Archivo de la etiqueta: Terrorismo

LA YIHAD DESPUÉS DE AFGANISTÁN

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Jeff Kingma en Pixabay 

¿Cómo evolucionará la amenaza global de los yihadistas después de que Afganistán vuelva a estar bajo el mando de los talibanes? Talibán, eso, ¡no lo olvidemos!, son la expresión victoriosa de un pueblo que tiene más de treinta millones de habitantes. Personas que no están en absoluto representadas por esos pocos, que intentan escapar del país y abarrotar el aeropuerto de Kabul, como algunos occidentales de mala fe intentan miserablemente hacer propaganda. Los vietnamitas a finales de los años setenta no eran los pocos balseros, sino los más de cuarenta millones de habitantes que habían liberado al país del extranjero ocupante.

¿Qué forma tomará el radicalismo musulmán hacia las anacrónicas monarquías árabes amigas de los Estados Unidos, hacia los países árabes nacionalistas-seculares? y ¿qué pasa con los países de Occidente?

La respuesta a esta pregunta es particularmente compleja porque, si la confrontación bilateral entre Estados Unidos y la URSS, antes del yijadismo, que reemplazó a la Guerra Fría —como un hombre fantasma de los Estados Unidos— era un contraste entre dos ideologías y dos prácticas políticas que surgieron de la cultura occidental (ley liberal-burguesa-capitalista y ley socialista), hoy en cambio lo que leemos como la “yihad global” no tiene ninguna relación con los esquemas antes mencionados, y esta rareza simbólica, comunicativa, estratégica y política dificulta la comprensión de la ley islámica, cuya “guerra santa”, la yihad, representa su institución jurídica, que las bellas y pastoreadas almas de nuestro mundo occidental hechas de lentejuelas, consideran, en su opinión, fuera de tiempo, para decirlo en palabras del difunto Prof. Giorgio Vercellin, reportado en mi artículo anterior:

“El Islam y el mundo musulmán se presentan en el mismo nivel ‘arqueológico’ (y por lo tanto desprovisto de evolución hasta el día de hoy) a la par con los antiguos griegos y romanos. […] El verdadero problema es que la Sociedad de Historiadores Italianos ha contado el ‘mundo musulmán’, por así decirlo, automáticamente como parte del “mundo antiguo”.

Así que si las instituciones de la ley musulmana son consideradas obsoletas por aquellos que piensan que su derecho “kantiano” es un valor absoluto que debe tener preeminencia, especialmente con bombas, sobre los valores de la fe y de la moralidad y la economía ética, es obvio que cualquier indicio que venga de Oriente (RP de China y Rusia incluidos) es bestial. Así que no debería sorprendernos que a su vez se nos pague con la misma moneda.

Si la OTAN y el Pacto de Varsovia no fueron superponibles sino que fueran reemplazables, hoy el universo ideológico y político-militar de la yihad no sólo no es superponible al de todas las creencias occidentales y sus políticas, sino que es incluso incomprensible por las razones mencionadas anteriormente. Y esto ha llevado a muchos gobiernos occidentales a creer, de nuevo para usar una metáfora kantiana, que los “tres táleros dorados en la cabeza” eran iguales a los tres táleros dorados que realmente tienes en el bolsillo.

En otras palabras, la confrontación bipolar global occidental con el universo marxista-leninista tenía sus propios códigos, que permitían tanto la distensión como la presión de un lado sobre el otro hasta el borde del estallido de la guerra nuclear, mientras que el marxismo-leninismo era una ideología que prometía superar el capitalismo y reunir, según la frase de Stalin adoptada por Togliatti, “las banderas que la burguesía había dejado caer en el barro”.

En el caso de la yihad global, esta afinidad estructural entre las dos ideologías en contraste global no existe: son dos aspectos completamente diferentes, que no tienen ni madre ni padre en común. Por el contrario, está el rechazo de todo Occidente, tanto en sus variantes socialistas y anticapitalistas como en sus determinantes liberales y capitalistas.

Por lo tanto, es estructuralmente difícil aplicar la clásica e infantil bola de cristal estadounidense a Fukuyama, quien prediciendo el fin de la historia y la paz universal kantiana, ignoró un fenómeno que escapa deliberadamente a estas categorías y a los tiempos de análisis, mientras que la misma incomunicabilidad perceptiva y cultural es parte de la “niebla de guerra” clausewitziana y es utilizada consciente e institucionalmente por la yihad también como una herramienta insustituible de la guerra psicológica.

Pero veamos mejor, sin embargo, cómo utilizar la dinámica estructural del fundamentalismo islámico.

Los grupos yihadistas informales aceptan la ideología islamista radical, genéricamente llamada salafista, es decir, definida por el ejemplo práctico y religioso de los primeros fieles del profeta Mahoma. La relación de los salafistas es con los Hermanos Musulmanes y con la escuela Deobandi, una tradición interpretativa del Islam nacida en la India en la segunda mitad del siglo XIX. Por lo tanto, es un Islam simplificado, que rechaza tanto el Occidente ateo y materialista como la larga tradición, a menudo quietista y dialogante, que caracterizó al Islam del Imperio Otomano.

La yihad no tiene líderes y se adapta rápidamente a la transformación del campo de batalla donde participa activamente en varias partes del mundo y la penetración, con las mismas reglas adaptativas y operativas y, por lo tanto, el máximo de camuflaje, en el mundo occidental de recepción, tanto como una célula aún silenciosa como el núcleo inicial de la yihad en Dār al-kufr, territorio de incredulidad.

La hipótesis de la yihad sin líderes funciona bien en la fase de penetración, adoctrinamiento, entrenamiento de células fundamentalistas, que corresponde al máximo de mimetismo cultural y operativo con el mundo fuera de la célula, mientras que es menos efectiva para describir operaciones sobre el terreno.

La yihad, que también es fundamentalista (y recordemos que el término “fundamentalismo” nació en la tradición sectaria del protestantismo estadounidense), no tiene los tiempos y los mecanismos predictivos, por no hablar de los objetivos, de un movimiento de raíces políticas occidentales, aunque extremadamente minoritario y violento.

Y no olvidemos que sobre la base de la tradición sunita de los comentarios medievales de Ibn Taymiyyah, la yihad, por ley musulmana, es el segundo deber del musulmán después de la Fe (Imán), es un deber colectivo y se refiere a la lucha simultánea contra el enemigo externo (los cruzados aliados con los sionistas) y contra el enemigo interno (los gobiernos árabes nacionalistas y seculares).

Aquí radica la cuestión de la “gran yihad” (el esfuerzo espiritual del individuo para mejorarse a sí mismo) y la “pequeña yihad” contra el enemigo visible y externo, de la que se deduce que los gobernantes corruptos y los “amigos/siervos de Occidente” ya no tienen ninguna propiedad jurídico-religiosa para gobernar la umma (la comunidad global de creyentes).

Es una configuración estratégica y mental bastante diferente a la de los ejércitos y sistemas políticos occidentales, que por lo tanto son desplazados desde el primer momento por un enemigo que es global y local, y que tiene una cadena de mando desconocida para la tradición estratégica occidental (y para gran parte de la secularizada y nacionalista árabe).

La yihad global obviamente no es una estrategia occidental o incluso oriental como Sun Tzu, en la que los tiempos de guerra son inevitablemente similares pero más cortos que los de la política. Es una institución líder de la ley islámica que, después de la abolición del Califato (3 de marzo de 1924) se reanudó en principio después del colapso de la Unión Soviética, y está dirigida esencialmente contra “los cruzados y los sionistas”.

