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SEPTUAGÉSIMA Y TRADICIÓN

He oído en la televisión española a una comentarista evocar un aniversario con el número cardinal correspondiente.

Da lástima la pérdida de los ordinales —tan importantes como nos son y tan presentes que los tenemos al hablar de primeros o segundos puestos, sobre todo en los televisivamente ubicuos deportes—, que parecen desaparecer allende la decena o poco más allá. Aún más que los deportes, la que es ubicuamente insistente y persistente es la ignorancia.

Y la ubicuidad que los medios de comunicación brindan nos sumerge en un pegajoso océano provocando la sensación que tan bien describe el decir tradicional rioplatense, de estar «más perdido que turco en la neblina» —i.e., sin ver ni entender el idioma. Con afecto hacia cualesquier etnia involucrada.

El poder descriptivo del adagio arraiga en esa capacidad expresiva que su condición tradicional le otorga.

Tradición es, precisamente, lo que se transmite de generación en generación, aunque, tal cual sucede con la transmisión genética y las mutaciones perduren o no, y como señala acertadamente Hobsbawm, hay una «invención de la tradición» que, al igual que una mutación exitosa en genética, modifica lo transmitido y, por su capacidad expansiva en la imaginación y la visión del mundo de las culturas adquiere una dimensión significativa y por su índole transmisible, una resonancia temporal efectiva.

La comentarista de los aniversarios cardinales se refería al septuagésimo de la muerte de María Eva Duarte de Perón, fecha que hasta bien avanzado 1955 todas las emisoras radiales argentinas nos recordaron —a quienes tienen mis años más o menos— a diario a las 20.25, porque esa fue la hora del deceso. Y a continuación la televisión daba algo así como una apología del personaje, cuyo contorno configura un ejemplo vivo —valga la paradoja— de esa invención de que habla Hobsbawm y he sido testigo desde los 7 años —edad de la razón, se decía en mi infancia—, que contaba cuando murió.

Esas invenciones no se atienen a estrictas si creativas reglas como las que sigue Juan Sebastián Bach en el teclado y, al igual que ellas, tampoco a criterios de veracidad o justicia, que les son absolutamente ajenos.

Pero la parvedad ordinal de la presentadora me evocó esa «septuagésima» que es en la iglesia católica el noveno domingo antes de Pascua, como preparación al Carnaval que introduce la Cuaresma. Tradición tan soslayada como las añejas cifras ordinales y cuyo tema de meditación es el pecado de Adán y Eva.

Miren así cuán lejos lleva la tradición y cuánto va cambiando.

Y sin embargo, es el chivo expiatorio de cualquier intento de cambio, que la acusa por su inevitable condición de permanencia.

En Argentina, en rara excepción ya que casi todos nuestros prohombres son conmemorados en la data de su muerte, el Día de la Tradición coincide con el nacimiento de José Hernández, autor del que hemos elevado a poema nacional, el Martín Fierro. Y esa elección no está exenta de invención.

Recordemos que la fecha litúrgica católica de la Santa Cruz el 3 de mayo, se llamaba la «invención de la Santa Cruz» recordando el hallazgo por Santa Elena, madre del emperador Constantino, en Jerusalén, y más allá de ángulos sarcásticos que imagino, de astillas de la madera en que Jesús fue crucificado; es decir, invención como hallazgo. Que también puede considerarse en el panorama que nos ocupa.

El problema es que, como reflexiona Jung en el Libro Rojo, aunque desmontemos y desguacemos hechos, sucesos o personajes según criterios de veracidad comprobable, tal como la ciencia pretende, en nuestro interior persisten esas creencias en cuyo entorno fuimos criados, y la contradicción entre aquellas conclusiones, por muy plausibles que nos resulten, y estas permanencias, es grave. Y fuente de conflicto para cada persona y lo mismo en el conjunto social.

En estos tiempos de postverdad y noticias falsas —que la simultaneidad de comunicaciones amplifica e intensifica críticamente— no es de extrañar el surgimiento, afianzamiento y proliferación de posiciones políticas y conductas sociales que buscan refugio en una tradición que consideran propia y sienten que fortalece o aspiran a que fortalezca, su identidad. Como turco en la neblina.

En esta fecha, lejos tanto de la Septuagésima como del Día de la Tradición pero que evoca la muerte de José de San Martín, que no necesita que inventemos nada sobre él, quiero reafirmar mi respeto por todas las tradiciones que no opriman al hombre, que es también la mujer, y le permitan, al volverse sobre ellas, conocerse mejor, y serlo.

 

Juan José Santander*

Madrid, 17 de agosto de 2022

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG. 

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LA GAUCHADA. LO QUE HOY LLAMARÍAMOS TENER AGALLAS.

