor; al igual que esta última frente a las costas de Mar del Plata. Todas sin análisis de impacto ambiental previo e independiente.

No se ha dejado sin efecto tampoco dentro del Pacto el acuerdo de cooperación antártica lo que constituye un acto de reconocimiento a la posición británica inadmisible. Es interesante transcribir al respecto lo dicho por el catedrático Armando Abruza: «Una reflexión aparte debe hacerse respecto a los acuerdos de cooperación con el Reino Unido en materia de investigación científica en aguas subantárticas circundantes a las Islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur, en lugar de hacerlo en el marco multilateral de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), que constituye el único régimen jurídico válidamente aplicable en esa región. En esta materia, corresponde igualmente poner de relieve la técnica empleada en la redacción del texto del Comunicado Conjunto, el cual, como se ha expresado, deja traslucir la autoría británica del documento, verificable en este caso específico a partir de su diseño. Curiosamente, la temática aquí abordada no fue incluida junto a los demás asuntos mencionados en el capítulo diez “Atlántico Sur”, sino que se encuentra referida en el último párrafo del capítulo tres “Ciencia y Tecnología, Derechos Humanos y Cuestiones de Género”. La situación así descripta sugiere la intención británica de dividir el objeto jurídico de la controversia, separando a los citados archipiélagos que, por ser islas subantárticas, se encuentran comprendidas en el área de la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, de las Islas Malvinas, que se encuentran fuera del área de dicha Convención. Los dos aspectos precedentemente examinados parecen confirmar la recepción en el texto del Comunicado Conjunto de desarrollos jurídicos favorables al Reino Unido, necesariamente contrarios a la posición sostenida por nuestro país en la controversia de soberanía sobre los tres archipiélagos australes. Cualquier concesión que el Gobierno argentino pudiera realizar en las materias precedentemente señaladas, sin que se reanudaran prontamente las negociaciones sobre la soberanía y sin ninguna contraprestación sustantiva a cambio, tal como indiscutiblemente ocurrió a lo largo de la década de los ‘90 y hasta entrado el siglo actual, serían incompatibles con la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional y lesivas para los intereses de la Nación». (“El Comunicado Conjunto argentino-británico…” p. 89:116 Anuario Arg de Derecho Internacional, 2016).

Por cierto, sigue vigente la Ley 24.184 de protección y promoción de las inversiones británicas que creó un régimen de privilegio por sobre los demás países y tampoco derogó la Ley 25.290 que aprobó el Acuerdo de Nueva York, que podría dar lugar a fortalecer la posición británica en Malvinas e intervenir en la administración de los recursos pesqueros en todo el Atlántico Sur. Amén de ello, la Secretaría de Malvinas en estos dos años y medio de gobierno no ha promovido la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (1986) refrendada por la Res. 41/11 de la ONU, para que todos los países de África occidental y América oriental se pronuncien enérgicamente y realicen acciones contra de la presencia militar del Reino Unido en Malvinas.

La consigna de que Argentina «adopte las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos» sigue vigente y nos preguntamos entonces con qué fundamentos se invita al diálogo al Reino Unido y a la cooperación. Si el Pacto de Foradori-Duncan se hubiese firmado ebrio o dormido ¿Cuál de estas condiciones u otras justifican mantener vigente un Acuerdo indigno que lesiona la soberanía nacional?

 

* Presidente de la Fundación Agustina Lerena (fundada 21/10/2002). Presidente Centro de Estudios para la Pesca (CESPE). Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex-Secretario de Estado. Ex-Asesor en la H. Cámara de Diputados y en el Senado de la Nación. Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021).