Y, además, el terrorismo (el arma de los pobres) no es la esencia de la yihad, sino una simple táctica de reciente aplicación, según ese particular modelo jerárquico y de relaciones centro-periferia que hemos descrito anteriormente. La yihad es un proyecto geopolítico que concierne a la unificación político-militar de la umma islámica, en todo el mundo, tanto donde está en la mayoría como donde está en la minoría, con todo lo que sigue contra el Estado de Israel y el poder económico occidental, tratando de crear una relación de sujeción geoeconómica de Occidente hacia el mundo islámico, tanto en el campo petrolero como en el financiero.

Así, el yihadismo ha atraído, y luego lo ha agotado, tanto política como económicamente, al poder global estadounidense en las áreas más adecuadas que han sido el Iraq secular, Afganistán y la Libia socialista de la Jamāhīriyya, mientras que a la Siria secular y socialista han intentado desestabilizarla la Casa Blanca, Occidente y las monarquías árabes aliadas, en función contraria a la Ruta de la Seda china.

Pero la islamización yihadista es actualmente incapaz de definir jerarquías precisas y universalmente reconocibles, y también sostiene que, sin un da’wa —una predicación islamista que concierne a todo comportamiento social— la yihad carece de fundamentos religiosos y legales, y es tan válida como los regímenes islámicos ilegítimos de Taqfiri que ya no siguen las líneas del Corán en la sociedad, en economía, en derecho.

El islamismo se basa en la ecuación democracia = politeísmo, por lo que la esencia misma de la política occidental, en todas sus formas, es taqfir, idólatra y politeísta.

El objetivo estratégico es, por lo tanto, muy claro: el establecimiento de un califato global dividido en diferentes áreas, definidas según la mayoría o ausencia de musulmanes dentro de ellas. Lo que significaría la omisión de los otros fieles del Libro. Y todo esto, quien escribe, lo apoyó diez años antes de la creación de ISIS, montado por los occidentales en clave anti-Assad-Beijing.

Y, en referencia a la lógica occidental de la política y la confrontación bélica, encontramos otra pareja dialéctica que puede ayudarnos a construir un escenario futuro, probable, del yihadismo y sus movimientos. Es el par centralismo-descentralización.

Para Occidente, la descentralización es la devolución pacífica y el federalismo político, pero siempre en una lógica clausewitziana de confrontación militar. Que ve dos o más elementos estatales opuestos entre sí y equivalentes, en una “niebla de guerra” que dura poco tiempo y donde la tríada, siempre clausewitziana, de gobierno, ejército y pueblo se vuelve esencial. En el caso de la yihad, el comportamiento será cada vez más descentralizado y para polos autónomos de muyahidines, con un máximo de autonomía operativa frente a los objetivos occidentales, y la síntesis estratégica se referirá a la propaganda, la gestión de las operaciones relativas a la guerra psicológica antioccidental, y el escaneo, a través de sus redes de comunicación internas, del ritmo y la localización de las operaciones.

Las variables que conducirán a este escenario, que hoy no son materialmente calculables, se refieren a: la proporción de militantes que podrán ponerse en funcionamiento; la persistencia de las redes de cobertura tanto en el Islam como en Occidente; la transición, en el campo occidental, de una competencia regional entre las potencias, que han utilizado el desequilibrio regional de la yihad para adquirir nuevas esferas de interés, a una colaboración activa, en el eje Norte-Sur, contra la yihad global.

Si es cierto que a estas alturas el eje de la “guerra santa” involucra a toda Asia Central (incluida la China Xinjiang Weiwu’er) y el norte de la India, entonces la variable que podría revertir la ecuación estratégica del yihadismo se refiere a la colaboración activa entre Rusia, la República Popular China, la Unión Europea y los Estados Unidos para evitar que el sur (y el este de Asia) del mundo se conviertan en áreas de yihad cuando se produzca la combinación, que favorecería enormemente el fundamentalismo islámico, entre diversas crisis económicas y financieras occidentales (con “colas” chinas y rusas) y la actual derrota de Estados Unidos en Afganistán.

En términos analíticos, la estrategia global del yihadismo, después de la expulsión de Estados Unidos de Afganistán, es:

  1. a) imponer una red de militantes estructurados, que se transformarán más tarde en califatos locales (ver ejemplos en África, después de la desestabilización de Libia, y las fuertes minorías islámicas en Europa);
  2. b) extender la yihad hacia países islámicos seculares y nacionalistas cercanos a Iraq y Afganistán (y aquí la variable del odio sunita hacia los chiítas se vuelve crucial, hacia Irán; lo que podría, en el futuro, canalizar los intereses comunes de Tel Aviv y Teherán);
  3. c) causar el enfrentamiento final entre la yihad de Medio Oriente y el Estado de Israel, que —sabiamente— se mantuvo fuera de Afganistán.

Una perspectiva que se coordina con el proyecto yihadista con respecto a Occidente, así como a los ahora países musulmanes takfiris, en los que se pueden identificar seis fases:

1) el “despertar islámico” que ha provocado la acción caótica e irresponsable de los Estados Unidos;

2) el reclutamiento masivo en el momento del máximo compromiso estadounidense y occidental en Iraq, Afganistán, Siria y Libia al que corresponde, como red militar de mando-control-gestión, la “yihad electrónica”, que de hecho se ha vuelto masiva en esas fases;

3) el fortalecimiento, para definir un choque con el Islam geográficamente más cercano a Occidente y más secularizado, como Turquía, después de haber fracasado (junto con los occidentales) con Siria (protegida por la fuerza rusa);

4) la verdadera “guerra económica”, que llevaría al ataque constante por el control de la infraestructura petrolera de Medio Oriente y, por lo tanto, al colapso de las monarquías árabes wahabitas, pero aún amistosas con los Estados Unidos;

5) la declaración de un “califato islámico” que cerrará sus relaciones con Occidente y abrirá, con toda probabilidad, lazos económicos con China y las crecientes potencias medias de Asia Oriental (como ya está previsto en el Emirato de Afganistán);

6) la confrontación con Occidente, finalmente, podría transformarse de regional, en los países islámicos y en el Medio Oriente, a global, con la gestión “revolucionaria” de las redes islamistas en Europa y los Estados Unidos.

¿Qué hará estallar estos escenarios yihadistas? Si es cierto que el punto 1) ha ofrecido las condiciones para la acción caótica de Estados Unidos, es igualmente cierto que hasta ahora el yihadismo no ha demostrado, de hecho, una capacidad de síntesis política islamista de las yihads regionales de Asia Central y Medio Oriente.

Es decir, es posible que las yihads chechena, tayika, infrapaquistaní, india, Xinjiang Weiwu’er y afgana no puedan unificarse solo con el pegamento del Islam salafista radical. Los intereses de la yihad de Pakistán, por ejemplo, pueden no coincidir con los de una hegemonía afgana predecible en la yihad de Asia Central, que Irán ha utilizado hasta ahora para cerrar el espacio estratégico de su adversario histórico y religioso, Pakistán.

La variable de intereses objetivos nacionales y étnico-tribales podría hacer que el pegamento qaedista del “Califato de Asia” sea completamente estimulante o puramente ideológico. Y, por supuesto, estamos hablando de intereses nacionales concretos, no de identidades psicológicas o ideológicas nacionales y étnicas. No creemos que el victorioso Emirato afgano esté de acuerdo con la estrategia global del abismo de destrucción de las redes logísticas, esenciales para la supervivencia del país.