Comandante Espuela (Revista Tiempo GNA*)

Formosa, 01 de diciembre de 1947

Visto: Esta causa Nro. 1401 por la presunta violación de los deberes de funcionario público, contra Victoriano Martín, argentino de 26 años de edad y Eusebio Alberto Mena, argentino de 26 años de edad, ambos de estado civil soltero y del personal de Gendarmería Nacional, Escuadrón de Las Lomitas, de la que RESULTA:

Considerando:

Primero: Las constancias de autos acreditan que el 12 de septiembre de 1946, el señor Ramón Zalazar debía cargar en la Estación Juan G. Bazán los veintiséis animales vacunos que figuran en la guía Nro. 269, expedida por el Juzgado de Paz de Las Lomitas. Pero como en el momento de embarcar observa que por error aparecía con marca distinta una de las vacas, puso el hecho en conocimiento de los gendarmes Eusebio Alberto Mena y Victoriano Martín, encargados del control, quienes para evitarle el trastorno que significaba suspender la carga mientras el interesado se trasladaba a Las Lomitas a rectificar el error, le permitieron modificar en la guía la marca de la vaca mencionada, reemplazándola por la marca de la vaca que correspondía embarcar, también de propiedad del cargador, según se prueba en el informe de fs. 32 Vta.

Segundo: Aun cuando contemplada desde el punto de vista estrictamente legal, la actuación de los procesados pueda censurarse, debe tenerse en cuenta para juzgarlos que, al consentir el cambio de marca en la guía obraron espontáneamente, sin esperar ningún beneficio, y animados sólo por el deseo de satisfacer la gauchada que les imploraba Zalazar, para resolver el inconveniente de forma que perjudicaba sus intereses.

Tercero: Que como lo expresan los señores defensores de los procesados, “la gauchada” es una modalidad argentina, fuertemente arraigada a nuestras costumbres y que honra a quien la realiza, porque arriesgando algo, casi siempre, se presta desinteresadamente a un amigo en apuros y a veces hasta un desconocido sin más finalidad que serle útil y sin recibir más recompensa que la satisfacción moral de haber practicado el bien, por amor al bien mismo.

Cuarto: Ajustándose a la cómoda posición que en materia del cumplimiento del deber rige las funciones burocráticas, los acusados Martín y Mena pudieron en la emergencia cruzarse los brazos, asumiendo una actitud impasible y dejarlo a Zalazar que solucionara sus dificultades por sus propios arbitrios. Pero la sensibilidad gaucha, que vive latente en algún lugar del corazón criollo, no les permite a los gendarmes (que al fin de cuentas son paisanos uniformados) adoptar la postura egoísta de “dejar a ese hombre en la estacada…” Comprometiendo su tranquilidad, cambian en la guía sin ningún titubeo la marca de uno de los animales, substituyéndola por otra, y de ese modo allanan el obstáculo que impide cargar la tropa.

Quinto: Que indudablemente, los procesados han cometido un acto no lícito, pasible de sanciones disciplinarias. Pero no se puede afirmar que haya incurrido en delito, desde que no han causado daño a nadie y actuaron bajo la inspiración de hacer solo “una gauchada”. El hecho, aunque aislado, nos revela que seguimos conservando las características raciales, como con tan profunda intuición lo anunciaba Sarmiento en “FACUNDO” hace más de un siglo, al decir: “Si levantáis la solapa del frac, con que el argentino se disfraza, encontraréis al gaucho”. Y la generosidad de la acción que motiva el proceso, está abonada por la opinión de un sabio como Darwin, quien después de recorrer la República Argentina en el año 1813, escribía en su libro “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” estas alentadoras palabras: “En todas las circunstancias, el gaucho es un verdadero GENTLEMAN”.

Sexto: De todo lo dicho, surge la evidencia de que los encausados se condujeron honradamente en la inteligencia de hacer un favor que, por su índole, sólo son capaces de prestar los hombres de conciencia y carácter. Lejos de resultar punible, el hecho que origina esta causa encuadra por su naturaleza en las obras de misericordia cristiana y se ajusta a la norma del ideal rotario que manda “Dar de sí, antes que pensar en sí”.

Desde ahí que significaría incurrir en una herejía jurídica, condenar en nombre de la justicia a estos servidores del Estado y también de la sociedad, tan modestos y tan íntegros a la vez, que en las circunstancias anotadas, se comportaron no como dos pusilánimes, y menos como dos delincuentes, sino como dos cumplidos caballeros, y de quienes tienen sin duda mucho que aprender los funcionarios que, por comodidad o falta de criterio, deshumanizan el derecho aferrándose a la letra muerta de las leyes y de las reglamentaciones. Por todo lo expuesto, oídos el Ministerio Fiscal y la Defensa.