Incluso en el caso de la futura confrontación en Turquía, la red yihadista ciertamente podría crear una grave situación de fricción y debilitamiento del antemuro estratégico de Anatolia hacia el área del golfo Pérsico, y hacer del Mediterráneo un “mar de la yihad”. Pero aquí las variables son dos: la falta de homogeneidad cultural y religiosa del islán turco, con la presencia de muchas y fuertes minorías, de las cuales los alevíes son uno de los más numerosos, y la inmensidad de la propia meseta de Anatolia, que necesita una masa de yihadistas no fácilmente reclutada para no decir conquistada, sino solo controlada con operaciones de interdicción. Y añadir el papel de la minoría kurda entre Iraq y Turquía, que ciertamente no tendría ningún interés en abandonar la protección estadounidense para diluirse, sin lograr sus objetivos constituyentes, en el caldero yihadista.

De hecho, la expansión en Turquía, después del cierre del frente iraquí, también es menos probable de lo que los yihadistas imaginan. No debemos pasar por alto, de hecho, la correlación estratégica entre el nacionalismo unitario, que en muchos estados árabes es más profundo de lo que se cree, y la dispersión étnico-religiosa, que no permite una rápida propagación de la yihad global.

Cabe recordar que en el mundo árabe hay varias minorías religiosas no islámicas, atribuibles a tres grupos: cristianos (monofisitas y católicos), judíos y heterodoxos (que incluyen, por ejemplo, las religiones animistas de Sudán), un total de más de 22 millones de personas.

En este contexto, de hecho, paradójicamente, precisamente el “despertar religioso” de los salafistas conectados a la yihad puede conducir al redescubrimiento de las raíces locales, identitarias, étnicas, que diferencian a cada grupo de la metafísica globalista de la yihad de la espada califal.

Por lo tanto, en el nivel de la guerra ideológica y psicológica, precisamente la identidad y el atractivo salafista del Islam pueden ponerse patas arriba dialécticamente: la identidad de las historias de las tribus y de las naciones, además a menudo antes del colonialismo europeo, contra la globalización de la yihad de la espada, opuesta e igual al aplastamiento de la globalización occidental.

También hay que añadir que la desestructuración del sistema del dólar a partir de la zona petrolera (un intento que llevó a la horca a Saddam Hussein, que optó por el euro) y la discontinuidad de los suministros de crudo de las naciones de la OPEP a Occidente, la transición al oro y, en segundo lugar, a una canasta de monedas que sustituye al dólar estadounidense como prestamista de primer y último recurso, sigue siendo una amenaza efectiva. Pero la variable de la estrategia yihadista es: ¿cuánto están realmente conectadas las economías de los principales países de la OPEP a la extracción directa de crudo?

Si la dependencia del petróleo es bilateral, como es bien sabido, entonces la escasez de suministro —natural o causada por el sistema de cuotas de la OPEP— no puede ir tan lejos como para hacer que otras tecnologías energéticas no sean eficientes en el petróleo, ni puede ser en interés del sistema de la OPEP el atraso de la infraestructura occidental derivada del petróleo, que puede extender la vida útil de los pozos y mejorar la tecnología de extracción de petróleo en los países islámicos de la OPEP.

Por lo tanto, hay un interés objetivo del área de la OPEP en la diferenciación financiera, pero al mismo tiempo también un interés en no reducir demasiado el valor relativo del dólar estadounidense. Y, de hecho, las estrategias de la yihad pueden ser útiles en una fase de fricción entre el Islam petrolero y Occidente, pero no pueden volverse estructurales en la relación con los países que son consumidores de petróleo crudo, de lo contrario el valor estratégico del “arma petrolera” en sí disminuirá.

Además, dada la correlación estratégica entre el mercado financiero estadounidense y las relaciones públicas de China, una elección de los yihadistas para convertir el mercado petrolero islámico —una vez que se haya alcanzado el establecimiento del Califato de Medio Oriente— hacia Beijing parece una hipótesis de difícil realización y de efectos geoestratégicos significativos, pero no destructivos.

Así, el yihadismo es capaz de unificar el Sur del mundo en términos “revolucionarios”; es decir, tiene el potencial de convertirse en un actor global en geopolítica y sobre todo en la geoeconomía mundial; tiene la capacidad de obligar tanto a la “plaza” como a los gobiernos islámicos, amigos o no, a tomar decisiones radicalmente antioccidentales y a confrontar con los Estados Unidos, la OTAN y la UE; puede definir, sobre la base del modelo de la vieja “estrategia indirecta” de tradición soviética, acciones de desestabilización estructural de los países europeos y de los Estados Unidos, manipulando y organizando la opinión pública islamista o extremista de estos países, pero no es previsible que pueda convertirse en un califato capaz de incorporar a las medianas potencias islámicas de la OPEP y de insertarse, gestionándola para sus propios fines, en la crisis estructural del poder geopolítico occidental, especialmente de Estados Unidos, en una fase de polaridad no estratégica.

El yihadismo es y previsiblemente será en el futuro un elemento capaz de desafiar y a veces vencer a Occidente en el terreno donde querrá llamar a sus oponentes. Será un elemento de fricción muy fuerte en los equilibrios interárabes y en la gestión de la psicología de las masas árabes; finalmente, podrá con toda probabilidad abrir un nuevo frente en Asia Central y del Sur. Pero no es probable que logre reemplazar el sistema de estados árabes, y siempre tendrá que lidiar con una parte nada despreciable del mundo islámico que no pretende incorporarse o asimilarse a Occidente.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

©2021-saeeg®

 

“¿ES LA ARGENTINA UN PAÍS VIABLE EN EL SIGLO XXI?”

Heriberto Justo Auel*

Profundo y completo análisis realizado por el General Heriberto Justo Auel en marzo de 2020.

 

1. Causas y Efectos.

En las últimas décadas nos hemos preguntado, cíclicamente, si nuestra querida Patria Argentina tiene viabilidad como país independiente, en el siglo XXI. Razones no faltaron. Por cada paso hacia adelante, en estos años, hemos dado dos hacia atrás(1).

En el conjunto de los Estados que conviven en el mundo actual poseemos la séptima extensión geográfica, que se desenvuelve desde el Trópico de Capricornio hasta el Polo Sur. Consecuentemente tenemos todos los climas, extensas montañas, enormes llanuras, largas costas marítimas y la mayor plataforma submarina del continente. Debido a ello, no nos faltan insumos.

Lo que nos falta es una lúcida dirigencia y no tenemos conciencia de ello (2). Una gran mayoría de nuestros conciudadanos entiende que la causa de nuestra larga decadencia es económica-financiera y, no es así. Tenemos un gran país y una pequeña dirigencia.

Nuestros problemas socio-económicos-financieros son consecuencia de una grave y progresiva crisis dirigencial y esa sostenida situación ha llegado a la categoría de decadencia. Las causas de ésta son muy profundas y están fuera del alcance de los sentidos. Son abstractas, pero de toda evidencia para quienes tienen los sensores adecuados para percibir la naturaleza del complejo problema irresuelto (3).

2. El largo proceso de caída.

Luego de un siglo inicial —1810/1910— que fuera una verdadera epopeya heroica, plena de coraje y de éxitos que abarcaron las guerras de la Independencia y las guerras civiles, llegó la paz y con ella la rica “Primera Argentina Agropecuaria”(4). Luego, a partir del Primer Centenario, ingresamos a una continua degradación cultural, política y socioeconómica —como natural consecuencia de aquel explosivo éxito sorpresivo y admirable— en un lapso en el que Occidente, en su núcleo fundacional europeo, ingresaba a dos autodestructivas guerras civiles —1914/1918 y 1939/1945—, de cuyas graves consecuencias aún no ha salido.

La Argentina —espejo cultural de aquella Europa— no fue ajena al drama de Occidente en su núcleo duro y este drama, que aún vivimos intensamente, fue agravándose progresivamente desde 1982 —Guerra del Atlántico Sur—. Habíamos ingresado a una nueva etapa de la guerra social-revolucionaria, iniciada a principios del siglo XX.

Aquel rápido y explosivo éxito económico —que hemos citado en el párrafo anterior— llevó a la sólida y antigua dirigencia “patricia” a su zona de confort. El timón quedó en manos de “m´hïjo, el dotor”, primera generación nacional de inmigrantes, verdadera contrafigura del ejemplar pionero o bien, en algunos casos, del retoño de algunos revolucionarios-anarquistas expulsados de la Europa ensangrentada, que retenían graves resentimientos sociales y que ingresaron enmascarados con el aluvión migratorio. Así surgieron —en nuestra sociología naciente— las figuras del irresponsable Isidorito Cañones o del “ácrata violento”, antecedente directo del terrorista revolucionario de los ’70.

Si fuere necesaria una prueba de la afirmación que hemos hecho en el punto 1, en lo que hace a las causas de la caída, la encontraremos en la comparación de la forma idónea en que se resolvió la agresión revolucionaria a principios del siglo XX por parte del anarco-comunismo ácrata y la torpeza empleada por la “nueva dirigencia”, sesenta años después frente al castro-comunismo, tal como lo explicita —documentadamente— el Tcnl Dr Valiente, en “Los anarquistas y la violencia” (5).

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, bajo el lema “Paz y Administración”, nuestra dirigencia política elaboró una Gran Estrategia con la que solucionó la sangrienta agresión revolucionaria, sin que hubiere una sola denuncia contra las instituciones estatales. Décadas después, sin tener presente a esta olvidada experiencia ejemplar y frente a una agresión homóloga, no existió ni Gran ni Pequeña Estrategia. Hubo improvisación.

Por decreto se ordenó —tardíamente— el “aniquilamiento” del enemigo que actuaba en todo el país desde quince años antes -1959/60—. A la Ley de Residencia 4144 —Ley Cané— de 1902, le acompañaron un conjunto de leyes que abarcaron todo el espectro de las actividades socio-políticas. Y la revolución violenta fracasó.

Al inicuo decreto de “aniquilamiento” —de 1974— solo le acompañó la improvisación. Con esa retardada, improvisada y errónea apertura de operaciones militares por parte de los “recién llegados”. ¿Pudo esperarse algún resultado eficiente con semejante dislate? Absolutamente, NO.

Pero cuando llegó el momento de encontrar responsabilidades por las garrafales ausencias y yerros de procedimientos, quienes tiraron la pesada piedra, escondieron la mano. Buscaron al “cabeza de turco” y así lograron la destrucción de las Instituciones, dejando abierto el camino para que el castro-comunismo llegara por vía electoral.

Y allí estamos, en manos de ignorantes e irresponsables ideologizados y fenicios, que dicen ser “científicos”.

De aquella nacionalidad emergente de una cultura definida, de valores firmes, de objetivos claros y comunes que la hizo generosa, expansiva, audaz y exitosa, ingresamos —en breve tiempo— a la sociedad actual, de valores relativizados, egoísta, contractiva y decadente, que construye pobreza, embrutecimiento espiritual y corrupción organizada, objetivada hoy en las patotas de jóvenes “rugbiers”, en violadores que asesinan niños o en politicastros cuyos máximos proyectos apuntan a las más rebuscadas falacias para alcanzar su propia impunidad —aún a pesar de la causa de “los cuadernos”—.

¿Hay conciencia —en nuestras dirigencias— que son directas responsables del vaciamiento de la identidad de los argentinos y de un Estado fallido en ciernes?

Aquella “confundida” actitud de 1983 frente al agresor revolucionario, hoy continúa. Lo terminamos de sufrir con el entredicho Fernández-Cortíñas. Ante una zapateada de quien representa al terrorismo doméstico, cuarenta años después de los hechos, un presidente vaciado de poder político arrugó vergonzosamente, anulando su propio discurso de “Paz y Unidad”. ¿Qué autoridad le resta a este funcionario contratado?

Llevamos cuatro décadas soportando un infame relato construido para premiar con homenajes al cruel terrorista ideologizado y con miles de dólares a sus familiares. El ocultamiento de esta patraña internalizada por los niños, jóvenes y jóvenes-adultos de hoy, emplea la falacia del genocidio de las dictaduras de ayer, frente a la “progresista” democracia de hoy. Lo acaba de repetir —con todas las letras— el actual Cte J FFAA al despedir al contingente de tropas que marcha a Chipre.

Vivimos la etapa pos-heroica de una narrativa absurda (6).

Entendemos que esta situación nos da una idea de la abismal distancia que existe entre la dirigencia política del siglo XIX, de aquella Argentina en acelerado ascenso, con la que tomó la posta a partir de la segunda década del siglo XX. Estas últimas, “políticamente correctas”, cuya ignorancia, caradurez y cobardía nos avergüenza cada día más, surgieron de universidades muy alejadas del concepto de “universalidad”.

Cuando en el Primer Centenario nos visitaron los intelectuales más brillantes de Occidente, dijeron que la joven Universidad Nacional de La Plata era la “Salamanca de América”. Hoy es la que condecoró a Chávez o a Hebe Pastor, por ser líderes de la ¡libertad de prensa!… ¿Qué diría Joaquín V. González, aquél sabio Rector fundador, si viviera en los años 2000? ¿Tenemos hoy —en el país— un Rector de la estatura de un Joaquín V. González?

Aquella Argentina que el mundo reconocía como una futura potencia americana a fines del siglo XX era conducida por Hombres de Honor, que no dudaban en dirimir su dignidad en un duelo. Hoy, gran parte de nuestra dirigencia arrastra escándalos inimaginables, propios de una novela de Dumas, tal como el supuesto hecho de contratar un candidato a presidente para lograr la absolución en decenas de causas penales y la recuperación de los bienes mal habidos por una expresidente, dentro de un “plan sistemático” llevado adelante por una asociación ilícita dirigida por Ella, según lo afirman los fiscales de las escandalosas causas. Entiendo que hemos llegado a lo inédito, al zenit del escándalo imaginable.

La sociedad argentina, que hasta hoy ha mirado para el costado frente a los atropellos a la Constitución y a la Ley, aun cuando lo haya hecho el mismísimo máximo tribunal del Estado, ¿continuará en esa actitud? Si así fuere, no es arriesgado expresar que La Argentina no tiene futuro —como país independiente— en el siglo XXI.

El concierto internacional —hoy altamente interconectado— no aceptará en su seno a semejante nivel de hipocresía en el Estado, que convierte al país en el santuario del crimen organizado, es decir del narcoterrorismo y al Estado Nacional Argentino en un cascarón vacío, con sus Instituciones licuadas e inhabilitadas para actuar.

3. ¿Es la Argentina un país viable en el siglo XXI?

En 1959/60 la Argentina fue “invadida” por el Norte por la guerrilla revolucionaria castro-comunista, como lo expresa el Tata Yofre en “Fue Cuba”. Desde entonces —y siempre bajo la dirección de La Habana— han transcurrido cinco campañas revolucionarias, algunas con algún éxito, otras fracasadas, pero el objetivo —tomar el poder— nunca fue abandonado por nuestro enemigo. Lo lograron por unos días en los `70, con Cámpora.