RESUELVO:

Absolver de culpa y cargo a los Gendarmes VICTORIANO MARTIN y EUSEBIO ALBERTO MENA y librar nota al señor Jefe de la Agrupación “FORMOSA” de Gendarmería Nacional, acompañando copia de esta resolución y solicitándole que, en mérito a la nobleza revelada por los encausados, contemple la posibilidad de eximirlos de la sanción disciplinaria que pudiera corresponderles. Notifíquese, regístrese y dese cumplimiento a la Ley 11.752 José R. Bergallo, Juez Letrado. Ante mí: Eustaquio Gaztazaga, Escribano Secretario.

Esta sentencia fue confirmada por la Cámara Federal de Paraná. Y el señor Jefe de la Agrupación Formosa de Gendarmería Nacional, Teniente Coronel don Ernesto Pedernera, en una conceptuosa resolución, eximió a los gendarmes procesados de toda sanción disciplinaria.

Del libro “Pilcomayo Abajo”, de José R. Bergallo, ex Juez Letrado de Formosa Época de Territorios Nacionales.

Por el “Cazador de Historias”

 

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA, Nº 63, diciembre de 2021.

TRADICIÓN

Juan José Santander*

Tradición, al igual que sus hermanas rendición, perdición, bendición y otras, indica una acción, pero a diferencia de todas ellas, que se relacionan con un verbo cuya acción implican, en tradición el verbo no existe: se ha perdido en los caminos de la lengua; es decir, que nos encontramos ante una acción despojada de su antecedente, por así decir, kinético, del verbo. Aunque sea una acción, ésta se nos presenta de manera abstracta.

Y tal vez ese extravío del verbo se deba a que lo que hace la tradición se parece a la sedimentación: de la fluyente y pasajera masa en que está suspendida la sustancia, ante la quietud de aquélla, o su desaparición al irse evaporando o ser absorbida, la sustancia va depositándose al fondo y permanece; es decir que se trata de una acción que responde a la naturaleza de las cosas que la asume por sí misma sin intervención ni voluntad ajena y tiende a preservar esa sustancia que es su esencia frente al tiempo fugitivo e inasible.

Creo que fue Borges quien dijo, refiriéndose a la cuestión de una literatura “nacional”, que es una fatalidad o es nada.

Esa fatalidad es la fuerza de la tradición.

Resulta interesante ver cómo, tras circunstancias calamitosas y catastróficas, la tradición se manifiesta de las más diversas formas y maneras; daré variopintos ejemplos: al caer la dictadura de Salazar en Portugal, surgió una izquierda en el ámbito político que había sobrevivido en la clandestinidad, como las mafias rusas tras el derrumbe del imperio soviético, como la yakuza japonesa que perdura, como la institución familia en la China comunista, como los moriscos y criptojudíos tras sus expulsiones de 1492 en adelante, como el castellano ladino de los judíos sefardís de la diáspora, como el catalán o el vasco o el valenciano o el gallego maguer la primacía del castellano, o los dialectos italianos magari el imperio impuesto del bello toscano o tantísimos ejemplos que van de supersticiones de fundamento médico, higiénico o alimentario más o menos real y efectivo a vestimentas que a través de diversas manifestaciones y modificaciones aún siguen en uso.

Como siguen en uso usos y costumbres milenarias.

Eso es la tradición, y no es la mía mejor que la tuya ni lo contrario.

PERICÓN NACIONAL Ballet Folclórico Nacional. Ministerio de Cultura de la Nación.

El problema lo plantea esa búsqueda innata de raíces que arrastra el ser humano en su condición misma y que deriva de su necesidad de identidad, de un yo, de un nosotros en los que pueda reconocerse. Por una cuestión de salud mental, para empezar.

Y el problema es el que certeramente califica Hobsbawm de “invención de la tradición”, dando varios ejemplos. Es decir, cuestiones, temas, nódulos a los que se va otorgando una antigüedad y ancestralidad que no tienen sino que han ido siendo construidos y fabricados a través de la historia.

Y tal vez todos pueden razonablemente pensarse que han sido antes o más recientemente inventados —i.e., hallados, en el sentido de la “invención de la Santa Cruz” por Santa Elena, madre de Constantino, que conmemora la Iglesia Católica— y ahí del problema brota el conflicto si caemos en suponer o dar por sentado que una tradición es superior o más genuina que otra y, sobre todo, de respetar la ajena sin renunciar ni dejar de reivindicar la propia.

Es donde caemos por haber transformado el significado de “‘confrontación”, que es comparación, cotejo, en “enfrentamiento”. Lo que esconde la peligrosísima tendencia a que si al comparar o cotejar (una y otra tradición, por ejemplo) hallamos diferencias, transformamos éstas en oposiciones y contrariedades. Y ahí, claro, elegimos favorecer a nuestro lado, ése al que sentimos pertenecer, entre otras cosas porque nuestra tradición nos lo ha dado y hemos sido criados en ella.

Y dice Antonio Machado en “Juan de Mairena” que el recurso a la fuerza no implica sólo perder la parte de razón que pudiera tener el otro, sino también la nuestra.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG.

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