Luego del mazazo histórico que significó la derrota en el Atlántico Sur —1982—, el “entrismo” ideológico en los partidos tradicionales se aceleró y permitió que el terrorismo abandonara las armas y accediera repetidamente al gobierno de modo encubierto, por vía electoral. En 2015, sorpresivamente perdieron las elecciones, dejando en el país un enorme campo minado. La débil coalición gobernante —desde 2015— fracasó y los revolucionarios, tras una cortina de humo, regresaron dispuestos a eliminar obstáculos e “ir por todo”. Y allí estamos (7).

La hábil y encubierta comunicación social revolucionaria durante los últimos cuarenta años desarrolló una intensa política psicosocial, acompañada de una narrativa épica —el relato— que acalló a toda respuesta. Un pensamiento único cercenó la libertad ciudadana y fragmentó a la sociedad. Así aparecieron las numerosas y profundas grietas que nos llevaron a una progresiva y enorme debilidad social. Un pueblo anómico, inerte, autista, indolente, que se escandaliza ante hechos bochornosos que olvida al día siguiente, pues ya hay otro aún más dramático.

El 29 de julio de 2019, desde Caracas, el Foro de San Pablo lanzó una nueva contraofensiva revolucionaria contra los gobiernos iberoamericanos que en breve lapso la revolución había perdido por vía eleccionaria (8). Fracasaron en Perú y Ecuador y, ante esos acontecimientos, pusieron su centro de gravedad en Chile —el modelo a aniquilar—, actualmente incendiado. En Colombia, mientras tanto, operan con una estrategia fabiana que reactiva a las viejas organizaciones revolucionarias, explotando al máximo la vecindad de la Venezuela chavista, que sobrevive con el respirador artificial ruso.

4. La revolución y la impunidad en tiempos del coronavirus —Covid-19—.

Cuando llegábamos a este último punto de nuestro trabajo y nos disponíamos a cerrarlo, nos sorprendieron dos hechos. Se plantó la vieja PC que me acompañó todos los días, en los últimos quince años. En consecuencia, estuve “fuera de juego” durante dos semanas.

Simultáneamente —con este hecho administrativo— ocurrió otro de naturaleza estratégica, tremendamente trascendente y de consecuencias globales, aun impredecibles. En China apareció un microorganismo bacteriológico caracterizado por su acelerada expansión y no faltaron las voces que recordaran a las armas de destrucción masiva, las QBN (9), nunca empleadas después de Hiroshima y Nagasaki por el peligro de la autodestrucción planetaria.

Si bien nuestra dirigencia política decidió —en los `80— no tener FFAA y anular por Ley —paradójicamente la Ley de Defensa Nacional votada por unanimidad— al planeamiento estratégico militar sobre las nuevas amenazas y riesgos estratégicos posguerra fría —ya presentes— como actividad central del EMCFFAA, sorpresivamente nos llegó la agresión de un microorganismo que nos obliga —como sociedad— a prever, es decir, a pensar en mañana.

La alta probabilidad de la muerte nos obliga hoy a ser racionales y solidarios, cuando hasta ayer se buscaba vivir solo el presente y profundizar las grietas —eran las precondiciones de la ignorada revolución en curso—.

El hecho de negarnos a pensar nuestro futuro como Nación ¿fue ocasionado por ignorancia, por confusión o como propósito “revolucionario”? Nuestro Instituto estudió este tema en los ’80. Llegamos a la conclusión que había pluricausalidades, pero sabíamos que desde el Estado hubo una clara intención “revolucionaria” que, políticamente —¿o ideológicamente?— impulsó acciones perversas. Oportunamente lo comprobamos, personalmente (10). No tuvimos ni tenemos dudas al respecto.

Esa perversidad dejó a las FFAA argentinas sin misión a cumplir —inútiles, por vaciamiento institucional y presupuestario—. Y “sobre llovido mojado” se empleó a la Justicia Federal para demolerlas moralmente, transformando a este sector judicial en una burocracia corrupta y prevaricadora. Actualmente —y como directa consecuencia— el Estado argentino carece de núcleo duro y, consiguientemente de soporte de su Política Exterior y de una mínima credibilidad interna y externa. Reparemos en este detalle: llevamos 40 años demoliendo a las instituciones centrales de nuestra Constitución Nacional.

Es así como en los medios de comunicación los opinólogos hoy hablan de guerra, de miedo, de coraje, de incertidumbre, etc., pero —hasta hoy— no se escucha nada referido a la carencia de un planeamiento estratégico del Estado argentino. No hay previsiones, porque no hubo ni hay Plan Estratégico Nacional alguno. No hay Inteligencia Estratégica porque no hay planeamiento estratégico. ¿Lo sabe nuestra dirigencia? Acaso ¿no ponderábamos a los improvisadores que sacaban un conejo de la galera? ¿Vamos a aprender a no aprender? O seguiremos —porfiadamente— tropezando con la misma piedra. Eso es lo que nos señaló —acertadamente— el Dr. Sanguinetti.

La voz que corre es “busquemos tiempo”. ¿Nos dará tiempo el virus? ¿Para qué es ese tiempo? Sin duda que es para salvar a los “imprevistos” provocados por la ausencia del planeamiento estratégico en el área de la salud. Esos imprevistos NO son una falla del plan, sino de la ausencia del plan.

¿Qué hubiese hecho San Martín en Chacabuco si no hubiese “previsto” una reserva? El Libertador salvó a la batalla, ¡¡¡¡Porque tuvo un Plan!!!!

Repetimos, esto es lo que nos dijo el Dr. Sanguinetti y es lo que aún no entendemos.

A estos imprevistos absolutos que padecemos, debemos agregarles los “imponderables” que siempre aparecen. Estos no son el error de un plan, sino que ocurren… Por ello el previsor —planificador— guarda un as en su manga, una reserva. Pero nosotros no tenemos ni lo uno ni lo otro ahora, cuando nos llegó como al resto del mundo, un imponderable llamado Covid-19.

Los análisis de superficie que escuchamos —varias veces en el día— nos explican que Corea del Norte ¡es una dictadura! y que por ello tienen menos contagios y muertes que Italia o España, que son democracias. Es la natural consecuencia de la “formación” que se les ha dado a nuestros jóvenes en las últimas décadas. El “democratismo”, como todo exceso, trae sus consecuencias.

Lo que diferencia a los orientales de los occidentales, es su CULTURA, no su sistema de gobierno. Aquellos han retenido su antiquísima cultura y nosotros —en Occidente— la hemos relativizado. Ya lo expresamos en 1. Es tiempo de ver en la profundidad para encontrar lo esencial, de lo contrario nos espera el virus. Tengamos en cuenta que nuestros ancestros eran en su mayoría analfabetos, pero eran MUY CULTOS, sus valores eran fuertes y por ello fueron exitosos. Exhibían en sus moharras una frase identificatoria: “Religión o Muerte”.

Toda religión sostiene a una cultura, a una identidad. Éramos hispanos-criollos-católicos y los seguimos siendo, pero hoy aculturizados, con las familias destrozadas, actitudes egoístas y socialmente confundidos, votando a los más corruptos por entender que son los más exitosos. Nuestros valores identitarios fueron relativizados, paso a paso.

Alguien debe gritar, ahora que el susto del virus obliga a prestar atención: “¡ES LA CULTURA, ESTÙPIDOS!” y señalar que nuestra altiva identidad ha sido arrasada por la guerra revolucionaria que comenzó en 1959/60. Es esa guerra que nuestra dirigencia mira, pero no ve. Es el “entrismo” que licuó a nuestros partidos tradicionales y los dejó sin doctrinas ni líderes.

Acaba de aterrizar nuevamente en Ezeiza la Cte. Local de la contraofensiva revolucionaria subcontinental, hoy interrumpida abruptamente por el virus. Regresa —nuevamente— desde La Habana, Cuartel General de la revolución Castro comunista de Iberoamérica en los últimos setenta años. Se nos hace muy difícil suponer que no trae las nuevas directivas para aprovechar la pandemia, en función de los objetivos revolucionarios —momentáneamente contenidos— para regresar cuanto antes a la exitosa maniobra principal: desestabilizar a Piñera y lograr una nueva Constitución chilena.

En la Argentina Ella recuperó el poder, pero tiene que consolidarlo. ¿Quién ignora que Él es Ella? A Tartufo (11) deben llevarlo a la categoría de piloto de tormentas, pues aún tiene que lograr la IMPUNIDAD de Ella, cuanto antes. Para eso ha sido contratado. Hebe ayuda, abriendo la senda: le ha solicitado públicamente a ÉL, la amnistía de los “presos políticos”.

¿Cómo explotarán la situación en curso y la emergente del drama en algunos meses más, cuando se logre controlar al virus? El aparato que retroalimenta al relato —suponemos- debe estar trabajando al máximo en el CELS del “perro”. La narrativa cede frente a los hechos y necesitan recuperar a la opinión pública que empieza a dudar. ¿Cómo lograrán que la verdad no aparezca, aún en la vecindad de la muerte?

¡El microorganismo ha logrado que la Cámpora pida que el Ejército salga a la calle un 24 de marzo! Quienes conocen el entramado de las guerras de 7ma. Generación —y el “perro” lo conoce— son conscientes del peligro que corre —en estos días—- el sostenimiento del relato falaz. Hay que estar atentos al lenguaje de la antropóloga o del rusito, que “tratan” —así lo dicen, ignorando que se auto inculpan— de hacer lo que la Ley manda y hablan de “orden” y de “autoridad”, con la inmediata aclaración de que “harán respetar los derechos humanos”. Además, si fuere verdad que el rusito a pedido, de orden de su jefa, quinientos médicos cubanos para el conurbano, nuestro supuesto cobraría otro valor.

5. Lo que obligadamente deberíamos suponer.

Ella ha regresado y acortará las riendas. Consecuentemente los idiotas útiles deberán hablar mucho más a menudo y con mayor intensidad de la dictadura militar, del genocidio, de los desaparecidos y relacionar esta palabrería simbólica de un lejano pasado, con el virus. El relato falaz debe continuar. La pandemia y su drama deberían servir —como cortina de humo— para lograr la reforma judicial, antes de que cese la cuarentena, si fuere posible. La impunidad y la revolución tienen así una oportunidad inesperada. Un presidente —victorioso frente al coronavirus— debería ser respetado cuando —generosamente— anule juicios “inventados y politizados” y devuelva a sus legítimos dueños bienes incautados por una “justicia venal”. Luego —y recién entonces— Tartufo podría enfermarse y renunciar (12).

La revolución continuaría victoriosa gracias a la pandemia y la impunidad se habría logrado, pues se llegaría a la justicia revolucionaria. La oportunidad de la pregonada reforma constitucional estaría proporcionada por el virus. La revolución estaría asegurada, como en Cuba o Venezuela.

Los voceros de Ella, Aliverti, Giardinelli o Zaffaroni lo anunciaron hace tiempo, aunque nadie haya tomado en serio la advertencia.

Ricardo Auer, una de las pocas mentalidades argentinas formada en criterios geopolíticos, acaba de escribir (13): “Por lo tanto el FMI (EE.UU. y Trump) no están interesados en las hiper ganancias de los ´hedge funs´, sino que su interés primordial es que la alineación nacional de Argentina, no se dispare, vía default, hacia el campo de Rusia, China, Cuba o Venezuela”. La situación económica actual ya nos ha colocado en posición de default. Las condiciones para el “disparo” hacia el otro “campo”, están servidas, gracias al virus. ¿Qué hará Él, que es Ella?

Si fuera necesario, la revolución prolongaría la cuarentena. Sería una fórmula adecuada para evitar la reacción del electorado independiente, pensante y responsable, que es —actualmente— la única alternativa que podría evitar la maniobra revolucionaria encubierta por la pandemia.

La revolución debería actuar solapadamente y con las calles vacías. Las fuerzas del Estado —sin saberlo— serían los agentes de la revolución para la contención social-domiciliaria, mientras se alcanzan los objetivos históricos del castro-comunismo, desde el poder.

¿No es esta la quinta esencia de una estrategia de aproximación indirecta? ¿Esas maniobras que la visión lineal de Occidente NO VE y que lo mantienen de pie, pero dormido?

Más de la mitad de la población, reunida simultáneamente frente a sus respectivas “casas de gobierno”, sería un Cabildo Abierto en capacidad de defenestrar definitivamente al “estado de guerra civil revolucionario” —enquistado en los tres poderes— que nos ha impedido avanzar en las últimas décadas, arrastrándonos a la autodestrucción.

Ella y su can faldero no dejarían de considerar esa probabilidad y para evitarla —en oportunidad— cuentan con millonarios depósitos “para la política”, como lo dijo López —el de los bolsos—. Estemos atentos al “bolu..”, que es el que lleva y trae… y conduce y reparte para los entusiastas idiotas.

Así como existen estúpidos que no entienden que deben respetar el aislamiento durante la cuarentena —como lo vemos a diario—, también existen mentes extraviadas de resentidos sociales —que no vemos en los medios, pero que existen— que explotarían al coronavirus y a la deuda para satisfacer sus fundamentalismos ideológicos y hacer que la Argentina salte el cerco y “dispare al otro campo”, tal como lo han intentado —por todos los medios— en los últimos setenta años.

La viabilidad o inviabilidad de nuestra Patria Argentina en el siglo XXI, está en las manos de aquellos ciudadanos que aún no han sido cooptados por el “progresismo” de cualquier signo y retienen el “buen vivir”, en estos tiempos del coronavirus y de la deuda.

 

* Oficial de Estado Mayor del Ejército Argentino y del Ejército Uruguayo. Ha cursado las licenciaturas de Ciencias Políticas, de Administración, la licenciatura y el doctorado en Relaciones Internacionales. Se ha desempeñado como Observador Militar de la ONU en la Línea del Cese de Fuego del Canal de Suez. Comandó tropas de llanura, montaña, aerotransportadas y mecanizadas.

 

Citas y fuentes utilizadas en este artículo

(1). H. J. Auel. “La larga guerra civil argentina y el actual estado de guerra civil revolucionario”. 09/07/2013. www.ieeba.org

(2). H. J. Auel. “La dirigencia argentina frente a los desafíos de la Seguridad Nacional en el siglo XXI”. Agosto de 2015. www.ieeba.org

(3). H. J. Auel. “La cultura y la civilización. La guerra: continuidad y cambio”. Diciembre de 2001. www.ieeba.org

(4). H. J. Auel. “Una Segunda Argentina es posible”. Mayo de 2015. www.ieeba.org

(5). A. N. Valiente. “Los anarquistas y la Violencia – Enseñanzas para el siglo XXI”. Abril de 2019. Ed. Círculo Militar. 1884.

(6). H. J. Auel. “El Estado Nacional regional frente a las amenazas estratégicas globalizadas”. Junio de 1998. www.ieeba.org

(7). H. J. Auel. “Alberto Ángel Tartufo Fernández, candidato del Foro de San Pablo”. 10/08/2019. www.ieeba.org

(8). H. J. Auel. “La contraofensiva revolucionaria iberoamericana en el 2019”. 26/11/2019. www.ieeba.org

(9). QBN: Química, Bacteriológica, Nuclear.

(10) H. J. Auel. “Las Claves de la Inseguridad Nacional”. Conferencia en el “Foro de la Ciudad”. Club del Progreso. 18/0//2018. www.ieeba.org

(11) H. J. Auel. “Alberto Ángel “Tartufo” Fernández Candidato del Foro de San Pablo”. 10/’08/2019. www.ieeba.org

(12) H. J. Auel. “La Contraofensiva Revolucionaria Iberoamericana en el 2019”. 26/11/2019. www.ieeba.org

(13) R. Auer. “Tiempo de Definiciones Estratégicas”. 04/03/2020. Infobae Digital.

 

Publicado el 08/04/2020 por el INISEG Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global, https://www.iniseg.es/blog/seguridad/el-pasado-y-presente-de-argentina-proyecciones-y-revolucion-del-coronavirus/

QUO VADIS MUNDI

F. Javier Blasco*

Hoy en día, todo lo que requiera cierto reposo cómo dar una opinión, tomar decisiones y cambiar de parecer o de actitud se realiza con mayor frecuencia y rapidez. La frenética evolución de los acontecimientos, la falta de cimentados criterios sociales y morales y la fugaz pérdida de interés sobre los sucesos aunque sean de importancia —a pesar del bombardeo informativo— hacen que realmente las cosas se afronten y estudien con escaso tiempo para proceder a un análisis exhaustivo y certero.

Pasamos de un tema a otro con mucha facilidad, enterramos la mayoría de los asuntos al poco tiempo de producirse y sin haberlos digerido totalmente. Los grandes lobbies y casi todo gobierno, dirigidos por extrañas y ocultas fuerzas políticas, económicas, mafiosas o religiosas, mantienen bajo control y dictan la editorial a la mayor parte de los medios y redes con lo que la información es filtrada y traducida a opinión, que rápidamente se convierte en pública. La sociedad civil, falta de verdaderas asideras y raíces culturales o morales, es ahora un pelele fácilmente dirigido y manipulable.

Aunque a diario vemos y oímos titulares sobre catástrofes naturales o problemas medioambientales, nuevas o viejas interminables guerras, atentados, amenazas o actos terroristas, masivos movimientos de refugiados, desfalcos de dinero público y hasta que en Estados Unidos, que han sido “ejemplo” de respeto democrático, todo se puso patas arriba tras denuncias de Trump sobre pucherazos electorales y oscuras implicaciones en motines populares al asalto de su sacrosanta casa, el Senado; a la hora de la verdad, individual como colectivamente, todo nos importa un bledo; tan solo las noticias que aporten réditos económicos o políticos persisten durante meses o años. Cada uno va a lo suyo y solo se conmueve por lo que a él le quita el sueño; asuntos, que cuando se conocen, dan pena o risa por su nimiedad.

Los políticos, aparte de demasiados sátrapas y dictadores que dominan y atemorizan a gran parte del mundo, no son una casta que nace en árboles especiales; proceden de la sociedad y suelen arrastrar lo mamado en ella como los demás. Aunque se les pide y suponen determinadas cualidades de liderazgo —perfectibles con el tiempo—, sus preocupaciones suelen orbitar en torno a su sillón, mejorar su situación, aumentar la permanencia en el cargo y figurar o aparentar que hacen mucho más de lo que son capaces de aportar.

Son una casta en decadencia y degradación que se mueve, salvo honrosas excepciones, en el egocentrismo, el chovinismo, la incompetencia y en cubrir sus espaldas con cientos de asesores; por lo que esperar de ellos buenas, rápidas y poco costosas soluciones a los graves problemas nacionales o internacionales, es imposible.

Los imperios y los liderazgos, nacen, crecen y se desarrollan; paulatinamente y ayudados por causas exógenas o endógenas, van decayendo y perdiendo fuelle hasta que son superados o absorbidos por otros similares que han venido forjando su espacio para tomar el testigo en un relevo cada vez más exiguo y sin interrupción. Es el caso de Estados Unidos, país que desde la caída del muro de Berlín ha sido la primera potencia económica y militar del mundo, pero para ello ha tenido que moverse mucho, gastar ingentes cantidades de dinero y perder miles de vidas en muchos escenarios; liderazgo, que ciertamente no se han ganado por la calidad y el empuje moral de, al menos sus últimos presidentes, sino por la inmensa maquinaria y el entusiasmo que sus ciudadanos —renunciando a otros privilegios que otros disfrutamos— han sido capaces de poner en marcha y engrasar. Todo apunta a que al vetusto y cansado Biden está viviendo momentos muy amargos y podría ser quien cierre la puerta del efímero liderazgo mundial.

En los liderazgos al igual que en las monarquías, a rey muerto, rey puesto. Desde hace tiempo, nadie es ajeno a que Rusia y China optan a ser los nuevos aspirantes a dicho puesto. China, tiene más papeletas a su favor por capacidad económica, importante desarrollo sostenido en el tiempo, bien controlada su extensa población y por la férrea disciplina y espíritu de trabajo que su máximo dirigente, Xi Jimping —convertido en eterno como Putin o Kim— impone a su pueblo.

Existen otros cortesanos que tratan de ampliar sus condados con vistas a un futuro próximo y por si, algún día tienen que remar en la misma dirección. Me refiero aunque con diferente medida, a la India, Pakistán, Turquía, Arabia Saudí e Irán entre algunos más.

La Comunidad Internacional (CI) y varios de sus organismos, como la ONU y la OTAN, tras la crisis de Afganistán convertidos en meros observadores, han demostrado que sus mandatos, fundamentos, misiones, capacidad de decisión y mastodónticas estructuras constituyen una maquinaria demasiado costosa y pesada, que ya no resuelve nada y a la que nadie obedece; por lo tanto, deberán cambiar mucho, por el riesgo a desaparecer o quedar en irrelevancia.

La UE lleva bastantes años de mínima supervivencia a base de invertir muchos millones —que no tiene—, ha protagonizado temas graves como su desastroso y aún no digerido Brexit, el papel no jugado con los refugiados —salvo pagar para que los cuiden otros— en las crisis de Oriente Medio y el Norte de África y la grave inoperancia en esta crisis en Afganistán.

Queda claro que las aspiraciones europeas son realmente un sueño o quimera; realmente, jamás pasó de ser una asociación comercial, social y económica con determinados alcances y limitaciones. Su escasez de liderazgo, las constantes peleas internas, la poca preparación de muchos de sus responsables, lo incierto de las próximas elecciones en Alemania y Francia y que cuando no saben qué hacer vuelven a recuperar ideas poco viables cómo la fuerza militar europea, son patentes y patéticas. Nunca ha acertado en elegir a alguien lo suficientemente competente para desarrollar y aplicar con éxito su cambiante política exterior.

Las guerras, sus consecuencias y secuelas siempre son graves. El mundo, desde el paraíso terrenal, es un espacio hostil donde no sabemos estar sin guerrear. Las amenazas son constantes y en él, los ejércitos son auténticas marionetas en manos de osados e inexpertos políticos que los manejan a su antojo y ensalzan o repudian según sea la conveniencia del momento.  

A pesar de la gran evolución de las fuerzas armadas en todos los ámbitos, de ser auténticos profesionales y haber mejorado mucho sus tácticas, técnicas, procedimientos y el armamento, las experiencias recientes llevan a pensar que sus consejos, análisis y predicciones raramente se toman en consideración por los políticos, tal y como ha sucedido en la evacuación de Afganistán. Vergonzoso y precipitado desastre —precedido por otros similares de menor entidad— debido a falta de organización y previsión (reacción de última hora por el efecto CNN) que, aunque algunos traten de darle la vuelta y mostrarlo como un éxito, pasará a los anales de la historia militar como los de Dunkerque o Filipinas.

Estos repliegues no suelen ser espontáneos; obedecen a grandes pérdidas de interés, motivos políticos o a que nuevas necesidades surgidas en el horizonte requieran fondos y medios empleados actualmente. En consecuencia, es probable que pronto veamos a las tres grandes potencias (Estados Unidos, China y Rusia, en menor medida) —todos juntos o emparejados de dos en dos— enzarzadas en: el domino del espacio, prometedoras zonas hasta ahora abandonadas por su extrema climatología como el Ártico o grandes espacios marítimos, como el Mar de China que da acceso al inmenso mercado oriental y asiático.

En los últimos años la sociedad civil occidental ha ido perdiendo su interés por los valores humanos, sociales y cristianos que durante siglos la han mantenido en pie a través de la educación, la política, el espíritu nacional, la moral y el ámbito familiar. La desidia por mantenerlos vivos y haberse alejado de su valor e importancia son la piedra angular sobre la que se basen a futuro los errores que impedirán el desarrollo político, económico y social en un cordial ambiente de paz y seguridad.

La experiencia acumulada en los últimos años viene demostrando que tratar de imponer la democracia contra los totalitarismos y el comunismo por la fuerza de las armas o graves presiones es un acto difícil y muy costoso, que requiere mucho tiempo y grandes esfuerzos materiales y personales; aunque, a pesar de todo ello, sus resultados suelen quedar alejados del fin pretendido, tesitura que, sin duda, influirá en el futuro sobre los necesarios cambios de objetivos o de las vías para conseguirlos.

La crueldad presente en las guerras del Islam demuestra que son guerras por la imposición de su propia versión de la misma religión o para combatir al apostata y que las diversas vertientes del yihadismo se enfrentan por motivos de sucesión, egoísmos, hegemonía, expansión territorial, prevalencia o mandato y grado de visibilidad o expansión en la comunidad musulmana. No obstante, las ramas mantienen una serie de factores comunes como el seguimiento e imposición de la Sharia o Ley islámica, la expansión de la Yihad o Guerra Santa contra los enemigos del islam, la recuperación de territorios perdidos y, sobre todo, sus inagotables deseos de matar a quien se opone a su camino. Situaciones que se agravan por la imparable expansión del movimiento religioso-cultural en la mayor parte de los continentes.

Es muy probable que Afganistán se convierta en el foco y refugio de la mayor parte de los movimientos yihadistas por no quedar allí un gobierno que les combata abiertamente o tenga capacidad suficiente. Los potenciales encontronazos entre los talibanes y Al-Qaeda juntos contra las diferentes franquicias del Estado Islámico pueden ayudar a clarificar el ambiente de futuro desde el punto de vista religioso y terrorista. Por otro lado, la previsible masiva diáspora de afganos por temor a represalias talibanes puede ser, de nuevo, otra fuente de problemas para ser admitidos en bastantes países y portadora, a su vez, de terroristas disfrazados entre ellos.

Afganistán y sus vecinos cercanos, Irán, Pakistán, China y los tres “tanes” pro rusos constituyen un punto caliente para el futuro de la paz en la zona. Aparte de lo ya mencionado, los grandes intereses creados (drogas, ruta de la seda y las tierras raras) en cuya explotación Rusia y sobre todo China quieren participar, las diferencias ideológicas religiosas contra los chiíes (Irán) y haber sido considerado de siempre el territorio donde establecer la retaguardia paquistaní en un eventual enfrentamiento con la India, hacen que haya muchos gallos atentos y pretendiendo mandar en el complejo gallinero.

El arma nuclear como elemento de amenaza, defensa y disuasión sigue estando ahí y todo apunta a que países como Corea del Norte, Irán y posiblemente Arabia Saudí, si es que el apoyo norteamericano desaparece de Oriente Medio, tratarán de conseguirlas o aumentar sus actuales capacidades a corto plazo.

Tras muchos titubeos sobre la realidad del cambio climático, ha aparecido una gran euforia mundial a apuntarse a la alocada implantación de fuertes medidas sobre los usos del consumo energético para evitar su progresividad. Cosa que se ha hecho de forma muy precipitada y sin analizar el costo que supone para el bolsillo del ciudadano, máximo tras cortar el carbón o declararse antinucleares muchos países. Costo, que unido a las posibles perturbaciones en el Norte de África, Rusia y Ucrania donde se produce o pasa el gas que llega a Europa por sus extremos, pondrán en peligro la continuidad de muchos gobiernos próximamente.  

Capítulo aparte merece la pandemia del Coronavirus y sus consecuencias que han demostrado que el mundo no está preparado para este tipo de crisis de gran envergadura; aún se desconocen las verdaderas causas del origen del mismo (ninguna descartable totalmente); se siguen muriendo miles de personas al día; se ha tardado mucho en encontrar una vacuna efectiva, que ahora ponemos en duda ante las variantes que aparecen; todavía se desconoce si debe ser anual como con la gripe y por no tomarla en consideración, se ha tambaleado la gobernabilidad de muchos países y hasta ha costado la silla a dirigentes que la tenían asegurada como Trump.

Ha venido a demostrar una gran insolidaridad internacional, los países pobres han quedado abandonados sin apenas vacunas, mientras los ricos ya plantean aplicar su tercera dosis; durante meses ha constituido una desorbitada guerra de precios y especulación con los mercados orientales y ha dejado patente que el mundo no es seguro sanitariamente a pesar de los organismos internacionales encargados de la salud.

Como hastío o rechazo a las, a veces, excesivas medidas adoptadas, se ha generado un generalizado ambiente de insatisfacción, negacionismo y protesta en diversos países de todos los continentes que, bien dirigidos por grupos antisistema, son aprovechados para otros fines como atentados o insurrección civil contra la autoridad. 

En resumen, las crisis de Afganistán y sanitaria han puesto de manifiesto que pueden acarrear todo tipo de consecuencias imprevisibles; que muchos de los países más potentes del mundo, la cacareada CI y sus organismos, y no sólo Estados Unidos, han quedado vergonzosamente de rodillas por su incapacidad ante los deseos y caprichos de los terroristas yihadistas; tras veinte costosos y penosos años, precipitadamente y sin planes previos, se han abandonado a miles de personas usadas previamente y a un país dejándolos a su suerte, lo que puede derivar en graves masacres, el principal nido del yihadismo mundial o desembocar en una cruenta guerra civil o zonal para dominarlo; que los métodos usados para implantar la democracia deben ser redefinidos, cambiados totalmente o anulados; que el mundo está muy desunido en lo que se refiere a la ayuda internacional y que, ante los errores de Estados Unidos, ya hay más de un candidato para relevarle en el papel de líder mundial.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

©2021-saeeg®